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23

-¿Qué?- murmuró el herrero.- Tú estás loco-

El mago bajó el brazo sin dejar de sonreír.

-Suponía que esa sería tu respuesta inicial- comentó Adrien sin parecer en absoluto molesto. Comenzó a pasearse como sin rumbo fijo, hasta que fue acercándose demasiado a donde yo estaba.- Para que yo pueda ocupar tu cuerpo, es necesario que antes tu alma lo abandone. En otras palabras: has de morir. Y ya me imaginé que no lo aceptarías sin una buena razón.-

Se plantó ante mí y yo ascendí por su figura con mis ojos que se encontraron con los de él. Volvió a alzar un brazo y sentí que las cuerdas que aún me apretaban y que no había logrado aflojar ni un poco, desaparecieron de repente y una extraña fuerza me apartó del árbol, así que caí de bruces contra el suelo sin que mis manos pudieran detenerme. Sentí un dolor nuevo, en zonas también novedosas de mi cuerpo, pero en un segundo desapareció. Algo helado me había cogido del antebrazo y me había levantado de un tirón.

Estaba demasiado aturdida para intentar resistirme, y cuando quise darme cuenta, el Nigromante me había atrapado. Lo tenía pegado a mi espalda y me inmovilizaba sujetándome por la cintura y el cuello. Aunque hubiese intentado huir no habría podido, aparte de congelado estaba tan duro como una estatua.

Y todo eso debió pasar en unos segundos, porque cuando me vi en manos del mago y frente a Henry, a éste no le había dado tiempo ni a levantar las manos.

Nos miraba a los dos intermitentemente, con los ojos espatarrados de puro terror. Finalmente se decidió por el Nigromante.

-No le hagas daño- le ordenó, casi sin separar la mandíbula.- ¡No te atrevas a hacerla daño!-

-Eso solo depende de ti- le respondió.- Ahora que tengo toda tu atención, te lo voy a explicar solo una vez. Si coges ese cuchillo y me cedes tu cuerpo, yo te prometo que Bree acabara esta espantosa noche durmiendo plácidamente en su cama. Y yo me iré lejos, para siempre. Jamás volveré a esta aldea.- Entonces hizo una pausa y sentí su mano cerrándose ligeramente en torno a mi garganta.- Si no lo haces, la mataré frente tus ojos y después a ti.-

Intenté captar la mirada de Henry, pero me fue imposible.

-Henry... - hice un esfuerzo para que me saliera la voz a pesar de la presión en mi cuello.- No lo hagas.- Entonces sí me miró, los ojos se le agrandaron aún más en una expresión de desconcierto desconsolado.- No lo hagas, por favor ¡No se te ocurra escucharle!- Pero yo ya había visto antes esa mirada y sabía lo que significaba. Estaba pensando en ello ¡Estaba dudando!.- ¡¡Henry!! ¡¡No!!-

La mano del Nigromante me cubrió la boca y acalló mis palabras. Un olor nauseabundo inundó mi nariz revolviéndome el estomago.

-¿Lo ves, Henry? ¿Ves hasta que punto te ama? ¿No crees que tu deber es corresponder a sus sentimientos?- le torturó el mago.- Te conozco Henry, posees bondad. Un hombre bueno no es capaz de dejar que otro muera por él.-

Estaba a punto de ceder, lo veía en el fondo de su angustiada mirada. Intenté moverme pero solo sirvió para que el mago me apretara más fuerte.

-No tengo toda la noche, Henry. Los dos sabemos lo que vas a elegir.- Pero el chico parecía paralizado, tan ausente como si no estuviera realmente allí.- Aunque podría conseguir algo más de tiempo... Unas criaturas fascinantes llamadas vampiros me enseñaron que la sangre caliente de un humano logra alargar nuestra existencia...- Tiró de mi barbilla estirando mi cuello y noté su aliente gélido sobre mi piel mientras hablaba.- ¿Necesitas más tiempo, Henry?-

-¡Para! ¡Detente! ¡No le hagas daño!- exclamó Henry, desesperado. El corazón me iba a estallar, había llegado a sentir los dientes de ese ser raspando mi garganta.- Haré lo que quieras pero no le hagas nada.-

-¿Lo harás?-

Henry me miró con intensidad y yo me forcé a negar con la cabeza, suplicándole con la mirada. Pero él agarró la daga que aún flotaba frente a su rostro.

-Lo haré. Mi vida por la de ella- sentenció. Y supe que hablaba terriblemente en serio.- ¿Es lo que quieres? Lo tendrás. Pero antes tienes que dejar que Bree se vaya.-

-Bree se irá en cuanto tú cumplas con tu parte del trato.-

-¡Ni hablar!-

-Henry, no estás en disposición de imponer exigencias- Noté que sus manos se aflojaban en torno a mi cuello aunque seguía sin poder quitármelo de encima.- Estoy esperando, muchacho.-

Respiró hondo y una de sus miradas fugaces fue a parar sobre mí. ¿Era una disculpa? ¿Era una despedida?

-De acuerdo-

Sentí una sacudida. El Nigromante me había empujado al suelo y yo, otra vez, me golpeé con fuerza contra la arena empapada. Aunque no me dolió tanto, quizás porque mi cuerpo estaba ya insensibilizado por el frío.

Rodé por el suelo para intentar levantarme, pero otro peso cayó sobre mí sin cuidado ni miramiento alguno. Abrí los ojos y me encontré con Elizabeth sentada sobre mí. Había vuelto a olvidarme de ella, pero ella no de mí. Sus manazas de muerta me sujetaban los brazos, así que estaba inmovilizada de nuevo.

-¡Quítate de encima, perturbada!- exigí mientras movía las piernas, lo único que tenía libre. La muerta ni se inmutó.

-¡El trato era que no la harías daño!- protestó Henry.

-No le está haciendo nada, solo se asegura de que Bree esta tranquila hasta que todo termine.- explicó el mago.- Bueno Henry, ha llegado el momento de que cumplas con tu palabra.-

-¡No!- grité, asustada.- ¡Henry, no lo hagas! ¡Por favor! ¡Por favor!-

Ni siquiera me miró. No iba a escucharme por mucho que yo gritara, tenía que hacer otra cosa. ¡¿El qué?! Elizabeth tenía una fuerza increíble y mis esfuerzos no servían. Miré por todas partes en busca de alguna salvación milagrosa, pero no había nada en ese maldito bosque.

Sí lo había: un brillo.

Vi algo que había reflejado el resplandor de la luna, moviéndose entre los árboles cercanos. Pero ¿Qué era? Miré de reojo a Elizabeth pero estaba demasiado distraída siguiendo cada movimiento de su señor extasiada como una completa idiota. Entrecerré los ojos y me pareció verlo otra vez, pero no era un simple brillo; había también una capa ondeando entre los troncos. ¡Había alguien allí! Entonces pude ver la figura que se ocultaba y que con mucho cuidado, asomó el rostro por encima de unos arbustos.

<<¡Aidan!>> ¡Mi hermano estaba allí! ¡¿Por qué?! Observaba la escena muy seriamente, hasta que se dio cuenta de que yo le había visto.

Me lanzó una de sus sonrisillas, "Tranquila, que ya estoy aquí" parecía decir. Como si su presencia pusiera fin al peligro, pero lo único que consiguió fue que el corazón se me encogiera aún más asustado. Me mostró el enorme hacha que llevaba en las manos y después me hizo un gesto para que disimulara y desapareció entre la maleza.

Iba a intentar salvarme.

Por un momento todo me dio vueltas, y cuando aún no me había repuesto de la sorpresa de ver allí a mi hermano, me encontré con que Henry ya se había llevado la daga a la garganta y supuse que reunía valor para seguir adelante. ¡No podía dejar que lo hiciera! Nadie más parecía haberse dado cuenta de la llegada de Aidan y quizá si conseguía ganar tiempo a él se le ocurriera alguna genialidad que nos salvara a todos.

-Un solo corte- insistió el mago.- Recuerda que no queremos dañarlo más de lo necesario.-

Henry asintió con la mandíbula apretada, cerró los ojos con fuerza para respirar, y volvió a abrirlos con decisión. Pero entonces yo grité y él me miró. Aunque no le había gritado a él, sino al Nigromante.

-¡Te estás equivocando!- le advertí.- Henry no es quien tú piensas. No es el adecuado.-

-Vaya... ¿Y eso qué significa, querida?- El mago sonreía como si mi intervención le divirtiera.

-Puede que hace dos años él fuera el más fuerte de la aldea, pero ya no lo es. Está enfermo.- Nadie más que Henry pareció sorprenderse por esa revelación y yo seguí con la única idea que se me había ocurrido para retrasarlo todo.- Si te quedas con su cuerpo te arrepentirás porque dentro de poco será inservible.-

-Está mintiendo- dijo Henry, ya que no entendía lo que yo me proponía.- Solo intenta protegerme. A mí no me pasa nada.-

Una figura oscura avanzaba sigilosa por el claro sin hacer el menor ruido. Nuestro única esperanza.

-¡Él es quien intenta proteger a todo el mundo!- repliqué muy segura.- Sabe que si te enteras de su enfermedad buscarás a otro de la aldea que ocupe su lugar y quiere evitarlo, porque ya está condenado.-

El Nigromante se olvidó momentáneamente de Henry y se acercó a mí. Se arrodilló a mi lado, mirándome desde arriba con mucha atención.

-Me resulta admirable tu insistencia, Bree- me dijo. Por encima de su hombro vi a Aidan, a pocos pasos ya de nosotros.- Sigues intentándolo a pesar de todo.-

-Patético- escupió Elizabeth.

Pero no me importó porque vi a Aidan empuñando su hacha sobre la espalda del Nigromante sin que este hubiese notado nada.

-Casi logras convencerme...- continuó él llamando mi atención.- ... pero ningún humano puede engañarme.-

Entonces, el tiempo se aceleró de golpe y todo lo que pasó fue tan rápido y confuso que lo veía en imágenes fragmentadas y apenas conectadas entre sí.

Aidan bajó el hacha sobre el mago, pero claro que él ya sabía que estaba ahí. Con un ágil giro de sus talones y alzando las manos, se hizo con el hacha y de un fuerte tirón, no solo se la arrebató, sino que lanzó a mi hermano contra el suelo y antes de que pudiera volver a levantarse, le colocó el pie sobre el estomago mientras levantaba el hacha dispuesto a decapitar a Aidan.

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