꧁Cap. 22꧂
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Habian pasado varios días desde que Katsuki no había regresado de su viaje y Uraraka se pasaba todo el día sentada en un gran ventanal en el corredor de la fortaleza que daba directo a los establo al pie de la montaña donde seguramente, el rey pasaría en su regreso esperándolo a cada momento.
Uraraka estaba atenta de la llegada de Katsuki y solamente desviaba un momento la mirada para volver a su lectura o simplemente para atender asuntos oficiales hasta el regreso del rey, ya que, como reina del Nirvana, ella está a cargo hasta la llegada de Katsuki a la fortaleza.
A veces Tsuyu le hacía compañia en aquel espacio comenzando a relatar ciertas historias guardadas en su memoria haciéndola reír con sus comentarios directos y sinceros.
Otras veces, Tenya llegaba e igual que Tsuyu, le hacía compañía platicandole del rumbo que llevaba su relación con Mei pidiéndole algún consejos para enamorarla, ya que, cómo mujer, sabía de esas cosas más que un hombre.
También Kirishima se pasiaba cerca de ella, contándole algunos chismes que su novia le contaba haciendola reír especialmente por las historias que contaba cuando Kaminari usaba de más su poder y quedaba medio tonto por ello.
Incluso Kaminari la visitaba de vez en cuando e incluso, era una compañía agradable cuando no se la pasaba coqueteando todo el tiempo, incluso le trajo un libro extraño y realmente pesado que contenía todas las historias y leyendas que el Nirvana había presenciado a través de lo milenios diciéndole que era un regalo especial del rey, cosa que la hizo más felíz que nunca.
Era su lectura de todas las tardes, después de leer cientos de libro más. Se llenaba de conocimiento para gobernar el Nirvana con sabiduría y lealtad a su pueblo.
Pero, aún con aquella compañía, se sentía incompleta al no tener al rey a su lado. Odiaba admitirlo pero se había vuelto un poco dependiente a él, se sentía incompleta al no escuchar su voz y sentir su cariño, se sentía sola al no tenerlo cerca haciéndole compañía y proclamando amor eterno a cada momento con sus acciones y palabras, incluso a veces cantaba la canción que Kyoka había compuesto para ella con tal de sentirlo cerca un poco impaciente de tenerlo devuelta a su lado.
"Por favor, Katsuki... Vuelve pronto a mi lado"
(...)
Era medio día en el Nirvana de los mares y Eliseo cabalgaba por un sendero que llevaba al bosque de Luna llevando a su señor al lugar donde comenzaría su búsqueda para encontrar lo necesario para el collar de su reina, empezando por las joyas que lo compondrían. Y nadie sabe más de joyas, piedras preciosas y cristales que la jefa de la tribu de las hadas, Mina Ashido.
Finalmente, después de casi dos días de viaje desde el santuario de la Madre hacia el bosque de Luna, llegó a la cueva donde las hadas residían en el interior de la tierra media.
Katsuki bajó de su unicornio y le dio permiso a Eliseo para que explorará el área en busca de agua y comida.
Eliseo desapareció antes de que Katsuki lo repitiera dejando al rey en la entrada de la cueva de las hadas.
No perdió mucho tiempo antes de comenzar a descender al interior de la tierra, pero al dar la vuelta en uno de los pasadizos de aquel lugar, sintió como algo se aferró fuertemente a su cintura y al bajar la vista, encontró a Eri rodeando con sus pequeños brazos la cintura del rey ya que por su tamaño y comprensión, era más pequeña que él.
Katsuki se sorprendió a verla de nuevo pero no pudo evitar soltar una risa por lo bajo al ver como el cariño que Eri le tenía desde pequeño ni había desaparecido.
—Me extrañaste ¿verdad, Eri?— dijo Katsuki revolviendo suavemente los cabellos celeste de la niña haciendo que ella levantara la vista levemente y asistiera despació y con timidez.
—Veo que ya puedes metamorfasearte en algo más humano que una hada aunque ese lindo cuerno tuyo nunca se va ir de ti— dijo Katsuki dándole un pequeño golpe con sus dedos al cuerno de la niña haciendo que ella se sonrojara y escondida nuevamente su rostro en la cintura del rubio.
—¿Como esta Kota?
—É-Él... Esta... B-Bien— dijo la niña con algo de pena mientras su mejillas nuevamente se teñían de rojo.
—Si aparezco ante él después de tanto tiempo que no lo he visitado, estoy seguro que ese bastardo me va a dar un golpe en mi hombría por haberlo abandonado tanto tiempo— sonrió Katsuki con gracia al recordar que ese mocoso tenía una actitud muy similar al de él.
—Él... También te extraña, Kats— dijo Eri levantando la vista usando aquel apodo que ella y Kota le habían puesto cuando el rey era un niño ya que ambos, aún lo son.
El crecimiento de cada criatura en el Nirvana eran totalmente distintos a los humanos o otras especies. Kota era un hechicero y lo hechizeros alcanzan la madurez a los 100 años y mueren a los 300; Eri era un hada, su madurez llegaba a los 300 años y apenas llegaba a los 100 y podía vivir por tiempo indefinido al menos hasta ser herida o morir de alguna manera. En cuanto a Katsuki, por ser mitad humano, su crecimiento era igual a la de aquella raza pero, al llegar a su madurez que era a los 32 años, permanecería en esa edad hasta llegar a los 1000 años ya que, al ser mitad dragón, vivira lo mismo que uno y, al ser un dragón alfa, probablemente, vivira el doble de aquella cantidad rondando así la cantidad de 2000 años de vida fácilmente. Una eternidad necesaria para asegurar la vida en el Nirvana.
A veces Katsuki pensaba que no soportaría ver a su reina morir estando el aún vivo y tener que pasar el resto de su vida sin la dulce compañía de su esposa y reina, era algo que lo mortificaba en las noche fría y solitarias.
"Las vida de un humano es realmente frágil ante la de un dragón"
—¿Qué... estas haciendo aquí, Kats?— preguntó sin despegarse del agarre que tenía en la cintura del rey.
—Vengo a buscar a Mina. Necesitó hablar con ella de algo muy importante, ¿sabes donde está, Eri?— la niña asintió mientras deshacía su agarre para comenzar a guiar al rey por los pasillos de su hogar al interior de la cueva donde se encontraba Mina.
Katsuki observo las distintas piedras y cristales multicolor que resaltaba por las paredes de aquel extraño mundo dominado por hadas. Mientras más entraba en la cueva, la presencia de más hadas se hacían presente, algunas sorprendidas por la presencia del rey del Nirvana en aquel lugar y otras mostrándose ante él con el mayor respeto posible.
Finamente, Eri dijo que estaba al otro lado de esa pared pero, antes de invocar la puerta se acercó a Katsuki y murmuró con timidez y vergüenza:
—Vas... Vas a volver a visitarme... ¿Verdad, Kats?— Katsuki no pudo evitar sonreír y acariciar con algo de brusquedad la cabeza de la niña mientras decía con una sonrisa altanera y llena de soberbia:
—Se que en este lugar hace falta mi presencia para ponerle orden a estas idiotas así que no te preocupes, yo y mi reina te vendremos a visitar cuando menos lo espere— vio como Eri le brillaron los ojos y salió corriendo completamente felíz mientras le gritaba y desaparecía "¡Te esperaré, Kats!"
Katsuki vió con una sonrisa como la niña desapareció entre los pasillos. Como extrañaba convivir con su amiga de la infancia.
Pero, una tos falsa lo trajo a la realidad y viendo la sonrisa eternecida de Mina mientras lo observaba con un brillo de dulzura en sus ojos, volvió a su usual rostro enfadado y imprenetable mientras oía una risa por parte de Mina y decía con cierta ternura en su voz:
—Veo que los años no han pasado cuando se tratan de aquellos dos niños, ¿verdad, Kats?— Katsuki puso los ojos en blanco ante las burlas de Mina y ella juró que en cualquier momento el rey sacaría su espada para matarla, así que tomando la desición más sabía para mantener su cabeza en su lugar, preguntó el motivo de su visita a este lado del Nirvana ya que no era usual verlo por aquí -más por la presencia de la pelirosa que por otra cosa-.
—Necesito que me muestres todas las gemas extrañas y unisuales que tienes en tu poder, AHORA— ordenó Katsuki con voz demandante y firme. No tenía tiempo para rodeos si quería casarse con su reina lo más pronto posible.
Mina quedó un poco impactada por el tosco y extraño mandato que su rey le pedía pero, incapaz de negar una orden del mismísimo dragón alfa del Nirvana, lo guió a través de los pasillo brillantes de joyas naturales y gemas hasta una puerta que apareció mágicamente cuando el ama pronunció un pequeño conjuro, entrando junto Katsuki a una habitación llena de gemas y piedras extrañas al igual que exóticas catalogadas por nombre y origen de su existencia.
—Toma la que gustes. Pero ten cuidado con algunas, contienen maldiciones poderosas que sería capaz de corromper hasta el alma más puro con sólo tocarlas.
—Yo no busco cosas así. En realidad... quiero una para mi reina— murmuró Katsuki lo ultimo mientras un leve tono rosa pintaba sus mejillas por decir aquello.
—¿Para tu reina? Entonces debo saber para qué para poder ayudarte, Katsuki— se cruzó de brazos la pelirosa observando como Katsuki murmuraba maldiciones y temblaba levemente por la combinación de enojo y vergüenza.
—Quiero... ¡Quiero casarme con ella, ¿está bien?! Y estoy en busca de gemas lo suficientemente hermosas e inusuales para ser portadas por Ochako como símbolo de reina y esposa del rey— Mina escuchó atenta y sonriendo con cariño se adentró al interior de la habitación para sacar una pequeña caja escondida en la pared para traersela al rey y colocarsela en las manos.
Katsuki la miró y luego a la caja para después proceder a abrirla encontrando tres fragmentos de una piedra extraña color rojo siendo dos de ellos más pequeños que su meñique y uno un poco más grande que su pulgar, ¿Qué era eso?
—¿Qué demonios es esto, Mina?— preguntó el rey señalando las piedras en la caja mientras la miraba con su usual ceño fruncido observando de mala manera a la hada esperando una explicación.
Mina sólo soltó una pequeña risa mientras colocaba su manos en su cintura y presedia a decir en modo e narradora experta:
—Esas piedras, mi querido rey, son los fragmentos de una verdadera piedra filosofal creada por un antiguo alquimista olvidado antes de ser destruida y escondida en fragmentos por la Unión hace más de 500 años y no hay que ser un genio para deducir cuál es su función aparte de convertir la materia en oro. Estas piedras, ya que, están en fragmentos y no tiene el poder suficiente para otorgarle la inmortalidad a alguien, pueden otorgarle a la reina la suficiente vida para prosperar contigo y morir tan sólo unas pocas décadas antes de que tú cumplas los 2000 años. Y sabes que significa eso, ¿Katsuki?
—Pasare el resto de mi vida a su lado— Katsuki no lo podía creer. Podría pasar el resto de sus días con su reina hasta que finalmente el momento de su muerte le llegue a ambos un poco más próxima a uno que al otro.
Mina vio el brillo especial del rey a pensar en esa posibilidad y cerrando la caja en sus manos dijo que ella esperaba a alguien digno de poseer un gran regalo como ese y, entonces, al ver el amor que él le tiene a su reina que algún día sería separado por la muerte y él rey le tocaría vivir largos años la ausencia de su esposa, esperaba que esto alargara su gozo mucho tiempo más para así disfrutar el amor de Uraraka durante la mayor parte de su larga vida como ella esperaba que sucediera.
Kastuki no lo dijo en voz alta pero, agradecía aquel pequeño obsequio más de lo que realmente demostraba y saliendo de la cueva sin antes darle de despedir a Eri despeinado su cabello mientras ella reía cual infante que era, llamo a Eliseo con un silbido y el rápidamente apareció antes él para poder llevar a su señor al siguiente lugar que se lo pidiese.
—¡Kats, Kats!— gritó Eri viendo como se acercaba a él casi corriendo para detenerlo antes que partiera —Ten— dijo con sus mejillas rojas mientras le entregaba un pequeño bolsa de cuero que él rey resivio extrañado.
—Es para que lleves la caja con más comodidad, Kats— Katsuki miró la bolsa y sonrió de lado antes de revolver sus cabellos como siempre lo hacía haciendo reír a Eri por sus toques.
—Pequeña mocosa...— murmuro Katsuki mientras se alejaba y guardaba la caja en ella y se la colcaba en el cuello de su caballo —Gracias, Eri y cuidate— dijo el rey antes de emprender su marcha a los Campos Eliseo... el lugar de nacimiento de su corcel.
Había escuchado de Mina un dato bastante interesante para su búsqueda. Así que dirigiéndose a aquel lugar, pasó todo el día y la mitad de la noche antes de llegar a los Campos Eliseo y justo en el momento en que piso el pasto del lugar más hermoso del Nirvana de los mares, la voz de Ibara apareció tras suyo encontrandola con una tranquila sonrisa mientras se inclinaba y daba respeto a su rey diciendo:
—Larga vida al rey del Nirvana, legítimo soberano nuestro y líder por derecho nato— Katsuki aún se sorpredia como Ibara, Momo y Tsuyu aún parecían darle alguna clase de respeto cuando lo veían recordando que los demás sólo lo hacían con sarcasmo.
—¿Qué necesita de vuestra humilde servidora, rey mío?
—Mina me informó que tu tienes en tú poder capullos que al abrirse muestran los ópalos más hermosas que existen en el Nirvana. Te exijo que me las muestres, Ibara— ella sólo asintió ante la exigencia y guiando al rey atra vez de los campos cubiertos por el brillo de luciérnagas y flores que parecían reaplandecer con su propia luz a pesar de la tinieblas de la noche, la driada la guió hacia un extraño plado bañado en la luz de luna donde hermosos capullos que parecían reflactar la luz del astro de la noche en hermosos tonos multicolor sobre su superficie blanca haciéndole pensar al rey que tan bellos serían aquellas piedras para su reina.
Vio como Ibara se acuclillo y murmurando un conjuro en la lengua que sólo una flor podía entender, todas y cada una abrieron sus petalos mostrando los ópalos más hermosos que había visto nunca. Podía pensar que incluso parecían mágicos con aquellos brillos hermosos que se reflejaban en su superficie perfectamente pulida.
—Pero...— la voz de Ibara lo regreso a la realidad haciendo que gruñera y la voltear a a ver cruzandose de brazos esperamos que prosiguiera —Solamente podeis llevarte tres de ellas. Lo lamento, mi señor, pero son demasiados escasas como para permitires a usted llevarse todas vuestras flores ópalo. El ópalo en su interior son las semillas de la flor y no puedo permitir que llevase toda vuestra reserva de esta década, rey mío— Katsuki estaba apunto de reclamar que como rey del Nirvana todo en ella le pertenecía y no se le podía negar absolutamente nada a él, pero, Ibara habló cuando estaba a punto de hablar con una sonrisa calma y una mirada gentil en sus ojos.
—Pero, hay hermosas perlas rosadas que se escondeis en el fondo del Mar Afrodita. Esas irian bien con los opaló y por lo que he escuchado de lady Tsuyu... es el color favorito de la reina— Ibara suspiro aliviada cuando él aceptó sus términos al escuchar aquella información y le dió tres de las tan codiciados ópalos para comenzar su viaje hasta el Mar Afrodita. No podría soportar una confrontación con el rey.
Vió al rey partir ante la luz de un nuevo amanecer mientras ella se convertía en lo que siempre fue y será. Una hermosa enredadera colgante en la cima de un gran sauce blanco custodiando su pequeña porción de su mundo... su pequeña porción del nada de su hogar.
Mientras tanto, el rey tardó al menos tres días antes de llegar al Mar Afrodita. No podía negar que estaba agotado, nunca había hecho un recorrido más largo sin casi nada de comer o dormir pero, su reino lo valía. Pedirle matrimonio lo antes posible es un anhelo que definitivamente cumplirá aunque tenga que pelear con el mismo Dios por ello.
Finalmente las arenas blancas acarisiron sus botas mientras caminaba con paso firme al borde de la playa, plantandose con firmeza en medio de las suaves olas que golpeaba esperando que alguna sirena viniera en su respuesta ya que ese era el modo para llamar a una sirena en el Mar Afrodita.
Las sirenas al igual que los peces, pueden determinar la especie o el lugar donde estaba localizada alguna cosa sólo por las ondas que emiten hacia el agua y como Yaoyorozu le había explicado cuando era niño, sus hondas suelen ser más agresivas y sonoras que las demás. Así que cualquiera en el mundo subacuático se daría cuenta de quien se trataba con simplemente rozar sus dedos en el agua así que espero un rato antes que una sirena aparecía al llamado del rey que por casualidad fue la segunda al mando de Yaoyorozu, Jirou.
—¿No cree que es un poco templano por la mañana para venir a molestarnos con su presencia, "mi señor"?— dijo Jirou con una sonrisa sarcástica haciendo rabiar al rey por su comentario.
—¡Si tanto quieres volver a dormir entre los malditos corales, nadie te lo está impidiendo, estúpida! Yo sólo vengo a hablar con Yaoyorozu y no contigo.
—Pues lamento decirte que Yaoyorozu fue a hablar con Todoroki sobre el incremento de barcos en la costa. Así que quieras o no, tendrás que tratar conmigo, Katsuki— Katsuki soltó un gruñido bestial de advertencia hacia Jirou quien entendió de inmediato que él rey no estaba de humor para ser molestado. El cansancio y la falta de sueño eran recursos clave para el desastre inminente en el rey del Nirvana ya que su instinto está activado más de lo normal y si no tenía cuidado podría despertar al dragón de Katsuki y hacer un desastre monumental por su descuido.
Así que tomando una bocanada de aire para calmarse del susto que aquel gruñido le había causado dijo sin poder encarar aún la vista en los ojos del rey:
—¿Qué... Qué es lo que necesitas, Katsuki?— Katsuki igualmente suspiro tratando de calmarse. No era momento de armar un escándalo y menos por una estupida sirena como Jirou.
—Necesita todas las perlas rosas que tengas en tu poder, las necesito— Jirou alzó una ceja incrédula por lo que le había dicho Katsuki, ¿Para qué quería perlas rosas?
—Sabes muy bien que esas perlas, son las más escasas y raras que se encuentran no sólo en el Nirvana sino en los océanos. Sólo una de cada cien mil conchas es una perla rosada, así que necesito saber para qué las quieres antes de dartelas.
—Eso no es de tu incumbencia, Jirou. Ahora te ordenó que me las des porque las necesitó.
—Son para la reina, ¿no es así?— las palabras de Jirou fueron un golpe certero hacía el orgullo del rey quien se quedó callado y comenzó a murmurar maldiciones y modos de matar a la sirena haciendolo parecer que fueron los humanos.
—No es de tu imcumbencia— dijo más suave de los que pensó mientras se cruzaba de brazos y apartaba la vista hacía la sonrisa pícara de la sirena.
—Bien, te las daré. Hubieras empezado con eso desde el principio. Ahora regresó, espera ahí— dijo la pelimorada antes de sumergirse en las profundidades del mar dejando al rey sólo esperando su regreso.
Después de un par de minutos, Katsuki se impasiento y cuando estaba apunto de asencarse al agua y sacar a la sirena a golpes, Jirou emergió frente a él y con una extraña sonrisa, le entregó una bolsa de tela donde se encontraban la perlas rosas.
—Espero que sea suficiente para lo que sea que quieras hacer. Son 46 en total, espero que sirvan— no espero respuesta o agradecimiento por parte de Katsuki -ya que nunca tendría uno y sería estúpido esperar uno- pero, antes de sumergirse de vuelta a las profundidades de su hogar, la voz áspera del rey la detuvo.
—¿Donde puede encontrar más gemas dignas para ser de mi reina?— Jirou sonrió y volteandose hacia Katsuki, le dijo en un tono casi entretenido.
—Si quieres más gemas raras pues, Todoroki tiene cientos. Recuerda que la tribu de los elfos es incluso más rica que la de los dragones. Si quieres encontrar una gema extraña, pues ahí las encontrarás— dijo la sirena antes de desaparecer en el agua dejando a Katsuki un sentimiento ambiguo en su interior.
Finalmente volvió a la costa con intenciones de emprender marcha hacia el Palacio de las Montañas de Cadaveres de Hielo pero, antes que pudiera dar un paso más, un repentino mareo llegó a su cabeza haciendo que se balanceada con intenciones de caer siendo detenido por Eliseo que, al verlo, no dudó ni un instante en venir a ayudar colocando su hocico cerca de él para que se sostenga mientras el respiraba con algo de agitación ante aquello.
Hace tanto que nunca le había pasado eso, nunca se había execido más de los límites por una persona, para hacerla feliz o detener su partida y antes que se diera cuenta, calló bruscamente a la arena mientras su caballo se movía y relinchaba inquieto y preocupado por la estado de su señor mientras Katsuki perdía el conocimiento recordandole en la luna, la sonrisa de alguie quien trataba de superar, la misma persona quien había excedido más de sus límites por ella... Para encontrarla.
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