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5 "Canis, Miller y Campbell"

-¡No sé qué hacer! -exclamó Mikaela a Mateo, que aunque este muy decaído y soñoliento, intenta ayudar a que esta se calme.

-Tranquila, estas demasiado alterada-dijo Mateo amablemente y le acarició el brazo.

Es increíble como la amabilidad de aquel chico lo llevó a olvidar su timidez y decidió ayudar a aquella chica de su clase con la que nunca había hablado. Verla tan alterada y tiritando de nervios lo hizo ponerse en sus zapatos. Y ver cómo eran los únicos en la sala mucho más aún.

-Me van a reprobar, me van a reprobar, me van a reprobar -dijo Mikaela desesperadamente y se llevó las pálidas manos a su frente.

-No digas eso, solo debes explicarle que no viniste ese día y que no tenías manera de saber que había un trabajo en grupo -dijo Mateo. Hizo un puchero y ella asintió.

-Gracias... Soy ridícula -suspiró Mikaela.

-Tranquila, ya no sufras -dijo él y le sonrió.

Y Mikaela se llegó a emocionar. Ese chico es muy amable y tierno. Por un momento sintió que él, es el único chico que le podría llegar a gustar..., pero recordó a su amada Lucy y esa idea se esfumó como por arte de magia.

La clase comenzó. Y cuando está ya estaba finalizando Mikaela se paró de su asiento y fue al escritorio del profesor.

-Perdón señorita, pero esa excusa ya me la sé -dijo seriamente el profesor a Mikaela.

-Profesor... mañana sin falta se lo traería. De verdad, por favor

-suplicó Mikaela. Ya rindiéndose.

-No tanto lloriqueo y déjeme ver si lo hará sola o en pareja -dijo el profesor y fue como si a Mikaela le volviera el alma al cuerpo.

-Muchas gracias -dijo ella con vergüenza y volvió a su asiento.

Le llegó una bolita de papel a la cabeza y simplemente ignoró y ni siquiera se dio el tiempo de ver quién la había tirado. Solo escuchó risas y un "perdón, no era para ti".

-Jóvenes, por favor silencio -bramó el profesor desde su escritorio y la bulla cedió rápidamente.

Comenzó a ver los alumnos que no han entregado el informe y los subrayó con destacador.

-A ver... ¿Marco Canis volvió de su suspensión? -preguntó el profesor y un peli azul de cejas rubias y ojos celestes levantó su mano.

-El lunes estuve con usted -balbuceó el pobre diablo del curso al que nadie habla.

-¿Sabía que debía hacer un trabajo grupal? -preguntó el profesor al chico.

-Sí -respondió el.

-Vale... ¿Lucy Miller? Como usted es nueva no sabía -dijo el profesor ya frustrado. Ella lo miró y negó con la cabeza-. Ya... y Mikaela -balbuceó para sí mismo.

Lo meditó y llegó a una obvia conclusión.

-Canis, Miller y Campbell harán grupo. Mañana es el último plazo.

...

-Vamos a la biblioteca después de clases y lo hacemos -dijo Lucy a los chicos frente suyo.

-Hoy la biblioteca cierra a las dos -le informó Marco-. Yo lo hago y coloco sus nombres -ofreció Marco y ambas chicas lo miraron.

-Es mucho -dijo Mikaela negándose a la idea rotundamente.

-¿Que confianza tengo de que en realidad lo harías? -lo encaró Lucy.

Marco la miró. Y se enojó. Lo ha atrapado.

-No voy a pelear contigo, solo aviso que no puedo ofrecer mi casa -dijo el chico y se cruzó de brazos.

-Vengan a la mía -dijo Lucy.

...

Un chico con el cabello azul escribe en su computador muy concentrado. Una rubia va escuchando música mirando por la ventana del vagón. Y una pequeña y adormilada Mikaela de pelo azabache batalla por estar despierta. Pero por más que se esfuerza le es imposible. Y desvaneció. Cayendo su cabeza en el hombro de Lucy, que volteó rápido a ver qué es lo que se acaba de recargar en ella. No lo quiso hacer. Realmente no quiso. Pero rápidamente la zamarreó y removió alejándola de ella. Mikaela se sobresaltó.

-Perdóname -musitó Mikaela avergonzada. Lucy volvió a mirar por la ventana y pasó saliva un tanto nerviosa.

Llegaron a la estación, se bajaron del tren y los tres jovenzuelos se encaminaron a la casa de Lucy.

-Adelante -dijo Lucy, como quejándose al ver como Marco entraba como perro por su casa. Lucy pasó y rápidamente se quitó su chaqueta.

Se extrañó al no escuchar la puerta cerrarse por Mikaela. Miró en dirección a esta y vio a Mikaela aun en el cemento de la entrada.

-¿Necesitas invitación? -dijo Lucy burlona, pero frustrada.

-Es que... es que creo que pisé... -tartamudeó Mikaela enervada hasta los huesos. Mientras todo su rostro se tornaba de un rojo.

-Uhg... Tú no entras a mi casa con esas botas -dijo Lucy asqueada y simplemente volvió a entrar a la casa dejando a la pobre Mikaela sola, choqueada y sin saber que hacer. Como si la hubieran rechazado o la hubieran dejado plantada. Y por si esto fuera poco una ráfaga de viento cerró la puerta de un fuerte portazo que hizo respingar a Mikaela.

Apunto de llorar decidió después de un largo rato de no saber que hacer, tocar la puerta. Y abrió Heiko.

-¿Y tú? -preguntó Heiko mirando a Mikaela extrañado.

-Me dejaron puertas afuera -dijo ella e hizo una mueca apenada.

-Pasa -dijo Heiko amablemente y de nuevo le vino la vergüenza a Mikaela.

-Es que Lucy me dijo que no podía pasar... Es que pise... -balbuceó Mikaela y Heiko solo atinó a reírse.

-¿Y te cerró la puerta? -preguntó Heiko. Mikaela negó y se rió con él.

Mikaela se sacó sus botas y Heiko le ayudó a lavar la suela.

-Como nuevas. Dejemos que se sequen y... no te preocupes, puedes andar en calcetines -dijo Heiko amablemente y la chica sonrió encantada ante la amabilidad de Heiko.

-Muchísimas gracias -dijo Mikaela y suspiró. Fue a la que Heiko le había indicado es la habitación de Lucy y entró. Vio a Marco en el escritorio ya trabajando.

-¿Dónde estabas? -preguntó el chico seriamente y Lucy se sonrojó. Carraspeó la garganta para hablar, pero justo Marco la ignoró e interrumpió-. Como sea, aquí esta tu parte.

-Okey -dijo Mikaela tímidamente y se sentó al lado de Marco.

"Eosinofilia y la relación con enfermedades", leyó Mikaela. Suspiró y Marco le acercó su computador para que comenzará.

Mientras tanto Lucy está en la habitación de su padre buscando un computador.

-¿Por qué dejaste a esa pobre chica afuera? -le preguntó Heiko a su hermana con un susurro, desde la puerta.

-¿Yo? Había pisado mierda y simplemente le dije que no pasaría con esas botas -respondió Lucy también en un susurro mientras busca ahora el cargador del computador.

-¿Y cerrarle la puerta?

-Yo no se la cerré -susurró Lucy y rodó los ojos.

-Necesitas urgente conocer la palabra empatía -dijo Heiko antes de irse a la cocina nuevamente.

Mientras tanto en la habitación del lado derecho Mikaela y Marco trabajan y escriben sus partes del informe.

Marco terminado un párrafo levantó su vista y decidió tomar un descanso. Y no encontró nada mejor que comenzar a mirar a Mikaela. Describiéndola en su mente. Escribiendo su apariencia en una página de su memoria.

-¿Nunca te quitas ese vestido? -le preguntó Marco burlona y pesadamente. Mikaela lo miró y se avergonzó un poco.

-Me... gusta -dijo ella y también lo quedó mirando-. ¿Nunca... se te quita el azul? -preguntó y Marco sonrió sin mostrar los dientes.

-Que graciosa -dijo sínicamente y Mikaela se sonrojó. Sabiendo que no le ha hecho ninguna gracia a Marco. Sabiendo y recordando las tantas bromas y burlas que le han hecho por el tinte fantasía en su cabello.

Llegó Lucy y ahora sí, comenzaron a trabajar los tres. Mikaela y Lucy se encargaron de buscar la información de los temas y Marco fue el encargado de redactar. El rato pasó. El dolor de cabeza de Mikaela se fue incrementando. El sueño y la fatiga en su cuerpo la pusieron ansiosa. Porque teniendo una cama a solo dos metros sabe que no puede recostarse en ella. Y eso la frustra.

-Tengo sed -dijo Marco de repente.

-Ve a la cocina. ¿Aprovechas de traerme unas galletas que hay en la alacena? -dijo Lucy bastante entusiasmada.

-Claro -dijo Marco y ambos sonrieron.

Extrañamente, han logrado congeniar. Ambos con esa actitud un tanto... desagradable se entendieron bastante. Fue como una aleación. Marco salió de la habitación y Lucy volvió a lo suyo. Miró a Mikaela... que ya desfalleció en el escritorio. Lucy frunció el ceño y se exaltó.

-Hey, no es divertido -dijo Lucy molesta. Pero Mikaela no respondió. Ya está sumergiéndose en un sueño profundo.

Lucy bufó enojada y se paró bruscamente. Algo que Mikaela sintió.

-¡Perdón! Perdón -dijo Mikaela exaltándose. Volviéndose a sentar normal. El mareo fue demasiado... Y se cayó de la silla estrepitosamente.

Lucy ya harta y superada la paró mientras Mikaela se sobaba la cabeza.

-¿Cuál es tu problema? -dijo Lucy mientras dejaba a Mikaela suavemente en su cama.

