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V E I N T I O C H O

Meto la cucharada de helado a mi boca y al sentir el sabor dulce en mi lengua, se apacigua un poco la tensión de mi pecho. Respiro hondo una, dos y tres veces, diciéndome que el momento es inevitable y que tengo que ser valiente. No puedo ocultarle por siempre a mi mamá que me voy a casar.

Viajaré mañana pero desde ayer ya tengo los nervios a flor de piel y sé que cuando vuelva me reiré de mí misma pensando en este momento pero por ahora no hay risas, solo preocupación.

Santiago llega hasta mí y se sienta a mi lado en la alfombra; pone su mano en mi rodilla y aclara su garganta para hablar.

—Tienes que calmarte un poco, amor mío —murmura—. O nos vamos a enloquecer todos.

—Estoy calmada.

—¿En serio? —pregunta retórico—. Estás comiendo helado directamente del tarro... en la sala... en el suelo... a oscuras... a las tres y quince de la madrugada.

Como si mi mente ni lo hubiera notado, miro alrededor y en efecto todas las luces están apagadas salvo la de la cocina de donde acabé de sacar el tarro de helado, Santi está con su pijama de oso y el silencio reina alrededor. Devuelvo la cuchara enterrándola en el manjar de vainilla y encorvo la espalda, tapándome la cara con las manos.

—Dios mío, soy un desastre. Lo siento.

—No eres un desastre. Bueno, quien te viera en este preciso momento tendría sus dudas, pero en general no lo eres. —Su comentario me hace reír un poco—. Está bien tener nervios, pero no los canalices en helado.

—¿Mejor en chocolates? También tengo de esos en la alacena.

Santi me quita el tarro y lo deja a un lado; pasa su mano por mi hombro y me atrae a él con dulzura.

—No, hablando. Habla, amor, dime qué es lo que te preocupa realmente. Irás y le dirás a tus padres que nos casaremos, pero ¿a qué le temes?

—A su reacción, supongo.

—Cariño, ya no tienes quince años, ya no te pueden prohibir u obligar a hacer nada. —Mis ojos se inundan cuando hace la referencia a mi adolescencia. Santi es conocedor de las... peculiaridades de mis padres y de su manera de criarme hasta que me fui de casa, sabe perfectamente de dónde viene mi miedo. Santi lo sabe todo—. No te van a lastimar si no les gusta, no pueden hacerlo. Eres una mujer adulta e inteligente, no te dejes dominar de ese miedo.

De repente me siento sumamente ridícula acá en el suelo siendo consolada por semejante tontería. Me comporto como una niña ante mi futuro esposo, ¿qué clase de locura es esa? Siento las mejillas arder y quisiera meterme debajo de una roca por siempre, ¿dónde está mi madurez?

—Perdón... no quiero que me veas así. —Sacudo la cabeza sin mirarlo a los ojos—. Ve a la cama, ya voy yo. Estoy bien, te lo juro.

—Iré a la cama, pero contigo —asegura—. Te he visto en cada faceta en estos años y no me voy a espantar por un ataque de ansias de helado en la madrugada. —Se pone de pie de un brinco y me tiende la mano—. Vamos.

Acepto la mano que me ofrece y de un impulso me levanta. Me abraza con ternura y siento el calor que expide su pijama afelpada. Lo encuentro endemoniadamente tierno, es como el pecado vestido de peluche y la imagen hace que se me vaya de momento toda la tensión.

—Te ves demasiado tierno.

—Lo sé, pero gracias. —Santi me atrae y me mira a los ojos, sobando mi espalda con delicadeza—. Eres muy valiente, siempre lo has sido.

—No sé qué haría sin ti.

Santiago me separa y toma el tarro de helado del suelo mientras sonríe burlón.

—Te acabarías todo el helado, por supuesto. —Le voy un manotazo en el pecho—. Voy a ponerlo en la nevera, ve a la cama.

—No tardes o sacaré mi reserva de dulces de la mesita de noche.

—Ya los escondí —presume.

—Te odio.

—Me amas —afirma.

—Pero con odio.

Lo dejo riendo y llego hasta nuestra cama.

Santiago se ha ofrecido a acompañarme pero siento que es algo que debo hacer sola; más que ir a decirle lo que sea a mi mamá, es el acto de presentarme y mostrarme como toda una mujer hecha y derecha. La última vez que la vi fue en el diciembre pasado y cuando le comenté que estaba teniendo conflictos con mi tesis —por dificultad, estrés y falta de tiempo— no hizo más que repetir que eso no era para mí, que si yo no fuera tan cabezota no estaría pasando por eso y que por mi culpa no estaba casada y sin preocupaciones sino estudiando y sufriendo.

Siempre le quedó la espina de que no se diera lo mío con Dylan Beliarna y ella asegura que de no haber conocido a Luka y haberme "vuelto una rebelde", sería yo quien ahora tendría una hija y un hogar con Dylan. Ella sabe perfectamente que ese bebé y esa relación de él con su ahora esposa ya estaba desde antes de que yo me fuera de casa pero sigue con la teoría de que yo no lo retuve como debí. Al principio le respondía siempre con rencor ante sus acusaciones y el debate se extendía entre argumentos válidos míos y condenas al infierno de parte de ella para mí, pero con el tiempo me he limitado a blanquear los ojos y decir cosas como "sí, bueno, ya qué".

Por eso mis nervios. No sé qué dirá cuando le confiese que no solo pude sacar mi carrera adelante sino que además un buen hombre llegó a mi vida para llevarme al altar, no sé si volverá a sacar a Dylan a colación o si se sentirá feliz por mí. Intento repetirme que en realidad no importa su reacción porque nada va a cambiar pero a mi corazón sí le importa, tengo una necesidad estancada desde que era niña de hacer algo que mamá apruebe con buen agrado, no quisiera llegar a viejita sin poder pensar en algo que hice bien a sus ojos.

Con esos hilos en el pensamiento me meto en la cama y de nuevo me siento como una niña que solo busca la aprobación y el cariño de quien siempre me lo negó como yo lo esperaba y detesto sentirme así porque odio que mi mamá tenga ese poder sobre mis acciones, detesto que cada vez que voy a su casa, el progreso que he tenido conmigo misma se pierda y retroceda en el tiempo a aquellos años en los que debía agachar la cabeza para hablarle. Y odio aún más que mi corazón no pueda elegir un bando solo a mi favor porque aún cuando sé cómo es y todo lo que mamá representa, la sigo amando y continúo esperando que ella me ame también. Sus palabras y las de mi padre le dieron la forma a mi personalidad a medida que crecía y aunque ya de adulta pude ver lo negativo que fue, no puedo sacarme esa raíz de ningún modo.

Y Dios sabe que lo he intentado.

—¿Te han dicho que te quejas como una niña caprichosa cuando sus padres le niegan algo? —espeto a Denny, que ha hecho tres quejas en los últimos cinco minutos—. ¿Qué sucede contigo?

—¿Conmigo? Con este clima, está helado.

—Ya, claro. Y con tus quejas la diosa del clima nos mandará sol, solo para tenerte contento.

—Pues tal vez —responde con terquedad.

Hemos llegado hace unos minutos a Hillenburg, no hemos ni siquiera llegado al apartamento y Denny no ha hecho más que quejarse; que el clima, que la hora, que le duele la espalda... Debo agregar en su beneficio que casi todo el viaje venía durmiendo, según él para evadir el mareo y náuseas que siempre siente cuando viaja, así que se ha levantado malhumorado y al ser recibidos por una llovizna chispeante, se le ha empeorado el humor. Caminamos varios metros en silencio con la meta del área de taxis para poder finalmente llegar bajo techo; al detenernos y aguardar a que un auto llegue por obra del destino, Denny me pasa un brazo por el hombro.

—Sé que estoy gruñón, lo siento. Los viajes me ponen así y más si me recibe este helaje en el aire.

—Esa es una advertencia que debiste hacer cuando quisiste viajar conmigo, ya sabes, lo hubiera reconsiderado —bromeo.

—Lo siento —repite—. Soy una excelente compañía, lo juro.

—Eres el hombre adulto más quejumbroso y exagerado que conozco.

—¿Ya olvidaste al Gabriel que aparece cuando llega su crisis de la edad?

Suelto una risa que me quita totalmente la máscara de fingido enojo y Denny sonríe orgulloso.

—De acuerdo, eres el segundo adulto más quejumbroso y exagerado que conozco.

Tomamos un taxi y le doy la dirección. En el camino Denny se mantiene en silencio, lo que agradezco porque me sigo preparando mentalmente para la visita a mi mamá. Cuando Denny se unió oficialmente al viaje decidí no quedarme en su casa y mejor ocupar con él mi apartamento pero aun así debo ir y hacerle frente a mi progenitora. Que el cielo me ampare.

