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6. Kelia Harris, domadora de palomas.

El fin de semana con estas personas desconocidas me fue muy bien... hasta que Kelia Harris apareció con su paloma asesina.

Pero eso vendrá luego. Por el momento les contaré cómo pasé mi sábado con Mar, Downes y Spencer List, mis nuevos compañeros de apartamento y cómplices para la incursión al campamento militar.

El viernes por la noche cenamos pasta hecha por nadie más ni nadie menos que... redoble de tambores...

Spencer, alias El Rey, List.

Sí, yo tampoco me creí que ese pobre chico que tiene más ego que carne en los huesos pudiera cocinar, pero cuando probé su pasta a la boloñesa fue como si Michael Jackson cantara Bad en mi boca.

Y algo si era seguro: no moriríamos de hambre durante el aislamiento por la tormenta.

En el noticiero decían que era la mayor tormenta que se había visto en años, pero no la más violenta, gracias a los dioses. Al parecer todo era más agua cayendo que otra cosa. No había inundaciones ni se reportaban damnificados, aunque no estaba recomendado salir a menos que quisieras sentirte como los extras en el Titanic. Por eso fue que no pise otro suelo más que el del apartamento y la verdad tampoco era como si me molestase mucho. En mi casa tampoco salía a menos que fuese verdaderamente necesario... o que mamá me amenazase con su chancla para que fuera a sacar la basura. Esteban y papá bromeaban diciendo que me parecía a un vampiro, y siendo honesta eso me halaga: tendría posibilidades de hacerme novia de Damon Salvatore.

Como lo amo.

Luego de cenar la pasta de los reyes ("No crean que son como yo. Esto más bien es como una comida de reyes para plebeyos. Una obra de caridad" había dicho Spencer), cada quién se fue a sus habitaciones, excepto Mar, que se quedó para investigar más sobre el campamento militar. Downes y yo nos fuimos a la habitación a la que ella me había arrastrado hacía unas horas. Me sentía satisfecha al tener la pancita llena, pero no podía irme a dormir a menos que me diera una ducha. Es una manía extraña mía, al tener en cuenta lo perezosa que soy, pero siempre tengo que bañarme antes dormir. Es ley en mi vida.

¿El problema?

—Mi ropa se la llevó Peyton —dije, como si no me hubiese dado cuenta hasta ese momento (en realidad).

Elle hizo una mueca de «Oh, eso es malo» no sarcástica.

—Pues si de algo estoy segura es que lo que más lleva la maleta de Peyton List es ropa —sonrió.

La miré un segundo y luego fui a revisar el equipaje de Peyton, que no era solo una maleta sino tres de diferentes tamaños. Recordé el apodo de Mar y me eché a reír. Estas eran las maletas de la familia de osos, y yo era Rizitos de Oro que llegaba para invadir propiedad privada.

—Veamos qué tiene Papá Oso —abrí la maleta más grande.

Downes me miró raro, pero al tiempo se echó a reír también, arrodillándose a mi lado.

Sep, como lo supusimos, la más grande estaba repleta hasta el tope de ropa perfectamente ordenada, planchada y de marca. En la mediana venían los zapatos y accesorios, y en la más pequeña estaban los cosméticos; cremas para el cabello, el rostro y el cuerpo, maquillaje de todo tipo y joyas con diamantes diminutos y delicados... y yo que con suerte tenía mi cremita a base de leche que compré una vez en la farmacia local (que se me estaba acabando) y mi pulserita trenzada que me regaló Esteban cuando se la encontró tirada en la calle.

—Estas son las armas de toda fashonista —dijo Elle, sacando un rizador de pestañas y lápiz labial rojo.

—Siempre odié estas mierdas —tomé el rizador de pestañas con el ceño fruncido—. Así me imaginaba esos instrumentos de tortura que utilizaban los del Capitolio para sacarle la lengua los abox.

—¡Yo también! —exclamó—. A ver, saca la lengua para probar si funciona.

—¿Por qué no lo haces tú? Recuerda quien tiene aquí el extirpa lenguas, mujer —la apunté con el rizador.

Levantó las manos como un ladrón que acaba de ser atrapado y un segundo después explotamos en carcajadas.

—Pero hablando en serio —dije cuando nos calmamos—. Necesito un pijama.

