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T R E I N T A Y S I E T E

LUKA

Miro distraídamente el reloj de la pared: son las seis y cuarenta de la tarde. Intento que la preocupación no se me instale en el gesto porque no quiero preocupar a Nani que come a mi lado, pero de que la tengo en el corazón, la tengo.

Mateo no ha vuelto.

Le dije a mi abuela que me avisó que iría a casa de un amigo a hacer unos trabajos y que llegaría algo tarde, confiando en que Mateo no fuera tan estúpido de simplemente perderse pero creo que lo he sobrevalorado porque sí es así de tonto. Sé que es cabezota, que es un adolescente que tiende a ser rebelde pero al menos eso sumado al hecho de que lleva varios días sin ir al colegio (sin que yo me enterase), me dejan la tranquilidad de que nada le ha pasado; solo está enojado o asustado por la llamada que le di esta tarde.

Sin embargo no puedo dejar que pase la noche afuera, eso no es posible. No lo he enseñado a ser un cobarde que se esconde de sus problemas.

Cuando el reloj marca las siete y los platos de ambos ya están desocupados, los tomo para llevarlos a la cocina.

—¿A qué hora llegará Mateo, hijo? —pregunta Nani al ir tras de mí; me dispongo a lavar lo usado y actuar indiferente—. ¿Está lejos?

—No creo que tarde mucho más. Tengo entendido que la casa de su amigo no es muy lejos. Le dije que tomara un taxi si le agarraba la noche, no te preocupes por él.

—De acuerdo. Iré a mirar la novela entonces.

—Sí, vale, aún es temprano.

Hasta que no escucho el televisor de su habitación siendo encendido, no relajo la postura. Dios, Mateo me va a sacar canas verdes. Lo que más me enfada es que tengo la casi certeza de que está con Dennise luego de que mi abuela me contara que lo ha estado viendo con ella entre semana y que es ella la que lo convence de todo, además el no saber ni sospechar qué es lo que Mateo y ella han hecho todos estos días en que no ha ido a estudiar, me enfurece.

Cuando el reloj marca casi las ocho me digo que no puedo esperarlo más por las buenas así que salgo de casa diciéndole a Nani que iré al supermercado pero solo me meto a mi auto y marco al teléfono de Mateo; obviamente no contesta. Tomando aire y paciencia, llamo ahora al número de Dennise, esta coge el teléfono al tercer timbrazo.

Qué agradable sorpresa una llamada tuya.

—Mateo está contigo —afirmo—. Pásamelo.

Uy, pero primero se saluda, arquitecto Greisnar. ¿Dónde está la decencia?

—No sé qué mierda le has metido en la cabeza a mi hermano, pero debes alejarte de él. Ponlo al teléfono.

Él ya es un hombre grande, yo no estoy para meterle cosas en la cabeza, no es un bebé.

—Ponlo al teléfono —exijo.

¿Qué te hace pensar que está conmigo?

—No estoy para tus estúpidos juegos, Dennise. O lo pones al teléfono o voy con la policía a armar un escándalo a tu casa. Puedes decir que es un hombre grande pero en su documento de identidad aún tiene quince años y tú eres adulta que no lo ha dejado ir al colegio estos días. Me valen una mierda tus excusas, ponlo ya al teléfono.

La sangre me hierve y me palpita en el pecho de la rabia que tengo en este momento con ambos. Dennise guarda silencio sin muchos ánimos de llevar más la contraria, murmura un "aguarda" muy bajito y espero en línea por casi medio minuto perdiendo la poca paciencia que me queda hasta que Mateo pasa:

¿Qué?

¿Cómo que "qué", Mateo? ¿qué estás esperando para llegar a casa?

No voy a...

Ningún "no voy a ir". Escúchame bien, tú aún eres menor de edad y no te mandas solo. No vengas acá a jugar al adulto indignado cuando eres tú quien se está equivocando. Nani no está para pasar esas preocupaciones, le he dicho que estabas en casa de un amigo y ya ha preguntado si demoras o no. Ten un poco de consideración, madurez y sentido común, no eres un idiota para portarte de esa manera.

Tú no lo entiendes.

¿Y eso es por culpa de quién? Me entero hoy de que llevas cinco días sin ir al colegio, ¿y entonces es mi problema por no entender? No soy psíquico, Mateo, no me has dicho nada y jamás te he negado la oportunidad de hablarme abiertamente de lo que sea así que la excusa de que no entiendo no cabe en esta ocasión, eres tú el que no ha sido comunicativo. —Mi voz se ha endurecido al modo autoritario, uno rara vez usado en casa pero que al menos logra calar un poco en Mateo. Aguardo un poco pero al no escuchar respuesta ni que me haya colgado, continúo—: Estás en problemas conmigo y en el colegio, pero no significa que la solución es esconderse y hacer rabieta como niño de tres años. Son las ocho y cuarto, te espero acá en casa antes de las nueve o te juro que el problema será mayor. ¿Entendido?

Pasan varios segundos y finalmente contesta:

Sí.

La llamada se cuelga y no me queda de otra que quedarme unos minutos en el auto para recomponerme porque estoy alterado y con un odio creciente hacia Dennise que me provoca náuseas.

Entro de nuevo a la casa, agradecido de que Nani esté muy concentrada en su novela como para preguntarme si traje algo del supermercado y aguardo en el estudio en silencio a que Mateo llegue. Cuando aún faltan diez para las nueve, miro por la ventana y veo el auto de Denisse acercarse; salgo de la casa sin hacer tanto ruido para esperar a que llegue frente al jardín, cuando se detiene, es el lado del conductor el que me queda a la vista. La ventana va abajo y Dennise me sonríe desde adentro.

—Ni te molestes en bajar, no te quiero en mi casa.

Me cruzo de brazos esperando que Mateo se baje del lado del conductor; ni siquiera se despide ella y una vez abajo, Dennise me guiña un ojo y arranca, casi orgullosa del estado de rabia en el que me tiene. Mateo pasa de mí con la cabeza agachada y cruza la puerta, antes de que se pierda en el pasillo sin decir nada lo tomo por el hombro hasta que me mira, en sus ojos hay una mezcla de arrepentimiento, vergüenza y enojo.

—Vas a saludar a Nani y le dirás que estabas haciendo un trabajo del colegio. —Mateo asiente—. Ya hablaré contigo en un rato.

Le suelto el hombro y con eso lo veo perderse hacia la habitación de mi abuela.

Suspiro con fuerza y siento el corazón desacelerarse lentamente hasta volver a la normalidad. Bajo las circunstancias que sea, me alivia un montón que mi hermano esté en casa.

💎💎💎

Cerca de las once y cuando sé que Nani ya está durmiendo, me acerco a la habitación de Mateo. Toco dos veces por mera formalidad y entro sin esperar el permiso, lo encuentro recostado en la cama, mirando solo su celular sin aparente gran interés. Camino hacia él con sigilo, intentando que no me vea a la defensiva y me siento en el colchón, a su lado.

Nota mi presencia y aunque sé que ya no le está prestando atención al teléfono, no me mira. Aparte del leve murmullo del televisor de la sala no se oye gran cosa, lo que hace más tenso el aire entre nosotros.

—No es bueno buscar explicaciones con la cabeza caliente, así que ya que estamos más calmados, espero recibir una sin problema. Primero lo más importante, ¿por qué no has ido a estudiar?

Mateo se remueve en su cama y busca una posición más cómoda sin levantar el mentón. Procuro no mirarlo fijamente para evitar sus nervios así que me limito al silencio observando el suelo; tras un suspiro y varios segundos, contesta:

—No me he sentido con ganas de ir.

—Bien. ¿Dónde has estado en el horario de clases?

—Un par de días con Dennise. —Solo escuchar su nombre me pone en alerta pero tomo aire pausadamente, controlándome—. Y otro par solo por ahí en ningún lado en específico.

Trago saliva porque la rabia quiere emanarme desde bien adentro pero no quiero hacerle grandes reclamos a Mateo; nosotros no funcionamos a las malas.

