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XIII - Desbordar

Sobrepasar la capacidad intelectual o emocional de alguien.

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—Te prometo que lo único que quiero es desaparecer, Hany —le dije llorando a través del teléfono—. Fue horrible, ese maldito fue horrible conmigo y después se disculpó como si no fuera la gran cosa.

—Demuéstrale que no te importa entonces. Eso le dolerá en este punto, créeme, es lo más inteligente que puedes hacer.

Llegué a casa mucho antes que él, así que tuve tiempo de sacar un vaso de jugo y un pequeño pan como mi cena, sólo para que no me doliera el estómago en la mañana. Con lágrimas en los ojos, también saqué un helado de chocolate en la nevera, tentada a sentirme mejor de alguna forma.

Me quité el vestido y me calcé el pijama rápido. Me encerré con llave en mi cuarto y llamé de nuevo a Hany.

—Amiga, ya no llores —me dijo—, que te importe un culo lo que diga esa vieja estirada. ¿Qué va a saber ella de arte?

—Nunca me había sentido tan disminuida —confesé, cerrando fuerte los ojos.

—Mañana lo pasaremos muy bien juntas, ya lo verás —respondió—. Haré que te olvides de todo, así que hora trata de descansar.

Sin decir más me colgó y yo me deshice debajo de mis mantas, con el cobijo de la televisión encendida como única compañía.

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Jungkook

Con aberración ayer confirmé que solamente soy una marioneta de mis objetivos, y que no me importa pisar al resto con tal de estar a salvo.

Jamás me había puesto a prueba siendo quien soy hoy en día, y fui una completa decepción.

Su amiga Hana la pasó a buscar a las seis y media de la mañana al día siguiente. La oí partir, pero todavía no me había levantado.
Fue inteligente su táctica de salir temprano.

Ni siquiera intenté hablar con ella anoche. Esa conversación la di por perdida desde que me di cuenta de que ella tenía razón.

Me doblegué frente a la opinión de personas a las que nunca me voy a parecer. La presión social ha tomado un nuevo significado para mí desde que hice lo que hice. Desde que comencé a formar parte del plan de su padre en realidad, y eso me encierra en un círculo irónico.

Me equivoqué en grande porque me puse nervioso, y es todo cuanto puedo decir al respecto.

Que se sienta mal ahora es mi culpa, ni siquiera de esa señora.

Y me incomoda su ausencia durante el día, por ende.

Repito las indolencias de la vieja en mi cabeza, veo una y otra vez empapado en llanto el rostro de Emma, y me hallo gran parte de la mañana sólo sentado en el sofá, refregando lentamente mi cabello.

No irla a buscar a la salida fue parte de mi estrategia de entregarle su espacio, y sin embargo, fue un graso error.

Dieron las tres de la tarde y Emma no apareció.
Ni siquiera sé porqué me sorprendí. Me bebí de un sorbo el vaso de agua que le había servido a mi boca seca, y le marqué. Me llevé el teléfono al oído caminando de un lado a otro por la cocina.

Sonó y sonó, pero ella no contestó. Sin pausa le marqué de nuevo y aguardé tres tonos hasta que su voz apareció.

—¿Sí?

Sonó como si nada y eso me incomodó.

—¿Dónde estás? —inquirí.

—En casa de Hany. Tengo... un control y debo estudiar.

—Pueden venir a estudiar aquí las dos.

—No... —Se escucha la risa suave de un hombre primero y luego la de su amiga de fondo—, no se puede.

—Emma —dije la única cosa que fui capaz de decir. Se me había entumecido la espalda... y también la cabeza.

—Nos vemos mañana —se despide riendo y me cuelga sin más.

No sé lo que ha hecho, ni lo que hará. Me condena a estar en el suplicio de la incertidumbre otra vez y creo que ahora me lo merezco.

Lo peor es que no sé cómo voy a salir de esto. Me aguarda el resto del día para tratar de pensar en algo.

No sabía con certeza cuál era su paradero, y suerte que ese día su padre no me pidió que me reportara. Hasta que anocheció me fumé media cajetilla por el miedo a que me llamara, y aquello sembró todos los pensamientos que me atormentaron por la mañana.

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Emma

Me desperecé aún abrazando la espalda de Hany. Sentía la boca amarga y muy apretada. Era ya tarde para ir a la escuela, pero no podía faltar.

A mi alrededor vi a varios compañeros que se estaban levantando como yo, pero más perezosamente. Incluso la cerebrito de álgebra no parecía tenía intenciones de moverse pronto de ese sofá.

Es cierto que Hany y yo estudiamos... pero lo hicimos temprano. Thomas nos rodeó por los hombros a ambas y nos contó, a eso del mediodía en la escuela, que tendría su casa sola; y con eso organizamos nuestro esquema de acuerdo a él.

Son las ocho cuando me incorporo desde esa improvisada cama. El latir de mi corazón está en mis sienes. Siento mi entrepierna mojada, y lo peor es que no me acuerdo de nada.

—Mierda, yo no voy —me dijo mi amiga, arrastrando las palabras cuando la sacudí para que se despertara.

La dejé entonces y como pude me dirigí hacia el pasillo, lamentando cada trago anterior. Me dolía la garganta.

Una vez en el baño corroboré que sólo se trataran de mis fluidos en mis bragas, y me tranquilicé a medias.

Me desprendí del vestido que Hany me prestó y desperté un poco más bajo el fugaz chorro de la ducha. Aproveché de beber una gran cantidad de agua ahí mismo. Me envolví rápido después en cualquier toalla que encontré y no tardé en darme cuenta, ahora más espabilada, que estaba dentro del baño de Thomas.

Me apresuré aún más a salir de ahí y localicé rápido mi uniforme dentro de mi mochila. Me deslicé bajo la blusa y la falda lo más rápido que pude. Acomodé también mi corbata y no pude creer lo arrugado que estaba todo el conjunto cuando me miré al espejo.

—Vamos, te llevo —me dijo Thomas desde el umbral de la puerta de su habitación. Él sí que se veía impecable.

—Gracias —respondí, viendo en mi celular que ya eran cerca de las ocho y media.

Tomé mis calcetas y mis zapatos y corrí a subirme a su camioneta con la mochila a cuestas. Teníamos control de biología, y si bien este no valía mucho al final del semestre, sí que nos ayudaba a inflar un poco la nota del examen.

Apenas alcancé a cerrar la puerta cuando Thomas arrancó. Terminé de vestir mis piernas con mis polainas y mis zapatos. Nada pude hacer bajo sus intrusos ojos en mi falda, pues me encontraba a su lado. Encendí la calefacción después para desviar su atención y ayudarme a secar mi cabello mojado.

—Debajo del asiento tengo una chaqueta negra, póntela. Hoy hace frío —comentó y tenía razón.

Sentí escalofríos cuando el calor de la tela invadió mi fría espalda y sonreí.

—Vaya, gracias.

Sólo rogaba llegar antes de las 8:45, pues luego de eso no dejan entrar.

Terminé de aplicarme corrector bajo los ojos con el espejo del copiloto, y encontré un chicle providencial en mi cosmetiquero que me hizo sentir mejor.

Thomas aceleró en todas las partes en las que pudo, y llegamos a la escuela un poco antes de lo previsto.

Al entrar al estacionamiento, sin embargo, no pude creer que el flamante Chevrolet de Jungkook estuviera detenido en el primer espacio, y él mismo se encontrara recargado en el capó del vehículo, matando con la vista a todo el que entraba.

—Imbécil —espetó Thomas para sí, doblando con rudeza hacia la otra esquina del lugar—, ocupando el último estacionamiento de la entrada.

Cerré los ojos con hastío y rápido hurgué entre mis cosas hasta dar con unos lentes de sol en el desorden de mi mochila. Mastiqué el chicle un poco más rápido.

Thomas aparcó y nos bajamos rápido, pues el guardia ya se estaba preparando para cerrar la reja. Sentía la mirada de Jungkook y me quemaba todo el cuerpo, todo el costado y después toda la espalda, pero fingí que no me daba cuenta de su presencia.

—Sí que hace frío, ¿no? —comentó de nuevo Thomas riendo y pasando un brazo por mi hombro—, pero lo logramos.

Me reí de nervios y me mantuve junto a él un segundo. Luego, troté a la seña del señor que iba a cerrar y desaparecí del campo de visión de Jungkook.

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Aún estaba sin aliento por haber corrido de la manera en que corrí para llegar al salón de biología con Thomas, y nos aceptaron.

Hice el control con la mente en otra parte, y ahora ni siquiera estaba Hany para poder desahogarme... Pues Jungkook obviamente había venido a cerciorarse de que viniera a clases, y por más que buscara entre todas mis ganas, no encontraba las de hablar con él.

Sus acciones no requerían demasiada explicación, además. Sabía que él no opinaba lo mismo que esa señora respecto a mis obras, se le notaba demasiado. Pero así también se notaron los cojones que le faltaron para expresar una opinión distinta a la de ese asqueroso tipo de aristocracia.

Debía, sin embargo, continuar actuando como si finalmente no me hubiera afectado tanto su actuar. No quería otra vez verme débil frente a él.

Avanzó ese día demasiado lento con la persistente e inevitable compañía de Thomas. Admito que sus temas de conversación lograron distraerme al menos hasta que llegara la hora de salida.

Nos tocaron electivos diferentes al final y con ello pude salir apenas sonó el timbre. Examiné con cautela el estacionamiento y supe que Jungkook no se equivocaría dos veces al verlo esperándome otra vez, pero ahora en otro sitio, todavía más cerca de la entrada y con el auto al revés, preparado para salir de inmediato.

Caminé sin más opción hacia él y lo saludé con un breve gesto de cabeza.

—Hola —me dijo él y se subió junto a mí.

De camino a casa, sentí todas las veces en las que quiso decirme algo, pero no lo hizo.

Me tenía sin cuidado de cualquier manera.

Me bajé del auto sintiendo un enorme bulto rodearme, y recién entonces caí en la cuenta de que no me había sacado la chaqueta de Thomas durante todo el día. Seguía nublado, pero no era para tanto, así que mientras me acercaba a la entrada me la quité. Abrí con mis llaves y la dejé colgada en el perchero contiguo, antes de subir trotando las escaleras para darme una ducha más decente.

Adoré verlo complicado para comunicarse, ya que es la precisa sensación que quería transmitirle.

Al salir, me puse un short de mezclilla y una camiseta grande que no parecía ser mía. Hidraté mi rostro y mis labios, y me sentí renovada y lista para comenzar a hidratarme por dentro ahora.

Bajé hacia la cocina, encontrándome de nuevo con la insistente presencia de Jungkook en uno de los taburetes.

—Emma, quiero hablar contigo —me dijo cuando terminé de beber de mi botella de agua.

—¿Sobre qué? —indagué, fingiendo confusión.

Jungkook ahogó una risa irónica, y negó con la cabeza mirando hacia otro lado.

—Sobre qué será...

Me encogí de hombros y lo miré con ojos grandes.

—No sé, está muy extraño todo. Estás extraña... y lo entiendo —comenzó—, por eso quiero decirte que ayer yo estuve...

Forcé entonces a que se deslizara una sonrisa coqueta en mi rostro, de las mismas que se me escaparon cuando le expliqué las ténicas de pintura ese día, mientras hablaba.

Con la mirada le pedí silencio, y él se quedó callado, paseando la vista de arriba abajo por mi rostro.

En mi mente danzó, entonces, una idea maliciosa. Gatillada cuando mi celular vibró en el bolsillo trasero de mi short, con el compás de las notificaciones de mi mejor amiga.

—¿Quieres pasarlo bien conmigo en una... pequeña reunión esta noche? —indagué suavemente.

Me aventuré a acercarme un poco más a él, y me dio vértigo el que no se apartara. Quizás lo que estaba pensando era justo lo que se necesitaba.

—Y así nos olvidamos de... todo lo extraño —insté, aún más suave, ampliando el rango de mi mirada por su silueta completa—. No pasará nada, todos serán muy cuidadosos. Y estaré... todo el tiempo contigo.

Lo vi tratar de apartar sus ojos inútilmente, y debatirse con fuerza internamente. Sonreí satisfecha y preparada, sin embargo, cuando resignado susurró:

—Está bien.

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