Capitulo 44
"Así que dime, ¿puedes dar la vuelta? Necesito a alguien que me derribe. Pero de cualquier modo, abrázame mientras esperas. Desearía ser lo suficientemente bueno, si solo pudiera despertarte. Mi amor, mi amor, mi amor, mi amor, ¿no te quedarás un rato?"
Canción: Hold me while you wait, by Lewis Capaldi.
¿Cuánto es lo apropiadamente correcto que se debe esperar a una persona antes de sentir paranóia? ¿Diez minutos? ¿Quince? ¿Media hora?
Exactamente pasaron diez minutos que ya pensaba que no iba a aparecer.
Para matar el tiempo, me pedí un café negro, del que no bebí ni un sorbo. El lugar donde decidimos encontrarnos, una cafetería, está casi vacía, pero incluso las pocas personas que había allí se me quedaban mirando con el ceño fruncido. Ya estoy acostumbrado a esto. No podía evitarlo, como tampoco el bostezo que logré tapar con mi mano. Anoche apenas dormí, en mi mente solo estaba ella y todo lo que quería decirle en este encuentro.
— ¿Tan rápido te cansaste de esperarme?
Su voz hace que me levante de inmediato de la silla, logrando que un poco de café se derrame al chocar mi cuerpo con la mesa.
No escuché sus pasos, me distraje un momento, y ella hacia su aparición.
Aún con mis lentes puestos pude notar lo hermosa que está. Con su vestido de un tono claro, no sabía exactamente el color, unas sandalias altas, y un pequeño bolso colgado en su hombro hizo que, aunque corriera el riesgo de lastimar mis ojos, valga la pena quitarme los lentes solo para verla con la nitidez que se merecía.
Y si, la estoy recorriendo con la mirada... sin decir nada, sin responder a su pregunta.
— No, claro que no —solté, observando sus brillosos labios—. Acabo de llegar, en realidad no tardaste tanto.
Me carcomía la consciencia por no poder admirar con mayor claridad el precioso color de sus ojos.
Ella hace un pequeño mohín, frunciendo su boca, pero parece retractarse, manteniendo una expresión neutra en sus facciones.
Florencia arrastra la silla para sentarse, y en el instante en que los dos estamos acomodados en nuestros respectivos asientos, aparece un mozo.
— Buenas tardes, mi nombre es Alberto, ¿qué desea tomar, señorita? —inquiere el muchacho, demasiado amable para mi gusto. Al atenderme, no me había dicho su nombre ni me dio los buenos dias como a ella.
— Un batido de frutilla, con mucho hielo, por favor —respondió Florencia sonriendo, apoyando sus manos en la mesa.
Mis propias manos quedaron tan cerca, que las retiré al instante, completamente nervioso. Ella lo notó, pero nada dijo de esto, ya que volvió a poner su cara seria, hasta daba un poco de miedo.
Y cuando nos quedamos solos, Florencia comenzó a tamborilear con sus dedos sobre la madera, mirándome, tan directa y sin tapujos que no pude evitar tragar saliva de forma sonora, y un tanto dolorosa. Como si un nudo atravesará todo mi esófago.
— ¡Oh, carajos! Nahuel, estas tan nervioso, relájate por el amor de dios —exclamó con sorna— ¿Qué estás tomando? ¿Café? Hace mucho calor para tomar algo tan caliente.
«Caliente, caliente, caliente...»
¿Por qué tenia que usar justo esa palabra?
¿Acaso no se da cuenta lo caliente que suena que ella lo diga? ¿Y el efecto qué causa? ¿Y por qué me estoy volviendo loco con algo tan estúpido como eso?
— No sabia que pedir, en realidad.
Iba a decir algo más, pero aparece el mozo con su pedido, y esperé a que se vaya para comenzar a hablar.
— Y bueno, ya estamos aquí —afirma, luego de tomar un sorbo de su batido—. Soy toda oídos.
Florencia se cruza de brazos, su mirada fija en mi rostro. Si está nerviosa, lo disimula bastante bien. Mucho mejor que yo. Me gustaría ser tan crudo y directo como ella. Pero cuando se trataba de Florencia, soy la persona más blandita del universo.
— Entonces voy a ser franco, y lo primero que quiero decirte es... perdón —ella se remueve en el asiento, pero no hay una pizca de reconocimiento en su expresión—. No debí irme así. Lo siento tanto por como dejé las cosas entre nosotros.
— Stop —espeta Florencia, levantando una mano—. Solo para que quedé claro. El problema no es que te hayas ido. Es lo que paso después de eso.
— ¿Y qué paso? —inquiero confundido ante su pausa.
— Nada. Eso paso —dice, sin titubeos—. ¿Te fuiste? Perfecto. Estoy segura de qué encontraste tu camino, e hiciste tu sueño realidad. Pero cortaste toda comunicación con nosotros. Te importamos tres pepinos, o menos. Eso fue innecesario, y muy egoísta de tu parte.
— ¿Nosotros? ¿A quiénes te refieres?
Florencia por fin transforma su rostro a un gesto de exasperación, y bufa por lo bajo.
— Andres, tonto, ¿quién más? Él era tu amigo. Entiendo si no querías saber nada de mí, por los motivos que sea, Andres era tu mejor amigo, ¿qué explicación tienes para eso?
— Ninguna que deba darte a ti—expusé tajante, y ella se puso de inmediato roja ante mis palabras.
— ¿Disculpa?
— Podes estar muy enojada, pero este encuentro es para hablar de nosotros. ¿El tema de Andres podemos dejarlo afuera?
— Está bien —dice, no muy convencida, completamente enfurruñada por haberla regañado.
— Esta es la pura verdad, y me gustaría que no me interrumpieras, ¿puedes?
Ella solo hace un ademán con su mano para que continúe. Mi café yacía olvidado en la mesa, y por eso opté por hacerlo a un lado, entrelazando mis manos sobre la madera. El sudor que cubría mi frente se debía en parte al calor de la tarde, y también a los nervios de estar frente a Florencia.
— Bien. Estamos de acuerdo en qué fui un idiota por irme, y perder contacto con ustedes... contigo. Y el único motivo relevante que necesitas saber es que estaba tremendamente arrepentido de como me había comportado. No solo eso. Tenia mucho miedo. ¿Y sabes? Las personas que sienten ese temor por convertirse en algo que no son, pueden actuar de manera tonta. A algunos, el miedo los paraliza. A otros, los activa. A mí, me hizo huir.
— Pero...
— Por favor, no —imploré, apenas rozando sus nudillos con mis dedos. Florencia apretó el puño, y cerró su boca, sellando la protesta que estaba por decirme—. Por muchos años me arrepentí de haberme ido. Pero no me sirvió de mucho. Quise contactarte, en varias ocasiones, y nunca pude dar contigo. Matias me dio un numero una vez, pero no eras tú. Y me dije a mí mismo que quizás era lo mejor. Que yo no estuviera en tu vida.
— ¿De dónde mierda sacaste eso? Un error lo puede cometer cualquiera. No es excusa para abandonar todo, para cortar lazos de esa manera tan ruin.
— Mi error para mí fue imperdonable. No quería ser esa persona violenta que no acepta las amistades de la chica... de la chica que le gusta.
Aún con mis lentes puestos pude notar el momento exacto en que sus ojos comenzaron a humedecerse.
— ¿Y entonces qué quieres? ¿Puedes ser más directo y decirme que quieres lograr con este encuentro? —indaga, pronunciando las palabras lentamente.
— Qué me perdones.
— Bien, te perdono. ¿Algo más?
— ¿Por qué? ¿Ya te vas?
— Al punto, Nahuel, no des más vueltas.
— ¿Podemos ser... —desvié la mirada antes de soltar aquella palabra— amigos?
— Eso no me lo esperaba —exclama, soltando una risita nerviosa, su ceño fruncido, levantándose abruptamente del asiento—. Es lo más absurdo que alguien me dijo en mucho tiempo.
— Florencia, espera, no te vayas —exclamé, también poniéndome de pie.
— No podemos ser amigos —suelta de repente, mirando hacia todas partes, pero nunca a mí—. No, no, y carajos, no.
Se va tan rápido, que no me da tiempo de tomarla del brazo y detenerla.
Aún así, esta vez no puedo dejarla ir como todas las veces anteriores. Rápidamente extraigo unos billetes de mi bolsillo, arrojándolos en la mesa, y salgo afuera, siguiéndola.
La veo caminar apresurada hacia una parada de colectivos, y apuró mis pasos para llegar a ella.
No logré alcanzarla, Florencia ya está cruzando la calle, no me queda otra opción que correr antes que cambié el semáforo.
Me detengo a medio metro de ella, y le suplicó entre jadeos que cese de huir. Mi vestuario y el clima no ayudaban con mi falta de cardio.
Flor obedece mi pedido, pero lo único que puedo ver de ella es su espalda.
— Por favor, Florencia, no te vayas —articulé pausadamente.
— ¿Sabes? Estoy con alguien —manifiesta, alzando sus hombros, una vez—. Y estamos super bien, soy muy feliz a su lado, y...
— Pero ¿qué tiene que ver? —inquirí, dando los pasos que faltan para estar más cerca de ella—. No me importa el modo, ni tu estado civil, o lo que hagas. De la manera que me lo permitas, quiero estar a tu lado.
Flor suspira, cabizbaja, pero no me responde. Y recurro quizás a el último método qué podía hacerla hablar.
— Eres la única razón por la que me quedaría más tiempo en el país.
— No pretendas manipularme —suelta con dureza.
— No es esa mi intención, lo juro —expresé súbitamente, y me atreví a colocar mis manos en su hombro.
Ella no hace nada para apartarme, y eso me motiva a girarla para que quedemos cara a cara.
— Necesito pensarlo —espeta, todavía mirando el suelo.
— Y yo necesito que me respondas ahora. No puedo esperar. Es sencillo y simple.
—Eso no es justo, no seas imprudente —asevera, frunciendo el ceño, levantando su preciosa mirada cargada de reproche.
— Y tú, no seas tan precavida —formulé, sonriendo a medias, mis manos aún tocando la piel desnuda de sus hombros— Es fácil, ¿me quieres en tu vida, Florencia?
Ella sostiene mi mirada. Y me mira, y me mira. Y solo asiente con su cabeza, sin pronunciar palabra.
Aunque esperaba que lo dijera en voz alta, la deje estar. Suponiendo que en realidad aceptar lo que le pedía, era algo de lo que aún no está segura. Y en mi fuero interno, sabia que ni yo estoy seguro de nada. Pero sentía un gran, enorme, y poderoso alivio recorrer cada partícula de mi ser. Como si algo que estaba fuera de lugar, encontrara su hueco. Como si lo que estaba perdido, al fin era encontrado.
Florencia retrocedió un paso, logrando que la suelte, a punto de decir algo más. Pero su celular comienza a pitar.
La veo leer el mensaje que acaba de recibir, y sonríe. Es lo que faltaba para derretir por completo mi corazón, independientemente de la persona que la haya hecho sonreír de esa manera.
— Al parecer es hora de dar por terminada está cita —exclama, acercándose lo suficiente y mostrándome la pantalla de su celular.
*Pelo de zanahoria*
"Cartu, te necesitamos en casa, urgente. CÓDIGO ROJO!!!"
— Parece grave —atiné a decir, luego de que ella guardará su celular en la cartera.
— No lo se, el código rojo de Andres es usualmente una exageración de su parte —dice, totalmente segura de sus palabras. Puedo notar su incomodidad al percatarse de nuestra cercanía—. Mmm... entonces, ¿amigos?
Florencia extiende una de sus manos, pero sin meditarlo, ni darle tiempo a rechazarme, tomé su mano, y de un movimiento rápido la rodeé con mis brazos. Su cuerpo totalmente pegado al mio, todavía no reaccionaba, hasta que luego de unos segundos me correspondió lentamente.
Aspiré su aroma todo lo que pude, y la sentí suspirar contra mi pecho.
Y me di cuenta, demasiado pronto, que no iba a ser suficiente. Nunca lo era cuando se trataba de ella. No me quedaría con la única opción de ser amigos. Aún cuando sabia que probablemente no tenia ese tipo de oportunidad con ella.
Pero valía la pena. Lo valía perder todo, solo si era por Florencia.
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Pensé que iba a quedar más largo :(
¡Sorpresa, sorpresita, sorpresota!
¿A qué no esperaban que hoy actualizará, eh?
Yo lo único que espero es que les haya gustado este capitulo 💖🙏☺💖☺🙏
¡Los amo con todo mi ser! 💖💖
Si pueden escuchar la canción de arriba, por fis, esta relinda 💖
✨ Menciones especiales ✨
Y a mi Marluieth bella, hermosa, que después de publicar esto, voy corriendo a leer la actualización del reloj 💖☺🙏
Hoy solo quiero preguntar:
*¿Con quién se identifican al leer mi libro?
Les dejo este edit que hice recién. El titulo del capitulo materializado jeje
(00:30 am)
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