El viaje se hace un poco más largo de lo normal porque la lluvia tiene el tráfico un poco estancado pero sin más obstáculos, llegamos al edificio. Suspiro antes de entrar al elevador; siempre que vengo acá me invaden unas imágenes creadas por mi mente de Benjamín entrando con Adam y el corazón se me estruja al pensar cada vez con más nostalgia que ya han pasado varios años desde que él falleció.

Nunca puse en renta el apartamento porque no me parece correcto que alguien más viva aquí cuando fue el refugio de mi Adam y su Benjamín, simplemente creo que él me lo dejó para que fuera un refugio para mí también, no para otra cosa y así me gusta mantenerlo. Permanece con seguro la mayoría del tiempo que no estoy y cuando voy a viajar, llamo a Aida, una señora que viene y le hace limpieza para que quede habitable pues aún sin personas, el polvo y olor a guardado, llegan. Ella conoció a Adam, hizo el mismo trabajo de limpieza para él por tres años y desde entonces se encarga del apartamento, es de suma confianza y siempre me habla muy bien de mi abuelo sacando pequeñas anécdotas diferentes cada vez que nos encontramos.

Al quitar el seguro de las cuatro cerraduras de la puerta, le cedo la entrada a Denny que da un paso al frente ojeando todo con curiosidad. Es un apartamento pequeño y no hay mucho que mirar; al cruzar el umbral está el comedor y ahí junto una pequeña cocina, al lado derecho hay un pasillo diminuto que lleva a una habitación y el único baño y al lado izquierdo otro pasillo y habitación, eso es todo; son menos de cincuenta metros cuadrados pero es suficiente para una o dos personas.

—Está lindo —comenta Denny cortésmente.

—Gracias. Hay dos habitaciones, las dos son iguales de tamaño así que toma la que quieras. No es un hotel cinco estrellas, pero es cómodo.

—Está super, Cinthya, gracias por dejarme quedar. No es por ser chismoso, aunque sí, porque la verdad lo soy, pero ¿cuándo lo compraste?

Río ante la confianza con la que habla. Lo que me encanta de Denny es que tiene una de esas vibras que destilan comodidad; la charla con él es interminable y siempre fluye por canales que las unen con o sin sentido. No hay manera de aburrirse con él o de caer en un silencio incómodo a su lado.

—No lo compré. Es herencia de mi abuelo, bueno no era abuelo de sangre, pero sí de corazón. —Denny sonríe con dulzura—. Era un espacio especial para él y ahora es mío, nunca se ha rentado y así seguirá, pero si alguna vez vas a venir acá o Gabriel o ambos vienen, esta es su casa. Me dices y acá tienen hospedaje.

—Gracias. Hablando de Gabriel, te ha mandado otra disculpa por lo de la vez pasada.

Arrugo el puente de la nariz al escuchar la referencia a ese momento raro y Denny ríe entre dientes. Se ha sentado en uno de los cuatro lugares del comedor y me siento en otro, dejando las maletas y el bolso junto a las de Denny cerca de la puerta.

—Luka me dijo que no está de acuerdo en que siquiera hable conmigo aunque sin ofender, eso no es una razón válida. —Un pensamiento se me cruza en la mente—. ¿Le dijiste que estás acá conmigo?

—Claro que sí —responde riendo—. Gabriel te quiere, Cinthya, es solo que... —Chasquea la lengua—. No lo sé, encuentra contradictorio que seas amiga de Luka.

—Y apuesto por tu tono de voz que no estás de acuerdo con él.

Una sonrisa que en otro contexto puede lucir maligna adorna su rostro.

—Ganas esa apuesta, no estoy de acuerdo. Yo creo que el destino es poderoso.

—¿Destino? ¿de qué hablas?

—De ti y de Luka, por supuesto —responde con obviedad, como si me estuviera asegurando que el cielo es azul. Enarco ambas de mis cejas—. Vamos, niégame que fue extraordinario el haberse encontrado por allá en el culo del mundo.

—Solo son coincidencias.

—¿No has escuchado eso de que el que cree en coincidencias es porque no conoce el poder del destino?

—¿Frase sacada de un blog poético en Facebook?

—No importa de dónde la saqué, es cierto.

—De acuerdo, señor yo-creo-fielmente-en-el-destino, entonces crees que mi encuentro con Luka fue gracias a una fuerza mágica que está lista siempre para conspirar en nuestra contra.

—O a nuestro favor.

—Claro, claro, porque somos el punto de mayor importancia del universo. —Río sonoramente y aunque Denny quiere mantenerse serio, una risa también surca sus labios—. Ilumíname, ¿qué clase de destino nos incluye a Luka y a mí?

—Creo en el destino, pero no soy el destino, así que no lo sé. —Un brillo juguetón aparece en el cielo despejado de su mirada y su tono se traslada a uno confidente y curioso al tiempo—. ¿Vas a decirme que no sentiste nada cuando lo viste?

Otra de las cualidades que amo de la personalidad de Denny es que logra destilar amabilidad en sus palabras y en su mirada; es capaz, como en este caso, de hacerme sentir que somos mejores amigos aun cuando estuvimos un par de años sin ni siquiera vernos, infunde confianza y cero juicios, siento como si pudiera decirle que he cometido el peor de los crímenes pero él no me juzgaría. Tiene un ligero parecido con la cualidad de Theo que hace que no pueda mentirle, pero a diferencia de mi amigo, con Denny no siento vergüenza o temor de su reacción.

—Decir que no sentí nada sería mentir miserablemente.

—O sea que sí sentiste cosas.

Menea sus cejas arriba y abajo, haciendo que yo blanquee los ojos.

—Ni te emociones tanto, pareces una adolescente de quince preguntándole a su mejor amiga si el chico popular le gusta.

—Súmame unos años, no me cambies el sexo y asumamos que eres mi mejor amiga; eso es exactamente lo que te estoy preguntando.

—Lamento decepcionarte pero debo admitir que las primeras cosas que sentí al ver a Luka no fueron precisamente buenas.

Dramatiza un gesto de decepción absoluta, haciendo honores a mi metáfora de que parece una adolescente.

—Vamos, cuéntame.

—¿Y desde cuándo eres tan curioso?

—Desde los seis cuando le pregunté a mamá de dónde venían los bebés y por qué mi hermana era de piel oscura si yo era blanco como la leche. —Se ríe de sus propias palabras—. Yo no sabía que Sarah era adoptada y le pregunté a mi mamá que si en la fábrica de bebés se habían quedado sin color para Diego y para mí y que no era justo porque Sarah lo tenía todo.

Imaginarme a un Denny de seis años con un hermano gemelo envidiando a su hermana porque tiene piel más oscura, me resulta adorable y divertido.

—¿Y qué te dijo tu mamá?

—Oh, ella es muy directa así que me habló vagamente de sexo y de que Sarah venía de otra barriga. —Menea sus manos restándole importancia—. No me cambies el tema, ¿qué sentiste al ver a Luka?

Niego con la cabeza pero decido responderle con sinceridad.

—Lo primero fue sorpresa, por supuesto, por un segundo pensé que era una aparición. De hecho a la mañana siguiente amanecí creyendo que ver a Luka era un producto de mi imaginación y no algo real. Luego tuve un mini resumen en mi mente de cuando nos conocimos en esta ciudad y no sé...

—¿Sentiste ira? ¿enojo, ganas de una explicación? ¿mariposas?

—Creo que no a las cuatro opciones. Te admito que tuve un poco de ¿nostalgia?, o no sé, esa sensación de que él hacía parte de un pasado agridulce que creí que estaba enterrado.

—Me contó que fueron a una feria y que ebria eres más divertida.

—¿Eso dijo?

—Estoy parafraseando —admite—. ¿No pasó nada entre ustedes?

A mi mente llega el casi beso que gracias al cielo no pasó y me estremezco imperceptiblemente en mi lugar.

—No, nada de nada. ¿Qué quieres que te diga, Denny?

—Sabes perfectamente lo que quiero que me digas.

Su mirada pícara es muy directa con su pregunta y como una tonta suelto una risa cómplice que él acompaña. Dios, ¿en qué momento viajé a mi adolescencia a charlar como una niña? Aunque bien mirado en mi adolescencia no pasó nada importante con chicos... o con amigas.

—Bien, Luka me pareció más atractivo de como lo recordaba, ¿contento?

—Casi contento, sigue.

—Desde que lo conocí la primera vez me encantó su mirada y ahora en el viaje cuando lo vi a los ojos, solo por un momento, sentí que el tiempo no había pasado. Fue un déjà vu no del todo agradable porque así como reviví en mi mente esas miradas que me daba hace años, también reviví cómo terminaron las cosas entre nosotros.

Mi tono nostálgico nos trae un corto silencio. Hablar con Denny es una terapia de lo más bonita porque lo que le digo, aún si es desagradable, me trae paz. Él debería haber estudiado psicología, sería excelente escuchando a los demás. Yo pagaría por un psicólogo como Denny.

—¿Qué tanto lo quisiste? —pregunta de repente.

Mi rostro gira bruscamente a él como si quisiera preguntarle con la mirada si en serio ha preguntado eso y mi primer plan es decirle que no es asunto suyo, pero sus ojos azules no traen más que buenas intenciones y genuina curiosidad. Suspiro y paso una mano por mi cabello.

—Más de lo que puedo aceptar considerando el poco tiempo que estuvo en mi vida. Hay... hay ciertas cosas que solo se remueven una vez con el primer amor.

—¿Te enamoraste de él? —Asiento sin mirarlo a los ojos—. Y nunca te habías enamorado antes.

—No. Pequé mucho de ilusa con él, ¿sabes?

—¿Qué enamorado no es iluso? Yo te entiendo a medias porque comprendo completamente eso de que hay cosas que solo remueve el primer amor, pero hasta ahí, porque por fortuna yo me quedé con el mío.

—¿Gabriel es tu primer amor?

—El único y el último.

Su semblante de enamorado se me antoja por un segundo envidiable. Desde que los conozco, Gabriel y Denny han sido la prueba contundente de que el amor verdadero sí existe aunque a veces pensemos que no es así, ellos le dan el significado a la palabra amor, a la lealtad y a la fidelidad, ellos son la evidencia de que el amor no está solo en los libros sino que Dios realmente lo mandó al mundo para que anidara en parejas como ellos.

—¿Y Luka? ¿sabes cuántas veces se ha enamorado él?

Aunque sé que no debería preguntar, no lo puedo evitar luego de haberle contado esto a Denny. Sé que cualquier cosa acá dicha se quedará entre nosotros y puede que eso haya sumado para haberme atrevido a preguntarle.

—Creo que eso es algo que deberías preguntarle a él —responde luego de una pausa—. Yo solo puedo hablar por mi corazón pero no por el suyo.

—Me quedaré con la duda entonces. Igual no importa, solo es curiosidad.

—No puedo hablar por su corazón pero sí por mi percepción de él y creo poder asegurar que tu nombre está en ese cajón de amor verdadero.

No puedo atajar el resoplido que suelto pero a la vez no me importa, no tengo por qué reprimirme con Denny.

—Sí, bueno, si eso fuera cierto... las cosas serían distintas.

De mi boca iban a salir las palabras "si eso fuera cierto, ahora estaríamos juntos" pero me han sabido tan agrias que las cambié a último segundo.

—Creo que eso es.

—¿Qué eso es qué?

—Me preguntaste por lo que yo pensaba sobre el destino y ustedes dos, creo que eso es, se deben algo. El destino los ha juntado porque se deben algo.

Pongo mis codos sobre la mesa y mi mentón pasa a reposar sobre mis manos juntas. Entrecierro los ojos hacia Denny esperando que se ría y diga "ja, es una broma" pero se mantiene firme. Niego con la cabeza y suspiro.

—Sí, tal vez un café y un par de reproches inútiles.

—O un whisky y un par de confesiones.

—¿Qué tendría yo que confesarle a Luka? Se lo dije todo antes de irme, ahora me arrepiento de haberme humillado así, pero en ese entonces se lo dije todo. Él supo que lo amé y también supo en la cantidad de pedazos que me dejó el corazón.

—Pero tú no. Tú no lo escuchaste decirte nada al respecto y el que me digas que dudas de que te quiso es la prueba.

—No hay nada más qué decir, Denny. Si me quiso o no, carece de importancia por dos razones, uno, en aquel entonces él siguió con Adriana demostrando que no fui tan relevante en su vida como él en la mía, y dos, porque han pasado muchos años y ya no importa.

—Eres terca —manifiesta, sacándome una sonrisa—. Dime, durante todo el viaje y las horas que pasaron hablando, ¿no te movió ni una sola mariposita?

—Eso es irrelevante. Si me das unos tragos, hasta tú me mueves mariposas.

Denny abre mucho sus ojos y suelta una carcajada.

—No digas eso frente a Gabriel.

—Es metafórico. Vamos, Denny, digo que la edad de las maripositas ya pasó.

—Solo tienes veinticinco años. Yo sigo teniéndolas y llevo diez años de noviazgo.

—Yo también las tengo con Santiago, mi futuro esposo, ¿recuerdas? —Blanquea los ojos—. Lo que digo es que unas maripositas ya no me controlan el corazón hoy en día, no como antes, no como si estuviera soltera y a la merced de las hormonas en el cuerpo.

—O sea que Luka sí te revolvió hormonas.

—Con tragos, hasta tú, recuérdalo.

—Le diré que te de unos tragos entonces.

—¿Le dirás...? ¿qué? ¿de qué hablas?

—De nada. —Se levanta de la silla y toma su maleta—. Fue precioso hablar contigo, iré a dejar la maleta. Tomo la habitación de la derecha, gracias.

Así de brusco como se levantó, se pierde por el pasillito de la derecha. Ruedo los ojos y tomo el teléfono para llamar a Santiago y decirle que ya llegué. Según la pantalla, es la una de la tarde y ya que no pienso ir tan temprano a casa de mamá, invitaré a Denny a almorzar, ya luego veré.

—¡Oye, Denny! —grito hacia adentro.

—¡Dime! —Ya que el pasillo es tan corto, solo basta que él se asome por la puerta y que yo me estire un poco para poder verlo.

—¿Salimos a almorzar o pedimos a domicilio?

—Salgamos. Hace un frío endemoniado pero prefiero salir. Yo invito.

—De acuerdo.

Luego de hablar brevemente con Santiago, solo me queda una llamada que hacer. Respiro hondo antes de oprimir la opción verde y luego lo pongo en mi oreja, pasan tres largos pitidos hasta que escucho la voz de mi mamá al otro lado.

—Hola, ma.

—¿Cómo estás, hija?

En pro de no aumentar mis nervios o verme impulsada a arrepentirme, no le dije a mi mamá que vendría, de todas maneras nunca lo hago, solo llego y ya y así me ha funcionado. Tomar a mi mamá desprevenida me funciona para que no prepare más palabras sobre por qué no llevo la vida correcta.

—Bien. Oye, ma, estoy acá en Hillengburg.

—¿Por qué no avisaste? —Suena con una mezcla de sorpresa y reproche.

—Fue algo de último minuto. Oye, ¿puedo pasar más tarde a saludarte?

—¿No te vendrás a quedar?

Afortunadamente he tenido todo el viaje en bus con el dormilón de Denny para planear mis actos del fin de semana y aunque quedarme con ella era una de las opciones —la menos apetecible, he de añadir—, al escuchar su voz tomo el plan A que consiste solo en visita y en mentir para no levantar más preguntas.

—Solo estoy de paso, mañana me iré.

—¿Vienes a cenar entonces hoy?

—Si no hay problema, sí.

—Te esperamos entonces. Estaremos en casa después de las cinco, pasa cuando quieras.

—Gracias, ma. Te veo más tarde.

De como salga esa visita hoy dependerá si mañana la visito otro poco o si me apego a la mentira de que me iré. Sea como sea, sí me quedaré hasta el domingo para poder devolverme con Denny y además quiero ir a visitar San Patricio; cada vez que vengo voy a saludar a Carmen que pese a los años sigue trabajando allí, también a dos abuelitas que siguen vivas y que conocieron a Adam y a los nuevos que van llegando. En honor a Adam y agradeciendo lo bien que lo trataron por tantos años, cada vez que puedo hago una donación monetaria que sirve para mejorar las instalaciones o para darles algún detalle a los abuelos abandonados que son más del ochenta por ciento y como en esta ocasión puedo, pues también aprovecharé y haré eso.

De cualquier modo por ahora solo me queda preocuparme por almorzar y por no dejar que los nervios me dañen la digestión. Voy a quitarme el temor del pecho e iré con la frente en alto hasta la casa de mi madre en la cima de aquella montaña —sin subir los trescientos cuarenta y cinco escalones, ya puedo pagar un taxi— y le diré con orgullo que voy a casarme.

Dios, dame paciencia.

Gracias por su espera, ojalá les haya gustado el capítulo ♥

Recuerda dejar tu estrellita y comenta tu opinión ♥

Nos leemos c:

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