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T R E I N T A Y C I N C O

LUKA

El martilleo en la cabeza no me ha dejado desde que me levanté hace ya varias horas. Es la sensación de una mala resaca sumado a mal trago de todo lo que se dijo anoche con Carolina; la mente se me divide entre analizar todo lo que dije, lo que ella respondió intentando no pasar nada por alto y la necesidad de descansar el resto del día. Desearía al menos tener una laguna al respecto para no recordar la parte en que Caro me deja claro que no quiere nada conmigo, pero al contrario, esas frases son las que más se reproducen en bucle.

Con o sin dolor de lo que sea debo volver a casa así que no me quedó de otra que conducir por un par de horas desde temprano; cuando me levanté Carolina ya no estaba y solo había dejado una diminuta nota en la mesa que decía: "Las llaves están junto a la puerta, pon seguro y las dejas en la recepción. Puedes quedarte hasta la hora que quieras" y ya. No sé si tengo el sueño muy pesado o si ella se empeñó en pasar desapercibida pero lo cierto es que no la escuché salir y según me dijo el vigilante, se fue antes de las seis de la mañana.

El sonido de una llamada entrante me hace proferir un gruñido de fastidio y más aún cuando miro en la pantalla que es una llamada de Denny. Conecto el teléfono al bluetooth del auto y le contesto sin detenerme.

—¿Qué quieres?

Se dice "hola, buenos días".

—No estoy de humor, Denny.

Uh, eso significa que las cosas no salieron bien, ¿verdad?

—¿No salieron bien? —replico a medio grito—. ¡¿Bien?! A ver, imagínate lo peor que pudo haber pasado, eso multiplícalo por seis y así de bien me fue. Esto fue una idea terrible, Denny. De verdad agradezco tus aparentes buenas intenciones pero si tu llamada es para tramar alguna otra estupidez o para tus discursos optimistas y misteriosos, no me interesa.

Pero...

—No, nada de pero. No, Denny, ya no te metas más en esto, ¿de acuerdo? Carolina no quiere saber en absoluto de mí, ¿comprendes eso? Me ha dejado claro lo mucho que la cagué en el pasado y que no hay manera de arreglar eso, ¿entiendes? Dime que entiendes porque no hay forma más clara de decirlo. Estás en tu derecho de creer lo que quieras sobre nosotros pero no te metas más. ¿Estamos?

Muy dentro de mí sé que estoy siendo sumamente grosero y canalizando mi frustración donde no es correcto pero el dolor de cabeza no me da ni para arrepentirme. De ser necesario lo llamaré después disculpándome por mi mal humor pero de momento no tengo genio para nada.

Comprendo —dice luego de un silencio—. ¿Cómo estás? Físicamente, me refiero. ¿Dónde estás?

Respiro hondo antes de contestarle:

—Voy en mi auto camino a casa. Tengo resaca, me duele la cabeza y pues... todo en general me duele. Estaré bien. Asumo que no le has contado a Gabriel así que no le cuentes, por favor. Ya le contaré yo después pero no quiero hoy su sermón sobre mi infinita imprudencia.

De acuerdo. —Su tono ha bajado considerablemente y ya no se oye con aire bromista—. Lamento que las cosas hayan salido así, Luka.

Sí, bueno, no es tu culpa.

Te llamo después. Cualquier cosa que necesites, acá me tienes.

—Gracias, Denny.

La llamada termina y me sumerjo de nuevo en el relativo silencio dentro del auto. Me queda mucho por pensar aún sobre lo sucedido aunque la verdad es que tengo toda la vida para ello, de momento solo tengo la seguridad de que tal como Carolina dijo, cualquier cosa sobre nosotros se abrió y se cerró ayer. Lo que se dijo, lo que se hizo o lo que no, ya acabó, no hay nada más qué hacer al respecto.

***

Cuando me estaciono frente a mi casa y apago el motor, cierro los ojos unos minutos antes de bajar. Me duelen las piernas por conducir, la cabeza, los ojos, la vida, todo me duele, simplemente es un mal domingo y eso sumado a que está lloviznando, no me traen nada bueno a los ánimos.

Cuando finalmente me bajo dejo las maletas mía y de Denny adentro, ya mañana las sacaré del maletero; echo una rápida ojeada alrededor y entonces veo un poco más adelante un auto conocido pero indeseado que me pone de inmediato en alerta. Temiendo que lo que pienso sea verdad camino a paso rápido hasta la entrada y al cruzar el umbral arrugo la frente con desagrado.

Dennise está en el comedor con Mateo y con mi abuela. Cuando me ve me sonríe como si fuéramos los mejores amigos del mundo pero yo me limito a malmirarla. Me acerco a mi abuela y dejo un beso en su frente.

—Hola, Nani.

—Hola, hijo. ¿Cómo te fue?

—Bien, gracias. —Miro a Mateo que no me saluda pero sí me observa con expectación—. Ven un momento, Mateo.

Mi hermano suspira pero pule una tranquilizadora sonrisa al levantarse; a Dennise ni siquiera la saludo y la sonrisa triunfante que me dedica solo dice que ella sabe que no es bien recibida por mí. Conduzco a Mateo hasta la cocina y cierro la puerta.

—¿Qué demonios hace Dennise acá? —siseo.

—Vino a almorzar.

—¿Por qué?

—Yo la invité, ella me agrada.

—Mateo, Dennise y yo ya no estamos saliendo, ella no debería estar acá.

—Ella quiere volver contigo, es una buena...

—No pienso volver con ella. ¿No recuerdas todo lo que pasó? Es una manipuladora, dañina, loca y no la quiero acá.

—Vamos, ni que...

Su sonrisa conciliadora no se me antoja amable como siempre, al contrario, me exaspera.

—¡Qué no! —bramo, aún intentando no subir la voz porque mi abuela se altera si nos ve discutiendo—. Tú no tienes el más mínimo derecho de invitarla a esta casa, Mateo. Yo no quiero tener a Dennise ni como amiga ni como nada y vas y le dices ya que se vaya.

—Es mi amiga —objeta con terquedad—. No es mala, ella...

—No lo repetiré, Mateo. O vas y le dices a tu amiga por las buenas que se vaya o salgo yo y la echo por las malas.

—El que las cosas entre ustedes no hayan funcionado, no significa que no pueda seguir viniendo, a mi abuela también le agrada.

—Mientras esta casa siga siendo mía, decidiré quién entra y quién no y Dennise no es bienvenida.

Con mi hermano solemos mantener una relación muy relajada y amistosa, sin embargo él sabe que cuando le hablo con este tono no estoy en plan amigable ni hay opción a réplica, en momentos así tomo la autoridad que he tenido desde que me hice cargo de él y al menos él lo respeta porque así lo hemos criado. Me choca mucho la insistencia con el tema porque además de que él sabe cómo resultaron las cosas con Dennise, él no suele llevarme la contraria y esa obstinación es nueva en él.

Me mira a los ojos con las cejas fruncidas en claro desacuerdo, mas no replica nada, solo sale de la cocina furioso y dejando un portazo detrás. Salgo tras él y veo que se limita a hacerle una seña a Dennise para que se vaya, es decir que ellos esperaban que yo reaccionara así; la loca se levanta y me busca con la mirada.

—¿Puedo hablar contigo un minuto? —pregunta con toda la dulzura del mundo. Luego mira a Nani—. Muchas gracias por el almuerzo, señora Elvira. Debo irme, pero fue un placer compartir con usted.

—No fue nada. Que te vaya bien, muchacha.

Sigo a Dennise hasta la puerta y con toda la formalidad la abro esperando que salga; ella queda del otro lado del umbral con su chaqueta en su mano pero yo no cruzo el Marco ni medio centímetro.

—No debes estar acá —afirmo.

—No me has contestado los mensajes, ni las llamadas, ni...

—¿Y eso no te dice nada? No quiero hablar contigo, Dennise.

—Luka, yo quiero arreglar las cosas. No terminamos como se debía y yo... te extraño.

Suspiro y me pellizco el puente de la nariz, realmente frustrado. No es el día ni el momento de esto.

—Dennise, ¿en qué idioma te tengo que hablar? Yo no quiero arreglar nada contigo.

—Pero...

—Pero nada. Aléjate de mi hermano, deja de meterle cosas en la cabeza. Tú no eres ninguna perita en dulce y ya estás lo suficiente grandecita como para entender que no eres bienvenida ni en mi casa ni en mi vida.

Una expresión de furia de adorna la cara, una expresión que ya le conozco porque me la dedicó muchas veces cuando salíamos y algunas veces luego de terminar, un gesto que usa cuando va a sacar algún argumento estúpido o a victimizarse de algún modo.

—¿Hay alguien más?

Y ahí está. Es tan predecible que se vuelve aburrida.

—Vete, Dennise.

—Dime, ¿me dejas por alguien más?

Hace un rato canalicé mi mal humor en el pobre de Denny y no lo merecía, pero ahora tengo a Dennise que sí lo merece y que por el rumbo de su suposición paranoica me trae a la mente la frustración que tengo con el tema de Carolina así que no cuesta nada responderle:

—Sí, así es. Hay alguien más así que te agradecería que no volvieras nunca.

—¿Quién es?

—Eso no te incumbe.

—Claro que me incumbe, tú y yo...

—No existe el tú y yo. —Pretendo cerrarle la puerta en la cara pero pone ambas palmas para abrirla de nuevo y mi paciencia se agota—. ¡Vete, Dennise! No quiero verte, no quiero hablarte, no quiero ni siquiera recordar que alguna vez salimos juntos. Has sido un error que ya enmendé así que aléjate de mi vida y de mi familia.

Su mirada cambia de una llorosa y aparentemente dolida a una desafiante. Se acerca dos pasos e inclina lo más que puede el mentón hacia arriba para hablarme de frente; la observo con desprecio y rencor, de verdad me harta. Con los dientes casi apretados, murmura:

—Yo nunca soy un error, Luka Greisnar. Te vas a arrepentir de cambiarme por una cualquiera.

—Lárgate ya o llamo a la policía.

Casi logro escuchar el rechinar de sus dientes al apretar la mandíbula pero da media vuelta y se aleja sin siquiera molestarse por la llovizna que le moja el cabello.

***

El sonido de la lavadora a mis espaldas es curiosamente reconfortante y me permito suspirar en calma. Faltar un día al trabajo usualmente no representa gran dilema pero este preciso sábado la constructora cerró un importante contrato con una empresa extranjera y el trabajo pese a que lo llevamos entre varios arquitectos, es pesado, lo suficiente al menos para mantenerme cansado pero con la mente ocupada.

Es jueves y he decidido que sea jueves de lavado por lo que ya voy por la segunda carga a la lavadora; mi abuela entra por la delgada puerta que conecta el cuarto de lavado con la cocina y me sonríe.

—Deberías estar acostada, hace mucho frío.

—¿Para qué crees que inventaron los abrigos de lana? —murmura y toma la solapa de su abrigo verde como para mostrarme que está bien cubierta—. ¿Quieres hablar un rato, hijo?

—Contigo siempre, Nani. —Saco de una esquina una silla plegable y se la acomodo a mi abuela para que se siente frente a mí—. ¿De qué quieres hablar?

—No de gran cosa en específico. ¿Cómo estás? Te he visto muy apagado estos días.

—Es solo el trabajo. Estamos con un proyecto grande que me consume toda la energía.

—Necesitas descansar. No es bueno que trabajes tanto. —Niego con la cabeza medio sonriendo—. Pero eres un arquitecto terco, así que déjate consumir que eso te hace feliz.

—Tú sí me conoces. Además debo trabajar mucho estas semanas porque debo pedir un permiso relativamente largo para la fiesta de compromiso de Gabriel.

Mi abuela sonríe con anhelo, igual que cada vez que escucha el nombre de Gabriel.

—Es increíble que se case mi muchacho. Él es como un hijo para mí y verlo en el altar será una dicha enorme. Denny es un buen hombre, me alegra mucho que la vida los haya juntado. Un hombre bueno y otro hombre bueno; ellos me hacen pensar en que la vida realmente no es injusta con todos.

—Solo con algunos —respondo medio en broma—. ¿Ya tienes tu vestido para la fiesta? ¿o quieres ir a comprar uno?

—Ya tengo uno perfecto. ¿Te puedo decir algo sin que te molestes, hijo? —Su mirada es brillante y jovial, así que solo asiento—. Ese vestido lo tengo desde hace como seis años o más; una vez a una de mis compañeras de asilo la llevaron de compras sus hijos y ella me invitó. Cuando vi ese traje supe que era para mí, pero lo compré pensando que con él iría a tu boda.

—Pero te cansaste de esperarme, ¿eh?

Nani me da un manotazo en la pierna y termina riendo conmigo.

—Yo no, el vestido sí. Aún creo que puedo vivir lo suficiente para ir a tu boda... o a la de Mateo algún día.

—Yo no creo que me case, Nani. Creo que mi vida está destinada al estado civil de soltero por siempre.

—Eso dices ahora, pero puede que el amor de tu vida llegue en el futuro y todo cambiará.

—No soy dueño del futuro, así que no te llevaré la contraria.

—Eso es tener la esperanza encendida, así que bien por ti. Eso sí, tiene que ser una buena mujer.

Sonrío ante la mera dicha de charlar con Nani, es realmente satisfactorio escuchar su voz sabia y a la vez bromista.

—¿Cuál es tu definición de "buena mujer"?

Nani me mira a los ojos por unos segundos de seriedad y luego desvía la atención al suelo. Al responder, lo hace con un tono un poco más alto para hacerse oír sobre el ruido de la lavadora que ya está en el ciclo de centrifugado.

—Una mujer que te valore por lo que eres, que sea feliz contigo pero no por ti, que tenga sus ideales claros y los comparta contigo. Una buena mujer es aquella que llega a complementar tu vida, hijo, aquella que hace que todo se vea más bonito. —Odio el juego cruel de mi mente de solo poner un nombre en específico ante la descripción, una imagen que lastima porque es todo lo que Nani dice excepto la parte en que está conmigo—. Uno sabe cuando es la persona indicada, eso es algo que se siente muy adentro, es una convicción fuerte. Cuando conocí a tu abuelo yo ya había tenido amores y él también los suyos, pero bastó compartir un poco de tiempo para saber; bailamos una canción una noche y cuando nos miramos a los ojos... supimos que ahí era.

—Ya no existen esas historias de amor —bromeo, al ver que mi abuela tiene los ojos vidriosos ante el recuerdo—. Me gustaría recordar al abuelo.

—Era un gran hombre. Su vida no fue muy larga pero la aprovechó muy bien.

—Lo que demuestra que para algunos la vida sí es injusta. Él debió quedarse más.

Nani niega con la cabeza y sonríe.

—No, hijo, la vida no fue injusta con nosotros. Su vida terminó pronto pero fue muy feliz y donde hay alegría no hay injusticia. Lo extraño, sí, pero los años que compartimos me cambiaron la vida mucho más de lo que su partida lo hizo. No se trata de la cantidad de tiempo sino de qué haces con él.

—Supongo que tienes razón.

—Y hablando de eso... —Su gesto se enseria de repente, justo cuando la lavadora se detiene—. Desde que empezaste a tener tus citas jamás te he cuestionado nada y no voy a comenzar hoy que ya eres un adulto completo, pero, y espero que no te moleste, quiero hablarte de Dennise. Es una mujer preciosa, hijo, pero no... pues, sé que no me incumbe, pero... —Nani se retuerce una mano con la otra y titubea lo suficiente como para que decida que es momento de interrumpirla.

—Te detendré allí, Nani. Dennise y yo ya no estamos saliendo desde hace más de dos meses.

—A Dios gracias —murmura en un suspiro de alivio—. Discúlpame, pero es que ella es...

—Sí, entiendo.

—Dicho eso, tengo otra inquietud y es sobre Mateo. Desde que hablaste con él sobre su madre no volvió a sacar el tema en absoluto y no sé si eso es bueno o no. Yo sinceramente no esperaba que dejara ir el tema así de fácil. Lo que me preocupa es que lo veo muy evasivo últimamente.

—¿Cómo que evasivo?

—Sabes que no me gusta pecar de viejita chismosa, pero como es mi hijo prácticamente, tengo el derecho. Anda más metido de lo normal en su teléfono, cuando le pregunto no me dice nada y me cambia el tema.

