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10. Me perdí en Nueva York.

Miro hacia todos lados tratando de encontrar su cabellera súper bien peinada con gel, o su caminar todo recto, digno, divo y potro, o su chaqueta gris de diseñador de París. Pero no consigo nada. No veo Spencer por ningún lado.

Y yo estoy aquí, en medio de una ciudad extremadamente grande, de la cual no conozco nada. ¿Cómo decía esa canción, la del Empire State? Que Nueva York es la jungla de concreto (cosa que ya sé), que todos mis sueños se van a hacer realidad (bueno, mi sueño ahora mismo es encontrar a Spencer), y que las calles me harán sentir como nueva (¡pues yo me siento literalmente perdida!). Sé que decía más cosas en el rap, pero si les soy sincera no recuerdo más nada que el coro, y a medias.

Aunque eso ni tiene nada que ver. Joder, una  canción no va a revelar en su letra un maldito mapa de regreso al hotel.

De repente se me ilumina el foco: ¡mi teléfono, claro que sí! ¡Una llamada a Spencer para que regrese por mí y todo estará solucionado! Es que soy una genio, sólo tengo que sacar mi aparato ya casi en sus últimos momentos de vida de mi bolsillo y...

Me detengo al recordar un par de cosas: 1) no tengo el número de Spencer agendado y 2) ¡ni siquiera traje mi teléfono! ¡¡VOY A MORIR AQUÍ!!

Empiezo a entrar en pánico. Las bolsas que llevo se me hacen mucho más pesadas que antes y siento que me ahogo en medio de tanta gente. ¡¿Por qué demonios tengo que ser tan estúpida?! Trato de encontrar un claro en la calle, sólo para respirar un poco y mirar alrededor a ver si logro ubicarme, al fin y al cabo ni siquiera caminamos tanto. O bueno, eso me pareció a mí. A lo mejor andamos por casi media hora y yo ni pendiente. En mi mente, veo a Estaban burlándose de mí al llamarme Miss Despi, y a Mar diciendo te lo dije.

Porque, mierda, sí me lo dijo.

Genial, también tendré que darle la razón a ese idiota. Es que esto va de bien a mejor.

Obligo a mi cabeza a pensar en otras alternativas. ¿Preguntarle a alguien la dirección del hotel? Serviría, de no ser porque tampoco recuerdo el nombre del hotel. ¿Seguir caminando a lo random hasta 1) encontrar el hotel, o 2) que mi cadáver sea hayado a la semana en estado de putrefacción debajo de un puente? Tentador, pero no quiero arriesgarme.

Recuerdo que mi madre nos había dicho de pequeños que si alguna vez nos perdíamos, debíamos quedarnos en ese mismo lugar hasta que alguien conocido nos encontrara. Pero perdóname, madre, porque ahora de grande no creo que eso aplique en una ciudad tan grande, donde si Spencer no me consigue dentro de algunas horas, va a anochecer y tarde o temprano esto quedará solitario y estaré propensa a que me rapten y vendan mis órganos al mercado negro. Me he visto Home Alone 2 muchas veces y aún tengo traumas con el conductor del taxi que detuvo Kevin para huir de los ladrones, ¡no quiero encontrarme con gente así!

—¡Ay, maldita sea!

Dejo salir un grito agudo cuando alguien pone su mano en mi hombro. Me giro con rapidez y suelto un suspiro de alivio cuando veo la cara de alguien conocido. Es el Jack Sparrow de la otra calle, que me sonríe con algo de vergüenza.

—Perdón, no quise asustarte. Pero lucias bastante nerviosa y perdida y pensé que a lo mejor necesitabas ayuda —responde velozmente—. ¿La necesitas? Porque sino entonces son solo suposiciones mías y te dejaría tranquila...

Me quedo un segundo mirándolo antes de responder. Algo en él me parece distinto, como que no encaja, pero a los segundos caigo en cuenta, como una estúpida, de que ya no lleva la peluca de rastas ni la bandana, cosa que ya no lo hace parecer tan Jack Sparrow.

—Vale, no tienes ningún problema —dice tras interpretar mi silencio—. Lo lamento, yo ya me...

—¡No supongas cosas, claro que necesito ayuda! ¡Por tu culpa me perdí! —le reté, dándole un empujón.

Doy consejos para socializar con gente nueva, más información a mi número interno.

El chico, que debajo de todo ese maquillaje no debía de tener menos de veinte años, me mira con las cejas fruncidas. No parece molesto, sólo confundido (y un poco asustado), sobándose el pecho, donde le empujé.

—¿Qué? ¿Por qué es mi culpa?

—Si no hubiese sido por ti y tu estúpido baile con la banda, no habría perdido a mi amigo. Y sin mi amigo no puedo volver al hotel. Y si no vuelvo al hotel, no podremos hacer el intercambio. Y si no hacemos el intercambio, mi madre se va a enterar de todo. Y si ella se entera de todo, aquí se va a armar la tercera guerra mundial, ¿me entiendes? ¡¡Con Godzilla!!

Hablo tan rápida e histéricamente que no me sorprende la cara de susto que tiene el sujeto. Estoy esperando que murmure un adiós y se vaya corriendo, pero no lo hace. En vez de eso, forma una nerviosa pero genuina sonrisa.

—¿Godzilla? —inquiere dudoso.

—Mi madre puede ser peor que todos los monstruos catastróficos que hayas visto en cualquier película de ciencia ficción —aseguro.

—¿Peor que Rodan?

—Mucho peor.

—Pues... yo puedo ayudarte a buscar a tu amigo, o al hotel. Lo que pase primero —dice con simpleza—. Dame el nombre del hotel. ¿Está en la gran manzana? Porque si es así, conozco casi todos.

Suspiro. —En realidad no me acuerdo de cómo se llama. Pero sé que estaba cerca de Central Park. ¡De hecho, tenía Central Park en el nombre!

—Uff, pues de esos hay muchos. ¿De cuántas estrellas es? Si los clasificamos según eso, daremos con él mucho más rápido.

Le miro como si me hubiese hablado en chino. —Pues, no lo sé, supongo que cuatro o cinco. Es bastante lujoso y su gerente es un maldito trepador cazafortunas.

—AKA Central Park —responde automáticamente—. Y su gerente es Gerald Harris.

Parpadeo un par de veces, impresionada. Eso es rapidez. Qué Google ni qué carajos.

—Si, eso creo. Oye, ¿y tú como sabes eso? —intento cruzarme de brazos pero las bolsas llenas de comida me lo impiden.

—Trabajé allí hasta que me despidió por "recortes de personal" —hace comillas—. Si me dejas opinar, es un tacaño que prefiere bajar la calidad del servicio del hotel que pagarle a sus empleados o comprar artículos que verdaderamente valen la pena, cobrando las mismas tarifas altas.

Si me caía bien al momento en que me hizo bailar, ahora soy capaz de construirle un trono.

—Eso mismo opino yo, amigo.

—Soy Hasan, por cierto. ¿Cómo te llamas tú?

—_____ —respondo haciendo una mueca. Las bolsas me están dejando marcas en las manos.

Hasan se da cuenta de esto y se ofrece a llevar las bolsas por mí. Quizás hacer esto con un tipo que apenas conozco es probable que termine escupiendo en mi cara y huyendo con la comida, pero recordemos 1) yo no tiendo a pensar con lógica y 2) que hace unos minutos él había hecho eso cuando me sacó a bailar, y al terminar me había entregado las bolsas en mis propias manos. Así que sí, voy a confiar en él. En parte por eso y en otra porque estoy hasta la madre de cargar esas bolsas.

Así empezamos a caminar rumbo al hotel. Es una suerte que este tipo se me haya acercado, porque el hotel sí queda bastante alejado del mercado. En la calle no dejo de mirar a todos lados, esperando a ver a Spencer, pero la multitud de personas me bloquea la visión más allá de un metro.

—Joder, acaba de haber una tormenta, el agua ni siquiera drena bien todavía. ¡Y tengo los pies empapados! —exclamo, medio frustrada—. ¿Acaso a la gente no le afecta esto?

Hasan a mi lado encoge los hombros. —Algunos simplemente no podemos detenernos. La mayoría de nosotros, en realidad —dice mirando a su alrededor.

Yo hago lo mismo. Más abajo los altos edificios y las tiendas con luminosos avisos y promociones de descuento, hay varios vendedores de calle, como personas que cantan o hacen alguna exhibición, tal como Hasan. ¿Cuánto ganan esas personas diario? Probablemente lo esencial para avastecerse uno o dos días.

