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8 "Dímelo"

Capítulo con contenido sexual explicito.

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Llegó el lunes, un caluroso y cansador lunes. El sol calienta los autos, no hay nubes en el cielo, el aire esta tibio, el agua parece ser el mejor tesoro para Lucy en estos momentos y aunque tenga el cabello bien atado se le hace imposible no sentir como su cuello se sofoca. Tercera vuelta que trota y ya desea matar al entrenador que dirige la clase. Detuvieron la clase y dieron permiso para que damas y varones fueran al baño a refrescarse. Lucy iba caminando por el pasillo cuando vio a la desaparecida Mikaela llegar a la segunda hora, entrando al aula de clases con su mochila y un pase de secretaria. Lucy, quien desea ir a buscar su botellón de agua tragó saliva y se encaminó rápidamente a la sala. Entró y justo vio a Mikaela colgando su mochila, se miraron y Mikaela se sonrojó, le brillaron los ojos y se emocionó al ver a Lucy.

-Ho-Hola -saludó a la rubia tímidamente y una sonrisa ladina se asomó en su abochornado rostro. Lucy recordó el beso que le dio aquel día, del que se siente tan arrepentida y se limitó a solo sonreírle y asentirle con la cabeza, sin siquiera mirarla. Tomó su botellón de agua rápidamente y se fue.

Sabe que no puede seguir dándole esperanzas a Mikaela. No tiene planeado tener relaciones sentimentales con nadie, no quiere sencillamente. Nada. Por eso la tiene tan frustrada Mikaela, quien es su pensamiento 24/7.

Mikaela suspiró un tanto apenada y salió a la seguidita de Lucy, llegaron a la cancha y Mikaela se acercó a Mateo, quien está solo y apartado de todos, acariciando el pasto y con una triste mirada hacia este mismo.

-Te ves bonito con lentes -dijo la chica sentándose en el pasto junto a Mateo. El pequeño la saludó y seguido frunció el entrecejo.

-Uhm... Los tengo hace más de una semana -dijo Mateo soltando una risilla acomodándose sus lentes.

-Lo sé -dijo Mikaela y lo miró fijamente. Mateo se sonrojó al instante sin entender mucho. Mikaela se rió por lo bajo.

-No sé cómo coquetearle a un hombre... No sé cómo ser heterosexual -dijo y Mateo sonrió.

-Yo tampoco -susurró el morocho y bajó la vista. Mikaela lo miró rápidamente y abrió los ojos ampliamente. Mateo se sonrojó y ambos rieron. Mateo siguió observando la hormiga que camina en su pierna y Mikaela sintiendo la dichosa compañía del chico que en este mismo instante le brinda un agradable silencio. Ve como Lucy esta con unas chicas... y con Lulu, aquella chica que la ha tratado como basura en variadas ocasiones. Y Mikaela, quien nunca ha sentido ni la más mínima rabia sintió como eso la carcomió. Bajó la vista y apretó los labios, sintiéndose traicionada y recordando el vago saludo de Lucy en el aula.

-¿Y su uniforme para la clase? -escuchó Mikaela al entrenador, tragó saliva y subió su vista lenta y temerosamente.

-Estoy con licencia -respondió en tono bajo.

-¿Y su justificación?

Mikaela no supo que responder.

-Se me quedó en la sala -murmuró Mikaela sobándose los brazos.

-¿Se le quedó en la sala? -imitó el entrenador a Mikaela burlonamente. Ella asintió- ¡¿Y que está esperando para traérmelo?! -exclamó el entrenador y Mikaela y Mateo se sobresaltaron. La chica se paró rápidamente-. La enviaré a dirección y llamaran a sus padres.

-No es nece-necesario... Ya lo traigo entrenador -farfulló enervada. Lucy, quien había escuchado todo desde una banca se adelantó y sigilosamente fue al baño. Breves momentos antes de que el descanso terminara.

Mikaela da por hecho que reprobará con el entrenador, que ya no hay manera de salvar aquel semestre, que no tiene justificación alguna ni la existencia de una licencia médica o de padres que puedan atender el llamado de la dirección. Y como siempre pasa decidió lo mejor: esconderse. Desaparecer hasta que suene el timbre del receso. Pasó por la sala, pasó por el baño, donde vio a Lucy detrás de una puerta, tomando agua evidentemente escondida.

-¿Qué haces aquí? -susurró Mikaela entrando al baño, Lucy respingó al verla y bufó.

