Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V E I N T I S I E T E

LUKA

Luego de la charla con mi abuela de esta mañana y tras pensarlo por largo rato, he decidido que no puedo hacerme el ciego con el tema del interés de Mateo en nuestra madre, así que voy camino a Leimmar para recogerlo cuando salga y hablar con él.

No tengo muy claro qué puede salir de esa conversación y siendo sincero sí albergo un tanto de temor porque el momento llegue pero ya sabía yo que no se lo podía ocultar por siempre. Me estaciono a media calle de la preparatoria y espero unos minutos hasta que el timbre a lo lejos suena y las puertas se abren.

Me bajo del auto y me acerco un poco a la entrada; entre el mar de estudiantes me resulta un poco complicado hallarlo así que mi mejor opción es que sea él quien me vea. Miro en todas direcciones hasta que lo ubico a unos metros de la puerta, ha salido con otro chico y una chica y vienen charlando animadamente; el que primero me ve es su amigo que me señala mientras le dice a Mateo que estoy acá. Mi hermano levanta la mirada y me sonríe, se despide de sus amigos y apura el paso.

—¿Estoy en problemas? —pregunta en una risa.

—¿Deberías estar en problemas?

—Pues no sé, nunca vienes a recogerme.

—No, no estás en problemas. —Le pongo una mano en el hombro y caminamos hacia el auto—. Solo quiero hablar contigo.

Mateo se sube al asiento del copiloto y deja su maleta en el asiento trasero. Cuando me ubico en mi lugar, lo veo colocándose el cinturón de seguridad.

—¿Y sobre qué? Espero que no sea una charla sobre sexualidad, recuerda que me dan clases de eso cada jueves.

Suelto una risa.

—No. Confío en tu responsabilidad y conocimiento. Hoy en día no hay mucho que enseñar porque los de quince ya llegan sabiendo toda la teoría, por eso no me preocupo.

—Menos mal.

Arranco hasta que dejamos atrás el gran terreno de Leimmar y conduzco por la autopista; no quiero ir a casa aún porque creo que la conversación que le debo a Mateo no debe ser en presencia de mi abuela, no quiero alterarla ni entrar en más dramas.

—Bien, directo al grano entonces. Nani me contó que le preguntaste sobre mamá. —Veo de reojo cómo Mateo se tensa—. Mateo, no estoy enojado. Quiero que sepas que puedes preguntarme a mí siempre que quieras. Ya no eres un niño y no te voy a ocultar por siempre temas como esos.

Mateo no dice nada de inmediato y guardo silencio igual, dándole tiempo de que acomode sus ideas. Sigo conduciendo sin un rumbo fijo. Tras una larguísima pausa, Mateo habla:

—Sé que saber no hace diferencia alguna, pero...

—Pero quieres saber, lo entiendo.

Entro al estacionamiento de un almacén enorme que tiene una pequeña plazoleta de comidas adentro con la intención de charlar allí. Planeo abrir la puerta y bajarme pero Mateo lo impide.

—¿Podemos hablar acá?

—De acuerdo. Dime qué quieres saber.

—Quiero saber de ella. Solo sé que se llama Sabrina Harte, eso me lo dijo Nani. Me la describió vagamente y eso es todo. Cuando me lo dijo sus ojos se aguaron y como supe que le dolía, no le pregunté más.

Mateo se quita el cinturón de seguridad y mantiene su mirada fija al frente para ver pasar los compradores que entran y salen del almacén. De lejos se escucha la música de los parlantes de la entrada, música que siempre está allí, invitando a la gente a ingresar.

—Bien... Su nombre sí es Sabrina. Era... o es alta y delgada, de ella sacamos el color de cabello, aunque el de ella era más claro que el mío. —Mateo gira de inmediato a mirarme el cabello, como si intentara formar mejor la imagen en su cabeza—. Usaba gafas aunque no le gustaban, eran metálicas y casi no se le notaban. Sus uñas siempre estaban cortas y sin esmalte, nunca le gustó. No tenía agujero para los aretes, nunca se los hizo. Sus ojos eran... marrones, creo... no estoy muy seguro. Está algo difusa en mi mente, la tengo como una imagen y ya pero no recuerdo casi momentos con ella.

—¿Fue buena madre contigo mientras estuvo?

Su tono sale roto, completamente fisurado y ronco, dolido. Aclaro la garganta intentando disipar el nudo que se me ha alojado allí.

