Capitulo 47
"No todo lo que brilla es oro"
- William Shakespeare.
Aún con lo poco que dormí, me sentía eufórico. A pesar de las pocas horas que logré cerrar mis ojos, soñé con ella. Culpo a mi madre por haberme contado de aquel encuentro pasado. Me emocioné súbitamente ante su relato, y eso desencadenó su aparición en mi subconsciente.
Y es todo una patética excusa.
No es la primera vez que sueño con ella, ni tampoco necesité pensarla para que apareciera en mi estado de adormecimiento.
Es bastante increíble, casi imposible el hecho de que ellas dos se encontraran. Y fue gracias a mi madre que hoy no me sentía tan nervioso como pensé que estaría.
Todavía pienso en ésto mientras voy rumbo a la casa de Flor. Apenas desayuné por no querer llegar tarde, me dí el baño más rápido de la historia, y antes de salir mi mamá me extiende una caja angosta y alargada.
— No puedes llegar con las manos vacías, hijo —había dicho, guiñándome un ojo.
El presente está guardado en mi mochila, junto a algunos objetos que permanecían allí. Mi cámara fotográfica, un cuaderno, hojas sueltas, muchos lápices, un libro, el cargador portátil, y unos lentes de repuesto. Eran mis fieles acompañantes, y nunca los sacaba de ahí, quizá por pereza, o mejor dicho, costumbre.
En esta ocasión, elegí una vestimenta acorde al clima y no tan sofocante. Ojalá tuviera más opciones de vestuario, como pasar horas delante de un espejo seleccionando qué color de camisa quedaría mejor con unos pantalones cortos veraniegos. Pero esa no es mi situación. Tarde menos de dos minutos en vestirme con mi usual pantalón largo, una remera esta vez de color azul, y una campera de tela fina del mismo tono. Lo único que no podía dejar de usar son mis guantes, la gorra, y los lentes.
Estoy preparado para las miradas extrañas que voy a recibir, pero al menos tenía el consuelo que varias de las personas que estarían en la casa de Flor ya me conocían.
Cuando el GPC del auto de mi hermano indica que estamos cerca, ya estoy sudando. Es un día caluroso, típico de un primero de enero. Gastón no está contento con su rol de chófer, pero no le quedó otra opción después de que mi madre lo obligará a levantarse temprano. En todo el trayecto apenas hablamos, y desde mi punto de vista era mejor que se mantuviera callado si no tenía nada bueno qué decir.
El coche se detiene frente a una casita peculiar. Antes de bajarme sonrió por su aspecto. Mi hermano balbucea algo, pero no le prestó atención.
Estoy maravillado por lo que está frente a mis ojos, y sin poder evitarlo, extraigo mi cámara para inmortalizar lo que estoy viendo.
Retrocedí unos pasos para tener el angulo perfecto, de manera que se noté lo extraordinario y diferente de la decoración navideña en la casa de Florencia entre las demás.
Luego de sentirme satisfecho con el contraste y el enfoque visual de las cinco fotografías que tomé, escribí rápidamente unas palabras en mi cuaderno que, si Flor me lo permitía, encabezaran un capítulo de mi próximo libro.
"ENCANTO DE NAVIDAD EN BUENOS AIRES"
Inmediatamente me dirigí al único hogar en la cuadra que transmitía un espíritu navideño tan carismático.
La casa de Flor es pequeña, de una sola planta, un precario jardín adornaba el frente, donde un árbol y unas pocas plantas estaban tan blancas, simulando una típica navidad neoyorquina. Luces y guirnaldas de diferentes colores esparcidas en una ventana, las paredes delanteras, y la puerta. Incluso un muñeco de nieve de juguete colocado a un lado del camino terminaba de completar la maravillosa decoración.
La casa de Bruno y Florencia se robó toda mi atención, ni siquiera me percaté de las demás, ni tampoco del sonido de la puerta principal siendo abierta, de lo embelesado que estoy. Viví en tantos lugares, donde nieve real se esparcía en toda una ciudad, y extrañamente esto me dejo estupefacto.
— Llegaste —escuché la voz de la anfitriona, sacándome de mi estupor, todavía miraba el muñeco de nieve improvisado.
— Así es —atiné a decir, pero en cuanto mis ojos se posaron en ella, no pude evitar sentir calor en mis mejillas—. Hola.
La saludé levantando una mano, pero me pareció tan tonto el gesto que simulé acomodar mi gorra para no quedar más avergonzado de lo que me sentía.
Florencia se acercó a mí, y sin esperarlo, puso sus pies en puntas para darme un rápido beso en la mejilla. ¡Dioses! Ya había perdido esa costumbre.
— Te vi por la ventana, tardaste un montón en llamar a la puerta —espeta, alejándose unos pasos, poniendo una distancia apropiada entre los dos—. Por un momento pensé que te estabas arrepintiendo de esta... invitación.
— Muy alejado de la realidad —solté con seguridad, sonriendo levemente—. Estaba admirando la decoración de tu casa.
— Ah, ¿y qué te parece? —dice, desviando la mirada.
— Súper creativa —respondí, señalando los espacios pintados de blancos—. ¿Cómo lograron eso?
— Nieve artificial —exclama, encogiéndose de hombros—. ¿Entramos?
Entonces lo noté. Aunque no dijera nada, Florencia es un libro abierto para mí, aún después de todos los años que pasé lejos de ella. Y su actitud me decía claramente que algo la incomodaba.
— ¿Está todo bien?
Ella suspira, y por el gesto de su rostro puedo adivinar que está debatiendo si responderme o no. Pero finalmente sonríe, y me toma del brazo.
— Está todo perfectamente perfecto.
No le creo, aun así me dejo guiar al interior de su casa. El grupo de personas que espera dentro hizo ver la estancia aún más pequeña de lo que es. Flor quiere desprender su agarre, pero la retengo. Tantos años de vivir en completa soledad hacían que esta multitud me ponga ligeramente nervioso.
El primero en acercarse es el primo de Florencia.
— ¡Nahuel, cuánto tiempo! —dice, palmeando mi hombro.
— Si —proferí corto y conciso. Me acuerdo de la caja, y rápidamente abrí el cierre de la mochila, con un poco de torpeza, ofreciéndole el estuche a Bruno—. Es un regalo de mi madre.
— Grandioso— exclama enérgico, rompiendo el paquete con demasiado entusiasmo para extraer una botella de vino rosado—. Que amable de tu parte, no te hubieras molestado, bla, bla, bla. Entra, con confianza, que no mordemos.
Ciertamente no cambio mucho, seguía recibiéndome de la misma manera que en el pasado.
Flor se mantenía a mi lado, todavía nuestros brazos enlazados. Nos acercamos a la doble mesa improvisada. Tuvieron que correr los muebles de la sala de estar, un sofá de tres piezas, y dos diminutos sillones para que cupieran las dos mesas en el comedor, que aparentemente hacia también de living.
Percibí una leve, pero notable incomodidad entre los presentes. Todos de pie, como cuando tienes que recibir en tu hogar a un pariente no tan querido.
— Chicos, bueno... él es Nahuel —dice flor, con un ligero temblor en la voz.
Luego de unos segundos de silencio, quien decide romperlo es mi antiguo amigo, aunque no se acerca a saludarme.
— ¿Qué onda, Nahuel? ¿Te acordaste de los pobres? — espeta Andrés, el semblante en su rostro me dice claramente que no me quiere ahí.
Decidí no prestarle atención, seguramente tendríamos oportunidad en otra ocasión de limar asperezas. No es el momento ni el lugar.
— No seas infantil, Calabacita —una chica rubia se acerca a saludarme, su mirada un poco confundida, tal vez por mi vestimenta—. Hola, soy Jimena, la novia de Andrés.
— Un gusto —apenas alcancé a decir, pues un rápido movimiento cerca de mis piernas hace que bajé la vista a su presencia.
— Señor, ¿no tiene calor? —de repente, una pequeñísima mano regordeta jala mi campera.
— Un poco —afirmé, sonriendo al pecoso niño. Ahora que lo tengo tan cerca puedo ver el parecido que tiene con su tía.
— Debería desabrigarse —manifiesta, inocentemente, con una voz tan clara que me deja sorprendido—. Mami Flor siempre me dice que cuando hace calor no puedo usar mi disfraz de dinosaurio porque me puedo enfermar, además que pica.
El niño incluso se rasca el brazo, de forma inconsciente, y en ese momento Flor se aleja de mi lado para agacharse a la altura del pequeño.
— Esa no es manera de saludar a un invitado, cielo.
Escuchar el tono en el que se dirige al niño, tan dulcemente, hace estrujar mi corazón.
— Uy, cierto, soy Benji—extiende su manita, y me incliné para estrechársela.— Un placer conocerlo, señor.
— Puedes decirme Nahuel, y tienes razón, debería desabrigarme un poco.
Me despojo de mi campera, y mi vista recae en su mirada. Los ojos de Flor no dejaron de observar cada uno de mis movimientos. Pero alguien carraspea y ella se incorpora, escondiendo su sonrojado rostro de mi escrutinio.
— Oh, vaya, a él ya lo conoces —espeta rápidamente, señalando a quien se acercó —¿Recuerdas a Leonel Vargas?
— Claro que se acuerda de mí, corazón —exclama el susodicho, lanzando una trompada al aire, sonriendo—. Al menos para mí fue difícil olvidar el derechazo que me dio.
— Es una anécdota innecesaria de contar —agregué, luego de estrechar su mano. Quise disculparme con él, pero vi que Florencia se acercó a los únicos dos desconocidos que había en la sala. Los dos rubios que, por lo menos uno, tenia una idea clara de quien era.
— Y ya para terminar con esta presentación, ellos son los hermanos Sosa —ella se coloca en medio de los dos, profiriendo una risa nerviosa— Rafael y Bautista.
Uno de ellos solo levanta su mano en modo de saludo, pero el otro enlaza su brazo al de Flor, acercándose a mí.
— Y tu novio, te faltó decir eso, mi amor— soltó, aunque aquello se lo dijo a Florencia, no me quito la vista de encima en ningún momento.
"¿Y está es la clase de persona que se ganó el corazón de mi Flor?", no pude evitar ese pensamiento.
No pronuncié palabra, y estreché su mano. Él apretó con una fuerza innecesaria. Yo sonreí de lado, haciendo que el tipo me miré mucho peor que al principio.
Flor hace acto de presencia separando nuestras manos. Y como solo puedo ver su cabello, no se qué gesto le hace a su novio que termina alejándose de nosotros.
— Bueno, ya está todo listo —dice, llevándome a una de las sillas.
¿Ella podrá sentir el mismo cosquilleo en la palma como yo? ¿Qué tan patético puedo parecer si quiero, deseo con todas mis fuerzas hacerle un gesto de triunfo al pelmazo de su novio porque todavía están nuestras manos unidas?
Decidí dejar esos pensamientos inmaduros a un lado, pues tuve que sentarme junto a Andrés quien aún se veía disgustado por tenerme cerca.
Un silencio incomodo se desplazó por el lugar. No fue hasta que Florencia y Bruno regresaron de la cocina que al fin pude sentir un poco de alivio. Habia dos asientos libres, uno está enfrente mio, y el otro en una punta. Por un momento imaginé que Flor se sentaría al lado de su novio, pero eligió sentarse en la silla más cercana a la mía, justo al frente. Y dos personas la miraron sorprendidas.
— Amor, siéntate a mi lado —demanda el novio, haciendo que Bruno se detuviera antes de sentarse, totalmente confundido de qué hacer.
— Aquí me queda bien, Rafa —inquieré ella, señalando la mesa— justo en el medio, para servir las ensaladas.
El novio frunce el ceño, y puedo ver como Florencia le hace una mueca de indignación, a él no le queda otra opción que aceptar en silencio, pero claramente no está contento. Y Bruno logra al fin tomar asiento.
Las conversaciones en la mesa, entre bocado y bocado, se derivaron principalmente en Leonel que no paró de hablar de partidos, y entrenamientos. Yo solo me dediqué a escuchar, mirar a Florencia, comer, escuchar, y seguir mirándola a ella.
No fue hasta que sentí un pellizco en el muslo que me percate que estuve demasiado tiempo observándola, y al parecer me habían preguntado algo.
— ¡Auch! —me quejé, mirando con furia a Andrés.
— ¿Qué paso? —pregunta ella, y desvía su mirada al pelirrojo—. ¿Acabas de pellizcar a Nahuel, cabeza de Zanahoria?
Alguien se ríe por lo bajo, y Andrés levanta sus manos, rendido.
— Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas —exclama, burlándose sin pudor—. Tenia que sacarlo de su embobamiento, no me mires así, Cartu.
Ella está por regañarlo, pero la interrumpí.
— Está bien, no pasa nada —le digo, sobándome la pierna—. Es mi culpa, no estaba prestando atención.
— Julieta te pregunto de qué trabajas —inquieré, mirando de soslayo a Andrés, que aún reía de su infantil acto.
— Soy fotógrafo, y escritor.
— ¡Carajos, tenemos a otro famoso en la mesa! —dice con voz chillona la chica rubia, haciendo un baile medio raro en su asiento. Me pareció un poco exagerado, pero pude intuir con facilidad que puede ser parte de su personalidad.
— Sin groserías, Juli —pide Bruno, señalando a Benjamín.
El niño, quien era ayudado por Leonel para comer, no disimuló en ningún momento lo fascinado que está conmigo, incluso varias veces me pregunto porqué llevaba lentes oscuros dentro de la casa. Y era Flor la que no me dejaba responderle.
— No creo ser famoso, pero gracias por el cumplido.
Al escuchar mi profesión, fue el chico llamado Bautista quien más se interesó por saber de lo que hacia. A pesar de que ambos teníamos la misma manera de hablar poco, pero lo necesario, tuvimos una charla amena que duró hasta que oímos que tocaron la puerta de entrada.
Todos en la mesa se veían sorprendidos, al parecer no esperaban a nadie. Fue Florencia quien se levanto de su asiento para ver de quién se trataba.
A pesar de que la puerta está prácticamente cerca, no pude reconocer a la persona del otro lado. Flor era mucho más bajita que la chica de cabello oscuro, aún así, no tenia idea de quien era.
Hablaron en susurros, pero de repente la mujer alta eleva su voz, diciendo algo que todos escuchamos.
— ¡NO TE ESTOY PIDIENDO ALGO QUE NO ME PUEDES CONCEDER, ESTÚPIDA, DÉJAME VERLO UNA ULTIMA VEZ!
Al instante, sin pensarlo, me apresuro para llegar a su lado, y me doy cuenta que no fui el único. Andrés, Rafael, y Bruno casi se tropiezan entre ellos colocándose en medio de Florencia y la tipa, tan precipitados que por poco hacen que Flor caiga. Suerte para mí que pude sostenerla a tiempo de sus hombros.
— Vete de aquí, Malena, o llamaremos a la policía —espeta Andrés, tomándola del brazo para alejarla de la puerta.
Entonces la vuelvo a mirar, luego de poner a Florencia atrás mio, y efectivamente se trata de la mismísima Malena Vargas, quien observa a todos con odio en su mirada.
Flor le dice por lo bajo a Bautista que lleve al niño a su habitación, y da un paso al frente para encarar a Malena.
— No te alcanzo con lo que paso ayer, ¿eh? Te dije que no iba a permitir que lo veas, no eres su madre, no eres nadie.
Malena empieza a forcejear con Andrés al escuchar las palabras de Florencia.
— Es mejor que te vayas, no vas a lograr nada apareciendo de esta manera —declara el pelirrojo, pero ella logra soltarse de su agarre, dándole una sonora bofetada en el rostro.
Y lo que paso a continuación nadie pudo evitarlo. Julieta se abalanzó salvajemente sobre Malena, tomándola del cabello, y gritándole toda clase de insultos.
Tan solo unos segundos nos quedamos pasmados, sin saber qué hacer, hasta que entre Andrés y Bruno logran separarlas. Malena está visiblemente más lastimada que Julieta, algunos rasguños surcando su rostro.
— ¡Idiota! ¡Mira lo que me hiciste! —chilla Malena, tocando su cara, haciendo una mueca de dolor.
— Para que veas lo que les pasa a las que se atreven a tocar a mi hombre, zorra de mierda, y que no me da miedo de donde carajos vengas, acá estás en mi barrio, y así arreglamos las cosas — dice Julieta, intentando zafarse del brazo de su novio, pero sin lograrlo.
— ¿Una salvaje? ¿Eso conseguiste como novia, Andrés? Que bajo caíste —espeta, medio lloriqueando, pero con un inconfundible tono burlón.
— Es suficiente —exclama Florencia, elevando su voz, y sale el exterior, quedando a unos pasos de Malena—. No tenias porqué venir, estas atentando con la tranquilidad de Benjamín, y eso debería importarte, ya que es el motivo por el que estás aquí. Te pido que te vayas, de buena manera, antes de que esto se transforme en un caos más grande que incluso se haga viral en las redes.
Entonces todos observamos a Leonel, quien al parecer está grabando con su celular, enfocando a Malena directamente.
Ella se horroriza ante este hecho, y suspira profundamente. Luego introduce su mano en un bolso que yacía olvidado en el suelo.
— Está bien, ya veo que hasta mi propio hermano me traiciona —manifiesta, esta vez no oculta el temblor en su voz—. No fue la mejor manera, pero vine a traerles esto.
Extiende una carpeta marrón a Bruno, y sin decir nada más se aleja caminando lentamente hacia un coche estacionado cerca.
Fue un día caótico, no esperaba pasar todo esto cuando decidí aceptar la invitación de Florencia. Pero ver su rostro de felicidad luego de leer lo que contenía la carpeta que les dejo Malena, hizo que todo lo demás desapareciera. Y aunque no me abrazo a mí con alivio, y total alegría por lo que sea que habían conseguido, verla de esa manera me lleno el corazón de más ilusiones de las que ya tenia.
Y antes de irme, le hice prometer que nos volveríamos a ver, porque le informe que ya no iba a viajar. No cuando mi Flor había aceptado tenerme otra vez en su vida. Y haría todo lo posible por no dejar pasar esta nueva oportunidad que me ofrecía el destino.
Todavía había algo entre nosotros, aunque ella no lo quiera admitir. No podía ser el único de los dos que se sentía desfallecer ante un simple roce. Y si me equivoco, vale la pena averiguarlo. Florencia Flores lo vale todo.
_________________________
El capitulo más largo que escribí en toda la historia de mi no vampiro. No quiero aburrirlos con mis notas, solo disfrútenlo, los quiero un montón, muchas gracias por estar todavía ahí, esperando capitulo, son unos lectores grandiosos, todos.
Me tarde porque se jodió mi computadora, pero al fin pude terminar el capitulo escribiendo poco a poco. Voy a seguir con este ritmo lamentablemente, ya que todavía no me entregan el nuevo monitor. Les pido unas sinceras disculpas por esto, tratare de no tardarme tanto.
:(
Si ven errores, por fa, me los marcan, igual estaré revisando mañana a ver si encuentro alguno :(
¿Tienen alguna teoría de como va a terminar el libro? Como algunos ya saben, el final y el epilogo ya están escritos, pero quiero saber si se imaginan algún posible final para esta historia, no me dejen en flop, amo leer sus comentarios.
Recuerden que hay grupo de Whatsapp, me encanta hablar con ustedes, incluso de los gustos en común que tenemos con respecto a libros, estaré encantada de que más personas se unan.
Los amoooo, muchoooo.
(04:19 am)
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