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C U A R E N T A Y S I E T E

47. EL HOGAR EN BRAZOS DE ÉL

Cada vez que siento que tengo un problema, acudo a alguien. Durante mi adolescencia iba a visitar a Adam o hablaba con alguna de mis amigas de colegio, cuando conocí a Luka y a Gabriel, acudí a ellos, luego de irme con Theo, él fue mi puerto seguro, después estuvo Michi y por los últimos cuatro años sin falta, Santiago ha sido uno de los que tanto me ha escuchado en lo bueno y en lo malo.

Pero no ahora, no con lo que ha pasado, no cuando siento que he agravado la situación a tal punto que no soy digna de buscar consuelo en nadie.

En el bus de camino a casa no he podido parar el llanto por más de unos segundos seguidos, es un llanto silencioso pero necesario, con la diferencia de que no siento gran alivio al deshacerme en lágrimas, al contrario, es como si cada gota me quemara la piel a su paso.

Sé que es egoísta pero en este momento inmediato no me interesa nadie, no me importa lo que sienta Luka o lo que sentirá Santiago, ni lo que piense Michi o Theo, en este momento solo me importo yo porque siento que la mayor traición la he cometido conmigo. 

Dejé de algo tan pasajero como el deseo físico atropellara mis principios y eso es más de lo que puedo soportar. Nunca he ocultado mi desdén por el tipo de personas que son infieles, por aquellos que no respetan sus relaciones o que arriesgan todo por una aventura y hoy me he convertido en una persona de esas, en una traidora y me incomoda mi propia piel ahora mismo.

No sé cómo funciona para el resto de personas, no sé cómo se sienten luego de faltar a la lealtad a otro ser pero yo lo siento demasiado estúpido, demasiado impulsivo pero sobre todo, injustificado; no vale la pena. Lo que más me enoja es que desde el comienzo supe que lo que pudiera pasar con Luka no iba a ser suficiente como para cambiar mi vida actual y sí para arriesgarla, pero la curiosidad me pudo, quise ser temeraria y lanzarme al vacío aún sabiendo que le temo a las alturas, así que ahora que he aterrizado duele en cada parte del alma.

Cuando llego a casa el corazón se me llena de una cantidad nueva de sombras, de sentimientos inquietantes que nunca he sentido y me revuelven todo en oscuridad por dentro. Siendo domingo temprano —pues no me sentí capaz de acompañar a Denny en su desayuno con toda la familia y amigos— es de asumir que Santiago está en casa con Rose así que no tengo nada de tiempo antes de verlo para... no sé para qué realmente, solo sé que no podré mirar a los ojos a Santiago con tranquilidad por un buen tiempo. Al menos no con la normalidad de siempre, no cuando en el interior la culpa me corroe.

Me quedo unos segundos en la puerta tomando valor de meter la llave en la cerradura; en cuanto las saco de mi bolso y tintinean, escucho a Luna ladrando a lo lejos y más de cerca a cada segundo así que no espero más para abrir. Luna se lanza a mí, me agacho a consentirla y termino con la cara lamida pero sonriendo. Dante llega tras Luna y también me saluda aunque con menos efusividad; él es más tranquilo siempre.

Termino de entrar, dejando mi pequeña maleta junto a la puerta y mirando hacia el interior pues de momento nadie ha salido.

—¡Caro? —escucho a lo lejos la voz de Santi.

—¡Sí!

Sigo el sonido de la voz hasta el baño de la habitación de Rose donde ella está en la bañera cubierta en espuma, sonriente, y Santi sentado afuera, sosteniendo la esponja. Conozco a Rose lo suficiente como para saber que Santi lleva ahí sentado más de media hora esperando a que ella se aburra de su mini piscina, como la llama.

—¡Llegaste! —chilla Rose, alzando sus brazos para que la saque de ahí—. ¡Ya quiero salir!

Santiago me mira a mí y luego a ella, casi sorprendido; no lo observo directamente pero sé que me mira con curiosidad.

—Llevo pidiéndole que salga mucho rato, el agua ya está fría. —Santi mira a Rose—. A ver, párate primero porque hay que sacarte toda esa espuma antes.

Rose obedece y con ayuda de Santi se pone de pie para que él abra la ducha y le aclare el cabello lleno de jabón. Tomo la toalla que ya está lista a un lado, cuando Santi le quita el tapón al suelo y el agua empieza a irse, extiendo la toalla de lado a lado en mis brazos para recibir a una Rose empapada. Santi sale de momento para dejar el espacio sobre el inodoro y poder poner allí a Rose de pie mientras le seco el agua del cuerpo. Mi niña me abraza aún húmeda y me da varios besos en la mejilla.

—¿Cómo te fue?

—Bien, cariño. Hubo una fiesta divertida.

—De tus amigos que se casan, ¿cierto?

Sin aparente motivo dada la conversación siento un nudo en la garganta, pero lo disipo rápido sacudiendo la cabeza arriba y abajo.

—Sí, así es. Se casarán en unos meses.

—Como tú y mi papi.

Percibo con más intensidad la mirada de Santiago que se ha quedado en la puerta del baño. Hay un silencio de unos segundos pero finalmente asiento.

—Sí, cielo, como nosotros.

Cuando termino de secarla, la envuelvo en la toalla y la saco del baño en mis brazos hasta dejarla sobre la cama.

—Yo quiero mi blusa de unicornio —pide Rose—, ¿me puedo poner esa?

—Ya te la tengo lista —dice Santi, señalando un pequeño montoncito de ropa a los pies de la cama—. Te vistes y luego sales a desayunar, ¿de acuerdo? Voy a servir el desayuno.

—Bueno, papi.

—Caro —me llama él. Apenas asiento sin girarme—. ¿Ya desayunaste?

—No.

—Bien, te serviré también.

—Gracias.

Hasta que no escucho los pasos de Santiago alejándose no puedo tomar aire en paz. No es para nada justo con él que lo trate así pero mientras siga sin saber lo que ha pasado, el peso del remordimiento no me permitirá hablarle con normalidad.

Rose se coloca la ropa con la torpeza propia de su edad, cuando acaba me dispongo a acomodarle la cintura del pantalón, el cuello de la blusa y las mangas que quedaron un poco dobladas. Al terminar, tomo el peine de la mesita de noche para peinarla.

—Papi y yo te extrañamos —comenta Rose—. Ayer vimos una película pero no es lo mismo ver la de Barbie sin ti. Papá no la entiende. ¿Te irás de nuevo? No me gusta que te vayas.

Le sonrío con tanto cariño como puedo. Rose es mi pedacito de cielo, es quien me mantiene cuerda y tranquila. Caigo en cuenta de que me he ido ya en dos ocasiones desde que volví de Allington y eso debe ser algo confuso para Rose dado que en algún momento le dijimos que yo viviría con ellos para evitar los viajes de siempre, pues antes solo estábamos juntas unos días antes de que yo debiera volver a casa con Theo o que ellos debieran regresar aquí desde mi casa.

—No, cariño, no me iré más. Al menos no por tantos días y sin ti.

Le hago una trencita sencilla en su cabello y luego sale corriendo hacia el comedor; me quedo unos segundos más recogiendo la pijama que se ha quitado y la toalla mojada, acomodo su cama desordenada, me cercioro de que el agua de la bañera se haya ido toda y apago las luces.

Me encamino al comedor para desayunar con ellos; nuestra mesa es de cuatro puestos y ya tenemos siempre el lugar asignado: Santi toma el que da directo a la ventana, yo tomo el de su derecha y Rose el de su izquierda y frente a mí, así que en este momento los platos con huevos están así dispuestos.

Me siento en mi lugar, de nuevo sintiendo los ojos de Santiago sobre mí mientras a la vez ayuda a Rose a tomar la cuchara adecuadamente. Rose es una niña de apetito moderado así que luego de comer poco más de la mitad se dice estar llena, se toma el jugo de naranja y sale corriendo a mirar televisión. Una vez relativamente solos, Santi habla:

—¿Qué tal el viaje?

Hago tiempo masticando con lentitud.

—Bien. Fue genial ver a mis amigas luego de tanto tiempo.

Eso al menos no es mentira.

Yo sé muy bien cuál es la pregunta real de Santiago pero me es muy difícil afrontarla en este momento; soy plenamente consciente de que lo ocurrido con Luka no es algo que me voy a guardar para mí porque odio los secretos y más uno como este pero necesito más tiempo para enfrentar mi error.

—No te esperaba tan temprano, ¿no me dijiste que iban a desayunar todos hoy?

—Sí, pero quise viajar temprano. Los domingos hay mucha gente en los terminales.

Me sorprendo de lo tosca que me sale la voz, casi sale golpeada, como si fuera Santiago el culpable de mi mal humor. No es justo, no es para nada justo.

—¿Estás bien?

Santiago estira su mano lentamente para ponerla sobre la mía pero en automático yo la retiro hacia atrás, llevándola a mi cabello. Si los gestos pueden responder, ese le ha dicho mucho a Santiago y ha gritado mucho por mí.

—Sí.

Me levanto de la silla tomando el plato de Rose y el mío para llevarlo a la cocina, tengo en el corazón ese ritmo que siento cuando miento pero multiplicado por un millón porque jamás una de mis mentiras ha sido tan grande como esta. Santi entra a los pocos segundos tras de mí y deja su plato también sobre el mesón. Abro la llave del lavaplatos pero Santi atraviesa la mano y la cierra, reclamando mi atención con dulzura.

—Deja eso. Háblame, mírame al menos.

No suena precisamente a orden pero no lo cuestiono y levanto el mentón sin prisa. Cuando sus preciosos ojos llegan a los míos el nudo en mi garganta se destensa en mis párpados y un par de lágrimas se asoman ardiendo en mil disculpas que quiero y necesito pedir.

—Lo siento. Lo siento por todo, Santi.

No sé qué tanto puede suponer Santiago basado en mis disculpas espontáneas y en el evidente cargo de consciencia que me aplasta el pecho, pero su voz al responder sale baja y firme:

—¿Te quedarás con él?

Su pregunta me toma tan desprevenida que envaro la espalda de inmediato y arrugo la frente tan segura de mi respuesta como de mi propio nombre.

—Ay, no, Dios, no. No, Santi.

Santiago da un largo suspiro de alivio pero yo no le veo alivio alguno a la situación. Este sería el momento ideal en el que le quito esa tranquilidad diciéndole la verdad de lo que ha sucedido; estoy segura de que luego de eso será él quien quiera dejarme.

—¿Y conmigo?

Desvío la mirada, suspirando. Estoy más que segura de que Luka no es lo que quiero pero en este momento no me siento merecedora de Santiago, creo que tengo muchas cosas que pensar y que conversar conmigo misma, debo poner mis propias cartas sobre la mesa y saber exactamente lo que quiero. Sé que alejarme no es una opción pero el acuerdo que tenía con Santiago de intentarlo nuevamente me parece también inapropiado dado lo que sucede, lo considero hipócrita de mi parte y muy deshonesto.

—Es complicado, yo...

—Lo entiendo —interrumpe—. Sé que es complicado. Y me alivia, la verdad.

Lo miro con ambas cejas enarcadas ante su declaración. A mí eso no me daría alivio si la situación fuera al contrario.

—¿Qué?

—Cuando te pedí que fueras a esa reunión, yo sabía a lo que me atenía. —Sus ojos muestran una seguridad infinita y un alivio sincero que no comprendo—. Sé lo que pedí, sé lo que pudo pasar allá y de momento te juro que no quiero que me cuentes nada. Te di la libertad de escoger sabiendo que una de esas opciones no era yo. Las posibles respuestas a tu llegada eran dos: o te quedabas con él o llegabas confundida. Nunca consideré la opción de que directamente llegaras a mis brazos porque nuestra relación ha sido larga, movida y compleja, tanto como para que de no elegirlo a él, tuvieras dudas sobre mí.

—Yo no tengo dudas sobre ti.

—No me expresé bien: tienes dudas sobre nuestra relación. Yo soy consciente, Caro, de lo que es comprometerse con alguien como yo y con la vida que tenemos ahora. Siempre te he halagado la fuerza y paciencia que has tenido con todo lo que a mí concierne, sin embargo no soy tonto y sé que has tenido o tienes actualmente dudas sobre todo. Por eso me alivia, porque de momento tienes dudas pero no la certeza de querer irte.

Cada cosa que he hecho por él o por Rose me ha salido del corazón pero no es un secreto que de vez en cuando me sobrepasa. El pensar en Santiago siempre es una mezcla de emociones muy grande por todo lo que hemos pasado juntos y por separado, muchas veces nos he considerado como un montón de trozos rotos que tratan de formar un solo corazón y pese a conseguirlo, nos sale algo deforme.

Creo que es imposible no sentirme así cuando sé sus penas y sé que sabe las mías, es simplemente estúpido ponernos como una pareja feliz e ideal el cien por ciento del tiempo como si todo fuera miel sobre hojuelas. Eso no implica que seamos infelices ni mucho menos, solo que no podremos nunca tener cierto tipo de relación, un tipo idealizado y perfecto de primeros amores eternos... como el de Denny y Gabriel.

Nunca seremos un Denny y un Gabriel pero sé que la mayoría de las parejas no lo son y eso no hace que no sean buenas y perfectas a su manera.

Aun así de momento sí sé que estamos en un punto muy imperfecto y es mayormente por mi culpa.

—No me iré —reconfirmo, sintiendo al menos eso como algo salido del fondo del alma—. No ahora y puede que no nunca.

—En ese caso, es mi turno.

—¿Tu turno de qué?

Que no me diga que es su turno de irse porque no lo soportaría.

—Te repito que no quiero que me digas lo que sucedió el fin de semana, pero sé que él no ha desperdiciado el tiempo y ha jugado sus fichas. Ahora voy a mover las mías.

Una sonrisa pícara se instala en su rostro pero en el mío solo hay confusión y llanto... mi aspecto debe ser terrible.

Hago un breve repaso de las fichas que Luka ha movido y sacudo la cabeza cuando siento náuseas llenas de culpa.

—No te sigo la idea.

—A veces pasamos tanto tiempo con una persona que la damos por sentada, luego de los problemas que tuvimos el año pasado, creo que ese fue mi error contigo. Voy a arreglarlo. Te voy a recordar por qué te enamoraste de mí la primera vez, voy a ganarme tu corazón de nuevo, Caro, ya lo solté de mis manos antes y no lo repetiré.

Quiera él o no saber lo que pasó con Luka el fin de semana, yo sí lo tengo muy presente porque él representa el mayor de mis errores en la vida. Me entra en el pecho la necesidad de decirle a Santi que no lo haga, que no lo merezco, que él es demasiado bueno para mí pero el cúmulo de emociones no me deja pronunciar gran cosa.

Santi nota esa intranquilidad, me atrae para darme un cálido abrazo y besar mi cabello una sola vez, como si me pidiera que no llorase, que esa no es su intención al decirme eso. Las manos me tiemblan igual que el corazón pero con su contacto noto que una brisa de paz me ingresa al cuerpo, una paz que nadie más que él me puede dar.

Dudas tengo miles en el corazón, en la mente y en el alma, pero si algo puedo saber con certeza es que Santiago Haydee es mi hogar y nadie puede cambiar eso. 

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¡Hola, amores! <3 Mil gracias por su paciencia

¿Que te ha parecido este capítulo? 

Por si se lo preguntan, creo, CREO que el siguiente será narrado por Luka pero no prometo nada xD Lo más que puedo decir es que aún queda más de lo que yo esperaba para terminar esta novela. Ojalá me acompañen hasta el fin pese a que las cosas no salgan como ustedes quieres 7u7

Nos leemos a la próxima <3


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