☁️Capítulo 3☁️
Jimin cubrió sus labios para no gritar cuando Jungkook irrumpió en su hogar. La tenue luz de las lámparas del exterior se asomaban por la ventana que el muchacho había dejado abierta, golpeando directo al rostro de Jimin. Él sonrió al admirar su belleza, pues además de intrigarle el porqué de su encierro le pareció un chico dulce y hermoso. Se quitó la mochila colocándola en la esquina de la cama, seguido de eso encendió la luz, Jimin dio un salto veloz y corrió para apagar el foco quedando a escasos centímetros de él.
—La luz se filtra, mamá puede venir —susurró.
—Eso significa que te agrada mi visita y no quieres que me marche —murmuró con voz juguetona.
—Oh bueno, quiero saber que es eso que llevas en las manos. —Señaló el iPhone y él la miró desconcertado.
—¿Mi teléfono?
—Nunca había visto uno...
—¿Qué clase de chico eres? —cuestionó al encender de nuevo la linterna del teléfono. Jimin no dijo nada—. Bueno Jimin, cuéntame. ¿Por qué eres de papel? —preguntó al sentarse en la cama, y él permaneció parado lejos de él.
—Así nací. —Jungkook abrió la mochila sacando de su interior una hamburguesa y papas fritas—. ¿Qué es eso?
—Comida de verdad, ¿quieres?
—No, no. Mi estómago es débil y sigo una dieta estricta.
—Se nota, eres muy delgado. —Mordió la hamburguesa, pronto el aroma invadió la habitación y la boca de Jimin se hizo agua.
—¿A qué has venido?
—Quiero conocerte, ¿puedo?
—¿Por qué?
—Eres lindo. —Palmeó la cama con la mano indicándole a Jimin que se acercara a él.
—No deberías estar aquí...
—¿Y tú sí?
—Es mi casa —murmuró ofendido.
—Hagamos algo, muerde la hamburguesa. Una sola mordida, pruébala y si te gusta vendré mañana y le darás otra mordida.
—Hacer eso es peligroso.
—Yo podría ser peligroso, mira que estamos a solas en esta habitación y tú luces una pijama que se transparenta. —Se mordió el labio mientras miraba a Jimin a los ojos.
—Lo único que como es lo que me da mi madre...
—murmuró sin entender el doble sentido de Jungkook.
—Ya es hora de crecer, tu comida es digna de un niño de seis meses de edad —dijo recordando las papillas de más temprano.
—Solo una mordida... —Con pasos temblorosos se acercó a él sentándose a su lado.
—No deberías estar tan nervioso por morder una hamburguesa. —Encorvó los hombros al tenderle la hamburguesa, él dudoso la tomó entre sus dedos.
—Una vez comí sándwich, creo que es parecido... —murmuró al olfatearla.
—¿Y qué sucedió cuando lo comiste?
—Nada, mamá dijo que el pan me engordaría. Y la gordura es mala, si soy obeso hay más probabilidades de tropezar y romperme.
—Antes de probar este delicioso manjar. —Jungkook señaló la hamburguesa—, ¿me puedes decir que edad tienes?
—Veinte años.
—Oh, cuatro años más joven que yo. Desde hace tiempo te he visto mirar el parque por el balcón, pero nunca salías de casa. Por eso decidí arrojar la pelota con fuerza, la curiosidad me venció.
—Entonces no fue accidente...
—Todo fue planificado. —Sonrió—. Vivo aquí desde los quince años de edad, y desde ese entonces te veo.
—Eso no es, ¿raro?
—Raro es que no conozcas un teléfono.
—Son peligrosos, mamá dice que...
—Hagamos algo —La interrumpió—. No digas nunca más que vas a romperte. Digo, te agrada mi visita. ¿Cierto? Porque de no ser así ya le hubieras gritado a tu madre para que me eche de aquí. —Jimin se ruborizó—. Entonces si tú dices la palabra romperme, o si mencionas que puedes lastimarte me voy a marchar.
—Eso es una amenaza.
—En efecto, y yo siempre cumplo mi palabra. —Cruzó los brazos mientras miraba la pared llena de fotografías, al no recibir respuesta de Jimin la miró por el rabillo del ojo. Él lo observaba con intensidad, eso provocó que se pusiera nervioso—. ¿Trato?
—Si alguna vez intentas lastimarme no dudaré en llamar a mamá.
—Estoy de acuerdo con eso.
—Entonces es un trato.
—Ahora prueba la hamburguesa.
Jimin tragó saliva armándose de valor para dar el primer mordisco, al inicio el sabor le era extraño, pero al pasar el tiempo comenzó a sentir sensaciones gustativas que nunca antes había experimentado y se puso feliz. Estaba dispuesto a dar el segundo mordisco cuando Jungkook le arrebató el esquisto manjar americano de las manos. Dejándolo con ganas de más.
—Si comes mucho puedes enfermar, no estás acostumbrado a esto. —Guardó la hamburguesa en su mochila.
—Es muy rica... —Relamió sus labios.
—Cuéntame de tu enfermedad, ¿cómo inició, tiene cura?
—No hay cura, nací de esta manera.
—Yo te veo sano, no entiendo porque cuidarte tanto...
—No quiero hablar de mí. Quiero hablar de hamburguesas. ¿Hay más? Además quiero saber que es ese aparato con luz, y enterarme acerca del béisbol.
Jungkook le respondió todas las dudas a Jimin con paciencia, ambos se desvelaron hasta las cuatro de la madrugada conversando de mil y una cosa hasta que él se puso de pie cortando la conversación.
—Pronto va a amanecer. —dijo colocándose la mochila en su espalda.
—Pero aún tengo muchas preguntas por hacerte...
—Lo sé, por eso vendré mañana, y al día siguiente y al siguiente.
—De acuerdo, pero por favor... Regresa. —Jungkook sonrió.
—Lo prometo.
Jungkook salió de la habitación de Jimin dirigiéndose al balcón, después cruzó con habilidad hasta aterrizar en suelo firme. Nostálgico miró hacia arriba deseando poder ayudar a aquel muchacho inocente, fue entonces cuando decidió ir al bar para encontrarse con sus amigos.
El bar tenía un letrero neón en la entrada que decía: Bar Deluxe. El interior apestaba a cloro del más barato del mercado, las sillas eran negras de plástico al igual que las mesas, la barra era de madera y con astillas. El piso estaba mugriento, pegajoso y tenía manchas que cualquiera identificaría como sangre. Al fondo del lugar se encontraba una mesa de billar y una máquina de monedas. Las pocas mujeres llevaban minifaldas y brasier, ellas se dedicaban a hacerle compañía a los hombres hambrientos de sexo. Y los hombres que iban a ese lugar no eran precisamente honorables. La música era reproducida por un DJ llamado Daddy Poppy, el tipo tenía rastas, lentes llamativos color verde metálico que parecían ojos de mosca y fumaba cigarrillos a más no poder. Cuando Jungkook entró sus amigos le hicieron señales para que se acercara a la barra, pues estaban teniendo una competencia para ver quién tomaba más chupitos.
—¡Eres un hijo de tu puta madre! —gritó el mexicano/coreano que llevaba ya veintiún tragos. Su nombre era Hoseok, pero todos le decían Hobi. Tenía veinticinco años de edad y llegó al país americano dos años atrás buscando una mejor vida. Sus ojos eran color café, tenía tez aperlada, era flaco, medía 1.75 de altura, su cabello era negro, teñido de las puntas de color amarillo, vestía una camisa de rayas, jeans rotos y converse negros.
—Tranquilo Hobi, que todavía puedes ganar —se burló Taehyung, el amigo más cercano de Jungkook. Tae era pelirrojo, medía 1.80 de estatura, su cabello era largo y lacio, tenía pecas por doquier y de apoco de decían: Weasley, en honor a los hermanos Weasley de Harry Potter.
—Pues a como yo lo veo, voy a ganar —dijo Seokjin tomando el chupito número veintidós. Él era un americano/coreano alto, medía 1.90 de estatura y era obeso, realmente obeso. Desde que sus padres murieron en un famoso atentado de Brooklyn se la pasaba todo el tiempo bebiendo, comiendo comida chatarra y llevando una vida sedentaria extrema.
—¿Por qué no me esperaron para comenzar a jugar? —cuestionó Jungkook al sentarse frente a la barra.
—¡Mejor cuéntanos qué sucedió en la casa embrujada! —gritó Tae.
—Oh cierto, demos por terminado el juego. Yo gano —dijo Seokjin mirando con ojos retadores a Hobi.
—Bien, solo porque el chisme me llama. —Hobi se sentó poniéndole suma atención a Jungkook.
—Oh bueno, no encontré nada extraño en la casa. ¡Denme el dinero! —Extendió la mano recibiendo diez dólares de cada amigo.
—Pero... ¿Y la chica que siempre vemos parada en la ventana? —cuestionó Tae.
—Supongo que es un fantasma. —Encorvó los hombros—. Recorrí toda la casa y casi soy descubierto por la dueña. —Mintió.
—Que tétrico, deberíamos ir alguna vez para tomarnos fotografías y subirlas a Instagram
—¡No! —Jungkook gritó golpeando la barra con el puño—. Si vamos nos meteremos en problemas.
—¿Desde cuándo te preocupan los problemas Jungkook? —cuestionó Tae riendo.
«Desde que la conocí a ella...», pensó mientras trataba de inventarse otra mentira.
—Jin es obeso, si vamos nos van a descubrir porque no podrá brincar el balcón. Les juro que esa cosa es muy difícil de trepar. Me lamentaría tanto si le sucede algo. ¿O Acaso quieren ser unos malos amigos e ir dejando de lado a Jin?
—Supongo que es hora de comenzar a bajar unos cuantos kilos —murmuró Seokjin avergonzado.
—¡No, no, no! Mi intención no fue burlarme...
—Lo entiendo, pero sería más divertido ir todos juntos. Así que es hora de salir del sedentarismo para acompañarlos chicos.
—¡Trato hecho! —gritaron todos al mismo tiempo.
Mientras Jungkook veía a sus amigos reír ingenuos a causa de su mentira no pudo evitar pensar en Jimin, en sus ojos inocentes y destellantes. Sonrió enrojecido mientras bebía un trago que Hoseok le sirvió. Pero la sonrisa se desvaneció al sentir el asqueroso sabor en su boca, expulsó la bebida de inmediato mojando el rostro de Taehyung.
—¡¿Qué mierda es esto?! —Seokjin y Hobi reían, Taehyung apretó los labios limpiando con tosquedad las gotas de esa sustancia misteriosa que su amigo le acababa de escupir.
—Mil jugos —Hobi se carcajeó—. Estabas tan perdido en tus pensamientos que no pude evitar servirte un poco.
Mil jugos era un licuado asqueroso que los cuatro amigos inventaron hacía un año. El brebaje consistía en tomar cada cosa que cada uno tuviera en su refrigerador y mezclarlo en la licuadora. Después de eso lo distribuyeron en cuatro botellas y acordaron dárselo a beber el uno al otro en lugares y momentos en los que no se lo esperaran. También lo utilizaban como castigo cuando perdían alguna apuesta.
—¡Me salvé de esta asquerosidad al entrar a la casa embrujada y tú, pedazo de escoria me la diste! —gritó.
—Oh vamos amigo...
Jungkook se abalanzó hacia Hobi dándole coscorrones, después se convirtió en una guerra amistosa, pero tosca de pellízcones, puñetazos y mordidas entre los cuatro amigos.
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