—¿Qué haces con Dennise, Mateo? Te juro que no lo entiendo y necesito que me lo digas. Ella no trae nada bueno.

Mateo se encoge lánguidamente de hombros.

—Es buena conmigo. Me escucha, me agrada.

—No la necesitas. Nos tienes a nosotros, a tus amigos, incluso a tus maestros. ¿Cuál es tu necesidad de Dennise? No la dejes manipularte. No sé qué te ha dicho, pero no le creas nada, ella es dañina.

—Es mi amiga —rebate en voz baja—. Nunca me has prohibido amistades, no lo hagas ahora solo porque ella es tu ex.

Me callo por varios segundos buscando otro hilo por el cual tejer la conversación; Dennise no dejará de desagradarme pero en algo tiene razón y es que nunca le he prohibido amistades, ni quiero hacerlo tampoco.

—Cuando dices que no has tenido ganas de estudiar, ¿por qué? Hay una diferencia entre "tengo pereza de escribir y escuchar maestros" y "no me siento motivado a ir". ¿Qué te pasa y por qué me lo ocultas? —Ladeo finalmente la mirada para observarlo de frente; tiene su mentón agachado y ya con la tranquilidad en mi interior, puedo notar detalles como que está ojeroso, despeinado en exceso y algo pálido. La culpa de tenerlo descuidado me llega de repente y trato, en segundos, de recordar en qué momento los problemas con Mateo empezaron a surgir... entonces lo recuerdo y al no recibir respuesta de mi hermano, aventuro—: ¿Es por Sabrina?

Su rostro se yergue lentamente y al mirarme a los ojos me responde con más claridad que si me hubiera dicho una sarta de mentiras.

—No te gusta hablar de ella —murmura por lo bajo—, sé que lo hiciste, me respondiste preguntas pero noté que no te gusta, que te enfurece o te duele, no lo sé, pero te incomoda mucho. No quiero hablar de eso con Nani porque a ella la lastima solo pensarla, y tú... no te lo digo porque no quiero que sufras por mí.

—¿Y Dennise es la persona idónea entonces? —replico, con un poco más de sarcasmo del que planeaba.

—Puede que sí, puede que no, pero de momento es ella la que me ha escuchado. Yo... —Mateo respira hondo cuando el nudo en su garganta le corta la voz—, yo sé lo que debes sentir por mamá y trato de entenderlo y respetarlo, aún así yo no puedo emular esos sentimientos por ella. No digo que la ame o algo similar porque lo que sea que pueda sentir por ella no es precisamente color rosa dadas las circunstancias, es solo que... a veces pienso en ella y es raro lo que siento...

Su voz fue bajando y bajando hasta que la última palabra le sale como un susurro sin tono. Me lastima mucho escucharlo hablar de esa manera, pensar en la carta que le escribió a Sabrina, saber que tiene un odio mezclado con tristeza y el sentimiento de abandono que nadie le va a quitar, ni siquiera yo por más que quiera. Según me había dicho, iba a tomar turno con el psicólogo del colegio pero entre el trabajo, Dennise y Carolina, no he estado muy pendiente de eso.

—No es un tema sencillo, lo admito, pero no es motivo para que hagas lo que estás haciendo. No puedes solo dejar de ir al colegio, perderte una tarde y alejarte como si nada. Ni siquiera ahondaré en el tema de Denisse, Mateo, pero lo que estás haciendo no está bien. Sé que es complicado todo pero la familia está para apoyar los momentos duros, no para que los ignores y busques soporte en otro lado. Nuestro hogar es pequeño pero siempre hemos sido unidos, ¿qué te hizo pensar que te íbamos a dar la espalda con esto? ¿Que no me gusta hablar de ella? Tienes razón, no me gusta, pero jamás he pretendido que sientas de la misma manera que yo. Respeto lo que pienses, lo que hagas y lo que tu corazón te diga siempre y cuando no te cambie la forma de ser y no te lastime.

