C I N C U E N T A Y T R E S
LUKA
La desorientación que experimento al abrir los ojos es una que desde la adolescencia no sentía, una que pasa una o dos veces en las primeras borracheras grandes. Parpadeo varias veces notando con inquietud que tardo más de lo normal en poder distinguir formas y colores sólidos, y cuando lo logro, quedo más perdido.
Observo las paredes claras, la ventana con persiana cerrada y la pared sin cuadros, mis manos caen a la superficie en la que estoy, notando la suavidad de un edredón; es una cama. Me siento, poniendo los pies en una alfombra desconocida y pidiendo al cielo no desvanecerme de nuevo.
La puerta de la habitación se abre de golpe, alertando a mi organismo de un peligro desconocido, pero los reflejos aún no me dan ni para el instinto básico de moverme.
—¡Despertaste!
La animosa voz de Aaron encuentra reconocimiento muy dentro de mí así que me relajo un poco. Me inclino hacia adelante con la mirada en el piso intentando reconstruir el motivo de estar en esta cama y con Aaron abriendo la puerta como si nada. Entonces recuerdo que es su casa, que hubo una fiesta, que hablé con Annie... y no recuerdo mucho más.
—Eso parece.
—Perdón por entrar así, necesitaba sacar esto. —Levanto la mirada para observar cómo saca una toalla verde del armario de la pared—. Creí que seguías dormido. Te has vuelto mala copa.
—¿Qué?
Aaron se ríe con evidente burla, pero es esa burla de compañeros de trabajo que nunca va malintencionada.
—No aguantaste ni hasta media noche y duermes hasta... —Mira el reloj de su muñeca—, más de mediodía. Ya tienes el alma fiestera de un cincuentón con tensión alta.
—¿Es más de mediodía?
—Sí. Le he dicho a Simmons que estás acá noqueado así que si tenías algo que hacer en la empresa, ella te cubre.
Cerrar los ojos dos segundos me ayuda a centrar más las imágenes que recibo y las que no logro recordar. Por reflejo muevo la mano hacia la almohada donde estaría mi teléfono si esta fuera mi cama pero no lo encuentro, obviamente.
—¿Has visto mi teléfono?
—Oh, sí, lo he dejado en la cocina. Dennise me lo dio antes de irse pero olvidé traerlo acá.
«Dennise» es todo lo que escucho y varios recuerdos parpadeantes me llegan. Estuve hablando con ella, bebí una cerveza a su lado... ¿estuvo conmigo en esta habitación?
—¿Qué hacía Dennise con mi teléfono? —pregunto, intentando ocultar lo mucho que me inquieta.
Aaron se encoge de hombros.
—No lo sé. Pero espero que no tengas nada comprometedor ahí porque se ve que Dennise es algo celosa.
—Ella y yo no somos nada —escupo, con la necesidad de dejar claro que no tengo vínculo con ella. Sacudo la cabeza—. ¿Estuvo acá conmigo?
—En serio has perdido la capacidad de emborracharte —suelta Aaron junto con una carcajada—. Ella me ayudó a traerte acá. Luego te acompañó por un rato pero volvió a la fiesta y se fue casi a las cuatro de la mañana luego de dejarme tu teléfono.
No recuerdo demasiado que incluya a Dennise anoche pero me guío por el revoltijo asqueroso de náuseas que me invade para suponer que debo estar preocupado por algo. Me pongo de pie, satisfecho de que al menos mis piernas funcionen a la perfección. Me duele un poco el costado derecho por la posición en la que al parecer dormí más de doce horas pero si algo sé es que debo irme de acá.
—Debo ir a casa.
—No te ofendas, pero no te ves muy bien. Y no eres el único que quedó como piedra luego de anoche, aunque muchos aguantaron hasta la madrugada, el caso es que hay mucha comida hecha porque soy buen anfitrión. Acomódate un poco y comes algo, luego te vas. No puedes conducir con ese aspecto de todas formas, gritas "estoy borracho" por todo lado.
No tengo espejos cerca pero si me veo como me siento, seré una señal de alerta para cualquier policía con algo de juicio que se cruce en mi camino a casa. Asiento a Aaron, que me indica dónde queda el baño y que me espera en el comedor.
Cuando me miro al espejo trato de mejorarme lo más posible, me lavo la cara, me mojo el cabello, me arreglo la camisa y la visto dentro del pantalón. En el lado derecho del mentón tengo una marca casi invisible de labial y aunque no recuerdo de dónde vino, espero que no sea de los labios de Dennise. No le doy vueltas al asunto porque al menos no es en los labios donde tengo marcas y termino con mi labor. Al salir del baño ya no parezco un borracho lamentable, solo un tipo viejo con una cruda encima pero sobrio y aceptable.
Al llegar al comedor ojeo hacia el salón donde alcanzo a distinguir varias piernas en distintos lugares, todos ebrios o ebrias durmiendo la borrachera. En el comedor no hay nadie además de Aaron que ya me ha dejado un plato de caldo caliente que huele a gloria.
—Iré a ducharme —anuncia, dejando con intención mi teléfono a mi lado—. Si alguien despierta, le dices que se sirvan como en su casa.
—Gracias.
Luego de comer un poco prendo mi teléfono y definitivamente sé que algo pasó. Tengo más de veinte llamadas perdidas de Gabriel, algunas de Denny más recientes, varias notificaciones que usualmente no tengo y varios mensajes de distintas personas. Abro primero el que más me inquieta, un mensaje de Mateo... que por fortuna solo dice "Ya le dije a Nani que pasarás la noche afuera"; suspiro al saber que al menos no ha pasado nada con ellos.
Marco el número de Gabriel, que casi al primer tono responde:
—¡Dónde estás? ¡Dios mío, te hemos llamado por horas! ¿Sabes lo preocupado que estaba? He llamado a Mateo y me dijo que estabas en una fiesta pero no lo preocupé con que estabas desaparecido, ¿qué demonios pasa con...?
—Estoy en casa de un amigo —interrumpo, sintiendo mareo por tanto grito de Gabriel—. He dormido al parecer más de doce horas.
Cuando me responden en la línea, es la voz de Denny la que me grita.
—¿Por qué no respondes?
—No lo sé, yo...
—¿Qué le mandaste a Cinthya?
Igual que hace unos minutos, el flash del recuerdo me pega con fuerza. La pérdida de la orientación, el olor a cerveza, la voz de Dennise diciendo "pero con tu ayuda voy a encargarme de que Carolina Anderson tenga su corazón tan roto como el mío". El corazón de nuevo se me acelera, esta vez con una amenaza real y no solo paranoia.
—¿Qué pasó? Yo no sé... yo anoche estaba con Dennise y...
—Cinthya me ha llamado hace más una hora —replica Denny, agitado—, me exigió tu dirección diciendo que eras un hijo de puta por joderle la vida y que necesitaba encontrarte y matarte. No creo que lo dijera literal pero estaba furiosa. Le dije que no sabía tu dirección pero me dijo que ella sí sabía en dónde trabajabas así que si yo no le daba la dirección de tu casa iba a armar escándalo en tu empresa.
Mi mareo se intensifica con la cantidad de palabras dichas por Denny en tan poco tiempo.
—¿Y se la diste?
—¡Pues sí! ¿Hubieras preferido que fuera a la empresa?
—Eso no importa, ¿qué fue lo que le hice?
—¡Pues debes saber! Cinthya está histérica y debe ir camino a tu casa, estaba llorando por teléfono pero cuando pregunté qué le pasaba solo repetía "él no tenía por qué mandar todo eso a Santiago" y lo adornó con muchas palabras no dignas de una dama. Debe estar camino a tu casa ahora.
¿Enviar algo a su prometido? ¿a eso se refería Dennise? Y en todo caso, ¿qué podría enviarle? Sé que estuve drogado pero dudo mucho que Dennise haya logrado que yo dijera algo que no quería —o que fuera mentira— frente a una cámara o algo así, ni siquiera estaba despierto.
Aclaro la garganta, confundido y hay que admitirlo, asustado.
—Creo que Dennise me drogó anoche.
Debo estar en altavoz porque ambos al otro lado reaccionan al tiempo. Denny dice algo pero la voz lejana y estridente de Gabriel es la única que se hace oír:
—¡Esa enferma hija de puta asquerosa que debería estar en la cárcel o en un manicomio!
—¡Gaby, no me dejas hablar! —reprende Denny. Logra que se calle y luego vuelve a mí—. Llama a Cinthya o algo, sonaba bastante loca.
—Iré a casa... digo, la llamaré.
—¿Dónde estás?
—No estoy lejos... tomaré un taxi.
De repente el olor que emana el plato frente a mí me provoca nuevas náuseas, no sé si se debe a lo que sea que haya consumido anoche o al hecho de que presuntamente Carolina vaya de camino a mi casa ¿a matarme? o a la mera confusión que atraviesa mi mente. Lo que sí sé es que así no puedo conducir ni media calle, así que deberé dejar la camioneta en el mismo lugar frente a la casa de Aaron.
—¿Y cómo estás? —pregunta Denny, cambiando su apuro por preocupación—. ¿De verdad Dennise te drogó? ¿debes ir a un hospital?
—No creo —vacilo—. Solo tengo una mala resaca... o algo que se asemeja en realidad a una mala resaca.
—¿Alguien lo vio? Debes ir a denunciarla. Gabriel no exagera cuando dice que está demente. Literalmente demente, Luka. Una persona con un despecho normal no hace eso, deberías empezar a preocuparte un poco más por tu seguridad.
De repente pienso en Mateo y en esa extraña amistad que tiene con ella, lo que le añade otro ladrillo al muro de preocupaciones que me aplastan la espalda en este momento. Me consuelo por ahora con que Mateo debe estar en este momento estudiando y que le pedí a la directora que me llamara ante una falta luego de lo que pasó la vez pasada con la loca.
—Ya pensaré en eso. —Me levanto de la silla, buscando rápidamente la salida y haciendo un recordatorio mental de que debo pedir disculpas a Aaron por despreciar su hospitalidad—. Voy saliendo ahora, en el taxi llamo a Carolina. Intenta llamarla tú a ver si averiguas algo.
—He intentado diez veces y no hay respuesta, pero seguiré tratando. Y por favor, contesta pronto si te llamamos.
—Sí... gracias, Denny.
Cruzo el umbral de la casa de Aaron, notando con desagrado que la luz del sol directa es mucho peor de lo que me pareció adentro. Busco pronto la avenida para tomar un taxi —luego de cerciorarme de que mi auto está bien y completo donde lo dejé anoche— y solo cuando estoy a salvo en el asiento trasero, me cae toda la gravedad del asunto sobre los hombros.
Dennise dijo que iba a romper el corazón de Carolina y de acuerdo a la descripción de Denny, parece que lo ha logrado y no solo eso, sino que Caro viene hacia mí con la certeza de que es mi culpa.
***
Pese a que el conductor del taxi ha tenido la intención de entablar una conversación amable conmigo, el nudo de mi cabeza lo ha rechazado rotundamente, así que me mantengo en silencio mientras nos acercamos a mi casa, mis hombros están algo tensos de no saber qué esperar y lamento profundamente no tener a Gabriel acá conmigo. Siento que él al menos me insultaría y me diría que actúe con más entereza.
Faltando aún varias calles para llegar y con mi vista fija en la ventanilla, veo a lo lejos una figura que me resulta familiar. Mi mente se pone en alerta y en dos segundos pasa al reconocimiento: es Carolina. Va caminando en dirección contraria a mi casa, y aunque no sé si es que se arrepintió o que está perdida, decido bajarme.
—Déjeme acá, por favor —pido al taxista. Él orilla el auto y recibe el dinero; me bajo antes de esperar el cambio y cierro la puerta con un poco más de fuerza de la necesaria.
Camino hacia ella que va de frente a mí aunque no ha notado mi presencia. Cuando ya estoy lo bastante cerca como para que mi figura entre en su campo de visión, levanta el mentón y se detiene. No sé exactamente qué emoción hay en su cara, pero ninguna entra en lo positivo.
Un silencio incómodo se queda atascado entre nuestras miradas y luego de unos segundos eternos opto por hablar:
—Hola... Denny me dijo que vendrías...
Omito añadir y con ganas de matarme, solo para tantear cómo está su humor.
Carolina luce confundida, no como si no recordara dónde está y cómo llegó, sino como si no supiera por qué está ahí exactamente. A primera suposición, creo que con el viaje de su casa a acá se le bajaron los humos, ahora solo luce... agotada.
—Ya me voy... Dile a Denny que lamento haberlo gritado por teléfono... ¿sabes qué? No le digas nada, yo misma se lo diré mañana.
—¿Estás bien?
La mera pregunta parece ponerle de nuevo en la cabeza el motivo de que me odie y cuando levanta la mirada veo un rencor puro en sus ojos... luego se llenan de lágrimas y después resopla.
—No, no estoy bien.
Ha habido una distancia entre nosotros de más de tres metros, así que ahora intento dar un par de pasos cortos en su dirección, mas cuando veo que retrae un paso por su cuenta, me detengo, con las manos algo alzadas en gesto conciliador.
—Escucha, no sé qué crees que hice, pero no lo hice...
Hay tantas excusas que quiero dar —todas ciertas— que la lengua y la cabeza se me enredan, así que no tengo nada qué decir. Caro blanquea los ojos.
—Ya no importa. No vine buscando explicaciones... vine con ganas de matarte... metafóricamente... pero he tenido tres horas para pensar y resulta que realmente no es tu culpa.
—¿Qué no es mi culpa? Caro, te juro que yo no he hecho nada, yo...
—Olvídalo. Debo irme ahora.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti?
Carolina ignora mis palabras y pretende rodearme para seguir su camino, pasa a mi lado sin dedicarme ni una mirada de desprecio, y unos pasos más allá se detiene. Se queda unos segundos de espaldas a mí y luego gira. Su rostro está enrojecido y lejos de tener rencor, ahora luce avergonzada.
—De hecho... salí de mi casa de apuro solo con mi teléfono y con un monedero. Para llegar acá ya gasté lo que tenía... ¿podrías prestarme dinero para regresar? Apenas llegue a casa te lo transferiré de vuelta, lo juro.
Tengo más preguntas para Carolina que nunca; quiero saber qué hizo Dennise porque es seguro que buscaré la manera de hacerla pagar por eso, también quiero ayudarla a repararlo y quitar ese gesto de desolación de su cara. Yo ya he renunciado a cada una de las esperanzas de tenerla conmigo, pero eso no implica que me alegra verla así o que no quiero verla feliz.
Tomo su petición como mi única oportunidad de hablar con ella, así sea la última vez.
—Encima no traigo mucho; vengo de la casa de un amigo. Pero mi casa está a un par de calles. Vamos. Te puedes tomar un té, te calmas y te daré dinero para que puedas irte.
Sé que la oferta del dinero no es lo que la convence, sino la del té y la calma. Está nerviosa y alterada. Se le nota en la mirada vidriosa, en el temblor de las manos y en la evasión extrema que hace de mirarme; no está dentro de sí y me pregunto qué tan mal la debió pasar entre la llamada que le hizo a Denny y este momento. Y me siento terrible de que sea en parte por mi culpa.
Carolina asiente sin dar más señas de querer responder en voz alta. Inclino mi mano hacia ella para indicarle que se acerque y cuando llega a mi altura, comienzo a caminar hacia mi casa con ella a la misma velocidad pero a un metro prudente de distancia.
***
El cielo se ha encapotado un poco en el trayecto a mi puerta y me sigue sorprendiendo la ausencia mental en la que Caro está. Le cedo el paso nada más entrar y apenas camina medio metro para atravesar la puerta se queda ahí sin intención de ir más adentro. Cierro la puerta y el cambio del viento de afuera a la calma de acá, es notorio. Le señalo hacia la izquierda, donde está la sala.
—Ya te llevo el té. Siéntate donde quieras.
Caro ni siquiera asiente pero sé que me escucha porque obedece. Al llegar a la cocina lo primero que llama mi atención es una nota a mano pegada en la nevera: es de mi abuela informando que ha ido a comprar lo del almuerzo en compañía de la vecina de dos casas más allá, una mujer también mayor que ha sido buena amiga de ella desde que nos mudamos acá.
Rebusco en los estantes superiores hasta dar con una caja de té, saco una bolsa y coloco un poco de agua en una olleta pequeña sobre la estufa. En un par de minutos hierve y pongo la bolsita del té adentro. No he escuchado absolutamente ningún sonido de Caro y cuando llego a ella, noto que está sentada en el sofá de tres plazas, en toda la esquina y con sus codos apoyados sobre sus rodillas y su cabeza metida entre ellas; debo carraspear para que note mi presencia y al levantar el mentón me recibe la taza humeante.
—Gracias —murmura.
Con las manos algo temblorosas lleva la taza a sus labios y bebe. Me siento en el sofá de una plaza frente a ella, procurando no mirarla demasiado para que no se sienta peor de lo que se ve.
Un largo y extraño silencio toma lugar hasta que de nuevo decido hablar:
—¿Puedes decirme que pasó? —Carolina busca mis ojos y hay una incredulidad profunda en ellos, hay desconfianza y rencor contenido—. Te juro que yo no he hecho nada.
Carolina suspira, resignada y se reacomoda en el sofá. Bebe otro sorbo de té antes de contestar sin mirarme y apenas en voz baja:
—Le llegó un sobre a Santiago esta mañana. Llevaba tu firma... bueno, tu nombre. Eran fotos de nosotros... la mayoría fuera de contexto no tienen nada de malo. Solo somos nosotros charlando, riendo. Hay unas de cuando fuiste con Denny y Gabriel y nos vimos, otras de nosotros en BurgerBoy cuando visité a mamá... y algunas en la playa. Todas estaban tomadas de lejos, al menos lo suficiente para que yo no lo notara... y había unas tomadas a conciencia. Yo sonrío a la cámara, así que asumo que son algunas de las que Denny o Gabriel tomaron en algún momento de ese fin de semana. Tomaron muchas fotos de todos con todos. Todo llevaba tu firma —repite—, y es evidente que algunas salieron de tu teléfono... había una de mí en Santa Lucía... una que tomaste tú.
El primer pensamiento que tengo es que sé que debe haber una manera legal de acusar a Dennise por esto. Invasión a la privacidad o algo parecido. Lo segundo que pienso es que Caro no tenía que pasar por todo esto por culpa de una loca ex novia mía.
—Dices que fuera de contexto no tienen nada malo...
—Santiago sabe el contexto —corta, con voz dura—. Sin embargo, una cosa es que lo supiera... y otra cosa es verlo. Todos tienen límites, ¿sabes?
Su voz se ahoga y entiendo de inmediato lo que pasó con su prometido... y también comprendo su instinto de odiarme.
—Yo sé quién lo hizo, Caro, te juro que no fui yo y...
—No importa, Luka —interrumpe—. Yo... yo salí de mi casa luego de que Santiago me dijera todo lo que tenía que decir. Te odiaba en ese momento y de camino acá solo tenía en mente que me jodiste todo... pero luego me di cuenta de que no había mentira alguna, ¿sabes? Fueras o no tú el que hizo eso, no me estabas "arruinando" nada, yo misma lo arruiné, lo que pasó hoy solo fue una revelación de algo que ya él sabía que había pasado. Fui jodiendo todo poco a poco desde el segundo en que te acepté una charla en Allington.
No es posible que no me duela su declaración. No es que no lo supiera, pero que diga explícitamente que todo conmigo fue un error, duele. Aclaro la garganta para disipar el malestar.
—Lo siento mucho, Caro. Mentiría si dijera que nunca tuve intención de que dejaras a tu prometido por mí, pero te juro que hacerte sufrir me hace sentir muy mal. Sé que no sirve de nada, pero...
—No, Luka, deja de decir eso. Tú, Theo, Santiago, mis amigos... todos siempre que algo pasa "se sienten mal de que yo me sienta mal" y me quitan toda la culpa. Ya estoy harta de eso. Yo soy una mala persona y siempre me equivoco hiriendo a la gente. Estuve contigo sabiendo que al final todos saldrían heridos. Traicioné a Santiago, tú te enamoraste, dañé mi matrimonio y todos solo dicen "lamento que te sientas mal, no quisiera hacerte sentir así". No se dan cuenta de que es culpa mía. Me hacen sentir peor cuando me ponen de víctima. Incluso hoy Santiago me dijo que "lamentaba haberme dejado de lado al punto de que yo "tuviera" que querer una aventura con otro". Él nunca me dejó de lado, tú nunca me obligaste a nada. Todo soy yo y mis estúpidas decisiones.
A este punto Caro no para de llorar y creo que lo que dice lo ha venido pensando las últimas horas. Habla sin mirarme, sin apenas darse cuenta de que estoy acá; solo quiere soltarlo, independientemente de con quién.
La dejo llorar sin decir nada por un buen rato. No considero correcto acercarme y ofrecerle mi hombro, pero tampoco interrumpirla. Aguardo sin verla hasta que ella misma me busca con la mirada.
—Lo siento mucho, Luka. Lamento haber venido hoy, lamento muchas cosas que hice... lamento ilusionarte, herirte. No tienes idea de lo mucho que me arrepiento de la forma en que he complicado tu vida, la mía... todo.
—Yo no —respondo—. Solo hablo por mí, pero yo no lamento lo que pasó contigo. He pasado años creyendo, a pesar de todo, que eso de amar era algo que yo no iba a experimentar... no con la intensidad de ese amor que veo en Gabriel con Denny o en su hermano con su esposa o en tantas parejas que he conocido. Y resulta que sí lo experimenté. Ya me hice a la idea de que no estás hecha para mí, pero me gusta creer que yo sí estoy hecho para ti y aunque no funcionó, me hizo bien.
Caro niega con la cabeza, con una expresión de frustración en sus ojos.
—Deberías odiarme. ¿Qué demonios sucede contigo? Lo normal es que me odies, Luka, no entiendo nada.
Me encojo de hombros.
—Creo que hablando de odio, tú ya tienes suficiente por ti misma como para sumarle el mío. No te odio, y no sé si me creas, pero de verdad lamento que estés pasando por esto. Si hay algo que pueda hacer para arreglar lo que pasó con tu prometido, dímelo.
Caro resopla y blanquea los ojos.
—Claro, ve y habla con él, dile que pese a que me acosté contigo, te dejé claro que lo amo a él. Eso funcionará —ironiza.
—Que no te odie no quiere decir que deseo que le eches sal a la herida, ¿sabes?
Su gesto cambia de inmediato a uno avergonzado.
—Ay, lo siento mucho, yo solo...
—Pero lo haría —interrumpo—, sí hablaría con él y le diría eso.
Caro me observa con seriedad, pero cuando ve que le sonrío un poco, suelta la primera risa de la tarde, a la vez que niega con la cabeza.
—Dudo que ayude, pero gracias —dice en burla. Inspira hondo, sorbe su nariz y parece recobrar la calma—. Debo irme.
—¿A dónde irás?
Al parecer Caro se pregunta eso por primera vez en un buen rato; no voy a preguntar por no ser indiscreto, pero no sé qué tan factible sea que vuelva a casa con su prometido, o su ex prometido... no lo sé y no quiero saber.
—No estoy segurísima, honestamente, pero debo ir a casa. Yo no puedo renunciar así no más a mi vida. Debo gastar hasta mi último esfuerzo en arreglar las cosas... y debe funcionar... quiero y necesito que funcione. Ya enfrié la cabeza, espero que Santiago también. Debemos hablar.
Todo lo que dice parece que lo dice más para sí misma, como si ella estuviera trazando su plan en voz alta, convenciéndose a sí misma de los pasos a seguir.
—Te deseo suerte.
Caro recuerda que sigo acá y me mira.
—Gracias. ¿Podrías prestarme el dinero...?
—Claro.
Me pongo de pie para ir a mi habitación.
—Solo por curiosidad, si no te hubiera encontrado hace un rato, ¿cuál era tu plan?
—Calmarme un poco caminando, luego llamar a Theo y explicarle la situación y pedirle que me enviara dinero o que viniera por mí. Ese plan incluía muchos sermones y reproches, pero era lo único que tenía.
—Supongo que la mitad de los sermones serían por el hecho de que vinieras acá específicamente.
—Sí. Dudo que a Theo le hiciera gracia que viniera a tu casa cuando el problema con Santiago fue por tu aparente culpa. Y oye, te creo que no fuiste tú y no me interesa saber quién...
El timbre de la casa suena cortando sus palabras. Caro por un segundo me mira con miedo, luego parece recordar que solo está en mi casa y no en una zona de guerra y se relaja. Limpia sus mejillas con un poco más de apuro y se acomoda el cabello; no le gusta lucir desarreglada frente a otros.
—Debe ser mi abuela, estaba comprando lo del almuerzo.
—Qué vergüenza que me vea así.
—No estás tan mal.
—No me mientas.
—De acuerdo... no estás tan bien, pero podría estar peor.
Esboza una risita mientras me acerco a abrir. El hijo de la vecina debió de haberle dicho que me vio entrando; ese hombrecito vive para ser el centro de vigilancia del vecindario.
Paso junto a Carolina para abrir la puerta, pero al hacerlo no encuentro la sonrisa de mi abuela sino la cara de Dennise. Que descaro en venir acá.
—Estás en problemas, Dennise —le digo sin saludar—. No creas que por lo de anoche me voy a quedar callado, eres una perra resentida y te voy a denunciar.
—¿Con qué pruebas, amor mío?
El cinismo en su voz es sorprendente. Pretendo cerrarle la puerta en la cara pero una fuerza contraria la abre más; es Carolina que se asoma. El gesto de Dennise luce genuinamente sorprendido, luego, furioso.
—¿Qué hace ella acá? —pregunta Dennise, ofendida.
Por mirar el gesto de Dennise no le presto nada de atención a Carolina; justo cuando voy a girarme a ella para decirle que la loca es la culpable de lo que le sucede, la veo abalanzarse hacia adelante. Pasa en medio segundo pero Carolina hace que Dennise tropiece con los dos escalones hacia la puerta y caiga de culo al caminito de la entrada. Caro no la deja levantarse, sino se le lanza de nuevo y le da un bofetón que resuena hasta en la casa de al lado. Mi confusión me deja congelado por varios segundos, tiempo que Caro usa bien inmovilizando a Dennise contra el césped. Cuando veo que la agarra del cabello para levantarla un poco y luego estrellarla contra el suelo, salgo de mi estupor y corro a separarla.
—¡Fuiste tú, perra asquerosa!
Agarro con fuerza a Carolina, tomando sus brazos a su espalda; se revuelve para soltarse, pero le doy el tiempo a Dennise para que reaccione y se levante del suelo con un evidente aturdimiento y sangre de dudosa procedencia en su rostro.
—¡Estás loca! —le grita a Caro—. ¡Maldita demente!
Me cuesta un poco seguir las ideas de lo que sucede, pero sigo sin soltar a Caro.
—¡Tú fuiste la que le llevó ese sobre a Santiago! ¡Eres una falsa hija de puta!
No tengo muy claro cómo Caro ha unido hilos, pero tiene razón y en la sonrisa de Dennise se delata su satisfacción y culpabilidad... solo por un segundo deseo soltar a Caro y que la muela a golpes, pero mi lado racional no lo permite.
—Hija de puta sí, pero infiel nunca. La perra acá eres tú. Y mira nada más, el amo te bota y corres a casa del que usas de muñeco.
Caro da un halonazo inesperado y se suelta de mi agarre, para abalanzarse de nuevo a Dennise. Una vez más veo la sorpresa en sus ojos y otra vez Carolina le da una bofetada que resuena en mis oídos. Esta vez Dennise responde pero no alcanza a darle el puño que pretendía pues llego a Caro a tiempo para llevarla en dirección contraria.
—¡Lárgate de mi casa! —grito.
—¡Fue ella la que me atacó! —chilla.
—¡Y agradece que yo no golpeo mujeres o estarías inconsciente! ¡Lárgate de mi casa!
A trompicones empujo a Caro adentro y cierro la puerta antes de que pretenda agarrarla de nuevo. No escucho más golpes en la puerta ni gritos de Dennise, así que asumo que se fue. No sé ni siquiera qué pretendía al venir acá luego de haberme drogado anoche y el fugaz pensamiento de que no venía a verme a mí sino a mi abuela o a Mateo, me inquieta por un segundo.
Por precaución no suelto a Caro aún y cuando lo hago, su primer movimiento es ir a por la cerradura para salir tras Dennise; logra abrir la puerta unos centímetros pero con fuerza la cierro a su lado.
—¡Déjame salir!
Me da un manotazo e intenta abrir de nuevo, así que a mi pesar la tomo de ambas muñecas y la empujo con algo de fuerza contra la puerta. Prefiero no pensar en la fuerza que empleo para no soltarla, sé en el lado consciente que le duele o le dolerá pero si la dejo salir, la va a liar peor con Dennise y lo último que necesita Caro es terminar en una estación de policía con una acusación de la loca. Caro trata de soltarse y se lastima en el intento. Con mi pecho empujo en suyo para retenerla.
—¡Cálmate! Te juro por Dios que haré que Dennise pague por esto, pero por vías legales, ¿sí? No querías que tu amigo supiera que estás acá, ¿pero sí quieres terminar con la policía mejor? ¡Piensa un poco!
Caro se calla pero me fulmina con la mirada con todo el odio de su ser contenido y mezclado con lágrimas, quizás vergüenza y frustración. Escucho su respiración acelerada y casi siento el calor de su ira flotando desde su cabeza. Me empiezan a doler las manos de la misma fuerza con que sostengo sus muñecas y voy aflojando un poco el agarre; escucho un quejido de su parte.
—Te voy a soltar, ¿de acuerdo? Ya Dennise se fue, no busques más problemas. Eres mejor que eso.
Carolina se revuelve con debilidad y casi jadeando, murmura:
—Me estás lastimando.
Abro las manos y me alejo dos pasos; Caro soba una de sus muñecas con la mano contraria y da media vuelta, no con intención de salir sino con intención de no mirarme a la cara. Entonces la escucho llorando. Primero es un sollozo que puede ser camuflado en un hondo suspiro, pero luego veo su espalda moverse en espasmos de llanto. Se abraza a sí misma y aún de espaldas a mí, mira en todas direcciones, como si buscara un hueco en dónde meter la cabeza.
Con algo de duda me acerco y pongo con suavidad mi mano en su hombro. Caro se queda quieta, así que coloco mi otra mano en su otro hombro. Ya que no da muestras de querer abofetearme también, doy otro paso y la rodeo con cuidado con mi brazo; en dos segundos Caro gira para recibirme y se queda llorando sobre mi pecho. Con temor de que en cualquier momento me empuje, voy abrazándola con lentitud y luego pasando la mano por su cabello.
Esta no es la Carolina sonriente que bailaba conmigo descalza en la playa y que me miraba con cariño; esta es una Caro tan rota por dentro que por fuera busca consuelo incluso en mí, el motivo de sus problemas.
Es la Caro que amo cada día, sufriendo por las consecuencias de haberme amado una noche.
***
Mil gracias por su paciencia ♥
Estamos en la recta final, y aunque no lo crean, me siento mal por Luka :v
En fin...¿qué les ha parecido este capítulo?
♥ Nos leemos ♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro