El niño de mis recuerdos
Cantidad de palabras: 4.999
Fandom: BNHA
Usuario: NatsukiHaru
Tema: Halloween
Advertencia: esta historia toca superficialmente temas sensibles.
Es muy superficialmente, pero de todas formas hago la advertencia.
El auto se detuvo frente a la vieja casa tradicional japonesa, el día estaba frío y neblinoso. El sonido del taxi deteniéndose lo hizo mirar hacia el frente.
—Llegamos —dijo el taxista.
Eses serían unas largas semanas, eso era lo que creía Bakugo Katsuki mientras entregaba el dinero pedido por el taxista.
Bajó del auto quedando frente a la puerta de la casa en medio de la nada.
Era una herencia que le fue entregada por su abuela por parte de su madre. La vieja casa de su niñez era un lugar al que no iba desde hacía demasiado tiempo y mucho menos estando solo.
Entró a esta cargando con sus maletas. Todo estaba oscuro, frío y polvoriento, nada que ver con sus recuerdos.
—Tendré que limpiar mañana —murmuró, quitándose sus zapatos en la entrada.
Luego se dirigió a la que fue su habitación de niño. Iba a dormir, no tenía hambre ni ganas de deambular en la gran casa de noche.
—Una de las primeras cosas que tendré que solucionar será la luz eléctrica.
Iba a arreglar aquella casa. Realmente no planeaba hacer gran cambio, únicamente poner algunas comodidades modernas que esta no tenía y reparar varios daños, como los desgastados pisos.
Sacó una linterna que había llevado y la encendió antes de entrar en la habitación. Tuvo que limpiar un poco, antes de acomodar el saco de dormir que traía consigo y luego se acostó tal cual iba.
Entró en un sueño cómodo, lleno de recuerdos. Nunca pensó que ir a aquel lugar le traería tal cantidad de memorias de su pasado.
Cuando era niño le encantaba ir donde su abuela de vacaciones. Había muchos niños con quién jugar y parajes los cuales explorar. Katsuki solía amar eso.
—Kacchan —dijo uno de los niños en su sueño. Un pequeño peliverde de mejillas regordetas llenas de pecas y grandes ojos verdes.
—Oye Deku, solo te falta un poco más apresúrate que nos están dejando —apremió el pequeño Katsuki.
Bakugo recordaba mejor a Deku que a cualquier otro extra. El pequeño pecoso era un llorón irritante, pero muy valiente, no importaba donde Katsuki se quisiera meter, Deku siempre le seguía.
De hecho, él peliverde fue su mejor amigo en aquellos primeros años de su vida.
—Kacchan —volvió a decir el niño de su sueño mientras daba el último esfuerzo para alcanzarle.
—Si no te apuras no podremos ver las luciérnagas.
La luz del sol le dio en el rostro a Katsuki despertándolo.
—Deku —murmuró mientras se despejaba del letargo.
Tuvo que ir al poso dentro de la propiedad para sacar algo de agua y lavarse la cara allí.
—También tendré que ponerle cañerías a la casa.
El reflejo de su rostro le devolvió una cansada mirada, su cabello rubio goteaba un poco debido al agua que acababa de lanzarle. Necesitaba esas largas vacaciones que se tomaría, aunque la mayor parte la gastaría en las remodelaciones, igual era bueno para él tomar un descanso.
Desayunó un sándwich que el mismo había llevado allí, mientras revisaba algunas noticias en su celular. Era 22 de octubre, muy cerca de su aniversario. Aún no sabía por qué había decidido ir justo en esas fechas, pero quizá era buena idea visitarle.
Dedicó toda su mañana a limpiar la cocina y algunas habitaciones de la casa, dejando todo casi brillando, tan diligente como siempre había sido. Al medio día salió a buscar un lugar donde almorzar en el pueblo, encontrando un viejo restaurante que recordaba bien.
—Uraraka —dijo Bakugo, al entrar al sitio y ver a la joven allí.
Ella era una niña que siempre miraba a Deku a la distancia, con sus mejillas sonrojadas. Ahora era una mujer que se encontraba con un vientre de embarazo.
—¿Bakugo-kun? ¿Eres tú? ¡Estás enorme!
El rubio asintió sin expresión alguna.
—¿Estás trabajando aquí? —preguntó Katsuki, mientras tomaba un asiento.
—Sí, mi esposo es el dueño del negocio, de hecho ahora soy Midoriya Ochaco.
Ante eso, la sorpresa baño los rasgos de Katsuki por un momento, antes de regresar a la normalidad.
—Felicidades por tu boda y por tu embarazo.
—Entonces, ¿qué va a pedir?
—Katsudon.
Ochaco se detuvo un momento antes de escribir en su libreta el pedido. De reojo pudo ver cómo la joven se mordía el labio inferior con insistencia.
—Katsudon entonces —murmuró esta, dejando en claro que tenía algo más que agregar.
—Aprendí a amar ese plato —respondió Bakugo a la pregunta no dicha.
Ochaco asintió con una sonrisa, yendo a pedir la orden.
Por primera vez, Bakugo se puso a detallar el lugar. Este seguía exactamente como lo recordaba, solo que estaba decorado para las festividades de ese mes.
—En Halloween los muertos salen a caminar con los vivos —dijo un hombre al fondo del local, a unos niños que estaban allí, comprendo algunos panes que se ofrecían.
—¡Yagi! ¡No asustes a los niños! —gritó una mujer regordeta que se le hizo muy familiar al rubio.
—¡No lo puedo creer, es cierto! —exclamó la mujer acercándose a Katsuki—. Eres el hijo de Mitsuki. Hace años que no te veía, desde que eras un niño, mírate ahora.
—¿Disculpa?
—Soy Inko, la madre de Izuku.
Entonces Katsuki la reconoció. No la había visto en tantos años, la mujer había cambiado demasiado en ese tiempo. Había dejado la figura de su juventud, pero ciertamente seguía siendo muy bonita.
—Buenas tardes, tía Inko —respondió Katsuki.
—¿Cómo están tus padres?
—Ellos están bien, a su empresa le está yendo bien.
—¿Y tú?
—Trabajando, me estoy tomando unas vacaciones ahora mismo.
La conversación fue interrumpida por Ochaco, quien llegó con el plato caliente de Katsudon.
—Eso es... —susurró Inko.
—Inko-san, la necesitan en la cocina —informó Ochaco, con una sonrisa.
—Luego regreso para que conversemos con calma, voy a quedarme algunas semanas en el pueblo —aseguró Bakugo, viendo que la mujer estaba reacia a separarse de él.
Después de eso comió con calma, disfrutando del nostálgico sabor. Media hora después estaba pagando su cuenta y saliendo del local, apenas despidiéndose de ambas mujeres.
Al salir del restaurante se quedó un momento mirando la calle que llevaba al santuario. Entonces, negó con la cabeza, decidiéndose por hacer algo más apremiantes.
—Buscaré a alguien para iniciar los arreglos.
Con algunas indicaciones y muchas preguntas a varias personas que pasaban por allí, logró llegar al único local de construcción en el pueblo. Curiosamente perteneciente al padre de Ochaco.
—Tienes suerte —dijo el hombre cuando Katsuki le comunicó el porqué lo buscaba—. Normalmente, viajo fuera del pueblo por trabajo, pero este mes no me ha resultado nada.
»¿Quieres arreglar la vieja casa Hara? ¿Eres algo de la familia?
—Necesita agua y electricidad —fue la respuesta de Katsuki—. Soy el hijo de Mitsuki.
—Sé quien es, una mujer de fuerte carácter —comentó el hombre—. Bueno, hace un par de años tu madre hizo algunas vueltas para ponerle los servicios básicos a la casa. Alcance a hacer varias cosas, pero Hara-san no nos permitió tocar el interior.
Bakugo asintió con la expresión tan seria como era tan común en él. Se quedó una hora más hablando con el hombre sobre materiales y posibles costos.
Al final ya era casi las seis de la tarde para cuando Katsuki regresó a la casa con algo de comida para llevar y algunas cervezas.
Comió sentado en el corredor al lado del descuidado jardín interno. Antes solía ser un lugar hermoso lleno de plantas bien cuidadas y algunas flores. Recordaba bien que a Deku le encantaba estar allí, muchas veces llegaron a quedarse hasta muy tarde jugando en el verde pasto.
—Tal vez debería levantarme mañana e intentar hacer algo con el jardín, aunque sea quitar la maleza —dijo Bakugo, dejando su plato vacío a un lado para tomar una lata de cerveza y abrirla.
Esa noche también durmió en el saco de dormir. Volvió a soñar con su niñez, con sus paseos por el bosque que rodeaba el pueblo y los pasos de Deku, quien siempre iba detrás de él.
—Escuché que hay un lago cerca, Deku —decía el pequeño Katsuki, apartando unas ramas para dejar a su compañero pasar—. Deberíamos nadar en él.
—¡Sí! ¡Eso será divertido! —exclamó Deku, con sus ojos brillantes—. Todo lo que hago con Kacchan, es muy divertido.
El sonido de su celular lo despertó por la mañana, Kirishima, su compañero y amigo de trabajo, le había dejado un mensaje. El guion de la serie que envió a una productora había sido aceptado.
Una hora después, el señor Uraraka llegó a revisar el lugar. Katsuki apenas había comido algo cuando el hombre tocó la puerta.
Dieron un pequeño recorrido por la vivienda, mirando su estructura. Bakugo iba en serio con lo que querer restaurar ese sitio.
—No quiero hacer cambios. —Fue lo que dijo el menor al terminar el recorrido—. Únicamente poner cableado eléctrico, cañerías y acondicionar el baño para una ducha y un inodoro. De resto solo restaurar la casa.
—El agregar los servicios es lo más complicado, es resto es más fácil, la casa está bien cuidada.
Poco después de eso, Katsuki se quedó solo para continuar con su limpieza. No había mucho allí, su madre había llegado primero, vaciando el lugar. Ella había heredado todos los muebles y pertenencias de la abuela.
Tuvo que ponerse un tapabocas para evitar enfermar con el polvo que estaba sacando. Aunque el sitio estaba mayormente vacío, empero, todavía tenía cosas que acumularon polvo.
Sacó todos los muebles que aún estaban en su habitación, barrió y lustró el suelo, antes de regresar todo al interior. Por curiosidad abrió los cajones del viejo cajonero. Todavía guardaba ropa de su niñez, camisetas, pijamas y pantalones viejos.
Sonrió al ver aquella camiseta de calavera que tanto le gustaba. Siempre se preguntó en donde terminó, pues nunca más supo de ella, pero allí estaba, tal como la recordaba.
Siguió sacando cosas hasta que en el fondo del último cajón encontró un cuaderno. Lo recordaba bien, era su diario de recuerdos, uno que había iniciado el último verano que estuvo allí, pues su padre le había regalado una cámara instantánea.
Tomó tantas fotos aquella vez.
Lo abrió sin dudarlo y hojeó algunas páginas, su horrible letra relataba de forma corta aquello que había vivido en el día. Fotos de plantas, animales y lugares llenaban las páginas, hasta que un rostro sonriente apareció.
"Hoy Deku me dio un beso en la mejilla, su rostro se puso tan rojo".
Le fue imposible no sonreír mientras veía esa infantil cara de mejillas sonrojadas. Deku era un niño bonito, dulce y encantador. Katsuki simplemente lo adoraba.
Siguió pasando las páginas, viendo fotos mal tomadas de paisajes, animales y Deku. Hasta que al fondo de una imagen que mostraba a un perro, un rostro desagradable apareció.
—Tomura —susurró al ver al adolescente en esta.
Tomura Shigaraki era un joven que se mudó al pueblo con sus padres justo en ese verano. Era alguien extraño, silencioso y antipático a su parecer.
Se hizo rápidamente amigo de algunos bichos raros del pueblo. Aun así, todo el mundo que lo conocía decía armarlo. "Tomura-kun es tan buen chico", comentaban los adultos.
Cerró el cuaderno no queriendo ver más y lo puso devuelta donde estaba, para dedicarse a terminar de limpiar la habitación.
Se le hizo muy tarde en aquella labor, era casi las cuatro de la tarde cuando Bakugo por fin se dignó a comer algo. Tuvo que caminar por el solitario camino de casi un kilómetro para llegar al pueblo. Tendría que conseguir un vehículo para tener en la casa y así poder movilizarse cuando fuera a quedarse, tal vez una motocicleta.