-No seguiré en esa estúpida clase, ese hombre quiere matarme -susurró Lucy, sabiendo que hay una conserje en el otro lado que la podría delatar.

-Tengo un mejor escondite -susurró Mikaela al mismo tiempo en que tomaba a Lucy de la mano y la jalaba para llevársela de ahí.

-¡Espera! -exclamó Lucy por lo bajo. Tragó saliva, Mikaela la sigue arrastrando afuera del baño.

-¿Que hacen ustedes dos aquí? Es horario de clases -ambas chicas escucharon a la conserje, voltearon y Mikaela pensando rápido le gritó a Lucy "corre", y tomándola firmemente de la muñeca echó a correr con Lucy a rastras.

Huyen de la conserje y el ayudante del entrenador, Lucy de la clase y Mikaela del castigo. Corrieron por el primer piso, por el segundo y llegaron al tercero, tan desolado como siempre. Mikaela fue atrás del auditorio y abrió rápidamente la puerta de aquella bodega que ha sido su escondite hace más de un año y que no ha usado hace meses. Empujó a Lucy para que entrara y cuando estuvieron las dos adentro cerró de un portazo.

-¿Qué es este -Lucy se pegó en la pierna con una caja y se quejó- lugar?

-Una bodega que ya no usan -susurró Mikaela acomodándose su larga falda. Lucy se sentó en el pequeño y único espacio de una camilla que hay y sus piernas chocaron con la pared, mientras Mikaela se las ingenia para poder sentarse ella también, siéndole imposible ante las pesadas cajas que están encima del espacio restante en la camilla. Esquivó las piernas de Lucy y se puso de puntillas para mirar por la rendija de la puerta, se estiró levemente...

-¡Auch! -exclamó Lucy al ser golpeada en la cara por el codo de Mikaela.

-Lo siento -susurró Mikaela sobándole el pómulo a su compañera, Lucy miró hacia un lado y tragó saliva, el espacio es demasiado reducido, no hay manera de que dos personas estén en allí.

-Tonta... ¿S-Solo volvamos quieres? No me quiero meter en problemas -bufó Lucy sin poder mirar a Mikaela, quien está demasiado cerca y se sigue removiendo para poder acomodarse en algún sitio de aquella bodega repleta de cajas.

-Si vuelves te suspenderán por mi culpa... El profesor hoy se va a la segunda hora... No hay manera de que te hagan algo, créeme -balbuceó Mikaela tímidamente.

-Mas te vale que sea así -dijo Lucy entre dientes. Mikaela bajó la vista y asintió temerosa ante el regaño de la rubia-. ¡Ahg! ¡Deja de moverte! -masculló Lucy mientras Mikaela intenta con todas sus fuerzas correr una caja de la camilla.

-Lo siento -suspiró la menor y ejerció más fuerza aun, apretando las rodillas de Lucy con la suyas mismas.

Lucy bramó un quejido ya harta. Tomó a Mikaela por la cintura y levantándola de un solo tirón la dejó a horcajadas en su regazo.

-Solo... quédate quieta y vigila -susurró Lucy suspirando. Mikaela asintió temblorosa y aliviada al por fin tener comodidad. Pero abochornada por la posición en la que quedó.

Lucy no puede levantar la vista. Mikaela ya siente las piernas dormidas. El calor es sofocante y el sudado cuello de Lucy brilla como glitter. Sus muslos están helados por el sudor ya seco. Se lamenta:

«¿Por qué...? ¿Por qué el uniforme deportivo se compone con estos estúpidos shorts? ¿Por qué esta maldita finalmente decidió quitarse ese vestido blanco..., pero lo sustituyó por esta falda azul? ¿Que no tiene pantalones?... Lo peor... Lo peor es que... sus piernas son suaves... Demasiado suaves... Y puedo sentir el delgadísimo vello en ellas hacerme cosquillas...»

El aroma a la manteca de cacao que Lucy se aplicó sobre sus brazos y piernas en la mañana está impregnado en el aíre. Los rayos de sol que entran por la rendija chocan en los ojos de Mikaela, que están nublados, cansados y con las pupilas dilatadas. Reflejan aquel deseo profundo. Reflejan la desesperación... porque los jadeos por la sofocación tan grande que siente llevan a que su pecho y vientre se arremetan en su contra con aquellas respiraciones profundas, entrecortadas y rápidas.

-Lucy... estoy sedienta -se lamentó Mikaela en un susurro.

-No tengo más agua... Pronto sonará la campana -jadeó Lucy removiéndose al mismo tiempo en que ya perdía el autocontrol... y con su mano subía la falda de Mikaela, descubriendo la delicada, sensible, pálida y sonrojada piel de la pelinegra, quién al sentir el tacto de Lucy involuntariamente tensó sus piernas y dejó escapar un quejido-. Te dije... que te quedaras quieta -susurró Lucy devastada. Tragó saliva y poso sus manos en las caderas de su princesa.

-Lucy... -dijo con desesperación Mikaela al sentir como una mano acogía su seno derecho con delicadeza, pero la vez firmeza. Tomó la mano de Lucy y apretó esta misma, mientras que con su otra manita aprieta el hombro de la rubia-. Lucy... ¿Por...? ¿Porque me besaste ese día? -se lamentó. El calor y excitación le cristalizaron sus hermosos y encantadores ojos azules.

-Eres tan delgada... Siento que te voy a romper -susurró Lucy pasándole un mechón de cabello detrás de la ardiente oreja. Ignorando su otra pregunta.

-Me lo han... dicho -farfulló Mikaela suspirando temblorosamente.

Lucy se echó para atrás recargándose en la pared, metió ambas manos debajo de la falda de la chica montada en su regazo y con un suave meneo de su cadera y un fuerte apretón de sus manos en los muslos desnudos de esta hizo gemir angelicalmente y contraerse a su bella durmiente.

El vaivén comenzó lento y suave, tímido. Con un toque de agresividad por parte de Lucy y un toque de torpeza por parte de Mikaela, quien se aferraba a los antebrazos de Lucy y se excitaba al mirar el rebote de su busto... Algo que Mikaela admira y que por si fuera por ella denominaría una maravilla del mundo. Algo desconocido... Algo que la hace sentir un poquito de vergüenza con sus limones, que, aunque no cree, matan de ternura a Lucy. Pero a la vez no le importa, la vergüenza se va al pensar en la diversidad y el hermoso contraste que hacen ver sus cuerpos. Uno es delicadamente bello, huesudo y pálido. El otro es naturalmente contundente y medianamente bronceado.

Realmente, no se conocen de nada. Pero ambas saben que la atracción es inevitable.

-Dímelo -susurró Lucy en un momento.

-¿Qué cosa? -jadeó Mikaela apretando los ojos con fuerza.

Lucy sonrió al verla.

-El nombre de las nubes -susurró en el oído de Mikaela-. Dímelos -masculló Lucy. Se incorporó y abrazó a Mikaela por la cintura atrayéndola a su persona. Lucy la abrazó con desesperó, mientras sus caderas luchaban entre sí.

-Cirros... Stratus... Altocúmulos... Cirrostratos... Cúmulos... -fue un último quejido el que dio aviso que Mikaela llegaba al clímax. Y un mordisco de Lucy en el brazo de la otra que ella llegaba al suyo.

El latido del corazón de Mikaela ya no le pertenecía, ahora pertenecía y permanecía en el aíre... Sonó la campana, Lucy se separó de Mikaela y abrió la puerta, se acomodó la polera blanca y sus shorts azules. Rehízo el moño en su cabello y suspiró. Antes de marcharse, se agachó a la altura de Mikaela, quien yace en la camilla desjarretada y susurrando seriamente le dijo-: No le digas a nadie.

Y se fue. La puerta dio un portazo por una corriente y Mikaela respingó. Mientras las lágrimas corren y corren por sus mejillas, mientras su cuerpo tiembla y no tiene fuerza alguna. Llora por la crueldad de Lucy, llora por la indiferencia que le propinó luego de... todo. Llora porque sí, porque no. Llora porque ahora sabe que todo cambió. Y que su corazón ya ha dado el veredicto final y no piensa cambiar este. Quizás en mucho tiempo... Se convence de que Lucy es la nueva chica que la hará sufrir.

«Estas completamente enamorada. El tiempo me dirá si esto es real, si esto es bueno, si esto es malo, si me conviene, si no. Si ella realmente me quiere, si ella solo quieria esto y ahora volverá a ser la misma de antes, a ignorar mi saludo, a mirarme con desprecio y asco... O si me buscará, si volverá a acariciarme y a mirarme con deseo... Espero lo haga... Y yo perdure en su frío corazón».












Realmente este es un capítulo meramente triste, que siempre pienso eliminar, pero me gusta demasiado y creo que a ustedes también. Gracias por leer.

🌸🌸🌸

-Dolly

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