-Perdón... Lucy -murmuró Mikaela antes de morir en vida. Antes de caer en el pozo del sueño al que cae habitualmente.

Lucy se quedó viendo la criatura en su cama... y se sonrojó. Al ver una expresión irresistible en el rostro de esa... princesa... Como la llamó en su mente.

-Bella durmiente- susurró Lucy y como si de impulsividad se tratara tocó la mejilla de Mikaela, y una electricidad le recorrió desde las yemas de los dedos hasta todo su cuerpo. Ese tacto tan cálido y extraño... le produjo una extraña sensación... gratificante y a la vez dolorosa.

Una corriente.

Lucy se dio cuenta después de una eternidad que estaba embobada observando a Mikaela. Se paró rápidamente y volvió a su escritorio. En ese momento llegó Marco.

-¿Ya se murió? -dijo Marco burlón viendo a Mikaela dormida en la cama de Lucy. Lucy miró a Marco y frunció el ceño sin entender.

La tarde llegó. Mikaela por suerte ya había hecho su parte por completo.

-Yo me voy retirando -dijo Marco cerrando su computador.

-Sí, claro. ¿Y yo que? Pensé que te ibas a ir con Mikaela -se quejó Lucy.

-¿Resulta que ahora es mi problema? -dijo Marco irónico. Lucy asintió burlona.

Marco rodó los ojos y se acercó a la cama.

-¡Oye Mikaela! ¡Se terminó la siesta querida! -exclamó mientras la zamarreaba bruscamente. Mikaela despertó sobresaltada y a los chicos se les hizo imposible no reír con la expresión desorientada y avergonzada de Mikaela-. El tren sale en veinte minutos -dijo Marco antes de retirarse con su computador dentro de la funda bajo el brazo.

Mikaela se paró rápidamente, tomó su mochila y se miró en su espejito de mano. Con los dedos se quitó las lagañas y tomó un sorbito de agua del vaso que había traído Marco hace un rato. Finalmente se pintó los labios con su labial color vino. Y Lucy, que estaba chateando en su celular la miró.

-¿Puedo pintarme? -le preguntó Lucy a Mikaela en un tono bajo. Mikaela la miró rápidamente. Y después de quedarse como boba sin reaccionar lo hizo.

-Sí, sí, sí, claro -balbuceó torpemente y le estiró su labial a Lucy. Quién lo miró tomó rápidamente.

-Así no -dijo Lucy un tanto enojada, como si estuviera frustrada y Mikaela frunció el ceño. Lucy se paró de golpe-. Cómo el otro día -susurró y en una milésima de tiempo tomó con ambas manos a Mikaela por su cuello y la besó. Fueron segundos en que Mikaela no respiró, su corazón se paró, su cuerpo se tensó y abochornó enteró. Con los ojos bien abiertos vio como Lucy los cerraba. Y comprendiendo lo que está pasando también los cerró.

Al principio fue un tanto asqueroso, ambas lo notaron, no fue muy agradable que digamos sentir el sabor a labial. Pero luego lentamente ese sabor se fue, y Mikaela que tiembla como un chihuahua sintió sabor a... nada, sólo un poquito de limón, y como cuándo tomas agua con azúcar.

Limonada.

Se separaron, pero Lucy no soltó a Mikaela. Lucy se dio cuenta de lo que la impulsividad la ha llevado a ser e inmediatamente se arrepintió..., pero volver a ver a aquella princesa jadeante y sonrojada, tan hermosa... hizo que olvidara lo de hace un instante. Le puso un mechón de cabello detrás de la oreja mientras Mikaela suspiraba y cerraba los ojos. Lucy le dio un beso casto y seguido sus labios hicieron un viaje por esa piel suavecita. Desde la boquita hasta la sien de Mikaela.

-Vete, o perderás el tren -susurró Lucy. Mikaela tragó saliva.

-S-sí -murmuró Mikaela antes de tomar su mochila y desaparecer por la puerta.

Llegó hasta el living y vio a Heiko aspirando.

-Adiós- dijo la chica tomando sus botas. Se las calzó aun temblando.

-Estás muy desabrigada -dijo Heiko a la chica. Quién solo trae su vestido blanco.

-Estoy bien, no te preocupes -dijo Mikaela mientras abría la puerta de entrada.

-¿Segura? ¿No quieres llevarte un abri...? -ofreció Heiko sin poder terminar. Mikaela ya había salido por la puerta y cerrado ésta.

Llegó a la estación..., pero el tren de las seis ya se había ido. Mikaela se sentó en la parada y compró un boleto para el próximo. Sigue temblando. Su corazón aun lo siente en la garganta. La piel se le pone de gallina por el frío y por recordar... los labios de Lucy sobre los suyos. Su tacto... Su agarre. Mientras, Lucy está sentada sobré la mesa de su escritorio. Enojada con sigo misma... Nerviosa. Ansiosa.

Y sus labios están pintados con un color vino.
















Muchas gracias por leer. No olviden votar y comentar.

🌸🌸🌸

-Dolly

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