C U A R E N T A Y O C H O
48. EL AMOR Y SUS FALLAS
LUKA
Uno de mis compañeros de oficina se acerca con una gran sonrisa y me palmea el hombro con cordialidad.
—Felicidades, Greisnar.
Le devuelvo la sonrisa y asiento a modo de respuesta. Otra de mis compañeras se acerca con la misma expresión alegre y una copa con champagne en su mano; me la tiende y la recibo por mera cordialidad.
—Arquitecto Greisnar, nunca dudamos en que lo conseguiría. —Usa un tono medio burlón y coqueto que gasta con todo el mundo; es una mujer muy gentil.
En el mismo tono distendido, le respondo:
—Gracias por no dudar, arquitecta Simmons.
El proyecto en el que trabajé hace unas semanas fue evaluado por los clientes y finalmente nos dieron el contrato para un centro comercial en una ciudad vecina. El señor Buster está más que contento por lo que eso representa en dinero, y en general es una celebración de toda la empresa pues el cliente es uno de los peces gordos del país así que aunque ahora solo es ese contrato, la influencia nos traerá mucho trabajo con el tiempo.
No estoy en muchos ánimos de celebrar pero no puedo negarme así que estoy obligado ver con algo similar a la resaca que incluso trajeron globos que colgaron al pomo de mi puerta, algo exagerado en mi opinión pero ya que el celebrado soy mayormente yo sería grosero decir que debo irme. Además, no puedo partir hasta que el señor Buster baje de su oficina y dé un par de palabras a modo de discurso.
La reunión de casi todos los empleados es lo bastante grande en la parte de afuera como para que prácticamente nadie note que he entrado en mi oficina, lejos del barullo, sin embargo, solo un par de minutos después la arquitecta Simmons entra y se sienta en la silla frente a mi escritorio.
Me observa fijamente con sus grandes ojos pardos.
—Para haber sacado un contrato millonario andas apagado, Luka.
—Lo siento, solo estoy algo cansado.
—No lo creo —manifiesta—. Llevas acá como, ¿qué? ¿dos años? Y en todo ese tiempo el cansancio nunca te ha alejado de una reunión o de coquetear con la secretaria de Rogers.
Suelto una risa, mirándola de reojo. Annie es una de las arquitectas más antiguas de la empresa, tiene la inteligencia de todos nosotros juntos y ha sabido ganarse su puesto a punta de esfuerzo y contratos importantes. Es la única mujer que ha mantenido el empleo acá como arquitecta por tanto tiempo. Es una persona adorable con un aire maternal cuando habla con dulzura pero también le entra un aire depredador cuando de trabajo se trata.
—Es que supe que la secretaria de Rogers ya tiene novio —miento, sacándole una sonrisa.
—Sí, claro, eso explica el que no estés con ella ahora, ¿y el resto? Se nota que tienes ganas de irte ya a casa.
—Estoy cansado —repito—. Siento que no he dormido en una semana.
—Pero si acabas de llegar de un fin de semana de descanso.
Me dan ganas de decirle que no acabo de llegar, que ya han pasado cinco días pero lo doy por inútil al notar que eso no le da respuesta a sus preguntas.
—No fue de descanso precisamente.
—De fiesta, es lo mismo.
Asiento con una sonrisa, dándole la razón solo para evitar que siga hablando. En su mente mi cansancio debe derivar de un fin de semana entero de trasnochar por estar ebrio y bailando, y prefiero que crea eso a que siquiera piense que estoy así por una mujer.
Uno de mis compañeros se asoma alegremente a mi puerta.
—El señor Buster ha llegado, Greisnar.
Me levanto de mi silla, acomodando mi corbata y puliendo una sonrisa que debe ser capaz de mostrarle a todos lo feliz que estoy con el éxito que me rodea. Extiendo la mano en mi puerta para que Annie salga primero y ella se levanta para cruzar el umbral.
—Te admiro eso, Luka, el poder sonreír tan bonito sintiéndote tan... cansado.
—Nuestro mundo no toma bien el cansancio, Annie.
—Ay, la dura vida de los arquitectos —dramatiza, y luego sale conmigo detrás.
No soy fan de acomodarme en el centro de atención de todos pero tampoco me es ajena la sensación así que con risas y ademanes de modestia soporto el discurso del señor Buster donde enfatiza en la importancia del esfuerzo, el tiempo bien dedicado, el carisma con los clientes y un montón más de cualidades que me acredita poniéndome como ejemplo.