—Juzgando por tu cara, intuyo que te acabas de dar cuenta de que Nueva York en realidad no es una sola ciudad. Son dos. Y lo maravilloso y triste al mismo tiempo es que ambas conviven en el mismo sitio —Hasan señala disimuladamente a un hombre sin hogar que está recolectando en una botella de plástico agua que cae de una teja del techo. A su lado acaba de pasar un tipo que parece un ejecutivo, bebiendo agua con gas y sabor a limón. Hago una mueca—. Bienvenida.

—Soy una idiota por pensar de esa forma —digo, seriamente apenada, cosa que no pasa mucho porque yo carezco de vergüenza alguna... o eso pensaba—. Hay gente que depende de lo que consigue diariamente.

—Tranquila, es normal. Las personas jóvenes como tú, que han tenido lo necesario desde que nacieron, no son capaces de notar a simple vista lo que esté debajo de ellos. Y ojo, que dije "a simple vista", porque si que son capaces de verlo y hacer algo al respecto. ¿Los ricos, en cambio? La mayoría, especialmente los que nacieron en cunas de oro, esos sí que no miran hacia abajo ni para limpiar sus zapatos, porque tienen gente que hace eso por ellos. Normalmente, nosotros. ¿Pero sabes qué? No nos importa. Somos felices así. Sólo... mira —abre sus manos que aún sostienen las bolsas y gira, mostrando de nuevo la ciudad.

Le hago caso y miro otra vez a los vendedores ambulantes, que con sonrisas grandes y optimistas anuncian sus productos o servicios. Un limpiador de zapatos que le cuenta un chiste al señor al que atiende y este se ríe más que el guasón con gas de la risa. Vuelvo a ver a los de la banda de tambores, que divierten a la gente con un ritmo latino que invita a bailar. Incluso el señor que cogía agua del techo está moviendo los pies al son de los tambores.

—Lucen felices —comento.

—Y es que lo somos —responde Hasan, con una sonrisa que me contagia—. Hay días difíciles, no te voy a mentir. Pero gente como nosotros sabe apreciar cada maldita cosa que le da la vida. Hasta la más pequeña. Nos reímos hasta del chiste más malo, porque no nos gusta reprimir la alegría. Dime la verdad, _____, ¿tú has visto a un rico feliz?

Lo pienso, y recuerdo a Spencer, diciéndome lo alejado que estaba su padre de ellos tras recibir el cargo máximo de su compañía. Más dinero, menos felicidad. Así es la cosa.

—No una verdadera —digo al final.

—Exacto, porque no es felicidad. Fingen estarlo pero en realidad son o muy miserables, o muy imbéciles, o muy avaros para admitir que el dinero, las joyas y los autos lujosos no les llena el alma —Hasan vuelve a alzar los hombros, como si en realidad no le importara mucho el tema—. ¿Ese Gerald Harris? No es rico, pero le encanta aparentar que lo es. Si supieras cómo trata a sus empleados. Él es... despreciable, de verdad.

—Pues si los trata de la misma manera en la que me mira, entonces debe ser como tu dices —arrugo la nariz—. Es un imbécil, ¿sabes? Siempre trata de exprimirle tanto dinero como puede a mi amigo.

—Es que le encanta el dinero... Oye, ¿sabes guardar un secreto?

—¿La verdad? No, pero ahora que me dijiste eso estás obligado a contarme porque soy una chismosa de mierda, así que habla y depende de lo que sea veré cuanto esfuerzo pongo en callármelo.

Hasan suelta una fuerte carcajada.

—Me alegra que seas honesta —me mira unos segundos, como que dudando, y al final alza los hombros—.  ¡Que más da! Te cuento, pero si llegas de decirlo, tú no sabes de donde lo escuchaste, ¿listo?

—Listo —asiento como un militar.

El chico que —si mis estereotipos no me están traicionando pues se ve, habla y tiene nombre de uno— es árabe, se acerca un poco más hacia mí. En otra ocasión le hubiera metido un empujón de la puta madre por invadir mi espacio personal. Solo Spencer es capaz de hacer eso sin recibir un golpe. ¡Pero hey! ¡Va a contarme un chisme y yo no puedo con la tentasión!

—Cuando trabajaba ahí, algunos empleados veteranos decían que tenía negocios turbios con unas personas del lado oscuro.

—Eso suena muy a Star Wars.

—Sí, pero no hablo de ese lado oscuro. Sino el de la ciudad. Nueva York. Venta y tráfico de drogas, lavado de dinero, estafas y robos. Obviamente eso es solo un rumor, porque nada está confirmado, pero viniendo de ese tipo, te digo que nada me extraña. Es de esas personas que vendería a su hija por un par de millones.

—Miento si digo que no tiene cara de hacer algo así, porque la tiene —confieso—. Pero tranca palanca, no voy a decir nada a menos que vea algo sospechoso. Aunque sería genial atraparlo con las manos en la masa, ¿no?

Hasan asiente. Ambos nos detenemos una calle antes de llegar al hotel. Desde aquí lo vemos, no debe estar a más de treinta pasos... pero ninguno de los dos se mueve.

—¿Quieres que te acompañe hasta allá? —pregunta, pero niego de golpe.

—No quiero que ese sujeto te vea y te diga algo. Tengo ese presentimiento de que tú le caes tan bien como yo, y mira que yo no le caigo nadita bien.

—Pues no te equivocas. Me odiaba. Creo que en realidad me despidió porque era de esos pocos que no caía en sus manipulaciones de mierda.

—Ah, pues mira cuantas cosas tenemos en común tú y yo, compañero —suelo, y ambos reímos. Nos quedamos callados un momento, hasta que yo le observo—. Oye, me has enseñado más cosas de Nueva York de lo que podría conseguir en uno de esos estúpidos folletos para turistas del hotel.

—Eso me halaga, en serio. ¿Es tu primera vez en Nueva York?

—Sip, aunque en realidad no tenía la intención de venir aquí en primer lugar. Pero ya que estamos, me habría gustado conocer Central Park o ir al Zoológico. Tengo curiosidad por descubrir si de verdad se parece al de las películas de Madagascar.

—Pues más o menos —Hasan se ríe—. Si quieres yo...

Pero se interrumpe por algo. O más bien, lo interrumpen, porque alguien se aclaró la garganta sonoramente. Ambos alzamos la vista y nos encontramos con nadie más ni nadie menos que Spencer List.

—¡Spencer, hijo de tu santísima madre! —grito, lanzándome a sus brazos. En realidad planeaba pegarle pero mi cuerpo reaccionó de otra manera y terminé abrazándolo—. ¡Joder, me hiciste vivir un deja-vú! ¡¡Pensé que iba a morir en la ciudad!!

Mi larguirucho amigo sonríe. Intenta abrazarme pero no puede porque todavía tiene las bolsas de comida en sus manos.

—No te vayas a ofender, nena, te lo imploro —advierte—. Pero acabo de darme cuenta hace unos segundos. Pasé todo el camino hablando de que íbamos a callarle la boca a Mar, y justo antes de entrar al hotel me doy cuenta de que nadie ha dicho algo despectivo en su contra en ningún momento. Me doy la vuelta y ¡boom! No te veo. Toca mi corazón. Anda, sin miedo.

Hago lo que él dice y me sorprendo al sentir lo rápido que late. Le miro con diversión.

—Late más rápido de lo que Sheldon toca la puerta de Peggy.

—¡Lo sé! —chilla, riendo—. No sabes el alivio que sentí al verte a punto de cruzar la calle. En serio, casi me echo a llorar de pensar que soy pésimo cuidando de mis rubias.

—Eres pésimo, eso nadie lo pone en duda —digo y luego me acuerdo de algo—. ¡Tuve ayuda para llegar aquí! Hasan, camina hasta acá, hombre. No tengas miedo.

Hasan obedece y avanza hacia nosotros a pasos tímitdos. Yo le quito las bolsas de comida luego de agradecerle.

—Spencer, él es Hasan, y viceversa. Me da pereza presentarlos bien. Spencer, este chico de aquí me ayudó a volver. De no ser por él, te juro que amanezco muerta.

Spencer analiza a Hasan de arriba abajo. —Perdona que te lo diga pero ¿por qué estás vestido de pirata y maquillado como una ramera?

Por el contrario a lo que pensé, Hasan no se enoja por el comentario, sino que se ríe. Este chico no se ofende con nada.

—Soy el Jack Sparrow de las calles de Nueva York, es un gusto —informa, girando su cara feliz hacia mí—. Como te decía, si quieres conocer más de Nueva York, sabes donde conseguirme, y estaré encantado de enseñarte todo de la ciudad.

—Lo tendré en cuenta... claro, si es que vuelvo a venir algún día.

—¿Te vas pronto?

—Mañana mismo —suspiro con desánimo.

—Es una pena, de verdad me caíste bien. Pero igualmente, si llegas a venir un día tú solo pregunta en esta zona por Hasan Malik.

—Es un hecho —los dos chocamos los puños.

Hasan se despide de Spencer y de mí con una blanca sonrisa, cruza la calle y desaparece entre la multitud de gente. Le miro hacerlo con un puchero en los labios. De verdad me había caído bien, se comportó increíble conmigo y me dio un par de cachetadas mentales sobre mi manera de ver al mundo. Todo en una puta hora. Es una pena que probablemente no vuelva a verlo en mi vida.

—¡Tierra llamando a _____! —Spencer chasquea los dedos en mi cara.

Parpadeo y le miro mal. —¿Qué te pasa?

—¿A mí o a ti? —comenta, dando una vuelta rumbo al hotel—. ¿Hay algo que quieras contarle al Rey Spencer, nena? Porque me estoy poniendo celoso. No soporto que mires a otros chicos cuando yo estoy a tu lado, me quema la sangre.

Ruedo los ojos ante su dramática manera de hablar.

—No seas estúpido, Spencer. ¿Que demonios estás insinuando?

—Que te gustó. Lo sé, se te vió en la cara. Y a él también le gustaste. Lo de él lo entiendo pero, ¿tú qué le viste? ¿La cara sucia?

Mi cabeza se gira casi que igual a la de la niña esta del Exorcista.

—No tiene la cara sucia, sólo estaba maquillado. Y no me gustó ni viceversa. Ambos nos caímos bien y ya. Cómo tú y yo.

—Já, ojalá hubiera sido así. En ese caso no estaría tan celoso.

Vuelvo a darle un empujón, que le saca una risa.

—¡Que ya dejes de decir estupideces, dije! —trato de sonar molesta, pero no me sale. Durante el tiempo que llevo aquí, he descubierto que enojarme con Spencer es casi imposible—. Pero ya cambiemos el tema de Hasan, y alegrémonos de que mi pequeño extravío en Nueva York no fue para tanto y que no vamos a darle la razón a Mar.

—Eso es cierto. Lo segundo que pensé luego de haberte perdido fue que tenía que darle la razón. ¡Hubiera sido una pesadilla, nena, te lo juro!

Asiento dándole toda la razón.

Entramos al hotel y vamos directamente a dejar las botas donde el señor Harris, quien las recibe no muy gustoso de no habernos estafado. Me dedica una mirada nada amigable, pero yo sólo le observo con ojos analíticos, como si estos pudieran detectar alguna ilegalidad en él sólo con verlo. Si antes este sujeto me daba mal presentimiento, ahora me da mala vibra, mal augurio, mala hostia, malo todo.

Subimos con las bolsas hasta el apartamento. Cuando entramos, Mar alza sus gruesas cejas, sorprendido. Ambos le sonreímos hipócritamente y dejamos todo en la cocina. Spencer se pone a trabajar de una vez para no perder tiempo y, para sorpresa de todos, accede a que le ayude. Así que de esa forma pasamos el resto de la tarde: él y yo preparando la comida para mañana, Mar terminando algunas cosas del plan y Elle... ella ya iba por la segunda temporada de Gossip Girl. Un ¡hurra! por ella.

Cuando la noche cae y terminamos todo, Elle y yo preparamos nuestras mochilas para el viaje. Es una suerte que esta tipa tenga dos de cada cosa: dos cepillos de dientes, dos paquetes de toallas sanitarias, dos pares de brasiers. Ojalá tuviese dos Brendon Urie también.

—¿Sabes algo? —comenta ella.

—Este es el momento en que te pones cursi, ¿cierto? —sonrío.

—Cierra esa boca y escucha, idiota... —rueda los ojos con diversión, pero luego me mira, sonriente pero seria a la vez—. Me vas a hacer una falta horrible. Me he divertido más contigo estos días que con Peyton toda una maldita vida.

—Ella no te cae tan bien como Spencer, ¿cierto? —curioseo. Es una cosa que vengo pensando desde hace un rato, pero no se lo había preguntado hasta ahora.

—No conoces a Peyton List, _____. Sólo la soportan Spencer y Mar. De hecho, a veces pienso que es solo Mar. No quiero decir que sea una mala persona pero... ¡joder, es irritante! Tú ya viste cómo era su papel en Jessie, ¿cierto? Pues es lo mismo pero mucho peor. Me compadezco de tu hermano, tener que lidiar con ella en ese lugar debe estarle haciendo las cosas muy difíciles —suspira—. Pero también lo envidio, porque tú te vas a ir con él y Peyton va a regresar.

—Si quieres puedes quedarte conmigo en el campamento militar, yo no tengo ningún problema...

Ella se echa a reír, negando.

—Aunque quiera, creo que los del campamento sospecharían que tienen a una chica de más en sus tropas. Eso sin hablar de que jamás dejaría a Spencer solo con Mar y Peyton. ¡Terminaría arrojándose por el balcón!

—Bueno, eso queda descartado. Pero aún podemos vernos luego de que las vacaciones terminen, ¿no? Ambas vivimos en Los Ángeles, podremos vernos seguido.

—Si... tienes razón —Elle sonríe un poco—. ¿Sería exceso de diabetes que te abrace ahora mismo?

—Oh, lo sería, pero yo asumo el riesgo. ¡Ven aquí, idiota!

Elle ríe, dándome un abrazo por sobre las mochilas que estábamos arreglando. Nos quedamos un rato así, supongo que al final las dos necesitamos este abrazo entre ambas. A Elle le huele el cabello a coco. Dulce, como lo es ella. Obviamente no le voy a decir eso, porque seguro me dice que deje el lesbianismo, pero es un dato que atesoraré en mi mente para recordarla por si no volvemos a hablar luego de esto. Aunque no lo creo, ella y Spencer son de esas amistades inesperadas que terminan durando para toda la vida. Como Sheldon y Peggy, o Rachell con todo el equipo F.R.I.E.N.D.S.

Y Mar... él está bien, gracias.

Terminamos de alistar las mochilas mientras yo le cuento la nueva amistad que conseguí hoy. Elle también pensó que nos gustamos, pero le mandé a comer mierda, alegando que tanto Spencer como ella estaban locos de remate. De lo único que no le hablé fue de ese secreto que me confesó Hasan sobre el padre de la perfecta Kelia Harris. No tenía pruebas y entendía que era un peligro si el rumor se regaba, y Elle para regar un rumor es peor que yo. Y mira que yo soy bien mala guardando secretos.

Pero esa espinita me quedó en la cabeza. ¿Qué pasaba si el rumor llegaba a ser cierto? Ese idiota de Harris estaría en la cárcel y este hotel quedaría en manos de alguien más digno, que no se dedicara a mentirle a los huéspedes solo para sacarles plata. Deseé poder haber tenido un poco más de tiempo para poder investigar, pero eso no iba a ser posible, porque mañana saldríamos a realizar el plan. A más tardar el sábado estaría haciendo sentadillas y lagartijas por montón, con un incomodo traje militar, extrañando mis pijamadas con Elle, mi baile con Hasan, la comida, las miradas y los comentarios pervertidos de Spencer...

Joder, hasta a Mar lo extrañaría. Así de jodida estoy.

N/A: Otro capitulito bastante largo pero esencial de cierta manera. Descubrimos varias cositas y conocemos un nuevo personaje, ¡el lindo nene Hasan! (Su rostro en multimedia). Igualmente, no se encariñen tanto con él porque no creo que aparezca más de tres veces en todo el libro, lo que es una pena porque de verdad me cayó bien.

Pero hablemos de lo que ocurrió hoy: ¿qué tal les pareció la nueva amistad de Miss Despi? ¿De las cosas que se enteró hoy? ¿Será cierto eso del señor Harris? ¿Elle no soporta a Peyton? ¿Qué pasará con la amistad de estos chicos luego de que el plan se haya realizado? ¡Debemos esperar para descubrirlo!

Déjenme su opinión sobre el capítulo en sus comentarios, ¡los estoy leyendo todos!

Se acerca el desenlace de la historia, niñas. Se viene lo verdaderamente bueno, jijijijijjiji.

Las quiero mucho, ¿eh? Cuídense y nos vemos en la próxima.

Se despide, xlexluthorx.

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