Capitulo 26
"Que injusta es nuestra suerte. Encontramos algo real que esta fuera de nuestro alcance." -Not about angels by Birdy.
Detrás de una sonrisa se esconden mundos imperfectos. Una mirada arrogante, un comentario despectivo, incluso un coqueteo descarado oculta un sufrimiento interior.
Estábamos sentados en una banca de aquella plaza donde solía pasar mi tiempo antes de ir a la cafetería. Dos o tres niños eran los valientes que se divertían en los juegos a pesar del frío.
Durante cuarenta minutos, lo escuche. Su terrible secreto. No para mi, aunque para él sí lo era. Su familia era de clase alta, y tenían un concepto bastante claro de lo que querían para sus hijos. Que triunfen, que sean exitosos, que Leonel sea el mejor jugador de fútbol. Hasta le habían puesto a su grandullón hijo el nombre del mejor jugador de la selección Argentina. Esperaban solo excelencia de ellos. Y su recompensa, darles lo que pidieran. Si querían un culo de oro, ellos se los regalaban, porque la familia Vargas se lo podía permitir.
Y después de escuchar cada excusa que soltó de porqué no quería que su familia se enterara de su orientación sexual, sin rodeos, le hice una pregunta.
— ¿Acaso tu familia es homofobica?
— No, no. Bueno, mi tío es homosexual, no lo tratan diferente, pero... —él continua con su mirada perdida, sin observar nada en particular— mis padres a veces mencionan la decepción que sintieron cuando se enteraron, por todas las oportunidades que él perdería.
Entonces Leonel suelta una carcajada vacía, carente de gracia, y deje que continué hablando.
— No pienso que mi tío sea menos hombre, pero ellos lo dejan ver así. Como que no podrá formar una familia, no una normal, y muchas pavadas como esa.
— Exacto. Son unas pavadas. Toda persona merece ser feliz y aceptado, sin depender del genero que sea, o su preferencia sexual. Hoy en día, ya no hay tanta intolerancia con respecto a esto. Hasta te puedes casar, adoptar, pero eso es algo de lo que todavía no te tienes que preocupar.
Leonel poso su mirada en mi, pero la aparto de inmediato. Su expresión de tristeza aun permanecía en su rostro. Y como parecía que ya no iba a decir más nada, proseguí con mis preguntas.
— ¿Cuándo supiste que tú...?
— Fue a los doce. En mi barrio tengo un grupo de amigos que nos conocemos desde que tengo memoria. Pero de repente me empece a sentir diferente con uno de ellos. Fue algo así como una atracción inexplicable. Yo no soy una persona tímida, pero con él lo era. Me gustaba tenerlo cerca, pero al mismo tiempo quería odiarlo por esos sentimientos que no debía tener hacia él. —instintivamente, lo tome de su mano, ya que no encontraba las palabras adecuadas para reconfortarlo— El periodo de primaria terminaba ese año y le suplique a mis padres que buscaran otra secundaria en el centro de la capital, argumentando el nivel de estudio de ésta. Fui un cobarde, pero era mi manera de alejarme de ellos... de él.
"Ya casi no los veo con tanta frecuencia, coincidimos en alguna fiesta, y cada vez que me invitan a juntarme con ellos tengo la excusa perfecta de mi rol de capitán en el equipo de fútbol. Algunas veces discutí con ellos, y me odio a mi mismo por estropear nuestra amistad de esa manera."
Leonel aprieta mi mano, mientras que con la otra se limpia una solitaria lagrima que recorría por su mejilla.
— ¿Cómo se llama? ¿Cómo es él?
— Alexis —responde, y luego suelta mi mano, buscando su celular.
La foto que me muestra es de un chico sonriente, de cabello castaño. No logro percibir de qué color son sus ojos, ya que su amplia sonrisa los esconde notablemente. Era lindo, no lo iba a negar. Aunque Leonel era más atractivo. Entonces me sentí mal por compararlos, pero el chico sentado a mi lado tenia unos rasgos casi perfectos, unos ojos impresionantes y una musculatura envidiable. Luego me enseño otra fotografía donde Leonel estaba rodeado de tres muchachos y una chica posaba acuclillada en el centro. El tal Alexis estaba a su lado y se notaba la considerable diferencia de altura. Los otros dos hacían muecas graciosas, y tenían casi la misma complexión que Leonel. Dos rubios que se parecían bastante entre sí, podría jurar que eran hermanos.
— Alexis es... es demasiado bueno para ser real. —Leonel guarda su celular, y vuelve a tomar mi mano.— Es el más honesto del grupo. Siempre tan centrado a pesar de ser un adolescente como nosotros. Tiene alma de ancianito, era lo que le decíamos. Le gusta reparar cosas, es un genio en computación y un loco del anime. Cuando no esta sonriendo por nada en particular, tiene un semblante sereno en el rostro, como si nada le importara, pero es su manera clara de decirnos que esta pensando en todo. Alexis es... pacifico.
— ¿Nunca intentaste contarle? Quizá no decirle específicamente lo que sientes, pero al menos que él lo sepa, porque es tu mejor amigo.
— No. No podría. A ninguno de ellos.
— ¿Acaso ellos odian a los homosexuales?
— No, no es eso. No quiero que me traten diferente. Siento que si lo saben, las cosas cambiaran entre nosotros.
Lo pienso, y lo pienso, hasta que me animo a hacerle otra pregunta.
— ¿Tú piensas que él podría rechazarte? Imagina que en realidad él no es lo que parece, exactamente como te esta pasando a ti, que te escondes detrás de una mascara.
Otra vez, él suelta una risa cínica.
— Es mi mejor amigo, y un libro abierto. Es heterosexual y tiene novia. Y yo se la presente.
— ¿Cómo sucedió eso? —pregunto con asombro.
— Bueno, eso es fácil. Siempre estoy rodeado de chicas y solo por aparentar estuve con algunas, pero sentía un vacío agobiante cuando terminaba con ellas. No era completamente satisfactorio, no para mi. Pero ellas quedaban embelesadas, así que no lo hacia tan mal...
— Espera —solté, alzando la mano que tenia guardada en el bolsillo de mi campera— cuando dices que estuviste con ellas, ¿te refieres a... eso?
Entonces Leonel me mira confundido, hasta que parece entender mi pregunta. Y sonríe con descaro, como si se estuviera burlando de mi.
— ¿Al sexo? Si —dice sin más, y no puedo evitar sonrojarme ya que ni siquiera mi primo es tan desfachatado conmigo— ¿No me digas que tú...?
— ¿Qué?
—¿Eres virgen? —pregunta, sin borrar su expresión burlona.
— ¿Y eso es un crimen? —espeto, soltando su mano y cruzándome de brazos.
Él nota mi enfado, y cambia su expresión a una más seria.
— Claro que no, Florcita, pero debes ser la única virgen de nuestra clase.
— No me digas Florcita, y no hay manera de que sepas eso. ¿Acaso te acostaste con todas las de nuestro curso? —exclamo, y me pongo de pie, porque no me gustaba su manera de hablarme, así me haya contado de sus conflictos.
— Por supuesto que no —suelta, también incorporándose— perdón, no quería enojarte. Solo me sorprendiste. En clase se hablan de estas cosas y nuestras compañeras son muy diferentes a ti. Ellas confesaron lo que acabo de contarte.
Lo miro, y dejo que mi enojo se enfríe.
— Esta bien. Pero si quieres ser mi amigo, te sugiero que no andes hablando de esas cosas conmigo, y no me llames Florcita, con que me digas Flor esta bien para mi.
Leonel sonríe, esta vez su rostro apacible.
— No me había equivocado contigo.
— ¿A qué te refieres?
— Que eres una buena persona.
Entonces también sonrío.
— No pensaras lo mismo cuando pases más tiempo conmigo, suelo ser desesperante según mi primo.
Nos sentamos nuevamente, y él comienza a relatar como es que termino presentándole esa chica a su crush-amigo. «Qué creativa, Florencia.»
...
— Estoy peleado con mi hermana —dice, mientras caminamos hacia la parada de colectivos—. Le informe que ya no iba a seguir con su estúpido plan, y no me habla hace varios días.
Eso no me sorprendía. Malena es una chica bastante predecible. Y no me llevo mucho tiempo descifrarla. Si no consigue lo que quiere, te desecha como un objeto inservible.
— ¿Y tú cómo te imaginas que reaccionara ella si se entera de tu secreto? —le pregunte, y nos detenemos donde las personas esperan por el transporte publico.
— No tengo idea. Nunca la escuche decir nada malo respecto a nuestro tío. Pero como su hermano... no se. Igual no estoy listo para contárselo a nadie más.
Observe la determinación en sus facciones y no tuve ninguna duda de sus palabras.
Y, nuevamente, no supe qué decir. En ocasiones, tanta verbosidad sobra.
— Ven aquí, grandulón —extendí mis brazos, una clara invitación. Él lo pensó durante unos segundos, hasta que se acerco lentamente, aun dudando de mi ¿amabilidad?
Tuvo que encorvarse para permitirme rodear su cuello. Leonel descanso su frente en mi hombro, mientras yo luchaba por no tropezar con mis pies en punta.
— ¿Te daban mucho Danonino cuando eras niño?
Él lanzo una carcajada por lo bajo, agachándose dos centímetros más para que pudiera apoyarme bien en el suelo.
— Cuando te sientas listo de... no se... gritarlo al mundo, estaré a tu lado, apoyándote, aventando confites a tu cara —exclame, soportando el nudo de mi garganta que pronosticaba un inminente llanto—. Ahora me tienes a mi, no estas sólo.
Leonel me estrecha tan fuerte, que siento que el aire de mis pulmones me abandona por unos segundos.
— No puedo creer que estamos abrazados —espeta riendo, y puedo detectar emoción en su voz—. Si me decían hace tres meses que terminaría confesandole mi secreto a la niña amargada del salón, los habría tratado de locos desquiciados.
— ¿Con qué amargada, eh? —intente deshacer el abrazo, pero él no lo permitió.
— Era broma, era broma... no te enojes, pero ahora que somos amigos puedes confiarme el motivo de porqué eras tan esquiva al principio.
— Eso es una larga historia, y ya estoy llegando tarde al trabajo, otro día sera, Leon.
Leonel se aleja de mi, y me observa detenidamente.
— ¿Sabes? A veces sólo se necesita una persona que te acepte para sentirse bien, entero, completo. Entender, de una vez por todas, que ésto no es nacer mal o enfermo. Me siento... normal.
— Lo eras y lo eres. Nada cambio. Somos todos normales. A menos que tengas algún poder y seas mutante. O tus ojos cambien de color, y el sol queme tu piel y seas un vampiro. O que en luna llena, empieces a notar el cambio...
Entonces Leonel comenzó a reír tan fuerte, que las personas alrededor nos miraron raro, porque me uní a él. Su carcajada era tan cómica. Y los dos juntos, seguro hacíamos un coro horripilante que asustaría a cualquiera. Él parecía estar hipando, y yo ya estaba lanzando mis ronquiditos de chancho.
...
Apenas puse un pie en mi departamento, me arrastre hacia mi sillón, y me tire en el, ganando que mi cabeza chocara sin piedad contra el duro respaldar. Pero no me importo. Después de aquella emotiva conversación (donde finalmente decidí que mi regla numero uno seria borrada por fuerza mayor: nada de relaciones, nada de amigos, aja), había llegado tarde al trabajo, y como sanción tuve que trapear los pisos, los baños y lavar la mezcladora gigante donde Maria preparaba sus masas.
Estaba exhausta. Cerre mis ojos, ignorando el hecho de que no había cenado y me deje llevar al mundo de los sueños.
Pero mi día no terminaba ahí. Definitivamente no. Alguien estaba haciendo un tremendo quilombo del otro lado de mi puerta. Intente cerrar mis ojos una vez más, pero un golpe seco me hizo saltar fuera del sillón.
Mientras me acercaba, pude escuchar una discusión, y me paralice al reconocer su voz.
Ese era Nahuel.
Y Andres.
— ¡Qué te quedes quieto, tarado! Flor debe estar durmiendo a esta ahora —la inconfundible voz del pelirrojo se oía exasperada.
— Sólo... quiero... verrrrla... —dijo mi vampiro, arrastrando las palabras. Entonces descifre lo que estaba pasando en el pasillo— ¿Por qué no me dejas verrrla?
Suspire profundo, y abrí mi puerta, encontrando a Vampi-Nahuel siendo sostenido por su amigo, sus manos colgando inertes a sus costados, pero una sola mirada a mi rostro, y ya estaba queriendo deshacerse de Andres sin mucho éxito.
No tenia sus gafas especiales puestas, pero trate de no alterarme por esto, suponiendo que Andres se acababa de enterar de la verdad detrás de los lentes.
— Florrrr... Florrrencia —canturrea, pronunciando intensamente las consonantes—. Te estaba buscando.
Andres gira su cuerpo para poder tenerme en la mira, y su rostro decía a las claras lo que tuvo que soportar con un Nahuel completamente borracho.
— Ayúdame, por fa —suplica.
Sin esperar indicaciones, me acerco a ellos, y empiezo a buscar las llaves del departamento de Nahuel en los bolsillos de su campera.
— ¡Florencia! ¿QUÉ HACES? —de repente levanta su voz, y eleva sus manos también.— ¿ACASO QUIERES ROBARME?
Andres niega con la cabeza, y yo prosigo con mi cateo haciendo caso omiso a sus desvaríos de borracho.
— Cálmate, Nahuel, estoy buscando tus llaves.
— Pero si tú las tienes.
Andres me observa con el ceño fruncido. Alzo mis hombros en respuesta, dejando ver que también estaba confundida.
— ¿Cómo que ella las tiene? —le pregunta Andres.
— No las tengo, deben estar en su mochila.
— Si, mi dulce Florcita —exclama, y logra zafar su mano para rozar suavemente mi mejilla con sus dedos.— Tienes las llaves de mi corazón.
El pelirrojo suspira, y pone sus ojos en blanco. Mis cachetes se calientan, pero sonrío ante sus palabras, patéticamente cursis.
— No te burrrles de mi, malvada Florrrcita —continua con su discurso de ebrio. Esta vez logra liberarse de Andres, aprovechando la distracción de éste al empezar a buscar las benditas llaves en la mochila de Nahuel—. Te lo daré.
Intento estabilizarlo, empujando su torso hacia la pared.
— ¿Qué me darás, vecino? —pregunto, siguiéndole el juego, para que ya se quede quieto. Me ponía nerviosa el constante movimiento de su cuerpo meciéndose de un lado a otro.
— Todos mis besos, todos... son tuyos... para siempre.
«Qué ridículo», pensé. Pero mis rodillas sintieron el efecto de sus palabras. Y mi corazón acelero su frecuencia cardíaca.
Y Nahuel acaba de arruinar mis hermosas y calentitas pantuflas favoritas de peluche.
¡Puaj!
------------
¡Lo logre! Ufff... por fin... dentro de unos minutos sale el otro... esperenlo.
Les dejo este pequeño glosario, por si hay algunas palabras típicas de mi país que por ahí no entienden.
Pavadas: tonterías.
Quilombo: Situación en la que predomina el desorden y el ruido.
Creo que son las únicas que, a mi parecer, son muy de acá, pero si no entienden alguna, no duden en preguntarme.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro