Capitulo 14
"La vida es como un arco iris. Necesitas tanto la lluvia como el sol para que sus colores aparezcan"-Anónimo.
Desperté sintiendo una extraña humedad en mi mano. Aun sin abrir los ojos, intente moverla, pero algo la tenia aprisionada contra el colchón.
Inmediatamente, me sostuve en mis codos, enderezando apenas mi cuerpo para descubrir a mi vecina en una posición incomoda y rara.
Florencia tenia abrazada mi mano, su cabeza apoyada en la cama, pero el resto del cuerpo en el suelo. Sus labios entreabiertos despedían la saliva que me despertó.
No sabia si asquearme o reírme. No negare que me resulta tierna, aunque en realidad no lo es.
Entonces, ella abre lentamente sus ojos. Lo primero que capta su atención es mi mano, y luego su mirada recorre todo mi brazo hasta llegar a mi cara. La expresión avergonzada de su rostro hace que sonría.
A veces me sorprendía lo fácil que era sentirme despreocupadamente alegre cuando estaba con ella. Al enterarme de su edad, no quise relacionarme con Florencia, pero ahora pensaba muy diferente. A través de sus increíbles ojos café podía notar su sufrimiento, y me moría por saber que ocasionaba ese dolor. Curiosidad, simple curiosidad.
—Lo...lo siento—balbucea, incorporándose de un salto.
—No pasa nada—exclamo, limpiando mi mano disimuladamente por mi ropa—Debes estar adolorida. Podrías haberte acomodado aquí arriba...
—Nunca en la vida—suelta de improviso, acercándose rápidamente a mi lado. De manera brusca apoya su mano en mi frente, y me trago mis protestas. No quiero verla enfadada como hace dos noches.
—No me refería a que te acostaras al lado mio.—dije, poniendo mis ojos en blanco. Sus dos manos aprietan mis mejillas y me detengo. No se qué iba a decir porque me pierdo completamente en sus iris marrones. Quien diga que este color es común y ordinario, se equivoca.
—¿Cómo te sientes?—pregunta, observándome tan directo que me siento con fiebre otra vez.
—Me... mejor.
—Sigues rojo, pero ya no tienes fiebre. Que raro—especula, frunciendo el ceño.
—Estoy bien, de verdad—entonces me atrevo a rodear sus delgadas muñecas con mis dedos, y aparto sus manos de mi rostro.
—Super—exclama, observando algún punto en mi cuello—deberías darte una ducha, no tomes tanto café, y deja de comer comida chatarra.
Florencia comienza a soltarse, pero no se lo permito. Sé que esta por irse y antes de que salga corriendo necesito hacerle una pregunta.
—¿Por qué te quedaste?
Ella vuelca su atención en mi, sopesando por algunos segundos su respuesta.
—Por tu mamá—dice, y en ese instante libero sus manos de las mías—ella se escuchaba tan preocupada y yo...
"Fue por mi madre, y no por mi. Que decepción", pienso mientras observo como ella se aleja lentamente hacia la puerta de mi habitación.
—Yo no quería dejarte solo, Nahuel.—Pronuncia antes de marcharse.
No me da tiempo de responder, ni agradecerle sus cuidados porque en el momento en que salgo del baño después de una rápida ducha, ella no está. Se había ido, dejándome el desayuno listo, y otras cosas más que no poseía antes.
...
Florencia me estaba evitando. Desde ese domingo a la mañana no la había visto, en ninguna parte. No la cruzaba en el transporte publico, ni en la escuela. Era casi como al principio, pero al menos aquellas veces podía observarla de lejos.
No estaba en la biblioteca a la hora del recreo. Una sola vez espere a un lado de la puerta de su salón, pero de alguna manera que desconozco, ella se escabullo de mi. Se camuflo tan bien entre sus compañeros que no pude visualizarla.
Al regresar a mi departamento, dejaba mi puerta entreabierta para escuchar cuando llegara, pero las horas pasaban y ella no aparecía.
El martes ya estaba lo suficientemente preocupado como para llamar a su departamento. No hubo respuesta.
—¿Qué haces?— Julio aparece de la nada, como usualmente lo hace. Dejé de golpear la puerta de mi vecina, y mire por encima de mi hombro al hijo del portero.— Florencia sigue en el trabajo. ¿No lo sabias?
Julio sigue su camino hacia el ascensor sin esperar respuesta. En ese momento recuerdo que ella menciono que trabajaba, pero nunca le pregunte que hacia. Al fin de cuentas, no lo creí posible. Por su edad, por regresar al departamento juntos en algunas ocasiones.
El reloj marcaba las diez de la noche cuando escuche el sonido de unas voces en el pasillo. Me acerque a mi puerta para enterarme quienes eran.
—Entonces, ¿el viernes te visitara la sexy asistente social?—pregunta Julio.
Una carcajada que reconozco fácilmente hace eco del otro lado.
—No me hablas nunca, y cuando lo haces es para hacerme la misma pregunta.—dice Florencia, y un ruido de llaves me hace notar que esta por abrir su puerta—Ya te dije que esta fuera de tu alcance, bribón, es más grande que tu. Y no eres su tipo.
—Tus suposiciones me importan un rábano. Responde mi pregunta, niña.
Antes de detenerme a pensar lo que hacia, giro el picaporte, y me encuentro a ellos dos en el umbral de su departamento, con Florencia a punto de cerrarle la puerta en sus narices.
Ella se sorprende tanto de verme, que la expresión de su rostro se transforma drásticamente. De estar sonriendo con burla, su ceño se frunce y sus labios forman una linea de disgusto.
Sé que estropee nuestra rara amistad. Pero le pedí perdón. ¿Eso no importa?
Entonces caigo en la cuenta que no tengo mis lentes puestos, y desvió mi vista al suelo, para que Julio no se percate de mis ojos.
—Ah, casi lo olvido—dice el hijo del Señor Omar—Este chico... emm... él te estaba buscando.—Y se retira, sin recordar mi nombre.
Cuando estoy seguro de que él no esta, regreso mi mirada a Florencia, que cruzada de brazos, esperaba impaciente dando golpecitos con su pie.
—Hola—atino a decir, rascando mi nuca. Estoy nervioso, y eso me confunde.
—¿Todo bien, Nahuel?—pregunta ella, sin mover un musculo de su expresión neutral. Su actitud no me gusta nada.
—Lo mismo pregunto. Estos días fue una total odisea encontrarte.
—Estaba ocupada—espeta, pasando sus manos por su cara. Las ojeras bajo sus ojos no me pasan desapercibidas.—¿Necesitas algo?
—Bueno, yo...—me acerco los dos pasos que nos separan y ella se tensa por completo, lo puedo notar.—Faltan dos días para que entregues la entrevista, te estaba buscando por eso.
—Oh, era eso— Florencia empieza a hurgar dentro de su mochila, hasta que saca una hoja—Sé que no es muy profesional de mi parte, aquí están las preguntas. Puedes responderlas y yo luego...
Ignoré el papel que me extendía, en cambio tomé su mano y la empuje hasta que ambos ingresamos a su departamento.
—¡Ey!—protesta ella, intentando zafarse de mi agarre—¿Qué mierda te pasa?
—Nada—dije, y de un movimiento tenaz, paralice todo su cuerpo.
Solo basto éste acercamiento impulsivo para detener su forcejeo infantil. Nuestras respiraciones se entremezclaban, sus ojos me miraban fijamente sin pestañear.
—Prefiero hacerlo a la antigua—exclamo y me alejo lo suficiente para observar como vuelve a respirar con normalidad.
Mientras ella seguía sin moverse de su lugar, atravieso el pasillo para cerrar mi puerta y después la suya.
—Empecemos—informo, pasando por su lado, dirigiéndome al sillón.
Florencia se acerca trastabillando y quiero reír, pero no lo hago. En serio, prefiero no verla enojada.
Ella se acomoda a mi lado, sacando su celular de la mochila.
—Nombre completo y fecha de nacimiento— pronuncia con brusquedad, encendiendo el micrófono de su dispositivo.
—Ian Nahuel Acosta. Nací un 25 de febrero del año 2000—dije, mirando su perfil— ¿Y tú?
—La entrevista no es sobre mi—inquiere, observándome de reojo y con suspicacia agrega— Así que, ¿Ian? ¿Por qué nadie te llama por tu primer nombre?
—Muy pocos lo saben, solo las personas más cercanas—respondo, encogiendo mis hombros.
—¿Quieres que borre ese dato?—pregunta, esta vez se gira para mirarme de frente, y yo niego con la cabeza.—Belén es mi segundo nombre. A mi abuela se le ocurrió, dado que mi cumpleaños es en diciembre. Pero no el 25 como algunos creen que fue el nacimiento de Jesús. Aunque mi fecha es tan caótica como esa, un 30, dos días antes de año nuevo.
Suspira profundo después de su discurso, y se arrepiente al instante.
—Lo siento, ésto no se supone que se trate de mi.
—No te preocupes, yo pregunte. Me alegra saber el porqué de tu segundo nombre.
—¿Cuál es tu color favorito?—expone en el instante en que interrumpe nuestra contemplación y vuelve la vista a su hoja.
—Ese—digo, entonces Florencia tiene que volver a mirarme para darse cuenta que estoy señalando sus ojos.
—¿Marrón?—pregunta, y no puedo evitar reírme en su intento de levantar una de sus cejas. Es algo imposible para algunos humanos. Pero yo sí puedo hacerlo y se lo demuestro.
—Café. Me gusta el café.
—Lo se—dice, elevando la comisura de sus labios en una media sonrisa.
—¿Y el tuyo?
—No te lo voy a decir.
—¿Por qué no?
—No me vas a creer.—espeta, concentrándose en el adorno que cubría la bombilla de luz.—Es bastante obvio.
Al figurar porqué lo decía, reí a carcajadas por mi descubrimiento.
—¿Rojo? ¿En serio?
Florencia hace un gesto afirmativo con la cabeza y continua con sus preguntas.
En media hora le conté tanto de mi, como estaba compuesta mi familia, que asignatura me gustaba, mi libro favorito. Y cuando le dije que mi comida preferida era la suya, me regaño descaradamente por no tomarme en serio la entrevista. Pero no estaba mintiendo.
Ambos estábamos bostezando cuando ya habíamos llegado a la última.
—¿Cuál es tu meta o anhelo para el futuro? ¿Qué quieres estudiar?
—No estoy seguro todavía, pero...—entonces recuerdo algo que tenia guardado hace un tiempo.—espera un minuto.
Me dirigo a mi departamento rápidamente, y busco el artefacto para mostrarle uno de mis secretos.
Florencia había pausado la grabación, pues cuando regreso la veo tocar la pantalla de su celular, y mirarme confundida.
Acercándome lo suficiente, acomodo la cámara en su posición y le tomo una fotografía. El flash logra aturdirla, pero sonríe unos segundos después.
—Ésto quiero hacer—exclamo con emoción. Un sentimiento retenido por algunos años que ahora explotaba al ser liberado.
—¿Tener una prueba de mi peor momento?—se jacta ella.
—No—respondo, sentándome a su lado nuevamente.—Quiero fotografiar lugares, maravillas del mundo.
—Yo no soy ninguna maravilla, pero gracias—dice, rozando mi hombro con el suyo juguetonamente.—Es un bonito sueño. ¿Por qué quieres ser fotógrafo?
—Es difícil de explicar, te lo voy a mostrar.
Del bolsillo de mi sudadera extraigo mis lentes, y se los coloco cuidadosamente sobre el puente de su nariz.
Florencia mira alrededor. Se despoja de ellos, pero vuelve a ponérselos.
—Es raro—pronuncia, observando ahora sus manos—los colores están ahí, pero no bien definidos. Les falta...
—Realidad.—completo por ella—Fueron diseñados para percibir los colores primarios, y algunos secundarios. Es por eso que la visibilidad se opaca cuando otros colores están enfocados.
—Oh—dice ella mientras se quita los lentes.
—Pero con una cámara, podría ver todo lo que me pierdo.
Pasan unos segundos en que los dos quedamos sumidos en nuestros propios pensamientos.
—Florencia.
—¿Mmm?
Ella no me mira, siendo así, poso mi mano en su mejilla obligando a que sus ojos se crucen con los míos.
—Por favor, ya no me evites.—pido, y sé que ella puede captar la intensidad de mis palabras—Me sentí mal estos días que no te encontraba. Realmente lo lamento por esas cosas estúpidas que te dije. Te prometo que...
—Esta bien, no lo haré—me interrumpe y su mirada brilla por algo que no puedo descifrar.
—¿Y usted, señorita Flores, a qué aspira?—pregunto, encontrando la razón ideal para alejarme de mi impulsiva caricia.
—No soy muy ambiciosa—exclama, suspirando y su mente vuela más allá de nosotros, mirando a la nada misma, dejándose llevar—quiero administrar mi propia cafetería algún día. Pero deseo que sea algo fuera de lo normal. Ahora mismo estoy trabajando en una, pero yo quiero algo innovador. Que los clientes al entrar no solo pausen sus vidas por un poco de café y pasteles. Quiero que haya un rincón especial, por ejemplo, para los que les gusta estar en solitario y leer, o tal vez escribir. En mi cafetería no habrá televisión, nada que interrumpa ese lapso donde la gente detenga su rutina por una hora o dos. Y quiero que haya un sector para los trabajadores que quieran almorzar o tomar un tentempié antes de regresar a sus casas. Me gustaría que haya cuadros en las paredes, que suene una melodía leve, pero que atraiga a todo tipo de personas.
Entonces, me mira, y una idea parece ocurrírsele en ese momento.
—¡Podrías enviarme tus fotos, y yo también estaría descubriendo las maravillas del mundo a través de tus ojos!—dice, con evidente entusiasmo. Logrando contagiarme con sus palabras.
—Suena bien—inquiero, y el resto de la "entrevista" la pasamos soñando en voz alta.
---------------------------
Pido perdón por la tardanza. Hoy el Internet estuvo peor que ayer.
Resumiendo un poco, ¿qué les ha parecido? Me gusta leer sus comentarios. Como ya saben, se supone que actualizo cada dos días, pero este era un capitulo sorpresa. Así que ¡hasta el viernes, gente! Pero si puedo publicar antes, lo verán en sus notificaciones, amiguis.
Este capitulo va dedicado a cxtxuzumaki gracias infinitas por leer y votar, lo aprecio demasiado. Bienvenid@ al mundo del No-Vampiro y la No-delicada Florecilla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro