Capitulo 12
[CANCIÓN: Stained Glass by MADISON BEER]
"Algunas palabras abren heridas. Otras abren caminos."-Jose Narosky
Antes de lanzar un chillido que quedo atrapado en mi garganta, me arrodille a su lado y lentamente gire su cuerpo. Al depositar su cabeza sobre mis piernas, pude reconocer el motivo de su desmayo.
Sus mejillas arreboladas, sus labios secos y temblorosos me daban una idea de que mi vecino estaba ardiendo de fiebre.
Mire a su alrededor reparando en los lentes rotos que yacían en el suelo. Esperaba sinceramente que tuviera más de uno de esos.
—Nahuel, Nahuel...—comencé a llamarlo, recibiendo un gruñido de su parte, y más temblores que sacudían su cuerpo—¿Qué hago? ¿Qué necesitas? ¿Debería llamar a una ambulancia?
—No—respondió con brusquedad, intentando apartarse de mis manos que trataban de calcular la temperatura de su cuerpo— llaves... departamento... ahora.
El tono autoritario de sus palabras contrastaba enormemente con su ronca y débil voz. Pero me dispuse a buscar las dichosas llaves, porque estaba totalmente aterrada.
No se qué le paso para estar de esta manera, si hace unas horas atrás lucía saludable, normal. Peor aun, no tengo idea de que tipo de consecuencias puede sufrir una persona con la piel extra sensible si esta tan caliente como ahora.
Encontré las llaves cerca de la mochila , y solo estirando mi brazo logre ubicarla en la cerradura, abriendo de un empujón la puerta.
—Necesito que me ayudes, por favor, no creo poder levantarte...—él me interrumpió antes de que termine de hablar, levantándose con mucho esfuerzo. Aunque parecía no estar a gusto con mis manos en su cuerpo para ayudarlo, no deje que eso me detuviera.
Logre que llegáramos al único sofá de la sala, y note cuanta verdad había en sus palabras cuando me dijo que su departamento era pequeño y de pocos muebles.
Apenas visualice la cocina que era idéntica a la mía, conectada con la sala que solo era separada por dos encimeras, en cambio yo tenia tres mas. Mi heladera era enorme en comparación, él ni siquiera contaba con un microondas. No vi una mesa o sillas. Sólo tenia una mesita al lado del sofá. No me quería imaginar como estaba su habitación. ¿Tendrá cama o un sarcófago?
Ok, necesito dejar de pensar que él es un vampiro.
—Puedes irte.—murmuro Nahuel, pero lo escuche perfectamente. Él yacía desparramado en su sillón negro, la sala estaba tan oscura que tuve que acercarme y sentarme a su lado ignorando su petición.
—¿Qué puedo hacer? ¿Qué haces cuando te pasa esto? ¿Qué paso? —pregunte, sin quitar mi mirada de su demacrado rostro.
—Estaba en la parada de colectivos... me robaron... dinero... mi gorra...—respondió entre balbuceos. Caigo en la cuenta de que es verdad, no tenia puesta su gorra. A pesar de ser otoño, el sol en la capital era lo bastante fuerte como para no necesitar abrigo en esa época. Las mañanas eran frías, pero las tardes eran tan calurosas como el maldito verano.
Nahuel tenia los ojos cerrados, y de un momento a otro, aun temblando, su respiración se volvió regular. Como si estuviera durmiendo.
No podía dejarlo así y no lo haré. El miedo que sentía por sus circunstancias me dio el valor necesario para empezar a moverme dentro de su departamento. No soy una ignorante en estos temas. Sé que hacer.
Primero ingrese a su habitación y mis movimientos se volvieron parsimoniosos. Con tacto y respeto busque algo con lo que abrigarlo. Siempre pensé que un cuarto era demasiado personal, e intimo. No me gustaría que nadie, mucho menos el dueño del departamento, se metería a mi habitación y descubriera las cosas infantiles que aun poseo. ¡Qué horror!
Al regresar, Nahuel no había movido un solo musculo de su anatomía. Me acerque y lo abrigue con la manta que halle arriba de su gran cama tamaño King. Siempre quise tener una de esas. Su habitación estaba mucho más amueblada que toda su casa, en la oscuridad me percate de un librero exquisitamente abarrotado de libros de todos los tamaños.
¿Ya me puedo enamorar? De su cuarto, obviamente.
Coloque mi mano en su frente, y al sentirla tan ardiente, deje las tonterías a un lado. Entonces una duda se hizo presente.
Yo sé como bajar la fiebre, pero mi vecino era especial. ¿Servirán los mismos métodos para él?
Y me pierdo. Por tercera o cuarta vez que conozco a este chico me siento impotente.
