14 "Una florecilla rosa"
El viento es como un susurro al oído, arrastra un frío que me cala hasta los huesos, mi madre va quieta, en calma como siempre, acaricia mi mano con delicadeza y ternura. Ya hemos llegado al terminal de buses.
-Iré a retirar los pasajes, ¿me acompañas? -me dice mordiéndose el labio. Veo la larga fila y hago una mueca negando. Ella asiente y acariciando su cabello cobrizo y yo giro sobre mis tobillos para encaminarme al quiosco. Compro unas galletas y suspirando miro el gran ventanal a mi izquierda. Decido salir del terminal, hacer tiempo mientras la espero.
Después de caminar sin rumbo arrastrando mis pies llego a una extensa pradera, a un lado está la carretera. Diviso una gran roca y sin dudarlo me siento recargándome en esta. Suspiro aíre frio mientras me pregunto que estaría haciendo si estuviera en clases.
No me gustan los funerales, ver a tantas personas melancólicas me incomoda mucho. Y eso que en el velorio de Mikaela no habían más de diez personas, y los únicos que lloramos fui yo y Mateo Zúñiga. Fue todo muy sombrío, callado y rápido. No pude estar más de media hora, se me partió el alma en mil pedazos cuándo la vi en el ataúd, pero a la vez me dio un sentimiento de paz, porque verla con sus ojitos cerrados me hizo reflexionar que simplemente está durmiendo como siempre, aunque para siempre.
Ya me iba, pero alguien me tomó del brazo. Giré y me encontré con Anabell, su hermana. Un calco en lo que respecta al cuerpo de Mikaela, pero más alta y con el cabello café.
-Tú eres Lucy, ¿verdad? -susurró discretamente, ese típico tono que usan las personas en ocasiones como esta. Yo asentí y fruncí ligeramente el ceño-. ¿Podríamos conversar?
Suspiré, no estaba dispuesta a llorar otra vez, menos delante de una desconocida, solo quería irme de ahí, pero extrañamente un impulso desconocido hasta ese entonces me hizo pensar: ¿Realmente quiero mostrarme detestable ante otra persona?
Y lo que decidí fue un rotundo no, fue natural. Salió de mi genuinamente.
-Claro -dije con una sonrisa débil, pero no forzada.
Anabelle me llevó por un pasillo oscuro, como toda la casa, entramos a un cuarto y tuve que cerrar los ojos por la potente luz adentro, me acostumbré y empecé a mirar con atención.
-Esta es la única habitación donde llega la luz -dijo Anabelle y sonrió adorablemente, una sonrisa ladina triste y nostálgica.
-¿Es el cuarto de Mikaela? -pregunté observando mi alrededor, una cuna de madera y otra mediana desordenada. Anabelle asintió y miré las paredes, llenas de dibujos de animales, criaturitas extrañas y figuritas de porcelana en una repisa, juguetes tirados en el piso y un agradable olor a frutilla.
Era su cuarto, su esencia, podía sentirla. Supe que compartía el cuarto con su prima pequeña. Sonreí sin más, todo era tierno, rustico y suave, como ella. Daba paz y hacia contraste con lo fría y oscura que es el resto de la casa.
-Sentémonos -me indicó Anabelle y yo acaté de inmediato, nos sentamos en la cama y ella me miró de frente con una pierna cruzada bajo la otra, tomó aire e hizo una mueca, como pensando en como partir, me miró y reclinó su cabeza como los perritos-. Ella me habló sobre ti, hace unos días atrás solamente... Yo te quería agradecer.
-¿Por qué? -dijo bajito.
-Mikaela siempre fue callada, solitaria, nostálgica... Tristona..., pero desde hace un tiempo ella estaba feliz, se le notaba feliz, compartía con nosotros en la mesa, estaba más abierta a contar sus penas y nos hacia dibujos a todos -dijo Anabelle con los ojos cristalizados, pero sonriente-. Doy por hecho que era por ti... Ella estaba distraída, más torpe de lo usual, pero contenta... Estaba muy contenta -al final, la voz de Anabelle se cortó y rápidamente secó sus lágrimas, sentí una roca en la garganta, pero fui fuerte-. En fin -suspiró-, el viernes pasado ella... ella me contó lo que había pasado, y por fin pude entender que era lo que tenía... Lucy... yo... yo siento mucho que no alcanzaran a charlar..., pero se... se que ella quería, se sentía culpable... -no la dejé seguir, estaba destrozada por algo que no le incumbía, tomé sus manos y negué con la cabeza, ella simplemente lloró y lloró. Supe que el dolor que yo sentía no era comparable con el de Anabelle, eran diferentes. Experimenté repentinamente la sensación de perder a Heiko.
