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Capitulo 51

Maratón 100k 2/3

Canción: ¿Qué ganas?, by Morat.
(Éste tema me lo recomendó una lectora, y le va perfecto a esta segunda parte de nuestro no vampiro)


No doy más. El calor es insoportable justo este día. Quisiera... no, más bien, deseo con toda mi alma sacarme toda la ropa que llevo puesta. Pero eso no seria correcto. Hay demasiada gente. No esperé que fueran tantos. No puedo evitar sentirme sorprendido, y aterrorizado en partes iguales.

El lugar que Gastón escogió es una de las librerías más grandes de la ciudad. A través de unas puertas de vidrios podía ver como el tumulto de personas seguia aumentando.

No se por cuanto tiempo más tendrán que seguir esperando, ya que esta firma de autógrafos es diferente a las demás. Según mi hermano mayor, es como mi presentación oficial a la sociedad. Si. Exacto. Tal como antaño hacian con las jóvenes que cumplian cierta edad y ya podían buscar un pretendiente que las desposé.

Lo que sí sé es que desearía no hacer un completo espectáculo de todo esto. No me considero una celebridad, pero al parecer Gastón no piensa lo mismo. Si hasta tenía un guardaespaldas parado detrás mío. ¡Qué ridiculez!

Mi atuendo como siempre no ayuda. Me pica el cuello, la cara, las manos. Mis lentes me molestan, y siento un escozor justo en el puente de mi nariz. No llevó mi habitual gorra. En esta ocasión Gastón la reemplazó por un sombrero de copa baja, a lo Charles Chaplin. Supuestamente le añade más misterio a mi vestimenta.

— Las gaviotas están a punto de volar, repito, las gaviotas están por... entrar al recinto.

Giré el rostro para ver al sujeto detrás de mi espalda. Tan ridículo. Su vestuario imitando a los Hombres de Negro es demasiado patético.

— ¿Sabes que nadie te está escuchando? —inquirí, señalando su oreja, donde el típico audífono que usan los verdaderos guardaespaldas es inexistente.

— No destruyas mi ilusión, maldito —refuta, cruzándose de brazos—. Al menos por una vez quiero estar de este lado para ver que se siente.

— Con mucho gusto cambiamos roles, no tengo problema.

— No es mala idea —afirma, rascándose la barbilla, pero de inmediato vuelve a su postura inicial, con las manos tras su espalda—. Mejor no. Quizá me falté talento, o más tiempo, pero algún día estaré sentado en esa silla.

Matías, mi hermano menor, había insistido en acompañarme a este evento. Aunque no imaginé nunca que él le rogará a Gastón por hacerme de guardaespaldas. Mucho menos que era tan terco ante las negativas de éste. Creo que el cansancio de mi hermano mayor lo hizo acceder.

— No te falta talento, solo tomar más riesgos. Está bien escribir en esa plataforma que usas. Para darte a conocer, y conformar un grupo de lectores, pero ya tienes que pensar en otras posibilidades

Matías me observa, incluso se despoja de sus lentes oscuros para mirarme fijamente.

— ¿Me estás diciendo que el gran Vladimir tuvo el privilegio de leer alguno de mis libros?

Sé que está siendo sarcástico. Lo que él no sabe es que sí estoy leyendo sus historias. Bajo un pseudónimo femenino. Pero no pude decírselo porque las puertas de vidrio se abrieron, dando paso a todas aquellas personas que son mis lectores.

Florencia tenía razón. Es una experiencia de otro mundo. No solo me agradecían por al fin darme a conocer en persona, también me contaron de sus experiencias propias al leerme, identificándose con alguna frase, o con una imagen que les hizo recordar algún suceso de su vida.

No creí que mis obras causarían ese tipo de impacto. Prácticamente lo que hago es sacar una foto, escribir un fragmento, y repetir lo mismo en las siguientes páginas.

De repente los nervios se marcharon para dar paso a una placentera comodidad. 

— Ya deja de empujarme...

La voz de una chica sobresalió entre el murmullo de toda la gente haciendo que dejé de prestar atención a la señora que tenía enfrente.

— Es tu culpa, yo no quería venir...

Podía adivinar quiénes son los que están hablando. En la mitad de la fila, una cabellera destacaba más que ninguna.

— Que te quedes quieto, no ves como nos mira la gente...

— Me importa un pepino, hace calor, ¿por qué justo teníamos que venir aquí?

— Tenemos unas gaviotas alborotadoras en el corral, repito, necesito refuerzos —exclama Matías, esta vez hablándole a su reloj de mano.

No se si reírme, o darle un golpe a mi hermano.

— Tranquilo, los alborotadores están conmigo —le susurro el nombre de uno de ellos, y él se apresura a confirmar mis sospechas.

No me equivoqué. Esa voz es inconfundible, aunque no podía verla porque está detrás de una persona corpulenta que la oculta de mi vista. Pero la cabellera pelirroja de Andrés no me paso desapercibida.

Dejé que Matías se ocupe de ellos, aunque interiormente quiero correr a su lado para saludarla. No fue necesario.

Mi hermano camina hacia mí con Florencia del brazo, y Andrés a su lado. Siento un ligero escozor en mi pecho que guardé instintivamente hasta exterminarlo de raíz. No era momento de celos, además sé que a Flor le molesta ese tipo de actitud.

— Mira lo que nos trajo el verano, una flor y una zanahoria —bromea Matías.

Ja, ja —escupé Andrés, sin disimular su disgusto.

— Hola, chicos —los saludé con la mano.

— Un gusto conocerlo, señor Vladimir —exclama Florencia, mirando a la multitud, un poco sonrojada quizás. Pero entendí su actitud; no podía decir mi nombre real.

Entonces me fijé en sus brazos. Ella tenía abrazado uno de mis libros. Sin poderlo evitar, sonreí.

Hice un ademán con mi mano para que se acerqué,y Flor acortó la distancia dando pasos trémulos.

— Alto ahí, jovencita, yo estoy primero —dice la señora a la que estaba atendiendo.

— Solo me tomará unos segundos, lo prometo —zanjé con una sonrisa, y eso al parecer fue suficiente para ella.

En la tapa interior del libro escribi unas palabras rápidamente, y lo cerré para que solo Florencia pudiera leerla. Cuando se lo extendí, la tomé de la mano para acercar su rostro al mío.

— ¿Será posible que me esperes para que pueda verte cuando terminé todo esto? —susurré.

Florencia solo asintió con su cabeza, y se alejó de mí, llevándose a rastras a un confundido Andrés que no paraba de hacerle preguntas por lo bajo.

— Ah, el amor —murmurá Matías, retomando su postura inicial; la del guardaespaldas patético.

Con la esperanza de ver a Florencia al terminar el evento, mis animos y alegria aumentaron significativamente.

********

Casi dos horas después estoy esperando en una sección privada de la librería a Florencia. Pero mi sorpresa es notoria cuando veo que es Andrés quién aparece en la puerta.

— ¿Y Flor? —le pregunté directo .

— Está esperando afuera, con tu hermano —responde Andrés evitando mirarme, y arrastra sus pies a uno de los sillones que hay en la pequeña sala.

— ¿Por qué? —inquirí sin titubear.

— Porque al parecer tiene la idea de que nos debemos una charla —informa, con voz cansina.

Por unos segundos reiná el silencio, entonces decidí hablar primero yo para terminar con este asunto lo más pronto posible.

— Andrés, sé que no hay una manera correcta de pedir disculpas después de tanto tiempo...

— No, no la hay —me interrumpe.

Suspire, y me senté en el sillón frente a él.

— Entonces te diré lo que le dije a ella —exclame, despojándome de la pesada campera oscura que tenía puesta—. Fue necesaria mi partida. No me sentía cómodo conmigo mismo, e imaginé que le hacia más daño a Flor con mi presencia que estando en su vida. Sé que la manera de irme no fue la más apropiada, y los lastimé mucho. Aunque no lo aceptes, te pido una disculpa por mi nefasta desaparición.

Andrés no me respondió, solo me observo con la vista fija, sin pestañear.

— De todas formas, les fue bien sin mí. Creo que al fin y al cabo estaba en lo correcto.

— Ahí está. Ese es tu problema —espeta Andrés, señalándome con el dedo índice, para luego revolver impaciente su cabello—. Tus suposiciones de mierda. ¿Piensas qué con volver y decir todas tus palabritas intelectuales vas a restaurar el daño que nos hiciste?

— ¿Qué quierés que diga?—indagué, mi paciencia pendiendo de un hilo.

— Nada —contestá inamovible—. Pero, ¿sabes? Mi enojo no es por mí, yo te superé muy rápido. Es por Florencia, tú no sabes todo lo que ella sufrió por tu estupidez.

— Dímelo, así podré entenderte.

— Si ella no te lo dijo, menos lo voy a hacer yo. Solo ten presente que yo estuve a su lado en todo ese tiempo que ella... bueno, que ella... agh, no te lo voy a decir.

— Dime algo, por favor, ella me importa —supliqué, logrando cabrearlo aún más con mis palabras.

— Ajá, si. A mí me importa Florencia, tú la abandonaste cuando fuiste la primera persona en quien ella confio de verdad.

— Pero Bruno...

— Claro que confía en su primo, pero no es lo mismo —Andrés parece pensarlo interiormente, y me observa de pies a cabeza. Al parecer debatiendo si ser honesto conmigo o no—. Solo te diré esto. Aunque creo que lo sabes. Ella crecio en un hogar de mierda, tan podrido que ocasionó que se guardase muchas cosas. A Bruno le confió la mitad de todo lo que ella te confesó a ti, incluso actualmente no se apoya en él porque no quiere preocuparlo más de la cuenta. Y conmigo siempre fue sincera, hasta que me ocultó de su cita de la otra vez.

Termina sus palabras cruzado de brazos, con semblante enfurruñado.

— Entiendo, y no te das idea como me arrepiento de haberla dejado así. Pero quiero dejarte en claro una cosa, y voy a ser completamente honesto contigo —a pesar de su actitud fastidiosa, Andrés me presta atención sin poder ocultar su curiosidad—. La quiero. La quiero de verdad. Y voy a hacer todo lo posible para hacerla feliz. Incluso si tengo que alejarme de ella. Aunque no es lo que yo quiero.

Andrés me observa dubitativo. En su semblante persiste la incertidumbre, pero una sombra de alivio se deja ver por unos segundos.

Tengo la leve sospecha de que mis palabras lo convencieron, no de perdonarme, pero sí de mi presencia en la vida de Florencia.

La calma nos dura poco ya que mi hermano aparece estrepitosamente en la sala. La puerta golpea contra un estante lleno de libros, que tambalean ante su exabrupto.

— ¡Alerta roja! ¡Alerta roja! —empieza a chillar, y tengo que taparme los oidos.

— Oye, te estás robando mis líneas —reclama el pelirrojo poniéndose de pie.

— Es Florencia —manifiesta, y no dudo en apresurarme hacia él, con Andrés pisándome los talones.

— Habla ya —demandé, impaciente.

Matías nos muestra la pantalla de su celular, intentando recobrar el aliento, al parecer había corrido hasta donde estamos nosotros.

— No se qué paso. Estábamos hablando tranquilamente, hasta que me llego una notificación de la aplicación de noticias que tengo en mi teléfono.

Los tres miramos el titular. Una fotografia. Una mujer de cabello entrecano, de mirada fría, y rostro demacrado aparecia en las noticias.

— Florencia se horrorizó al ver esto... no pude detenerla, salio corriendo... creo que estaba llorando —mi hermano habló entre pausas, casi sin aliento.

Solo me bastó leer una parte para saber quien es esa mujer, y el porqué de la reacción de Florencia.

Sin más preámbulo, ni esperar a nadie, corri lo más rápido que podía. Tenía que encontrarla. Y sabia donde buscar primero.

Ella no puede estar sola.

Florencia no tiene que llorar sola. Nunca más.

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Nota:
El próximo lo publicaré en la noche, para generar un poquito de misterio. 😉
Recuerden que los quiero mucho 🤗🙈❤️❤️

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