Episodio 6 : "La Primera Navidad en Hogwarts"
Los meses pasaron en Hogwarts, y llegó la época navideña. El castillo, cubierto de nieve, brillaba con una belleza especial. Las decoraciones festivas adornaban cada rincón: guirnaldas, luces encantadas y grandes árboles de Navidad decoraban el Gran Comedor y las salas comunes de cada casa. Izuku se despertó temprano la mañana de Navidad, con la emoción de ver los regalos que había recibido.
Se apresuró a bajar las escaleras de la torre de Gryffindor y entró en la cálida sala común, iluminada por el fuego de la chimenea. En el centro, bajo un árbol encantado que chisporroteaba con pequeñas luces doradas, había un montón de regalos envueltos en papel colorido. Sus ojos se iluminaron mientras se acercaba, buscando entre los paquetes. Al encontrar uno con su nombre, lo levantó y lo examinó. La etiqueta decía: "De parte de Enji Todoroki".
Izuku lo miró con sorpresa. No esperaba nada de Enji, pero con curiosidad abrió el paquete. Dentro, había un viejo juego de mesa que parecía bastante usado. Las esquinas de la caja estaban desgastadas y el tablero mostraba marcas de años de uso. Junto al juego, había una nota escrita en una letra firme y algo tosca:
"Este juego solía ser el favorito de Shoto cuando era más joven. No es nada especial, pero espero que te entretenga durante las vacaciones. Quizá encuentres algo de valor en lo simple. —Enji Todoroki"
Izuku sostuvo la nota por un momento, sonriendo con gratitud. No era un regalo ostentoso, pero para él, tenía un significado más profundo. Saber que Enji había tomado el tiempo para enviarle algo relacionado con su hijo, y compartir un pequeño pedazo de la infancia de Shoto, lo hacía especial.
Pensó en Shoto y cómo debió haber sido su niñez. Aunque sabía de la dura relación que tenía con su padre, este gesto sencillo parecía un pequeño intento de conexión. Izuku decidió que más tarde lo llevaría a la sala común para jugar con sus amigos, uniendo su nueva vida en Hogwarts con el pasado de Shoto.
Con una sonrisa, colocó el juego junto a sus otros regalos y se preparó para pasar el día disfrutando de su primera Navidad en Hogwarts, rodeado de la calidez de sus amigos y la magia del castillo.
Izuku se apresuró a salir de la sala común de Gryffindor, aún sosteniendo la nota que había recibido de Enji Todoroki, mientras su mente seguía procesando el inesperado regalo. Mientras bajaba corriendo las escaleras, el aroma de la comida navideña ya comenzaba a llenar los pasillos, y su estómago rugió en respuesta.
Al entrar al Gran Comedor, la vista lo dejó sin aliento. Las enormes mesas de las cuatro casas estaban adornadas con manteles rojos y dorados, y los grandes candelabros que colgaban del techo brillaban más que nunca. Los encantamientos que mantenían el techo del Gran Comedor reflejando el clima exterior mostraban un cielo despejado y cubierto de estrellas, mientras la nieve caía suavemente sobre los árboles de Navidad encantados.
Izuku rápidamente divisó a sus amigos, Ethan y Noah, ya sentados en la mesa de Gryffindor, riendo y conversando mientras se servían grandes porciones de pasteles y tartas navideñas. Ethan alzó la mano al verlo llegar.
"¡Izuku, por aquí!" gritó, haciéndole señas con entusiasmo.
Izuku se apresuró a unirse a ellos, sintiendo el calor de la amistad y la celebración en el aire. Se sentó entre sus amigos, quienes de inmediato le preguntaron sobre los regalos que había recibido.
"¿Qué te dieron?" preguntó Noah, con la boca llena de pastel de calabaza.
Izuku sonrió y puso el juego de mesa sobre la mesa de Gryffindor. "Es de parte de Enji Todoroki. Es un viejo juego de mesa que solía jugar Shoto cuando era pequeño".
Ethan arqueó una ceja, sorprendido. "¿En serio? Eso es... bastante interesante viniendo de él".
Noah asintió, intentando recordar si alguna vez había escuchado algo sobre Enji siendo sentimental. "Suena a que está intentando hacer algo significativo. ¿Has hablado con Shoto sobre esto?"
"No, pero creo que lo haré después", respondió Izuku, sintiendo la calidez del ambiente y las festividades a su alrededor.
Con la sonrisa aún en su rostro, se sirvió un plato de tostadas, huevos y salchichas, mientras se preparaba para disfrutar del resto del día, rodeado por la magia de Hogwarts y sus amigos
Después de un delicioso desayuno, Izuku, Ethan y Noah se pusieron de pie, sintiéndose llenos de energía y emoción. La idea de pasar el día en la cabaña de Hagrid, el querido guardabosques de Hogwarts, les parecía perfecta para disfrutar de la Navidad.
Mientras caminaban por los senderos nevados que llevaban a la cabaña, el aire frío y fresco llenaba sus pulmones. El paisaje estaba cubierto de una suave capa de nieve, y cada paso que daban dejaba una huella detrás de ellos. Los árboles estaban adornados con escarcha, y el sol brillaba débilmente a través de las nubes, creando un ambiente mágico.
Al llegar a la cabaña de Hagrid, el trío notó el gran humo que salía de la chimenea, lo que indicaba que había un fuego acogedor ardiendo en el interior. Izuku golpeó la puerta con entusiasmo. “¡Hagrid! ¡Estamos aquí!” gritó, su voz resonando en la tranquila mañana.
La puerta se abrió de golpe, revelando a Hagrid con una sonrisa amplia, su barba larga y desordenada cubierta de nieve. “¡Hola, muchachos! ¡Feliz Navidad!” exclamó, invitándolos a entrar. “¡Tengo algunas sorpresas preparadas para ustedes!”
Dentro de la cabaña, el ambiente era cálido y acogedor. Un gran árbol de Navidad decorado con luces brillantes y ornamentos colgaba en una esquina, y una mesa estaba llena de dulces y comidas caseras. Hagrid había preparado un gran festín con pavos, pasteles y, por supuesto, su famosa cerveza de mantequilla.
“¡Esto se ve increíble, Hagrid!” dijo Noah, mirando la mesa con los ojos brillantes.
“¡Gracias! He estado cocinando un poco,” respondió Hagrid, rascándose la cabeza con timidez. “Quería que tuviéramos una buena celebración.”
Izuku y sus amigos se sentaron alrededor de la mesa, disfrutando de la comida mientras conversaban sobre las vacaciones y compartían historias divertidas. Hagrid les contaba anécdotas sobre las criaturas mágicas que cuidaba, como el fénix que había criado recientemente y las travesuras de los hipogrifos.
Después de comer, Hagrid llevó a los chicos afuera para mostrarles algo especial. “¡Vengan, les tengo una sorpresa!” Los tres amigos lo siguieron emocionados.
Al salir, Hagrid les mostró una pequeña área cercada donde tenía varios animales mágicos, incluyendo un pequeño grupo de criaturas que parecían una mezcla entre un conejo y un dragón. “Son crías de un nuevo tipo de dragón que he estado cuidando,” explicó Hagrid con orgullo. “¿Quieren acariciarlos?”
Los ojos de Izuku brillaron de emoción. “¡Sí!” gritó, corriendo hacia las criaturas. Con cuidado, empezó a acariciar a uno de ellos, sintiendo la calidez de su piel y la suavidad de su pelaje. “Son increíbles, Hagrid.”
Ethan y Noah también se unieron, riendo y disfrutando del momento. Pasaron la tarde jugando con los animales, riendo y creando recuerdos que atesorarían para siempre. La combinación de la calidez de la cabaña, la amistad y la magia de Hogwarts hizo de esa Navidad una experiencia inolvidable.
Después de disfrutar de la mañana en la cabaña de Hagrid, Izuku, Ethan y Noah decidieron que era hora de practicar un poco de magia defensiva. Los tres se dirigieron a la Sala de los Menesteres, un lugar mágico que siempre se adapta a las necesidades de quien lo encuentra. Al llegar, Ethan comentó con entusiasmo: "¿Qué tal si practicamos con un escenario diferente? Algo más... épico. ¡Algo como en la luna!"
Noah e Izuku intercambiaron miradas curiosas, y antes de que pudieran responder, la sala comenzó a cambiar. Las paredes se desvanecieron, el techo se alzó infinitamente y, de repente, se encontraron de pie en un paisaje completamente diferente. La sala había creado una versión detallada de la superficie lunar: cráteres enormes, una tenue luz de un sol distante y una gravedad ligeramente diferente.
“¡Esto es increíble!” exclamó Noah, levantando los pies ligeramente del suelo y sintiendo la diferencia en la gravedad. “Se siente como si pudiéramos saltar más alto.”
Izuku sonrió, impresionado por la habilidad de la sala. “Es perfecto para entrenar. Aquí podemos mejorar nuestros reflejos y hechizos en un entorno completamente distinto.”
Los muñecos de entrenamiento también se habían adaptado al nuevo ambiente, flotando ligeramente en el aire, moviéndose como si estuvieran en gravedad cero. Cada uno de ellos llevaba una armadura que parecía más resistente, como si la sala los hubiera reforzado para el reto.
Los tres comenzaron a practicar, lanzando hechizos como Stupefy, Expelliarmus, y Protego contra los muñecos. El entorno lunar los desafiaba a moverse con más cuidado, adaptándose a la gravedad reducida y la falta de aire. Pero, a medida que avanzaba el entrenamiento, todos comenzaron a sentirse más cómodos.
Izuku, siempre observador, notó que los muñecos parecían reaccionar de manera más agresiva a medida que mejoraban sus hechizos. “Creo que la sala está aumentando la dificultad a medida que mejoramos,” comentó mientras bloqueaba un hechizo con un movimiento rápido de su varita. “Esto va a ser más interesante de lo que pensaba.”
Después de una intensa ronda de hechizos defensivos, los tres amigos tomaron un descanso, flotando ligeramente en el paisaje lunar, admirando lo impresionante que era la magia de la Sala de los Menesteres.
“Definitivamente vamos a volver aquí,” dijo Ethan, riendo mientras hacía una pequeña pirueta en el aire, disfrutando del entorno.
“Sí,” coincidió Izuku, mirando alrededor. “Esto es justo lo que necesitamos para mejorar nuestras habilidades. Además, no creo que haya un lugar más único para practicar.”
Los tres amigos rieron mientras disfrutaban del momento, sabiendo que estaban cada vez más listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara en Hogwarts.
Después de su emocionante sesión de práctica en la Sala de los Menesteres, Izuku, Ethan y Noah regresaron a la sala común de Gryffindor, llenos de energía y risas. Al entrar, Izuku notó que la chimenea crepitaba cálidamente y que el ambiente estaba adornado con luces parpadeantes que resaltaban la decoración hogareña del lugar.
Mientras sus amigos se acomodaban en un sofá, Izuku se dirigió a su rincón habitual y, de repente, un brillo capturó su atención. Allí, en la mesa de café, había un último regalo envuelto con un papel que relucía con un aura mágica. Se acercó, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad.
Al quitar el envoltorio, sus ojos se abrieron de par en par al descubrir una hermosa capa de invisibilidad. El tejido era suave al tacto, con un brillo sutil que parecía cambiar de color dependiendo de cómo la miraras. Al darse cuenta de lo que era, un pensamiento pasó por su mente: ¡la capa de invisibilidad, una de las legendarias Reliquias de la Muerte!
Junto a la capa había una nota. Izuku la tomó con manos temblorosas y leyó en voz alta:
"Querido Izuku,
*Sé que a veces la vida en Hogwarts puede ser complicada y desafiante. Esta capa es una herramienta que te permitirá moverte con sigilo y explorar sin ser visto. Úsala sabiamente y recuerda que siempre puedes contar con tus amigos. Estoy seguro de que harás grandes cosas en Hogwarts.
Con amistad,
Harry Potter."
Izuku sonrió, sintiendo una oleada de gratitud hacia Harry. La capa no solo era un objeto de gran valor, sino que también representaba la confianza que Harry tenía en él.
“¡Wow, Izuku! ¡Eso es increíble!” exclamó Noah, acercándose para ver mejor la capa. “¡La capa de invisibilidad! Es como un sueño hecho realidad.”
Ethan también mostró su entusiasmo, mientras admiraba el regalo. “¡Debemos probarla! Imagínate las aventuras que podríamos tener con eso.”
Con una sonrisa, Izuku se envolvió en la capa, sintiendo cómo la magia envolvía su cuerpo. “Espero que esto funcione,” murmuró, dándose la vuelta para que sus amigos pudieran verlo. En un instante, se desvaneció ante sus ojos.
“¡Espera! ¡No puedo verte!” gritó Noah, riendo mientras Ethan se unía a la diversión.
“¡Adivinen dónde estoy!” dijo Izuku desde su posición oculta, disfrutando del efecto de la capa.
Los tres amigos continuaron riendo y bromeando mientras experimentaban con la capa, creando planes sobre cómo usarla para explorar Hogwarts y sus alrededores. La noche pasó entre risas y magia, mientras Izuku se sentía más que nunca parte de esa comunidad mágica, preparado para enfrentar cualquier aventura que le aguardara en su primer año en Hogwarts.
Esa misma noche, cuando todo Hogwarts dormía bajo un manto de silencio, Izuku se envolvió en la capa de invisibilidad. La emoción y la curiosidad lo impulsaban, sabiendo que ahora tenía la oportunidad de moverse libremente por el castillo sin ser visto. Con la capa cubriéndolo por completo, salió en puntillas de la sala común de Gryffindor, decidido a explorar la vasta biblioteca, un lugar prohibido a esas horas para los estudiantes.
Mientras caminaba por los corredores oscuros, las armaduras se movían apenas, con sus crujidos metálicos resonando en la tranquilidad de la noche. Izuku, sin embargo, se sentía protegido por la capa, su corazón latiendo rápido pero con emoción. Al llegar a la puerta de la biblioteca, deslizó silenciosamente la puerta y se adentró en el inmenso salón lleno de libros antiguos y secretos.
Caminó entre las estanterías hasta llegar a una sección más apartada y polvorienta. Allí, escondido en un rincón, algo llamó su atención: un gran espejo cubierto por una fina capa de polvo. El marco estaba adornado con inscripciones misteriosas, y aunque Izuku no podía leer lo que decía, sentía que había algo especial en él.
Se acercó lentamente y, con la mano temblorosa, retiró el polvo de la superficie del espejo. Al instante, la imagen comenzó a formarse, pero no era su reflejo lo que veía. Frente a él, en lugar de su propio reflejo, estaba Enji Todoroki, el padre de Shoto. Pero lo que lo dejó sin aliento fue la expresión en el rostro de Enji. No era la severidad o la dureza que Izuku siempre había visto en él, sino una calidez sorprendente.
Enji Todoroki sonreía con amabilidad. Sus ojos brillaban con orgullo, y se inclinaba hacia Izuku, poniendo una mano reconfortante en su hombro. En esa imagen reflejada, Enji lo miraba con aprecio, como si lo considerara parte de su familia, como si le ofreciera el afecto y la aceptación que Izuku siempre había deseado.
Izuku no podía apartar la mirada. “¿Esto es lo que más deseo?” pensó para sí mismo, mientras una mezcla de sorpresa y tristeza llenaba su corazón. Sabía que Enji no era así en la realidad, y sin embargo, en el espejo, podía ver el tipo de relación que anhelaba tener con él. El respeto, el cariño... algo que siempre había faltado entre ellos.
Se quedó parado frente al espejo durante varios minutos, perdido en sus pensamientos, hasta que un sonido en la lejanía lo hizo dar un paso atrás. Rápidamente, recordó dónde estaba y lo que estaba haciendo. Cubriéndose nuevamente con la capa de invisibilidad, Izuku salió de la biblioteca, con el corazón todavía latiendo rápido y su mente llena de preguntas.
Esa noche, al regresar a su cama en la torre de Gryffindor, no pudo dejar de pensar en lo que había visto. El espejo de Oesed le había mostrado sus deseos más profundos, pero también lo había dejado con una nueva comprensión de sí mismo. Mientras se acomodaba bajo las sábanas, una cosa estaba clara: esa visión lo marcaría, y aunque Enji Todoroki no era así en la realidad, Izuku no podía evitar soñar con un futuro en el que pudiera ganarse su respeto y su afecto.
Días después, la curiosidad pudo más que Izuku. Sentía una atracción inexplicable hacia el espejo de Oesed, como si una parte de él no pudiera descansar hasta volver a contemplar esa imagen de Enji Todoroki siendo amable y gentil. Una noche, aprovechando que todos dormían, tomó nuevamente la capa de invisibilidad y se escabulló fuera de la sala común de Gryffindor.
Con pasos sigilosos, caminó por los pasillos de Hogwarts hasta llegar a la biblioteca. Sabía exactamente dónde estaba el espejo. Esta vez, el polvo ya no cubría su superficie, y el reflejo se formó casi al instante. Allí estaba otra vez: Enji, sonriendo con calidez, ofreciéndole una aceptación que Izuku deseaba profundamente. Se quedó mirándolo, inmóvil, atrapado en la imagen.
Pero esta vez no estaba solo.
"Es un espejo peligroso, Izuku," dijo una voz grave detrás de él.
Izuku se giró de inmediato, sorprendido al ver al director, Albus Dumbledore, de pie a unos metros. El anciano director lo miraba con sus ojos brillantes, pero en lugar de un regaño o enojo, había comprensión en su expresión.
"Profesor Dumbledore... yo... lo siento," dijo Izuku, agachando la cabeza, esperando un castigo.
Dumbledore, sin embargo, no mostró señales de disgusto. En lugar de eso, caminó lentamente hasta el espejo, quedando a su lado, y habló en un tono suave y reflexivo. "Este espejo, el espejo de Oesed, no muestra más que los deseos más profundos de nuestro corazón. Pero ten cuidado, porque muchos han pasado horas, incluso días, frente a él, perdiéndose en esos deseos y olvidando vivir su vida real."
Izuku miró a Dumbledore, sorprendido por la falta de reprimenda.
"¿Sabe lo que veo cuando me miro en este espejo?" continuó Dumbledore, su mirada todavía fija en la superficie brillante. "Me veo sosteniendo un par de calcetines nuevos. La vida es así, a veces los deseos más simples son los más importantes."
Izuku frunció el ceño, sin comprender del todo. Dumbledore le dio una leve sonrisa antes de volverse hacia él completamente.
"No te estoy regañando, Izuku. Solo te doy una advertencia, la misma que le di a otro estudiante hace años. No pierdas tu tiempo soñando con lo que podría ser. Lo que ves en este espejo no es real. Lo que importa es lo que haces con tu vida, no lo que deseas en silencio."
Izuku asintió lentamente. La sabiduría de Dumbledore lo hacía sentir más tranquilo, aunque la imagen de Enji Todoroki seguía pesando en su mente.
"Ahora, es mejor que regreses a la cama. Y te sugiero que no vuelvas aquí solo," dijo Dumbledore con un guiño. "El espejo será trasladado pronto a otro lugar."
Izuku asintió de nuevo, agradecido por la comprensión del director. Con una última mirada al espejo, se cubrió nuevamente con la capa de invisibilidad y regresó a la sala común de Gryffindor. Mientras caminaba, las palabras de Dumbledore resonaban en su mente, recordándole que, aunque los deseos podían ser poderosos, la verdadera fuerza radicaba en lo que hacía en su vida real.
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