Capitulo 4
Apenas cierro la puerta, me siento abrumada por su presencia. Hace bastante tiempo que no tenia compañía, que de repente no se qué debe proceder.
¿Qué se hace en estas situaciones? ¿Lo invito a que tome asiento?
No, pues ya esta allí, sentado en el sofá en el que aveces duermo cuando la pereza no me permite llegar a mi habitación. Nahuel se ha colocado los lentes, entonces caigo en la cuenta que la luz de la sala es demasiado luminosa para él.
— Emm... esto... ¿Ésta luz te molesta? —inquiero, sin poder evitar retorcer mis manos nerviosamente.
— No es molestia, lastima mis ojos —responde, apoyando su espalda por completo en el respaldar.
— Oh... —suelto, porque no se qué más decir. Es en ese momento que una idea se cruza por mi cabeza.
"Gracias, abuelita, por enseñarme tantas cosas antes de irte."
Recordé que con mi abuela teníamos estas "cubre-lamparas" hechas de papel e hilo que hacíamos juntas para decorar mi habitación. Ella fue mi única compañera en las tardes ociosas que me pasaba encerrada "en mi torre". Y viendo vídeos en linea, logramos que mi habitación tuviera ese tono oscuro que hacia de cine cuando mirábamos películas juntas.
Sin pronunciar palabra, revise el pollo del horno y cuando me asegure que no se estaba quemando, camine con prisas a mi cuarto para buscar aquellos adornos con forma de campana.
Encontré fácilmente el rojizo. Volví a la sala, y allí estaba el, en la misma posición. Estaba sumido en sus propios pensamientos, su frente arrugada por lo que sea que su mente este maquinando. Quizá para el también sea sorpresivo todo esto.
Inmediatamente, me puse manos a la obra. Usando una silla para llegar al foco de luz, comencé a atar la campana de papel, sintiendo la mirada del vampiro en el movimiento de mis manos. Por el rabillo del ojo pude ver que él se incorporaba de su lugar.
— ¿Qué haces? —pregunta, sosteniendo la silla.
— Solo quería que... que te sintieras cómodo como mi invitado —respondo mirándolo directamente.
Cuando termine de colocar el adorno, de un salto torpe, me baje del asiento. Y digo torpe, porque Nahuel se tambaleo ante la brutalidad de mis actos.
— Gracias, no era necesario —informa, ayudándome a devolver la silla a su sitio—. Podías haberme pedido ayuda.
— Yo puedo sola —exclamo rudamente, pero arrepintiéndome en el acto al sonar grosera.
— ¿No estas acostumbrada a tratar con las personas, niña? —pregunta, siguiéndome hacia la cocina.
— Algo así —digo vagamente, sacando el pollo del horno, mientras me dispongo a sazonar la ensalada que ya tenia preparada—. Mi nombre es Florencia —suelto al haberme percatado que él no sabia como me llamo.
— Es un bonito nombre.
—No cuando tu apellido es Flores—pronuncio con sarcasmo, riendo por lo bajo—. Mis padres tienen un maldito sentido del humor.
— ¿Es una broma, verdad?
— Ya quisiera —respondo, mirándolo sobre mi hombro sin dejar de reír. En otras circunstancias esto no me hubiera causado gracia, pero extrañamente me sentía relajada, no como al principio.
— Florencia Flores, un gusto conocerte —dice el vampiro, apoyando una mano en mi hombro.
¡Dios! ¿Este chico se tele-transportaba o qué? Se mueve más rápido que Naruto corriendo. O mi sentido del oído esta fallando.
— El gusto es mio, Nahuel... —alzo mis cejas y dejo la frase inconclusa para que él la completé.
— Acosta —suelta, apoyando su cadera en la encimera cercana a la que estaba trabajando, sus manos escondidas en los bolsillos de su pantalón.
Si tuviera ojo de fotógrafo, es la pose ideal para inmortalizar en una foto. Con esa expresión desenfadada en su rostro, y esos ojos rojos inusuales.
— Nahuel Acosta, ¿Eh? Y yo que pensé que dirías un apellido más antiguo, como Salvatore, o algo así —no pude evitar reír de lo que dije, y al parecer a él también le causo gracia, porque una sonrisa encantadora aflora en sus labios.
—Ya me parecía raro que no soltaras teorías vampirescas. Creí que te estaba perdiendo —exclama con dramatismo fingido, apoyando una mano en su pecho.
Ambos reímos.
Entonces caigo en la cuenta de que estos momentos de interacción con otras personas es lo que estaba evitando. Momentos donde puedo sonreír, hacer bromas, confiar. Momentos cálidos que con el tiempo se oscurecen. Momentos que serán olvidados cuando las personas decidan que ya no quieren que formes parte de su vida. Momentos agrios donde extrañas estos instantes que te permitiste ser ingenua.
Algo cambio en mi rostro, porque inmediatamente la expresión de Nahuel se torna seria.
Evito su mirada prestando atención a la comida que ya estaba lista para ser servida.
— ¿Hay algo que no te guste? —pregunto, señalando las fuentes.
El chico vampiro se tarda en darme una respuesta, pero no quiero mirarlo, no quiero saber cual es la expresión de su rostro. No quiero enterarme si puede leer mis pensamientos. Si pudo darse cuenta de todo lo que guardo dentro.
— Me gusta todo —escucho que dice, mientras se aleja mirando alrededor como si lo viera todo por primera vez—. Tu departamento es más grande que el mio.
— Es por la falta de muebles —digo, acomodando la fuente de pollo en la pequeña mesa de la cocina.
— Creo que tengo menos muebles que tú, y éste espacio me sigue pareciendo enorme a comparación —acota, acomodando su larguirucho cuerpo en la diminuta silla de madera.
Aunque inmediatamente se levanta ayudándome a poner los cubiertos, revisando cada cajón como si estuviera en su casa. Ésto no me molesta. Pero me molesta que no me moleste.
¿Existirá alguien que me entienda?
Cuando todo estuvo listo, nos sentamos finalmente uno enfrente del otro. Después de probar los primeros bocados, cerciorandome que todo estaba tan exquisito como quería, decido aclarar algunas dudas que carcomen mi cerebro.
— Entonces, si tienes albinismo, ¿puedes ver bien? Por lo que leí...
— Mi visión no esta afectada, pero si, soy sensible a los rayos solares, mi piel también. Se irrita cuando esta expuesta al sol —responde después de ingerir con notorio placer el pollo.
— ¿Estás seguro que no eres un vam...?
— Ya, no vuelvas a decirlo —me interrumpe, riendo otra vez.
— Hace mucho no comía comida casera —vuelve a hablar, limpiando la comisura de sus labios con una servilleta de papel.
— ¿Está buena? —pregunté, aunque sé la respuesta. No es por vanagloriarme, pero los únicos halagos que recibía eran de mis profesores, y mucho antes de mi abuela. Me incomodo necesitar que alguien aprobara algo que había hecho.
— Deliciosa.
No puedo evitar sonrojarme ante su pequeña gran palabra. Su reacción ante mi cara roja es colocar los cubiertos al lado del plato y mirarme fijamente con seriedad.
— Oye, no te pongas tímida conmigo —su pedido logra que los latidos alborotados de mi corazón cesen. Ahora estoy frunciendo el ceño, claramente confundida.
— ¿Seguro qué me estas pidiendo eso?
— ¿Por qué no? No quiero que te sientas incomoda conmigo. Eres la única en la escuela, ademas del director, que me ha visto sin los lentes, y no ha huido en el intento.
— Uf, ¿por qué haría eso? Tus ojos son fascinantes —respondo de inmediato sin ruborizarme esta vez—. Ok, sin timidez, entonces.
— Genial.
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Es mas corto de lo que esperaba, pero no desesperen, ya estoy escribiendo el siguiente.
¿Qué opinan del muchacho? ¿Es un vampiro o no?
¿Cómo les cae hasta ahora la protagonista?
Dedicado este capitulo a SaydaR gracias infinitas por el apoyo y cada comentario.
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