—Aquí tiene algunas —Elle sacó un conjunto de seda de shots y blusa de tirantes. Lo miré con incredulidad.

—¿Qué pensaba esa chica al traerse eso a Nueva York? ¡Morirá congelada!

—Ni tanto, tenemos calefacción, niña genio.

Ah, es cierto.

—Sí, pero, es muy fino para mi gusto —arrugué la nariz—. Además el rosa no es mi color.

—El mío tampoco —Downes arrojó el pijama de Peyton de vuelta a la maleta—. Si quieres puedo prestarte una de las mías, pero te advierto que son pantalones largos y camisetas grandes de mi hermano. Se las robé antes de que se mudara a Francia.

—¿Qué hace en Francia?

—Trabaja en la embajada como traductor de inglés y español —encoge los hombros—. ¿Las quieres o no?

—¿Los pantalones a cuadros y las camisetas tienen logos de Green Day? —sonreí.

—Y de FUN, y de Panic! At The Disco. ¿Cómo lo adivinaste?

—Eso es lo que hay en mi equipaje, amiga —guiñé un ojo.

No hace falta decir que también me dio ropa interior. Hasta ese punto ha llegado nuestra amistad de apenas un día... y ahora que me voy dando cuenta, es la primera vez a mis diecisiete años que llamo a una persona ajena a mi familia "amiga".

Que deprimente es mi vida.

Esa noche nos dormimos después de las doce. Con Downes fluía bien la conversación. Tenemos varias cosas en común, como usar pijamas que nos cubrieran toda y esa extraña obsesión por comer maníes untados en mantequilla de maní. Nos reímos de cualquier estupidez que dijimos (y fueron muchas) y cuando nos quedábamos en silencio de repente empezábamos a reír de nuevo. Mar entró en un momento gruñendo que lo dejáramos dormir, y Spencer intentó escabullirse en vano pues no lo dejamos. Luego de que se terminara por completo la maratón de The Big Bang Theory, quedamos rendidas, ambas en el suelo, con mantequilla de maní en nuestros dedos y bocas.

Al despertarme en la mañana siguiente Elle no estaba. Bostecé, y cuando iba a llevarme la mano a la boca me la quedé mirando con los ojos medio bizcos por el sueño y la confusión. «Me dio hambre así que voy a desayunar sin ti porque sigues roncando. Atte: Downes. ¡BAZINGA!» estaba escrito en la palma con rotulador negro.

Esta cree que yo soy una libreta.

Salí del cuarto rascándome el cabello. Agh, el sol me quema. ¿Huele a hotcakes? Me pica el trasero.

—¡Buenos días, nena! —Spencer me saludó desde la cocina—. ¡Luces tan hermosa y radiante como Jennifer Aniston!

—Parece el espantapájaros de Dorothy y el Mago de Oz —comentó Mar mirando su laptop.

Le saqué el dedo mientras me lanzaba a la silla al lado de Elle. Le mostré la palma de mi mano y ella asintió bajando la taza de café que bebía.

—Ah, sí, esa fui yo —informó.

—Lo supuse —miré hacia el ventanal. Estaba lloviendo, pero el sol brillaba más que yo, y eso es brillar mucho—. Qué extraño es el mundo, ¿no?

—¿Por qué lo dices? —inquirió Spencer, dándole una vuelta a un hotcake agitando la sartén.

Yo hago eso y es como poner de manera voluntaria el hotcake directamente en mi cara.

—Llueve con sol —señalé la ventana.

Mar rodó los ojos. —No, llueve sin nubes. El sol siempre está ahí, genio.

—Mmm —me llevé un dedo al mentón—. Me pregunto quién pidió tu opinión.

—¡BAZINGA! —exclamaron Elle y Spencer.

Mar sólo soltó un fastidiado suspiro y siguió mirando su laptop. Spencer trajo una buena torre de hotcakes perfectamente hechos, cubiertos con miel, y los dejó en el centro de la mesa. La boca se me hizo agua.

—Puedes comerlos, preciosa. Te doy permiso.

—Ni que lo necesitara —le quité un tenedor a Mar, clavé un hotcake y empecé a comerlo.

No estaban mejores que los de mi mamá, pero sabían rico.

