V E I N T I T R É S
¡Hola, amores!
Notita rápida: MUCHAS GRACIAS por las 50mil lecturas, se merecen el cielo. Además LNPDUHDA superó las 400mil lecturas, así que mil gracias por su apoyo. Mucho lof para todos. ♥
La canción del radio que rasga con su armonía el silencio del auto empieza a distorsionarse en mis oídos hasta que ya no le presto la más mínima atención a la letra que salvajemente hablaba de un amor eterno. Los ríos de mi pensamientos se disparan en distintas direcciones, pero el cauce más turbulento es el que lleva el nombre de Santiago y la minúscula culpa de haberle omitido parte del motivo de mi salida. Fui tan ruín que le dije por mensaje que iba a salir y que no tardaba; no lo cuestionó, supongo que creyó que iría al supermercado o a cualquier parte. Bien, no solo le omití parte del motivo, sino mucho del motivo.
No quiero que se inquiete por nada; por estos días ha estado mucho más estresado de lo normal por problemas con el gimnasio y procuro liberarle cargas en la mente innecesarias, así que ayudo en cosas como ser yo quien ayuda con las tareas de Rose, la que se encarga de las opciones para todo lo que tiene que ver con la boda y claro, no decirle que me veré con Luka. Prometí que no tardaría, lo que es cierto, además realmente debo pasar un rato por el supermercado, así que no está tan mal.
Mi plan es encontrarme con Luka, invitarle un café tal vez y volver antes de la cena; de todas maneras tengo cosas que hacer y no voy a quedarme toda la tarde con él. Acordamos vernos en un centro comercial de la parte oriental, a unos treinta minutos de mi casa en auto y a las tres de la tarde. Aún faltan quince minutos para eso.
Me detengo en un semáforo con la luz roja encendida y miro distraídamente a una pareja que pasa de lado a lado con un perrito diminuto atado a una correa. También pasa un anciano y una madre con su niño que tiene la cara llena de helado blanco. Cuando pasa también un joven alto y delgado, pienso en Luka, sacando a Santiago por el momento de mi cabeza. Una pregunta tonta de si debería invitarlo a mi boda dependiendo de cómo sea hoy nuestro encuentro se me instala en la mente, pero sacudo la cabeza, concluyendo que sin importar cómo sea una posible amistad con él, no tiene por qué estar en mi matrimonio.
Inmersa en el camino que dejó el joven al cruzar la calle, pego un brinco cuando el auto de atrás pita con insistencia. El semáforo ya está en verde y avanzo, omitiendo los gritos del tipo que me sobrepasa por el lado derecho alegando cosas que tienen que ver con mi mala capacidad de conducción porque soy mujer.
Ingreso al parqueadero oscuro y subterráneo del Centro comercial y luego de bajarme del auto, busco las escaleras para subir hacia los almacenes. Cuando voy a la mitad de la subida, mi teléfono suena y contesto a los pocos segundos. Es Luka.
—Hola, Caro.
—Hola. Recién llegué al centro comercial.
—Yo llegué hace un rato. Estoy en el segundo piso.
—¿Subo o bajas?
—Ya bajo. ¿Por qué lado estás?
Miro a mi alrededor; por las escaleras que tomé he llegado a un almacén de ropa de dos pisos, pero salgo de acá para ver puntos de referencia.
—Dice en el letrero que es la plaza norte y estoy frente a un almacén de ropa. Al lado hay una zapatería llamada...
—¡Ya te veo! —Por instinto doy un giro completo como un trompo intentando ubicarlo, mas no veo a nadie—. Arriba, mira hacia arriba y enfrente.
Hago lo que pide y levanto la vista; desde el pasillo abalconado del segundo piso, lo veo sonreír y batir su mano a modo de saludo. Le devuelvo el ademán y lo observo mientras camina hacia las escaleras eléctricas que lo dejarán a solo dos metros de donde me encuentro. Ni él ni yo tenemos el inteligente pensamiento de colgar, así que seguimos hablando por el teléfono. Al subirse a la escalera eléctrica, ha quedado detrás de una mujer mayor con su nieta, así que tiene que esperar allí a que lleguen abajo sin poder sobrepasarlas. Mientras desciende, no dejamos de mirarnos y de hablar tonterías.
—Eso fue fácil.
—Supongo que entramos por la misma puerta.
—Yo llegué por el estacionamiento.
—¿Trajiste auto?
—Sí. ¿Y tú?
—Yo no. O sea, sí lo traje a la ciudad, pero vine acá en taxi.
Recuerdo vagamente preguntarme en Allington si esa forma de desabotonarse la camisa en la parte superior era algo rutinario en él o si lo hacía por el calor, mas ahora que al parecer no está en modo arquitecto, trae una sencilla sudadera negra y un jean oscuro, lo más informal del mundo... y lo más cálido también. Hoy la temperatura máxima es muy por debajo de la justa para andar en camiseta, así que está bien cubierto; yo traigo una chaqueta pomposa también, pero azul y un jean de un color muy similar al suyo.
—¿Y eso?
—No conozco mucho la ciudad y me estresa un poco poner google maps para ubicarme. Prefiero decir a donde voy y que me traigan.
Finalmente llega al primer piso y cuando la señora y la niña se alejan, él camina hacia mí con su cara deformada en una sonrisa que le achica un poco los ojos y le define más el contorno de los pómulos.
—Suena razonable.
Cuando digo eso, ambos notamos al tiempo que tenemos el celular en la oreja y con una risa, colgamos la llamada. Con un poco de incomodidad y vacilación, Luka se acerca poniendo sus manos en mis hombros y dándome un frío abrazo de saludo. Compartimos una mirada igual de incómoda que luego desviamos; Dios, me siento de quince años intentando hablar con un chico lindo de mi colegio.
—Hola —dice bajito.
—Hola.
—Si, hola.
Me choca a la vez que me satisface tener enfrente a un Luka medio inseguro que no tiene muy claro cómo hablarme; pienso de repente que tal vez Luka no habla mucho con mujeres si no es para coquetearles o encantarlas, y anda un poco perdido. Esa idea me hace sonreír con un poco de burla, pero también me impulsa a no dejar que un silencio asqueroso nos envuelva.
—¿Cómo estás?
—Con frío —responde. Luego se muerde el labio, casi avergonzado. Sacude sutilmente la cabeza y aclara la garganta. Por la manera en que endereza la espalda de repente, imagino que en su fuero interno se dijo algo como "bien, no seas tonto, no estés nervioso ni pendejo"—. Te tengo una sorpresa.
Se nota tanto que trata de actuar con naturalidad, que le sale todo menos naturalidad. Lo encuentro tierno; es como ver un lado vulnerable de Luka que rara vez se muestra y me alegra saber que al menos por esta vez, no soy yo la que está en el lado de la balanza que incluye el nudo de nervios.
—¿Me gustará?
—No lo sé, tendrás que juzgarlo.
—¿Qué es? —pregunto, más animada.
—Cierra los ojos. —Solo los entrecierro, suspicaz. Él ríe—. Vamos, confía un poco.
—De acuerdo.
Mis párpados bajan y entrelazo mis propias manos. Luka no dice nada, pero decido no hacer trampa, esperando de todo corazón que no sea una broma extraña. Solo dura unos segundos el silencio entre ambos —porque el ruido del resto del centro comercial sí está presente— y luego dice:
—Bien, ábrelos.
Casi pego un grito al cielo de emoción cuando a cada lado de Luka, veo a Gabriel y a Denny sonriéndome. Antes de que de un paso, Gabriel da dos y me abraza con tanta confianza y euforia, que me alcanza a levantar un par de centímetros del suelo por un instante.
—¡Gabriel! —chillo para que me baje y cuando lo hace, le respondo el abrazo con fuerza.
—Estás preciosa, Caro —murmura una vez me suelta.
De inmediato, Denny se acerca, y ya sin tanta euforia y más recato, me abraza también.
—Eres una amiga terrible.
—Lo sé.
—¿Tienes idea de cuántas veces mi cuñada me preguntó por ti?
Luego de soltarlo, mi mano queda adherida a su brazo al tomarlo de gancho. De los tres, es a Denny a quien más aprecio y confianza le tengo, además de que su carisma y amabilidad natos hacen que me sienta cómoda. Podría estar todo un día con él hablando de nada y sería un día bien gastado. Antes de que le conteste a su pregunta retórica, Gabriel toma la mano con la que lo aferro y me hala sin mucha delicadeza, aunque su atención es más al anillo que traigo puesto en el dedo anular.
—Te ayudé a fugarte de tu casa y te ibas a casar sin decirme —exclama indignado—. ¿No piensas en mis sentimientos?
—¡Oye! Fui yo quien la ayudó a fugarse —interviene Luka.
—No me fugué, me fui sin esconderme...
—Yo fui a ayudarla a traer sus cosas —replica Gabriel, ignorándome.
—También yo.
—Yo fui un buen amigo.
—¡Yo también!
—Yo no le rompí el corazón —le responde Gabriel sin pizca de filtro y sin soltar mi mano. Luka se sonroja como casi nunca lo he visto y Denny le da un manotazo en el hombro—. Ay, perdón, ¿no han superado el asunto?
Su desparpajo hace que quiera esconderme debajo de una roca, pero ya que en teoría no me ha atacado a mí como tal, mi sangre decide que no hay motivo para aglomerarse en mis mejillas. Punto para mí.
—Cállate —implora Denny—. De por Dios, cállate.
—A que me extrañaste un montón —me dice—. ¿A dónde consigues a uno como yo?
—No me ha interesado buscarlo, al menos.
—Qué grosera —exclama, burlón—. ¿Cuándo es tu boda?
—En unos meses. ¿Puedes devolverme mi mano? —Gabriel examina un poco más mi anillo y finalmente me suelta. Por instinto, vuelvo a agarrarme a Denny.
Observo a Luka que tiene sus ojos fijos en el anillo y una seriedad tatuada en la frente. Me siento cohibida al punto de que meto la mano mejor en el bolsillo y los invito a tomar un café. Subimos por las escaleras hasta una cafetería del tercer piso y nos acomodamos en una de las mesas del fondo. Luego de darle la orden a la señorita que nos ha atendido, observo con ternura las manos de Denny y Gabriel que están una encima de la otra sobre la mesa.
—¿Cómo han estado?
—No nos podemos quejar —dice Denny—. Conseguimos una casa en un pueblo adorable, cuando quieras nos puedes visitar, además...
—¿Quién es tu prometido? —Gabriel recibe otro manotazo de Denny que le murmura un "no seas imprudente"—. ¿Qué? No le estoy preguntando por su luna de miel, solo saco conversación.
—Hay cosas que no preguntas de sopetón cuando recién ves a alguien —objeta Denny.
—Pero si ya la conozco desde antes. Es como una amiga de toda la vida.
—No la has visto en años.
—¿Y? Es una amistad de muchos años con una ligera pausa.
—Ligera pausa de varios años.
—No es como si hubiera nacido nuevamente, la vida es una, así que es una amistad en pausa, pero no la estoy empezando de nuevo. Y a ella no le molestará, apuesto a que...
—Oigan, estoy acá —intervengo en su corta discusión.
—Tal vez traerlos no fue muy buena idea —concede Luka—. Aunque en mi defensa, vinieron sin invitación y una vez que se subieron al auto, no pude bajarlos.
Puedo notar en su tono un poco de reproche así que asumo que es cierto que vinieron por metiches. Luka está junto a mí y su brazo roza con el mío con familiaridad. Río entre dientes y la chica nos trae los cafés a Luka y a mí y a ellos dos, té.
—Caro, ¿te molesta que te pregunte por tu prometido?
—No.
—¿Ves? —Esta vez es Denny quien recibe el manotazo en medio de una risa conjunta—. Cuéntanos entonces.
—Se llama Santiago. —Evito dirigirme directamente o mirar a Luka. Por el rabillo del ojo noto que él sí me observa fijamente mientras bebe de su vaso—. Es dueño de un gimnasio acá y ¿me pidió matrimonio? —concluyo dubitativa, no diré que fue al revés..
—¿Eso es todo? —pregunta Gabriel, decepcionado.
—No sé qué más quieres que te diga.
—No sé, ¿su edad? ¿cómo lo conociste? ¿qué han pensado para la noche de bodas y luna de miel?
—¡Gabriel! —Esta vez la regañina sale de los tres al tiempo, pero el aludido se limita a reírse a carcajada limpia mientras me sonrojo.
—Aww, yo solo quería verla sonrojada —confiesa—. Es lo que más extraño de ti. Ya no es tan fácil de lograr como antes.
—Gracias —ironizo—. Eres fastidioso. Y contestando, tiene treinta años, lo conocí en una iglesia y lo otro no te interesa.
—Es viejo —responde de inmediato..
—¿Cuántos años tienes tú, acaso?
Su mirada se pierde un momento, como si no hubiera pensado en eso y el hacerlo, le diera una crisis existencial. No responde, solo se queda en modo pause, al fin serio. Luka se inclina un poco y me susurra.
—Aún no acepta que está a nada de los treinta. Tiene crisis de la edad.
Me aprovecho de la oportunidad de burla que me está dando y en voz más alta, digo:
—Con razón tiene esas dos arrugas en los ojos. Yo le iba a preguntar si era que estaba cansado.
Gabriel me mira aterrado. Luka me sigue el juego.
—No le menciones las canas; como las tiene en la parte de atrás no las ve, pero si las viera...
—Yo pensé que era tintura, ¿son canas?
—¡Yo no tengo canas! —explota. Denny ríe por lo bajo, intentando disimular—. Gracias por apoyarme.
—Tú empezaste, amor.
—No se vale que me volteen los papeles —objeta—. Caro se sonroja, yo la molesto, eso es todo, así es como debe ser.
—Las cosas cambian, Gabriel —respondo—. Y bien mirado yo tengo veinticinco años y tú ¡oh! estás a nada de los treinta. Pero te quiero, abuelo, no te preocupes.
Luka esta vez suelta una carcajada y Gabriel lo mira con todo el rencor que puede. Un silencio curioso se asoma en nuestra mesa, yo me siento tranquila y Gabriel está tenso aunque creo que con él mismo por ser viejo. Denny es quien luego de unos minutos, habla de nuevo:
—A propósito, nosotros también nos vamos a casar.
—¡¿En serio?! Felicidades. —Me levanto de la mesa y la rodeo para darle un abrazo fuerte a Denny, él me lo devuelve, pero Gabriel es más reacio, aunque no dejo de abrazarlo por eso—. Te deseo toda la felicidad del mundo, Gabriel, no seas gruñón.
A regañadientes me devuelve el abrazo y retorno hasta mi silla.
—Sería muy terrible que nuestras bodas fueran el mismo día —apostilla Denny.
Espero que no esté insinuando que yo los invitaré a mi boda. O sea, con Denny y Gabriel no tendría problema pero no puedo invitar a unos sin invitar al otro y eso es complicado. Omito pensar en eso por el momento.
—¿Cuándo se casan?
—Por ahora el plan es el veinte o veintiuno de diciembre. Es uno de nuestros aniversarios.
—La mía es en noviembre.
—Obviamente no vamos a pedirte que nos invites a la tuya —dice Gabriel, haciendo que suspire de alivio—, pero sí te invitaremos a la nuestra. Nuestra fiesta de compromiso es en unas semanas, ya luego te enviamos la tarjeta.
—¿Dónde será?
—En donde vivimos —dice Denny—. Debes ir, así que pronto te diremos el día exacto para que cuadres tu horario. Nuestra casa no es gigantesca, pero podemos hacerte un espacio para que te quedes allá uno o dos días. Estamos a cuatro o más horas y no vale la pena que viajes tanto para no pasar un rato largo con nosotros.
—Uhmm... veré qué puedo hacer.
—Se entiende si se te complica el ir —concede Gabriel—. Ya no eres una chica soltera que va por la vida sin responsabilidades —La seriedad que usa para decir eso es como si quisiera dejar en claro, por si aún no lo estaba, que estoy comprometida. Comparte una mirada con Luka y algo me dice que hay parte que no me están contando y me enoja eso.
—Yo estoy comprometido y puedo hacer lo que se me dé la gana —responde Denny.
—Hay límites.
—No los hay, la vida fija los límites de acuerdo a las circunstancias.
—Hay circunstancias que ya deberían traer el límite porque no se pueden cambiar.
Miro un momento a Luka y tenemos la misma expresión confundida. Creo que estamos en medio de una discusión que no nos concierne directamente aunque es difícil saberlo.
—Te juro que yo iba a venir solo —defiende Luka.
—¿Con quién vives, Caro? —suelta Gabriel, volviendo su atención a mí.
Me estoy sintiendo un poco atacada, aunque puede ser que el tono firme se le salió sin intención al estar discutiendo con Denny, es como si hubiera trasladado su frustración a mí.
—Con Santiago y Rose, una niña preciosa.
—¿Tienes una hija? —Luka no logra esconder su asombro.
—No tiene mi sangre, pero es como mi hija.
—Qué sorpresa tan linda —exclama Gabriel en el mismo tono de antes—. No solo eres casi esposa, sino madre. Parece que tienes todo bien arreglado en la vida.
—Nadie tiene todo arreglado en la vida —acota Denny—. Uno nunca sabe, puede llegar algo mucho mejor a embellecer aún más las cosas.
—No es así. —Gabriel me mira de nuevo—. ¿Y amas a tu prometido?
—¡Gabriel! —Se molesta su novio—. Deja de joderla.
—Son solo preguntas.
Ladeo la cara y veo el reloj que está sobre el mostrador de la cafetería. Ya es hora de irme y aunque no lo fuera, me estoy empezando a sentir muy incómoda con la situación. No me han dicho nada directamente, pero lo que ellos dos conversan parece una pelota que se tiran uno a otro y que lleva mi nombre grabada. Bien puede ser paranoia mía, pero se me hace rarísimo.
—Tengo que irme.
—¿Tan pronto? —pregunta Denny, como si de verdad quisiera pasar más tiempo conmigo. Si tan solo se estuvieran tratando normal, pero ahora hasta parece que se miran enojados con Gabriel.
—Sí, lo lamento. Debo hacer unas compras y luego ir a casa. —Miro a los ojos a Gabriel y añado—: Además siento que Gabriel me está haciendo un cuestionario como si fuera la policía y ya no quiero escuchar más. Los quiero muchísimo a ambos, pero Gabriel, no estás en derecho de hablarme así, somos amigos, sí, pero hace años no nos veíamos y estás haciéndome preguntas personales cuyas respuestas realmente no te incumben para nada. No lo digo en ánimo de ser grosera, es que no me siento cómoda con todo eso.
Al parecer ninguno esperaba a que yo o me diera cuenta o hiciera el reclamo y ambos agachan la mirada. Me levanto de la silla y le doy un abrazo a cada uno, todo en silencio. Cuando llega el turno de Luka, él se levanta.
—Te acompaño hasta el estacionamiento. —Mira a sus amigos—. Ustedes me esperan acá. ¿Para eso querían venir?
Gabriel se limita a blanquear los ojos, como si hallara todo el asunto muy exagerado.
Una vez afuera, tomamos las escaleras eléctricas en los dos tramos hasta llegar al sótano. Busco el auto y caminamos hacia allí. Hemos bajado en silencio, pero al darse el momento de la despedida, Luka habla:
—Oye, realmente me disculpo por eso. Ya te lo dije dos veces, pero te juro por lo más sagrado que vinieron sin ser invitados.
—Está bien. No estoy molesta, solo fue raro. ¿Qué le pasa a Gabriel?
Le toma varios segundos contestar, pero cuando lo hace, suelta un suspiro resignado, como si no quisiera responder pero sintiera la obligación de hacerlo.
—Él no está de acuerdo en que yo sea amable contigo.
—¿Quiere que me insultes o algo similar?
Luka ríe.
—No. Él considera que no debería ni siquiera saludarte. Y por si no fue claro, Denny no está de acuerdo con él y dice que eres una buena amiga y que no está mal mantener la amistad.
—Cualquiera pensaría que Gabriel me odia.
—No te odia, lo sabes. Es complicado.
Ese "complicado" dice lo obvio, todo el asunto es por lo que no pasó entre nosotros años atrás. No sé cómo se vio la situación desde los ojos de alguien ajeno a Theo o a mí, pero al parecer para Gabriel fue algo digno de ni siquiera recordar y eso incluye no mantener contacto conmigo.
—Sí, lo sé. —Mis llaves se mecen en mis manos; estamos junto al auto pero ni siquiera lo he abierto. Luka me observa, con sus manos en los bolsillos y en silencio me sonríe—. Sea como sea, me gustó verte... y a Denny y a su loco novio.
—Admitiré con vergüenza que no sé qué más decirte ahora.
—No creí que llegara el día de ver a Luka Greisnar sin palabras —me burlo—. Le daré créditos a Gabriel por lograr eso.
—No fue él, fuiste tú.
—Yo apenas y hablé en esa cafetería.
Menea la cabeza hacia los lados, sonriendo divertido. Recuesto mi trasero en la puerta del auto y me cruzo de brazos, esperando a que diga algo.
—Es solo que se me hace muy raro verte como una mujer comprometida y con la vida hecha.
—¿Qué tiene de raro?
—Solo es raro. Pensar en ti se ha dividido entre recordar a la tú de hace años y a la actual que ya tiene hogar. Me resulta desconcertante.
—Bueno, la yo de hace cinco años estaba muy perdida y la yo de hoy ya ha encontrado firmeza y estabilidad, yo lo veo como algo genial.
Y sí, lo de perdida era por haberme enamorado de ti, añado mentalmente.
—Yo no te recuerdo como alguien perdida.
—¿Ah, no? —Me sale un tinte juguetón en las palabras que disimulo al carraspear—. ¿Hablamos de la misma Carolina?
—A como yo la recuerdo —omite mi sarcasmo—, era una chica brillante, graciosa, sonriente y muy positiva.
Sonrío, levantando la mirada para buscar sus ojos. Estando acá en el sótano somos solo iluminados por las farolas blancas que se reparten en el techo cada par de metros y el ambiente de por sí es frío a la vez que seco y silencioso. Él está cerca de una de las farolas por lo que su silueta se recorta con la luz y lo veo como si tuviera un pequeño resplandor en la parte superior del cuerpo.
—Te faltó agregar "ingenua e ilusa" a esos adjetivos.
—No usaría esos adjetivos en ti. Me quedo con "sonriente y optimista".
—Creo que enamorarse de alguien con quien era evidente que no había futuro entra en la categoría de ser ingenua —apunto, intentando sonar sarcástica aunque no sé qué tan bien me sale pues su mirada se desvía.
—Eso no te convierte a ti en ingenua, sino a mí en estúpido.
—Ya pasó hace mucho —manifiesto, restándole importancia. Me sonríe con afecto—. Lo que fue o lo que hubiera podido ser de nosotros ya no está, así que no importa.
—"Ya no importa" no es la frase correcta.
—¿Cuál es entonces?
—"Ya es tarde". Esa es la correcta.
Aplano los labios y me imagino con una mueca incómoda, sin embargo siento que lo que acaba de decir es un eco de lo que yo he pensado en un par de ocasiones desde que llegué de Allington y pues sí... más o menos tiene razón. Admito que sin poder evitarlo me he preguntado qué tan distintas serían las cosas de habernos encontrado solteros y sin ocupantes en el corazón, cuando el rumbo de mis suposiciones me lleva a que tal vez nos estaríamos dando una oportunidad, no siento un desagrado total pero tampoco satisfacción completa, es una sensación curiosa que me dice que sería imposible retomar lo que dejamos en el pasado porque a la vez que significó tanto, quisiera borrarlo de mi historia.
Sus ojos chocan con los míos y hay un par de cosas que dicen nuestras miradas cuyos subtítulos podemos leer solo nosotros, un par de disculpas, un par de reproches y un par de resignaciones.
Oprimo el botón del control en mis manos y el seguro del auto se dispara.
—Debo irme.
—¿Te veré de nuevo?
—Podría ser; quizás en la fiesta de Gabriel si es que logro ir y si es que me invitan ahora. Tienes mi número, hablamos por whatsapp cuando quieras.
—Sí, está bien. Gracias por venir.
—Nada qué agradecer.
Subo a mi auto y enciendo el motor. Bajo la ventana y Luka se inclina un poco par alcanzar a mirarme; ojea con rapidez en el interior, sonríe y luego vuelve la vista a mí.
—Toda una adulta —dice, al parecer siguiendo el hilo de sus pensamientos. Sonrío al recordar que yo pensé lo mismo al verlo en su auto—. Hasta pronto, Caro.
—Adiós, Luka.
Se yergue y se queda allí, quizás esperando a que me vaya. Mirando hacia adelante por el parabrisas, acomodando el espejo retrovisor igual que cada vez antes de arrancar y mientras siento el ronroneo del ruido motor en mis oídos, me siento presa de un impulso estúpido que no sé explicar muy bien de dónde viene. Saco mi cabeza por la ventana.
—Luka.
—Dime.
—Mi abuelo Adam solía decir que mientras la sangre corra por las venas y los latidos agiten un corazón, nunca es tarde para nada.
Yo siempre amaré con locura a Gabriel y su imprudencia jaja, es un amorsh
Deja tu opinión del capítulo o me dará gripa y no queremos eso :u ►
♥ N o s leemos p r o n t o ♥
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