Luego de que el señor Buster acaba, convive un rato con los demás empleados. En general no es un hombre muy amable pero hoy sus bolsillos están felices así que él también lo está. Después de que él se va, espero por media hora de cortesía y me excuso para retirarme, dejando atrás los globos de colores el pastel, el champagne y la retahíla de felicitaciones que me ahogan.
°°°°°
Nunca antes me había sentido tan pero tan feliz de que llegara el domingo. Solo fueron seis días de trabajo en la semana pero juro que se me han hecho tan pesados como si llevara dos años trabajando sin descanso.
Pese a que no pude dormir más allá de las siete y media de la mañana, me he mantenido en cama y ya son casi las diez. Las persianas están completamente cerradas pero dejan ver que afuera hace un sol de esos que convierten los domingos en maravillosos.
Para mí, sin embargo, no hay nada maravilloso hoy.
Me siento como un idiota por no poder subir el ánimo a donde debería estar, me siento estúpido de no poder dejar de pensar en Caro y peor aún, me siento débil por dejar que sea ella el motivo de mis humores.
Antes de ir a la dichosa reunión de Gabriel yo pensé que iba a ser capaz de mantener mi distancia con ella, que iba a pasar las fiestas solo pensando en que mi mejor amigo se casa y que luego volvería a mi ciudad con buenos recuerdos y con la capacidad de decirme con honestidad que Caro ya era del pasado. Yo necesitaba regresar a casa con esa capacidad, pero todo se jodió mal.
Yo tenía en mente la certeza de que Caro me gustaba, eso fue algo que no pude negarme luego de que en su apartamento me besó, no obstante, solo ahora sé lo lejos que ese gusto ha llegado y detesto la sensación.
Me sería muy fácil superar todo si pudiera cultivar rencor por Caro, si pudiera culparla a ella por decirme que me amaba o algo similar, pero la verdad es que yo a consciencia me metí en la boca del lobo así que ahora no me puedo quejar de que me esté matando. Le había dicho a Gabriel que asumiría las consecuencias por dolorosas que fueran si las cosas me salían mal y hoy sé el gran peso que mis palabras tuvieron.
Porque duele, y duele mucho.
Enamorarme para mí jamás ha sido una prioridad y de hecho, luego de entrar a la universidad fue algo que simplemente no pasó ni por las ramas; nadie me hacía sentir algo similar ni iba por la vida buscándolo, al contrario me alegraba de que ese sentimiento no me viera ni de lejos. Cuando conocí a Caro por primera vez ella le dio la vuelta a todo lo que pensaba... y luego me enredé, no supe cómo actuar al respecto y la perdí. El tiempo después de ella me dio madurez y pensé que más coherencia, pero con eso último me equivoqué.
Al reencontrarla me repetí muchas veces que ahora sí era digno de ella, que ahora era nuestro momento sin tener en cuenta que así como yo cambié, ella también hizo su vida. Yo dejé de ser un idiota pero ella no perdió el tiempo esperando eso de mí, ella avanzó y yo lo sabía al intentar recuperarla, yo era más que consciente de que esa Carolina no era la misma que conocí en el pasado y que sería duro para mí conseguir que me quisiera.
Pero, Dios, yo pensé realmente que podía llegar a hacerlo. Todo con ella siempre fue tan fácil, el hablar, el reír, el encajar, que llegué a creerme que así como yo me había re enamorado tan sencillamente, ella lo haría también. Y ahí fue donde erré.
Mi corazón estaba vacío y la acogió sin precauciones, pero el suyo ya estaba ocupado y el que yo intentara entrar en él se hizo a la fuerza, presionando puertas que no estaban abiertas y eso solo nos consiguió una noche juntos de la que ella ahora se arrepiente.
No la culpo, pero sí me duele.
El amor es algo cuyas definiciones no soy capaz de creer cuando vienen de otras personas, pero que ahora que lo siento con tanta intensidad puedo ser tachado de exagerado al decirlo en voz alta. Es casi inexplicable. El amor quema de una forma violenta de adentro hacia fuera, llena todo el interior, presiona el pecho, nubla la mente, revoluciona los sentido y el no ser correspondido hace que cada una de esas sensaciones venga cargada de espinas que rasgan todo a su paso.
No creí ser capaz de enamorarme tanto de nadie, pero Carolina lo hizo tan fácil que me hizo sentir que el amor era algo tan normal y rutinario como abrir los ojos al despertar. Sus sonrisas, su voz, sus manos, toda ella me daba la impresión de que el amor era tan delicioso como el azúcar. Y creo que lo es, porque por esas horas en que estuvimos juntos en el mar, en casa de Denny, en el hotel, cualquier momento en que ella estaba ahí a mi lado sabía a azúcar. Su arrepentimiento me supo amargo, su partida traía el regusto del ácido. Y ahora que he vuelto a casa y que oficialmente ella se fue de mi lado, el sabor es metálico, salado y roto.
Una llamada entrante me distrae de mis largas cavilaciones mirando el techo y solo cuando giro el cuerpo para buscar el teléfono, noto que tengo el rostro húmedo. Aclaro la garganta antes de contestar.
—Hola, Gabriel.
—¿Cómo estás?
—No me he levantado.
—Son las diez —Gabriel ríe del otro lado—. Pero te lo paso porque es domingo. ¿Cómo has estado?
—Bien. Cerramos contrato esta semana y soy el ídolo de la oficina.
—Me alegra, estoy orgulloso. —Hace una pausa en la que lo imagino sonriendo—Y aparte de eso, ¿cómo estás?
Gabriel más que nadie entiende lo que me está pasando pero también he sido reacio a contarle algo amplio. En realidad lo que él sabe es por lo que ha deducido o por lo que supo mientras Caro estuvo en su casa, pero como tal, yo no le he contado nada de lo ocurrido ese fin de semana, lo más que hablamos al respecto fue cuando me sermoneó luego de que pasé la noche con ella pero aún en ese momento mantuve el pico cerrado y no le di detalles de nada.
—Estoy bien, Gabriel. No me voy a morir por una mujer, relájate.
—No todos los dolores te llevan a morir, Luka, peor no quiere decir que no haría bien hablarlo. Sabes que me tienes a mí para eso, ¿verdad?
Suspiro sentado sobre la cama. Si de momento no he hablado con él es porque todo está lo bastante reciente como para que sus te lo dije bienintencionados me jodan más. He pensado que si pasa un tiempo, ya no dolerá tanto y podré aguantar sus consuelos mezclados con reproche.
—Lo sé, solo dame tiempo. En este preciso instante no tengo cabeza para eso.
—De acuerdo. Cuando quieras, a cualquier hora, ¿sí? Si me dices puedo ir y quedarme unos días contigo.
—Aún no es necesario, pero gracias.
—Bien. Denny te manda saludos.
—Gracias. Te hablo después.
Gabriel se despide y la llamada termina. Estando sentado noto que ya me duele el cuerpo por estar acostado por tanto rato así que opto por levantarme; lo primero que hago es abrir la persiana y dejar que el sol me inunde el suelo y media cama desordenada. Salgo con dirección a la cocina a buscar un café, y a mitad de camino escucho la voz estridente de Nani.
—¡Luka, ve y búscale el biberón a Mateo!
Ralentizo el paso extrañado por el grito aleatorio. Antes de entrar de lleno a la cocina me asomo al comedor donde Mateo está sentado con un plato enfrente pero con la mirada algo perdida; me ve antes de que entre y en su gesto hay una mezcla de lástima y preocupación.
—Nani, ven a desayunar —le responde Mateo en tono alto.
Nani sale del otro lado, de la cocina y le pasa a Mateo la mano por el cabello.
—Ve a ver al bebé, Luka.
—No hay bebé, Nani. —El tono de Mateo suena bajo y cansino, como si fuera algo que dice con mucha frecuencia y ya lo encuentra aburrido. Me mira desde su lugar y baja su mentón con fuerza, pidiendo que me acerque—. Yo soy Mateo. Él es Luka.
Mi hermano me señala a medida que entro y tomo asiento en la otra silla del comedor. Nani me observa el rostro, luego me examina de pies a cabeza; por un momento hay desconocimiento en su mirada, sin embargo eso dura apenas unos segundos, después cierra los ojos, sacude la cabeza y suelta una risa.
—Por supuesto. ¿Cómo amaneces, hijo?
—Bien. —Estiro mi mano y la pongo sobre su antebrazo—. ¿Cómo estás tú?
—Excelente, gracias a Dios. Te traeré un café, señor arquitecto.
Me dedica una amplia sonrisa y luego se levanta hacia la cocina. Miro a Mateo con seriedad.
—Hace días no le pasaba —comenta, como si la excusara—. Pero usualmente no estás tú así que le dura un poco más. Creo que me parezco demasiado a tu versión de quince.
Recuerdo de repente que en una de las partes de la única carta que he leído de las que Mateo le escribió a mi mamá, menciona que de vez en cuando Nani piensa que Mateo soy yo y que Sabrina sigue en casa. No le había prestado atención hasta este momento, pero en definitiva me descoloca mucho lo que ha pasado.
—¿Cada cuánto le pasa?
Mateo se encoje de hombros.
—Esta es la primera como en... dos semanas, creo. Pero usualmente es una o dos veces por semana, más que nada cuando llego de estudiar. A veces me saluda como Luka y me pide que vaya a vigilar a Mateo mientras ella descansa.
—¿Por qué no me lo habías dicho?
—Ella se da cuenta de cuando le pasa...la mayoría de veces y me pidió que no te lo dijera.
—Pero debiste hacerlo —replico—. Es su salud, Mateo, no es un juego.
Mateo agacha la mirada con gesto culposo. No es correcto enojarme con él de todas maneras porque de seguro que pensó que lo mejor era ocultármelo, más si asume que son episodios pasajeros dado que hacía mucho no le pasaba. Sin embargo es preocupante. Nani es una mujer mayor, lo suficiente para que los traspiés de su mente no se deban tomar como algo a la ligera... ahora el problema es que con su terquedad no será fácil llevarla a un doctor.
—Me habla de mamá cuando piensa que soy tú —confiesa Mateo en voz baja—. Algunas veces en su mente ella no se ha ido así que me habla de mamá como si fuera a llegar en un par de horas luego de trabajar. Me habla bien de mamá. En otras veces sí recuerda que se fue y me habla con rencor de ella, esas son más frecuentes. Lamento no habértelo dicho.
El énfasis que ha hecho en bien es como un golpe directo hacia la forma en la que hablamos de ella hoy en día cuando sale esporádicamente en tema. Mateo sabe de mis sentimientos hacia Sabrina pese a todo lo que ha sucedido, incluso de los de Nani con su propia hija luego de hacer lo que hizo, así que no es de locos que Mateo prefiera escuchar la versión de una Nani feliz con su hija y sus dos nietos.
Nani regresa con una taza humeante de café que pone frente a mí y luego se sienta a comer el desayuno ya tibio de su plato. Noto que evita mirarme y si es verdad que ella se da cuenta de cuando tiene episodios del pasado, debe de estar avergonzada de que esta vez yo lo hubiera visto.
—¿Cómo estás, Nani? —pregunto con el mayor tacto que puedo.
—Estoy bien.
Un silencio nos envuelve a los tres lo equivalente a media taza de mi café. Yo no puedo pasar por alto lo que sucede pero sé lo difícil que puede ser todo con ella si solo se lo digo.
—Hace un rato cuando hablaste de un bebé... —empiezo.
—Me equivoqué —corta con brusquedad—. A veces divago mucho, estoy bien, Luka.
Esta vez Mateo estira su mano y toca su antebrazo hasta que ella levanta su mentón a él.
—Nani, quizás sería bueno que lo hablaras con Luka, él...
—No hay nada que hablar con Luka, estoy bien.
Nani es muy inteligente y por la forma en que zanja el tema sé que dentro de sí está segura de que algo no va bien pero su orgullo se antepone a todo. Toda la vida ha sido fuerte, perseverante y valiente, dudo mucho que la sola idea de pensar que eso cambiará le siente bien. Mi abuela se levanta con brusquedad de la mesa y retira su plato con dirección a la cocina; se ha enfadado.
—Por favor, de acá en adelante debes decirme siempre que algo así suceda —exijo a Mateo. Él asiente—. Por ahora hay que darle espacio pero de todas formas debemos llevarla a una consulta tarde o temprano.
Mateo asiente de nuevo sin mirarme, pero no es necesario que lo haga para que yo sepa que la preocupación pálida está instalada en su rostro, al igual que en el mío. Nani es todo para nosotros y nunca es bueno pensar que el ser que más amamos pueda estar mal, no obstante, es una posibilidad que ahora está sobre la mesa.
°°°°°
Recuerda dejar tu opinión del capítulo <3
Gracias por leer :'3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro