Episodio 1 : "El Milagro del 5 de Abril"
Era una noche oscura y tranquila. Las estrellas titilaban en el cielo despejado, pero pocos se daban cuenta de que algo extraordinario estaba a punto de suceder. A las afueras de una casa, un gato negro se sentó sobre una valla, observando atentamente. De repente, el gato comenzó a transformarse, sus contornos se redefinieron y, en un parpadeo, la figura de Minerva McGonagall, la directora de Hogwarts, apareció en su lugar.
McGonagall, con su túnica de bruja y su mirada seria, se mantenía en pie en la penumbra, esperando con impaciencia. Había una sensación palpable en el aire, una mezcla de nerviosismo y esperanza. Era una noche especial, un momento que marcaría el destino de un niño.
Finalmente, una figura robusta y peluda emergió de la oscuridad. Era Rubeus Hagrid, el guardabosques de Hogwarts, que se acercaba con paso firme. En sus brazos llevaba un pequeño bulto envuelto en mantas. McGonagall se acercó rápidamente, su corazón latiendo con fuerza.
—Hagrid, ¿estás seguro de que es él? —preguntó McGonagall, mirando con atención al bebé que dormía tranquilamente, ajeno a la conversación.
Hagrid sonrió con ternura, dejando entrever una mirada de profunda admiración.
—Es él, Minerva. El niño que ha sobrevivido a Voldemort. Izuku Midoriya.
Mientras las primeras luces del amanecer comenzaban a asomar, McGonagall sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. El niño que llevaban ante ellos no era solo un bebé; era el símbolo de esperanza en un mundo desgarrado por la oscuridad.
Con una mezcla de determinación y cuidado, McGonagall extendió sus manos hacia el pequeño, quien, en su inocencia, iba a ser parte de una historia que cambiaría el curso del mundo mágico para siempre.
La pantalla comienza completamente en negro. El viento aúlla suavemente, y un susurro distante se escucha, como si algo antiguo y poderoso estuviera despertando. De repente, aparece el logo de Warner Bros., envejecido, con un aspecto misterioso, mientras una melodía suave y ominosa empieza a sonar. La música evoca una sensación de magia, misterio y destino.
A medida que el logo desaparece, el negro se desvanece lentamente, revelando un cielo oscuro, lleno de nubes que se desplazan rápidamente bajo una luna llena. La cámara desciende suavemente, mostrando un vasto paisaje nocturno cubierto de bruma, hasta llegar a una carretera solitaria rodeada de árboles. La silueta de una motocicleta voladora aparece a lo lejos, acercándose con rapidez.
La cámara sigue la motocicleta mientras aterriza frente a una casa modesta en los suburbios. Hagrid desciende de la motocicleta, sosteniendo cuidadosamente un pequeño bulto envuelto en mantas. La música se torna más suave y emotiva mientras la cámara sigue los movimientos de Hagrid hacia la puerta, donde McGonagall y Dumbledore lo esperan en silencio. El viento sacude levemente sus capas mientras intercambian miradas solemnes.
En ese momento, mientras Hagrid entrega al bebé Izuku a McGonagall, se escucha la voz en off de Dumbledore: "Hay algo especial en él, algo que Voldemort nunca podrá tocar."
La cámara se aleja mientras McGonagall coloca al bebé en la entrada de la casa. En ese instante, un destello suave, casi imperceptible, aparece sobre el marco de la puerta, señal de la magia protectora que ahora rodea al niño. El trío se retira lentamente, perdiéndose en la noche.
La cámara entonces se eleva hacia el cielo nuevamente, atravesando las nubes hasta que la pantalla vuelve a ser completamente negra. De la oscuridad, emerge el título:
"Izuku: El Niño que Vivió", escrito con letras doradas y envejecidas, similar al estilo de los títulos de Harry Potter, acompañado por la música icónica y épica que recuerda la magia y el misterio del mundo que está por revelarse.
El sol apenas comienza a iluminar la casa cuando Izuku se despierta en su pequeña habitación. Aún adormilado, se viste rápidamente y baja las escaleras crujientes hacia la cocina. Al entrar, se encuentra con Enji Todoroki sentado en la mesa, leyendo el periódico, mientras sus hijos, Fuyumi y Shoto, ya están allí.
Enji baja el periódico y, con una expresión de desprecio, mira a Izuku.
Enji: (con tono áspero)
—Ya era hora que te levantaras. ¿Qué esperas? ¡Prepara el desayuno!
Izuku: (asintiendo en silencio)
—Sí, señor Todoroki...
Sin decir nada más, Izuku se dirige a la cocina y empieza a preparar el desayuno. Mientras fríe los huevos y pone las tostadas en el tostador, el ambiente en la habitación es tenso. Shoto apenas levanta la vista, mientras que Fuyumi le lanza una mirada compasiva.
Fuyumi: (en voz baja, casi susurrando)
—Izuku, ¿necesitas ayuda?
Antes de que Izuku pueda responder, Enji la interrumpe con brusquedad.
Enji:
—¡Fuyumi! Él puede hacerlo solo. Déjalo trabajar. (con frialdad) Las tareas simples son lo mínimo que puede hacer mientras vive bajo este techo.
Fuyumi baja la mirada, claramente molesta, pero no dice nada más. Shoto sigue en silencio, evitando hacer contacto visual con su padre o con Izuku. Mientras Izuku sirve los platos, el ambiente frío y distante continúa llenando la sala.
Enji: (sin mirarlo)
—Después de esto, limpia la cocina. No quiero ver ni una mancha cuando regrese.
Izuku:
—Sí, señor Todoroki...
Después de servir el desayuno y limpiar la cocina como se lo habían ordenado, Izuku se dirige hacia la entrada de la casa. Al abrir la puerta, el aire fresco de la mañana lo recibe, y encuentra una pila de cartas en el buzón. Las recoge rápidamente, revisando los sobres.
Entre ellas, hay facturas y publicidad dirigidas a Enji Todoroki, pero una carta en particular llama su atención. Es diferente: un sobre amarillento, sellado con cera roja y una marca que no reconoce. Lo que lo sorprende aún más es que está dirigida a él, "Izuku Midoriya", con su dirección completa.
Izuku se detiene por un momento, sus ojos ampliándose al ver su propio nombre escrito con una elegante caligrafía. Con una mezcla de curiosidad y nerviosismo, se mete la carta en el bolsillo antes de regresar a la cocina para entregar las demás cartas a Enji.
Izuku: (con voz suave)
—Aquí están las cartas, señor Todoroki.
Enji: (tomando las cartas sin mirarlo)
—Déjalas ahí. Ya vete.
Izuku asiente, y con el corazón acelerado, se escabulle hacia su habitación. Una vez allí, cierra la puerta con cuidado y saca el sobre del bolsillo. Lo sostiene con manos temblorosas, preguntándose de qué se trata. El sello de cera, con una gran "H", tiene un aire antiguo y misterioso.
Tomando aire profundamente, rompe el sello y abre la carta. Sus ojos recorren rápidamente las palabras:
Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería
Director: Albus Dumbledore (Orden de Merlín, Primera Clase, Gran Hechicero, Jefe de la Confederación Internacional de Magos, etc.)
Estimado Izuku Midoriya,
Nos complace informarle que ha sido aceptado en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. A continuación encontrará una lista de todos los libros y equipos necesarios para su primer año.
El curso escolar comenzará el 1 de septiembre. Esperamos recibir su lechuza antes del 31 de julio.
Atentamente,
Minerva McGonagall,
Subdirectora.
Izuku siente cómo su corazón late con fuerza en su pecho. Hogwarts. No podía creer lo que estaba leyendo. Magia. Él, un chico que nunca se sintió especial, era realmente un mago.
Izuku, aún asimilando lo que acababa de leer, salió de su cuarto con la carta en la mano, decidido a mostrársela a Enji Todoroki. Caminó con paso apresurado hasta la sala, donde Enji seguía sentado, revisando sus propios papeles. Fuyumi y Shoto ya no estaban, probablemente en sus propias habitaciones o preparándose para el día.