Noto por el rabillo del ojo que una lágrima desciende por la mejilla de mi hermano y eso hace que mis párpados pesen también.

—Lo siento...

—¿Qué pasó con lo de ir al psicólogo?

—Saqué turno... pero falté a la cita. Me acobardé.

—¿Quieres buscar otro psicólogo? Podemos sacar una consulta en otra parte si te hace sentir incómodo que sea el de tu colegio.

—No es eso, Luka... es solo que me da miedo ir... o no sé exactamente qué, pero me dio miedo ese día. Soy un cobarde, lo sé, no lo pude evitar... Camille me acompañó hasta la puerta de la oficina del psicólogo, estuvo conmigo, yo tenía la intención de entrar pero... no pude. Me congelé, así que Camille me sacó de ahí. Eso fue el viernes. El lunes ya no fui a estudiar.

—No eres un cobarde, es normal que temas de lo que pueda surgir en una terapia. Sin embargo es algo que necesitas, es cuestión de salud, de bienestar. Si quieres te acompañaré a la cita con un psicólogo particular, estaré contigo si eso te hace sentir mejor. Pero no actúes con imprudencia, Mateo, déjate ayudar por quienes te amamos.

Me contengo de decir "y aléjate de la loca de Denisse" porque no quiero tocar ese tema en este momento. Aún me quedan dudas pendientes, entre ellas, por qué mi abuela lo ha visto llegar en su auto (y que gracias a eso es que asumí que estaría con ella hoy al no aparecer); no me trago del todo que solo pasan tiempo juntos porque ella "lo escucha", Denisse no es precisamente de las que hacen cosas bonitas por los demás sin esperar nada a cambio.

—Sacaré el turno de nuevo con el del colegio —manifiesta, con más fuerza en la voz—. Iré, lo prometo.

—Y el lunes debes llegar conmigo a estudiar o no te dejarán entrar —le informo—, debemos firmar un compromiso o algo así. Más te vale buscar una buena excusa para la directora, algo que no suene a mentira pero que no sea "he estado en casa de una amiga toda la semana". Eso viniendo de un chico de quince no suena nada bien.

Suelta una medio sonrisa entre dientes.

—De acuerdo.

—Y no te estoy prohibiendo nada, pero por favor, reconsidera esa amistad con Denisse —pido, en tono cauteloso—, ella no actúa con altruismo. Es todo lo que diré al respecto. —Mateo asiente aunque algo me dice que le entró por una oreja y le salió por otra, sin embargo creo que es suficiente por hoy—. Y, ¿Mateo?

Mi hermano levanta la mirada que ha estado en sus manos por bastante rato.

—¿Sí?

—No me vuelvas a hacer esto —exijo, aunque mi tono sale más a una súplica lamentable. Le pongo la mano sobre las suyas y aprieto ese agarre—. Jamás vuelvas a irte así. No me importa si el problema que tienes es enorme, grave, malísimo, sea lo que sea, acá estoy yo con los oídos y los brazos abiertos para buscar solución. Siempre, ¿entiendes?

Mateo se suelta de mi mano pero se arrodilla sobre la cama para darme un abrazo fuerte por el costado.

—Perdóname...

Le paso una mano por el cabello hasta que él decide que el abrazo termina, entonces se recuesta de nuevo y yo me levanto.

—Te perdono si mañana haces postre de maracuyá —condiciono y él, con los ojos cristalizados de llanto, sonríe un poco—. Y el domingo no puedes salir con amigos, te quedas con nosotros y saldremos por ahí a dar una vuelta.

—¿Hacer postres y salir con ustedes es lo que consideras un castigo? —bromea.

—Claro que sí. Los adolescentes odian cocinar y estar con sus familias.

—Pobre de mí que sufriré el fin de semana.

Llego a la puerta y me giro una última vez a él.

—Para que aprendas a no portarte mal, mocoso.

