C U A R E N T A Y U N O
Algo que no he podido dejar de hacer nunca es cargar ropa para unos veinte días aún cuando el viaje sea de menos de cinco, mujer precavida vale por dos y si cargar ropa extra cuenta como precaución, yo valgo como por diez.
Me coloco en puntas intentando ver más allá de mi estatura pero no logro encontrar a Denny o cualquier cara conocida; es la primera vez que vengo a esta ciudad y la verdad es que el día de hoy mi cuerpo está en modo "detesto el verano" así que el bochorno que hace me fastidia con intensidad; estoy segura que necesito una ducha, tomar algo con hielo y estaré lista con humor festivo pero por ahora puedo arrugar la frente a nadie todo lo que quiera.
Vago otro poco por el terminal de buses lamentando no haber cargado mi celular antes de salir y esperando que por magia divina aparezca alguien a recogerme como prometieron. Ya que es menos de mediodía no me preocupa la inseguridad y estoy tan acalorada que opto por sentarme en una banca y esperar que lleguen las ganas de vivir.
Suspiro y cierro los ojos dos segundos intentando convencerme de que será un excelente y alegre fin de semana porque dos excelentes amigos —bueno, un gran amigo y Gabriel— se casarán pronto y yo soy parte de su celebración.
—Denny me dijo que apostada a que te encontraba o durmiendo o comiendo, pero la verdad yo solo le apostaba a lo segundo. —La voz que me hace abrir los ojos me hace ensanchar la sonrisa y levantarme de inmediato a abrazarla.
—¡Grishaild! —Me devuelve el abrazo con una risa complacida—. Ha pasado una eternidad completa, ¿cómo has estado?
Una niña de cabellos rubios y que bien podría ser su copia en pequeño sale desde atrás de ella y me mira con curiosidad; Gris la observa y luego a mí.
—Soy madre de un terremotito de casi siete años, así que diré que atareada pero feliz.
Me agacho a la altura de la niña y le sonrío; tiene unos ojos tan azules como los de Denny pero un aire angelical como el de Gris, es como un angelito.
—Estás grandísima, Ana. —La niña mira a Gris como si le preguntara si soy una loca que le habla o si puede confiar en mí—. Cuando te conocí tenías menos de tres años. Estás divina.
Termina sonriéndome y mostrando sin querer el hueco de uno de sus dientes frontales; es adorable.
—¿Qué te hace feliz? —me pregunta.
—¿A qué te refieres?
—Estás sumamente feliz, ¿por qué?
No negaré que me extraña la pregunta de una niña tan pequeña y con vergüenza diré que no sé qué responderle así que solo me encojo de hombros.
—Porque no hay motivo de estar triste, supongo.
Anabeth mira a Gris y me señala.
—Ella me agrada.
Me yergo y tomo mis dos maletas de rueditas pues asumo que ella me llevará a casa de Denny.
—Se llama Carito —le responde Gris—. Es buena amiga de tu tío Denny y mía... aunque nos haya olvidado por varios años.
Llegamos a la parte exterior del terminal y Gris levanta su mano a un taxi que abordamos pronto.
—Sobre eso... lo siento. —Retomo—. Con la universidad a veces no me quedaba ni tiempo para mi mascota. Pero acá estoy y muy impaciente de ver a todos, espero que ninguno esté molesto con la mala amistad que les brindo.
—La verdad si Denny y Diego no fueran hermanos quizás estaríamos igual de distantes. Es difícil mantener las amistades cuando estamos todos tan separados unos de otros, pero eso no quiere decir que dejemos de ser amigos. Tenemos tantas cosas planeadas para este fin de semana. Mis suegros vendrán, obviamente y con toda la vergüenza del mundo les pedimos que las hicieran de niñeros y accedieron por lo que podremos disfrutar con Diego y con ustedes.
—Entiendo; llega un momento en que ya no se aspira sino a tener un buen niñero.
—¡Sí, exacto! Ser madre es maravilloso pero...
—Salir de vez en cuando sin ellos está super bien.
—Sí. —Gris suelta un hondo suspiro—. Dios, me hacías falta, Caro. Parece que entiendes todo.
Omito decir de momento que si lo entiendo es porque tengo a Rose conmigo, no por mera simpatía; ya tendremos tiempo de ponernos al día.
—Lo tomaré como un cumplido. A propósito, creí que Denny vendría por mí.
—Era el plan pero está atareado con el almuerzo. Hicieron asado en casa y como sus padres acaban de llegar, su sobrina consentida está detrás de él, se esperan más invitados y Gabriel "dañaría todo si lo dejan solo" (palabras de él), pues me pidió el favor de venir. Y sabes que cuando Diego se junta con Gabriel se tornan insoportables, ugg, preferí venir con Ana y librarnos un rato del asunto.
—Denny debe estar al borde del colapso —comento risueña—. Me alegra igual que vinieras.
—Denny me pidió también que te diera un breve resumen del itinerario: hoy asado en su casa y acomodación de hospedajes, mañana viernes iremos a la playa porque hay un grupo de música latina tocando por varios días y habrá fogata y no sé qué cosas más. El sábado tenemos libre la mañana y la tarde y en la noche es la fiesta. El domingo hay desayuno grupal y ya luego todos a sus casas.
—Suena a que tiene todo fríamente calculado.
—¿Bromeas? Tiene hasta horarios, si llegas tarde a la playa no te dejará entrar al mar. —Reímos y suspiro al sentirme cómoda y alegre—. Está histérico a ratos con todo el tema de la boda. Siempre supimos que él sería el dolor de cabeza cuando el momento llegara.
—Está feliz —argumento—. Es un loco feliz.
—Sí, eso no lo niega nadie.
Gris le dice al taxista por donde voltear y en menos de quince minutos llegamos al destino; ella paga el servicio y el hombre me ayuda a bajar mis maletas. Deduzco que la casa de Denny es la que tiene la puerta abierta y humo saliendo desde la parte de atrás; es un vecindario bonito, de esos en los que hay varios metros entre casa y casa, jardines bien cuidados, una cerca alrededor y buenos habitantes; la de Denny es una casa azul de dos pisos, en su fachada se ven dos grandes ventanas en la segunda planta y en la primera un pórtico amplio donde residen dos sillas mecedoras que lucen muy acogedoras para los más soleados días.
Ana toma la delantera hacia la casa, corriendo hacia la puerta y entrando sin mirar atrás. Nada más cruzar el umbral se empiezan a escuchar los murmullos mezclados al fondo, charlas de varias voces que se hacen inentendibles y entre más adentro estamos, el olor del humo de parrilla se hace más intenso. He dejado mis maletas cerca de la entrada y salgo con Gris al patio trasero. El primero en verme es Diego que estaba charlando con Gabriel y lo deja con la palabra en la boca para venir a saludarme con un abrazo.
—Cada día tú y Denny se parecen menos. —Diego me sonríe y mira en reflejo a su gemelo que sigue de espaldas y al parecer batallando con la carne y las pinzas—. Ya no los confundiría como antes.
—Es que yo me envejezco más rápido —dice en tono bromista aunque en realidad eso sí es medio cierto; no tiene aún los treinta años pero se le nota la paternidad bajo los ojos y en gesto serio de la madurez. Denny por otro lado parece aún un adolescente—. Denny me roba juventud.
—Aleluya por eso —grita Gabriel a unos metros de nosotros. Cuando lo miro intento no mostrarme recelosa de modo alguno pero sé que Gabriel es consciente de que tengo algo atorado en la garganta porque de no suponerlo, ya habría venido a saludarme como siempre—. ¡Que mi esposo sea joven por siempre y que su hermano se arrugue como una pasa!
—Al menos yo no tengo crisis de la edad —contraataca Diego—. Le temes a las canas y ya tienes como veinte.
—¡No tengo ni una sola!
—Se las pinta con aerosol —me dice Diego y suelta una carcajada. Gabriel le saca el dedo del medio y se va mejor a ayudar a Denny que ni siquiera a girado a mirarme. Diego me mira de pies a cabeza y asiente—. Has cambiado, ¿tu cabello no era más oscuro?
—Sí, tal vez. Me lo aclaré hace poco aunque no mucho.
—Pues te sienta muy bien, estás muy bonita.
—¡No coquetees delante de tu esposa! —grita Gabriel de nuevo, pendiente de nosotros—. Eso se hace a escondidas. —Denny lo malmira enarcando una ceja—. Digo, los heteros, ellos son así, yo jamás lo haría. Te amo.
Diego suelta una risa y luego mira a Gris, aplanando sus labios y negando con la cabeza.
—Lo lamento, pero no te puedo coquetear —dice, pesaroso—. De todas maneras no me gustan las rubias, ni siquiera las medio rubias oscuras como tú.
—Te casaste con una rubia —apunto yo—. Y con una de las más bonitas.
Diego mira hacia Gabriel y alza la voz:
—¡¿Yo no puedo coquetear con ella pero ella sí puede coquetear con mi esposa?!
—La gente hetero es muy rara —concluye Gabriel dramáticamente.
—Exacto, amor, así funciona —dice Gris que me toma del brazo y me aleja de Diego—. ¿No te dije que se ponen insoportables? Es como juntar el hambre con las ganas de comer, son igualitos, se fastidian pero no se separan.
—Yo digo que así se dicen cuánto se aman.
—Eso sí. En esta casa podrá faltar el respeto, la cortesía y la seriedad, pero nunca el amor.
Miro hacia la puerta que desde la casa conduce al patio y veo entrando a una bonita pelirroja que también he abandonado como amiga por más de dos años.
—Hablando de que no falte el amor... —Gris mira hacia donde yo y también ensancha la sonrisa. Luciana abre sus dos brazos con un gesto más que complacido y ambas caminamos a ella para abrazarla—. ¡Hola!
Al parecer Gris y Luciana tampoco se ven hace mucho porque muestran mucha efusividad de saludarse. Detrás de ella entra Tobías, su esposo, que siempre ha sido mucho más calmado y menos hiperactivo que ella. Nos da a ambas un beso en la mejilla pero se retira prontamente hacia los chicos a saludar.
—Carolina Anderson —anuncia Luciana—. Eres una de las personas a las que creí no volver a ver en mi vida. Desapareciste del planeta.
—Nunca me fui a ningún lado, solo fui una desagradecida y mala persona.
—Tomaré eso como una disculpa.
—Y ahora que llegamos las tres, sacaré el tema —dice Gris, mirándome, entusiasmada—. ¡Vas a casarte! Denny me contó pero no había dicho nada porque estaba esperando a que saludaras.
Luciana luce muy sorprendida y su primer reflejo es tomarme las manos para buscar el anillo, mas arruga la frente al no hallarlo. Halo la cadenita de mi escote hasta que el anillo sale y se los muestro.
—El clima cálido me engorda los dedos, no quiero preguntas al respecto, gracias.
—¿Sobre tus dedos gordos o sobre matrimonio?
—Sobre mis dedos gordos.
—¡Entonces cuéntanos del matrimonio! —chilla Luciana—. ¿Cuándo es la boda?
—En un par de meses. Se llama Santiago, es instructor de zumba y entrenador personal...
—O sea que debe estar buenísimo —deduce Luciana mordiendo su labio inferior.
—Oye, eres una mujer casada —reprende Gris—. Respeta.
—Solo fue un comentario, qué exagerada. Sí está buenísimo, ¿verdad?
Me contagio de su tono cómplice y lleno de desparpajo que siempre la ha caracterizado; ella es como una Michi en su atrevimiento, su falta de filtro y la ausencia de la vergüenza pero con devoción a su esposo y a la fidelidad incondicional, lo mejor de dos mundos, siempre lo he dicho.
Les sonrío de lado y asiento con la cabeza; me imagino en la mente que tengo una sonrisa orgullosa y casi presumida en los labios.
—Pues sí. Alto, cabello negro, ojos verdes. —Ambas comparten un suspiro dramático—. Y tiene una niña hermosa como él que es prácticamente mi hija.
—Ya eres toda una adulta madura —bromea Gris—. ¿Has criado a esa niña?
—No del todo, pero he estado presente casi siempre en su vida. Su madre murió a unos meses de ella nacer y desde entonces está con Santiago, luego conmigo.
—Qué triste.
—Es la vida —resuelvo—. Vivo con ellos dos, de hecho. El matrimonio solo es una especie de... formalización.
—Eso cree uno pero no es así —rebate Luciana—. Las cosas sí cambian después de dar el sí acepto.
—¿Para bien? —cuestiono.
—En mi caso, sí. El matrimonio hace que uno ya esté seguro, es decir, yo nunca dudé de Tobías pero cuando ya tuve la argolla se volvió algo más fuerte, algo más inquebrantable. Pensé que nada iba a cambiar, que todo iba a ser una ceremonia, bonitas fotos pero que todo sería igual, yo ya vivía con él, no había grandes cambios pero el día en que dejé de decirle mi novio para decirle mi esposo, me sentí de maravilla.
Suspiro enternecida.
—Ustedes conocieron a sus parejas desde los diecisiete, ambas tienen sus cuentos de hadas perfectos.
—Ningún cuento de hadas es perfecto —replica Gris—. El hecho de que los demás no lo noten, no quiere decir que no existan problemas.
Pienso en Santiago y en la realidad de que Gris tiene razón; para los que nos vean ambos somos un cuento mágico de amor, sin embargo solo nosotros sabemos los enredos reales que tenemos. No hacen el cuento malo pero sí le quitan lo utópico.
—Bueno, pero tener una relación de diez años antes de los treinta para mí es un hito completo.
Ambas miran a sus esposos que están robándole a Denny pedazos de la carne del asador y asienten al tiempo con una sonrisa cada una.
—Lo hacemos ver facilísimo, ¿verdad? —dice Luciana. Asiento.
—Sí. Sé que no lo es porque ya llevo media década con Santi pero es esperanzador ver que hay historias de amor que no terminan.
—¡Tío Gabriel! —grita Anabeth desde la puerta de la casa. Su voz infantil es tan profunda que todos en el patio giramos a mirarla, mas ella solo se dirige a su tío—. ¡Me prometiste helado cuando volviera! ¡Ya volví!
Gabriel no se queja en absoluto y se retira de su lugar para entrar con Ana hacia la cocina. Al pasar junto a mí me mira a los ojos un segundo pero no se atreve a sonreír; no sé si él discutió con Luka respecto al asunto problemático pero yo ya lo hice con quien me concernía... aunque si se presenta la oportunidad, también cruzaré dos palabras con él al respecto, no malas, solo... palabras y ya.
—Voy a saludar a Denny —anuncio, y Lucy y Gris asienten. Camino hacia la parilla y al tenerlo cerca, le toco el hombro—. Me dijeron por ahí que andas un poco estresado.
—Te mintieron... ando muy estresado.
—A ver, suelta... —Alargo mi mano hacia su pinza y en un medio forcejeo se la quito para que se dé un respiro. Me mira con algo de enojo pero le sonrío intentando que no me vea como la enemiga—. Déjate ayudar un poco.
En sus ojos está la negación a aceptar ayuda pero su cuerpo difiere así que suspira y termina sonriéndome mientras yo volteo la gran cantidad de carne apretujada en la parrilla. Tobías se ha sentado en una de las sillas en la sombra de un árbol a unos metros de nosotros y está hablando cómodamente con Diego, por lo que Denny y yo estamos relativamente solos.
—Gracias. Ni te saludé, perdóname. Mis padres dijeron que llegarían tarde por el tráfico pero sé que se vinieron tarde para no aguantarme tanto rato.
—No te preocupes. —Tras voltear el último pedazo de carne, giro a mirarlo y siento la necesidad de agradecerle por su intención de hacernos saber a Luka y a mí lo que su novio había hecho con ayuda de Theo—. Oye, ahora entiendo tu insistencia en que yo hablara con Luka... y te lo agradezco.
En su gesto no hay precisamente satisfacción, hay más bien una mezcla de malestar y lástima.
—Cuando me enteré en el pasado ya había pasado mucho tiempo y opté por no decirte nada, aún eras mi amiga pero no le vi necesidad... luego te viste con él por allá en el otro lado del mundo y ese secreto como que empezó a picarme en el corazón de nuevo. No te lo podía decir yo mismo porque antes que ustedes está Gabriel y soy leal a él, pero tampoco me podía quedar de brazos cruzados... así que ya sabes...
—Te entiendo, Denny, no tienes que excusarte por nada.
Lo veo tragar saliva y lucir algo incómodo, pero aún así pregunta en voz baja:
—¿Lo han hablado?
—Sí. Bueno, algo así, lo llamé y me contó. Luego de eso no hemos hablado más.
—Sabes que él vendrá, ¿verdad?
Suspiro, volviendo a mirar la parrilla para darme tiempo de contestar.
—Sí, lo sé.
—¿Qué crees que pasará? ¿lo hablarán?
—No sé, Denny. Todo esto ha sido tan enredado... una parte de mí quiere hablarlo de frente con él pero otra quiere olvidarse de todo y solo pensar en ustedes este fin de semana.
—Luka sigue enojado con Gabriel —admite luego de una pausa—. No sabemos si vendrá desde hoy o si solo llegará a la fiesta; él es el padrino después de todo pero desde que Gabriel le contó, apenas y han hablado y la única vez que fue una conversación larga, fue una discusión. Yo lo llamo cada dos días pero no menciona ni de lejos a Gabriel y cuando lo nombro yo, me cambia el tema.
No logro imaginar hasta qué punto fue un baldado de agua fría para él conocer la verdad sobre el pasado. Para mí fue duro y Dios sabe que odié a Theo por varias horas pero no como para enojarme por siempre porque a la larga algo tengo qué agradecer; sin embargo supongo que para Luka es distinto porque lo que hicieron fue técnicamente una ventaja para mí, no para él y dudo que escuchar algo como "es que tú no eras suficiente para ella" sea agradable viniendo de un casi hermano.
—Yo también discutí con Theo pero de la discusión pasamos a la reconciliación. Después de todo, el pasado no va a cambiar porque deje de hablarle a mi mejor amigo.
—Luka lo sabe también. —Denny suspira, cansado—. Sé que no dejarán de hablarse por siempre, pero en este instante está algo tensionada su amistad. Gabriel está muy afectado... y está apenado contigo también. Él es el que más bromea con todos acá pero ahí donde lo ves, por dentro está estresado y esperando a cada minuto que el que entre por la puerta sea Luka para pedirle más perdón.
—¿Crees que debería hablar con él? No sé si ayude.
—Puede que sí, Gabriel también te quiere mucho y sabe que te debe una disculpa.
—No me lo debe —aseguro—. Él actuó por su mejor amigo, Theo actuó por mí. Mi rencor al respecto ya se saldó con quien debía.
—Haz que lo sepa —pide—. Este fin de semana debería ser el más feliz de nuestro círculo familiar y aunque él lo finja, no estará feliz sino hasta que quede en paz con ambos.
Asiento con diligencia y dentro de mí me prometo hablar con él en cuanto se pueda y asegurarle que no estoy enojada. Es cierto lo que dice Denny: es el fin de semana más feliz de sus familias y no es justo que por temas que ni siquiera son de su vida, se amargue.
—Lo haré.
***
Luego de almorzar todos repartidos en el patio y en el comedor (con los padres de Denny incluídos), la mayoría se han quedado bebiendo una cerveza afuera, menos Gris y Diego que entraron a la cocina para lavar lo sucio y dejar arreglado todo. Después de entrar al baño, veo que Gabriel sale solo por la puerta principal así que voy tras él con la intención de charlar un rato pues no hemos tenido tiempo ni de un formal saludo.
Como pensé, se ha sentado en una de las mecedoras del pórtico, así que sin decir nada, tomo la otra, sé que me mira de reojo pero opto por dejar mi vista al frente.
—Hace un lindo día —comento—. ¿Siempre es así?
—Casi siempre —admite—, es una ciudad cálida.
—Tú casa es bella, es espaciosa.
—Gracias. Denny la ha decorado en su mayoría. Siempre que quieras venir, las puertas están abiertas. —Asiento sin mirarlo y él hace una pausa de varios segundos en que miro de reojo la mecedora ir adelante y atrás con suavidad—. Cinthya, espero que no estés enojada.
—No lo estoy —afirmo—. No diré que me ha complacido todo este asunto, pero no estoy enojada. Estoy feliz por ustedes y quiero que sepas que estoy acá para celebrarlos a ambos porque los quiero mucho, sin rencores.
—Igual siento que te debo una disculpa. Perdóname.
Escucharlo me hace notar que parte de mí sí necesitaba esa disculpa, así que un suspiro involuntario de alivio sale desde lo más profundo.
—Estamos bien.
—Gracias.
—¿Por qué saliste? —curioseo, ya que toda la reunión está adentro.
—No acostumbramos a tener tantísima gente acá y me abruma un poco... pero no se digas a nadie. Denny es un excelente anfitrión pero yo para eso no sirvo. No me molestaría estar en una reunión que no fuera mía, amo las reuniones, las fiestas, pero al ser mía me siento colapsado. —Suelta una risa, burlándose de sí mismo—. Quizás sí son los años que me están pegando duro.
—Apenas vas por el primer tercio de la vida.
—No me lo recuerdes —pide, risueño.
El aire que sopla es algo pesado por el fuerte sol que nos alumbra, por fortuna el pórtico nos protege pero este es uno de esos climas que no quieren que uno haga nada.
Un silencio cómodo nos rodea por varios minutos hasta que Gabriel gira de repente la cara hacia la izquierda por el camino. Hago lo mismo y veo que la camioneta de Luka se acerca.
El corazón se me acelera pero no me muevo de mi lugar, a diferencia de Gabriel que sí se levanta de su silla y empieza a atravesar el jardín para recibir a los invitados. Veo en silencio cómo la camioneta se estaciona, dejando el lado del copiloto hacia el andén, Gabriel abre esa puerta y le tiende la mano a la que, según recuerdo, es la abuela de Luka. Luce mucho más viejita de lo que la vi en San Patricio años atrás, pero luce tan sana como cualquiera de nosotros.
La señora le extiende los brazos a Gabriel que le corresponde el gesto con amor, ella le toma las mejillas pese a que debe casi ponerse en puntas para hacerlo, le dice cosas sonriendo y él asiente, igual de sonriente. Cuando la señora lo suelta, sale Mateo del asiento de atrás y abro disimuladamente mucho los ojos al verlo tan alto, tiene un porte que parece copia de Luka pero mucho más joven, es apuesto como su hermano y tiene una sonrisa que hasta acá me parece bonita. Él también le da un abrazo a Gabriel, se saludan con cariño.
Para mí parece tardar una eternidad pero finalmente, del otro lado se baja Luka. Estando a varios metros y sin que ni siquiera se haya dado cuenta de que estoy acá, me sonrojo inexplicablemente al verlo. Rodea la camioneta y llega a Gabriel aunque en su gesto no hay una efusividad ni parecida a la de Mateo o la señora Elvira al verlo. Se miran en silencio por varios segundos hasta que Luka le ofrece la mano a modo de saludo, algo que a mi parecer luce frío y distante. No cruzan ni una sola palabra y entonces Mateo y su abuela, empiezan a caminar hacia la puerta.
No sé qué tanto me recuerde cualquiera de los dos pero igual me pongo de pie para saludar con una sonrisa. La primera en verme es la señora Elvira que la verdad no parece recordarme mucho, igual solo al vi un par de veces en aquel entonces.
—Buenas tardes —digo.
—Hola —responde ella—, ¿cómo estás?
—Muy bien, gracias.
Me mira fijamente con unos ojos entrecerrados, usando ese gesto de cuando intentas recordar algo que simplemente no llega a tu cerebro.
—Te conozco, ¿verdad?
—Pues creo que sí. Hace unos años usted estaba en el Hogar de San Patricio y yo los visitaba, no sé si me recuerde...
—La niña de Adam —reconoce y me remueve algo por dentro que lo mencione—. Sí, claro, ¿cómo olvidarte? Hablaba él mucho de ti. Y eres amiga de Luka, ¿verdad?
No hay manera de explicarle a una abuelita nuestra situación en dos segundos así que solo asiento. Mateo llega a mí y me sonríe ampliamente, aunque también luce solo cortés, no como que sepa quién soy.
—Has crecido un montón —digo a cambio de saludar—. Estás altísimo. No sé si te acuerdes de mí, pero a como yo te recuerdo, medías la mitad y eras más flacucho.
Mateo ríe genuinamente pero asiente con efusividad.
—Claro que te recuerdo. Te conocí a los diez u once, no a los dos años. Carolina, ¿verdad?
—Sí, la misma.
Con confianza se acerca y me da un abrazo cálido y corto.
—Que bueno verte. —Mateo toma de la mano a su abuela—. Vamos a saludar, Nani.
—A Denny le hará feliz verte —dice Gabriel, llegando tras ellos y entrando los tres a la casa.
Cuando giro de nuevo al frente, Luka se va acercando. Mi pulso se desboca de nuevo pero hago lo posible para que no se me note en el rostro la cantidad de cosas enredadas que siento por dentro. Sus ojos llegan a los míos y no se alejan de ahí a medida que se acerca; cuando sube los dos escaloncitos del pórtico, se hace notoria la diferencia de estatura. Le sonrío sin saber cómo actuar ahora.
—Hola, Caro —musita bajito—. ¿Cómo estás?
—Bien, gracias. —Hay una distancia entre nosotros que es mayor a la que habría de ser otras personas, es como si en el subconsciente de ambos estuviera escrito que hay que mantener cierto alejamiento para poder estar en paz—. ¿Qué tal el viaje?
—Suave, no había mucho tráfico.
—Me alegra... —Miro al suelo sin saber muy bien qué decir. Luka luce algo cansado, pero no físicamente, es como si en sus ojos se viera el cansancio que no tiene en el cuerpo, de hecho luce hasta indispuesto de hablar conmigo y eso me inquieta un poco. Señalo escuetamente hacia la puerta—. ¿Saludarás a todos?
Niega con la cabeza.
—Saludaré a Denny luego, de resto... digamos que no soy muy bien recibido por nadie allí. Estoy acá exclusivamente por los novios.
—Entiendo. Denny me dijo que estás algo molesto con Gabriel —aventuro a ser chismosa.
Sé que no es la conversación ideal pero parece que hasta compartir aire se ha vuelto incómodo entre nosotros.
—Algo es poco —admite—. Tengo una charla pendiente con él, pero será en otra ocasión.
Siento de repente la garganta seca ante las palabras que en mi mente cruzan, pero no me detengo de soltarlas:
—¿Y conmigo? ¿tienes una charla pendiente conmigo?
Su mirada se vuelve más penetrante, pero no precisamente en buen sentido. Si en su mente hay algo similar a lo que hay en la mía, estará sumamente contrariado con el solo hecho de tenernos cara a cara luego de todo lo descubierto.
Luego de unos segundos, menea la cabeza lentamente a lado y lado.
—Ya no.
No puedo evitar sentir algo de decepción al escucharlo; no sé precisamente qué esperaba que respondiera pero lo que ha dicho me bajonea un montón.
—¿Seguro?
Inhala un hondo suspiro y recuesta su costado contra la viga del pórtico, me mantengo en mi lugar, intentando lucir muy indiferente y tranquila, como si solo le hablara a un amigo de paso en la vida. Haciendo gala de su sinceridad, responde:
—Cuando estábamos en tu apartamento quería hablar contigo de muchas cosas porque, como te dije, buscaba una oportunidad de tenerte conmigo. —Luka se despega de la viga para llegar hasta mí; el olor de su perfume me llega al rostro y no puedo evitar suspirar. Alarga la mano con aparente calma y toma entre sus dedos la cadena que me cuelga al cuello, la hala para sacarla de mi blusa y dejarla sobre mi pecho. Cuando estuvimos en Allington vio que mi anillo iba colgado al cuello y asumió, correctamente, que esta vez era igual. Cuando lo deja afuera, me suelta y retrae de nuevo los dos pasos hasta la viga. Señala escuetamente mi anillo—. Pero tras esa conversación me ha quedado clara mi posición y te juro, Caro, que no quiero meterme en donde no soy bienvenido. Te lo dije por teléfono: estoy feliz de que seas feliz y no voy a interferir de modo alguno ahora, así que no te preocupes, no voy a intentar nada, ni siquiera sacaré el tema sin tu permiso.
—Estamos acá exclusivamente por los novios, ¿no? —murmuro, cortante.
Finjo una sonrisa que le dice que estoy de acuerdo aunque por dentro no esté para nada contenta con su argumento. Debería estarlo, lo sé, su proposición de quedarse quieto y callado al respecto es la señal y acto que necesito para llevarme las ideas claras, pero... no sé, no era lo que esperaba.
—Sí, por ellos.
—¿Y te puedo llamar amigo mientras estés acá? —aventuro de nuevo.
Lo último que quiero es rogarle un par de palabras, si su plan es simplemente pasar inadvertido ante mí, estaré de acuerdo, no presionaré nada y disfrutaré de estos días con el resto de mis amigos.
—Puedes llamarme como quieras toda la vida.
La miel de sus ojos llega hasta mí y una bonita sonrisa le adorna los labios de tal manera que no puedo negarme, ni por recato, que Luka me gusta, que me atrae físicamente, que es capaz de hacerme reconsiderar cada uno de mis sentimientos poniendo sobre el tablero mis mariposas, pero más importante aún, no me queda la menor duda de que en este viaje se define mi situación del corazón; para bien o para mal, estos días son decisorios sobre mi vida.
Es el último juego con mis sentimientos como apuesta.
***
Hoooola, amores♥
Ahhhhh, AMOR ETERNO A LOS CAMEOS
Me encanta escribir a mis bebés de otras novelas, Y LO QUE FALTA porque son cuatro días enteros de reunión 7u7 ♥
¿Qué les ha parecido el capítulo? ►
Muchas gracias por seguir acá pese a mis demoras, los amo un montón, un pico en esos cachetes ♥
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