—Creo que ella nunca estuvo completamente satisfecha de verse obligada a responder por un hijo. Sonreía y me hablaba con cariño, sí, pero era muy desapegada. Llegué a pensar que el cariño que me tenía era por la obligación de ser mi madre, no porque le naciera quererme. Desde que tengo memoria mi figura materna real es Nani. Discutían con frecuencia porque Nani le decía cómo debía ser una madre y a ella eso no le gustaba. Me tuvo a los quince, Mateo, y nunca pudo acoger el rol de madre como debía. Lo intentó, sí, pero su corazón no le daba para eso... intento no juzgarla.

—Yo sí la juzgo —interrumpe, con sus ojos brillantes—. No está bien ser así con un niño, y peor aún, tener otro. Fue mi llegada lo que hizo que se fuera.

—No —digo con firmeza—. Jamás te puedes echar la culpa de su ausencia. Cuando se fue... ella estaba mal de todas las maneras posibles. Era alcohólica y había perdido su trabajo, había empezado a ser agresiva con Nani y simplemente no podía con ninguna responsabilidad... creo que no podía ni con sí misma.

—Si no hubiera quedado embarazada de nuevo seguiría en casa contigo.

—Eso no fue culpa tuya —repito—. Sabrina se hubiera ido con o sin ti porque estaba aburrida de todo. Decía... decía que yo le recordaba mucho a nuestro padre y que estaba cansada de verme a diario. Todo eso me lo decía cuando estaba ebria pero aún así yo la quería y Nani solo me pedía paciencia y comprensión.

—¿Y nuestro padre?

—Es un hijo de puta —respondo, apretando los dientes—. Cuando la embarazó de mí la abandonó con un fajo miserable de billetes. Me dio el apellido pero jamás respondió por mí. Años después se encontraron y mi mamá pensaba que era el destino, que él la amaba y lo único que hizo fue embarazarla y abandonarla de nuevo. La historia se repitió y ella no lo soportó y se fue.

—¿Lo conociste?

—No... —Cierro los ojos un par de segundos, abriendo en mi mente cajones de recuerdos que tenía empolvados y esperaba que olvidados pero que siguen ahí, latiendo como un eco de sombras—. Bueno, una vez lo vi de lejos. Mi mamá lo llamó a casa para decirle de su embarazo pero me pidió quedarme en mi habitación. Yo tenía doce años creo. Escuché cuando llegó y me asomé por las escaleras, yo no sabía que se trataba de mi papá pero mi mamá le dijo algo así como "no vas a repetir el abandono que le hiciste a Luka" y supe que lo era. Lo vi de espaldas cuando él le aseguraba que no iba a permitir que una cualquiera le dañara su matrimonio. Era casado el maldito. De nuevo le dejó dinero y le aseguró que no le iba a negar el apellido al bebé que cargaba pero que dejara de soñar si pensaba que él iba a formar una familia con ella.

Mateo suspira y lo observo detenidamente. Sus lágrimas bajan pero silenciosas, sin sollozos, sin que su pecho respire de forma extraña, solo llora con el dolor de la ausencia de un fantasma que él no conoció.

—Luego de que se fue, ¿intentaron buscarla?

—No. Nani fue muy fuerte, Mateo y se dijo que mientras no nos estuviéramos muriendo de hambre, no iba a mendigar la ayuda de alguien que no nos quería. Fue por orgullo y dignidad que nunca buscamos a ninguno de los dos.

—¿Tú nunca quisiste buscarla?

—Los primeros días, sí. Lloré mucho esa primera semana y le preguntaba a cada segundo a Nani si mi mamá ya iba a volver; yo seguía esperando que llegara borracha una noche de esas pero nunca pasó. Tú eras un bebé y a veces cuando llorabas yo no sabía qué hacer, Nani se entristecía y aunque siempre te calmaba, le quedaba en la cabeza que estabas buscando a mamá y eso le rompía el corazón. Me repetí que si llegaba le iba a perdonar todo e iba a intentar hacerle las cosas sencillas para que no se volviera a ir.

—Pero no volvió.

