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Capitulo 25

Uno.

Dos.

Tres segundos es todo lo que duro "el beso". No tuve tiempo ni de abrazarlo o cerrar mis ojos. Pero, ¡Mierda! fueron suficientes para sentir ¿las mariposas? Creo que esos bichitos acaban de vomitar en mi estomago. Porque se siente así. Un dolor insoportable en mi interior.

Yo quería más. Pero él se fue, alegando otra vez esa tontería de los "momentos indicados". Y dejándome absurdamente inquieta por ese pequeño beso fugaz.

Al leer sobre tantas escenas de ese acontecimiento que marca un antes y después en las historias de los protagonistas, me supo a poco. Quería el beso completo, rayos, ¿era tanto pedir? Y lo quería con él.

Me sentía tan frustrada que cuando mi primo me envió un mensaje avisando que estaba por salir para mi casa, le dije que no estaba de humor, que no era el momento indicado. Me reí internamente por esas dos palabras que odiare por siempre.

Bruno, que me conoce, propuso que lo dejáramos para otra ocasión muy sabiamente. Entonces comenzó mi liberación. Algo que aprendí de mi misma en estos escasos meses de vivir sola. Cada vez que necesitaba relajarme, "ordenaba" mi hogar. Mi departamento estaba tan limpio que otro ataque de frustración me embargo. Empece por mi habitación, dejando tantas cosas tiradas que casi no podía caminar en ella. Y después, la sala. Moví los muebles, reorganizandolos, cuando así como estaban no podían caber mejor. Media hora después me percate de esto, y devolví todo a su lugar.

Mi humor no mejoraba. Hoy no era día laboral para mi, aun así busque mi campera más abrigada, un gorro, una bufanda, y salí al frío otoñal con dirección a mi trabajo.

Cuando llegue a la cafetería, mis jefes se sorprendieron de verme, apenas los salude, y me dedique a limpiar las mesas sin hablar con nadie. Hasta me atreví de atender a algunos clientes, y las miradas desaprobatorias de Carlos no faltaron. El tiempo paso rápido, y al fin encontré la calma que necesitaba. Deje de pensar en él, ocupe mi mente en la labor y regrese a mi hogar de mejor humor. Pero todo se vino abajo cuando al llegar a la puerta de mi departamento, Nahuel estaba en medio del pasillo, mirándome con el ceño fruncido.

Resople sonoramente y camine hasta él.

— ¿Trabajaste hoy? —me pregunta, cruzándose de brazos.

— Si —respondo con los ánimos por el suelo.

— ¿Todo bien?

— Puf, todo requete bien, ¿y tú? —digo, sonriendo desganada. Sentía que mi "terapia" fue en vano.

— No se, me siento extraño. Y tú no ayudas —exclama, desviando su vista al suelo.

— ¿Que yo no te ayudo? ¿Y en qué se supone debo ayudarte? —escupo, demasiado cansada de todo, porque la verdad no entendía a qué se refería.

— Siento que lo que paso hace unas horas atrás fue muy... precipitado, ¿no crees? —argumenta, posando sus ojos en los míos— Siento que te debo una disculpa.

— Entonces, ¿te arrepientes? —suelto, mordiendo mi labio, pues sus palabras me hacían sentir descompuesta.

— No, no es eso. No me arrepiento.

— Yo sí. —espeto, y él parece ponerse alerta, enderezando su espalda.— Fue un primer beso olvidable.

Nahuel se queda sin palabras, sin expresión en su rostro. Y como no tiene nada que acotar, introduzco las llaves en la puerta e ingreso a mi departamento lo más rápido que mis manos temblorosas me permiten.

Bien, se lo dije. Y ahora debería sentirme aliviada. Le expuse mi molestia. Lo que haría a continuación con esa información era su asunto.

Fui directo a la cama, pero el techo de mi habitación atrajo mi atención, por tanto tiempo, donde mis pensamientos no iban a ninguna parte. Y el sueño no me atrapo hasta que deje de pensar en nada.

......

Con Vampi-Nahuel habíamos regresado al principio, como dos desconocidos que solamente se saludaban. Si mis palabras le afectaron, él no lo dijo. No me hablo en absoluto. Y el silencio también es una respuesta con diversas interpretaciones. Pero ninguna que quisiera ahondar.

Esta semana estaba repleta de tareas escolares, y decidí enfocarme en ellas y darle espacio. Ambos necesitábamos la distancia, porque yo estaba confundida. De repente ya no me sentía segura de no verlo como un amigo, aunque mis sentimientos estaban claros. Pero él... yo no sabia que pensar de sus palabras. Y era mejor dejarlo así.

Quien no lo iba a dejar pasar era Andres. Tan insistente como siempre, preguntándome que había pasado entre nosotros, porqué actuábamos así. Pero no tenia una respuesta para darle. Pues yo misma no estaba segura que demonios pasaba por la cabeza de Nahuel.

Es viernes, y una vez más, como todos los días, daba vueltas en el patio para asegurarme de no encontrarlo a la salida del colegio. Esto de evitarlo para no hacer incomoda toda la situación me tenia nerviosa. Al punto que estuve a punto de chocar con un estudiante, si esa persona no hubiera puesto una mano en mi hombro.

— Perdón... yo... —pero al ver de quien se trataba, fruncí el ceño y me cruce de brazos, esperando a que hablara.

Ya casi no quedaba nadie en la escuela, y encontrarme de frente con él no era casualidad.

— ¿Qué onda, Florcita? ¿Despistada como siempre? —dice, sonriendo.

— Y a ti que te importa.

— ¿Por qué la agresividad? —pregunta, enarcando una ceja. Luego mira alrededor, para posar otra vez sus ojos en mi— ¿Qué haces todavía aquí?

— Vuelvo a repetir, porque quizá no entendiste. Que te importa.

Leonel me observa detenidamente, enseriando su expresión.

— En realidad, te estaba buscando.

— ¿Y ahora qué quieres? Si me vienes con ese numerito de donjuán, ya te dije que no me lo creo, así que no pierdas tu tiempo. —Exclame, y para dar énfasis a mis palabras, acomode las correas de mi mochila y empece a caminar hacia la salida. Pero hoy parece ser uno de esos días en que la suerte no me acompaña. Escucho sus pasos, y veo por el rabillo del ojo que camina a mi lado.

— Quiero decirte algo sobre eso. ¿Podemos hablar en otro lugar?

Entonces me detengo y él hace lo mismo. Lo miro, y me parece ver otra versión de Leonel. No tiene su típico gesto burlista. Su expresión me dice que parece importante lo que quiere hablarme, pero todavía no me fío de él.

— Lo que tengas que decir, suéltalo ahora. Y rápido. Porque estoy apurada.

— No lo parecías cuando estabas dando vueltas en el patio —se jacta.

— No me interesa lo que yo te parecía. Suelta la sopa, Leon, que mi tiempo es oro.

Él no parece contento. Es más, se rasca la nuca, mirando alrededor, mostrando reticencia a lo que sea que quiere decirme.

— Es algo personal. —dice, ahora con la vista en el suelo. Se muerde el labio, y luego dirige su mirada celeste en mi cara— por favor.

Las personas tienden a enmascarar tan bien sus reacciones que no me termino de tragar todo su numerito convaleciente. Aun sigo mirándolo con sospecha.

— ¿Y por qué me dirías algo personal a mi? Justamente a mi, que me has declarado tu nemesis desde el minuto uno en que ingrese a esta escuela.

Él parece dudar. Despeina su perfecto peinado, y observa por unos segundos el techo del establecimiento, murmurando algo que no logro escuchar.

— Porque quiero ser sincero con alguien por una vez en mi vida... y tú... —Leonel da dos pasos, acercándose demasiado a mi presencia, pero su actitud pesarosa no me hace retroceder— lo siento, de verdad, por lo idiota que fui. Pero tienes que hacer memoria. El primer día que llegaste a la escuela, yo no te moleste. No fui yo. Aunque después lo hice, me arrepiento de esto. Tengo mis razones, y quiero explicarte... No, no solo eso... Necesito confesarte algo.

Desvío la vista, intentando recordar, pero mi mente esta en blanco. Estoy por responder, y él me interrumpe sosteniendo mi mano.

— Estos días en que me comporte como un patán, fue a pedido de mi hermana, eso te lo puedo decir ahora. Ella, como te habrás dado cuenta, esta loca por ese chico extraño de lentes. Y te cree una amenaza, entonces me pidió que finga estar interesado en ti. Pero lo otro que quiero decirte es más... personal.

— ¿Estabas fingiendo? —pregunto, soltándome de su agarre, completamente indignada por las artimañas de la víbora de Malena. Ya sabia que se traían algo entre manos.

— De verdad, lo lamento —de repente sonríe— al parecer lo estaba haciendo bien si te la creíste.

— Muy alejado de eso, amiguito, no me creí nada todo tu teatro. No entiendo que quieres conmigo, porque esto que me acabas de decir te deja en un pésimo concepto.

Dos estudiantes pasan por nuestro lado, y él se aleja. Pero vuelve a acercarse cuando no hay moros en la costa.

— Solo necesito que me escuches. Que alguien lo sepa. —dice misteriosamente.

— ¿Por qué yo?

— Porque pude percatarme de que no eres lo que pensaba. Cuando apenas llegaste, alejaste a todo el que se te acercaba. Me robaste el primer puesto de mejor promedio, y quise odiarte —ambos sonreímos, porque es verdad.— Parecías una chica amargada y malhumorada, pero todo cambio hace unos días cuando estábamos en la cafetería. En ese momento, sin que te lo propusieras, me mostraste un poquito de quien en verdad eres... y yo... por favor, ¿podemos hablar en otro lado?

Sus ojos implorantes aun no hacían mella en mi. Porque no me estaba diciendo nada que no supiera, y no entendía que rayos quería conmigo.

— No es posible, Leonel, no somos amigos. No me parece correcto...

Entonces él me agarra los hombros y se inclina para mirarme fijamente. Y es dolor. Un dolor y confusión profundo lo que transmite.

— Soy gay —susurra, y me quedo ojiplatica.

De todas las confesiones posibles, esta era inesperada. Leonel era de esos chicos que veías rodeados de niñas, jactándose de sus conquistas a viva voz, como si fueran premios. Lo escuche varias veces, y era por eso que me sorprendía lo que estaba diciendo.

— Y no lo sabe nadie, ninguna persona, ningún familiar... y esto es... desesperante —añade, con un deje de temblor en su voz. —Por favor, por favor, hablemos en otro lado —suplica.

Y esas palabras cambiaron todo el panorama. Lo abrace por instinto, intentando calmar su angustia. Él suspiraba sonoramente, unos segundos después su respiración se normalizo lo suficiente para despegarlo de mi cuerpo.

— Esta bien, sé adonde podemos ir —le digo, sonriendo, acariciando su mejilla, tal como hacia mi abuela cuando no podía dormir y me despertaba llorando.

— Gracias —dice, suspirando de alivio.

Cuando ambos nos damos la vuelta para salir del establecimiento, tres personas están paradas justo en la puerta. Andres me observa tras sus anteojos con cara de incredulidad. Malena tiene una expresión autocomplaciente en su perfecto rostro. Y Nahuel... solo se retira, sin decir o hacer nada.

Y a mi no podría importarme menos lo que sea que él haya interpretado. Él decidió dar por olvidado mi fugaz primer beso, yo no iba a correr atrás suyo para explicar algo que no necesita explicación.

— Uh, no quería traerte problemas —espeta Leonel, todavía mirando hacia su hermana, con cara de asesino en serie.

— Créeme cuando te digo que no es así. Él y yo... bueno... supongo que no hay algo como eso entre nosotros. —digo, restandole importancia.

Leonel rodea mi codo con su brazo, y al fin nos dirigimos hacia la salida.

— Entonces estas más ciega de lo que pensé. —exclama, soltando una carcajada.

Las personas somos un mar infinito de posibilidades, carácter y secretos. Y en esta ocasión, aunque todavía no me creía lo que estaba pasando, me sentía cómoda al lado del Leon que solía burlarse de mi absurdo nombre.

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Holis, me quedo un poco cortina, pero ya quería publicar el capitulo, para seguir con lo que sigue. Jeje... 

¿Qué opinan de LA CONFESIÓN?

HACEEE TANTO FRIÓ, QUE YA NO PUEDO DESVELARME, AMO EL FRIÓ, PERO AMO TAMBIÉN ESTAR EN CAMA CUANDO HACE FRIÓ... Hoy no estoy muy creativa con la nota final, asi que ya las dejo, tengo entumecido los dediños...

Ahhh, pero antes, quiero hacer una mención especial.

Le dedico este capitulo a Experimental_ un escritor que ha comenzado hace poco en wattpad, y si quieren leer un libro de fantasía épica, escrito pulcramente, redacción hasta podría decirse poética, hermosa, y una trama atrapante, les recomiendo EL DESPERTAR DE APOCALIPTO, no se arrepentirán.

Ya ahora si, me fui.

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