C I N C U E N T A Y N U E V E
A lo largo de mi vida he aprendido una innumerable cantidad de lecciones; algunas por las buenas, otras por las malas, algunas me han dejado cosas maravillosas y otras solo malas experiencias que al menos de aprendizaje han de servir.
Y he aprendido que las lecciones no las da la vida sino quienes la componen: las personas que me rodean. He aprendido a volar, a vivir, a caer y a seguir hacia adelante incluso cuando parece que solo a rastras es posible avanzar.
Adam me enseñó la paciencia, la importancia de la bondad y de la perseverancia que debe tener un corazón en su meta de ser feliz.
Mis padres me enseñaron que no siempre las buenas intenciones tienen buenas acciones detrás y que por más que me esfuerce, jamás podré aspirar a una perfección que haga feliz a todos en el mundo.
Kevin, Michelle y la cantidad gigante de personas que han pasado de manera temporal por mi vida me han enseñado de amistad, de lo que es bueno y lo que no en los amigos, de lo importante de atesorar a aquellos que son para siempre pero también de agradecer por aquellos que solo están por algunas etapas de la vida. Mis amigos del trabajo, de la universidad, mis vecinos: cada uno forma parte de mi historia y yo formo parte de la de ellos incluso si fue parte que acabó pronto.
Theo me enseñó otro tipo de amistad. Él me dio lecciones sobre la comodidad que puede tener un hombro que te deja llorar sin juzgar. Me dejó la certeza de que el tiempo y la distancia no son variables que afecten las amistades verdaderas. Me enseñó la debilidad y cómo esta puede hacer que conectes más con una persona que las fortalezas. Me enseñó a amar a alguien sin dobles intenciones y aceptando todos sus fallos, y a su vez, a aprender a aceptar los míos, a atesorarlos y hacerlos parte orgullosa de mí.
Luka me enseñó demasiado, tanto, que a veces siento que si no fuera por él, yo no sería ni la mitad de la persona que soy hoy. Luka me enseñó el poder del cambio en los corazones y el poder que tiene el amor en algunas personas. Luka fue el primero que me dijo que podía volar, el que aún sin conocerme fue capaz de llamarme valiente y mejor, que aún después de conocerme, seguía llamándome así.
Luka transforma y él mismo no se da cuenta de eso.
Luka también fue uno de los grandes errores que he cometido, pero fue un error hermoso que me enseñó más que mil aciertos. Aun cuando no fue su destino compartir vida conmigo, me enseñó sobre amar de una manera poco convencional: dejándome saber que no podíamos estar juntos.
Siempre he sido algo torpe en cuanto a temas del corazón se trata; a estas alturas no puedo decir que es por falta de experiencia en temas del amor así que me atrevo a decir que es parte de mi cualidad de humana lo que me hace torpe en este campo. He sido débil con el corazón, he sido impulsiva, temeraria y cobarde pero cada golpe atravesado me va dejando un poco más fortalecida el alma.
Una parte de mí siempre lamentará que mi destino no estuviera dibujado con el de Luka, especialmente porque no me podré sacar nunca del corazón el hecho de haberlo lastimado, sin embargo, si me pusieran a elegir de nuevo quizás tomaría los mismos caminos, haría los mismos errores y estaría bien llegando al mismo final.
Luka fue un gran amor pero no fue uno que estuviera hecho para durar conmigo y oraré cada que lo recuerde para que él encuentre en alguien lo que yo no pude darle. Porque lo merece y de eso sí tengo gran certeza. Conocí a Luka cinco años atrás durante un corto lapso pero en ese poco tiempo hizo cambios en mí que me llevaron a la versión mejorada que soy ahora; luego lo reencontré por otro corto lapso en el que también obró grandes cambios en quien soy, y conociéndolo sé que merece amor, felicidad, tranquilidad y a alguien que lo tenga como mayor prioridad cada día de la semana.
Él merece encontrar en alguien lo que yo he encontrado con Santiago.
Santiago me ha enseñado y me enseña cosas nuevas cada día. Él ha hecho su magia en partes de mí que siempre dejé de lado: en mi amor propio, en mi amor por la vida, por vivir. Santiago me ha enseñado el valor de las pequeñas cosas, la importancia de pasar dos horas en la cama mirando una película y escuchando su respiración a mi lado, la importancia de acariciar a nuestros perros y luego sacarlos a pasear, la importancia de reírme hasta que se me vaya el aliento y de llorar cuando sienta que la tormenta interna me ahogará si no lo hago.
Había tenido la idea errónea de que amar a alguien era equivalente a no tener dudas nunca, sin embargo, y hablando solo por mí, el amor es seguir eligiendo a la misma persona sobre las dudas porque estas no son tan fuertes como la certeza de lo que es correcto.
Dudé y herí a los demás con las consecuencias de esas dudas, pero lo elegí una vez más a él y lo seguiré eligiendo cada día de mi vida y cuando él tenga dudas de mí me aseguraré de que siga eligiéndome porque nuestro camino está enlazado para siempre.
Santi me enseñó a amarlo y a amarme y sé que con su corazón es con el que deseo envejecer.
Hoy es un día especial porque, pese a que todo ha iniciado como un encubrimiento necesario para estar juntos, yo lo siento real: hoy me caso con Santiago y cada una de mis dudas han quedado enterradas en un cajón cuya llave ya perdí.
El espejo frente a mí me devuelve una imagen que hace diez años habría encontrado demasiado fantasiosa para ser real. Veo a una Carolina vestida de blanco, con brillos adornando la tela que la cubre, con los ojos brillantes porque aún estando sola en la habitación se emociona al punto de llorar por sí misma, porque tiene en el pecho una felicidad tan grande que hasta se siente egoísta de que ella sea el motivo. En su muñeca una mariposa púrpura hecha de tinta descansa y piensa en Adam; con los ojos húmedos imagina que él está ahí y más llanto le recorre las mejillas.
Sé que estaría orgulloso.
No de que me case en sí, sino de lo que soy ahora, estaría muy orgulloso de verme enamorada, de verme contenta, de verme segura de mí misma y de saber que he hallado una familia en brazos de Santi y de Rose, una familia que me valora como él lo hizo y como mis padres nunca lo hicieron; lloraría de verme graduada y con los pies bien puestos sobre la tierra. Esto era todo lo que él siempre quiso para mí y aunque no esté para verlo en forma física, lo he conseguido y si él me cuida desde algún lado, sonríe conmigo.
Dos nudillos tocan en la puerta del hotel y con voz quebrada doy el permiso de que entren. Por una tradición cursi pasé la noche acá, alejada del novio que no puede verme hasta la boda. Fue una iniciativa de Theo y de Michelle y ante su emoción al respecto —y que ellos pagaron la habitación— no me pude negar.
Sin embargo, el que entra por la puerta no es ninguno de ellos, sino Denny, cuyos ojos azules me recorren de arriba abajo a medida que una sonrisa crece en su cara.
—Si no fuera gay me enamoraría perdidamente de ti justo ahora —comenta.
Doy media vuelta y me lanzo a abrazarlo. No lo esperaba el día de hoy luego de todo lo que ha pasado pero agradezco tanto que esté que no lo suelto del abrazo por varios largos segundos e incluso temo arruinar mi —aún leve— maquillaje.
—Denny —murmuro sobre su hombro—. Viniste.
—Tu amigo Theo fue muy convincente cuando me llamó —responde—. ¿Dónde está, a propósito?
—Madrugó a estar acá conmigo porque se siente responsable de que yo esté lista ya que decliné de tener estilistas profesionales, pero se puso algo intenso con una amiga mía diciéndome cómo debo maquillarme, así que lo envié con ella a que se tome un café, se calme y regrese.
Algo está mal si yo estoy más intenso que tú el día de tu boda, dijo Theo antes de que lo sacara de acá, y de que Michi lo arrastrase puerta afuera para que me diera un respiro. Aún quedan un par de horas para la boda, le respondí; no entiendo su apuro e intensidad.
—Bueno, él me dijo en qué habitación estabas —responde— y le dijo a la recepcionista que me dejara entrar sin anunciarme. Supongo que me faltó decir ¡sorpresa!
Me río con él y lo invito a sentarse en la silla de madera frente al tocador mientras yo tomo lugar en el borde de la cama.
—Asumo que no estarás en la ceremonia —comento, señalando su atuendo informal.
—Lo siento.
—Está bien. La verdad no creí verte ni medio minuto hoy, así que contigo ahora me basta.
Omito comentar que yo tampoco estaré en su boda porque sé que en silencio ambos somos conscientes de que así es como debe ser y que eso no nos hace menos amigos. También sabemos que aunque Gabriel me aprecia, no viene ni vendrá por motivos obvios.
—Quería verte... y desearte toda la felicidad del mundo. Dios sabe que la mereces. Y yo sé que la tendrás. —Denny achica los ojos sin querer al sonreír con emoción—. Tu esposo te ama y sé que lo amas también.
—Lo dices como si antes lo dudaras.
Pule una sonrisa culpable.
—Yo era del bando Luka, ¿recuerdas? —Ríe y yo lo acompaño—. Creía que ustedes dos acabarían juntos, pero cuando conocí a Santiago me di cuenta de que ni un milagro te separaría de él. Y es perfecto, ¿sabes? Porque es puro. Es natural en ustedes. Creo que por evidentes razones no soy amigo de Santiago, pero mándale saludos de mi parte y dile que también le deseo todo lo mejor contigo.
—Tú le caíste bien —comento.
—Sí, y Gabriel no.
—Gabriel lo fulminaba con la mirada a cada segundo —defiendo—, ¿lo culpas?
—No. Gabriel no es muy sutil.
—Por suerte tú sí.
—Yo soy más perceptivo y reconozco el amor cuando lo veo. ¿Cómo sería capaz de reprocharte ser feliz con Santiago, aún cuando es Luka quien es mi amigo? Y además Gabriel estaba afectado por el accidente y todo, estaba abrumado.
—No importa ya —digo sonriendo; no quiero pensar más en lo negativo que ya pasó, solo quiero lo positivo que está por venir—. Dile que lo quiero mucho.
—Y él te quiere a ti. También te envía buenos deseos. Ambos esperamos que cuando las cosas se enfríen y todo quede como cosa del pasado, podamos reunirnos de nuevo.
—Claro que sí.
El tono me sale bajito pero inmediato y convencido, en el tono de las promesas que requieren tanto tiempo para cumplirse que parecen fáciles de hacer. Es como prometerle a un niño de cinco que cuando cumpla dieciocho tendrá su propia casa; lo prometes en esa lejanía porque el futuro es incierto, sabiendo en el fondo que a lo mejor nunca pase pero cuando el momento llegue, ya la promesa estará olvidada.
Denny se levanta de su sillita y yo también lo hago. Cuando llega a mí me toma de la mano y me da una vuelta como si admirase mi vestido desde varios ángulos.
—Eres preciosa, Cinthya. Estoy muy feliz por ti. Todos estamos felices por ti.
—Gracias, Denny.
—Agradécele a Theo.
—Por obligarte a venir —bromeo.
—No estoy obligado, me ofendes —musita. Luego me sonríe—. Me daba vergüenza venir sin Gabriel o venir con él. En general creo que en este momento formamos ambos parte de un pasado reciente y doloroso, no quería dañar tu día apareciendo... pero Theo me dijo que aún pese a todo, apreciarías mi visita.
—Tenía razón.
Denny sostiene ambas de mis manos y durante un instante solo nos miramos como si fuera nuestro último adiós; desde cierto punto de vista es cierto y eso hace que me limite a sonreír, realmente conmovida por su presencia.
Suspira y me suelta una mano.
—Me voy ahora, pero de nuevo felicidades.
—Gracias por venir.
Me abraza de nuevo. Siento el frío de sus palmas en mi espalda descubierta, y la calidez de su respiración en mi cabello por unos segundos. Luego se aleja hacia la puerta y cuando veo que pone la mano en el pomo, una pregunta se abre paso entre mis labios sin que la pueda detener.
—¿Cómo está él?
Denny vuelve la cabeza y se encoge de hombros.
—Recuperándose, le fastidian los yesos pero es paciente.
—Dile... —Me muerdo el labio sin saber exactamente qué decir, desvío la mirada y balbuceo sin poder evitarlo—... emmm...
—Díselo tú misma.
Abre la puerta para salir y del otro lado está Luka, apoyado en una muleta y tan atractivo como siempre ha sido. El corazón me da un vuelco entre la felicidad de verlo y la incomodidad también de verlo. Denny me sonríe en un gesto pícaro y luego deja que Luka entre.
—Tienes como dos minutos, luego Theo vendrá y te sacará a patadas. Te espero acá no más —dice, cerrando luego de salir.
Luka queda junto a la puerta, mirándome de pies a cabeza y yo no sé exactamente hacia dónde mirar o qué decir a modo de saludo. Siento que siempre que creo que será la última vez que lo veré, es falso y de un modo u otro aparece de nuevo en mi vida. Luka pule una sonrisa encantadora cuando termina de examinarme y luego busca mi mirada.
—Luces... como un sueño.
Mis manos bajan a la ancha falda de mi vestido y las paso por ahí en un nudo de nervios incontrolable. Sonrío a medias y le agradezco entre dientes aunque dudo que lo haya escuchado. Dedico dos segundos para mirarlo y el corazón se me acelera en una mezcla de tristeza de verlo así y de cariño por tenerlo acá en este día. Tiene su pierna y su brazo envueltos en yesos, lo que hace difícil su movimiento fluido de siempre. Luce molido de mil maneras diferentes y pese a todo logra iluminar la habitación con su sonrisa.
—Oye, no me mires con esa lástima —comenta, a medias entre la diversión y el reproche—. Quizás por fuera me veo terrible pero por dentro estoy bien.
—¿Cómo te sientes? —murmuro—. Siéntate.
—Ay, gracias, esperaba que dijeras eso. —Sin esperar se acerca a la cama aún arrugada por mi peso y con algo de dificultad se sienta, dejando la muleta a su lado. Suspira como si llevara un buen rato esperando una silla—. Y en cuanto a la pregunta, estoy bien. Según dicen, un par de semanas más con estas porquerías y podré empezar las terapias de movilidad. Todo bien. Aunque ya me aburro en casa; sin poder trabajar es desesperante la cantidad de tiempo que me sobra.
Suelta una risa sincera que llena todo el espacio que nos separa. Cuando nuestros ojos se encuentran se quedan ahí estáticos en el tiempo por varios segundos. Hay muchísimas cosas que al parecer deberíamos decir pero luego de todo lo ocurrido las palabras son menos importantes que antes... por eso lo miro, porque quiero que sepa con esa mirada lo mucho que lo quiero y todos los buenos deseos que tengo para su vida.
—¿Por qué has venido? —pregunto, no como reproche, sino por sincera curiosidad.
Luka aprieta los labios pero no luce sorprendido con la pregunta; a lo mejor se la esperaba.
—No estoy seguro. Creo que una parte de mí debía estar completamente seguro de que... —Baja la mirada un instante y luego la regresa a mis ojos— de que esto era real. De que te vas a casar... de que ya no puedo seguir soñando contigo. Además, tú me diste tu despedida pero yo no te di la mía.
El dolor de sus palabras me llega al alma pero a la vez el tono que usa me exenta de culpas. Es como si él quisiera que yo dejase de sufrir por hacerlo sufrir a él. Hacernos sufrir parece ser un círculo vicioso difícil de disolver.
—No creí que quedara mucho por decir.
—Ni yo, pero acá estoy. Ven. —Palpa el lugar a su lado en el filo de la cama y me descongelo de mi lugar para avanzar los dos pasos y sentarme. Cuando lo hago, Luka busca mi mano y la toma con la suya que no tiene yeso; no es un toque coqueto, es más bien amistoso y dulce—. Sé feliz cada día, Caro. No sé si necesitas o no escuchar esto, pero yo sí necesito decirlo: no tengo rencores contigo ni con la forma en que me enamoré de ti. Lo hice a conciencia y conociendo los riesgos y lo haría de nuevo solo por esa sensación en mi pecho. Quiero que no tengas nunca culpas en tu corazón por lo que pasó con nosotros. Al contrario, deseo que estés bien y que estés enamorada hasta la médula de tu esposo y ten una familia como siempre la has soñado; disfrútala mucho. Y gracias por pasar por mi vida.
Me suelto de su mano y luego me pongo de pie para poder ponerme frente a él y envolverlo con un abrazo. Aún estando sentado, su cabeza llega casi a mi hombro y apoya allí la mejilla sin preguntar ni objetar mi acercamiento. Mis dos manos se juntan en su nuca y suspiro.
Ahora sí es un adiós.
Si bien varias veces he creído que era nuestra última despedida, esta vez realmente siento que lo es y lo sé por la forma en que me duele todo por dentro, por la forma en que la vida me susurra en silencio que no lo volveré a ver, que aproveche estos últimos segundos. El agarre de Luka, aún con un solo brazo disponible, es fuerte y sé que él tiene la misma sensación de despedida definitiva que yo en el pecho.
Decirle adiós a Luka es despedirme de una parte de mí y él lo sabe, quizás por eso ha venido: para darme la oportunidad de irme completa, de romper el lazo que nos une y nos obliga a reencontrarnos.
—Eres un gran hombre, Luka —susurro en su oído, sintiendo cómo mi maquillaje definitivamente se arruina con el llanto— y algún día harás feliz a una buena mujer que te amará con todos los latidos de su corazón. Siempre estarás en un pedacito del mío, te lo juro. Me has cambiado la vida de una forma monumental y siempre te estaré agradecida. Te quiero muchísimo, muchísimo.
No soy capaz de soltarlo pero sé por el movimiento de su pecho que está llorando también.
—Siempre te amaré, Colibrí.
Luka hace presión con su brazo para que me separe un poco pero solo me muevo lo justo para mirarlo a los ojos. El color miel que siempre me ha parecido tan precioso hoy está teñido de tristeza y resignación. Luka me ve llorando también y pasa sus dedos por una de mis mejillas, luego por la otra. Una sonrisa ladeada le adorna el rostro en medio de la humedad.
—No llores.
—Todas las mujeres lloran cuando están vestidas de novia —murmuro, haciéndolo reír y a la vez, sollozar con un estremecimiento de su pecho.
Observa con detenimiento cada parte de mi rostro y tras unos segundos, habla:
—Creo que ya pasaron dos minutos. Denny me espera.
Asiento y doy un paso atrás para dejarlo libre de ponerse de pie. Con ayuda de su muleta queda frente a mí, de nuevo tan alto y bello como siempre, pero con el velo de todo lo malo encima.
Luka se inclina como puede y me deja un beso en la mejilla húmeda. Ya que no puede sostenerme porque en la mano buena tiene la muleta y la otra la tiene inmóvil, soy yo quien toma ambas de sus mejillas y deja ahí un par de caricias. Nos sonreímos una vez más y él empieza a alejarse; voy tras él para abrirle la puerta. Cuando la abro, él cruza el marco pero se da la vuelta para mirar mis ojos.
—Ahora sí es un adiós —digo, y suena más a pregunta.
—Ahora sí es un adiós —confirma—. Y con el mayor amor que puedo sentir por ti te digo esto: espero no volver a verte, Carolina Anderson.
Ambos reímos y sabe tan agridulce que reímos más porque es mejor eso que llorar con más fuerza. Es una despedida liberadora pero no por eso menos dolorosa; él sabe que se lleva parte de mí y también que me deja parte de él.
—Igualmente, Luka Greisnar.
Luka reconoce a alguien en el pasillo y pronto veo el rostro de Denny que con su mirada dice "¿listo para irnos?". Luka da dos difíciles pasos hacia él pero luego gira y sin rastros de querer llorar más, luce su arrebatadora sonrisa de lado.
—De todos modos —dice—, de los dos hombres en el mundo que te aman con todo el corazón, he sido yo el primero en verte con el vestido de novia. Y nadie va a quitarme eso, ni siquiera el que de hecho se casa contigo.
Me guiña un ojo y termina su camino hacia Denny; este ondea su mano en mi dirección y los veo a ambos perderse por el pasillo que conduce al elevador del hotel.
Era de esperarse que una despedida de Luka terminase con una frase coqueta y cuando cierro la puerta a mis espaldas quedo presa de un llanto risueño que haría que cualquiera que me viera me considerase loca.
Pero no estoy loca.
Estoy feliz, estoy aliviada, estoy rota porque se fue pero también alegre de que lo haya hecho. Estoy dichosa porque aunque no lo sabía hasta este momento, tengo una sensación en el pecho que me dice que finalmente soy capaz de dejarlo ir. Hace cinco años no pude hacerlo, pero ahora me invade la convicción de que Luka ha quedado para siempre como un pasado cerrado y sin asuntos pendientes.
Y ahora estoy lista para vivir el presente y enfrentar el futuro con el hombre que realmente amo.
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