☁️Capítulo 15☁️
Llegado el viernes Jungkook se dirigió a la casa de Jimin, subió el balcón como de costumbre. Las luces estaban apagadas, pareciera que se encontraba dormido, pero al abrir la puerta del ventanal lo recibió con un grito tratando de asustarlo. Ambos estallaron en risas, él lo tomó entre sus brazos avanzando a la cama, dejándolo caer en el colchón, con lentitud apoyó sus rodillas a cada lado de su estómago y las palmas de sus manos cerca de su cabeza, acercó sus labios hacia Jimin dándole un dulce beso en la punta de la nariz.
Las mejillas de Jimin se tornaron rosadas de inmediato, no tanto por el beso que Jungkook le acababa de dar, sino por lo que estaba a punto de hacer. Con ambas manos tomó la parte trasera del cuello del muchacho acercando su rostro al de él para darle un beso largo que había estado deseando durante toda la semana. Los sentidos de Jungkook se encendieron provocando que se dejara llevar ante la situación, con un movimiento ágil deslizó sus dedos tibios abajo de camisón de Jimin aferrándose a sus curvas, después Jimin enredó sus dedos en el cabello de Jungkook.
—Quiero... Hacer... El amor... —dijo jadeante en medio del beso.
Jungkook se sorprendió ante el pedido de su novio. Él no quería que pensara que quería aprovecharse, o que lo único que buscaba era sexo, por eso luchó en contra de si mismo mientras negaba con la cabeza, después depositó un dulce beso en su frente. Jimin parecía desconcertado.
Jungkook suspiró dejándose caer a un lado de la cama, con delicadeza deslizó su mano derecha para tomar la de Jimin entrelazando sus dedos.
—Lo haremos, pero no hoy. —Suspiró para después decir—: Tengo noticias para ti... Noticias que cambiarán tu vida.
—Jungkook. ¿Qué te dijo el doctor Samuel? —preguntó con dulzura. Jungkook se armó de valor para contarle lo que descubrió.
—No eres de papel... Tu madre mintió para protegerte de tu padre que resulta ser, según Samuel, un mafioso. Además naciste en el año 1996, lo que significa que en realidad tienes veintitrés años
Los ojos de Jimin se invadieron de lágrimas, no podía creer lo que estaba escuchando. Camile le dijo en su niñez que su padre fue un valeroso soldado que murió dando la vida por su país, pero todo fue una mentira...
Luego de escuchar cada detalle de lo acontecido la cruel realidad abrazó a Jimin y no eran precisamente un par de brazos cálidos, eran ramas gruesas cubiertas de espinas que estrujaban su alma haciendo que sangrara, era un dolor que los analgésicos no podían quitar, heridas que ni el mejor cirujano podría coser, cicatrices eternas que debía aceptar como parte suya.
Creer que tus padres son ejemplares crea un suelo estable en el cual pisas confiadamente, eres feliz gracias a ello. Y aún si no fueran ejemplares, si no se avergonzaran y expusieran sus errores, sus fracasos, sus debilidades... Si Camile hubiese sido genuina ante Jimin, ante el mundo entero las cosas hubieran sido distintas. Porque lo único que ese niño quería era a su mamá, no por sus riquezas o por lo que fingía ser. Al descubrir que mintió tantos años fingiendo que murió en su nacimiento, descubrir que su padre era un mafioso, que ella trabajaba en un burdel... Todo eso no lo decepcionó porque la amaba por quien era y no por lo que era. Sin embargo le mintió, haciéndole creer que era de papel, haciéndolo sentir inútil durante veintitrés años, prohibiéndole bañarse solo, montar una bicicleta, tener amigos, una mascota, comer exquisitas delicias, básicamente le prohibió vivir.
Jimin cubrió su rostro con ambas manos llorando desconsolado, sacudiendo el cuerpo a medida que las lágrimas brotaban como si fueran un par de cascadas violentas, su nariz se llenó de secreción propia del llanto, Jungkook lo abrazó tratando de calmarlo mientras susurraba «Estoy contigo, todo está bien...» Le dolía el alma, ninguna palabra era suficiente para consolarlo porque se trataba de la mujer que era su súper héroe, su madre era la persona que más amaba y la persona que más daño le había causado sin importarle las consecuencias.
—¡No soy frágil, no soy frágil! —gritaba entre sollozos.
—No lo eres —susurró Jungkook a su oído.
Luego de un par de horas, cuando estuvo más calmado se puso de pie corriendo al balcón para ver la luna y las estrellas. Sin embargo el cielo estaba nublado y amenazaba con llover. Jungkook lo siguió parándose junto a él.
—Es extraño, pero puedo ver a mi piel dejar de ser de papel para convertirse en carne y huesos... —susurró.
En la imaginación de Jimin, cada parte de su cuerpo era de papel, descolorida y frágil. Pero en esos momentos sentía que como por arte de magia le estaba siendo otorgado un cuerpo de carne y hueso
—Además lo bueno de todo esto es que encontraste pistas acerca de Yoongi —volvió a susurrar.
—Así es, hoy tengo la esperanza de encontrar a mi hermano gracias a que te conocí. —Suspiró—. Nunca fuiste de papel. —Jungkook acarició su mejilla—. Siempre has sido de carne y hueso, pero hasta hoy lo descubriste. —Las lágrimas seguían sin dejar de caer por las mejillas de Jimin.
Una gota de agua cayó en la frente de Jimin, Jungkook miró el cielo al mismo tiempo que levantaba la palma de su mano para comprobar que estuviera comenzando a llover. Segundos después la lluvia apareció. Jimin se alarmó y caminó al interior de la casa, pero antes de cruzar la puerta del ventanal Jungkook lo tomó del brazo que no estaba herido impidiendo que entrara.
—¿Alguna vez has disfrutado de la lluvia? —preguntó sonriente.
—La lluvia es peligrosa porque soy de... —Bajó la mirada interrumpiéndose a si mismo—. No soy de papel, eso significa que puedo mojarme bajo la lluvia. ¿Cierto?
—Jimin, puedes hacer lo que sea que quieras. —Se acercó a él tomándolo de las mejillas—. Porque eres magnífico, porque no eres de papel.
Jimin sonrió elevando la mirada al cielo para sentir la lluvia en su rostro mientras cerraba los ojos. Si en ese momento la vida de Jimin fuera una caricatura se pudiera ver en el televisor como caían los pedazos de papel de su rostro revelando que era en realidad una hombre de carne y hueso. Ambos comenzaron a saltar y juguetear en medio de la lluvia hasta que Jungkook lo tomó por la cintura elevándolo en el aire dando círculos en medio de risas... Instantes después se besaron, Jimin con los pies todavía en el aire siendo sostenido por los fuertes brazos de Jungkook.
—¿Seguro que no quieres hacer el amor conmigo? —preguntó en medio del beso.
—Claro que quiero —Jungkook contestó acariciando su espalda al mismo tiempo que dejaba de cargarlo.
Jimin estaba empapado por completo, el agua hacía que la pijama se transparentara revelando la punta de sus pezones endurecidos gracias al aire frío que estaba llegando. Jungkook tragó saliva tocándose el puente de la nariz pensando en lo que iba a decir a continuación.
—Conozco un lugar al que podemos ir. ¿Reservo habitación? —Jimin amplió los ojos sonrojado y asintió con la cabeza.
—Tengo que cambiarme...
—No, vamos así. Mientras más temprano lleguemos, más tiempo estaremos juntos.
Lo tomó de la mano guiándolo al barandal del balcón. Estaba mojado, pero Jungkook era experto como un saltamontes brincando, así que le fue fácil aterrizar a salvo. Después ayudó a Jimin a cruzar.
Estando ambos en tierra firme caminaron juntos al auto, Jungkook le abrió la puerta a su novio, cuando se montó la carro se puso el cinturón de seguridad mientras Jungkook rodeaba el auto para subir. Se miraron a los ojos, ambos centellantes, ambos llenos de ilusiones, de anhelo y de pasión. Al encender el auto se tomaron de la mano y no se soltaron hasta llegar a un hotel lujoso de la ciudad.
En la parte trasera del auto Jungkook tenía un saco de vestir, al llegar al hotel se lo dio a Jimin para que se cubriera pues no quería que nadie más viera que su cuerpo se transparentaba. Juntos caminaron a la recepción, Jimin no entendía lo que su novio hablaba con la empleada, y tampoco puso atención porque estaba embelesada con los detalles lujosos del hotel, incluso su rostro se reflejaba en el piso de mármol fino del lugar, Jungkook lo tomó de la mano y juntos caminaron a ascensor. Estando adentro lo abrazó porque sabía que se iba a asustar al sentir el movimiento.
—¡Jungkook esto se mueve! —gritó asustado.
—Es un ascensor, cariño. —Besó su frente—. Nos llevará al octavo piso.
—¿Esto... Es seguro? —Lucía preocupado.
—El hotel es el mejor de la ciudad, así que sí.
—Debiste decir: Es seguro porque estás conmigo. —Jimin cruzó los brazos—. Necesitas clases de seducción. —Puso los ojos en blanco.
—Te aseguro que puedo ser el hombre más seductor sobre la faz de la Tierra. —Ronroneó en su oído provocando que su piel se erizara.
—Demuéstralo. —Lo retó.
—¿Desde cuándo te volviste tan pícaro?
—Desde hoy. —Sonrió mostrando todos sus dientes—. Porque soy de carne y hueso, porque no soy frágil como el papel.
A pesar de que el corazón de Jimin estaba herido a causa de su madre, se sentía fuerte, se sentía libre gracias a Jungkook. Él irradiaba fortaleza y decisión con cada movimiento, con cada palabra, tener a su lado a un hombre fuerte y decidido provocaba que las inseguridades de Jimin se desvanecieran. Él suspiró mirándolo los ojos brillantes de Jungkook cuando el ascensor llegó al piso ocho.
—Ya llegamos, no te asustes —dijo Jungkook.
—No estoy asustado. —Miró de reojo las puertas abrirse.
—Entonces. ¿Qué pasa?
—Me siento fuerte, y todo es gracias a que te conocí... —murmuró.
—Jimin, tú ya eras fuerte mucho antes de conocerme. Yo no puedo sentir por ti, tampoco ponerme en tus zapatos porque eres el única que sabe todo lo que ha vivido.
»Lo único que puedo hacer por ti es amarte y protegerte. La idea de que yo soy la causa de tu fortaleza es errónea porque aun si yo no estuviera en tu vida, estoy seguro de que serías igual o incluso más fuerte de lo que eres ahora.
»Aparecí en tu vida y gracias a ello pudiste abrir los ojos, pero cariño. —Acarició su mejilla con dulzura—. No quiero que tu estabilidad emocional dependa de mí. ¿Entiendes eso? —Jimin asintió—. Te amo Jimin, quiero que puedas volar incluso si no es conmigo.
—¡Te amo, Jungkook! —Sin previo aviso lo abrazó con fuerza. Las puertas del elevador se cerraron en ese instante, pero no les importó porque estaban sumergidos en los brazos del otro.
Los aplausos de hombres y mujeres invadieron el salón en el que Camile terminó de cantar, estaba en el teatro del Hotel Estela, rodeada de personas de la alta sociedad que disfrutaban de su viernes por la noche. Únicamente los viernes era dado un concierto por distintos talentos jubilados de la empresa, esa fue idea de Camile cuando descubrió que vender su cuerpo como antes no le gustaba ya que el último cliente dejó marcas terribles no solo en su piel, sino en su mente Ella tenía su vestido de lentejuelas marrones ceñido hasta los talones, el corsé era tan apretado que le robó el aliento porque era una talla más chica de la que necesitaba. Hizo señas con las manos, entonces un hombre alto, delgado, moreno y con cabeza afeitada se acercó a ella tendiéndole la mano.
—Necesito ir a mi camerino, no me siento bien. —Él la tomó por la cintura ayudándola a salir del escenario.
A Camile le faltaban un par de canciones por cantar, por eso el jefe del lugar corrió hacia los camerinos para ver lo que sucedía. Él con su traje rojo metálico y zapatos negros de charol, abrió la puerta encontrándose con Camile siendo desnudada por Arnold, su asistente de piel morena.
—¿Por qué demonios saliste del escenario?
—Me siento mal, Jeimy... —contestó en un hilo de voz.
Jeimy observó las cicatrices en la piel de Camile, dichas heridas fueron causadas por los clientes que atendió en su época como estrella del Hotel. Al rededor del ombligo tenía varias quemaduras en forma de círculos que simulaban ser una flor. La mujer vivió atrocidades entre ellas la pérdida de sus dos pezones que fueron arrancados por los dientes de sus clientes, también tenía heridas a lo largo de su abdomen, y en su espalda letras que grabaron con fierro quemador, —el que utilizan los ganaderos para marcar su ganado—. Ciertamente sufrió mucho e incluso llegó a ser hospitalizada por desgarramientos internos de su intestino, pero ella en esa época disfrutaba sentir el dolor, sentir que los hombres la poseían de cualquier manera la hacía sentir útil, la hacía sentir una diosa.
—Que asco Camile, sé que son tus heridas de guerra. ¡Pero cúbrete, caramba! —Jeimy hizo cara de asco al decir eso. Camile rodó los ojos al tomar su toalla de baño color vino y sus pantuflas de plumas sintéticas negras.
—No pienso actuar esta noche —Tomó su bolso rebuscando las llaves de su auto—. Llévame a casa Arnold, hoy no puedo conducir —dijo al darle las llaves a su asistente que al igual que Jeimy llevaba puesto un traje llamativo, sin embargo el color era azul metálico.
—Sí, señora. —Tomó las llaves.
—¿Qué voy a decirle a nuestro público? Ellos quieren oírte cantar.
—Puedes decirles que estoy indispuesta. —Caminó a la puerta del camerino.
—¡Pero Camile! —Corrió detrás de ella.
Jeimy siguió a Camile hasta el estacionamiento del Hotel, ella subió al auto, en seguida Arnold hizo lo mismo. Su jefe cruzó los brazos cuando ella cerró la puerta, al verlo bajó el vidrio de la ventana.
—¿Cuándo te he pedido un favor, bastardo? —le preguntó a Jeimy.
—Nunca. —Exhaló.
—Pues llegó el día. —Jeimy no dijo nada, él hizo una señal con la mano indicándole que se fuera a casa—. Vámonos Arnold.
Jeimy observó el auto hasta que desaparecieron de su vista, de pronto un par de autos de policía aparcaron en el estacionamiento, él se quedó para recibirlos. La policía sabía acerca de la existencia del Hotel y nunca habían tenido problemas por lo que dedujo que iban de visita. Sin embargo uno de los policías sacó su placa para identificarse, después dijo:
—Señor Jeimy Therrien, queda usted detenido. —Tomó las esposas mostrándoselas mientras Jeimy ampliaba los ojos asustado por lo que estaba pasando.
¿De cuál de tantos crimines lo acusaban?
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