Capítulo 3.
Habitación 216. Delantede este número se pararon Aaron y Moreno, ambos se miraron de nuevo.
—¿Seguro de que quieres entrar? —lepreguntó.
—Por supuesto, ¿Tienes la llave?—contestó y prosiguió con otra pregunta.
Moreno sacó el juego dellaves de su bolsillo y buscó la de ese cuarto. Acto seguido,introdujo la llave dentro de la cerradura para abrir.
—Quédate aquí, yo entraré primeroy la prepararé para que no reaccione mal —comentó.
—De acuerdo —contestó el.
Moreno abrió la puerta despacio, entróy cerró la puerta. En su interior se encontraba Ashley, estabasentada en la cama con un libro en la mano.
—Hola Ashley, ¿Puedo pasar? —lepreguntó.
Ashley alzó la mirada y dejó el libroen el cajón de su mesita.
—Si —respondió.
Moreno se acercó y se sentó al ladode ella.
—¿Cómo te encuentras? ¿Necesitasalgo? —sugirió la doctora.
—No gracias, estoy bien —asintió—.¿Ya debo irme de aquí? —le cuestionó.
—No tranquila. Me alegro de que estésbien —miró el reloj—. Ya es hora de tu tratamiento, ¿Te lotomaste?
—Aún no —negó con la cabeza Ash.
—Te lo daré yo —dijo Moreno.
La doctora abrió uno de los cajones.Le sirvió un vaso de agua con los medicamentos y se lo ofreció.Como era de costumbre en el último tiempo, la paciente le obedeció.
—Gracias —le agradeció lamuchacha.
—De nada, Ash vine a verte porquequiero presentarte a una persona que te quiere ayudar. Forma parte denuestro equipo médico, está muy capacitado para todo lo que venga.Quiere verte. Lo voy a hacer pasar ¿Vale? —explicó y formuló lapregunta haciendo ver de que era un hombre.
—Vale —respondió indecisa lajoven.
—Ya puedes pasar —dijo con vozelevada para que el joven la oyera.
Aaron con sutileza abrió la puerta,entró despacio y cerró la puerta. La reacción de Ash fue laesperada, se puso nerviosa y se levantó de la cama.
—Dile que se vaya, fuera de aquí noquiero verlo.. —manifestó Ash.
—Tranquila, el no te va a hacer nada.Es bueno —intentó tranquilizarla.
Moreno se levantó y le hizo un gesto aAaron para que se acercase poco a poco. Ella se levantó y abrazó aAshley cuando vio que estaba llorando.
—Hola Ashley, Me llamo Aaron —letendió la mano.
La muchacha no lograba tranquilizarse yse abrazó con fuerza a Moreno.
—¿Puedo? —hizo un gesto a Morenopara transmitirle que quería abrazarla y tranquilizarla.
Moreno captó la decisión y la acercóa el. Fue soltándose con cuidado de su agarre hasta dejarla libre.En ese instante Aaron la cogió de la cintura con dulzura, le secólas lágrimas y la abrazó. La muchacha estaba rígida.
—No me toques —le advirtió.
—Tranquila, no te voy a hacer nadamalo. Solo quiero que te tranquilices y estés a gusto. Quiero hablarcontigo pero para eso necesito que estés serena —comentó Alcala.
El médico no dejó de abrazarla. Cerrólos ojos y le acarició la espalda. Al notar el contacto Ashley loapartó con fuerza. Posteriormente se encogió de hombros y searrinconó en una zona de la habitación.
—Moreno, sal por favor. Necesitoestar a solas con ella —pidió por favor.
—Pero puede entrar de nuevo encrisis, tengo miedo de lo que pueda hacer —dijo alarmada ypreocupada al volverla ver en ese estado.
—Confía en mi no hará nada, salahora hablaremos sobre mis planes —recomendó.
—Si necesitas ayuda avísame —leofreció su ayuda.
Moreno asintió y salió del cuartodejando la puerta, no le dijo nada de sus intenciones a Ash paraevitar que fuese mayor la situación. Un minuto más tarde, Ashleyempezó a gritar desesperada porque sus pesadillas volvían yparecían reales, Richard la volvía a torturar una y otra vez.
—Vete, no me pegues, no quiero estarcerca de ti —dijo nerviosa.
—Yo nunca te haría daño, déjameacercarme. Te prometo que El no soy yo, yo soy incapaz de hacertedaño —insistió de nuevo.
Alcalá se volvió a acercar a ella, latomó de la mano y la atrajo hasta el. La volvió a abrazar concuidado sin presionarla para que no se volviese a apartar. Noentendía el porque sentía la necesidad de hacer eso por alguien queno conoce, desde que la vio tan débil, dulce y frágil sabía quetenía que estar con ella y cuidarla, sin importarle que muchaspersonas no estuviesen de acuerdo por la locura que iba a hacer.Sentía algo que lo aferraba a ella, una conexión y algo másespecial, era ella sin lugar a duda.
—He estado leyendo tu caso y me hanexplicado la situación por la que esta pasando la empresa. Hoynecesitan que salgas de aquí pero me he negado que te dejen a tusuerte —le explicó—. Quiero ofrecerte mi ayuda y proponerte algoque estoy seguro que te va a servir de mucho, incluso te ayudaré aque te recuperes antes de lo previsto.
—¿Qué es lo que me quieresproponer? —dijo mas tranquila.
—Ven, vamos a sentarnos —le hizo ungesto para que fuesen a la cama a sentarse.
Ashley y Aaron se acercaron a la cama,después de ello se sentaron uno al lado del otro pero quedando caraa cara.
—Bueno a lo que iba, actualmentevolví para quedarme un tiempo indefinido aquí. Soy independiente yvivo solo, en mi propia casa tengo una consulta propia. Como tu estassola me gustaría que vivieses conmigo, es decir, compartiríamospiso y así podría cuidarte, no estarías a tu suerte y nuncaestarías en peligro. Yo estaría a cargo de ti —siguióexplicándole.
—No, no puedo, pueden hacerte dañopor mi culpa, no me lo perdonaría. No puedo hacerte eso.. —dijocon voz decreciente.
—Nadie nos va a hacer daño, yo tequiero proteger y estoy seguro de que será así si tu me dejas.Podemos intentarlo y si en un tiempo no quieres estar conmigo puedoayudarte a buscar otra opción, sin abandonarte ni nada por elestilo. Puedes estar tranquila, yo no te voy a pedir nada a cambio—apostilló.
—Pero.. yo no quiero molestar niaprovecharme de ti —dijo apenada.
—Y es que no lo harás —esclareció.
—Podría ayudarte con las cosas, conlos pagos. Tengo un dinerito ahorrado y podría buscar trabajo—propuso ella.
—Por el tema del dinero no tepreocupes, no voy a dejar que pagues nada estando conmigo, tu dineroes para que lo ahorres, del resto me ocupo yo. Tampoco vas a trabajarporque lo primero es tu salud, cuando te recuperes del todo yatendrás tiempo para eso. Como mucho te dejo ayudarme con algunoscasos, ordenar, aconsejarme y todo lo relativo con eso —puntualizó.
—Tengo miedo.. ¿Porqué haces estopor mi? ¿No serás de eso que se quieren aprovechar de las chicaspara su interés? —declaró desconfiada.
—No para nada, no pienses eso de mi.Yo no soy así —le aseguró—. Te lo prometo por lo que tuquieras, además conmigo conocerás a gente nueva, a mi familia.Podemos salir con ellos cuando tu quieras. Jamás te usaría para mipropio beneficio.
—Pero no me has contestado a lo quete he preguntado —volvió a recordárselo.
—Si lo hice, o.. ¿A que te refieres?—le interrogó.
—¿Porqué haces todo esto por mi? Larealidad es que no me conoces de nada. ¿No te importa meter en tucasa a una psicópata que le dan miedo los hombres? —formulóvarias preguntas Ash.
—Si te digo la verdad ni yo mismo lose, hay algo dentro de mi que me obliga a ayudarte y protegerte. Nose explicarte el porque —articuló—. Lo segundo, tu no eres unapsicópata. En cuanto al miedo que le tienes a los hombres es lógicopero yo te voy a demostrar que no todos somos iguales.
—Gracias por querer ayudarme, nadieantes había echo algo así por mi. Perdón por las escenas deantes.. —dijo avergonzada—. No estoy loca.
—Lo se, tranquila —contestó el.
Ella sonrió tímida. En cambio el, nole dio tiempo a que respondiera. Decidió hacerle una nueva cuestión.
—Entonces, ¿Aceptas venirte conmigo?Te trataré de diez.
Ashley asintió otra vez.
—Esta bien pero..prométeme que si enalgún momento molesto me dejaras irme o me lo dirás —le pidióindecisa de la decisión que estaba tomando.
—Lo prometo por mis padres, ahoravamos a hacer tu maleta. Supongo que no estará echa ¿No? —comentó.
—Si está echa ya, la tengo en elarmario —respondió.
—Pues coge lo que te haga falta y nosvamos —dijo el.
—¿Ahora? —preguntó.
—Si —contestó Aaron.
La jovenzuela se levantó y sacó lamaleta. Cogió el libro de la mesita y lo guardó en la maleta.
—Ya está todo —le dijo.
—¿No te dejas nada? —le preguntó.
—No, ya no tengo más cosas—especificó.
—Perfecto, vamos —se levantó de lacama.
El señorito cogió la maleta y abrióla puerta.
—Adelante.
Ash salió dándole las gracias con ungesto y acto seguido salió el. El la condujo a la sala donde seencontraba Félix y Moreno, ambos entraron y hicieron que suscompañeros se quedasen perplejos.
—¿Qué pasó? —preguntó Moreno.
—¿Porqué llevas esa maleta? —lecuestionó Félix.
—Ya podéis cerrar todo, yo me harécargo de ella —aclamó.
—¿Lo dices enserio? —interrogóella.
—Si —sonrió.
—Gracias enserio. ¡Esto es unmilagro! —miró a su paciente—. ¿Estás segura que quieres irtecon el?
La muchacha asintió y abrazó a ladoctora.
—Gracias por tratarme como de tufamilia, te echaré de menos —contestó la afectada.
—Y yo a ti, eres la mejor pacienteque he tenido nunca —dijo agradecida.
—¿Y a mi nadie me va a echar demenos? ¿Todas las gracias para ella? —preguntó Félix conretintín.
—Pero si tu cuidas barbies y bebescon popó. Ella es mucho para ti pedazo de cagón —dijo parapicarle Aaron.
Moreno y la otra señorita se miraron.
—No hagas caso, siempre están así.En el fondo no puede vivir uno sin el otro, son niños —secarcajeó.
—Cállate Aaron, mucha suerte con laleona no acabes despellejado —le advirtió.
—Piérdete tontaina —dijo chulesco.
Aaron abrazó a Moreno y los cuatro sedespidieron. Unos instantes mas tarde, Aaron fue a su casa con sunueva compañera de piso. Una vez situados, ayudó a la joven zagalaa instalarse. A partir de ahí iniciaron una vida juntos comoacordaron.
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