Exacto, era algo horrible.
Cuando Anabelle pudo calmarse gastamos la tarde conversando. Era encantadora y muy parlanchina, pero acogedora. Conocí a Isaac y su prima. Eran una familia, todos, me sentí parte y fue hermoso. Le conté que había decidido irme a vivir con mi madre y como si nos hubiéramos conocido de toda la vida nos despedimos con efusión. Sobre un chaleco blanco la vi, su croquera. Suspiré y llenándome de valor y al mismo tiempo la tomé. Aun tenia una misión, debía cumplir el favor que me había pedido mi pequeña.
-Puedo... Puedo quedarme con esto -dije tímidamente, supe que Anabelle reconoció aquel objeto, porque afligió su rostro. Tragué saliva. Anabelle suspiró y asintió suavemente. Yo sonreí, un último abrazo y me fui, llegué nuevamente a sala, miré el ataúd y me acerqué, sequé una lágrima y la miré por última vez-. Adiós princesa -susurré y me fui.
Mikaela tenía defectos, nunca pareció tener personalidad, hizo pocas cosas importantes y no aportó mucho a su entorno, pero conmigo se abría desde adentro y escupía en forma de palabras todo su conocimiento, todo su talento, todo su arte y todo... ella. Aunque sigo triste y perturbada por todo me siento con la conciencia limpia. Me siento mejor persona, hija y hermana. Se mi padre estará bien, se que Heiko esta feliz, se que los extrañaré cada hora, pero se que debo irme. Quiero.
Miro al terminal y aun veo a mi madre haciendo la fila. Vuelvo mi vista a la pradera y del bolsillo interior de mi chaqueta sacó el tesoro. Abro este y me encuentro con la primera pagina de la croquera.
Estratos: Nublado.
Sonreí, eso es muy corto Mikaela, pero siento que basta y sobra. Seguí leyendo...
Nota del día: Hoy llegó una chica nueva, se llama Lucy Miller, nos conocimos de la peor manera habida y por haber, pero estoy como loca, no dejo de pensar en ella.
Solté una risilla y seguí hojeando y hojeando, con cada dibujo que veía me maravillaba más, como siempre. Los recuerdos se plasmaban en mi memoria, nuestro primer accidental beso. Sus siestas en el tren y en la clase. Su dulce mirada. Su agitada respiración cuando la besaba... La bodega donde la tuve a mi merced... Recordé nuestra fugaz, triste, dañina en ocasiones..., pero bonita historia.
La bella durmiente ya va en el tren de las cuatro con quince, su alma y su recuerdo me acompañarán por el resto de mis días, sus dibujos quedarán plasmados en mi memoria como si ella hubiera usado de lienzo mi mente. Mikaela, Princesa, mi Pequeña, Tonta: No se me quedó grabado tu olor en la memoria puesto que nunca oliste a nada, tu aura siempre fue neutra, tus ojos eran muy bonitos, pero no tuve el tiempo suficiente de admirarlos, puesto que siempre estaban cerrados. Tus tan delicados gestos parecían algo de otro planeta, eran realmente hermosos, pero luego de pasar mucho rato contigo se volvían exagerados. No es tu imagen física la que me hará poder guardarte en una parte de mí ser ni recordar nuestra pequeña historia lo que me hará derramar lágrimas; lo que me destrozará por dentro y lo que justamente en este momento me está haciendo llorar es estar mirando el cielo y saber el maldito nombre de la nube que hay en él. Estratos, esta nublado Mikaela, puedo sentir el aroma del fino hielo que forma esas hileras grises.
Cada vez que mire el cielo y éste esté cubierto por nubes te veré a ti. Sabes que no creo en Dios ni en la vida después de la muerte, pero por si alguna razón te encontrarás en algún firmamento quiero que te subas a una nube, una nube que será nuestra, quiero que sea tu transporte, quiero que pierdas tu vértigo y que vueles Mikaela, quiero que tu cabello se revuelva y quiero que abras bien los ojos (no te vayas a quedar dormida eh) y sonríe, como solo tú lo haces bella.
-¡Lucy! -me llamó mi madre desde la lejanía. Giré y asentí indicando que de inmediato iba.
Miré una última vez el cielo y justo partió el tren. Miré el pasto a mis pies y a una única florecilla rosa en él, era como si alguien la hubiera plantado ahí, una en una inmensidad. El ultimo rastro de la primavera que quedaba.
Muchas gracias por leer mi historia, cuídense mucho, l@s amo.
🌸🌸🌸
-Dolly
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