No quiso caminar demasiado, así que entró al primer lugar que encontró. Era una panadería, tal vez no era la opción más nutritiva para almorzar, pero era mejor que nada.
—Me daría cinco panes de curry —pidió Bakugo, al ver sus opiniones.
—Ya viene el 31 —dijo alguien a su lado, una jovencita vestida con uniforme—. Los muertos caminarán con nosotros.
—Jirou, ¿tú crees esa historia? —preguntó un joven al lado de la chica.
—Vamos Denki, es una historia muy romántica, al menos me gusta leer sobre ello.
—Aquí tiene señor —dijo el vendedor, ofreciéndole la bolsa con los panes a Katsuki.
Sí, ya se acercaba el 31. Qué época más terrible para él. Al final no limpió el jardín.
Al día siguiente se levantó temprano, nuevamente soñó con Deku. Fue un lindo sueño donde revivió aquel tierno momento que aconteció justo antes de que tomara la fotografía guardada dentro de su diario.
Más tarde esa mañana, cuando terminó de desayunar, se dispuso a arreglar el jardín tomando algunas herramientas de jardinería que se encontraban en un pequeño cuarto en la parte trasera de la casa.
Apenas estaba empezando a arrancar la maleza cuando escuchó que alguien le llamaba a los gritos.
—¡Voy! —gritó de vuelta quitándose los guantes.
Al abrir la puerta encontró al señor Uraraka con algunos hombres más. El padre de Ochaco le saludó y empezó a decirle algo, pero Katsuki no le estaba prestando atención, pues únicamente podía mirar al joven peliceleste que se encontraba hasta atrás el pequeño grupo.
—¿Bakugo-kun? —preguntó el señor Uraraka.
—¿Ah? Perdón, me distraje un momento.
—Vamos a comenzar por las tuberías. ¿Te parece bien?
—Está bien, yo estaré en el jardín por si me necesitas.
Y se fue, Katsuki no necesitaba estar en ese lugar cerca a aquel hombre.
El resto del día estuvo en el jardín limpiándolo todo lo que le fue posible. Al terminar, tenía varias bolsas de basura repletas y un jardín más decente, uno en el que a Deku le hubiera gustado jugar.
—Uraraka-san, me pidió que te dijera que ya nos vamos —dijo desde atrás de él una voz.
Al voltear a mirar, Bakugo se llevó la desafortunada sorpresa de encontrarse con Tomura, quien lo miraba de una forma un tanto inquietante. Como si intentara descubrir algo.
«Kacchan, podemos dar la vuelta, por otra parte, es que no quiero pasar por la casa de Shigaraki-kun». El recuerdo del pequeño Deku diciéndole eso le golpeó con amargura.
—Bien —contestó Bakugo, cortante.
«A mí tampoco me agrada este hombre, Deku», pensó el rubio, yendo al frente de la casa.
Esa noche volvió a soñar con Deku, un sueño demasiado dulce.
En este, el pequeño peliverde estaba durmiendo sobre el fresco pasto, justo debajo de la sombra de un árbol. Katsuki estaba sentado a su lado viéndolo dormir. Estaban empapados por estar jugando en su lugar favorito, el lago, cerca de la casa de su abuela.
En el sueño tenían diez años, eran unos pequeños revoltosos en esa época, corrían y hacían daños por doquier. Fue un verano muy divertido.
—Qué lindo —dijo el Katsuki del sueño, cuando Deku se acurrucó de lado.
—Kacchan, también es lindo —murmuró este abriendo un poco sus ojos.
Un fuerte sonrojo bañó las mejillas de los dos. Sí, Bakugo recordaba que Deku solía ser muy lindo.
Ya era 28 de octubre cuando abrió los ojos. El trabajo en la casa iba avanzando bien y por lo mismo se sentía bastante cansado. Se estiró en la cama sintiendo la necesidad de comprar una más grande.
Ese día terminaría de arreglar el pequeño camino de piedra en el jardín, el cual había quedado sepultado por la tierra debido al paso del tiempo.
Los trabajadores llegaron poco después de la ocho. Katsuki los dejó pasar antes de ir al jardín, para continuar con su trabajo. Realmente no quería verlos demasiado, más que todo por Tomura. Detestaba que aquel hombre estuviera en su hogar, aborrecía su sola presencia, y no sabía si podría controlarse si lo veía por mucho más tiempo.
«Shigaraki-kun, da miedo Kacchan, me mira de forma extraña», recordó que le dijo Deku, una tarde en aquel último verano que pasaron juntos.
Katsuki fue el único que le puso atención a esas palabras, los adultos solo dijeron que no era posible, pues Shigaraki era un joven ejemplar.
La pesada piedra fue puesta en su lugar, el jardín cada día que pasaba se veía mejor.
—En verano se verá tal como te gustaba. ¿No lo crees así, Deku?
Esa tarde decidió tomar una siesta, nada más veinte minutos de tranquilidad antes de ir al pueblo a comprar algo de comida. Su sueño en las tardes era liviano, por lo que no era de extrañar que un ruido lo hiciera abrir los ojos.
Katsuki se levantó un poco desorientado y salió al pasillo mirando a su alrededor. Apenas logró ver una sombra girando la esquina, aun así, no se quedó contento con eso. Decidió mirar que era, pues no podían ser los trabajadores que se encontraban al otro lado de la casa.
Caminó en silencio por el corredor por el que se habían ido la sombra. Al final no encontró nada, solo tierra manchando el suelo.
Después de eso, Bakugo empezó a encontrar algunas cosas fuera de lugar cada vez que regresaba de dar alguna vuelta en el pueblo. Las huellas de tierra seguían siendo una constante y la situación lo estaba alterando un poco, es por ello que comenzó a cerrar su habitación con un candado que encontró en la bodega de herramientas.
Pero aquello no era lo único extraño, cada vez que iba a supervisar el progreso del trabajo en su hogar, podía sentir como una mirada se clavaba en su nuca con insistencia. Era Tomura, estaba seguro de eso, y por lo mismo no podía evitar ver al peliceleste con el ceño fruncido. Le estaba creando demasiado malestar su presencia, mucho más que antes.
Simplemente, el hombre tenía esa vibra en él, una que desprendía una alerta de peligro. Al menos para Katsuki, pues nadie más parecía darse cuenta.
La cosa solo empeoró cuando en la tarde del 30 de octubre, encontró a Tomura donde no debía estar. ¿Por qué el peliceleste estaba en la cocina cuando las obras aún no llegaban a esa parte de la casa?
—Estoy tomando medidas. —Fue lo que contestó cuando Katsuki le preguntó por qué estaba allí—. De hecho, quería preguntarte algo. ¿Recuerdas a Midoriya Izuku? Ya sabes, el chico que...
—Sí, recuerdo a Deku. ¡Ahora sal de mi cocina!
Tomura se fue, dejando una terrible sensación detrás de él.
Después de eso, después de escuchar su nombre en voz alta, Bakugo no pudo darle más larga a algo que estaba aplazando.
Llegó poco antes de que empezara a anochecer. Caminó por aquel triste lugar hasta encontrarse con un hombre de cabello oscuro, justo frente al sitio al que él se dirigía.
—Midoriya Shindo —saludó Katsuki, acercándose a este.
—Mi esposa me dijo que estabas en el pueblo —dijo el hombre mirando a Bakugo—. ¿Viniste a saludarlo?
—Mañana es su aniversario, no podía no hacerlo estando aquí.
—Van diez años desde que mi pequeño hermano Izuku murió.
Katsuki hizo una mueca, no importaba cuanto tiempo pasara, aquella idea le parecía tan errada.
Aún recuerda cuando se enteró, sus padres lo mantuvieron en secreto por meses, pero al final no pudieron ocultarlo más. Fue en el verano de hacía casi diez años atrás, cuando llegó al pueblo y fue a buscar a Deku a su casa, que lo supo. Su amigo había muerto.
Todavía recuerda ese momento y su corazón se aprieta. Nunca lloró tanto como aquella vez frente al restaurante de Inko. Un par de días después se fue para no volver hasta ese 22.
Aunque los secretos que le ocultaron sobre la muerte de Deku no terminaron allí. Años después se enteró de otras cosas que lo hicieron enfurecer.
Fue en una conversación que lo escuchó, una que su madre tenía con Inko por teléfono. Supuestamente, Deku había cometido suicidio.
Tenía diecisiete años cuando se enteró de eso. Le exigió a su madre que le explicara, que le dijera que pasó. Esta únicamente le contó que Deku estuvo actuando extraño durante varios meses, era más retraído y distante, hasta que un día paso aquel trágico incidente.
Ahora Katsuki solo pudo mirar la tumba con el nombre de Izuku en ella, pareciéndole irreal. Era su segunda vez frente a esta y seguía siendo insoportable, así que dejó la pequeña caja de dulces en ella y dio la vuelta.
—Ten un buen día, Bakugo —dijo el hermano mayor de Deku.
—Kacchan, me puedo quedar a dormir en tu casa hoy también, no quiero ir a la mía.
El rostro lleno de miedo de Izuku fue lo último que vio Bakugo antes de abrir sus ojos. Tomó su celular y notó que era media noche, había llegado el 31 de octubre.
—Tendré que ir a la cafetería a cargar la batería mañana —dijo Bakugo, intentando de ignorar el hecho que era el aniversario de la muerte de su mejor amigo.
Se sentó en la cama encendiendo la linterna para tomar un trago del agua del vaso en la mesa, e inevitablemente pensó en aquello que estuvo evitando desde que llegó allí.
Era como si ignorara un enorme elefante en una habitación. No pensaba mucho en que Deku no estaba, de hecho, no le gustaba considerarlo. Quizás estaba mal hacer eso, sin embargo, para él su amigo quitándose la vida jamás fue creíble. Era por eso mismo que no podía asimilar, que ya no estuviera.
Cuando dejó su vaso a un lado, sus ojos se pasearon por la habitación antes de quedar en el cajonero. Por algún motivo se encontró a sí mismo levantándose y buscando su diario, quería ver a Deku.
Se volvió a dormir observando aquella dulce sonrisa de la vieja foto.
Terminó almorzando en el restaurante de la familia de Deku, cargando su celular en aquel local mientras hablaba un poco con Inko.
Ya cansado y con todo lo que necesitaba, regresó a su casa a eso de las tres de la tarde.
Únicamente fue un momento a hablar con el señor Uraraka y dejó las bolsas en la cocina, antes de volver a su habitación, encontrándola abierta.
—¿Pero qué mierda? —murmuró Bakugo, corriendo a esta, hallando a Tomura caminando hacia su cama—. ¡¿Qué haces en mi habitación?!
El hombre se detuvo en seco y volteó a mirarlo con un poco de miedo.
—Me enviaron a ver qué tan lejos está el poste. Como la puerta estaba abierta y vi la ventana, pensé que era más rápido que dar la vuelta entera.
Era mentira, Bakugo sabía que ese hombre estaba mintiendo, pero no sabía por qué estaría allí, no había mucho que robar en la habitación, solo su ropa y linterna.
«Igual un ladrón no sabría que no tiene que robar hasta que revise», reflexionó Katsuki, pero por algún motivo sintió que Tomura no buscaba algo de valor. Además, podía notar como el peliceleste miraba de reojo su cama.
—¡Lárgate de aquí!
Shigaraki se fue dándole una última mirada a la cama.
Al acercarse, Katsuki vio lo que observaba, su viejo diario seguía allí, abierto en la foto de Deku.
Estaba anocheciendo, los trabajadores habían dejado todo por ese día. Bakugo se encontraba en el corredor frente al jardín, un café en lata en mano y su viejo diario en la otra.
Disfrutaba de sus recuerdos, fotos y pequeñas notas mal escritas. Había sido un niño feliz, todo lo que decía allí se lo decía, además, aquellas notas no le dejaban duda de cuanto quiso a Deku. Su visión adulta o la pérdida trágica no distorsionaron eso, él amaba a Izuku.
Sonrió con dulzura al ver otra de las muchas fotos del pecoso en el cuaderno. Un pequeño niño de trece años, haciendo un gran puchero, era simplemente adorable.
Siguió pasando las hojas con lentitud hasta que llegó al final del cuaderno. Sin embargo, la última no se encontraba vacía como debió estar.
Varias notas en una letra que no era la suya estaban escritas con lapicero azul.
«Estoy ayudando a tu abuela a arreglar el jardín, me paga por ello. Perdón porque use tu diario»
«A sido duro Kacchan, odio a Shigaraki, él me ha hecho daño desde que te fuiste. Suele entrar en mi habitación por la ventana cuando mamá duerme».
«Shigaraki no me deja en paz ni en la secundaria, aleja a todos de mí. Ya nadie quiere hablar conmigo».
«Shigaraki, volvió a entrar a mi cuarto. ¡Kacchan me duele mucho!»
«Los amigos de Shigaraki me golpearon esta mañana, nadie hizo algo para ayudarme».
«Kacchan me siento solo. ¿Podrías venir por mí?»
«Mi mamá encontró sangre en mi sabana. No sé por qué le mentí. Tengo tanta vergüenza de que sepa».
«Tu abuela me deja quedar en su casa. No es tan seguido, pero me hace sentir mejor dormir en tu habitación. Espero que no te importe que me ponga tu camiseta favorita».
«¡Mañana es Halloween! Ya quiero comer dulces hasta reventar. Las cosas siguen mal, pero sé que pronto seré libre de Shigaraki, ¡Así que disfrutaré las fiestas!».
«Papá viene el fin de semana a hablar con mi mamá, iré a vivir con él el próximo año. ¡Me va a trasladar a tu secundaria! ¡Estudiaré con Kacchan! Solo debo aguantar un poco más, y podré ser feliz de nuevo».
«Mamá habló con papá por teléfono y dijo que la próxima semana podré ir con él, solo será unos días, pero podré ir a visitarte. ¡Mamá le pidió tú dirección a Hara-san y todo! ¡No puedo esperar para abrazar a Kacchan! Lo ves, solo tengo que ser fuerte».
«¡Tengo un regalo para ti! Lo hice yo mismo, no puedo esperar a ver tu cara cuando te lo dé. ¡Falta poco para verte!»
«¡Ya mañana es Halloween!»
Después de eso, ya no hubo ninguna nota más. Los pequeños relatos se detenían justo antes de aquel fatídico día.
Una par de lágrimas cayeron sobre la hoja. Katsuki rápidamente cerró el cuaderno. Aquellas notas le dejaron demasiado confundido. ¿Deku salto desde la azotea de su secundaria? ¿El chico alegre y valiente se quitó la vida? ¡Nunca! Deku no era así, y menos con esto. Las cosas pudieron ir mal, pero Izuku se aferró a la esperanza de que todo mejoraría con uñas y dientes.
El pequeño era fuerte, un guerrero que no era detenido por el miedo. Deku no se rendiría, jamás dejaría que los malos sentimientos lo vencieran.
Estaba tan metido en sus pensamientos, en sus recuerdos, que solo tuvo pocos segundos para reaccionar. Pudo sentir un leve viento y ver una borrosa mancha gris pasando al lado de su cabeza.
—¡Tomura! —gritó Bakugo, al ver al hombre de pie en el pasillo con un martillo en la mano.
—¡Dame ese cuaderno!
Bakugo caminó con cuidado hacia un lado. Locura y paranoia en los ojos del hombre, le dejaron claro que debía escapar. Así que corrió lejos de este hacia la puerta de su casa.
Salió en pantuflas, no tenía tiempo de ponerse zapatos. Debía llegar al pueblo, buscar ayuda. Esa idea lo hizo regañarse a sí mismo. ¿Cómo pudo olvidar tomar su celular? Bueno, no era de extrañar, un loco lo perseguía con intención de por lo menos herirlo.
A su espalda podía sentir los pasos acelerados de Tomura, el cual le ordenaba que se detuviera. Él no lo iba a hacer, sin embargo, su calzado no era el mejor para la carrera, terminó cayendo al enredarse con este. Tomura aprovechó eso para montarse sobre él.
Katsuki luchó, no se dejaría matar de tal forma tan patética. Se quitaría a aquel loco de encima y saldría de allí.
Logró esquivar el primer golpe y bloquear el segundo, aunque su brazo derecho dolió terriblemente al ser golpeado por un martillo con fuerza. En el tercer intento de Shigaraki por golpearlo, Katsuki sostuvo el martillo evitando que le diera, y así inició un fuerte forcejeo.
—Tú —soltó Bakugo, con su voz impregnada de cansancio por el esfuerzo—. Tú querías mi cuaderno. Dime algo, hijo de puta, Deku no se tiró de esa azotea, ¿o me equivoco?
—¡El imbécil tenía que escribir, tenía que decirlo, todo sería mejor si no hubiera dicho nada! ¡Solo muere maldito idiota! —gritó el peliceleste, completamente ido en una locura nacida del miedo y la rabia.
La fuerza con la que el martillo fue jalado hacia atrás le hizo imposible a Katsuki sujetarlo por más tiempo.
La improvisada arma fue bajada con rapidez hacia su cabeza. Bakugo solo atinó a cubrirse con los brazos y esperar el golpe, empero, este no llegó.
—¡¿Qué pensabas hacer Shigaraki?! —gritó el señor Uraraka, sacando a Tomura de encima de Bakugo con una fuerza sorprendente.
—Uraraka-san —murmuró el peliceleste.
Por su parte, Bakugo se encontraba en shock, mirando el martillo tirado a algunos metros de él.
Después de eso hubo un escándalo en el pueblo, la policía se llevó a Shigaraki. Él fue saturado por preguntas mientras era atendido por un médico. Por suerte no se había roto nada, pero un gran hematoma empezaba a salir en su brazo.
Al final, después de responder prácticamente con monosílabos. Decidió mostrar al oficial su diario, el cual había quedado tirado en el suelo al él caer.
—Tomura quería esto, contiene algunas palabras escritas de Midoriya Izuku. Un chico que supuestamente se suicidó hace diez años.
—¿Por qué, Shigaraki, quería esto? —preguntó el oficial Aizawa, tomando el cuaderno con curiosidad.
—Creo que Izuku no se tiró de esa azotea. Parece ser que Tomura tuvo alto que ver en su muerte y sabía de la existencia de esto.
Aquella posibilidad quedó abierta en la mente del oficial, Katsuki pudo verlo en sus ojos y eso era suficiente para él.
Después, de lograr estar libre de preguntas, terminó cambiándose por algo más cómodo y caminando sin rumbo fijo por el pueblo. La última hora fue una verdadera locura, quizás tenía que llamar a sus padres y a Kirishima, para contarles lo que sucedió, sin embargo, solamente quería caminar.
No supo por qué sus pies le llevaron directo allí, empero, de alguna forma terminó frente a la tumba de Deku. Se quedó viendo la inscripción en esta hasta que su visión se puso borrosa, tal vez debería sentir temor de estar allí a esa hora, pero lo necesitaba, tenía que estar junto a Deku en ese momento.
—Hoy Shigaraki intentó matarme. Yo... leí las notas en mi cuaderno, estuvimos tan cerca de estar juntos, pero él nos lo arrebató, ¿o me equivoco?
Con suavidad acarició la fría piedra que tenía grabada, aquel nombre que casi nunca pronunció, aunque quería tanto. Cuanto extrañaba a su Deku.
—Gracias, Kacchan.
Un terrible frío rodeó su cuerpo y sintió como era apretado con fuerza en un abrazo. Volteó a ver por encima de su hombro, encontrándose a un hombre de su edad, de mejillas pecosas, ojos esmeralda y desarreglado cabello verde.
—Deku...
—Kacchan, sabía que tú entenderías mis señales. Gracias.
Una helada mano acarició su mejilla con un roce ligero y unos fríos labios se presionaron sobre los suyos.
Tan rápido como llegó, aquella imagen de Izuku se había ido dejando a un confundido Bakugo en medio del silencio.
«En Halloween los muertos salen a caminar con los vivos», recordó con una sonrisa.
—Descansa en paz, mi amado Deku.
Hola, lo sé, pero quería estar del otro lado, ahora ustedes me califican a mí, wajajajaja.
Si ven algún error no duden en decirme se los agradecería mucho.
No siendo más nos leemos en otra de mis historias.
Los quiero.
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