En medio de mis idas y venidas, mirándolo de vez en cuando, una vibración se escucha en la sala. El sonido sale de su mochila, y persignandome, aunque no sepa hacerlo, me dedico a hurgar en sus pertenencias.
Alli se encuentra su celular. Al parecer el aparato se salvo de ser robado.
Necesito su huella para desbloquearlo, sin pensarlo utilizo su pulgar porque tengo el presentimiento que pueda encontrar alguien que me ayude en esta situación.
Mis manos estaban sudorosas de los nervios. Entonces en la pantalla aparece una notificación de nuevo mensaje de su madre.
¡Diosito, ángeles, quien sea, gracias!
Su mensaje es amoroso, preguntándole si esta bien, diciendo que lo extraña. Lo miro una vez mas y procedo a hacer lo primero que se me ocurre, aunque de alguna manera sé que ésto no le gustara nada. ¡Pero su vida dependía de mi! ¡¿Qué más podía hacer?!
Pulso el icono de llamada y espero. No tarda más de dos tonos en contestar.
—Hijo, no puedo creer que me contestaste. ¿Cómo estás? ¿Te falta algo? Dinero, medicina, lo que sea. Sólo dime.
La voz de su madre se escucha angustiada, desesperada. Y me acobardo. Pero eso no dura nada. Necesito saber como curar al vampiro.
—Disculpe, señora...
—Tú no eres mi hijo—dice, esta vez más calmada.
—No, claro que no. Yo soy una ¿amiga?—ay, demonios. Ya metí la pata.— soy la vecina de su hijo, me llamo Florencia.
—Bueno, Florencia... ¿puedes decirme por qué atiendes el celular de Nahuel?—entonces al otro lado de la linea no se escucha nada más que suspiros—¿Le paso algo?
—Si, en serio lamento esto. Pero no tenia a quién recurrir. Yo sé que él es diferente, no sabia qué hacer.—empece a explicarle, pero a medida que hablaba no pude evitar las lagrimas. Estaba verdaderamente muy preocupada.
—Dime qué tiene, por favor, puedo ayudarte—exclama, talvez también sollozando como yo.
—Tiene fiebre. Y no se qué hacer. No se si su piel se irritara aún más si no lo hago bien. Señora, estoy muy asustada.
Esta vez puedo escuchar claramente un suspiro alargado del otro lado.
—Esta bien—dice, con un tono aliviado que me pone peor—¿Tienes idea qué lo causó?
—Le robaron... le robaron la gorra... y el sol... lo siento—exclame hipando, porque no pude continuar.
—Bien, Florencia, necesito que te calmes. Inhala profundo y exhala lentamente— su voz ahora era dulce, entonces hice exactamente lo que me pidió.—Mi hijo ha pasado por esto, incluso varias veces desde que vive solo. Estoy segura que podrás hallar las aspirinas correctas para que la fiebre le baje. También deberá darse una ducha y ponerse de tanto en tanto paños en la frente. Como las demás personas, no hay diferencia.
Otra vez el llanto me sacudía el cuerpo entero al darme cuenta que curarlo no era tan distinto a como me imaginaba.
—Yo... lo siento, señora...
—No te preocupes. Asumo que Nahuel te tiene una gran estima si dejo que supieras algo de su vida. Te agradezco que estés con él en este momento. Sólo una pregunta—suelta, antes de que pueda agradecerle y reírme de sus palabras, porque la realidad no se asemejaba en nada con lo que ella suponía.—¿Él esta bien?
Estaba por responderle, pero un gruñido me paraliza por completo.
—¿Qué haces con mi celular?—Nahuel estaba medio sentado en el sofá, y se había quitado la manta del cuerpo. Me miraba con esos ojos despidiendo llamas de ellos. Pura cólera. Y su piel roja por la fiebre, lo hacían ver más como un demonio que un vampiro.
—Es tu mamá—alcance a decir, en el instante que escuchaba la voz de su madre del otro lado de la linea.
—Se oye enojado. No me pases con él. Gracias, Florencia.
—Dame mi celular— soltó entre dientes, extendiendo su mano.
Pero no me moví, creo que ni siquiera estaba respirando.
—¿Acaso eres sorda? ¡Qué me des el puto celular ahora!—me grito haciendo que me sobresaltara al percibir por primera vez ese tono... ese maldito tono que me traía recuerdos que estaban sepultados.
Me acerque y se lo arroje directo en su pecho. Éste subía y bajaba con una rapidez enloquecedora tras su arrebato. Lo vi deslizar la pantalla y no me quedo ninguna duda de que había finalizado la llamada.
—No se quién te crees que eres—exclamo, sin un atisbo de fragilidad en su voz, como si se hubiera recuperado mágicamente, pero su rostro seguía descompuesto—Metiéndote en mi casa, tomando mis cosas... quiero que te vayas.
—No seas grosero—dije con desdén, limpiando mi cara bruscamente con las palmas de mis manos, eliminando las lagrimas que derrame—Intentaba ayudarte, ¿Ok? No sabia si los paños húmedos iban a empeorar la sensibilidad de tu piel y tu madre fue muy amable...
—¡No necesito ayuda!—soltó elevando nuevamente su voz—no creas que por cumplir la promesa que le hice tu primo tienes algún derecho...
—¡¿Qué?!—esta vez yo lo interrumpí, cruzándome de brazos.
—¿Piensas que hoy quería invitarte a mi mesa y presentarte a mis amigos?—escupió con desprecio.
—¡Ese metido!—dije, despeinando mi cabello, ¿cómo se atrevía? ¡Ese hijo de su madre me va a escuchar!
—¡Él se preocupa por ti! ¡Cómo lo deben hacer tus padres! No se porque te escapaste de tu casa, pero eso solo me hace saber que eres una niña caprichosa que...
—¡No!—grite, señalándolo con el dedo indice—¡No te atrevas a decir nada de mis padres, porque no sabes una mierda de mi vida!
Me di media vuelta, dispuesta a irme. No lo iba a soportar, no ésto. Nunca pensé que él fuera así. Esa clase de persona que lastimaba con las palabras. Tan tranquilo que parecía, pero en realidad no lo conozco.
Entonces me detuve antes de llegar a la puerta, recordando las palabras de su madre y un remordimiento que esperaba no sentir en toda mi existencia me avasallo la consciencia. Esto estaba a millas de estar en mis planes. ¿Por qué soy así?
Regrese en mis pasos y la adrenalina que sentía por su actitud de idiota me dio la valentía de tomarlo por el cuello de la sudadera, para encararlo como toda una matona.
—Escúchame bien, porque solo lo diré una vez—dije entre dientes mientras sus sorprendidos ojos me miraban—No tienes derecho a hablar. Lo único que vas a hacer es darte una ducha de mierda para que te baje la puta fiebre. Después te acostaras en tu jodida enorme cama y me esperaras. Buscare las pastillas de mierda que necesitas tomarte, y te quedaras bien quietito mientras te coloco en la frente los paños húmedos de porquería. ¿Estamos?
Mi posición encorvada ya me estaba pasando factura, pero eso no me importo. Él, todavía asombrado, quiso responderme. Pero no se lo permití.
—¿Qué parte no entendiste que nada de hablar?—espete, afianzando mi agarre, logrando que él sonriera.
¡El hijo de su buena madre se atreve a sonreírme! Que descarado.
—Dijiste "estamos" en forma de pregunta. Tenia que responder—inquiere, encogiéndose de hombros.
—Es cuestión de semántica—dije, poniendo mis ojos en blanco.
Me incorpore, sabiendo que mi espalda me lo agradecía y señale hacia su habitación.
Nahuel sólo me miro una vez, una mirada que no pude interpretar, y me hizo caso, arrastrando sus pies.
—Las píldoras están en el tercer cajón de la encimera—informo antes de cerrar la puerta.
Suspire profundamente, de alivio, de tristeza, ya no lo se. Como tampoco sabia porque de repente sentía esta necesidad de ayudarlo, aunque conociéndome, sabia que era lo ultimo que haría por él.
Florencia Flores esta bien sola. Así debe ser.
______________________
"Quizá necesito empezar a seguir mi propio consejo, porque mi corazón es tan pesado que está listo para derrumbarse por segunda vez. Porque nunca sabrás por lo que he pasado, así que deberías ser un poco más amable conmigo.
Mi piel esta hecha de vidrio, pero aparentemente esta manchada porque puedes notar todas mis grietas pero no puedes mirar mi dolor."
Stained glass-Madison Beer.
______________________
¡Capitulo más largo en la historia del no-vampiro y la no-delicada Florcita!
Una vez que comencé, no pude parar. Espero no les resulte agobiante.
¿Qué les ha parecido? ¡Qué intensos, xd! Al menos mientras escribía en algunas partes me sentía rabiosa al punto de que mis mejillas ardieran, jaja.
Quise terminar el capitulo con esas frases en especial en la canción. Nunca elijo una canción porqué sí. Siempre trato de conectarla con las escenas, sentimientos que escribiré. Me lleva mi tiempo encontrar la canción ideal, pero vale la pena.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER! En unas horitas más estaré compartiendo el siguiente, si el internet me ayuda, o me deja a la deriva.
;)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro