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Episodio 10 : "Partido de Quidditch y Buscando la Piedra Filosofal"

Izuku y Noah avanzaban por el sendero que conducía a la Cabeza de Hadrid, una antigua estructura llena de misterios y leyendas. El viento aullaba a su alrededor, llevando consigo los ecos de historias olvidadas. A medida que se acercaban, la majestuosidad de la cabezada se hacía evidente; sus piedras desgastadas por el tiempo parecían contar su propia historia.

—¿Estás seguro de que aquí encontraríamos información sobre la Piedra Filosofal? —preguntó Noah, ajustándose la mochila en su espalda.

—Sí, he escuchado que el anciano que vive aquí ha estudiado muchas cosas sobre la alquimia y la magia. Podría saber algo valioso —respondió Izuku, recordando las palabras de un viejo sabio que había mencionado la Cabeza de Hadrid en sus relatos.

Al llegar a la entrada, se encontraron con un gran umbral cubierto de inscripciones arcanas. Izuku sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. ¿Qué secretos podría revelarles el anciano?

—Vamos, no podemos dudar ahora —dijo Izuku, empujando suavemente la puerta. Esta se abrió con un chirrido, revelando un interior iluminado por la luz tenue de antorchas. El aire estaba impregnado de un aroma a hierbas y papel envejecido.

En el centro de la sala, un hombre de larga barba blanca y túnica desgastada los miraba con curiosidad. Sus ojos chispeaban con sabiduría y un destello de astucia.

—Bienvenidos, jóvenes viajeros. He estado esperando que alguien viniera a buscar respuestas. ¿Qué les trae a la Cabeza de Hadrid?

Izuku tomó una respiración profunda, sintiendo el peso de la búsqueda sobre sus hombros. —Estamos en busca de la Piedra Filosofal. Se dice que tiene el poder de transformar la materia y otorgar la inmortalidad. Necesitamos entender más sobre su existencia y su ubicación.

El anciano sonrió, como si conociera el camino que habían elegido. —La Piedra Filosofal es un objeto de gran poder, pero también de gran responsabilidad. No es simplemente una herramienta para obtener lo que desean. ¿Están dispuestos a aceptar las consecuencias de su búsqueda?

Noah asintió, decidido. —Haremos lo que sea necesario. No podemos retroceder ahora.

Con un gesto de su mano, el anciano hizo que un antiguo libro flotara hacia ellos. —Este libro contiene fragmentos de la historia de la Piedra Filosofal. Estudien sus páginas, pero recuerden, el verdadero poder de la piedra radica en el conocimiento y la sabiduría, no en el deseo de poseerla.

Izuku y Noah intercambiaron miradas de determinación. Sabían que la búsqueda de la Piedra Filosofal no solo cambiaría sus vidas, sino que también podría alterar el destino del mundo. Así que, con el libro en mano, se prepararon para adentrarse en los secretos que les aguardaban.

A medida que Izuku y Noah se preparaban para salir, el anciano se sacudió la barba de una manera peculiar, como si estuviera liberándose de un disfraz. La transformación fue tan rápida que casi no pudieron procesarla. La figura del anciano se desvaneció, revelando al famoso Hagrid, el guardabosques de Hogwarts, a quien Izuku ya conocía.

—Hagrid —exclamó Izuku, sorprendido y emocionado a la vez—. No puedo creer que seas tú.

Hagrid sonrió ampliamente, su cabello y barba desordenados moviéndose con el gesto. —Sí, lo soy, Izuku. ¿Te ha sorprendido mi pequeño truco? Sabía que vendríais, así que pensé en ponerme en el papel de un viejo sabio para ver qué tan decididos estabais.

—Pero, ¿por qué ocultarte? —preguntó Noah, aún un poco aturdido.

—Porque la búsqueda de la Piedra Filosofal no es algo que deba tomarse a la ligera —dijo Hagrid, su voz grave resonando en la sala. —He estado en este camino antes, y sé lo que implica. Cuando Harry, Ron y Hermione vinieron a mí, les dije lo mismo que les voy a decir a ustedes: la magia y la búsqueda de poder pueden ser seductoras, pero deben recordar que el verdadero valor radica en el sacrificio y la amistad.

Izuku asintió, recordando las historias que había escuchado sobre Hagrid y sus aventuras. —Estamos listos para enfrentar lo que sea necesario, Hagrid. Pero también sabemos que no somos los únicos que buscan la piedra.

—Eso es correcto —respondió Hagrid, su expresión volviéndose seria. —Hay fuerzas oscuras que no se detendrán ante nada para obtenerla. Deben mantenerse unidos y cuidarse unos a otros, porque el camino no será fácil. Recuerden, lo que importa no es solo encontrar la piedra, sino entender el poder que conlleva.

Noah y Izuku intercambiaron miradas, reconociendo el peso de sus palabras. Sabían que no estaban solos en su búsqueda, y la advertencia de Hagrid resonaba profundamente en ellos.

—Gracias por la advertencia, Hagrid. No tomaremos esto a la ligera —dijo Izuku, sintiendo la determinación crecer en su interior.

Hagrid asintió con aprobación. —Buena suerte, chicos. Y si alguna vez necesitan ayuda, ya saben dónde encontrarme. Cuídense y manténganse alejados de problemas.

Con eso, Hagrid los despidió con un gesto de su mano, y los dos amigos salieron de la Cabeza de Hadrid, el libro sobre la Piedra Filosofal firmemente en sus manos y el corazón lleno de determinación. A medida que se alejaban, sabían que su viaje apenas comenzaba y que la verdadera aventura estaba por delante. La advertencia de Hagrid los impulsaría a ser cautelosos, pero también a mantenerse firmes en su búsqueda del conocimiento y la verdad.

Al regresar a la sala común de Gryffindor, Izuku sintió la emoción en el aire. Los colores rojo y dorado decoraban cada rincón, y el ambiente estaba lleno de risas y conversaciones animadas. Sus compañeros de casa estaban entusiasmados, preparándose para el partido amistoso de Quidditch que se llevaría a cabo esa tarde contra Ravenclaw.

—¡Izuku, Noah! —gritó un compañero de equipo, señalando hacia el vestidor—. ¡Vamos, necesitamos que se preparen! ¡El partido comienza en menos de una hora!

Izuku se sintió invadido por un torbellino de nervios y emoción. Este sería su primer partido como buscador del equipo, y sabía que todos estaban contando con él para atrapar la Snitch dorada. Se dirigió al vestidor junto con Noah, que también parecía emocionado.

—Recuerda lo que Hagrid dijo —murmuró Noah mientras se ponía la túnica de Quidditch—. Lo más importante es jugar en equipo y disfrutar del juego.

Izuku asintió. —Tienes razón. No quiero poner demasiada presión sobre mí mismo. Solo debo concentrarme en jugar y apoyar al equipo.

Al vestirse, Izuku se puso su uniforme de Gryffindor, sintiendo el material fresco contra su piel. Se ajustó la escoba, la cual había estado cuidando con esmero desde que se unió al equipo. Su corazón latía con fuerza mientras escuchaba el bullicio de los espectadores que empezaban a llegar al campo de Quidditch.

Cuando el equipo salió del vestidor, fueron recibidos por los gritos de ánimo de sus compañeros de casa. Las gradas estaban llenas de estudiantes con banderas y carteles, vitoreando a Gryffindor. Izuku sintió una ola de energía recorrerlo; era el momento de demostrar lo que podía hacer.

El capitán del equipo, un joven con una actitud firme y confiada, se acercó a ellos. —Recuerden, este es un partido amistoso, pero aún así queremos dar lo mejor de nosotros. Diviértanse, manténganse concentrados y trabajen en equipo. ¡Vamos a ganar!

A medida que se alineaban en el campo, Izuku pudo ver a los jugadores de Ravenclaw preparándose también. Se sentía listo para el desafío. Cuando el árbitro hizo sonar el silbato, la emoción se desató en el aire.

Izuku se elevó en su escoba, sintiendo el viento en su cara mientras volaba hacia la posición de buscador. El partido comenzó, y el bullicio del público se mezclaba con el sonido de las escobas cortando el aire. Mientras la Quaffle volaba de un lado a otro, Izuku mantuvo los ojos atentos en el campo, buscando cualquier destello dorado que pudiera indicar la presencia de la Snitch.

La jugada se intensificó, y los jugadores de ambos equipos se movían con habilidad. Izuku pudo ver a sus compañeros de equipo intentando anotar, mientras los jugadores de Ravenclaw defendían ferozmente. La adrenalina corría por sus venas, y supo que debía estar listo para cualquier oportunidad.

Finalmente, entre el caos del juego, un destello dorado llamó su atención. La Snitch apareció brevemente entre dos jugadores, y en ese instante, Izuku sintió una oleada de determinación. Con un empujón fuerte en su escoba, se lanzó hacia adelante, concentrándose solo en la pequeña esfera dorada.

Con un último esfuerzo, Izuku extendió la mano y logró atraparla, sintiendo la emoción y el júbilo de la victoria mientras el público estallaba en vítores. ¡Gryffindor había ganado el partido!

Al aterrizar, fue recibido por sus compañeros con abrazos y gritos de celebración. Izuku no podía evitar sonreír; no solo había ganado el partido, sino que también había demostrado que era un miembro valioso del equipo. Su amistad con Noah y sus otros compañeros se fortalecía, y sabía que su aventura en Hogwarts apenas comenzaba.

Esa noche, bajo un cielo estrellado y una luna brillante, Izuku, Noah y Ethan decidieron aventurarse en el Bosque Prohibido en busca de pistas sobre la Piedra Filosofal. La emoción y la adrenalina llenaban el aire mientras se adentraban en la espesura del bosque, rodeados de sombras danzantes y susurros inquietantes.

—¿Estás seguro de que deberíamos estar aquí? —preguntó Noah, un poco nervioso, mientras se ajustaba la capa de su túnica.

—Debemos encontrar alguna pista que nos lleve a la Piedra Filosofal —respondió Izuku, tratando de sonar más seguro de lo que realmente se sentía. —Hagrid nos dijo que hay muchas criaturas y secretos en este bosque.

Mientras avanzaban, la atmósfera se tornaba más densa y oscura. Los árboles se alzaban como gigantes silenciosos, y el crujir de las ramas bajo sus pies resonaba en la tranquilidad de la noche. Izuku iluminó el camino con su varita, el haz de luz cortando la oscuridad.

De repente, un suave susurro los alertó. Un sonido casi imperceptible, como un susurro del viento, les hizo detenerse. Fue entonces cuando, sin previo aviso, una raíz gruesa emergió del suelo, formando un lazo que atrapó a Izuku y a sus amigos.

—¡Es el Lazo del Diablo! —gritó Ethan, mientras luchaban por soltarse de la trampa. —¡Cuidado!

El lazo apretaba con fuerza, y aunque Izuku intentó conjurar un hechizo para liberarse, la planta se movía como si tuviera voluntad propia, dificultando sus esfuerzos.

—¡Izuku, haz algo! —exclamó Noah, tratando de mantener la calma mientras forcejeaba.

Izuku recordó lo que había leído sobre el Lazo del Diablo en sus estudios de herbología. Con un esfuerzo concentrado, intentó recordar un hechizo de herbología que podría ayudarles. —¡Relashio! —exclamó, apuntando a la raíz con su varita.

Para su sorpresa, el hechizo funcionó. El lazo se aflojó momentáneamente, permitiendo que los tres amigos se liberaran, pero el peligro no había pasado. A medida que recuperaban el aliento, notaron que el Lazo del Diablo no estaba dispuesto a dejarlo ir tan fácilmente.

—¡Corran! —gritó Izuku, y los tres se lanzaron a correr entre los árboles, con el lazo siguiéndolos de cerca.

El bosque parecía cobrar vida a su alrededor. Las sombras se movían, y los sonidos de criaturas nocturnas resonaban en sus oídos mientras luchaban por encontrar el camino de regreso. La adrenalina bombeaba en sus venas mientras corrían, con el lazo acechándolos.

Finalmente, lograron salir de la zona de peligro, y el Lazo del Diablo, frustrado, se detuvo. Respirando con dificultad, los tres amigos se detuvieron para evaluar su situación.

—Eso estuvo demasiado cerca —dijo Noah, mirando a su alrededor con nerviosismo.

—Sí, pero aún necesitamos pistas sobre la Piedra Filosofal. No podemos rendirnos ahora —dijo Izuku, mirando a sus amigos con determinación.

Ethan asintió, aunque aún temblaba por la experiencia. —Tienes razón. Sigamos buscando, pero con más cuidado.

Con una nueva resolución, los tres continuaron su búsqueda en el Bosque Prohibido, sabiendo que enfrentarían más desafíos, pero también más descubrimientos.

Mientras Izuku, Noah y Ethan seguían adentrándose en el Bosque Prohibido, una extraña sensación les recorría el cuerpo. Todo parecía más oscuro y el suelo comenzó a temblar bajo sus pies. Antes de que pudieran reaccionar, el suelo cedió repentinamente, y los tres amigos cayeron por un agujero profundo que parecía no tener fin.

—¡Cuidado! —gritó Izuku, intentando protegerse mientras caían.

El descenso fue breve, pero aterrador. Finalmente, cayeron suavemente sobre una superficie dura, sorprendentemente intactos. Al mirar alrededor, se encontraron en una amplia sala subterránea iluminada por antorchas flotantes. Pero lo que más les llamó la atención fue lo que estaba frente a ellos: un enorme tablero de ajedrez mágico, con piezas gigantes que parecían esperar su turno para moverse.

—¿Dónde estamos? —preguntó Ethan, mirando con asombro las enormes piezas de ajedrez.

—Es un tablero de Ajedrez Mágico... como el que nos contaron en las historias sobre Harry Potter —respondió Noah, nervioso. —Recuerdo que este tipo de ajedrez es diferente. No solo se juega con estrategia, sino que las piezas se mueven y atacan.

Izuku observó detenidamente el tablero, recordando lo que había leído en la biblioteca sobre la prueba que Harry, Ron y Hermione enfrentaron muchos años atrás. Este parecía un desafío similar.

—Parece que la única forma de salir de aquí es ganar la partida —dijo Izuku, dando un paso adelante.

—¿Qué? —exclamó Noah, incrédulo. —¿Vamos a jugar al ajedrez?

—No tenemos otra opción. Mira —dijo Izuku, señalando una puerta al otro lado de la sala que parecía ser la única salida. —La puerta está cerrada y sospecho que solo se abrirá si ganamos el juego.

Las piezas de ajedrez, grandes como estatuas, se movieron ligeramente, como si estuvieran vivas y esperando a que tomaran su lugar.

—Debemos tomar posiciones —añadió Izuku. —Es igual que en las historias. Cada uno de nosotros debe jugar como una pieza del ajedrez.

Los tres amigos se dirigieron a sus posiciones en el tablero, Izuku como un caballo, Noah como una torre y Ethan como un alfil. Las piezas contrarias, de color negro, estaban listas para enfrentarlos.

La partida comenzó, y las piezas gigantes se movían con precisión. Cada vez que una pieza era capturada, explotaba en una nube de polvo, lo que demostraba lo peligroso del juego. Izuku, Noah y Ethan observaban con atención, calculando cada movimiento.

—Debemos ser estratégicos —dijo Izuku, observando cómo las piezas negras avanzaban. —No es solo un juego, esto es una prueba. Si cometemos un error, podríamos quedar atrapados aquí para siempre.

La tensión aumentaba a medida que el juego avanzaba. Noah movía su torre para proteger al rey, mientras Ethan utilizaba su alfil para atacar a las piezas negras. Izuku, con sus rápidos reflejos, avanzaba como el caballo, esquivando ataques y planificando su próximo movimiento.

Finalmente, después de una serie de movimientos complicados, Izuku vio una oportunidad.

—¡Es el momento! —gritó, moviendo su caballo para capturar la reina negra. Con ese movimiento, dejaron al rey negro vulnerable.

—¡Jaque mate! —anunció Ethan, con una sonrisa de alivio.

Las piezas negras se detuvieron, y el tablero se desvaneció lentamente, como si fuera una ilusión. La puerta al otro lado de la sala se abrió con un suave crujido.

—Lo logramos —dijo Noah, todavía respirando con dificultad por la tensión del juego.

Izuku, con una sonrisa de satisfacción, se dirigió hacia la puerta. —Sigamos adelante. Esto no ha terminado, pero al menos estamos un paso más cerca de descubrir los secretos de la Piedra Filosofal.

Al entrar en la siguiente sala, el ambiente se volvió aún más inquietante. Un abismo profundo se extendía frente a ellos, con una plataforma en el otro extremo, aparentemente inaccesible. En el aire, flotaban cientos de llaves voladoras, cada una con alas plateadas que batían rítmicamente. Justo al lado, una escoba apoyada contra la pared parecía ofrecer una pista.

—Esto me recuerda a otra de las pruebas de las que nos contaron —murmuró Izuku, observando las llaves mientras batían sus alas rápidamente, moviéndose de un lado a otro.

—Es como lo que Harry, Ron y Hermione enfrentaron en su búsqueda de la Piedra Filosofal —dijo Ethan, observando la escoba con una mezcla de nerviosismo y emoción.

—Exactamente —asintió Noah, caminando hacia la escoba. —Parece que necesitamos una llave en particular para abrir la puerta que está al otro lado.

Izuku se acercó a la puerta de la sala y la examinó. Tenía una cerradura antigua y bastante elaborada. Claramente, no todas las llaves servían. Solo una de ellas tendría la forma correcta para abrirla.

—Esto será complicado... esas llaves son rápidas —dijo Ethan, notando cómo las llaves volaban en todas direcciones, casi como si tuvieran mente propia.

—Déjenmelo a mí —dijo Noah, tomando la escoba en sus manos. —Fui bastante bueno en la clase de vuelo, puedo atrapar esa llave voladora. Solo necesito que ustedes dos me indiquen cuál parece ser la correcta.

Izuku asintió, agradecido de que Noah se ofreciera para la tarea. —De acuerdo, vamos a ayudarte a identificar la correcta.

Noah montó la escoba con agilidad y despegó del suelo, alzando el vuelo. Las llaves parecieron notar su presencia de inmediato y comenzaron a moverse más rápido, intentando evitar que él las atrapara.

—¡Busca una que parezca más antigua! —gritó Izuku desde abajo, observando con atención. —¡Algo con alas un poco más desgastadas!

Ethan también se unió a la búsqueda desde el suelo, señalando varias llaves que parecían candidatas. Sin embargo, las llaves volaban tan rápido que era difícil seguirles el rastro.

—¡Allí! —gritó Ethan, señalando una llave en particular que volaba más bajo y tenía las alas ligeramente dobladas.

Noah inclinó la escoba hacia adelante y se lanzó hacia la llave. A medida que se acercaba, la llave zigzagueaba, tratando de escapar de su alcance. Pero Noah, con gran determinación, la persiguió sin descanso. Hizo varias maniobras rápidas, esquivando otras llaves que intentaban bloquear su camino.

Finalmente, con una rápida estocada, Noah extendió la mano y agarró la llave al vuelo. —¡La tengo! —gritó, descendiendo con una sonrisa de triunfo.

Izuku y Ethan corrieron hacia él mientras Noah aterrizaba suavemente, la llave en la mano.

—¡Buen trabajo! —dijo Izuku, emocionado. —Vamos, probemos si esta es la correcta.

Se dirigieron hacia la puerta, e Izuku insertó la llave en la cerradura. Con un clic resonante, la cerradura se abrió, y la puerta se deslizó hacia un lado, revelando un nuevo pasaje oscuro.

—¡Lo logramos! —exclamó Ethan, todavía con la adrenalina corriendo por sus venas.

—Gracias a Noah —añadió Izuku, dándole una palmada en el hombro. —Ahora, sigamos adelante. Cada vez estamos más cerca de encontrar la Piedra Filosofal.

Los tres amigos cruzaron la puerta, preparándose para lo que les aguardaba en la siguiente prueba.

Al entrar en la nueva sala, el aire se volvió denso y caliente. Una inmensa pared de fuego ardía en el centro, danzando en tonos anaranjados y rojos, creando una barrera casi impenetrable. A un lado, una mesa rústica de madera sostenía tres frascos de pociones, cada uno brillando con un color diferente.

Izuku se acercó a la mesa, examinando cada poción con atención. La primera era de un azul profundo, burbujeante y chispeante. La segunda era de un verde esmeralda, clara y tranquila. La tercera, de un color rojizo intenso, parecía pulsar con energía.

—Podría ser cualquier una de ellas —murmuró Izuku, recordando lo que había leído sobre las pociones. —Una de estas me permitirá cruzar la pared de fuego, pero no sé cuál.

Sus amigos, Noah y Ethan, lo observaron desde un lado, preocupados.

—¿Estás seguro de que quieres hacerlo solo? —preguntó Noah, frunciendo el ceño. —Podríamos intentar resolverlo juntos.

Izuku miró la pared de fuego y luego a sus amigos. Sabía que lo que había al otro lado podría ser peligroso. —No. Debo hacerlo yo solo. Si algo sale mal, no quiero ponerlos en riesgo. He estado entrenando para esto y tengo que demostrar que puedo hacerlo.

—Pero —interrumpió Ethan—, podríamos ayudarte a elegir la poción correcta.

—Confíen en mí —respondió Izuku, tomando una respiración profunda. —Es una decisión que debo tomar. Si me quedo aquí demasiado tiempo, el fuego puede intensificarse.

Con una resolución firme, Izuku se acercó a las pociones. Recordando lo que había aprendido sobre ellas, se concentró en sus sentidos. Su instinto le decía que la respuesta estaba en la poción de color verde.

—La verde... es la que elijo —dijo en voz alta, mientras alzaba el frasco y lo examinaba.

—¡Izuku, ten cuidado! —advirtió Noah.

Izuku no dudó, destapó la poción y la bebió de un solo trago. El líquido fresco y suave fluyó por su garganta, y sintió una oleada de energía recorriendo su cuerpo. Instantáneamente, su visión se volvió más aguda y su mente más clara.

Sin más preámbulos, se acercó a la pared de fuego. Con una mezcla de determinación y confianza, avanzó hacia la llama. En el último momento, sintió una oleada de calor, pero cuando la pared lo tocó, se disipó a su alrededor como si la poción lo protegiera. Cruzó la barrera de fuego sin sufrir daño.

Los gritos de sus amigos resonaron en sus oídos mientras se giraba para asegurarse de que ellos estuvieran bien. Al otro lado, el aire era fresco y el paisaje se abría a una sala aún más extraña, iluminada por una luz tenue que provenía de objetos desconocidos.

—¡Lo lograste! —gritó Noah, aliviado.

Izuku sonrió con satisfacción, sintiendo que había tomado la decisión correcta. Sin embargo, sabía que esto era solo el principio. Al mirar hacia adelante, vio una serie de estatuas y un misterioso objeto brillando en el centro de la sala.

—Debo seguir adelante —dijo Izuku, con la voz llena de determinación. —Esto es por lo que hemos estado luchando.

Con un último vistazo a sus amigos, avanzó hacia el nuevo desafío, listo para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino hacia la Piedra Filosofal.

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