💎💎💎

Hoy sábado ha sido un día casi demoledor en el trabajo con los proyectos en proceso pero me queda el enorme consuelo de que mañana es domingo y que podré descansar y dormir un poco más. Mateo hizo los postres que le pedí —porque le quedan deliciosos— y nada más yo llegar, nos sentamos los tres a comer en los sillones de la sala. Mi abuela no se dio ni por enterada de que Mateo lleva una semana sin ir al colegio pero al menos entre nosotros ya estamos bien y eso me reconforta porque lo último que quiero es que mi hermano se vuelva uno de esos adolescentes que odian a su familia porque no les ponen suficiente atención.

Mi abuela se ha acostado a dormir casi a las diez pero Mateo y yo decidimos que sea noche de películas así que mientras acomodo y conecto el reproductor DVD, mi hermano está en la cocina haciendo palomitas con varias chucherías más porque tiene el apetito del adolescente que es.

¿Quieres agua o soda? —pregunta desde la cocina.

—Soda.

¡Vale! Dame diez minutos más, no empieces sin mí.

Sonrío para mí mismo y una vez todo acomodado, me recuesto en mi cama a mirar el teléfono mientras lo espero. Pasan solo unos segundos cuando entonces recibo una llamada de Gabriel, lo que me hace arrugar la frente por la hora. Contesto rápidamente.

—¿No te han enseñado que a las casas decentes no se llama después de las diez de la noche?

De fondo se escucha música en eco, como si estuviera en el baño de un bar o en su propia casa pero que en la sala estuvieran en fiesta —cosa que no me extrañaría demasiado pues Denny y Gabriel son bastante sociables con la vecindad—.

¿Me pasas a Luka? —pregunta, algo confundido y sonrío con burla al saber que está borracho.

—Hablas con Luka.

¡Hola, Luka!

El Gabriel borracho me gusta más cuando está borracho conmigo. ¿Qué celebran?

Aida cumple años.

¿Quién es Aida?

Ni idea, pero reparten licor y pastel, yo me quedo. Estamos en casa de un vecino.

—¿Y a qué se debe tu llamada?

Lo escucho balbucear o sollozar, no tengo idea, puede ser una risa o puede ser una lágrima de borracho, sea como sea, es gracioso desde este lado de la línea. Se queda callado un par de segundos y finalmente responde:

Luka, yo te amo como no tienes idea. Más que a Denny pero de otra manera, ¿entiendes? Tú eres como parte de mí, eres como un brazo, o sea, amo mis brazos, no quiero vivir sin ninguno. —Su voz se ahoga en algunos puntos y sale cortada en otros pero conociendo su voz de borrado desde hace años, puedo entenderle a la perfección—. Eres como mi gemelo, pero rubio y de piel blanca.

Me río audiblemente antes de responder:

—Admito que preferiría que la declaración de amor influenciada por borrachera viniera de parte de una mujer, pero te agradezco mucho que pienses en mí de esa manera. ¿Dónde está Denny? ¿están cerca de casa? Porque te oigo casi inconsciente, no vayas a amanecer por ahí en la calle.

Y porque te amo, me he sentido mal estos días —continúa, omitiendo completamente mis preguntas—. Siento culpa y no dejo de pensar en eso.

¿En mí? No me digas que luego de quince años de amistad, te enamoraste de mí. Eso sería raro e inapropiado.

En Carolina —corrige. Mi humor burlón se corta de inmediato y me enserio al escuchar su nombre que no viene para nada a conversación. Me enderezo en mi cama con la frente arrugada y el teléfono lo más pegado posible a mi oreja—. Y en ti. Dios, lo lamento.

¿Carolina? ¿la Carolina, Carolina?

Sí, Cinthya, Carolina, Colibrí, esa chica. Tú deberías estar con ella... o no sé, pero me siento muy culpable.

¿Culpable de qué?

De que no estén juntos.

¿Has hablado con ella estos días? Dime que no la has llamado a incomodarla, Gabriel. No tienes que intervenir, ya ella dejó claro que no quiere nada conmigo, ya no haré nada.

No ahora. No hice nada ahora, lo hice hace cinco años cuando la conocimos.

Siento que la cara se me calienta por lo que escucho; no sé ni siquiera de qué va todo pero algo en el corazón me dice que no será bueno. Mi primer instinto es colgar la llamada pues Gabriel está ebrio y quizás divagando pero a la vez lo conozco y sé que él no llamaría a decir mentiras.

—¿De qué me hablas?

Oigo un quejido de su parte y la voz empieza a sonar algo interferida, como si pegara demasiado el teléfono a sus labios.

Yo... lo siento mucho. Estaba seguro de que jamás la veríamos de nuevo, o al menos de que por como acabó todo, no quisieran hablarse jamás. Pero ahora la encontraste y te veo muy mal por ella y no dejo de pensar que es mi culpa.

¿Qué quieres decir? Gabriel, si esto es una broma, no es graciosa.

Tú la ibas a buscar en aquel entonces —reanuda, con la misma voz queda y dolida—, me dijiste que lucharías por ella, que la amabas, que no te ibas a rendir. No quería verte sufriendo, creí que ella te haría sufrir a montones, supuse que si se había ido era porque no te quería lo suficiente. Creí que no era buena para ti. Me contaste que ibas a ir para en diciembre a buscarla, ¿recuerdas? Que querías recuperarla y pasar navidad con ella y yo... yo te dije...

Que no lo hiciera porque ella estaba bien con Theo, que habían formalizado un noviazgo y que si yo la quería, debía dejarla ser feliz —completo, recordando.

Perdón. —Ahora sí escucho con claridad un sollozo y sé que con la ayuda de la borrachera, está llorando—. Te mentí. No quería que fueras tras ella, no quería que reacomodaras tu vida por ella. Te impedí buscarla y si no lo hubiera hecho, quizás hoy estarías a su lado...

Pero Adriana me dijo que era cierto. Adriana es hermana de Theo y me lo confirmó —intento razonar, aunque la cabeza me da vueltas mientras cierro los ojos buscándole sentido a todo—. Me mostró incluso fotos de ellos dos, fotos que Theo subía a sus redes feliz con Caro...

Adriana lo sabía —admite. Me levanto de la cama porque siento cómo el corazón empieza a salirse de mi pecho—. Hablé con ella. Theo y Caro solo eran amigos, muy buenos amigos pero nada más. Le pedí que te mintiera también diciéndole que era lo mejor para ti.

En aquel entonces Adriana y yo continuamos una amistad por un tiempo, solo eso, amigos sin derechos a más pero durante esas semanas fue una buena compañía y oyente de cuando hablaba de Caro y lo mucho que la quería a mi lado. Adriana comprendía el motivo de su ida pues le conté que esa tarde cuando ella salió de mi habitación, Caro se enfureció; le conté el contexto y claro que le dio la razón a ella, no a mí y aunque se disculpó por "arruinar" las cosas, le aseguré que nada había sido su culpa, solo mía.

Trato de recordar algo que me diga que Gabriel tiene razón pero no lo encuentro; jamás vi doble intención o mentira en los ojos de Adriana... o en los de mi amigo, sin embargo, de cierta manera todo encaja.

—¿Por qué... —siento la garganta seca y carraspeo—, por qué Adriana accedería a algo así? No lo entiendo...

Cuando yo se lo pedí no estaba convencida... entonces... Dios, Luka, no me vayas a odiar... no la convencí así que busqué a Theo con ayuda de Adriana. Hablé con él, le conté lo que querías hacer y él me dijo que Caro la estaba pasando mal por ti, pero estaba de acuerdo en que no se iban a hacer un bien uno al otro en ese momento. Él también te quería lejos de ella porque la veía sufriendo, dijo que Caro necesitaba empezar de nuevo y que donde estaba lo iba a lograr con nuevo trabajo, universidad y amigos, pero que si tú aparecías, ella era capaz de botar todo por ti. No quería eso para ella y yo no lo quería para ti tampoco.

Se queda callado por varios segundos, los suficientes como para que me desespere porque no me ha contado todo completo, entonces increpo:

—¿Y?

Y te dije que Theo y ella eran novios, Adriana lo respaldó, Theo sacó fotos para fingir que era cierto... Y él a su vez le dijo a Caro que tú y Adriana seguían juntos, por eso ella no te buscó tampoco aunque quería hacerlo. Caro incluso me llamó una vez a saludar y disimuladamente a preguntar por ti, le dije que estabas bien... con tu novia Adriana... Lo lamento mucho...

Me siento en el bordillo de la cama de repente cansado. La sorpresa que me causa lo que Gabriel me dice me deja confuso, tanto, que no puedo procesar correctamente las mil emociones que me laten por dentro. No sé si debo ser indiferente, o enojarme, entristecerme o alegrarme de que a cierta medida, no es culpa mía completamente el haber perdido a Carolina.

No encuentro ni siquiera una respuesta para Gabriel así que cuelgo la llamada; el teléfono suena varias veces luego de esa pero no contesto ninguna, no quiero escuchar más. El corazón sigue a una velocidad anormal y siento cómo la sangre se me agolpa en la cara y en el cuello, intento recuperar las partes importantes de lo que Gabriel acaba de decirme porque aún lo percibo como demasiada información para cinco minutos.

Adriana se hizo pasar por mi novia, Theo por el de ella. Gabriel lo ideó y ellos solo siguieron la corriente. Carolina quería buscarme tanto como yo quise buscarla a ella. Uno ciertos puntos y deduzco que eso era lo que Denny sabía que nosotros no, dudo que él tuviera que ver en eso pero Gabriel es su pareja y seguro por esa lealtad nunca me dijo nada, solo lo insinuaba e intentaba juntarnos, quizás esperando que sacáramos el tema.

Se me cae el alma a los pies al ser consciente de que pude recuperarla hace cinco años pero por culpa de mi mejor amigo no se pudo. ¿Qué clase de amigo hace eso?

El primer impulso que me late en este momento es el de llamar a Carolina y asegurarle que cuando ella me reclamó por no haberla buscado, estaba equivocada, que sí la busqué pero encontré una versión en la que ella ya no me necesitaba. En un arranque de imprudencia tomo el teléfono pero al ver su número en la pantalla, antes de marcar, mi dedo queda quieto.

Ella no quiere saber de mí.

¿Qué más da lo que haya pasado cinco años atrás? Eso hoy no cambia nada. En este momento debe estar en cama con su esposo, haciendo su vida, sin pensar en mí y con o sin culpas, ya no puedo estar con ella.

Suelto lentamente el teléfono sobre la mesita de noche y entonces Mateo entra con dos tazones grandes llenos de comida; le ayudo a ponerlos sobre la cama y en una carrera de unos segundos vuelve a la cocina y trae dos botellas con soda. Se recuesta a mi lado y me mira fijamente por varios segundos, sé que mi gesto debe estar algo ausente y muy distinto al de hace veinte minutos, estoy consternado y con ganas de que amanezca para llamar al Gabriel sobrio y exigirle muchas respuestas o al menos, explicaciones que no me hagan odiarlo.

—¿Qué pasa?

Su voz me saca de mis pensamientos y sacudo la cabeza, dispuesto a disimular, lo último que necesito es que mi hermano se entere de mis problemas. Irónico.

—Nada. —Le sonrío, moviendo las almohadas para acomodarnos—. Ponle play al DVD.

Mateo asiente complacido y hace lo que le pido, apago la luz de mi habitación y ahora solo queda la luminosidad del televisor y una película a la que no le puedo poner nada de atención.

*** 


A veces como que me paso con el sufrimiento de Luka, uppsi

¡Hola, amores! ♥ 

Mil gracias por su espera, ojalá para ustedes haya valido la pena, me ha costado un poco, lo admito porque esta novela me anda sacando canas verdes pero me ha dejado satisfecha. 

¿Qué les ha parecido el capítulo?

¿Teorías sobre algo?

Pinchi Gabriel, ¿crees que Caro se la armará a Theo cuando se entere? 7u7

♥Nos leemos pronto, su paciencia es muy importante para Thyfhanhy INC, mucho amor pa' to's ♥

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