—Nani, es adolescente, es normal.

—No, no lo es. Este domingo que vino Dennise sin ti a mí me extrañó pero no dije nada porque asumí que seguías saliendo con ella. Ahora sabiendo que no, sé que hay algo raro. Ese auto en el que vino esa chica lo he visto varios días, es más, hay tardes en las que Mateo llega en ese auto desde el colegio. Cuando le pregunté solo me dijo que era una amiga, que su mamá la recogía y pues que como quedaba de camino, lo traía a él también.

Sus palabras en tono bajo me caen como una patada en el pulmón y me aceleran el pulso en desconcierto. ¿Qué demonios hace Dennise con Mateo? Explica en parte la insistencia de él en que ella se quedase el domingo en el almuerzo pero no considero a mi hermano tan estúpido como para creerle a Dennise sus buenas intenciones y papel de víctima en nuestra relación, menos porque Gabriel y yo le contamos lo que sucedió y el motivo de que termináramos... y él mismo lo vio, él estuvo en medio de todo cuando Dennise le pedía que me vigilara. Es muy raro todo el asunto.

—¿Qué tendría él que hacer con Dennise? —verbalizo el hilo de mis pensamientos—. No entiendo nada.

—Tampoco yo y me preocupa. Mi primera teoría loca era que tal vez en un juego enfermo de esa chica hubiera invitado a salir a Mateo pero lo descarté, eso no va por ahí. Algo sucede, hijo y no estoy diciendo que Dennise sea mala pero si tú consideraste prudente alejarla de ti, no comprendo qué puede querer de Mateo. Entiendo eso de que es adolescente y por eso no le he insistido en que me diga, eso solo lo alejará más, así que mejor vine a hablar contigo.

—Sí, Nani, haces bien.

—Eso sí, no vayas solo a preguntarle. Conozco a mi niño y sé que no te dirá nada si me lo oculta a mí. Averigua de otra manera y cuando sepas, ahí sí lo enfrentas. Sé prudente, hijo, tenle paciencia y comprensión.

Con el millón de pensamientos que tengo atorados en la cabeza solo logro asentirle a mi abuela sin dirigirle ni una mirada. La mente es altamente creativa y aún así no hay una teoría lógica y no perjudicial para que Mateo esté en aparente cercanía con Dennise; si fuera una chica común y corriente no habría problema pero siendo ella me preocupa lo que pueda ser, ha demostrado tener la capacidad de ser manipuladora y audaz y eso aplicado en un adolescente medio desorientado no puede tener buen desenlace.

También es cierto que no puedo abordar a Mateo con preguntas, eso solo logrará que empiece a ocultarme más cosas, si él es como yo a su edad, sé que no será bueno ponerme a la defensiva. Hoy está en la casa de un amigo terminando un trabajo de matemáticas así que eso me da tiempo también para pensar cómo tratar el asunto.

No considero a Dennise peligrosa en el sentido letal de la palabra pero sí la veo capaz de hacer sufrir a Mateo si lo manipula lo suficiente haciéndose pasar por un ángel al que yo hago daño y no puedo dejar que eso pase.

No dejaré que eso pase.

***

Al ladear un poco la mirada en mi escritorio veo el portarretrato con la foto de Mateo y mi abuela, y mi concentración en el trabajo se va al traste para solo pensar en mi hermano.

Esta mañana cuando lo saludé antes de salir a trabajar tenía su sonrisa de siempre, su genio usual de viernes y ni una sola pista de que pueda haber algo raro con él. No me habla en absoluto de Dennise, no la menciona como imaginé que lo haría si la teoría de que su amistad con ella es una truco suyo para volver conmigo, tan normal estuvo que empecé a temer que mi abuela se hubiera imaginado lo que me decía sobre el auto de Dennise por el vecindario trayéndolo.

Ella tiene un auto rojo pequeño, muy común y fácilmente confundible, puede que la versión de Mateo de que es la mamá de una amiga sea cierta y yo solo exagere suponiengo locuras al respecto.

Se me ha metido en este momento Mateo en la cabeza y me ha desconcentrado tanto de lo que hacía que alejo la cara del computador para reclinarme hacia atrás en mi silla y tomar un respiro; tengo los ojos algo resecos por el exceso de exposición a la pantalla así que paso mis palmas sobre ellos y los cierro unos segundos esperando que lubriquen. Creo que lo más sensato es hablar con Mateo sin enojos y decirle lo que mi abuela supone, quizás así él lo desmienta y me dé una explicación creíble que logre hacer que mi cabeza pase del tema porque la verdad sí me he obsesionado un poco con esto.

Estiro los brazos hacia arriba para destensarme un poco y me dispongo a meterme de nuevo de lleno a trabajar cuando mi celular suena con una llamada. En la pantalla sale "Leimmar" y mi alerta se enciende de inmediato.

—¿Buenos días? —contesto.

Muy buenos días, ¿hablo con el señor Luka Greisnar?

—Sí, con él.

¿Cómo está, señor Greisnar? Habla con Brianna Mathews, la directora. El motivo de mi llamada es porque me preocupa un poco la inasistencia de Mateo a clases. Cabe recordarle que por cierta cantidad de faltas puede perder el cupo en nuestra institución a menos que tenga alguna excusa médica que...

—¿Qué? ¿cuáles inasistencias?

Arrugo la frente y me embarga la desagradable sensación de que los problemas empezarán a llegar pronto.

Mateo no ha asistido a estudiar durante toda esta semana.

Mi boca se abre de par en par cuando siento el pulso acelerarse; yo he visto a Mateo salir cada mañana con su mochila llena de libros, no puede ser que no haya ido.

—Debe ser un error.

La directora del otro lado tarda varios segundos en contestar, posiblemente atando cabos y deduciendo, al igual que yo, que hay problemas.

Señor Greisnar, Mateo ha faltado desde el lunes de esta semana. Un maestro le preguntó a los amigos con quienes siempre comparte sobre él y solo dijeron que era posible que estuviera enfermo pero que no habían hablado con él.

—No está enfermo —aseguro— y cada mañana sale a estudiar...

Aunque una parte de mí sabe que la excusa que le doy es muy miserable, el pasmo no me da para ser más racional.

Lamento mucho tener esta conversación con usted, señor Greisnar. Dado lo que me informa, me temo que Mateo no tiene excusa válida alguna para sus faltas. Si falta dos jornadas más, será expulsado de la institución.

—El lunes irá —sentencio, con una mezcla de enojo con Mateo y temor con todo en la garganta—. Me encargaré de eso.

En ese caso, el lunes deberá venir con su acudiente, es decir con usted. Una semana entera de faltas requiere firmar constancia en el expediente y un acta de compromiso de parte de ambos.

—Entiendo. Gracias por la llamada.

Recuerde señor Greisnar, que nuestra institución está dispuesta a ustedes para cualquier ayuda que necesiten.

—Muchas gracias.

Aguardo en línea dos segundos hasta que sé que han colgado del otro lado y entonces el enojo empieza a subirme por el pecho hasta dejarme la cara caliente de la rabia. En medio de la alteración lo primero que hago es marcar el número de Mateo, que no tarda nada en contestar.

Hola, ¿qué pasa?

—¿Dónde estás?

Suelta una risa amistosa.

¿Cómo que dónde? Estudiando. Salgo a las dos y media...

—No me mientas Mateo, ¿dónde carajo estás?

No te mien...

—¿Entonces por qué la directora me acaba de llamar diciendo que llevas una semana entera sin ir a estudiar?

Un silencio prolongado embarga la línea.

Yo...

—¡Te vas ya mismo para la casa y vamos a hablar de esto!

Sé que jodí las cosas cuando me cuelga abruptamente.

Perfecto, lo que faltaba. 

Tan, tan taaaaaaaaaaan xD 

Hola, amores. Mil gracias por tanta paciencia y pido encarecidamente por más porque esto va pa' largo ♥ Actualizaciones lentas pero seguras, como yo bajando de peso asies. ♥

¿Qué les ha parecido este capítulo? ☺

Se vienen cosas buenas... quizás en enero (?) 

Habrán notado que cambié la portada y sí, no es tan bella como la otra, pero la amo con loca pasión más que a la otra, so, se queda por ahora <3 

♥ Nos leemos ♥

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