☁️Capítulo 19☁️
Antes de comenzar el interrogatorio de Jeimy, su abogado entró al baño de hombres para realizar una llamada al mafioso que lo contrató, luego de tres intentos por fin contestó.
—Señor, lo identificaron. Estamos a punto de iniciar con el interrogatorio policial —dijo titubeante.
—¿Mi nombre está implicado en el hotel? —cuestionó una voz masculina al otro lado del móvil.
—Nos encargamos de eliminar su nombre de las listas y de eliminar cualquier evidencia que lo implique.
—Perfecto, no debo salir embarrado por las acciones de Jeimy, si metió la pata que se haga responsable. Después de todo por eso tiene el puesto de director y dueño del Hotel.
—Así es señor.
—¿Qué es lo que sigue?
—Van a clausurarnos para investigar el hotel, después de eso interrogarán a los muchachos y los llevarán a un lugar custodiado para salvaguardarlos. —El abogado suspiró—. Todos los años invertidos en ese lugar se fueron a la basura, señor.
—No importa, ninguna de ellas conoce mi nombre. Deja que sean libres, al final nos prestaron sus servicios durante mucho tiempo. —El hombre del otro lado de la línea succionó tabaco para pipa.
—¿Está seguro de eso, señor? Un hilo suelto da margen para tirar de el.
—Tú a lo tuyo, encárgate de que condenen a Jeimy los años necesarios, y que no mencione mi nombre. Si lo hace basta una llamada y me encargo de enviarlo tres metros bajo tierra.
—Entendido señor.
Tomás finalizó la llamada, se ajustó la corbata mirándose al espejo. Él tenía el cabello café, entradas en las sienes muy marcadas pues la edad cobraba factura y de poco en poco se estaba quedando calvo, era gordo, los botones de su camisa muy apenas cerraban, optó por quitarse el saco ya que llevarlo puesto lo asfixiaba. Se ajustó los lentes de aumento ocultando sus ojos oscuros y vista cansada. Tomó un suspiro y se dirigió al interrogatorio policial. La habitación estaba oscura y rodeada por espejo unidireccional, el suelo era blanco y en el centro se encontraba una mesa de madera que era alumbrada por una lámpara de techo, María estaba sentada frente a Jeimy quien tenía los brazos cruzados, Tomás se sentó al lado del acusado y de inmediato comenzaron las preguntas. Luego de una hora llegaron al pico de la interrogación.
—¿Entonces sí conociste a Yoongi, el bailarín?
—Me limito a contestar esa pregunta. —Evadió con inteligencia.
—Mira Jeimy, llevamos una hora en el interrogatorio y nos tardaremos más hasta que yo esté convencida de que me estás diciendo la verdad. ¿Y sabes qué? —María se inclinó hacia Jeimy bajando la voz—. Estoy segura de que estás mintiendo.
—¿Qué pasa si soy culpable? —Tomás cerró los ojos al escuchar a Jeimy decir eso.
—Si admites la culpa bajará tu condena.
—Comprendo...
—Volveré a preguntar una última vez —dijo al presionar nuevamente el botón de la grabadora de voz—. ¿Conociste a Jeon Yoongi, el bailarín? —María levantó en el aire la fotografía de Yoongi que habían mandado a imprimir antes de comenzar el interrogatorio.
—Lo conocí. —María sonrió de lado sintiéndose victoriosa.
—¿Es cierto que tú fuiste el copiloto de la van que lo secuestró?
—Puedes omitir la pregunta —le dijo Tomás al oído.
—Sí, lo hice —contestó ignorando al abogado.
—¿Por qué?
—Verás... —Recargó los codos en la mesa—. Era muy lindo, en mi hotel nos encargamos de encontrar hermosos hombres y mujeres para complacer a nuestros clientes.
—Entonces es cierta la acusación de trata de blancas...
—Algunos lo hacen por voluntad propia, otros son obligados. Pero a todos los llamamos estrellas, ellos son parte de una gran constelación.
—¿Tú obligaste a Jeon Yoongi a formar parte de la constelación? —Alzó las cejas.
—En teoría, sí. Pero él fue aclamado por el público durante meses y recibió muchos privilegios. —Jeimy apretó los labios desviando la mirada.
—Ya no puedo ayudarte, has confesado —Tomás murmuró al oído de Jeimy y él hizo una señal con la mano restándole importancia.
—¿Y luego, qué pasó? —preguntó la fiscal ignorando el comentario de Tomás.
—Él se cansó de ser una estrella.
—¿Se cansó?
—Así es. Tuvimos que quitarle el cargo. —Sonrió de oreja a oreja.
—¿Eso qué significa?
—Que él ya no es una estrella. —Jeimy suspiró y se miró las uñas, que por cierto tenía muy bien cuidadas.
—¿Y dónde está?
—Quiero un descanso, ¿puedo tenerlo? Estoy cooperando con la investigación.
—Hable ahora señor Therrien, de esa manera terminaremos rápido.
—Hace unos minutos me hablaba de tú, y ahora de usted. ¿Qué ha cambiado?
—¿Ahora tú haces las preguntas? —María rio—. Te haré una última pregunta y después iremos al descanso de quince minutos.
—De acuerdo.
—¿Eres el jefe o hay alguien más?
—Por supuesto que hay alguien más. ¿Crees que podría yo solo con tal carga? —Al decir eso se puso de pie—. ¿Es hora del descanso, cierto?
—Así es Jeimy, en quince minutos continuaremos —contestó María con cansancio.
Acababa de confirmar que conoció a Yoongi, también que el Hotel Estela cometía el delito de trata de blancas, pero no sabía con exactitud qué le había sucedido a Yoongi. La fiscal salió como alma que lleva el diablo en búsqueda de Jeon Jiho, era difícil para ella decirle que la orden de clausura del hotel estaba aprobada, porque al investigar más a fondo podían encontrarse con cosas desagradables ya que se confirmó que su hijo fue obligado a trabajar con ellos. Por eso le iba a pedir que dejara de inmediato el puesto como abogado demandante.
—Señor Jeon. —María lo encontró en un pasillo acompañado de Seokjin pues el resto de los muchachos estaban dando su declaración.
—Dígame, señorita fiscal.
—La orden de clausura e investigación del Hotel Estela está aprobada. Encontramos cierta evidencia que apunta trata de blancas, entonces necesitamos averiguar si el acusado no miente.
—¿En cuánto a Yoongi, dijo algo?
—Antes de contestar esa pregunta le pido de manera educada que cambie de abogado, usted necesitará ser un padre en las próximas horas. —Aconsejó con empatía.
—Entonces sí hay información acerca de mi hijo, temía que llegara este momento porque de verdad espero que sean buenas noticias.
—Yo espero lo mismo, señor Jeon —Lo miró esperanzada.
—Me apresuraré a llevar la orden de clausura y enviaré un nuevo abogado. Seokjin, espera a Jungkook y dile lo que escuchaste.
—Sí, señor —contestó al mismo tiempo que asentía.
—Hasta luego —dicho eso se retiró para realizar la aprobación de la clausura del Hotel Estela.
Horas antes...
Jimin se dirigió a su habitación, había decidido darle la oportunidad a su madre de realizar las cosas distintas. Tenía la esperanza de llegar a ser una familia real, una familia que no miente, una familia libre, feliz y amorosa. Camile le dijo que haría la cena en lo que él se duchaba, así que Jimin aprovechó para bañarse cómodamente bajo la presión de la regadera, sentir el agua golpear su espalda era un sentimiento único que lo llenaba de dicha, sonriendo debajo del agua recordó la noche anterior cuando entregó su cuerpo y alma a Jungkook luego se salir del Jacuzzi. Recordó cada toque, cada caricia mientras sentía sus mejillas enrojecer a causa de sus memorias. Estaba completamente enamorado de él y no imaginaba una vida sin que estuviera presente, deseó ser un hombre sano que pudiera brindarle un futuro brillante, pero en esos momentos temía no poder serlo. Haciendo a un lado sus preocupaciones terminó de ducharse, se quitó la bolsa que cubría sus vendajes y secó su cuerpo colocándose unos boxers blancos y una pijama color rosa de arriba que iba desvaneciéndose a morado hacia abajo, tenía brillos discretos y era muy cómoda para dormir, también se puso un par de calcetines verdes. Cepilló su cabello con delicadeza y bajó corriendo a la cocina para encontrar la cena lista y servida sobre la mesa. Era una deliciosa ensalada norteamericana con papas acompañada de sándwiches de jamón. Jimin se sentó frente a su madre sonriendo mientras le servía jugo, lo que el inocente muchacho no observó era que en la bebida su madre le puso gotas para dormir. Tardarían un poco para hacer efecto, pero sin dudas las había usado antes y funcionarían.
—¡Que delicia! —dijo Jimin al probar la ensalada.
—No comas tanto o puedes enfermar —Camile dejó el vaso con jugo sobre la mesa.
—Comer es lo que necesito, mi peso es muy bajo —la corrigió y a Camile no le agradó eso porque antes su niño le creía cada palabra de lo que decía.
—Bueno cariño, los excesos son malos, a eso me refiero. —Sonrió con falsedad.
—El médico también me dijo que no consumiera tanta azúcar. —Hizo a un lado el vaso con jugo—. Me serviré agua.
—Yo te sirvo.
Camile no pudo ponerle nada al agua de Jimin, pero tenía un plan B para lograr hacerlo dormir. Para eso tenía que hacer que se distrajera. El resto de la cena hablaron acerca de lo que Jimin conoció gracias a Jungkook, y Camile se sorprendió por no haberse dado cuenta de las noches que su hijo escapó de casa. Admirada escuchaba cada palabra maldiciendo por dentro su falta de inteligencia. Al terminar la cena tocó lavar los platos, a pesar de que Jimin se ofreció para lavarlos, su madre no se lo permitió.
—¿Entonces puedo recorrer la casa? —preguntó con dulzura—. Nunca me permitiste andar con libertad y ahora que sé que no soy de papel no tengo miedo de lastimarme.
—Anda, merodea por ahí.
Camile accedió porque el momento perfecto para poner en marcha el plan B.
Jimin caminó por los pasillos descubriendo que tenían una habitación con chimenea, en sus recuerdos tenía borrosas imágenes de él sentado frente al fuego, pero no lograba recordad con claridad. Después entró a la habitación de huéspedes, estaba vacía, tenía únicamente una cama individual, salió apagando la luz para encontrarse con una puerta color azul. ¿Qué hacía una puerta azul en una casa con puertas que eran todas color vino? Con curiosidad la abrió y lo que encontró llamó sumamente su atención. Era un cuarto con dos paredes azules y dos rosas, el piso estaba tapizado de alfombra blanca, habían juguetes antiguos de madera, muñecos, cochecitos y una cuna. Pero lo que llamó su atención fue el par de muñecos tejidos a mano que se encontraban sentados en la mini sala de colores, y el terrible olor a incienso. Con curiosidad se acercó al primer muñeco que medía 1.50 M de estatura, era un niño con ojos negros en forma de botones, tenía gorra, camisa y short a juego, incluso tenis, el cabello negro y olía a perfume para bebé. Sentada frente a él estaba una muñeca que media 1.10 M de estatura, ella tenía el cabello rubio, un par de moños blancos en la cabeza, ojos verdes en forma de botones, una sonrisa bien pronunciada, mejillas rosadas, un vestido blanco con holanes y zapatos de charol. Jimin sonrió al pensar que esos eran juguetes de la infancia de su madre, pero la sonrisa desapareció cuando notó que frente a la mini sala de colores se encontraba un estante con fotografías de dos niños con las mismas características de los muñecos. Todos los cuadros median 15x21 CM y el marco era color negro, Jimin tomó entre sus manos el cuadro que tenía la fotografía de una niña de aproximadamente cinco años, ojos verdes, rubia y con vestido blanco. Ella estaba llorando cuando le tomaron la foto, después tomó otro cuadro de la misma niña riendo mientras sostenía un globo amarillo, y por último esa misma niña, pero con ropa distinta siendo abrazada por su madre. Jimin sintió un hueco en el estómago. ¿Qué era eso que estaba descubriendo? Con manos temblorosas tomó el siguiente cuadro percatándose que en esa ocasión un niño de diez años sostenía una pelota de fútbol mientras le tomaban la foto, después ese mismo niño abrazaba a Camile. En la pared rosa habían más fotografías de la niña, en unas Camile sostenía a la pequeña recién nacida, en otras estaba dándole medicina, la cuidaba mientras yacía acostada inconsciente en la cama con un tanque de oxígeno conectado a sus pulmones. Los ojos de Jimin comenzaron a llenarse de lágrimas, ¿esos niños eran sus hermanos? Se pasó a la pared azul, de igual manera estaba su madre cargando al niño recién nacido, fotografías mientras lo alimentaba, después el pequeño con un yeso en la pierna, después con dos yesos en las piernas, otra fotografía con el niño enyesado de brazos y manos, en cada una de esas fotografías aparecía Camile sonriendo radiante. Por último se encontró con el niño acostado en una cama mientras su joven madre sostenía sus manitas, pudo notar que también utilizó un tanque de oxígeno.
Jimin escaneó cada espacio de la habitación y al ver un par de urnas con cenizas en las esquinas de la habitación fue golpeado por una sensación de miedo y terror, sus bellos se erizaron y sintió un estremecimiento en su espalda. Las urnas estaban colgadas en repisas, una repisa rosa y otra azul, con veladoras enfrente y un rosario cada una. El muchacho sintió un mareo por el descubrimiento que acababa de hacer y aturdido se sostuvo de la pequeña sala de colores tratando de recuperar la compostura. Tenía que salir de ese lugar en cuanto antes, nunca debió darle una segunda oportunidad a su madre.
—¡Jimin! ¡¿Dónde estás?! —escuchó la voz de Camile a lo lejos.
En el pasillo, Camile notó la puerta azul abierta y entró a la habitación furiosa mientras sostenía una gasa empapada de cloroformo.
—¡¿Qué mierda haces metido en esta habitación?! —preguntó furiosa.
—Creo que tú eres quien debería responder mis preguntas, madre.
El sonido del timbre de la casa anunció que visitas inesperadas acababan de llegar, Jimin caminó a la puerta para salir de la habitación, pero Camile lo tomó del brazo herido evitando que saliera al mismo tiempo que lo tumbaba en el piso mientras la veía con ojos lunáticos, era tarde, de verdad debió irse cuando pudo.
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