Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. La diferencia entre "padre" y "papá"

El plan que Mar armó, al que decidí nombrar sin su autorización Plan: intercambio de mellizos, ya está puesto en marcha, aunque todavía hay algunos cabos sueltos que pulir. 

Hoy es jueves, estamos todos en la mesa de la cocina exceptuando a Spencer que prepara el almuerzo usando su delantal favorito, mientras canta a todo pulmón una canción de Maroon 5, un grupo que parece que le gusta bastante. Downes está a mi lado, jugando conmigo una partida de cartas que le robamos a Mar de su habitación, este está también en la mesa con pinta de haber sido absorbido por su laptop y la mierda que esté haciendo en ella.

No lo sé, a lo mejor intenta hackear el sistema del Pentágono u otra cosa propia de hackers, pero yo no pienso preguntarle. Conociéndolo, me dirá "no te metas en mis asuntos, ¿quieres?" y la verdad es que sus asuntos no me importan nadita.

—Listo, ya lo tengo —dice.

—¿Qué? ¿Qué tienes? ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa? Y si es necesario, repítelo dos veces para que entienda —exclamo con más interés del que siento, se los juro.

—Ya sé cuál camino tomaremos para llegar a Texas —responde y mi interés se va tan rápido como vuelven mis ganas de seguir jugando, pero Mar continúa sin que alguien se lo pida—. Este de aquí nos llevará casi un día y medio. No es la ruta más rápida, pero sí la más segura, por lo que probablemente llegaríamos con menos problemas. Además, hay algunas gasolineras y moteles en el camino. Hasta un manicomio, ya saben, por si lo llegamos a necesitar —no necesito verlo para sentir su estúpida sonrisa socarrona que sin duda me dirige a mí—. La ruta perfecta.

—La ruta perfecta para mí sería una en la que tu cara sea la carretera y mi pie el automóvil —le sonrío al tiempo en que Elle lanza una flor imperial y me gana—. ¡Maldita sea!

La castaña se ríe. —Me quedaré con tu almuerzo, querida.

—¡No apostamos eso! Estas loca si piensas que te daré mi almuerzo, Downes, con algo así no se juega —la señalo y arrojo mis cartas a la mesa con frustración.

Elle replica diciéndome que sí que habíamos apostado eso y yo replico que está malditamente loca si cree que voy a darle mi almuerzo, de nuevo. Estamos a punto de iniciar una discusión cuando Spencer llega con dos platos de una carne que huele malditamente delicioso, poniéndolos sobre la mesa.

—Tranquila, chicas, hay suficiente comida de Spencer (y Spencer) para ustedes —dice el susodicho, sonriendo con orgullo.

Rápidamente nos olvidamos de la pelea, y también el comentario del chico, y el agua se me hace boca.

Dioses, el hambre me deja pensar menos de lo que ya lo hago. ¡Pero es que huele delicioso...! Jum, y sabe delicioso también.

—Lo sé, lo sé, me he lucido también hoy, ¿a qué sí?

Ambas le respondemos, pero con la boca llena de comida creo que no nos entendió nada. Aun así, el Rey Spencer asiente satisfecho y pone otro plato de comida para Mar, pero este lo rechaza.

—No podemos comer en un momento como este —gruñe con molestia—. Es jueves. Mañana debemos estar en camino hacia Texas para rescatar a Peyton y lo único que tenemos es la ruta que usaremos. Cosa que yo descubrí porque ustedes solo se preocupan en no ahogarse mientras comen y en ser halagados por la comida —su vista pasa sobre los tres, que le miramos como si hubiese explicado un problema de matemáticas que nadie entendió porque no hablamos griego. Bufa—. Hay que tomarnos esto en serio porque de no hacerlo muchas cosas podrían salir mal.

Tras esa sentencia, Mar logra que por mi mente se crucen imágenes de un mundo apocalíptico donde mi madre es una parodia de Godzilla y nos mata con su aliento de fuego a mi hermano y a mí, y atrás de ella están mi padre, mirándonos con pena, y mi tío Emanuel, vestido con su uniforme de coronel, con aprobación y gusto.

Trago en seco. Atrás de mí oigo a Spencer hacer lo mismo, seguro imaginándose algo como lo mío. La única que parece no importarle el tema es Downes, que come más que gustosa su carne y un pedazo de la mía.

—Repite de nuevo eso de la ruta —dice Spencer, con voz temblorosa—. Por favor.

El pelinegro de cejas gruesas nos vuelve a enseñar todo, esta vez fijandonos en el Google Maps para entenderlo mejor. Nos señala cada cruce, cada parada y los kilómetros que cruzaremos entre una y la otra, y el tiempo que nos tomará. Mientras escucho todo (y voy comiendo al mismo tiempo, porque sino Downes me deja sin nada), mi cabeza solo piensa una cosa, que suelto apenas acabo de formularla:

—Un segundo, gente. No sé si sus ganas de deshacerse de mí y recuperar a Peyton sean más grandes que las mías, pero yo no pienso caminar un día y medio de Nueva York a Texas. Y menos estando en medio del vómito del océano Atlántico.

—¿A qué te refieres? —pregunta Mar y yo ruedo los ojos mirándolo con obviedad.

—¿Un auto? ¿Un avión? ¿Un yate privado? —propongo—. ¿En dónde demonios vamos a viajar?

—Peyton y tú tienen su auto aquí, ¿no? —Elle mira a Spencer, quien asiente chasqueando los dedos.

—¡Cierto! Eres un genio, Downes, siempre lo he dicho. Ahora solo tengo que... —la sonrisa en su rostro desaparece de golpe—. Mierda.

Mar casi que salta de la silla.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

El chico larguirucho se dejó caer en la cuarta silla de la mesa con un suspiro, mordiéndose el labio y mirándonos a todos con una mueca.

—Cuando le dijimos a nuestros padre sobre el viaje, él no quería dejarnos traer el auto —contó—. Dijo que no le agradaba la idea de que dos... bueno, de que nosotros dos estuviésemos conduciendo por las calles de la gran ciudad con su costosísimo auto sin ninguna autoridad responsable. Le insistimos tanto que al final accedió, pero con una condición, y era que debíamos pedirle permiso antes para que él le diera el visto bueno al señor Harris y que este nos diese las llaves del auto, pues él las tiene.

Tras finalizar, los cuatro nos miramos. En realidad, yo no tengo idea de por qué parece ser un tema de suma seriedad, de por qué Mar parece incómodo y Downes le coge la mano a Spencer en muestra de apoyo.

—¿Y? Sólo háblale a tu padre y dile que vas a una fiesta a Brooklyn o yo que sé —me encojo de hombros—. No lo veo tan difícil.

Mar en frente mío suelta una risa seca.

—Sí, la excusa perfecta para que te deje utilizar el auto es decirle que vas a una fiesta donde seguro, él pensará, hay alcohol, drogas y sabrá Dios qué otra cosa piensan los padres acerca de las fiestas. Buena esa, estúpida. Deberías estar apuntando, Spencer —desparrama sarcasmo.

Juro que estoy a punto de clavarle el tenedor que está en mi mano en toda su maldita frente, pero Elle parece captar mis intenciones, ya que me arrebata el arma letal de inmediato. Deja escapar un suspiro y observa a Spencer con una sonrisa de apoyo.

—Sólo llámalo y dile algo que creas que quiera escuchar.

—Y por nada del mundo menciones a Peyton —advierte Mar.

Spencer asiente, saca su teléfono y por alguna razón me mira a mí antes de marcar. Por alguna razón también, yo asiento mostrándole mi apoyo, y entonces él llama a su padre.

El silencio reina en la cocina salvo por el iPhone del chico, que repica en altavoz. Mar observa con atención, Elle con preocupación y yo con interés y curiosidad, porque se me hace extraño que toda la seguridad y confianza que caracteriza a Spencer parece haberse drenado de la nada y da la impresión de que quiere que el mundo se lo trague, en vez de él tragarse al mundo.

Oficina de Jonathan List, el señor List se encuentra ocupado en estos momentos. ¿En qué puedo ayudarle?

La voz de una mujer es la que habla y el rostro de Spencer se relaja notablemente, sonriendo.

—Hola, Karen —dice—. Soy Spencer.

¡Oh, tesoro! ¿Como estás? —exclama una voz dulce y melodiosa, como la de mi abuelita antes de que arruinara su fiesta número 90—. Me enteré de que tú y Peyton están de viaje a Nueva York. ¿Ya fueron al teatro? Espero que sí. Es de las mejores cosas que hay por allá. No como el famoso Times Square, que no es más que una lata de sardinas con pantallas luminosas. Pero, Dios, dirás que esta mujer habla mucho. ¿A qué se debe el milagro de que llames?

—Tranquila, Karen, sabes que me gusta oírte hablar. Es que yo... yo, ah... —Spencer se rasca una ceja y suspira con pesadez—. Necesito hablar con mi padre.

Hay un corto silencio en la otra línea antes de que la tal Karen vuelva a hablar.

Tesoro, ahora está un poco ocupado con unos papeles. Pero puedo darle tu recado, y ahora más tarde...

Spencer observa a Mar y este se toca el reloj con un dedo, algo que hasta yo puedo entender a la perfección: no hay tiempo para más tardes.

—Necesito hablar con él ahora, por favor.

Karem suspira.

Bueno, tesoro, ya te pasaré con él. Pero no digas que no te lo advertí, ¿Eh? —a pesar de su tono serio, se ríe—. Saludame a Peyton, ¿vale? ¡Hasta luego, tesoro!

Spencer se despide casi al instante en que otra voz, esta evidentemente de hombre, habla.

¿Qué es lo que quieres?

Mi nariz se arruga al escuchar el tono con el que le ha hablado a su hijo. ¿De verdad ha dicho eso? No suena para nada cálido y amigable, como debería sonar un padre. Me parece imposible no compararlo con mi papá, que si no fuese porque sabe que me confiscarían el teléfono una vez llegar al campamento (suponiendo que eso hubiese pasado), tendría una llamada diaria de él preguntando acerca de cómo dormí, que he hecho, si comí bien y si Estaban sigue siendo virgen (no sería la primera vez que lo pregunta). Y el padre de Spencer sólo le pregunta que qué quiere y de esa manera tan... seca.

El chico se toma unos segundos en responder. De nuevo me observa a mí. Se le nota que está un poco avergonzado de que una desconocida escuche el trato que le tiene su padre, pero yo no lo dejo pensar en eso porque alzo los pulgares y sonrío animadamente junto a Elle, dándole apoyo moral y silencioso. Yo no juzgo a nadie... excepto tal vez a Mar y a Kelia Harris, pero no se me antoja pensar en ellos ahora. 

Mi seña anima a Spencer.

—Hola, padre, yo estoy muy bien, ¿y tú?

Spencer —el hombre tras la línea suspira—. No tengo el tiempo ni las ganas de escucharte hablar tonterías, como la mayoría de la veces, así que ve al maldito grano.

Spencer muerde su labio.

—Pues bien —dice, su ánimo desapareciendo tan rápido como apareció—. Necesito usar el auto.

¿Para qué? 

—No lo sé, ¿para usarlo de condimento en la lasaña, estúpido ogro con esmoquin? —susurra Downes es mi oído y me tiene que cubrir la boca porque casi suelto una carcajada.

Mar nos observa con mala cara pero le ignoramos.

—Porque voy a una conferencia de cocina, en Brooklyn, mañana, y como vamos todos no queremos gastar tanto dinero en un taxi —me sorprende la facilidad con la que Spencer inventa esa excusa, en vista de lo nervioso que lucía antes de llamarlo. Ahora, más bien se ve molesto.

¿Te has asomado por la ventana, Spencer? ¡Nueva York es una maldita piscina ahora! No creo que usar el auto sea lo más oportuno. Lo único que vas a hacer es ensuciarlo con lodo.

Exagerado, pienso al mirar hacia el balcón. El agua ha drenado con más facilidad de la que pensaban los del noticiero tras la magnitud de la tormenta. Aun hay un poco de agua para alguien que va caminando, seguro que unas botas de lluvia no le servirían, pero los autos son otra cosa. Transitan de lo más felices de la vida por las calles, sin problema alguno.

—Pues, padre, si eso pasa no tienes de qué preocuparte porque estoy seguro de que en la piscina pública que es Nueva York también hay lavaderos de autos que por unos dólares lo dejarán como nuevo —dice Spencer. Ahora está caminando en círculos alrededor de la mesa, mareándonos a los tres—. Y padre, en serio, la conferencia es bastante importante. Necesito asistir. Por favor, sabes que necesito tu permiso para que me den las llaves. Importantes chef de la televisión estarán ahí. ¡El mismísimo Gordon Ramsay estará ahí! ¡Necesito ir! ¡Necesito ir! ¡Necesito ir!

Spencer emplea el mismo método que utilizo yo con él pero que a mí no me funciona: ser insufriblemente insistente. Y me sorprendo porque a él sí le resulta. No van ni diez "¡Necesito ir!" cuando el padre le grita que pare, harto y exasperado. ¡¿Pero por qué a él si le sale?!

El chico sonríe victorioso y me guiña un ojo.

—Gracias, padre —es lo que responde—. Te prometo que no le va a pasar nada al auto. Y si eso sucede, yo me encargaré. Pagaré cualquier daño.

Claro, de la tarjeta de débito que tiene tu nombre pero contiene mi dinero, ¿no es así? —suelta ese hombre. La sonrisa de Spencer vuelve a ocultarse.

—Hijo de... —Mar sostiene a Downes, que estaba dispuesta a levantarse y cogerle el teléfono a Spencer para soltarle algunas palabras no tan amistosas a su padre.

Pero Spencer puede controlarlo. Le cuesta, lo puedo ver en su mirada vacilante y un temblor nervioso que ha  aparecido en sus manos. Se aclara la garganta antes de hablar y trata de responder sin que su voz se desestabilice.

—Y por eso digo que nada va a pasarle al carro. Pero ya, padre, no quiero seguir interrumpiendo tu trabajo. Te agradecería que le enviaras el permiso al señor Harris lo antes posible, por favor.

Está bien.

Hay un corto pero súper incómodo silencio en la línea. Nadie cuelga y todos observamos expectantes a mi flaco y tembloroso amigo, que parece estar esperando algo, al igual que su padre.

—Y... ¿cómo está mamá? —pregunta.

Bien, igual de ocupada que yo, pero extrañándoles —deja salir un suspiro. Casi puedo imaginarlo en su silla giratoria de escritorio, en su oficina lujosa en el último piso de un prestigioso edicficio o algo así, pasándose una mano por su amargada y arrugada cara—. ¿Cómo está Peyton?

Es gracioso como tras mencionar a su hermana, Mar y él se sobresaltan como si alguien hubiese accionado la bocina de un camión en esta habitación en silencio. El chico de cejas de ardilla se pone a hacer ademanes histéricos y Spencer lo observa con la cara que usó yo muy seguido, esa de "no entiendo ni mierdas." Parecen dos payasos de circo haciendo una mímica, una mímica muy idiota. Incluso para mis niveles.

Están entrando en pánico, lo sé y me da risa, pero también sé que es un momento crítico, que nuestro plan podría irse por el retrete si Spencer dice algo que la embarre, así que cojo una de las cartas con las que jugué con Downes y le arrebató un lapicero que Mar mantiene sostenido en su oreja, y escribo lo más rápido que puedo una palabra para mostrarsela a Spencer, quien frunce el ceño un momento tratando de entender el jeroglífico que es mi letra, pero en cuanto lo hace, muerde su labio para no reír y me da una mirada de agradecimiento.

—Está cagando —responde a su padre—. Ayer comió algo en mal estado y créeme que no ha abandonado el baño desde entonces. Ni siquiera se metió con el teléfono, debes imaginarte la magnitud del problema. Te la pasaría, en serio, pero es que huele peor que un basurero de Nueva York. Ya está claro que el Channel N° 5 que usa no es tan efectivo...

—¡Por Dios, Spencer, no tienes que explicar eso! Con decirme que estaba en el baño era suficiente. Ya debo irme, pero por favor, te repito que trates de no destruir el auto.

—No lo haré. Adiós, dile a mamá que la quiero —y tras eso cuelga, mirándonos con una sonrisa—. ¡Victoria para el Rey Spencer! No estoy escuchando aplausos.

Elle y yo aplaudimos, mientras Mar se deja caer en la silla con un suspiro de alivio. Spencer hace reverencias exageradas y se ríe con nosotras, pero la sonrisa no le llega a los ojos, siendo algo que no me gusta para nada. Siento una molestia en el pecho, un coraje con su padre por haberlo tratado así. Siento que es injusto, porque Spencer podrá ser un tonto egocéntrico, un idiota insufrible, un estupido que se cree graciosísimo, pero es buena persona. Es extraño, porque nunca me han importado mucho las injusticias hacia personas que acabo de conocer, pero desde que tomé ese vuelo equivocado han pasado cosas que jamás me habían ocurrido antes, y supongo que esta es una de esas.

—Estás bien, ¿no? —le pregunto cuando vuelve a tomar asiento.

—Pues sí, ya estoy acostumbrado. Es alguien ocupado que vive en un constante estrés, a veces no tiene tiempo para atenderme.

—¿A veces? ¡Nunca tiene tiempo para ti! —exclama Downes—. Y como te habla... ¡Ugh, te juro que a veces me provoca buscar un hacha y abrirle el pecho para ver si tiene corazón ahí adentro!

—Oye, Jack Torance, cálmate. No hace falta ser tan cruda —digo, y observo a Spencer—. Tu padre parece ser un agradable sujeto.

—¿En serio?

—No. Eso es lo que diría si no fuese honesta y tuviese un tapón en la boca, pero como no es así tengo que decir que me parece alguien desagradable que no debería tratarte así.

—¡Eso! —Elle me señala—. ¡Es lo que trato de decir!

—No es tan desagradable como se oye. Es más tranquilo en casa, cuando no es acosado por el trabajo y...

—¡No lo defiendas! —Elle lo señala a él ahora.

Spencer alza las manos en son de paz, visiblemente cansado.

Downes está furiosa, se le nota a leguas, más porque su pie no ha dejado de cogerse al suelo desde que inició la llamada. No tengo curiosidad en saber la razón de su interés porque ya me la conozco: Spencer es su mejor amigo. Su hermano por decirlo de algún modo. Es obvio que va a velar por él, que se preocupa por él, que lo quiere defender.

Así soy yo con Esteban.

Quiero decir, mientras yo sea la que se meta con él no tiene nada de malo, pero que los dioses protejan al pobre idiota que se atreva a herirlo, porque me convertiría en una versión súper sayayin de Jack Torence de El Resplandor, haciendo llover hachazos por doquier.

—¿Que importa como sea el padre de Spencer? —habla Mar, nuevamente metido en su laptop—. El asunto ya está resuelto: tenemos el auto. Una parte muy importante del plan está lista, y ahora hay que ponernos en marcha con todo lo demás.

—Qué frío eres —Downes rueda los ojos—. A ti no necesito abrirte el pecho. Es obvio que corazón no tienes.

Mar la mira por encima de su laptop, con una sonrisa entre triste, misteriosa y sugestiva, que quiere decir más de lo que al final habla:

—Oh, sí que lo tengo.







N/A: Un capítulo bastante largo, comparado con lo que suelo escribir. Un poco más de 3000 palabras :0 Lo gracioso es que se supone que en las notas que tengo prescritas, este capitulo debió de ser mucho más largo, pero decidí cortarlo debido a lo extenso que resulta. Este y los siguientes son capítulos de transición, más que todo, que nos llevarán al desenlace o "acción" de la historia. Estoy emocionada, tengo el proceso pero no el final y hasta yo tengo curiosidad de saber cómo terminará: ¿Harán el intercambio? ¿Todo saldrá bien? ¿Cómo lo estarán pasando Esteban y Peyton en ese bendito campamento militar? ¿Les gustaría que escribiera un capítulo narrando desde el punto de vista de Esteban o prefieren dejarlo a la imaginación? Muchas cosas van a venir y espero que ustedes sigan siendo parte de esta aventura en la que nos vamos a embarcar <3

Se está volviendo algo cansón que me disculpe por mi ausencia, así que sólo voy a decir que gracias por estar aquí sin importar nada. Ustedes me motivan a pesar de todo lo que pasa en mi vida <3 Se les ama un montón.

Díganme qué opinan de la historia hasta ahora y qué esperan de ella.

Nos vemos luego luego, ¿vale? ¡Nunca dejen que nada las detenga de hacer lo que aman!

Se despide, xlexluthorx.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro