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T R E I N T A Y T R E S

Ya que de por sí estos días han estado lluviosos, el césped cede un poco bajo mi peso al caminar hacia la tumba de Adam. Mantengo al día los pagos con el cementerio para que le hagan el mantenimiento a su pequeño espacio y para que las flores no le falten por lo que la encuentro bien aseada y tan bien podada como siempre; compré el lote completo por lo que nunca han sacado sus restos y así se quedará hasta que yo muera y me entierren aquí también.

Le he pedido a Luka que me espere en el auto porque siempre que vengo prefiero estar un ratito a solas con la lápida que tiene una foto suya sonriendo de poco antes de que falleciera.

Coloco una pequeña toalla que traje en el césped para poder sentarme aquí unos minutos; tomo distraídamente las hojas secas provenientes de un árbol cercano y que ensucian el recuadro que lo delimita y las voy alejando hacia los lados, retiro las florecitas que ya están muertas dejándolas a un lado para ponerlas en la basura al salir. Suspiro cuando trato de poner el tono de su voz en mi cabeza; me llega distorsionado y a la vez nítido, como la voz que se escucha a través de una línea telefónica con baja señal.

De no ser por Adam, no sé a dónde estaría mi vida en este momento. Posiblemente habría vuelto a casa de mi mamá o seguiría pagando el apartamento diminuto a dos puertas de donde vivió Luka, puede que ni siquiera hubiera podido sacar mi carrera adelante y estaría tan desorientada como a mis veinte años.

Sonrío al recordar una parte de la última carta que me dejó antes de irse, esa línea que dice que el único amor que necesito es el propio porque el resto son añadiduras; pienso con ironía que esa es una noción muy dulce y romántica pero no del todo cierta, yo siento que lo necesito a él con frecuencia, necesito de ese amor paternal que me dio con palabras desinteresadas y que me hacía sentir tan amada.

Le concedo que el amor propio sí es el más importante pero no es el único necesario; cuando leí su carta lo creí completamente porque no sabía nada de la vida todavía, no sabía cómo iba a seguir sin mis padres y luego sin él y me aferré solamente a eso: a amarme a mí misma con la meta de encontrar la felicidad que a veces sentía que no tenía ni un poco.

En ese camino me volví inseparable de Theo, descubrí a Michelle y supe de la importancia del amor de unos mejores amigos; conocí y me enamoré de Santiago, aprendiendo la importancia de ese medio corazón que nos pertenece; vi crecer a Luna, aprendiendo la cantidad de amor que un animal puede aportar, e incluso me llevé tan bien con mi jefe en Colton's Company que descubrí que ese cariño y respeto formal del ambiente de trabajo también es necesario para la paz mental.

Todo me llevó a terminar amándome pero también me trajo la certeza de que necesitaba más, y eso incluye que Adam me hace mucha falta aún cuando el tiempo ya me hizo acostumbrarme a su ausencia.

Siento una lágrima perezosa bajando por mi mejilla al recordar la sonrisa de Adam al verla en esa foto en la lápida e imaginar que el tiempo no ha pasado y que él sigue en San Patricio jugando dominó con los otros abuelos. Termino de sacar unas hojas secas del límite de la tumba y limpio mi mejilla; paso mi mano por encima de su fotografía impresa en cerámica y otro suspiro me ahoga el pecho.

—Te amo y siempre te amaré —susurró bajito—. Fuiste mi angelito de la guarda y te extraño tanto como el primer día. No te preocupes, de todas maneras estoy bien. Me dijiste en la carta que mientras yo estuviera bien, tú lo ibas a estar y sí, abue, estoy bien... —Por instinto giro la cabeza y a unos cincuenta metros está el auto de Luka y él está frente a su puerta, solo mirando su celular—. Quizás un poco confundida, te lo confieso. Siempre me pediste que siguiera a mi corazón, pero no me dijiste que a veces el corazón no sabe qué carajos hace. —Río entre dientes cuando siento otra lágrima acariciarme los labios—. Daría todo porque estuvieras acá y me dieras un consejo. Hace tanto que no te escucho que no puedo ni siquiera suponer o apostar sobre lo que dirías. ¿Me dirías que soy ingenua por acariciar la piedra con la que me tropecé en el pasado? ¿o me dirías que si caerme de nuevo me hace feliz, adelante?

El silencio propio de los cementerios es mi única respuesta, el silencio de la ausencia decorada con ramos de flores, el silencio devastador que se recibe al estar segura de que no habrá respuesta.

Un sollozo único y suave me sube desde el estómago y a la vez que la última lágrima cae, siento unas pocas gotas chispeantes en mi cabeza; ha empezado a lloviznar. Limpio mis mejillas y respiro hondo para repeler más llanto y toco una vez más la foto de Adam para luego ponerme de pie y mirarla desde lo alto.

—Te amo, Adam.

Elevo una corta oración en silencio, pidiendo por el bienestar de su alma, me persigno y vuelvo a paso rápido a donde está el auto pues ya está lloviznando con más fuerza.

Luka ya se ha entrado al auto cuando yo lo hago; no prende el motor de inmediato y aunque no lo estoy viendo, sí siento que él me observa a mí. Mi mirada queda suspendida en el parabrisas sin motivo alguno, solo es el ánimo con el que salgo cada vez que vengo al cementerio. Luka no dice nada y me toma por sorpresa cuando pone su mano amablemente sobre la mía que reposa en mi muslo. Su palma abrasa mi piel y me gusta porque no lo siento como un contacto raro, lo siento como lo que es: una muestra dulce de apoyo al verme decaída.

No giro a mirarlo, a cambio de eso pongo mi otra mano encima, dejando la suya en medio y con mi pulgar acariciando el dorso, le agradezco. Nos quedamos así solo por diez segundos y entonces ladeo la cara, en su rostro hay una sonrisa apesadumbrada pero cariñosa.

—Gracias —murmuro con sinceridad y separo mis manos para que Luka mueva la suya y encienda el motor. Cambio de tema rápidamente evitando ponerme más melancólica—. Parece que no hará un día maravilloso. En San Patricio no tardaré, ¿qué hacemos después?

—Vamos a San Patricio y ya después miramos.

—Sí, está bien.

Luka arranca y sale del cementerio. El espacio dentro del auto se vuelve ameno con la música de Radiohead a un volumen muy bajo, mezclado con otro tipo de silencio: el silencio cómodo que genera una buena compañía.

La visita a San Patricio no nos tomó demasiado tiempo porque Carmen está en su día libre por lo que me limité a saludar brevemente a algunos de los abuelos y Luka charló un poco con dos señoras que recuerdan con cariño a la señora Elvira.

Luka tomó la calle principal luego de salir de allí y va conduciendo por las calles que yo conozco pero no sé hacia dónde.

—No has gastado ni una sola de tus preguntas —comento.

Luka mantiene una de sus manos en el volante y la otra con el codo apoyado en la ventana abierta; luego de salir del cementerio y alejarnos, la lluvia se quedó allí por lo que por estos lados está haciendo un poco de sol.

—Estoy en eso. No tengo ninguna concreta en el momento, pero ya se me ocurrirá una.

—Entonces yo sí tengo una. Puede que resulte una tontería pero siempre quise saberlo.

Cuando dejé la tumba de Adam y me encontré con Luka en el auto tuve un breve recuerdo que los incluía a ambos y que siempre me dejó una duda y creo que es buen momento para saberlo.

—Dime.

—Es sobre Adam —admito. Luka ladea su cara con una mirada de extrañeza, mas asiente y vuelve a mirar el camino—. El día en que me fui de casa, cuando tú me llevaste a la tuya hablé con él y le reclamé por contarte porque yo no quería que supieras que estaba sin techo esa noche... en fin, él me dijo que te había "amenazado" para que no te propasaras, pero sé que él no era de amenazar —suelto una risita—. Así que, ¿qué te dijo? Está bien si no lo recuerdas, fue hace mucho...

—Sí lo recuerdo. A ver... —Giro a mirarlo y está mordiendo su mejilla, dando una cómica mueca mientras acomoda su respuesta—. No sé si lo recuerdas pero unos días atrás cuando me lo presentaste antes del baile, nos dejaste un momento a solas y ahí me dijo que si yo era consciente del buen corazón que tenías. Le dije que sí, que te consideraba muy amable y una gran persona y él me dijo que pensara en tu bondad al momento de ofrecerte mi amistad. —Hace una pausa ligada a un mohín arrepentido, como si pensar en cómo salieron las cosas al final le resultara incómodo, por mi parte se me forma un nudo en la garganta por Adam que siempre me cuidaba aún cuando yo ni me daba cuenta—. Dijo que una gran persona como tú solo merece grandes personas en su vida y me preguntó si yo me consideraba como tal.

—¿Y qué le dijiste?

—No le respondí, ahí llegaste tú y no se dijo más. Luego esa noche en que estabas sin techo me lo volvió a preguntar, me dijo que si yo me consideraba buena persona y le dije que sí, entonces preguntó que si podía decir con el corazón en la mano que te apreciaba a ti como amiga, una vez más le aseguré que sí; ahí me contó que te habías ido de casa y me dijo que sabía que te habían golpeado y que eras terca y no ibas a recibir mi ayuda pero que yo debía insistir así fuera a las malas porque cuidar a los amigos es lo correcto y no podías pasar esa noche sola. Yo te hubiera ofrecido mi apartamento de todas maneras de haberlo sabido, sin embargo, en otro caso, no te habría insistido cuando dijiste que no, no porque no me importara sino porque al menos respeto la voluntad de los demás, pero Adam me dijo que te debías ir conmigo sí o sí, sin excusas.

Recuerdo que esa noche Luka prácticamente se colgó mi maleta en la espalda y me llevó aún cuando insistí en que no iría con él. En su momento no lo vi como algo negativo porque tenía mil cosas en la cabeza esa noche, pero sé que de haber tenido otras circunstancias, no me habría ido con alguien que en la práctica era un desconocido a pasar la noche.

Asiento para mí misma combatiendo las ganas de llorar y el tema queda ahí; ya tengo otra duda que pensé que era insignificante, resuelta.

—Entiendo. Bueno, siempre estaré agradecida con eso.

—Tú habrías hecho lo mismo por cualquiera —asegura—. No fue nada.

—A Adam le agradabas —murmuro en voz baja—, decía que te consideraba un buen hombre. Y eso es mucho decir porque dada su vida era muy precavido con las personas en quienes confiaba.

Luka suspira, la canción que estaba sonando en bajito se acaba y en esos tres segundos mientras empieza otra, responde con cariño:

—Él te amaba como no imaginas. Se le notaba en la forma de mirarte y de hablar de ti.

No contesto nada porque eso es algo que sé me hará ponerme sentimental y no quiero eso. Recuesto suavemente la cabeza hacia atrás sin preguntarle aún a Luka para dónde vamos, la verdad no me importa. Pienso en las palabras de Michi, aunque filtro todo lo que me dijo para dejar solo lo que me conviene, eso de que debo salir de dudas hoy u hoy sin excusas pero en este preciso instante no me siento capaz de sacar tan abruptamente el tema de si Luka me quiso o no. De hecho siento que necesito un par de tragos que me arrebaten un poco el orgullo para poder decirle, pero no me pondré a beber a las dos de la tarde así que habrá que esperar.

Luka ralentiza la velocidad hasta que se estaciona en una bahía de parqueo. Levanto la cabeza y miro alrededor, reconociendo el sector pero sin saber a qué ha frenado.

—¿Qué hacemos acá?

—Vamos a almorzar.

No espera más y se baja de la camioneta. Desabrocho mi cinturón de seguridad y me encuentro con Luka en el andén peatonal. Sé hacia dónde se dirige y tengo que hacer un gran esfuerzo para no resoplar mientras camino a su lado.

—¿Y es una coincidencia que vinieramos acá?

Su sonrisa torcida hace parada en sus labios y niega con la cabeza.

—Claro que no. Es a propósito.

—¿Con qué propósito?

—Comer, por supuesto.

—Sí, claro.

Tras caminar menos de una calle veo el Burgerboy en el que trabajaba cuando lo conocí. No sé si me complace o me extraña estar acá; las veces que vine a visitar a mis padres nunca incluyeron una visita acá, más que nada porque no habría por qué, es decir, uno no visita con añoranza ningún lugar en donde trabajó en el pasado. Estar acá me sería completamente irrelevante de venir sola o con cualquier otra persona, pero con Luka... bueno, digamos que me inundo en imágenes de aquel entonces y no me gusta mucho la sensación.

Entramos en el amplio restaurante y lo veo exactamente igual que hace años, con la excepción por supuesto de que no distingo a ninguno de los empleados. En la caja hay una chica de no más de veinte años con una sonrisa muy gentil y el estúpido gorro con la hamburguesita estampada.

—¿Qué vas a comer? —me pregunta mientras aguardamos a que una señora adelante ordene. Elevo mis ojos a los suyos, inclinando un poco la cabeza y elevando una ceja—. ¿Qué? No hagas esa cara.

Le sostengo la mirada burlona por un par de segundos hasta que la señora de enfrente se retira y avanzamos un paso.

—Bienvenidos a Burgerboy, ¿qué desean?

La chica nos sonríe a ambos y aguarda.

—Yo quiero aquella hamburguesa. —Señalo sobre la cabeza de la chica donde está en menú en letrero luminoso. Luego miro a Luka—. ¿Tú?

—La misma.

—Pero sin tomate —murmuro por lo bajo imitando su voz. Luka ríe—. Don delicado no come tomate.

—Dos de esas, por favor —dice Luka a la chica—. Y una sin tomate.

—Bueno, no haré fuerza por pagar porque tú me trajiste así que iré por una mesa y tú invitas —manifiesto, mientras Luka saca su billetera.

Tomo una de las mesas que dan al ventanal de la calle y Luka no tarda en llegar y sentarse frente a mí. Dejo mi bolso a un lado y paso todo mi cabello para atrás, a mi espalda.

—La comida de acá no es tan mala —dice.

—Nunca dije eso.

—¿Entonces por qué miras el lugar con recelo? —Se burla.

Me inclino sobre la mesa, cruzando mis brazos sobre ella.

—De todos los restaurantes de la ciudad, me trajiste a este, donde te conocí.

—Sí. ¿No sientes un déjà vu agradable?

Su tono hace imposible que lo tome en serio, parece que para Luka es un buen chiste... y bueno, sí, es curioso verlo de esa manera.

—No es que este empleo hubiera sido tan memorable para mí como para sentirme extasiada de estar acá. ¿Qué déjà vu tienes tú?

—De ti, obviamente. Acá te vi por primera vez.

Miro hacia el mostrador donde hay un par de chicos alistando los pedidos y arrugo la frente sintiendo una repentina vergüenza por la Cinthya del pasado, no una vergüenza de sentir pena de mí misma sino de pensar en cómo me debió ver Luka en ese entonces.

—Imagino que esa imagen es divertida —comento risueña—. Verme desde acá con ese estúpido gorro... A ver, Luka, hagamos gala de tu honestidad y tomaré otra de mis preguntas, ¿qué recuerdas de la primera vez que me viste? Y omite halagos innecesarios, dime la verdad.

Una mueca de querer reír pero contenerse le enmarca el rostro.

—Te pillé mirándome porque sentía unos ojos en mi espalda cuando estaba acá con Mateo. Ya que no quieres mis halagos para embellecer el recuerdo pues te cuento que el gesto de bochorno que pusiste cuando te miré sí fue gracioso. Abriste mucho los ojos y parecía que querías echar a correr. Tu estúpido gorro, como le dices, me pareció chistoso.

—Llevaba poco trabajando acá y sí, recuerdo mirarte fijamente. En mi defensa, durante mi vida apenas y había salido de mi barrio por lo que no conocía mucha gente y me pareciste muy atractivo, por eso te miré tanto, eras como irreal o algo así.

—¿Tú sí puedes hacer halagos innecesarios en el recuerdo? Qué injusto.

—Claro que puedo porque para mí no son halagos, es la verdad. Creo que nunca insinué que no me parecieras atractivo.

Luka suelta una carcajada.

—Sí, de hecho, lo que más recuerdo de ese día es que me dijiste que yo era un tipazo.

—Eso se me salió sin querer —confieso, sintiendo el rubor en mi cara pero riendo de todas maneras—. Nunca lo negué, pero tampoco hubiera sido capaz de decírtelo voluntariamente.

—Ahora me lo dices.

—Sí, pero ahora no tengo veinte años ni estoy encantada por ti, así que decir lo evidente no es incómodo para mí.

Luka entrelaza sus manos a la altura de su mentón e inclina la cabeza un poco hacia adelante; la mirada que me dedica es entrecerrada y seductora, una mirada coqueta que solo se consigue con años de práctica en el arte perro de la conquista.

—¿Qué tengo que hacer para encantarte de nuevo?

Me acerco más a él, divertida ante la conversación. Luka me presta suma atención con sus ojos brillantes y el mismo buen humor.

—Retroceder el tiempo y volver a entrar con Mateo por esa puerta.

—¿Algo posible en la actualidad?

Lukas —escuchamos por el micrófono.

—No garantizo nada, pero por ahora, puedes ir a traer la comida. —Luka blanquea los ojos sin dejar de sonreír y se levanta de la silla—. Y cuidado encantas a esa chica, no querrás repetir el ciclo, Lukas.

—No entiendo por qué le ponen la S.

Me quedo en la mesa con una estúpida sonrisa tatuada en la cara mientras se aleja; algo que no creo que cambie nunca es esa vibra que tiene Luka para hacer que la gente le sonría, puede que sea su atractivo natural o puede que de verdad sea su energía.

En pocos segundos vuelve con la bandeja y me tiende la hamburguesa de la derecha.

—Ella no le puso tomate, es mejor empleada que tú.

—Esa vez no fue mi culpa, fue de la cajera —me defiendo a la vez que meto una papa frita a mi boca—. Me odiaba y no puso en la orden que sin tomate.

—La recuerdo. Le dije Anastasia un día.

Casi escupo la papa para reírme de ese detalle que no recordaba.

—Sí. Se puso morada de la rabia.

—Bueno, pero gracias a Anastasia te salvé el empleo, me debiste un helado y nos conocimos.

—O sea que puedo culparla de todo lo malo también a ella —replico.

—Eso sigue siendo culpa mía, pero si quieres culparla a ella, no me enojo, así no piensas mal de mí hoy en día.

—No quiero pensar en eso ahora —musito y sacudo la cabeza—. Mejor cuéntame de tu vida amorosa actual. Nunca te pregunté al respecto y tú sí sabes la mía, así que no es justo.

Al terminar de darle un mordisco a su hamburguesa, Luka pule un gesto de desagrado total, contrastando con su ánimo desde hace un buen rato. Mastica con calma y al tener la boca vacía, habla:

—Ugg, malísima. Mi ex novia más reciente está algo desequilibrada.

—Claro, eso dicen todos de los ex novios.

—No, pero acá es literal. Pregúntale a Denny o a Gabriel. Denisse está loca.

—Necesito más información que eso para no pensar que eres un ex novio terrible que difama de las mujeres.

—Yo no difamo de nadie —objeta con seriedad—. Nunca hablo mal de una persona si es mentira.

—Bien, entonces cuéntame de Denisse y su locura.

Luka toma aire profundamente y su gesto es de evidente molestia, no conmigo, sino con el recuerdo del que le pido que hable.

—La conocí hace más de un año; es hija de un cliente adinerado importante de la empresa así que es de asumir que es bonita, educada, de camita de oro, ya sabes. Pues la invité a salir unas semanas después y me pareció muy tierna y amable, me gustaba muchísimo y al parecer teníamos mucho en común. Un mes después le pedí que fuera mi novia y dijo que sí y su padre estaba contento porque al parecer el ex de Denisse era, y cito "un bueno para nada sin futuro, holgazán y drogadicto" por lo que el cambio de tipo de persona lo complacía.

Suelto una risita entre dientes.

—Claro, pasar de un drogadicto a un arquitecto es un paso enorme.

—Sí, algo así.

—Por el momento suena a cuento de amor perfecto.

—Para mí también lucía así. La cosa es que luego de unas semanas de ser novios, Denisse empezó a comportarse extraña. Se volvió algo celosa, quería saber a cada momento dónde y con quién estaba, era el tipo de chica que me pedía literalmente una foto con mi abuela para estar segura de que estaba en casa.

—Qué desagradable.

—Lo peor es que tengo en la conciencia que jamás miré a otra chica mientras estuve con ella así que era injusto. Denisse me gustaba tanto que me dije que eso no era tan terrible así que seguimos sin mucho lío, pero entonces empezó a revisarme el celular cada vez que podía y cabe añadir que nunca halló nada malo porque no le falté en ningún momento. El problema era que ella asumió que al no hallar nada, significaba que yo borraba toda la evidencia y se volvió más celosa y más intensa. Descubrí que aparte de ser caprichosa era mimada y malcriada. Si la hubiera traído a Burgerboy me hubiera lanzado la soda en la cabeza.

—¿Muy ordinario para una princesa? —ironizo, tomando con la mano un trozo de tocino que se cayó por un lado a la bandeja—. Esto es comida de dioses, no de princesas.

—Exacto —concuerda risueño—. Y bueno, la cosa no era tan terrible pero luego se hizo la supuesta amiga de Mateo para preguntarle siempre a qué hora llegaba yo a casa y a qué hora me iba. Mi hermano no me lo dijo al comienzo porque no pensó que fuera nada raro y además ella le caía muy bien; Denisse tiene una voz y belleza que hace que pienses que es un ángel que no rompe un plato así que Mateo no lo halló extraño. Cuando al fin me contó, me enojé y le reclamé.

—¿Y qué te dijo?

—Se puso a llorar. —Luka blanquea los ojos—. Usó la lástima para evadir su culpa, me dijo que era que me amaba y que le preocupaba que yo consiguiera a otra.

—¿Y qué le dijiste?

Me he metido tanto en su narración que dejé mi hamburguesa a un lado para limitarme a escuchar sin perderme nada porque chismosa siempre.

—Estaba furioso así que le dije que si quisiera conseguir otra lo haría sin dejar una sola pista, que si creía que revisándome todo iba a descubrir algo estaba equivocada porque yo podía perfectamente ocultarlo.

—Eso debió hacerla explotar. —No alcanzo a atajar la sonrisa de satisfacción al decir eso.

—Pues sí, un poco.

—¿Terminaste con ella ahí?

—No, porque imbécil he sido siempre. No, verás, Denisse me gustaba y luego de hablarlo, ella prometió que iba a cambiar y yo le aseguré que no iba a engañarla.

—Déjame adivinar, nada de eso pasó.

—De su parte no, yo sí me mantuve fiel. Ella siguió con sus celos al punto de querer ir a verme a la salida del trabajo cada día, como si pensara que en ese rato podía tener yo a otra.

—Ahí sí terminaste con ella —aventuro.

—No. Estuvimos en esa situación unos cinco meses y entonces llegó el momento final.

—La engañaste finalmente.

—No, pero es bueno saber lo que asumes de mí. —Luka ríe—. Le presenté a Gabriel.

—¿Gabriel la sacó a patadas de tu vida? Ha demostrado ser bastante determinado.

—Quería sacarla a patadas porque yo le contaba todo y él me decía que yo era un imbécil por seguir con ella.

—No puedo creer lo que diré, pero estoy de acuerdo con Gabriel.

—Hoy en día también yo; él suele tener razón al final del día.

—Bien, ¿entonces cuál fue el problema?

—Gabriel vino con Denny y para que la conocieran, les pedí que fuéramos a comer todos a un restaurante que me gustaba. Cuando los presenté, se saludaron bien, todos sonrientes, Denisse un ángel amable ganándose a mi mejor amigo y mi mejor amigo fingiendo que no la odiaba por ser tan tóxica, una maravilla.

—¿Pero?

—Pero a los pocos minutos de sentarnos a la mesa, Denny y Gabriel se dieron un beso igual que siempre y vieras la cara que puso Denisse. Yo creo que hasta el mesero se dio cuenta del desagradado que tuvo en el resto de la cena. Gabriel lo notó, obviamente, pero no se lo dijo sino que se puso más meloso de lo normal con Denny y Denisse estaba a nada de echarse a correr o de gritarles que le daba asco verlos.

—¿Casi seis meses y nunca le dijiste que tu mejor amigo era gay?

—Pues no ando por la vida hablando de mis conocidos por su orientación sexual. Nunca me había pasado eso con una chica y fue chocante, es decir, es mi mejor amigo, mi hermano en la práctica así que esa misma noche terminé con ella, hubo llanto, drama, se mostró más loca que nunca, me mandó al infierno y luego me dijo que iría conmigo y hasta ahí fue... o algo así. Eso fue hace unas semanas, luego me salió afortunadamente el negocio en Allington y el resto ya lo conoces.

Recuerdo que cuando hablamos en un restaurante luego de ir a Santa Lucía me dijo que haber ido en auto era para buscar soledad necesaria y relaciono que este fue el motivo. En todo caso, es otra parte de su relato lo que llamó mi atención.

—¿Cómo que "algo así"?

—Me ha estado buscando —confiesa, con el mismo gesto de hastío—. Me llama, me ha escrito a todas las redes sociales, ha querido llamar a Mateo, a mi abuela... está demente. Denny dice que debo buscarle una orden de restricción.

—Pues no suena tan mal eso. ¿Podría ser peligrosa?

—No creo. Solo es una niña mimada que no está acostumbrada a que le digan que no.

—¿Qué edad tiene?

—Veintitrés. Pero no creas, a veces parece de doce. Ha llamado muchas veces, ya tengo su número como infiltrado así que ni suena pero sé que si miro, habrá mínimo diez llamadas perdidas.

—Sabes cómo dejar a una chica obsesionada contigo.

—No tomo responsabilidad, ella ya venía así de loca de fábrica.

—Deberías hablar con ella y aclarar un poco más las cosas.

—Lo intenté. Antes de irme a Allington llegó a mi trabajo y tuve que hablar con ella. Le dejé claro que yo no quería nada con ella y ahí va de nuevo el llanto. Admito que estaba empezando a encariñarme mucho con ella pero luego de lo que pasó con Gabriel, todo sentimiento se me borró. —Hace una pausa y suspira. Vuelvo la atención a mi hamburguesa—. Así que, eso, ahí está mi situación sentimental actual.

—Gracias por saciar mi curiosidad.

—Siempre que quieras saciar algo, acá me tienes. —Me guiña un ojo al dar otro bocado y estiro la mano para darle un manotazo que lo hace reír—. ¡Me refería al hambre! Te he traído a almorzar, malpensada.

—Jódete, Luka.

—Exclamó la dama.

Hago una pausa para comer otro poco con la vista fija en la bandeja.

—¿Qué haremos más tarde? —Cambio de tema—. Con Denny había planeado salir en la noche un rato, pero no sé si quieras.

—Habría que ir a dejar el auto en el parqueadero, pero me parece bien.

—Sí. De todas maneras debo ir al apartamento a arreglarme. Cuando vengo suelo ir a una discoteca genial en el centro y no voy a ir hoy con tenis.

—¿Vienes con frecuencia?

Me encojo de hombros.

—Vacaciones y a veces en semana santa, solo es por saludar a mi mamá y ya, pero suelo quedarme más en el apartamento para evitar un sermón de la noche a la mañana. A veces coincido con Kevin acá así que salgo con él o con un par de amigos por ahí.

—¿Qué es de su vida? No lo habías mencionado.

—Está en el ejército; le dio crisis de no saber qué estudiar al graduarse y decía que por nada del mundo iba a buscar trabajo contestando líneas de atención al cliente o se volvería loco, luego vio una campaña de las fuerzas armadas que estaban reclutando, se presentó y fue aceptado.

—¿Y cómo le ha ido?

—Siendo franca ni siquiera él mismo se apostaba mucho sobre cómo le iría porque él siempre fue algo revoltoso y le gustaba imponer, ¿sabes? Pero resultó que le gustó mucho y es bueno en ello, así que genial.

Luka asiente y continúa comiendo; ladea la mirada y la estanca en mi mano que sostiene el vaso de la soda, aunque más específicamente, en el dedo que carga el anillo de compromiso. Me he dado cuenta de que en el transcurso de la mañana lo ha mirado en varias ocasiones y pule un gesto de incomodidad como el de un vampiro al ver un crucifijo pero ha omitido decir algo. Desde que me vestí en la mañana me lo coloqué para que a Luka no se le olvidara ni un solo segundo la situación y creo que ha funcionado hasta ahora.

Lo observo por el rabillo del ojo y sonrío para mí misma, pensando en lo curioso de estar acá con él. Cuando tiene la boca vacía, señala lánguidamente mi anillo y habla:

—No sé si recuerdo mal pero alguna vez mencionaste que no querías casarte.

Asiento con tranquilidad.

—Bueno, en aquel entonces mi posibilidad de boda era solo con Dylan así que era obvio que no quería casarme. Pero tienes razón, sí pude haberlo mencionado, no quería casarme nunca.

—Y ahora sí.

—Y ahora sí. Hay muchas cosas que nunca supe que quería hasta que Santiago me las mostró, como conocer el mar, viajar en barco, bailar toda la noche o montar en tren... y casarme, por supuesto. —La sonrisa de Luka ha desaparecido; lo veo asentir y abrir la boca para decir algo pero la cierra antes de pronunciar nada—. ¿Qué ibas a decir?

—Nada importante.

—Si no fuera importante ni habrías estado dispuesto a decirlo.

—Nada prudente, entonces.

—¿Prudente? —me burlo—. ¿Luka tiene límites de prudencia?

—Ja, qué divertida. Y sí, tengo límites de todo.

—Yo siempre creí que no tenías ni uno solo.

—La vida está llena de sorpresas —dramatiza.

—A ver, dime uno.

Arrugo el papel en el que venía envuelta la hamburguesa pues ya he terminado, tomo lo que queda de mi soda y escucho su respuesta.

—Las mujeres comprometidas, por ejemplo, ellas son un límite fijo.

Detengo lo que hacía para mirarlo directo a los ojos. Cada vez que Luka insinúa algo que me incluya casi puedo ver la tensión que crece entre ambos, pero no sé si es una tensión de recelo o de alguna otra cosa.

—¿A qué te limitas con mujeres comprometidas?

—A no pasar la línea y enamorarme de ellas.

Un bufido escapa de mis labios.

—¿Qué sabes tú de enamorarse de verdad?

—He practicado mucho, así que sé bastante al respecto.

Suelto una risa y me recuesto sobre el respaldar de mi silla, cruzando los brazos y mirándolo divertida, contenta de que el tema me haga reír y no me haga sentir atacada.

—Ah, claro, es que tú te enamoras como si fuera deporte olímpico. —Luka sonríe pero no asiente—. ¿Cuántas veces te has enamorado?

Me reta con la mirada pícara, tal vez pensando si responder con sarcasmo o con sinceridad. Eso fue lo que le pregunté a Denny pero él no me quiso decir y creo que la de ahora me dio la punta perfecta para sacar el tema, es mera curiosidad pero me interesa su respuesta. No me gusta prejuzgar pero yo creo que su cifra se eleva a más de una docena, la duda es si me lo dirá o no.

—Esa es una pregunta que no le respondo a nadie... estando sobrio.

—Si te embriago un poco, ¿me lo dirás?

Tuerce su sonrisa y responde:

—Embriágame y pregúntamelo de nuevo.

Estoy tan bajoneada que ni siquiera se me ocurre una lección del día xD
Se aceptan sugerencias ►

Muchas gracias por su paciencia y por seguir acá conmigo, Luka y  yo les mandamos un gran abrazo. (Si no quieres el abrazo de Luka, yo te mando dos míos) ♥

Deja tu opinión del capítulo, me hace feliz leerte ☺

♥ Bye ♥

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