T R E I N T A Y N U E V E
Theo no logró viajar en la noche así que hoy miércoles madrugó y me escribió que apenas iba a salir hacia acá, lo que de cierta manera fue bueno porque me dio más tiempo de poner las ideas en orden.
Sin embargo, cuando lo veo acercándose a la cafetería donde quedamos de vernos, siento que no puse absolutamente nada en orden; se me mezclan por dentro un montón de emociones, en su mayoría contradictorias, pero me repito que debo tener calma si quiero respuestas en calma. Además, no pretendo hacer un escándalo en ningún lado.
Theo al verme ondea su mano y, sonriendo, se sienta frente a mí poniendo su pequeña mochila en otra de las sillas. Hay un buen clima así que tomé una mesa en la parte exterior de la cafetería y le ordené un jugo de naranja por anticipado porque sé que le gusta y que llegaría con sed.
—¿Y a qué hora es la prueba del vestido? —pregunta.
—De hecho, no tengo prueba de vestido hoy —admito, bajando la mirada un segundo.
—¿La cancelaste?
—No, no había y ya.
—¿Por qué me dijiste entonces que viniera?
Al alzar el mentón me encuentro con sus ojos genuinamente sorprendidos. Viéndolo de frente me cuesta siquiera poner en mi cabeza un reclamo hacia él que ha sido tanto para mí desde que lo conozco. Tomo una honda bocanada de aire y respondo:
—Quiero hablar contigo de algo importante.
—¿Algo malo? ¿pasó algo?
—No lo sé. —Me levanto de la silla e intento sonreírle para que no se preocupe en demasía—. Vamos, tengo el auto cerca.
Sin demostrar mucha emoción se levanta luego de terminar su último sorbo de jugo. Toma su mochila y me sigue por media calle hasta el auto, nos subimos y lo enciendo para arrancar pese a que no hay ningún lado al que en sí quiera ir.
—¿Y? —dice luego de varias calles en silencio—. Me estás asustando.
—Desde que te conozco he tenido tres certezas respecto a ti —inicio, sin quitar los ojos de la vía—: uno, que no me atraes como más que amigo. Dos, que eres un ser poco expresivo que le cuesta demostrar lo que siente pero que cuando lo hace es sincero. Y eso me lleva a la tercera: que nunca me mentirías. No hablo por el resto de la humanidad, solo por mí, solo que sé que a mí no me mentirías. Todo eso ha hecho que te quiera como lo hago y que sea capaz de meter mis manos al fuego por ti.
Theo no responde por varios segundos y aunque no lo estoy mirando, puedo adivinar su ceño fruncido y confuso.
—De acuerdo, ¿y qué con eso?
—Te voy a preguntar algo y te juro que sea cual sea tu respuesta, la creeré, porque tengo la confianza de que no me engañarás. —No suelto el manubrio, al contrario, lo aprieto con más fuerza pero mantengo suave la presión al acelerador para no estrellarnos con el mundo. Siento la mirada de Theo en mí, sin embargo mi atención va fija al frente cuando lo digo—: Cuando me fui a vivir contigo, ¿te juntaste con Gabriel y con tu hermana para no dejar que Luka y yo volviéramos a estar juntos?
La última sílaba me sabe a ácido y deja dentro del pequeño espacio del auto una tensión creciente en espera de la respuesta que tarda mucho en llegar, demasiado. Por el rabillo del ojo veo a Theo quieto, mirando hacia adelante pero con la suficiente actitud evasiva para confirmarme que es cierto pese a que una parte de mí aún esperaba que todo fuera un invento de Gabriel.
La mirada se me cristaliza por lo que ralentizo un poco la velocidad, el corazón se me ha acelerado y sé que si no tuviera mis manos bien asidas al volante, estarían temblando. Por fuerza debo detenerme en un semáforo pero no volteo a mirarlo ni un poco. Theo aguarda algunos segundos más y cuando arranco de nuevo, habla:
—Sí, es cierto.
La tensión existente se resquebraja y siento que cada pedacito me cae en la cabeza. Lamento mucho que mi voz me salga en un hilo dolido y no en un fuerte reclamo, pero el hecho de que sea Theo y no cualquier otro, me lastima por dentro.
—¿Por qué lo hiciste?
—Era lo mejor —dice con simpleza.
—Yo lo amaba. Tú lo sabías.
—No te convenía.
—¡Y quién demonios eras tú para decidir eso? —exploto en un grito.
Busco dónde aparcar de inmediato porque no voy a arriesgar mi vida a lo estúpido así que me orillo en la primera bahía que encuentro y giro a mirarlo con el ceño fruncido.
—Ese tipo no te iba a hacer bien —resuelve, usando un tono sosegado.
—¡Eso no era de tu incumbencia! Era mi vida, Theo, y supiste cuánto lo lloré, cuánto quise recuperarlo porque era lo que necesitaba en ese momento de...
—No —corta, con un tono filoso pero sin subir la voz—. No era lo que necesitabas, era lo que querías y nada más. Lo que necesitabas era distancia, trabajar en ti misma y recuperarte de todo.
—¡No me diste la oportunidad de elegir! Toda mi maldita vida habían decidido por mí y ahora me entero que tú lo hiciste también sin nunca decírmelo. ¡Si a Gabriel no le pica el cargo de conciencia y lo revela, hubiera muerto de vieja sin saberlo! ¡Se supone que podía confiar en ti!
—No es justo, Cinthya, gracias a eso es que estás hoy donde estás —argumenta, aún sin perder la compostura pese a que yo sí estoy en modo pelea.
—¡Pero no tenías el derecho! Te conocía hace dos putos meses, ¿qué te hizo pensar que podías hacerme eso? Pasar por encima de lo que yo sentía por tu simple perspectiva...
—¿Mi simple perspectiva? —inquiere, incrédulo, soltando una risa agria—. A ver, te pregunto yo, ¿qué recuerdas tú de ese entonces? ¿qué recuerdas que sentías?
—¿Qué tiene eso que ver?
—Responde. ¿Qué recuerdas? ¿Que lo extrañabas? ¿que a veces pensabas en él y querías estar a su lado? ¿algo más?
—No entiendo que...
—¿Recuerdas también cómo dejaste de comer por varias semanas y que perdiste peso y ánimos? ¿recuerdas que tenías insomnio y cuando me buscabas en las noches, a cambio de hablarme solo llorabas? ¿recuerdas que durante un tiempo no quisiste ni siquiera inscribirte en la universidad porque estabas empecinada en irte detrás del culo de ese hijo de puta?
Las palabras se me atragantan en la garganta al escucharlo hablar de esa manera, en parte por lo desagradable de lo que dice pero en parte porque es de hecho la primera vez que lo menciona así, es la primera vez en que se saca el tema de ese momento triste de mi nueva vida.
—Yo...
Y Theo explota ahora en gritos que intenta controlar en cada sílaba:
—¡No! Me estás preguntando qué derecho tenía yo y ¡este es el puto derecho! El de un amigo que te quiso desde que te conoció y que se encabronaba de verte sufriendo por un imbécil. Los amigos no están para darte lo que se te antoja sino para mostrarte lo que mereces, lo que sí necesitas y buscarlo a él no lo era. ¡Iba a ser lo peor para ti! ¿No te das cuenta? ¡Acababas de perder a tu abuelo, a tus padres de cierta manera, a todos tus amigos y el único motivo por el que querías estar con Luka era que él era la parte de ese pasado y esa ciudad que te quedaba! Si te hubiera dejado ir, él te habría recibido con los brazos abiertos pero te volverías una dependiente de mierda de él, se volvería él el centro de tu vida, el eje de tus acciones, ibas a dejar de ser controlada por tu madre para ser controlada por un hombre asqueroso que no te valoraba, ¡ibas a abandonar la universidad y tu escasa estabilidad por él, Cinthya! ¡Qué más no hubieras dado por él? ¡No necesitabas eso!
Aprieto la mandíbula con tanta fuerza que me duele pero no logro evitar que mis lágrimas caigan. Poso mi vista nublada en el volante, sin ser capaz de girarme, sin ser capaz de que la verdad de sus palabras me golpee desde su mirada también. Theo solo se detuvo unos segundos para tomar aire pero al ver que no digo nada, continúa:
»¡Incluso su mejor amigo era consciente de que no se convenían uno al otro! Por eso él mismo me llamó y me lo dijo, el mismo Gabriel sabía que Luka no era para ti porque lo conoce de siempre, porque sabe lo perro que es, lo mal material de novio que podía llegar a ser para alguien como tú, ¡él, que te conoció por el mismo tiempo que yo, sabía que merecías más! ¡Estuve para ti, Cinthya, todo el tiempo y en silencio, escuchando tu dolor, pero el hecho de que no dijera nada porque soy malo consolando, no quiere decir que no me dolía verte así!
»¡Así que sí! Lo hice: te alejé de él y si las cosas volvieran a pasar de la misma manera, lo haría de nuevo, porque con eso te di más cosas buenas. No te dejé estar con él pero te di, así fuera a las malas, la oportunidad de avanzar. Te obligué a ir a terapia, te obligué a conocer gente, casi te empujé a presentarte con Santiago y a empezar a estudiar de nuevo. Lamento si eso es "decidir por ti" como lo hizo tanta gente mientras crecías, pero ¡sorpresa: lo necesitabas! porque en ese momento no serías capaz de tomar decisiones buenas por ti misma y el haberte alejado te dio la capacidad de hacerlo ahora, así que no lo cambiaría porque las cosas salieron bien y fuiste feliz y fuerte con el tiempo.
»Si no tenía intención de decírtelo nunca fue porque no le vi sentido alguno, estás bien hoy en día, has estado bien todos estos años gracias a que no estuviste con Luka, ¿qué te hubiera esperado con él? Sé que lo has pensado, sé que hoy o en el pasado has imaginado qué hubiera sido si hace cinco años hubieran tenido una relación y también tengo la certeza de que no sería nada tan bueno como lo que tienes ahora. Si me quieres odiar, odiame, pero no me voy a disculpar por no dejarte tocar fondo cuando estabas hundiéndote en la mierda.
Theo está muy alterado, creo que es la primera vez que lo he escuchado gritar por tanto rato seguido; él no es muy partidario de discutir prolongadamente, cuando pelea con alguien simplemente dice un par de frases y luego se va sin importarle cómo queden las cosas, pero en esta ocasión fue diferente.
Desde la perspectiva propia a veces la mente omite las partes desagradables para quedarse solo con las de superación, prefiere no pensar en el "yo enfermé" sino solo tener el "yo mejoré y ahora estoy bien"; eso es exactamente lo que me ha pasado con todo esto y solo hasta ahora escuchando a Theo caigo en cuenta de que lo que él hizo nunca fue por la necesidad de manipularme sino por mi bien. De hecho de cierta manera yo habría hecho lo mismo de ser pertinente, si en aquella época su ex lo hubiera buscado, yo también habría intervenido cuanto pudiera para sacársela de encima pese a que decía que la amaba aún con tanto problema.
Pero aún con todo mi corazón no puede solo dejarlo pasar y sé el motivo a la perfección: el "¿qué hubiera pasado si...?". No se trata de cualquier ex, se trata de Luka y mi mente rencorosa solo puede culpar a Theo de que no hubiera habido un nosotros con él; la parte lógica sabe que mi amigo tiene razón en que me habría vuelto dependiente y habría retrocedido en mí misma en lugar de avanzar, pero no es mi mente la que está dolida, es mi corazón y esos dos entes rara vez se ponen de acuerdo dentro de mí.
Mi mente quiere darle las gracias por darle bienestar, pero mi corazón solo dice "maldición, ¿por qué no me dejaste enamorarme en paz?".
El choque de opiniones internas no me permiten más que llorar en silencio por varios segundos incómodos en que apenas escucho el respirar de Theo en el asiento del copiloto. Tengo tantos pensamientos por dentro que se enredan y no logro sacar uno en claro, no puedo, siento que me desmayaré si intento seguir discutiendo; ya de por sí tengo la respiración trabajosa y me tiembla todo, seguir escuchando o argumentando cualquier cosa, no me hará bien, además de que no quiero agarrar todo mi rencor contra Theo que en sí, no lo merece.
Tomo mi bolso y mi chaqueta del asiento trasero y abro la puerta.
—¿Puedes llevar el auto a casa? —pregunto, y me sorprendo de lo seco de mi voz.
—¿A dónde vas? No, vamos a casa y...
—Quiero estar sola.
—Pero...
—¿Puedes o no llevar el auto?
Theo suspira con cansancio pero me conoce lo suficiente como para saber que insistirme en que me calme o en que hablemos no resultará en nada bueno.
—Sí puedo.
Ambos nos bajamos del auto, él para rodearlo y subirse al asiento del conductor y yo para irme. Lo veo subirse de nuevo pero no enciende el auto de inmediato, a cambio me mira por la ventanilla.
—Dile a Santiago que fui a comprar lo que sea, que iré más tarde.
—Cinthya, no hagas de esto un...
Doy media vuelta y me alejo sin permitir que acabe de decirme nada.
Necesito aire, necesito pensar.
Necesito un trago... o varios.
El teléfono suena con la quinta llamada consecutiva y a la vez, me tomo el décimo trago de la tarde. Dejo pasar la llamada de Santiago, sintiendo, como desde hace un par de horas, una culpa tremenda por el solo hecho de hablarle.
La forma en que el tema general me ha afectado, más la desinhibición mental que el licor me trae, me han traído una horrible convicción que no puedo sacarme ni restregándola con estropajo: aún siento algo por Luka, y eso sumado al recuerdo del beso que le di hace unas semanas me han sembrado una culpa violenta en el corazón, una culpa que no se irá hasta que Santiago lo sepa, hasta que yo misma me perdone y eso lo conseguiré cuando él lo haga.
Santiago no lo merece y eso me duele profundamente.
Sé que si fuera otra persona no me afectaría tanto, pero tratándose de Luka, el hablar con Santiago se me hace más difícil e hipócrita. Hubo una noche hace mucho cuando recién nos estábamos dando la primera oportunidad con Santi en que pensé en Luka, o no tanto en él, sino en sus acciones y le dije a Santi que lo que más me aterraba era que él o cualquier otro me volvieran a hacer sentir así de miserable.
Mi problema con Luka no fue tanto lo que lo amé o ni siquiera que me hubiera mentido, el problema real fue la inferioridad que sentí al verlo con Adriana; en aquel entonces veía a Adriana como una mujer preciosa —que de verdad lo era— pero yo me veía a mí misma como todo lo contrario y Luka de cierta manera —inconsciente— me empujó a compararme y a sentirme menos.
Siendo justos el dilema principal fue mi falta de amor propio pero me afectó tanto en ese entonces que le tomé un miedo profundo a que un hombre me cambiara por una más linda solo por eso: por ser más linda.
Santiago me dijo que jamás iba a hacerme eso pese a que no éramos pareja entonces, de hecho me prometió que así fuera como amigos o como algo más, se encargaría de hacerme saber con frecuencia que nadie era suficiente para hacerme sentir inferior y que yo debía aprender que no era bueno dejarme afectar por aquellos que no sienten nada bueno por mí. Todo lo ha hecho. Santi no me ha faltado ni con sus palabras ni con sus actos y me ha cumplido al hacerme sentir siempre como una persona valiosa, no por mi físico, sino por ser yo. En su mente Luka está registrado como aquel que me dejó dañada, aquel que nunca me quiso pero sí me hirió, aquel que me ilusionó haciéndome perder por un tiempo la fe en todo y es por eso que me resulta contradictorio y estúpido el sentir lo que siento.
Consideré estos días guardarme el error del beso para mí por siempre pero con todo lo que sé ahora, lo siento injusto, incorrecto. Cuando la décima llamada entra, no puedo ignorarla y le doy contestar.
—¿Hola...?
—¡Caro! —Santi se oye agitado en exceso, asustado—. Dios mío, ¿dónde estás metida? ¿por qué no me contestas las llamadas? Ni a Theo, ni nada, ¿estás bien?
Miro el reloj de mi muñeca pensando que quizás no me di cuenta y pasaron muchas horas, pero no, apenas son las siete por lo que no comprendo mucho su exageración. Aún con todo, el grado de mareo que ya manejo en las venas no me da para buscar una explicación.
—Lo siento. Está temprano, no...
—Theo me dijo que discutieron, no me dijo por qué pero llegó acá solo con el auto y luego te llamé y no me contestas... Él ya se fue pero me dejó preocupado, luego me llama y me dice que no le contestas tampoco a él el teléfono... Caro, no hagas eso, me asustas mucho.
Su voz con verdadero terror más la copa número doce, me hacen sentirme miserable y un sollozo se me escapa.
—Perdóname.
—¿Dónde estás? Iré por ti.
—No te preocupes, no es necesario. Debes estar con Rose...
—Ella está con la vecina. Mañana no tiene clase y la niña hizo una pijamada, pasará allí la noche. ¿Dónde estás?
—En el bar de siempre.
—¿Con quién estás? No me digas que estás sola.
—Estoy sola. No te preocupes, acá es seguro.
—Has bebido. —No es una pregunta—. No te muevas de ahí, ya voy para allá.
Me cuelga sin darme lugar a réplica y pido otro trago mientras llega; no estoy lejos de casa así que asumo que no tardará.
A los diez minutos siento una mano en mi hombro, y al girarme, es él. El escaso llanto que he tenido desde el quinto trago, se intensifica en silencio al tenerlo enfrente y lo primero que hago es abrazarlo con fuerza, con culpa, con dolor.
—¿Qué pasó con Theo? —pregunta, preocupado—. ¿Por qué discutieron? ¿por qué estás así?
—Perdón...
—¿Por qué? ¿qué pasó? —Santi me empuja un poco para que lo mire a los ojos y la sincera preocupación que veo en ellos solo hace que duela más—. Vamos a casa y te calmas, ¿sí?
Asiento mecánicamente y me levanto de mi silla en la barra, mas antes de irme, la mesera nos nota y mira con extrañeza a Santi.
—¿Te quieres ir con él? —pregunta, mirándome fijamente.
Cuando llegué y me preguntaron por protocolo si pensaba verme con alguien acá, dije que no, por eso su pregunta.
—Sí, está bien.
—¿Lo conoces? —insiste.
—Sí, es mi esposo, está bien.
Eso parece relajarla y le sonríe a Santiago con una ligera amabilidad.
El camino a casa en el auto se hace en silencio porque las dos veces que Santi preguntó qué pasaba, no dije nada y él toma eso como que es mejor esperar un poco para no atosigarme.
Cuando vamos entrando en la casa solo puedo pensar en que él debe saber lo de Luka o no podré tener paz esta noche o las siguientes. No puedo ocultárselo más, la cabeza no me da para eso.
Santi pone las llaves en el gancho junto a la puerta y luego me observa con cariño contenido; ya ha oscurecido por lo que enciende una de las luces de la sala, lo suficiente para darnos algo de claridad. Los perros nos reciben meneando la cola pero no le presto atención a ninguno.
—Tengo que decirte algo —anuncio, con el corazón en la garganta.
—¿Qué pasó con Theo?
—Eso no importa... Santi, yo... yo te he mentido y me he sentido muy mal desde entonces porque te quiero tanto y tú no lo mereces.
El gesto de Santi logra transformarse un poco de su preocupación a recelo, incluso temor.
—¿De qué hablas?
Siento cómo mi corazón empieza a acelerarse, percibo que la paredes se cierran a mi alrededor pero aún con todo, no me arrepiento de querer decírselo.
—Hace unas semanas cuando fui a casa de mi madre, fui con Denny, ¿recuerdas? —Santi asiente—. Yo no lo sabía, pero allá estaba Luka. —Su mandíbula se tensa junto con el resto de su cuerpo, pero se mantiene en silencio—. Quería hablar conmigo, al parecer y como Denny estaba ahí, no le vi problema. Pero entonces Denny se fue y me quedé con él el sábado. Me acompañó al cementerio, luego a San Patricio. —Noto que mi voz empieza a sonar apresurada, agitada, desesperada mientras él me observa con seriedad—. Íbamos a salir a tomarnos un trago en la noche pero empezó a llover así que no salimos del apartamento. Él bebió mucho, yo solo unas copas. Hablamos de muchas cosas y el tema de nosotros surgió... y... no sé, yo estaba afectada por todo lo que me dijo y...
La voz se me apaga tanto que termina con un susurro lejano, no encuentro el aire en mis pulmones ni el sonido en mi garganta, todo se me pierde al mirar a Santiago y ver la incomodidad en sus ojos...
—¿Y?
Respiro hondo y al soltar el aire sale casi un jadeo a la vez que dos palabras:
—Lo besé.
Es tan transparente su decepción a mis ojos que más me aguijonea el peso de lo que le digo. No se mueve, sin embargo, no me replica, no sé ni siquiera si me ha escuchado, solo sé que me observa fijamente, como si no fuera capaz de reconocerme en la imagen que le ofrezco. Incluso los perros se han ido de la sala, como si supieran que no viene algo bonito.
—Lo besaste —susurra casi para sí mismo y eso me despliega la necesidad de explicarme.
—Lo siento mucho. Fue un gran error, yo no lo planeé, solo sucedió. Para mí el que Luka haya vuelto a aparecer en mi vida ha sido más horrible de lo que pude haber imaginado, siento que me daña todo, que me lo desordena y luego de que lo besé solo pude pensar en que acá en casa estabas tú, amándome y esperando lo mismo de mi parte. Me sentí terrible de imaginar lo que ibas a pensar de mí. Nunca te he mentido en estos años, nunca te he faltado y hacerlo con esto no ha sido sencillo porque te amo y no te quiero perder, pero me equivoco mucho y siento mucho, y sé que es incorrecto, siento que no mereces esto y no sé qué hacer para que me perdones.
Mis lágrimas no dejan de bajar, incluso siento que el mareo por el licor se me ha ido y ha sido reemplazado por el miedo a como resulte esto. Él solo me observa, estupefacto, incrédulo. La fidelidad es uno de los pilares comunes y puede que de los más fuertes en el que hemos edificado nuestra relación y yo acabo de tumbarlo como a un castillo de naipes, siento que he roto una parte enorme de mí al afectarlo a él tan descaradamente.
Santiago traga saliva y finalmente desvía la atención, solo unos segundos para mirar a un punto indeterminado, toma aire con fuerza y presiento que se está conteniendo de decir lo que de verdad piensa de mí.
—¿Lo besaste también en Allington?
—No. Solo fue esta vez, te lo juro.
Entonces, como si supiera exactamente qué preguntar para dejarme en jaque, dice:
—¿Sientes algo por él?
Lo miro a los ojos, sintiendo más lágrimas cayendo y eso parecer ser buena respuesta para él, que asiente para sí mismo y da dos pasos hacia atrás.
—No lo sé... yo no tengo nada claro, Santi... hoy me he enterado de que Theo intervino en el pasado para que yo me alejara de Luka y saber eso me ha despertado muchas cosas enterradas, me ha hecho pensar en suposiciones que hace años no me atrevía a considerar... mi presente eres tú pero con todo esto es como si el pasado siguiera siendo una piedra en mi camino.
—En el momento en que empiezas a dudar, ya te estás confirmando algo.
El tono frío y sosegado de sus palabras me cala más hondo a que si me estuviera gritando e insultando. Intento acercarme a él pero con cautela da un paso atrás, diciéndome indirectamente que me detenga y eso hago.
—Perdóname, Santi. Dime qué hacer para que me perdones... —De nuevo me clava la mirada seria, ahora austera y dolida. Muerdo mi labio, presa de la desesperación al no escucharle respuesta—. Dime algo. Lo que sea.
Entrelazo mis dos manos y las retuerzo, sintiéndome como la mierda misma, y lo peor es que no es un pensamiento exagerado, realmente soy como me siento.
Cuando finalmente responde, su tono sale agotado y bajo:
—Me voy a acostar ahora.
Elevo el mentón con la intención de decir algo, de rogarle que hablemos, que no lo dejemos ahí pero con una leve negación de su cabeza, me detiene, rogándome a su vez que no diga nada más porque necesita pensar... solo. Con los labios apretados se me escapa un jadeo, entonces él se acerca para tomarme la mejilla con su palma y dejarme un beso de tres eternos segundos en la frente.
—Santi...
Niega de nuevo y me suelta; da media vuelta para perderse por el pasillo hacia nuestra habitación hasta que me deja sola con Luna pues Dante se ha ido tras él.
Me siento en el sofá, mi perra se echa a mis pies y me permito llorar por Santi. Lloro por Theo, por mí y peor aún, lloro porque la duda sobre si la importancia de Luka en mi presente es suficiente para desestabilizarme todo o no, ha sido resuelta.
Y la respuesta es sí.
Uuuff, me costó un montón este capítulo, ojalá lo haya valido ♥
Hola, amores Mazorcas y mil gracias por seguir acá, lamento demorar tanto pero hago mis capítulos con amorsh (?) ♥
¿Qué les ha parecido este? ►
Creo que Caro ya está mostrando la faceta que les prometí de equivocarse mucho tanto en sus pensamientos como sus sentimientos y acciones. No la odien, es mi bebé y es humana y actúa con el corazón, no con la lógica. ¿Qué piensan de Carolina actualmente?
♥ Sea como sea, gracias por leer, nos leemos la próxima ♥
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