Izuku tragó saliva, todavía inseguro de cómo abordar el tema, pero decidió que no podía guardarse esta información. Se acercó tímidamente a Enji y sostuvo la carta en el aire.
Izuku: (con voz temblorosa)
—Señor Todoroki... recibí esta carta. Es de un colegio de magia, se llama Hogwarts.
Enji levantó la vista de sus papeles, miró la carta por un segundo y luego a Izuku. Al contrario de lo que Izuku esperaba, no parecía sorprendido ni molesto. De hecho, su reacción fue bastante extraña. Se inclinó hacia atrás en su silla, cruzando los brazos, como si ya supiera exactamente de qué estaba hablando.
Enji: (con indiferencia)
—Hogwarts, ¿eh?
Izuku parpadeó, confundido por la reacción tan calmada de Enji. No era la respuesta que esperaba. Creyó que, como los Dursley con Harry, habría incredulidad o enojo. Pero no. Enji no mostraba ni una pizca de sorpresa.
Izuku: (nervioso)
—¿Sabe de... de Hogwarts?
Enji: (asintiendo lentamente, sin mirarlo directamente)
—Claro que sé. (con una sonrisa fría) No somos ignorantes de la magia como crees, Midoriya. Pero aquí, los Quirks son lo que importa, no esos trucos de segunda.
Izuku se quedó congelado en su lugar. La frialdad de Enji lo golpeó con fuerza. No era que negara la existencia de la magia, sino que la veía como algo inferior, casi despreciable en comparación con los Quirks.
Enji: (continuando, con tono despectivo)
—Si crees que ir a ese colegio de magos te hará especial, piénsalo bien. Aquí, en el mundo real, los Quirks gobiernan. No pierdas de vista eso.
Izuku apretó la carta en sus manos, sintiendo una mezcla de emociones: confusión, frustración y, sobre todo, incertidumbre sobre su propio futuro. Sabía que no encajaba en el mundo de los Todoroki y, ahora más que nunca, se sentía perdido.
Izuku: (en voz baja)
—Voy a ir a Hogwarts... lo sé.
Enji no respondió, simplemente lo miró un segundo más antes de volver a sus papeles, dejando a Izuku de pie, solo en medio de la sala, con la carta de aceptación aún en sus manos.
Durante toda la semana, Izuku notaba que cada día llegaba una nueva carta de Hogwarts, cada una idéntica a la primera que había recibido. Sin embargo, Enji las destruía sin siquiera abrirlas, ignorando por completo los intentos del colegio de contactar a Izuku. A medida que pasaban los días, las cartas seguían llegando, cada vez más persistentes, hasta que el domingo por la mañana sucedió algo distinto.
Ese día, Enji Todoroki decidió tomar medidas más drásticas. Se levantó temprano, mucho antes que los demás, y cerró completamente el buzón de la casa, colocando incluso tablas de madera y clavos para que ninguna carta más pudiera entrar. Estaba convencido de que esa solución resolvería el problema.
Cuando Izuku bajó y vio lo que había hecho, no pudo evitar sentir frustración, pero antes de que pudiera decir algo, Shoto entró en la sala, observando el bloqueo que su padre había colocado.
Shoto: (con voz seria)
—¿Qué es esto, padre?
Enji: (con frialdad)
—Me he cansado de esas malditas cartas. No necesitamos más basura mágica en esta casa.
Shoto frunció el ceño. Aunque no era alguien que normalmente confrontara a su padre, esta vez sintió la necesidad de hacerlo. Sabía que lo que Enji estaba haciendo era injusto, no solo con Izuku, sino con toda la situación.
Shoto: (con tono firme)
—Izuku tiene derecho a recibir esas cartas. Es su futuro, no el tuyo. No puedes decidirlo por él solo porque piensas que la magia es menos importante que los Quirks.
Enji lo miró con una mezcla de sorpresa y desdén. No estaba acostumbrado a que Shoto lo enfrentara, y menos por algo que consideraba tan trivial.
Enji: (frío y autoritario)
—No es asunto tuyo, Shoto. Esta es mi casa, y yo decido lo que ocurre aquí. No pienso permitir que Izuku se pierda en ese mundo fantasioso de trucos baratos. Necesita concentrarse en lo que realmente importa.
Shoto dio un paso adelante, mostrando más determinación de lo que solía tener en su trato con su padre.
Shoto:
—¿Y quién eres tú para decidir eso? Izuku merece la oportunidad de elegir por sí mismo. No eres su padre, y aunque lo fueras, esto no es tu decisión. No puedes controlar todo, padre.
Las palabras de Shoto resonaron en la sala, mientras Enji lo miraba en silencio, con una expresión de irritación. Pero antes de que pudiera responder, un fuerte ruido se escuchó desde la chimenea.
De repente, cientos de cartas comenzaron a llover desde el interior de la casa, surgiendo por cada rendija, por debajo de las puertas, por las ventanas, e incluso desde la chimenea. Las cartas se esparcían por toda la casa, llenando el espacio con sobres sellados con la "H" de Hogwarts.
Izuku: (sorprendido, pero con una sonrisa)
—¡No puede ser!
Shoto: (mirando a su padre, con un tono firme)
—No puedes detener lo que es inevitable, padre.
Enji, frustrado, miró el caos a su alrededor. No podía controlar la situación, y sabía que, aunque lo odiara, Izuku estaba destinado a algo más grande de lo que él podía aceptar. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y salió de la sala, dejando a Shoto y Izuku en medio de la tormenta de cartas.
Izuku tomó una de las cartas del suelo, sintiendo que, por primera vez, realmente había recibido la oportunidad que siempre había anhelado.
Esa noche, Enji Todoroki, decidido a evitar más problemas con las cartas de Hogwarts, se vistió con su traje de héroe, un atuendo que imponía respeto y autoridad. Llamó a su familia y les dijo que se irían a un hotel por un tiempo, con la esperanza de alejarse del alboroto que se había generado en casa.
Fuyumi y Shoto intercambiaron miradas preocupadas, mientras Izuku se sintió más ansioso que nunca. A pesar de la situación, sabía que no podía dejar que su futuro se desvaneciera tan fácilmente.
Una vez en el hotel, la familia se instaló en una habitación, pero Enji seguía obsesionado con la idea de que Hogwarts y sus cartas no lo dejarían en paz. Ordenó a todos que no salieran de la habitación y que no abrieran las ventanas. Creía que de esa manera evitarían más molestias.
Sin embargo, cuando la noche cayó, la historia se repitió. Mientras el resto de la familia intentaba descansar, Izuku se sentó en la cama, pensando en lo que había dejado atrás. Pero de repente, un estruendo resonó por toda la habitación.
Las cartas comenzaron a aparecer por las rendijas de la puerta, se escabulleron bajo las almohadas y, de alguna manera, incluso comenzaron a salir de la televisión. El hotel parecía estar siendo invadido por las cartas de aceptación de Hogwarts.
Izuku: (asombrado)
—¡No puede ser! ¡Es como si no quisieran que nos escapemos!
Fuyumi: (cubriendo su boca, sorprendida)
—¡Esto es una locura!
Shoto: (con determinación)
—Tenemos que dejar que Izuku tome su decisión. No podemos seguir huyendo de esto.
Enji, visiblemente frustrado, miraba cómo las cartas llenaban el espacio, sin poder hacer nada para detenerlo. Era una escena caótica, y su control parecía desmoronarse ante sus ojos.
Enji: (gritando)
—¡Basta! ¡No tengo tiempo para esto!
Pero las cartas seguían llegando, y el ruido se intensificaba, llenando el hotel con un aire mágico que no podía ignorar. La familia, a pesar del ambiente tenso, no podía evitar sentirse fascinada por la situación.
Finalmente, Enji se dio cuenta de que su intento de controlar el destino de Izuku era en vano. La magia estaba en el aire, y no podía eliminarla con simple fuerza. Miró a su hijo, quien sostenía una de las cartas con un brillo de esperanza en sus ojos.
Enji: (con voz cansada)
—Tal vez... tal vez deberías leer una de esas cartas.
Izuku, aún un poco temeroso, asintió y abrió la carta más cercana. Mientras lo hacía, una sensación de determinación lo invadió, sabiendo que finalmente estaba en el camino que siempre había soñado.
Justo cuando las cartas seguían invadiendo la habitación del hotel, con Enji al borde de la frustración y Izuku aún asimilando la situación, un fuerte golpe se escuchó en la puerta principal del cuarto. Antes de que alguien pudiera reaccionar, la puerta se abrió lentamente, revelando a una imponente figura que apenas cabía en el marco.
Hagrid, el gigantesco guardián de las llaves y terrenos de Hogwarts, entró con una gran sonrisa en el rostro, llevando en una mano un paquete envuelto y en la otra, un enorme pastel que decía: "¡Feliz Cumpleaños, Izuku!"
Hagrid: (con su voz grave y amigable)
—¡Feliz cumpleaños, Izuku! Perdona por la tardanza, los mensajeros mágicos son un poco... insistentes, ya lo ves. Pero tenía que entregarte esto en persona.
Todos se quedaron en silencio. Enji, a pesar de ser un héroe con una gran presencia, parecía pequeño comparado con la imponente figura de Hagrid. Shoto y Fuyumi observaban con asombro, mientras Izuku, paralizado por la sorpresa, apenas podía creer lo que estaba viendo.
Izuku: (mirando el pastel y luego a Hagrid, con incredulidad)
—¿T-tú... eres Hagrid? ¿El que envió las cartas?
Hagrid: (riendo, con una gran carcajada)
—¡Así es, muchacho! Pero parece que hubo algunos problemitas con las entregas. ¡A veces los no-magos no entienden cómo funcionan las cosas! —dijo, echando un vistazo a Enji, quien lo miraba con desconfianza.
Izuku: (emocionado)
—Gracias... no esperaba nada de esto.
Hagrid: (con calidez)
—Hoy es tu día especial, Izuku. No solo es tu cumpleaños, sino que es el día en que te das cuenta de lo que siempre has sido: un mago. Y no cualquier mago, eres el muchacho que sobrevivió a Voldemort. ¡Tienes un futuro brillante en Hogwarts!
Enji, aunque visiblemente irritado, no dijo nada. Sabía que no podría detener lo que estaba ocurriendo, y aunque no lo admitiera, parte de él reconocía que su resistencia a la magia había sido inútil.
Hagrid extendió el pastel hacia Izuku, quien lo tomó con manos temblorosas y una sonrisa nerviosa.
Hagrid: (con una gran sonrisa)
—¡Vamos, ábrelo! No todos los días te dan un pastel de cumpleaños hecho por manos mágicas.
Izuku, con los ojos brillando de emoción, abrió el pastel y leyó el mensaje de cumpleaños, sintiéndose más aceptado y especial de lo que jamás había imaginado.
Ese día no solo había descubierto su destino como mago, sino que también había encontrado una nueva oportunidad de ser parte de algo más grande, algo mágico.
Después de que Hagrid se fue, dejando a Izuku con su pastel y su carta de aceptación, el joven se sentó en la mesa con su familia. Todavía asombrado por los eventos de la noche, abrió la carta de Hogwarts y comenzó a leer en voz alta la lista de útiles que necesitaría para su primer año en la escuela de magia.
Izuku: (leyendo la carta emocionado)
— "Los estudiantes de primer año deben llevar: 1. Tres túnicas sencillas de trabajo, 2. Un sombrero puntiagudo, 3. Un par de guantes protectores..."
Antes de que pudiera continuar, Enji lo interrumpió, con su habitual tono de autoridad.
Enji: (interrumpiendo con una ceja levantada)
— ¿Túnicas? ¿Sombreros puntiagudos? ¿Esto es una escuela o un circo?
Izuku: (sin perder el ánimo, continúa)
— "Los estudiantes también deberán llevar: 1 caldero de peltre tamaño estándar, 1 juego de frascos de vidrio o cristal..."
Enji: (nuevamente interrumpiendo con tono burlón)
— ¿Frascos de cristal? ¿Para qué, hacer pociones? Eso parece más bien un juego para niños.
Izuku: (tratando de ignorarlo, aunque frustrado)
— "Y una balanza de latón para medir ingredientes, además de la opción de llevar una lechuza, un gato o un sapo."
Enji: (cruzando los brazos)
— ¿Una mascota? ¡No tenemos tiempo para eso! En esta casa se trabaja duro, no tenemos espacio para... sapos o lo que sea que digan esas reglas.
Fuyumi y Shoto observaban la escena, claramente incómodos por la actitud de su padre, mientras Izuku intentaba mantener la compostura y seguir leyendo la carta. Cada vez que intentaba avanzar, Enji encontraba una forma de interrumpir con comentarios sarcásticos o burlones.
Izuku: (levantando un poco la voz, decidido)
— "Finalmente, los alumnos deberán adquirir los siguientes libros: 'El Libro Estándar de Hechizos' de Miranda Goshawk, 'Mil Hierbas y Hongos Mágicos' de Phyllida Spore..."
Enji: (esta vez más serio)
— No entiendo por qué necesitas todo esto. Ya tienes suficiente que aprender aquí. Las tonterías mágicas no te van a llevar a ninguna parte.
Shoto: (interviniendo, mirando a su padre)
— Tal vez deberías dejar que Izuku se encargue de esto. Él tiene derecho a decidir.
Izuku: (mirando a Shoto agradecido, pero aún tenso)
— Estoy seguro de que esto es importante. Es lo que debo hacer.
Enji: (con un tono más bajo, pero aún reacio)
— Hmph, ya veremos. Solo espero que esta escuela mágica no sea una distracción.
A pesar de las constantes interrupciones, Izuku sentía que cada palabra de la carta lo acercaba más a su destino. Aunque Enji no lo entendía, no podía apagar la emoción que se gestaba en su corazón mientras leía sobre el mundo al que estaba a punto de ingresar.
Mientras Enji seguía lanzando comentarios sarcásticos, Izuku continuaba leyendo la carta con determinación, ignorando los intentos de su tío de desanimarlo.
Izuku: (siguiendo en voz baja, pero con entusiasmo contenido)
— "También deberás traer una varita. Los estudiantes pueden comprar sus libros y demás equipo en el Callejón Diagon."
Al escuchar la mención del Callejón Diagon, Enji volvió a intervenir, esta vez con una expresión de confusión.
Enji: (con los brazos cruzados)
— ¿Qué demonios es un Callejón Diagon? ¿Ahora me dirás que existe un mercado mágico escondido en algún lugar de la ciudad?
Izuku: (mirándolo con cautela, pero decidido)
— Exactamente, es donde compraré todo lo que necesito para ir a Hogwarts.
Enji: (con un suspiro pesado)
— ¿Y cómo piensas llegar a ese lugar? ¿Volando en una escoba?
Antes de que Izuku pudiera responder, Shoto, quien había estado en silencio durante la mayor parte de la conversación, decidió intervenir de nuevo, esta vez con una calma que contrastaba con la tensión en la habitación.
Shoto: (mirando a su padre)
— Si este mundo existe, entonces tiene sus propias reglas. Tal vez deberíamos dejar que Izuku lo descubra por sí mismo.
Enji: (frunciendo el ceño, pero sin responder)
— Hmph. Esto es ridículo. No quiero escuchar más tonterías sobre varitas o túnicas.
Izuku: (con una sonrisa ligera, agradecido por el apoyo de Shoto)
— Gracias, Shoto.
Con la carta aún en sus manos, Izuku sintió una mezcla de emociones. A pesar de las constantes interrupciones de Enji, la lista de útiles y las instrucciones de la carta lo hacían sentir más cerca del mundo mágico, más cerca de descubrir quién era realmente. Sabía que esto era solo el comienzo de algo mucho más grande.
Terminando de leer la lista, Izuku guardó la carta con cuidado, sintiendo una chispa de emoción y expectativa por lo que estaba por venir.
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