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Capitulo 23

"Desde que me dijiste lo que sientes no puedo pensar en nadie más... Sangra conmigo esta vez... Hasta que nos desangremos." Bleed out by Isak Danielson.





La respiración entrecortada de Nahuel me estaba matando lentamente. Sus brazos me sostenían fuerte, aferrándose a mi cuerpo de manera que casi no podía respirar.

— No quería que escucharas eso. No tenias que estar presente cuando ellos... ellos... me llamaran de ese modo.

Su voz salio ahogada porque tenia enterrado su rostro en mi hombro. A pesar de que mis emociones querían sobresalir, las empuje a un lado. Nahuel no necesitaba que me comportara como una tonta adolescente en estos momentos.

— Ahora me siento mal por todas las veces que te dije vampiro. —Dije, mis palabras levemente sofocadas por estar aprisionada contra su pecho.

— No. No lo hagas. Me gusta, me hace sentir especial que me lo digas tú. Un vampiro puede ser el personaje principal de una trágica historia de romance. Se queda con la chica, tiene poderes, es apuesto. En cambio un diablo, siempre es el malo.

Quise alejarme para reprender lo que había dicho, pero él me sostuvo con más firmeza, interceptando el movimiento.

— No lo eres, lo sabes, ¿verdad? —espete, sintiendo furia, recordando las palabras de ese ángel diabólico.

Nahuel inhalo profundamente, pero no me respondió.

Cuando esta vez aparte mi cabeza, él no se opuso. En cambio acerco su frente a la mia, sus ojos cerrados.

— No lo eres —volví a decir.— Mírame, por favor.

Mi vecino abrió sus parpados, y el dolor que reflejaba su mirada fue como un puñetazo a mi corazón.

Entonces, levante mis manos, ahuecando sus mejillas. Mis pulgares limpiando el rastro de lagrimas.

— No eres eso, Nahuel. Eres... —de repente, un nudo se formo en mi garganta. Sabia que no tardaría mucho en derramar las lagrimas de frustración que estaba reteniendo.— Eres la persona más interesante, inteligente y asombrosa que haya conocido en mi vida.

Estábamos tan, tan cerca, que mi respiración se torno irregular. Si él se dio cuenta, no tenia idea.

Sus manos abandonaron mi espalda, y ahora me imitaba. Sentir el tacto de sus palmas y como alejaba unos centímetros su rostro del mio, fue otro disparo a mi escaso autocontrol. Sus ojos me contemplaban como nadie lo había hecho nunca.

— Tus pecas. —exclama de repente.

— ¿Qué pasa con mis pecas? —le pregunte frunciendo el ceño. Asombrada que las nombrara después de aquello que le dije.

— Me gustan. —dice, sonriendo de lado. Sí, me encantaba verlo sonreír, pero me confundía que lo hiciera a costa de mis pecas.

— Bien —pronuncie, alargando las vocales.

— Es que... de verdad me gustan —estaba por replicar, pero él me silencia, apoyando su dedo indice en mis labios— No me interrumpas, siempre haces eso, no me dejas terminar.

— Yo no... —intento hablar, pero mi vecino enarca una de sus cejas, y opto por callar.

— Parecen motitas amarillentas nadando en chocolate. Como destellos. —suelta una carcajada, pues acabo de fruncir toda mi cara ante su cursileria.— Quizá sea mi parte favorita de ti, pero luego están esos ojos enormes, que miran tan profundo, a veces siento que estas escudriñando mi alma.

— ¿Por qué me dices esto? —inquiero, desviando mi vista al suelo, ya que sentía el calor de la vergüenza naciendo en mis mejillas.

— Acabas de decirme que soy interesante, inteligente y asombroso. Simplemente quería devolverte el favor.

— No... no se me da bien aceptar cumplidos —espeto, cruzándome de brazos.

Echo un vistazo alrededor, evitando su mirada. Lentamente, arrastro mis pies hacia el sofá, y me siento en el soltando el aire que no me di cuenta que retenía.

Escucho sus pasos acercándose. Unos segundos después, esta a mi lado, pero no puedo mirarlo. Muchas emociones en tan poco tiempo, necesitaba ordenar un poco mi cabeza.

— Quiero saberlo, Flor —entonces lo observo, y él logra leer mis pensamientos antes de que pregunte— El porqué de tus decisiones. Porqué quieres estar sola. ¿Confiaras en mi?

Una alerta silenciosa se enciende en mi interior. Como si confirmara que a partir de lo que diga a continuación todo podría cambiar. No para él. Para mi. Destapar verdades que algunos no sabían. Porque sentía en mi fuero interno que una vez que empezara, lo iba a soltar todo. Se lo iba a decir todo a él. Porque sí, confiaba en mi vecino, más de lo que quería admitir.

Con extrema lentitud, se lo muestro. No con palabras. Con hechos.

Recogí las mangas de mi buzo, extendiendo el brazo para que él lo vea.

Las marcas. Las cicatrices que me dejaba mi madre cuando me gritaba que quería romper mis inútiles brazos.

Nahuel trago saliva, lo pude notar. Su quietud me dio la valentía para levantarme, y alzar el buzo, exponiendo mi estomago.

Allí la cosa era peor. Una franja enorme de piel deforme, arrugada, de un horrible color rojizo cubría el extremo derecho de mi abdomen.

Rápidamente vuelvo a acomodar mi ropa, me siento en el sofá otra vez, mirando mis manos.

— Flor —pronuncia con voz ronca.

Me atrevo a mirarlo. Y me molesta la pena que expresa su rostro.

— No me mires así, no sientas lastima —escupo con demasiado veneno, no puedo evitarlo.

— No es... no es lastima. Estoy conmocionado. Nunca creí que...

— Ya se. Es increíble pensar que unos padres hagan esto. Lo soporte. Soporte todo hasta ese día. El día de la quemadura.

Puedo ver por el rabillo del ojo que Nahuel hace ademan de acercarse, entonces lo detengo alzando mi mano.

— Quédate ahí. Si te acercas, no voy a poder contarte nada.

Mi vecino se queda estático. Su cara completamente inexpresiva, aunque la tensión en su mandíbula me hace saber que esta apretando fuertemente sus dientes.

— Las marcas en mis brazos fueron causadas por mi madre. En mis piernas tengo algo de eso también. Palos, cintos, lo que sea que tuviera cerca para infringir el castigo que ella suponía que merecía.

"¿Qué hacia para merecerlo? No lo se. Ya no me pregunto eso. Así no hiciera nada, su odio era tal que no necesitaba un motivo para castigarme —suspire, intentando sin resultado que aquellos recuerdos no aparecieran— Mi padre nunca me levanto la mano. Sus métodos eran más psicológicos conmigo, encerrarme en un armario oscuro, sus palabras denigrantes, a veces me creía todo lo que me decía, lo poco que valía como persona. Sólo era una niña que estaba creciendo, ¿qué otra cosa podía creer en esos momentos?

"Nadie lo supo nunca. Mis heridas estaban bien ocultas bajo mi ropa. Y ellos me amenazaban con que seria peor si abría la boca. Vivíamos en un barrio de bajos recursos, los vecinos hacían oídos sordos cuando se escuchaba el quilombo de mi casa. Quizás era porque en sus propios hogares se desataba otro tipo de infierno, no lo se. Pero nadie se metía. Mis tíos nunca se enteraron, cuando ellos nos visitaban, me trataban tan bien que hasta yo me tragaba el acto.

Sonreí con ironía. Decirlo en voz alta era sofocante, pero me daba cuenta de la ceguedad de las personas cercanas. Ellos pudieron ser mi salvación. Si tan solo se hubieran percatado de las señales. Cuando somos niños, y no sabemos, podemos expresar nuestros traumas, enviamos sutiles señales que unos pocos pueden captar. Si tan solo alguien hubiera visto más allá de mis sonrisas, de porqué mi primo era mi único amigo, las cosas serian diferentes para mi.

Nahuel tenia los nudillos blancos de tanto que apretaba sus puños. Entonces, tome sus manos, y las gire. Lentamente, deshice sus puños, acariciando sus palmas. Mis manos se perdieron en las suyas, que me superaban en tamaño. Su piel tan blanca, en contraste con la mía, tan tostada. Alguien debería fotografiar esta unión, las diferencias abismales que persistían en ambos.

— Mi padre trabajaba en una fabrica de embutidos —continué, recorriendo con mis dedos los pliegues de flexión palmar de sus manos— mi madre tiene o tenia un puesto de verduras a unas calles de mi casa.

— ¿Y tú primo...? ¿Él nunca...?

—No. A veces notaba alguna marca nueva, pero le mentía. Culpaba a mi torpeza, que en realidad no esta alejada de la realidad. —Sonreí apenas, pero él todavía estaba serio.

— ¿Qué paso el día de la quemadura? —pregunto, ahora él acariciando mis manos.

— Bueno. Cuando mi abuela se mudo con nosotros yo creí... pensé que los abusos se iban a terminar. Estaba tan feliz, Nahuel —hablar de mi querida abuela hizo que mis ojos se empañaran—Me equivoque. Mi madre encontró otro blanco con quien purgar su violencia.

Un sollozo escapo de mi garganta.

— Mi abuela era la persona más valiente, noble y maravillosa que haya conocido. Pero ya estaba anciana, era casi como tener otra niña viviendo con nosotros.

Mi vecino se percata de mi dificultad para hablar, y cuando se acerca, le permití rodearme con sus brazos. Lo necesitaba. Estar con alguien que supiera toda la verdad, y aun así quisiera abrazarme.

— Mis padres ya no eran tan duros conmigo, pero lo eran con ella. Y te juro, Nahuel, que prefería mil veces que me lastimaran a mi, y no a ella. Mi abuelita, que no podía defenderse.

El llanto desgarrador sacudió mi cuerpo, me aferre a la tela de su campera, como si fuera mi propio salvavidas, en un mar turbulento de rabia y dolor.

— Cuando ella... cuando ella se quedo en nuestra casa, fue en el momento en que mis padres cortaron lazos con mis tíos. Eso fue hace tres años. Perdí la compañía de mi primo, pero me gane vivir con una aliada. —A pesar de la amargura que sentía, esboce una sonrisa al memorizar el rostro arrugado de mi abuela— En sus pequeños momentos de lucidez, ella me enseño muchas cosas, recetas, fabricar adornos. El mejor momento era cuando me pedía que le leyera. —separe mi rostro de su pecho, para que pudiera notar la emoción que refulgía en mi mirada— Era mágico. A las dos nos gustaba leer. Ella ya no podía hacerlo, pero cuando leía para ella, era como estar conectadas más allá del parentesco familiar.

— Creo que me hubiera gustado conocerla —exclama con ternura, acomodando un mechón de pelo detrás de mi oreja.

— Yo sé, sin lugar a dudas, que te amaría. Con esos ojos, ¡Madre mía! —espete, levantando mis brazos al cielo, lanzando una plegaria imaginaria— Sus libros favoritos eran de vampiros, me tenia loca con Cazadores de sombras, Crepúsculo, Lestat, Dracula...

— Si, si, ya entendí.

Ambos soltamos una carcajada. La mirada de Nahuel otra vez sombría, y no necesite que pronunciara en voz alta su duda.

— Fueron tres años de ser testigos la una de la otra de los maltratos de mis padres. En un momento llegue a pensar que esto era normal, que estaba bien. La costumbre hace cosas monstruosas en la mente de los niños. Pero luego recordaba lo amorosos que eran mis tíos con Bruno. Entonces maquinaba en mi cabeza que ellos también eran como mis padres. Que aparentaban amar y cuidar bien de su hijo, pero luego puertas adentro eran iguales a mis padres. Nunca le pregunte, pero cuando eramos niños buscaba alguna herida en el cuerpo de mi primo sin que se diera cuenta. Solo encontré las mismas lastimaduras propias de nuestras escasas aventuras en el patio.

"Mi abuela a veces decía cosas sin sentido, pero luego entendí. Me hablaba de un dinero que tenia guardado en un lugar oculto, que eso nos sacaría a las dos de esa casa, y podríamos vivir en paz en otro lugar. Yo suponía que eran incoherencias de la vejez. ¡Pero esa anciana sí que tenia plata escondida en el banco! Oculta de mis padres, claro. Creo que ese era el motivo principal de que ellos no la trataran bien. Ella nunca les dijo de ese dinero. Gracias a eso es que estoy viviendo en este departamento.

— Lo se. —dice, mirando alrededor.

— ¿Cómo lo sabes? —lo fulmine con la mirada, pues no recordaba habérselo dicho.

— Tú me lo dijiste, esa noche que me invitaste a cenar.

— Mmm...

— ¿No te acuerdas? Eres increíble —Nahuel alborota mis cabellos. Finjo estar enojada, pero agradezco internamente por la leve distracción de la conversación. Pues lo siguiente es aún más duro de contar.

— Era de noche cuando paso lo de la quemadura —añadí, abrazando mis rodillas, él se acerco apoyando su brazo en mis hombros— ellos discutían, no se porqué. Con mi abuela jugábamos cartas en la mesa de la cocina. Mi padre iba por la cuarta o quinta cerveza, no lo recuerdo. Y mi madre había puesto una olla con agua en el fuego. La discusión se torno violenta, mi padre incluso comenzó a quejarse de la economía, y de lo perra que era mi abuela por no decirle donde tenia escondido el seguro de vida que había cobrado por el fallecimiento de mi abuelo.

"Fueron unos segundos. Tan solo unos segundos después que vi lo que iba a hacer mi padre. Se levanto tambaleándose, empujo a mi madre, y fue directo a la olla. Nunca podre olvidarme de esos segundos. No sé qué se me cruzo por la cabeza, pero sabía que tenía que actuar, moverme, antes de qué... —un estremecimiento recorrió mi espina dorsal, podía sentir un picor en la cicatriz de mi abdomen al relatar este episodio— Él iba a quemarla, Nahuel... entonces me puse frente a ella, y el agua hirviendo cayó sobre mí.

— ¡Mierda!

— Yo... fue horrible. Sentir ese dolor... fue... —negué con la cabeza, porque simplemente no podía describirlo con palabras— todavía puedo escuchar los gritos de mi abuela, a veces esa escena se repite en mis pesadillas. Estaba en el suelo, ellos sorprendidos por lo que mi padre había hecho, pero no me ayudaron. Creo que a causa del dolor, perdía el conocimiento por lapsos, pero recuerdo que mi abuela les gritaba que me llevaran a un hospital.

"No lo hicieron. Se lavaron las manos. No se adonde fueron. Entonces... fue ella. Mi abuela, que apenas podía ver, que ya casi no recordaba ciertas cosas cotidianas de la vida, ella me levanto del suelo como pudo, y me arrastro hacia afuera. El auto de mi padre estaba estacionado en la vereda, y no lo pensó. Ella actuó.

"Pero mi abuela no recordaba como manejar un vehículo. Ella repetía que lo soportara entre lagrimas, me suplicaba que aguantara, que no cerrara los ojos. «Vive, Florencia, vive», decía una y otra vez. No se cuanto camino habíamos recorrido, cuando ella empezó a tocarse el pecho. En mi estado no lo pude saber, porque segundos después todo se volvió negro. Lo ultimo que escuche fue un impacto, y después nada.

Ya no pude continuar. Me acurruque a su lado, llorando desconsoladamente. Llorando de verdad.

— Nunca imagine que hubieras pasado por tanto. —pronuncia débilmente. Su voz ronca delata que él también esta afectado, pues sus lagrimas caen en mi frente. —Si pudiera... si pudiera regresar el tiempo, y no pedirte que me lo contaras. Si te hubiera conocido antes...

— De nada sirven los "si hubiera". Estamos aquí ahora, y una parte de mi se siente bien contándole todo esto a alguien. Y que ese alguien seas tú, es doblemente satisfactorio.

— ¿Y qué paso después?

— Estuve un mes inconsciente. La quemadura de mi estomago estaba cicatrizando, pero el trauma por el accidente me dejo en estado de shock. No tenia heridas graves, fue algo emocional, o eso dijeron los médicos. Ellos también me informaron que el accidente fue porque el auto se salio de control, impactando contra un poste de luz. Mi abuela no sobrevivió.

— Lo siento... lo siento tanto —dijo, con la voz rota por el llanto.

— Ella tuvo un paro cardíaco antes de impactar. No saben con exactitud en que momento se fue, en que momento dejo de respirar. Pero el estar inconsciente, eso... Yo no pude despedirme de ella.

— ¿Bruno lo sabe? —inquiere, acariciando mi cabello.

— Solo unas partes, no toda la verdad. Le dije que esa noche me había agarrado fiebre, que mis padres no estaban, y por eso la abuela me llevaba al hospital. Pero mis padres... esos hijos de puta... perdón.

— No te disculpes, estas en todo tu derecho de referirte a ellos así, o peor.

— Ellos lo mantuvieron oculto. A los padres de Bruno ni siquiera les avisaron, pues como la abuela era familiar de parte de mi madre, y mi tía es hermana de mi padre, ellos no tenían el derecho de estar en el entierro.

— Hijos de puta —siseo entre dientes.

— Cuando me dieron el alta medica, y supe todo lo que hicieron ellos, me puse loca. No lo soporte más. Ya no podía... entonces recordé las palabras de mi abuela. Ella me lo exigió, me dijo que viviera. Y lo hice. Media hora tardo la policía en llegar a mi casa. Mis padres estaban frenéticos, incluso la bruja de mi madre se atrevió a dejarme una ultima marca, aventando un vaso de vidrio directo a mi hombro.

"Los oficiales fueron testigos, tomaron mi declaración, y los apresaron. Estaba en la comisaria detallando cada mierda que ellos me hicieron, cuando aparece en mi vida por primera vez Laura Lopez, y un abogado.

"Ellos me dijeron en ese momento de la cuenta bancaria de mi abuela, y que yo figuraba en el seguro de vida como única beneficiaria de mi abuela. Pero al ser menor de edad, no podría acceder a ese dinero. Ese es otro tema. Pero ahí decidí que quería hacer. Quería divorciarme de mis padres.

"El papeleo no llevo mucho tiempo, ya que mis padres estaban acusados de negligencia infantil y abuso contra una persona mayor. Todavía no dictaron su sentencia, ellos quieren apelar, pero lo ultimo que supe es que están encerrados. Después lo que pase con ellos, no me importa.

"Bueno, eso es todo. El porqué quiero estar sola.

Nahuel se tomo unos segundos para hablar. Asimilando, creo yo, toda mi horripilante historia.

— Puedo entenderte, Flor, pero no deberías querer estar sola. Eso no es vivir.

— Eso es algo que diría mi abuela. Su nombre era Doris.

Mi vecino me toma de los hombros y gira mi cuerpo para que podamos mirarnos.

— No voy a dejarte sola. ¿Entiendes? —enfatiza sus palabras y enarca una ceja.

— Cuando pierdes la confianza en los demás, es muy difícil reconstituirla. Por eso no quiero... no quiero relacionarme con nadie, que otra persona me importe tanto que después... después tenga el poder de lastimarme. —mientras suelto las palabras, soy plenamente consiente de sus ojos escrutadores— Incluso tengo mis reservas con personas tan cercanas como lo es mi primo. Temo herirlo si lo dejo entrar por completo. Hay cosas que le oculte, y lo conozco. No lo parece, pero él es muy sensible. Sé que en algún momento voy a alejarlo, y eso lo destrozara. Soy... soy horrible, ¿verdad?

— Es un... un mecanismo de defensa. Eso creo. Te protejes a ti misma, a tus sentimientos. No eres horrible, Florencia.

La forma tan dulce en la que dijo mi nombre, ese tono de voz surreal, tan varonil, pero suave, me desarmo. Me elevo a una nube rosada, donde corazones esponjosos revoloteaban a mi alrededor.

— Al parecer mis defensas no funcionan contigo. —Inquiero, sonriendo, apartando sus brazos de mis hombros.

— Es que soy irresistible —comenta, desperezándose en el sofá. Su atención se posa en la encimera de la cocina—¿Estas haciendo pizzas... caseras?

Nahuel abre totalmente sus ojos, sorprendido indudablemente.

Reviso el reloj de la pared, y me doy cuenta que pasaron dos horas.

— Si, caseras. ¿Quieres almorzar conmigo?

— Sera todo un placer, Florcita. —dice, guiñando un ojo.

— Bien, pero si vuelves a decirme así, a tu pizza le pondré menos queso, vampiro.

— Auch, que injusta. Tu me dices vampiro y yo no puedo ponerte un apodo.

Mientras nos dirigimos a la cocina, comienza una discusión de porqué no debe llamarme así, y que él me revelo más temprano que no le molestaba que le dijera vampiro.

No se como termine así. Con él. Hablando despreocupadamente, cuando unos minutos antes estábamos desangrándonos por nuestro dolor interior.

Tantas murallas que había levantado a mi alrededor, tantas capas y capas de coraza para no dejar entrar a nadie. No podía entender que clase de hechizo era este, como fue tan fácil que su sola presencia hiciera desaparecer los años de soledad, desconfianza y amargura.

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NO LES QUITARE MUCHO DE SU PRECIADO TIEMPO, PUES... NO DORMÍ NADA Y ¡YA SON LAS OCHO DE LA MAÑANA! ¡QUIERO DORMIR!

Ok. bueno, estos días realmente quería pegarme la cabeza contra el ordenador. Tenia los diálogos, pero eso era todo. Y hoy, después de una pequeña charla con una amiga, es como si mi voz de inspiración despertara, entonces, pues no, nada de dormir. Una vez que empece y empece, seguí, y seguí, y esto quedo bastante largo...xd

Espero les guste, me dejan su opinión si quieren, que parte les gusto, que parte odiaron, que parte quisieron entrar en el libro y darle una zurra a esos padres, y besar a Nahuel ya que estamos. No desperdiciar, eso me enseño mi abuela.

DISCULPAAAS INFINIIIITAAAS SI ENCUENTRAN ERRORES, ESTOY MODO ZOMBIE, ASÍ QUE NO REVISARE ESTO HASTA MAÑANA, SEGURO SE ENCONTRARAN CON PALABRAS REPETIDAS. Pero ya quería publicar algo, aunque no este pulido, nos lo merecemos.

Ay la pereza, no tengo un meme para compartirles...

Nah, siempre habrá tiempo para un meme...

Ahora si...

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