Ay, mi mamá. Seguro debía estar preocupadísima. Pudo haberse mostrado molesta (nono, furiosa) el día en que nos puso ese horrendo castigo, pero en el fondo le da pesar que no estemos allá. Somos sus bebés, nunca hemos pasado un día lejos de ella y ahora que no nos verá en todo el verano... quiero pensar que es suficiente castigo para ella, pero me hace sentir mal. ¿Y cuando se entere que no puede llamarnos cada cinco minutos? Espero que como los padres de Spencer, aproveche el tiempo cogiendo con mi padre para olvidarse de eso...

Oh, Dios. ¡¡Imágenes!!

—¡Qué asco! —escupí el café que ni siquiera sabía que estaba bebiendo al piso.

—¿Qué dices? ¡Pero si el café me queda perfecto! —exclamó Spencer, ofendido.

—No, no es eso. Es que me acabo de imaginar a mis padres teniendo sexo.

Downes también escupió el café y casi se ahoga de la risa. Mar me miró peor de lo que antes lo hacía y Spencer sonrió de lado.

—¡Sabía que no era el único que hacía eso! —exclamó.

—Ustedes me enferman —Under the Sea se levantó y se fue a la sala.

Encogí mis hombros. Más hotcakes para mamá. A pesar de lo perturbador del comentario de Spencer, tenía hambre y los hotcakes me estaban llamando. Los escuchaba y todo.

—¿Estaban buenos? —preguntó Spencer.

Tragué el último pedazo y me lamí los dedos. —Demasiado.

—Como yo.

—Spencer, ¿tú mamá no te enseñó a no decir mentiras? —Elle rió.

—Oye, para tu información mi mami dice que soy per-fec-to —y chasqueó los dedos en cada sílaba.

Emití un sonidito sarcástico al mismo tiempo que Elle, pero no se escuchó porque en ese momento Spencer pareció tener una revelación del Todopoderoso y golpeó la mesa con los puños.

—¡¡Mamá!! —exclamó, y sacó su teléfono.

—¡Cuidado con lo que le dices, List! —Mar se levantó del sofá.

Ambos se miraron. Spencer con miedo, Mar con terror bien disimulado. Yo no entendí, pero creo que Downes sí, porque dijo:

—Deja que ella te llame, Spen. Si tú la llamas a ella va a sospechar. Tú nunca la llamas a menos que estés en un aprieto. Piénsalo, es obvio.

—Eso es... eso es cierto —volvió a sentarse, más calmado—. Pero, ¿qué le diré cuando pregunte por Peyton?

—Fácil —Mar caminó hasta la cocina—. Dile que dañó su iPhone.

—No es algo raro —Elle rodó los ojos.

Spencer seguía preocupado.

—¿Y si quiere hablar con ella?

—Dile que está cagando —comenté—. Siempre funciona.

Creo que con eso se tranquilizó, aunque tenía razones para estar alterado. Si su mamá era como la mía, si se enteraba de lo que sucedió no dudaría en venir hacia acá con o sin tormentas y colgarnos de las orejas a mi hermano y a mí. Leila Lips es taaan delicada...

Spencer dejó el iPhone en la mesa y no volvió a mirarlo más hasta unas horas más tarde. Para entonces Elle y yo nos habíamos echado en la sala, ella en el sofá y yo en la alfombra (a la que llamé Timothy Alastor IV), ambas revisando unos folletos del hotel que encontramos en una mesa al lado de la puerta.

—Tienen piscina bajo techo —dije—. Jamás he visto una piscina bajo techo. ¿Por qué la gente querría bañarse en una piscina bajo techo?

—Porque en Nueva York y con esta tormenta no tiene caso bañarse en una de afuera —Elle pasó una de las páginas—. Además, esta piscina bajo techo es calientita y tiene jacuzzi.

—Jamás he visto un jacuzzi.

—Tú nunca salías de tu cueva, ¿no? —soltó Mar. Y yo que ya me había olvidado de su presencia...

Rodé los ojos y lo miré mal.

—Para tu información, gorila con alto nivel intelectual, no es una cueva... Es mi habitación. Respeta.

Iba a responder, pero Spencer soltó un chillido de fangirl desde la cocina, y los tres nos giramos hacia él.

—¡Kelia dijo que está aquí! —exclamó desparramando emoción.

Vi como Downes y Mar se desinflaban con muecas de aburrimiento.

—¿Quién es Kelia?

—La verdadera razón por la que Spencer eligió este hotel y no el Plaza. —respondió Elle.

—¡Eso no es cierto! —el intenso color rojo en su cara lo desmintió de una vez—. ¡Vine aquí por su hospitalidad y excelente servicio!

—Y porque tienes una obsesión con la hija del gerente —añadió desinteresadamente Mar.

Spencer se puso tan rojo que pensé que era una reacción alérgica.

—Eso no es cierto...

Sonreí y me acerqué para picarle la mejilla con mi dedo. Es lo que hacía cada vez que Esteban se fijaba en una chica.

—Oh, el niño está enamoradito, ¿a que sí?

—¡No estoy enamorado! Kelia sólo me agrada.

—Las manchas rojas que aparecen en tu cara dicen «Miento más que el Gobierno»... en serio, creo que se te están formando letras. ¿Por qué no te sonrojas como una persona normal?

El chico guardó silencio, y a mí sorprendentemente me dio por dejar de molestarlo. No soy experta en leer los rostros de los demás ni en esas cosas del amor, pero Spencer no tenía pinta de querer ser molestado con el tema de Kelia, por lo que le di una última pellizcada en la mejilla y regresé a mi puesto en Timothy Alastor IV. Hoy no amanecí con ganas de molestar tanto.

A todo esto, no nos habíamos percatado de que Mar tecleaba muy rápido el teclado de su laptop.

—Hijo, relájate o vas a fracturarte los dedos —mascullé.

—Cierra la boca, mujer —contestó. Y fue el insulto más leve que me ha hecho en las veinticuatro horas que llevamos de conocernos, todo un logro—. Acabo de conseguir un mapa del recinto militar —dijo, la mar de contento—. No es completamente detallado, pero con esto nos hacemos una idea de dónde está cada cosa.

Fuera del gran descubrimiento que hizo, ¿vieron el chiste que acabo de hacer? "La mar de contento" ¿Entendieron? ¡Porque se llama Mar, y está la mar de contento! ¡JAJA! ¡Soy la mejor en eso de los juegos de palabras!

Ahora sí, puse mi mejor cara seria y junto con los dos otros chicos nos asomamos por los hombros de Mar (que está la mar de contento) para verlo. En efecto, se trababa del mapa del campamento, donde señalaban con símbolos como cabañitas o retretitos las zonas de dormitorios, los baños, la lavandería, el comedor y el campo de entrenamiento militar, así como la salida y entrada del lugar.

—Oye, eso nos facilita más las cosas —dijo Spencer a mi lado—. Nos servirá para orientarnos y saber dónde está cada cosa...

—Sí, creo que ese es el sentido de los mapas, Spencer —comentó Downes.

—Shhh, déjalo, seguro todavía anda tocado por el asunto de Kelia Harris —dije, y la reacción alérgica a la que llamé "Spencer ruborizándose" volvió a aparecer.

Mar nos mandó a callar otra vez, algo que Spencer de seguro agradeció por dentro. Ahora el chico cejas de ardilla observaba atentamente el mapa y murmuraba cosas sin sentido para mí pues tenía los nudillos de su mano casi metidos en la boca, como esa escultura que parece un tipo pensando... solo que Mar no daba la impresión de ser un tipo, sino más bien un mono.

Me aburrí de estar ahí sin entender nada y regresé a la suavidad de Timothy Alastor IV, cogiendo de nuevo un folleto. La foto de la piscina bajo techo estaba en la cara interior, y se veía tan bonita y tan acogedora que deseé estar allí.

—Oye, Downes, acompáñame a la piscina.

—¡Iré por los trajes de baño!

Me preguntaba quién carajos se traería traje de baño a Nueva York y luego como estúpida recordé que había piscina.

Mar desde el sofá me observó con el ceño fruncido.

—¿Qué? —parpadeé.

—Esto es algo importante, algo que te involucra a ti y a tu hermano gemelo ¿y tú prefieres irte a nadar en la piscina?

—Piénsalo, Mar. ¿Dónde te molesto menos? ¿Aquí o en la piscina, diez pisos abajo?

—Ella tiene un punto —dijo Spencer.

Mar terminó asintiendo.

—Okay, vete.

—Iba a hacerlo con o sin tu permiso, Under the Sea.

Para cuando él iba a responder, Downes regresó con dos trajes de baño de cuerpo completo.

—Tienes suerte de que siempre lleve dos conjuntos de ropa de baño, ¿eh? —dijo, entregándome uno—. Andando.

Juntas caminamos hacia la puerta. Yo la abrí sin saber lo que me esperaría tras ella...Que inocente era. Como sea, fui atacada por una pelota gris que... ¿tenía un pico? ¿Desde cuándo las pelotas tenían picos?

No tuve tiempo de darle muchas vueltas al asunto, pues caí de espaldas, tratando de sacarme encima esa bestia gris, justo cuando una figura apareció por la puerta y emitió un chillido.

—¡Dios, lo lamento! ¡Filipo, ven acá!

La bestia de plumas grises voló hacia ella con un «ruu» y la figura, que resultó ser una chica blanca y de cabello castaño oscuro, con brillantes ojos azules, la tomó entre sus brazos y acarició su cabeza. Era una paloma. Lo que me había atacado era una paloma. Una maldita paloma. Llamada Filipo. 

—Lo lamento, en serio —dijo la chica, con voz suave—. Él no es así, mi padre me deja meterlo al hotel porque no molesta a nadie y no deja popó en la alfombra. No entiendo lo que ha pasado, perdón.

No sé qué fue lo que me desagradó más: si la manera en la que acariciaba esa alimaña, como si fuese un maldito conejo adorable, o que dijo "popó" en vez de mierda.

—Las palomas y yo no nos llevamos. Fin.

—No entiendo cómo, si son adorables —la chica sonrió.

—Sí, pero yo no así que las detesto y ellas a mí.

Ella soltó una risita que me recordó a las de Blancanieves.

—Que graciosa eres —entonces se enfocó en los demás—. ¡Hola, chicos! Spencer, ¿cómo estás?

Me giré hacia él, y vi que tenía una sonrisa de idiota enamorado, saludando lentamente con la mano sin decir palabra. Me había dado cuenta yo solita cuando Elle susurró:

—Ella es Kelia Harris.

Y fin del relato. Ahora volvamos al presente. Y gracias a los dioses, porque que cansado es narrar en pasado... ¡Soy la diosa de las rimas, carajo!

Miro a Kelia Harris de arriba abajo, sin disimular ni nada. Parece una chica buena: linda sonrisa, lindos ojos, lindos ojos y lindo cabello. Todo bonito, todo perfecto... aunque a mí ya me cae mal. Y sospecho que no sólo es porque su paloma casi me saca los ojos. Las personas que dicen ser adorables y perfectos me desagradan...

Excepto Mabel. Ella es adorable y perfecta.

—Bien, ¿qué hacían? —dice, al ver que nos quedamos callados—. ¿Dónde está Peyton?

—Eh... —Spencer se congela.

—La confundimos —habla Downes—. Bueno, más bien fue Spencer. Ella está...

Se calla, pues Mar le ha dado un codazo. Hasta yo entiendo que se le fue un poquito la lengua. Kelia frunce el ceño, pero no deja de sonreír (¿será que no se le cansan las mejillas?). Está a punto de preguntar, pero su paloma me está poniendo de nervios, por lo que tomo la muñeca de Elle, rodeo a Kelia procurando no tocarla a ella ni a su rata con alas, y me dirijo hacia la puerta.

—Como sea, nos vamos a la piscina. Adiós.

—¡Adiós! Por cierto, ¿cómo te llamas? Yo soy Kelia Harris.

—Sí, sí, un gusto, linda —cierro la puerta.

Elle se ríe por mi acto y juntas bajamos a la piscina bajo techo, yo feliz por haber dejado a esa repugnantemente adorable chica atrás, preguntándome qué ácido con los colores del arco iris le ha caído a Spencer en los ojos para fijarse en ella.  

N/A: Sé que en el cast Kelia Harris aparece con el cabello rosa, pero no, aquí está con el cabello castaño :3 

HOLA MIS NIÑAS HIJAS DE DIOS. Hoy les traigo un nuevo y suckulento capítulo de esta suckulenta historia, que espero les haya gustado. Los capítulos serán largos porque... no sé, me están saliendo largos. ¿Pero así es mejor, no? (Y no lo malpiensen, cochinas). 

Esto llega aquí, porque me tengo que ir a estudiar. ¡Deseenme suerte, nenas! Las jamón con queso :3

Se despide, xlexluthorx.

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