La vida tiene un principio... Pero también tiene un final y, para bien o para mal, ese final debía llegar. A Sesshomaru y Kagome le llegó ese final un poco más rápido de lo esperado. Ambos murieron el mismo día y fueron sepultados la misma tarde lluviosa.

La dulce y pequeña Hitomi ya se había hecho una mujer. Estudiaba medicina y estaba a punto de graduarse cuando la inesperada muerte de sus padres le llegó, rompiéndola en mil pedazos. Kaito terminaba la preparatoria cuando ocurrió. Al joven que tiempo atrás era un niño travieso también le llegó la terrible noticia, la cual lo dejó sin palabras y lágrimas en los ojos.

Sesshomaru y Kagome, según los médicos, ambos habían tenido una muerte natural. A pesar de que Sesshomaru aún tuviera 67 y Kagome 54 habían culminado su ciclo de vida de la manera natural.

Después del entierro del matrimonio pasaron días, luego semanas, meses, años y muchas décadas. Los hijos del matrimonio también habían muerto naturalmente. Ambos habían logrado exitosamente sus sueños. Hitomi se había hecho una gran doctora y Kaito fue un asombroso policía del FBI, ambos se habían casado, tuvieron hijos y nietos hasta que su vida tuvo fin.

Tan sólo esperaban encontrar a sus padres en el otro mundo y así continuar su vida juntos.

Lamentablemente no fue así.

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En la tumba de ambos hijos del matrimonio Taisho se encontraba arrodillada una adolescente de cabellos negros y ojos tan azules como el mar. Detrás de ella apareció un joven universitario con el pelo blanco recogido en una coleta alta y los ojos en dorado intenso. Ambos miraban las tumbas de los fallecidos.

—La vida para nosotros es infinita. — susurró la joven. Se levantó la muchacha, abrazó al joven y éste le acarició la cabeza. Ambos sonríen algo melancólicos.

—Fue hermoso ver la cara de todos los que creyeron que habíamos muerto. Ni siquiera podía contar con mis manos la cantidad de personas que lloraban lágrimas falsas mientras en lo más profundo de su corazón nos deseaban la muerte. Ahora todos ellos están muertos y nosotros viviendo otra vez después de tantos años. — terminó de decir el albino.

—Mi padre y madre fueron tan ingenuos. Creyeron que ésta vez si moriríamos y resulta que volvimos a la vida sin ningún problema. Deben estar encolerizados. — la pelinegra sonrió. Dejó en las tumbas una rosa roja y besó ambas lápidas. —Las únicas lágrimas verdaderas fueron las de estos niños indefensos. Debe ser terrible perder a quien te protegió y amó desde que naciste.

—Ellos también volverán. Recuerda que nuestra sangre y poder corre por sus venas. Volverán cuando sea el momento y ésta vez... Ninguno de los cuatro morirá. — su ceño estaba fruncido. Claramente estaba enojado.

—¿Planeas venganza contra mi padre? Después de todo el nos mató a ambos y luego a nuestros hijos. — ambos jóvenes miraron las lápidas en donde se marcaban el nombre de sus hijos. La rosa carmín y la luna violeta volvieron a aparecer en las frentes de ambos.

—Sí. Supongo que vas ayudarme en esto, ¿verdad?. — se miraron, sonrieron mirando al cielo con esos pares de colmillos capaces de desgarrar hasta la carne y huesos más duros.

—Por supuesto. Ellos ya no son mis padres. Mi señor, usted y mis hijos son mi única familia ahora. A quienes se le ocurra tocarles recibirán mi furia completa. — el albino asintió. Los dos se fueros de cementerio con la promesa de una venganza y el deseo que sus retoños volvieran a la vida pronto.

—Te amo, Perséfone. — susurró el de ojos ámbar en el odio de la ojiazul.

—¿Quién es Perséfone?. — inquirió ella. La cara masculina hizo una mueca enrevesada. —El nombre real de Perséfone es Kagome. — sonrió con malicia.

—Y el nombre real de Hades es Sesshomaru. — también sonrió. Ambos se tomaron de la mano, caminando a su futuro vengativo y caótico.

Un futuro en donde ellos dos serían felices. Y sólo serían felices si eran los dioses reyes del Olimpo.

Fin.

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Nos leemos pronto!

Bye bye!

By: Mary__🌸

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