V E I N T I D Ó S
Maratón 4/4
LUKA
A unos veinticinco kilómetros de distancia vive un hombre de mi edad llamado Gabriel Sanders que me ha conocido desde que éramos niños. No puedo recordar un punto de mi vida antes de él y ha sido el único fuera de mi pequeño círculo familiar que jamás me ha dejado solo sin importar el tiempo o la distancia que nos separen.
Vive con su novio en una pequeña casa de un pueblo mediano donde han empezado hace poco menos de un año, casi al mismo tiempo que Mateo, mi abuela y yo nos establecimos acá. Gabriel es la única persona en todo el planeta que puede decir que me conoce completamente con esa confianza y camaradería que solo se consigue viviendo juntos las experiencias de la niñez, adolescencia y todo lo que va después. Pese a todo, somos las dos personas más opuestas desde la parte física hasta la personalidad de cada uno.
Las diferencias, no obstante, nos han unido más. Al enfrentar juntos los problemas del otro, hemos formado ese amor de hermanos que nada ni nadie puede dañar o interrumpir.
También cabe destacar que es el único que no tiene pelos en la lengua para insultarme cuando algo hago mal, o sea, el cincuenta por ciento del tiempo, pero ya sabiendo que casi siempre tiene razón, lo escucho... o sea, no sigo sus consejos casi nunca, pero lo escucho.
Cerca de la una, cuando sabe que estoy en mi espacio para el almuerzo, recibo una vídeo llamada de él. Casi todos los días almuerzo en mi oficina; es cómoda, cerrada, silenciosa y puedo luego reposar en mi pequeño sillón acolchado.
Conecto la llamada al computador y la contesto. Del otro lado aparece la brillante sonrisa de Gabriel en lo que parece la sala de su casa; el sol le da en todo el lado derecho así que supongo que está junto a una ventana. .
—El señor arquitecto parece que no tiene tiempo nunca de llamar a los pobres —bromea—. Si no te llamo yo, pueden pasar siglos y ni te acuerdas de que existimos.
—Hablamos ayer —objeto con sarcasmo ante su drama innecesario.
—Por mensajes.
—Por video hablamos solo hace... ¿tres? ¿cuatro días?
—¡Y lo dice tan relajado! —escucho la voz de su novio y a los dos segundos, su cara aparece en la pantalla meneando su mano—. Cada dos días máximo deberías llamarlo, Luka. Gabriel se enloquece sin verte la cara.
—Qué cursis ustedes —refunfuño en medio de una risa—. ¿Cómo han estado? ¿qué tal el clima?
—Un solazo espectacular para que Denny agarre color —responde Gabriel, señalando a su acompañante—. Aunque a mí me está quemando más de la cuenta..
—Pues no funciona porque Denny sigue igual de pálido.
—Lo sé. —Gabriel suspira dramáticamente—. Parece una leche con ojos azules.
Denny le da una colleja y luego le da un beso en la mejilla. Llevan casi diez años juntos y parecen aún así niños de quince. A veces son irritantes, son demasiado sonrisas y optimismo para mí, por eso eligieron un pueblo para vivir y no la ciudad, dicen que las ciudades guardan todo el estrés en las personas y que ellos no desean lidiar con ello.
—¿Qué tal ustedes? —pregunta Denny.
—Mateo va bien en sus estudios. Está a poco de tener novia.
Mateo me lo oculta, pero no soy tonto y sé que hay una niña que le mueve el piso en su curso. Ya lo veré pidiéndome consejos algún día.
—Pedimos a Dios que no salga mujeriego —replica Gabriel—. Señor, alejalo de los pasos de su hermano.
—Eso me ofendería, pero no, es cierto. Espero que Dios los oiga.
—Nos oirá, somos buenos samaritanos.
—Ajá —ironizo—. Cuéntenme la cantidad de obras de caridad que hacen, pareja samaritana.
—No muchas, pero creo que Dios aprecia que optemos por el bien y no por el mal —dice Denny—. El simple hecho de no lastimar a nadie es un gesto que agrada a los cielos hoy en día.
—¿Así justifican el no hacer caridad? Lindo, muy lindo.
—Recuérdame por qué decidimos llamarlo —le dice Gabriel a Denny con enfado—. Es un fastidioso.
—Las noticias —responde—. Por eso.
—¿Cuáles noticias?
Sea lo que sea que vayan a decir, Gabriel lo ha ensayado porque Denny tiene una mueca de burla en su cara y conozco esa expresión de resignación ante sus tonterías, blanquea los ojos y se lo queda mirando para que hable.
Gabriel lo piensa por un par de segundos y luego habla:
—Veamos... —Empieza a enumerar con sus dedos—. Denny se quitó la caries que tenía en una muela desde hace un mes, yo compré una camisa roja que odié cuando llegué a la casa, pinté mi local de azul, nos vamos a casar y estamos considerando comprar un pez más.
Tras su listado con voz indiferente y en apariencia sin interés alguno, me observan ambos completamente contentos y con la expectativa a mi respuesta.
No puedo evitar la enorme sonrisa que adorna mi rostro, de felicidad pura por mi mejor amigo.
—¿En serio? —Gabriel asiente efusivamente y abraza a Denny; luego, a propósito para enojarlo, agrego:—. ¡¿Van a comprar otro pez?!
Denny suelta una carcajada pero Gabriel blanquea los ojos.
—Imbécil.
—Solo me intereso en todas las noticias —defiendo—. Pero en serio, ¿se van a casar?
Mi amigo olvida su fastidio por mi broma y asiente emocionado.
—¡Sí! ¡Eres el primero en saberlo! Nos comprometimos hace unas horas, de hecho.
—Estoy muy feliz por ustedes. Por ti, Gabriel... Dios, estoy tan contento... —Por el cúmulo de alegría y de ver su imagen en la pantalla, se me humedecen los ojos. Respiro hondo y aclaro la garganta—. Serán muy felices. Más que ahora... no sé qué decirles, felicidades...
—Y obviamente serás mi padrino —añade Gabriel—. Te avisaré la fecha, aún no tenemos.
—Claro que sí, cuando digan, donde digan. No puedo creer que te cases.
—Los dejaré solos, debo irme. —Denny se despide y sale de la imagen.
—Lo sé, es una locura. Pero bueno, era de esperarse... al menos nunca lo descarté y no sé... llevamos muchos años juntos, así que ¿por qué no? El matrimonio es como la guinda del amor, y lo amo como el primer día, así que... ya sabes... hace diez años él me prometió que nos casaríamos una década después y pues... está cumpliendo su promesa.
—A veces te envidio tanto —murmuro, restregando con mi mano mis ojos y las lágrimas que no alcanzaron a salir pero que tampoco me da vergüenza demostrar con él—. Tenemos la misma edad y tú llevas diez años de noviazgo y te casarás. ¿En qué momento pasó tanto tiempo?
—Sí. El tiempo pasa volando. —Guardamos silencio al tiempo, en un lapso de reflexión al respecto. Luego, añade—: Debemos ir a tomarnos unas cervezas, Luka. Hace mucho no salimos.
—Seis meses —confirmo—. Hace seis meses o más viniste pero yo no he podido ir a ver su casa.
—Hoy es jueves y este fin de semana podría viajar —informa.
—Las puertas de esta casa siempre están abiertas para ti. —La idea de hablar con él en persona me entusiasma demasiado, la verdad es que sin importar la edad que tenga, siempre voy a necesitar a mi mejor amigo—. ¿Vendrás con Denny?
—No. Solo tú y yo, Luka Greisnar. Es un pecado que estando solo a una hora de distancia no nos veamos seguido. Denny irá el fin de semana a visitar a su hermano y contarle de la boda a su cuñada y todo, así que podemos partir caminos un par de días.
—¿Seguro?
—Sí. Voy a cuadrar detalles con Denny y mañana en la noche o el sábado estaré allá. —Asiento y él se queda callado un momento, tras la pausa, añade—: ¿Algo ha sucedido?
—No. ¿Por qué?
—Tienes una mirada rara. Aún con esta media definición de la cámara, sé que tienes algo que contarme.
—Un asunto con Mateo, pero ya te contaré.
—¿Algo más? —insiste. Al estar en silencio ante eso, él solito deduce una teoría—. ¿Sigues con el asunto de Carolina?
Sin quererlo, la sonrisa culpable se me cruza en la cara; solamente alguien como Gabriel podría realmente descifrar mis gestos. Lo odio.
—Tal vez. No he hecho nada malo, lo juro.
—Ese "he" no me gusta. Suena a que no lo has hecho, pero ya lo planeaste. Déjate de estupideces.
—No estoy haciendo ninguna estupidez
—¿Ya olvidaste todo mi sermón de hace dos días?
—Me sermoneaste vía mensajes, no cuenta.
—Y prepárate para el sermón en persona, pedazo de imprudencia andante.
—Yo también te amo.
—No me pienso amargar hoy con eso —declara—. Este día estará consignado como el día de mi compromiso y no dejaré que tus fracasos amorosos me lo arruinen en el recuerdo.
—Te agradezco que recalques lo de "fracasos amorosos". Siempre me hace bien hablar contigo —digo con sarcasmo—. Mejor hablamos acá cuando vengas.
—Huye, claro. Adiós, Luka. Dale mis saludos a Nani y a Mateo.
Meneando su mano, desconecta la llamada. Ya me vi siendo regañado por Gabriel... de nuevo.
Gabriel suspira y da un largo sorbo a su cerveza, su atención no tiene un punto fijo, mira su vaso, la pared, sus manos y ocasionalmente mis ojos luego de haberle dicho con más detalle de mi encuentro en Allington con Carolina. Aunque sé que me escucha y me analiza, el resto de sus sentidos están dispersos o quizás solo finge, preparando su regañina.
Termino mi relato y Gabriel luce contrariado; se toma varios segundos de meditación. Tras otro largo trago que vacía por completo su vaso, se inclina sobre la mesa un poco y habla:
—Eres imbécil.
—Dime la razón.
—¿Dime la razón? —repite, indignado—. A ver si fue que tal vez escuché mal, entonces lo resumo: encontraste a Carolina en Allington, pasaron un par de horas juntos por un par de días, charlaron y tú coqueteándole como idiota, sentiste algo de culpa por como quedaron las cosas en el pasado y le pediste una escueta disculpa estando medio borracho, luego antes de despedirse te dijo que estaba a poco de casarse, y tu reacción primaria fue "voy a ver si tengo oportunidad con ella". ¿Me faltó algo?
—Sí, la había invitado a venir conmigo en el viaje de vuelta y dijo que no —ironizo.
—Ah, ya, ahora comprendo mejor. Sí, eres un imbécil.
Blanqueo los ojos y busco con lentitud una respuesta que desmienta su argumento. Admito que no encuentro uno bueno...
—¿Por qué está tan mal, Gabriel? Realmente.
—¿Qué por qué está...? —Gabriel hace una seña al chico que atiende el bar para que nos traiga otras dos cervezas—. Dios, Luka, tiene que ser un chiste.
—No, no lo es. Sabes lo mucho que amé a Carolina, no diré que me enamoré perdidamente al verla de nuevo, pero sí sé que me gustó y demasiado. Y no sé si es locura, pero sé que hay... algo aún ahí con nosotros. Sé que han pasado muchos años, pero...
—Ah, ¿sí lo notaste? Porque pensé que no recordabas que han pasado años.
—No importa.
—Cinco años —insiste—. Ella ha tenido más parejas, ella ha hecho su vida, tú has tenido novias, ella está comprometida. Comprometida. Comprometida. —Hace énfasis—. Ambos siguieron con su vida, deja eso así.
Tomo aire, empezando a convencerme de su reproche; empieza a hacerme sentir culpas y no quiero eso.
—Piensa que si la vida nos volvió a encontrar en el mismo camino es por algo, Gabriel. No quiero ser tan pesimista o estúpido como para ignorar el reencontrarla luego de todo lo que la busqué en el pasado. Es una señal...
—¿Del destino? —bufa—. ¿Del destino de quién? ¿del tuyo? Piensa un poco en ella.
—Pienso en ella todo el día.
—No de esa manera, imbécil. Deja de pensar en ti, Luka. —Empieza la nueva cerveza que el chico nos trae y hago lo mismo. Luego se inclina hacia adelante, como si tomara impulso para seguir dando razones—. ¿Ella te demostró de modo alguno que sintió algo por ti?
—No el día que nos vimos. De hecho parecía que quería evitarme, pero después fue más amable.
—Hay una gran diferencia entre "amable" y "me gustas". Carolina de por sí es amable, no te sientas especial de que lo haya sido contigo.
—Bien, admito que en primer lugar estaba a la defensiva conmigo. Como si yo fuera...
—¿Alguien que le rompió el corazón? —aventura, interrumpiendo.
—Iba a decir "un viejo enemigo", pero gracias, eso es más específico.
—Luka, ¿qué esperabas? ¿un abrazo y un "¿Qué tal has estado?, vamos a tomarnos un café?" Durante varios años sentiste rencor con otra de tus ex novias de antes de Carolina —exclama, inspirándome una mueca de desagrado al pensar en ese pasado más lejano aún—, ¿no crees que ella tiene el mismo derecho?
—Te estás desviando del tema, ella no me tiene rencor —refunfuño, pues empiezo a enredar mis razones en la cabeza. Un gruñido fastidiado sale de mis labios—. ¿Qué se supone que debo hacer entonces? ¿hacer de cuenta que no la vi y ya?
—Sacando tu sarcasmo, sí —afirma sin pizca de duda—. Ya que entramos en suposiciones, te tengo una: supongamos que Carolina está profundamente enamorada de su novio, como debe ser, y que tiene una relación feliz y estable, quizás incluso piense en hijos, o así no lo haga. Ella está feliz, ya ha hecho su vida, ¿qué derecho crees que tienes de meter las manos ahí? ¿crees que sería beneficioso ir a hablar con ella y desenterrar heridas que posiblemente ella ya ha dejado en el pasado gracias a su prometido y al tiempo? Y vale, supongamos de nuevo, que sí hablas con ella y ¡Oh!, ella te corresponde un poquito mostrando interés por el amor del pasado, ¿quién te crees para ir a dañarle el compromiso en el presente?
—Yo no he dicho que le voy a...
—Sí, tienes la intención.
—Dije: si veo que hay una pista de que ella no es completamente feliz, puedo intentar algo —parafraseo todo lo que le he argumentado—. Si la veo completamente contenta no meteré la nariz donde...
—No lo hagas desde ya.
Empiezo a perder la paciencia porque él es más terco que una maldita mula y se supone que debería estar aconsejándome, no dándome más y más mierda. Es como si a pesar de no ver a Carolina hace mucho, estuviera de su lado y no del mío como debería.
—¡Deja de interrumpirme, porque...!
—Lo mereces —lo hace de nuevo. Le doy un empujón no tan amigable que hace que las cervezas sobre nuestra mesa se mesan y rieguen un poco; ya que el rostro de ninguno es risueño sino serio y enojado, un par de sillas alrededor se giran y sus ocupantes nos miran, quizás esperando pelea—. Es que eres necio, Luka. Eres...
—¡Imbécil, sí! —grito—. ¡No entiendo es por qué no me apoyas, eres mi mejor amigo!
—¡Porque no quiero que sufras de nuevo! —trona también y me callo de inmediato. Parece que el resto de bebedores también se callan y creo escuchar un "uuuhhh" por lo bajo de parte de todos. Gabriel parece ver que todos están pendientes y ambos sincronizamos barrer el lugar con la mirada, haciendo que todos vuelvan a sus asuntos. Luego de varios segundos, se gira de nuevo y enfrenta mis ojos; con un tono más sosegado, continúa—. No quiero que sufras de nuevo. Suficiente con el corazón destrozado la primera vez, Luka, abre los ojos. Carolina ya no está para ti, ella ya tiene a alguien. En este momento puede estar besando a su futuro esposo, pueden estar acostados mirando televisión o diciéndose lo mucho que se aman. No somos niños, esto no es un flechazo por una nena a los quince años, somos adultos, no hablamos de un gustico, hablamos de matrimonio, de una vida que ella ya tiene organizada.
Mi mandíbula se tensa y me duelen las muelas traseras. Siento un picor incómodo en los ojos y sobre la mesa mis puños hacen que me entierre las uñas en las palmas. La sola imagen que Gabriel acaba de darme de Carolina como una mujer de hogar feliz me revuelve el estómago de la forma más egoísta pero sincera posible. Lo que más me encabrona es que tiene toda la puta razón del mundo, pero mi mente no acepta eso, al menos no como primera opción, no sin al menos corroborar que no tengo la más mínima posibilidad.
Tan furioso como me siento, paso mis manos por mi cabello con fuerza, arrancando un par entre los dedos. Me levanto de un brinco de la silla y emprendo hacia la salida. Tras unos minutos y ya cuando estoy en la calle, Gabriel llega tras de mí pero no me detengo. Estamos cerca de mi casa, así que llegamos a pie, por lo que así debemos volver.
Gabriel pone su mano sobre mi hombro.
—Lo que te digo es por tu bien —murmura. No respondo—. Sé que la amaste mucho, Luka, pero ponte una gota de realidad en los ojos. Todo eso es pasado.
—No —espeto, levantando la voz. Veo mi casa y apuro más el paso, sacando las llaves. Gabriel se queda con nosotros así que obviamente él entrará conmigo—. No voy a perderla de nuevo.
—No puedes perder lo que no tienes.
—No me importa. —Antes de abrir la puerta, giro a mirarlo. Sus ojos negros están calmados pero firmes, eleva el mentón como para darle más aplomo a su sentir—. Juro por mi vida que si veo que le estorbaré en algo, me alejaré para siempre y la olvidaré, pero si encuentro una posibilidad por diminuta que sea, la voy a tomar, Gabriel, y si al final lo sufro y me destroza, lo asumiré, ¿vale? Pero no voy a quedarme una vez más con la duda de qué habría pasado si.
Bajo el bombillito de la entrada, Gabriel y yo nos miramos a los ojos. En los míos hay humedad pero firmeza, en los suyos hay una mezcla de resignación y lástima.
Sé que estoy siendo necio; la gota de realidad que Gabriel me pide la tengo por montones en la cabeza, pero quiero aferrarme a lo imposible. Si ya he tomado malas decisiones en casi treinta años de vida, una más no me matará, y evitarla, sí lo hará.
Me veré con Carolina en unos días y de ese encuentro, sea de tres minutos o de dos horas, dependerá mi promesa. No le he mentido a Gabriel; si noto que no soy ni mínimamente correspondido, la dejaré y seguiré con mi vida, pero no voy a dejar ir este destello de oportunidad que la vida me ha dado.
A decir verdad, le mentí un poquito a Gabriel. Sí me alejaría, pero no la olvidaría, eso es imposible. El olvido me elude cuando del recuerdo de Caro se trata; solo espero que a ella también la eluda cuando piensa en mi nombre.
¡Fin del maratón!
Gracias por su sintonía y recuerden dejar su estrellita, y si son espíritus elevados, un comentario también ♥
Y ah, a fangirlear porque DENNY Y GABY SE CASAN. ♥
B y e, nos leemos en diciembre 😏
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