—No. Ni una carta, ni una llamada, nada. Pasadas varias semanas perdí el interés en buscarla o en saber de ella porque Gabriel me dijo que si ella no quería saber de nosotros no era justo que nosotros anheláramos su compañía. Así que un día, con el corazón roto actuando, me dije que no más y no volví a llorarla, preferí guardarle rencor que tristeza. Cuando Nani salió a hacer mercado y me dejó contigo y con Gabriel, quité de las paredes y de las habitaciones cualquier cosa que me recordara a ella. Saqué toda su ropa en bolsas y la donamos después a una iglesia, botamos sus fotos a la basura... Su cepillo, su maquillaje, sus perfumes, todo terminó en el contenedor de basura de la esquina. No quería nada que nos recordara a ella, nada que nos hiciera seguir con la maldita espera de que volviera.

—¿Nani se enojó?

—No. Ese día también ella lloró mucho pero le dio cierre a eso. Desde entonces poníamos música en las tardes y charlábamos animados, Gabriel empezó a quedarse más noches con nosotros y sin esa tristeza en el ambiente, tú también mejoraste tu humor; tenías poco más de un año pero no volviste a llorar con ese gesto de estarla buscando. Prometimos con Nani sacarla de todo y no volvimos a mencionarla. El cierre que tuvimos fue como una afirmación de que ella no iba a regresar jamás y bastó para que avanzáramos. La dimos por perdida, botamos la esperanza que cargaba su nombre y ya. Antes de que cumplieras dos años Nani sacó los papeles para ser nuestra tutora legal; ella era amiga de un notario y por eso pudimos hacer el trámite sin tantas preguntas, fue un poquito ilegal porque no se siguió todo el protocolo pero funcionó, solo quedó en el expediente que la causa era abandono paterno y materno y quedó borrado de nuestros registros oficiales los nombres de ellos dos. Solo conservamos el apellido de papá, pero para la ley, Nani es nuestra única madre.

—¿Y a papá? ¿nunca quisiste buscarlo?

—No, a él no. Ni siquiera lo conocí. En cuanto a mí respecta, él solo puso su ADN para nosotros, pero jamás fue un padre. No quise ni quisiera conocerlo jamás. No sé si vive o si no y no me interesa.

—¿Cuál es su nombre?

Desvío la mirada, deseando que no hubiera preguntado eso. Le podría mentir pero no quiero hacerlo, él no lo merece.

—Tiene tu nombre. Mateo Greisnar. Mamá pensó que sería buena idea ponerte su nombre, que quizás así algo cambiaría, pero no fue así.

El gesto de disgusto de Mateo se mezcla con el de tristeza y rabia. Su vista se pierde en la ventanilla aunque sé que en realidad está absorto en sus propios pensamientos sin ver nada; suspira audiblemente, conteniéndose; no sé si de tener menos orgullo estaría llorando o si le da igual y tampoco quiero hacerlo hablar, no quiero que sea más difícil para él. Puede que solo tenga curiosidad de saber de dónde viene y espero que haber sabido la verdad lo ayude a superar esa etapa, él no merece cargar con el dolor eternamente y por lo que me ha dicho, consideraba erróneamente que todo había sido su culpa.

Al ver que no dice nada más, hablo yo de nuevo:

—Mateo, tienes que estar seguro de que absolutamente nada es tu culpa. Ella y él tomaron sus decisiones por ellos mismos sin pensar en nosotros. Nani nos ha sacado adelante y Gabriel y yo hemos hecho lo posible para que nunca te sientas solo.

—Lo sé. —Con esas dos palabras su voz sí se ahoga y se permite botar dos lágrimas sin vergüenza—. No logro comprender el porqué de que mamá se fuera, simplemente no lo entiendo, sin embargo estoy muy agradecido con la vida por ustedes. Por Nani, por Gabriel y por ti. Ustedes no han dejado que me falte nada...

Sus lágrimas no le dejan decir más y gira bruscamente la mirada al frente de nuevo. Tras un lapso que se me hace eterno, siento que no hay nada más qué decir así que enciendo el motor y emprendo camino a casa. Mateo se mantiene en silencio, con la frente apoyada suavemente contra el cristal de su ventana y luego de unos minutos llegamos.

Él se baja primero y camina hacia la puerta de entrada, cuando llega allí no abre sino que se detiene bajo el pequeño pórtico y me observa mientras yo camino hacia él. Al tenerme lo suficientemente cerca, me abraza por la cintura como cuando era un niño y la tensión que se acumuló en el auto y en la conversación se disuelve en llanto de parte de ambos. Mateo tiene casi mi altura pero en este momento lo vuelvo a sentir pequeñito como cuando tenía diez años y yo lo molestaba por ser bajito. Aprieto sus hombros con fuerza y una de mis manos pasa con insistencia por su cabello cuando lo siento sollozar contra mi pecho.

—No es tu culpa —murmuro, con el mismo ánimo que él—. No estás solo, Mateo, nunca lo estarás. No la necesitamos a ella para nada. No es tu culpa.

Su llanto se hace más intenso, su pecho se sacude tras cada respiración forzada y siento cómo empuña en sus manos mi camiseta, está tembloroso y es la primera vez que lo veo llorar tanto, ni siquiera cuando era niño lo hacía. Las palabras de la señora Mathews de que Mateo puede estar acumulando todo ese resentimiento, se hacen más reales mientras intento sin éxito consolarlo.

Estuve buscando en el diccionario la palabra "abandono" y entre las varias definiciones estaba la de «renunciar a algo» y aunque había un montón de variaciones en lo que seguía de su significado, sigo sin poder relacionar esa horrible palabra con una madre.

Para mí, al menos, madre es una palabra extraña.

Conozco su significado, la escucho diariamente en boca de muchas personas y sé que por lógica de la naturaleza tengo una, sin embargo, a diferencia de todos, no tengo una imagen concreta que colocar en mente para relacionarla con la palabra.

Y eso es culpa nada más que tuya.

Si algún día, por azares de las casualidades, te veo de nuevo, ni siquiera sabré quién eres porque te fuiste antes de que pudiera crear recuerdos contigo y mi hermano destruyó toda fotografía que pudiera haber de ti a mi alcance.

No estoy de acuerdo con eso, pero tampoco lo juzgo de modo alguno. Me resulta admirable todo lo que él hace y no solo porque sea mi hermano mayor sino porque visto desde cualquier par de ojos, sus acciones son muy acertadas y valientes.

Según los pocos retazos de la historia que me han permitido escuchar, mi hermano tenía menos de la edad que yo tengo ahora cuando te fuiste. Quince años.

Yo apenas y sé cómo concentrarme en las clases y no dormirme en ellas y él a mi edad tuvo que convertirse en padre de un bebé y apoyo moral de una abuelita.

Dicen que las generaciones anteriores siempre son un punto las fuertes que las actuales y no sé si sea muy cierto, pero sí sé que lo que él pasó, yo no lo soportaría.

Él te recuerda, estuvo quince años contigo al lado y ese recuerdo debe rasguñarle más el alma a él de lo que a mí me duele la ausencia de una sombra sin imagen como tú.

He tenido a Nani todos esos años para enseñarme las cosas que una madre debía enseñar, solo que con el cansancio de su vejez. Y la amo con todo mi corazón, pero soy sumamente consciente que no puedo llenar el vacío que tú dejaste con ella o con nadie.

Ella es la única mujer que me escuchó decir mis primeras palabras y que ha estado para mí desde entonces y ahora que vive de nuevo conmigo, dice que le recuerdo mucho a mi hermano a mi edad así que de vez en cuando tiene lapsos de otra época e imagina que soy Luka, que al lado hay un bebé y que tú estás en la otra habitación cocinando. Eso solo sucede de día, cuando Luka no está y admito que no sé muy bien qué hacer con eso.

Más tarde y desde su cama, con su voz rasgada por los años me da consejos, me pide paciencia con ella y juicio conmigo, me habla de la importancia de vivir y no solo respirar. Me pide disculpas por ser olvidadiza y confundirse pero le beso la mano y le digo que ella no tiene que pedir perdón por nada. Ella es lo más cercano que tengo a una madre pero en realidad no lo es, es la tuya y a veces sigue sufriendo por tu abandono.

Y tú, ¿dónde has estado? ¿la vida, cualquiera que sea, que conseguiste al abandonarnos valió la pena?

No creo que en ninguna parte del mundo sea justo abandonar a la madre, a un bebé y a su hermano; cualquier persona a quién le contara seguramente diría las frases de siempre en casos así como "sus motivos habrá tenido", "quizás fue para algo mejor", "guardar rencores es malo" y toda esa basura optimista.

No creo que guardar rencores sea tan malo, al menos no contigo. Los rencores me ayudan a no extrañarte tanto, me es más fácil lidiar con la rabia que siento hacia ti que siquiera pensar en llorar cada noche por tu desprecio.

Nani es quien siempre me dice que no siembre odio en mi alma porque a paso lento esa planta crece por dentro hasta consumirme, pero desde que ella te trae a tema en el momento más inesperado, no puedo escuchar y tomar sus palabras sobre la reconciliación espiritual porque el enojo es mayor y parece que toda su lógica pierde sentido.

Nani ha sido mi ángel y espero que cuando sea momento de que la vida terrestre la abandone, obtenga una muy merecida recompensa a donde sea que llegue.

En cuanto a ti, no sé absolutamente nada. No sé si vives, si ya has fallecido y en todo caso, ni siquiera sé de qué color son tus ojos o tu cabello.

Jamás leerás esto, pero declaro que al día de hoy, no te he perdonado, es más, cada día te guardo más rencor porque sea como sea, no has intentado ni siquiera buscarme... buscarnos.

**

La hoja de papel se desdibuja y dejan de ser claras sus letras. Parpadeo y noto que esa niebla que me impide ver es en realidad una lágrima que se estancó en el rabillo del ojo.

Tapo instintivamente mi boca con una de mis manos para atajar el sollozo que me retumba en la garganta y dejo la carta de Mateo a un lado al sentir las palmas temblorosas.

No creo que exista algo en la tierra que pueda dolerme tanto como leer el dolor de mi hermano. Toda la vida me propuse hacer lo que fuera necesario para que ese sufrimiento nunca se cerniera sobre la cabeza de Mateo y creí haberlo conseguido pero es claro que no es así; a la vez sé que no es mi culpa pero nada me gustaría más que poder evitarle el dolor.

La intranquilidad me revuelve las entrañas y decido no leer más por ahora. Hoy ha sido un día demasiado pesado para mí, desde la charla con Mateo en el auto a leer la primera carta finalmente. El niño confundido que lloró en mi hombro hace unas horas se me hace ajeno al joven rencoroso que leo en estas líneas, pero al menos me sirve para darme cuenta de que el problema va más allá que solo charlar con él, los sentimientos que él guarda van mucho más lejos que la simple curiosidad sobre sus raíces como pensé y es evidente que necesitamos ayuda profesional.

Son cerca de las once pero sé que él aún no está dormido porque escucho las voces provenientes de su televisor. Luego de entrar a casa, se encerró en su habitación de inmediato para que Nani no lo viera llorando y no ha salido más; yo hablé con mi abuela y le expliqué vagamente que Mateo estaba asimilando mucha información así que optó por no molestarlo.

Pero en este momento debo molestarlo.

No podemos seguir huyendo del pasado y dejando que consuma a Mateo, no me arrepiento de todo lo que he hecho para mantenerlo alejado de los malos recuerdos pero sí quiero que ahora su paz mental sea prioridad aunque para eso se deba desenterrar el pasado desagradable que nos rodea.

Saco del fondo de mi mesita de noche una caja metálica que tiene tantos años como Nani y en el fondo, debajo de tarjetas que Mateo me dio del día del padre cuando era un niño, encuentro la única foto que conservo de Sabrina. Ya está un poco descolorida por los años y es apenas grande como mi mano, pero se ve su rostro con claridad. Está conmigo y con Mateo que apenas tenía unas semanas de nacido. Nani la tomó mientras ella le estaba dando de comer con un biberón y yo estaba junto a ella en el sofá; el rostro de Mateo no se ve por la posición pero sí el de Sabrina y el mío, ambos sonrientes, como si fuéramos una familia feliz. Hace ya mucho que no la sacaba y aunque han pasado tantos años, aún me remueve el alma verla y me duele, me lastima y eso sumado a todo lo que ha pasado hoy, me alimenta más la tristeza y la nostalgia.

Mateo debe tener esta foto. Él merece tener una imagen con la cual poder relacionar el inexistente recuerdo de Sabrina, si la intención es que lo supere no puede estar en las sombras de lo que ella fue en nuestras vidas, necesita afrontar para sanar.

Llego a la habitación de Mateo y toco dos veces, escucho que me cede el paso y entro. Está acostado en la cama, bajo las cobijas y con la mirada solo en el televisor; sus ojos están rojos aún y los párpados hinchados lo hacen lucir cansado. Cierro la puerta y me siento a su lado.

—¿Cómo estás? —Mateo se encoge de hombros con aparente indiferencia—. Oye, hace unos días hablé con tu directora. —Centra toda su atención en mí—. Los maestros son observadores, ¿sabes? Y la directora quería decirme que cabía la posibilidad de que estuvieras en conflicto por nuestros padres, que tus maestros se lo dijeron.

Intento decir lo menos posible para que él no sepa que tengo sus cartas, pero él es muy inteligente y es obvio que une rápido los hilos.

—Fue el maestro de literatura, ¿cierto?

No menciona cartas ni nada pero él sabe qué fue lo que escribió y sabe con más certeza que el maestro las debió leer.

—Sí. Escucha, pedir ayuda no está mal, Mateo. Hay cosas que uno solo puede decir en una terapia, cosas que son difíciles de sacar con la familia y quiero que sepas que te apoyo y que te aliento a que vayas con un psicólogo. Puede ser muy beneficioso. No quiero que guardes lo que sientes, quiero que estés bien. Nani y yo te amamos y solo queremos tu bienestar.

En mi interior esperaba que Mateo se rehusara nada más mencionarlo, alegando que no se siente mal o que no necesita ayuda de nadie, como un adolescente normal en su rebeldía, esperaba tener que insistir con fervor pero su silencio tranquilo solo es señal de que acoge la posibilidad con brazos abiertos.

—El maestro habló conmigo también —confiesa—.Y también me propuso lo de la terapia y me dio uno que otro consejo. Lucía un poco preocupado por mí y fue cuando le pregunté por primera vez a Nani por mamá.

—¿Y qué piensas tú de la idea de ir a terapia?

Se yergue en su cama para quedar completamente sentado y suspira.

—Siento que lo necesito pero a la vez me da miedo lo que pueda resultar de eso.

—¿Por qué?

—No lo sé... temo sacar en voz alta todo y que me afecte más o algo así.

—Pero puede que te libere —animo—. Puedes ir un par de veces y si no te sientes cómodo buscamos otras opciones. Quiero lo mejor para ti.

Se lo piensa unos segundos.

—Lo sé, gracias, Luka. Iré mañana y preguntaré por psicología, puede ser bueno.

Paso mi mano por su cabello y él suelta una risita a la vez que me aleja la mano con gesto burlón. No le gusta que lo trate como a un niño pero a veces me resulta inevitable.

—Tengo una foto de ella —suelto. Mateo se enseria—. Fue la única que conservé y no sé si la quieras tener.

Su respiración se entrecorta y se baja de la cama para observarme desde arriba pues yo sigo sentado. Muerde su labio y alcanzo a ver cómo sus ojos empiezan a enrojecer nuevamente.

—Creí que... habías tirado todo...

—Solo conservé una. Sea como sea es nuestra madre y no sé, quería esa foto... Si no la quieres está bien...

—Sí la quiero —interrumpe con firmeza. Pasa su mano bruscamente por sus ojos y su gesto se torna duro—. La quiero... quiero verla.

Meto la mano a mi bolsillo y la saco, pero Mateo no la observa de inmediato, solo me mira a mí. Parpadea con rapidez y pongo la foto boca abajo de momento.

—¿Estás seguro?

Mateo extiende la mano sin quitarme la mirada de los ojos y se la pongo sobre la palma. La apretuja contra su abdomen sin verla, sus manos tiemblan.

—Déjame solo, por favor.

Me levanto de la cama y sin decir más, salgo. Antes de alejarme pongo la oreja contra su puerta y luego de unos segundos puedo escuchar una exhalación pesada y el anticipo de un llanto.

Desde ya Mateo tiene una imagen a la cual ponerle el nombre de madre, ya ha dejado de ser un fantasma y siento que solo es el comienzo de un proceso doloroso que debe atravesar. Solo espero estar equivocado con eso, espero que no sea tan difícil. 

Hola, amores <3

Les cuento que la gripa me está consumiendo lentamente y estas podrían ser mis últimas palabras. Hoy estoy con un frío anormal, sin ánimos y en el trabajo así que no edité mucho el cap, si ven errores, sorry :'v

¿Qué les pareció en capítulo? Pobechito Mateo :c

Espero actualizar pronto, pero no prometo nada. Los amo, nunca me dejen (?) ♥

♥ Bye ♥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro