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21

-¿Fiesta?- repetí un tanto descolocada.- ¿Qué fiesta?-

-Mi fiesta de cumpleaños, por supuesto- respondió.- Será esta noche y muy pronto estaremos todos: tú, yo y el invitado de honor.-

-Y Elizabeth- se me escapó. ¡Es que seguía demasiado furiosa!

Hasta ese momento no solo no había variado un ápice el tono de voz de ese hombre, sino que no se había movido en absoluto; ni un leve balanceo. Por eso cuando sacudió la cabeza en mi dirección me sorprendió como si hubiese echado a correr.

-No juzgues con tanta dureza a la pobre Elizabeth. Ella solo hace lo que le ordeno y no puede negarse a cumplir mi voluntad…-

-¡Ella mató a mi madre!-

-No, Bree. A tu madre la maté yo- me reveló sin inmutarse. No como yo que me quedé sin habla, sin respiración… -¿Qué te ocurre? ¿Aún no habías adivinado quién soy? ¿Acaso no llevo años viviendo en tus… pesadillas?-

Mis pesadillas…

-Eres el Nigromante- murmuré, aunque no era necesario decirlo en voz alta a esas alturas. Era él… después de tanto tiempo, de tanto miedo y rabia ¡Ahí estaba! ¡Frente a mí! Y me hablaba con tal indiferencia como si no tuviera nada que ver conmigo. Debía asustarme, lo sabía, pero en aquel momento lo único que podía sentir era un odio tan profundo como la mismísima oscuridad del cielo.- ¿Por qué? ¿Por qué la mataste?-

Al pronunciar esas palabras sentí un tirón dentro de mí y hacia fuera, que me impulsó a intentar levantarme, aunque no lo conseguí (seguía atada) sí que moví las piernas. Las cuerdas me quemaron la piel de las muñecas.

-No necesitas saber el por qué- me contestó arrastrando esa insultante calma.- No pretendo perturbarte más de lo necesario esta noche.-

Vaya, si se trataba de un asesino considerado…

-Necesito saberlo… dímelo ¡Dímelo! ¡¿Por qué lo hiciste?!-

-¿Para qué? No cambiará lo que ya está hecho-

-¡¡Dime por qué!! ¡¡¿Qué querías de ella?!! ¡¡¿Y qué quieres de mí?!!-

-No quiero nada de ti- respondió. Se limitó a responder a una de todas las preguntas que yo le había hecho y la rabia que sentía estaba alcanzando unos niveles insoportables.- No me interesas más allá del servicio que puedas prestarme. Eso puede ser algo positivo para ti ya que tampoco me importa si vives o mueres… aunque lo más probable es que acabes muerta.-

¿Prestarle un servicio? ¿Pretendía mi ayuda? Era repugnante el modo en que hablaba de mi muerte, pero se me ocurrió que tal vez se debiera a que estaba loco. Debía estarlo si pensaba que yo le ayudaría.

-Puedes matarme ahora mismo porque no pienso ayudarte en nada-

-Me temo que no tienes opción, pues ya lo estás haciendo… Elizabeth ya se dirige hacia aquí, trayendo consigo a la única persona que realmente necesito. Alguien que se atreve a entrar al Bosque Oscuro solo por ti.-

Casi me había olvidado de Elizabeth y su siniestra misión, pues estaba cada vez más enfadada. Pero era verdad, alguien se dirigía hacia la trampa del Nigromante. Alguien importante para mí.

-¿Es mi padre? ¿O es Aidan?- Pero el encapuchado se mantuvo en silencio. Aunque no le veía, estaba convencida de que sonreía ¡Se reía de mí! Por eso me torturaba no respondiendo a mis preguntas.- ¡¡¿Quién es?!! ¡¡Maldito seas!!-

-¿Por qué arruinar la gran sorpresa? Pronto estará aquí-

Lancé un grito de rabia y frustración que me desinfló tanto que tuve que apoyar la cabeza en la corteza del árbol. No me lo diría… y yo tenía que intentar controlarme para pensar alguna solución. No podía permitir que el Nigromante le hiciera daño a mi familia, y menos por culpa de mi insensatez crónica.

Tenía que soltarme. Si lo conseguía sin que él se diera cuenta, cuando Elizabeth llegara yo tendría una oportunidad de salvar a esa persona y escapar. Una oportunidad realmente remota, pero una. Así que, con gran disimulo, empecé a luchar con las cuerdas que me inmovilizaban.

-¿Por qué está haciendo esto Elizabeth?- le pregunté en un intento de mantenerle distraído.- Has dicho que no puede negarse a cumplir tu voluntad… ¿Es una especie de marioneta bajo tu control?-

-No estás demasiado equivocada. Es algo… parecido.-

-¿En qué sentido?-

-Hace todo lo que yo le digo como una marioneta y además, tampoco hay vida en su interior.- Por un segundo, me quedé paralizada.

-¿Cómo que no tiene vida? ¿No es humana?-

-Lo fue. Elizabeth fue una joven que vivió en esta aldea hace ya mucho tiempo y que murió de una enfermedad pulmonar.- Me explicó con tranquilidad.- Yo necesitaba a alguien de aspecto dulce e inofensivo que condujera hasta a mí a las personas que yo necesitara. Así que tomé prestado su cuerpo y usé mis conocimientos en nigromancia para dotarlo de la suficiente energía que la hiciese parecer viva, más si la tocaras el pecho descubrirías que su corazón no late.-

Ni siquiera eso era necesario. Había otras cosas que deberían haber llamado mi atención como su extrema palidez, su piel tersa y siempre helada, ese modo de hablar y comportarse tan extraño, tan… como de otra época…

<<¡Bree, estúpida!>>

-A pesar de su ayuda, en los últimos tiempos se ha convertido más en un estorbo que en una aliada.- continuó el Nigromante.-… ha pasado tanto tiempo fingiendo ser humana que desea serlo de nuevo. Es tan… tedioso oírla lloriqueando día tras día por el mismo tema.-

Demostraba tal crueldad e indiferencia al mismo tiempo en sus palabras que casi logró que por un fugaz instante sintiera compasión por Elizabeth. Casi.

¡Y yo no lograba soltarme de ningún modo! El escozor de mis manos era tan intenso que me rendí cuando sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas.

A lo lejos oí gritos y el corazón me dio un vuelco.

-Aquí viene- anunció el Nigromante, fue la primera vez que su voz sonó teñida de una emoción: ilusión.

<<¡¡No, no, no, no!!>> No podía girar la cabeza, pero agucé el oído todo lo posible. Los gritos se oían más fuerte y sabía que decían mi nombre. ¿Quién era?

-¡BREEE!-

Estaba mucho más cerca y no me pareció la voz gastada de mi padre ¿Era Aidan? El Nigromante quería a mi hermano pero ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

-¡¡BREEE!!-

Esta vez sonó justo detrás de mi árbol, prácticamente ya en el claro. Pude reconocer la voz sin problemas.

-Henry…- susurré sorprendida. El encapuchado ahogó una risita que confirmó mi sospecha. ¡Era a Henry a quien quería! ¿Querría matarle igual que había hecho con su padre? ¡Idiota! ¡¿Cómo no se me había ocurrido antes?!

-¡BREE!-

¡No podía dejar que se acercara más!

-¡MARCHATE HENRY! ¡ES UNA TRAMPA!- le grité con las pocas fuerzas que me quedaban.- ¡EL NIGROMANTE ESTA AQUÍ!-

-Bien hecho, querida- me felicitó el Nigromante, sin que yo entendiera el motivo, hasta que oí los apresurados pasos de Henry acercándose aún más rápido hacia nosotros.

-¡NO, NO, NO! ¡NO VENGAS!- Pero fue inútil. De haberme detenido un solo segundo a pensar en ello hasta mi desquiciado cerebro habría visto el fallo de mi plan.

Henry apareció en el claro. Se abrió pasó entre los árboles con una expresión asustada que se volvió confusa cuando se topó con la figura oscura.

-Hola Henry- le saludó el mago con cordialidad.- Te estábamos esperando.-

Ante esas palabras, miró a su alrededor y al verme atada al árbol hubo tal mezcla de sentimientos en su rostro que hasta yo me perdí: preocupación, impresión, y supongo que alivio porque seguía con vida.

Se precipitó hacia el árbol y se agachó frente a mí.

-¡¿Qué estás haciendo aquí?! ¡¡Te dije que te fueras!!- Mis palabras le desconcertaron un instante que pasó muy rápido.

-Pero ¿Tú estás bien?- preguntó él a toda velocidad.- ¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo?-

-¡¡HENRY!!- grité para que me escuchara, pues estaba tan nervioso que no dejaba de hablar y moverse. Conseguí que me mirara a los ojos, entonces vi lo asustado que estaba por mí.- Henry, tienes que irte de aquí ahora mismo.-

-No voy a irme sin ti-

-¡Tú eres a quien quiere!- exclamé ansiosa.- ¡Él es el Nigromante! ¡Quiere matarte!-

-Nada más lejos de mi intención- irrumpió la voz del mago. Henry me miró con intensidad y se incorporó. Lentamente se giró hacia la figura sin apartarse del árbol.- Mi única intención, por ahora, es que hablemos.-

-¡Está mintiendo!-

-¡Mi señor!-

Es ese momento, Elizabeth llegó desfallecida y se quedó contemplando la escena con curiosidad. Henry dio un respingo al verla.

-Elizabeth, aléjate de ese hombre- la previno.

-¡No te fíes de ella, Henry! ¡Está con él! ¡Y ni siquiera es humana!-

La susodicha me miró apretando los labios de puro odio mientras daba unos pasos en mi dirección.

-¡Pero lo seré!- replicó.- ¡Volveré a ser humana! En cambio tú no pasarás de esta noche, Bree.- Se giró hacia el encapuchado suavizando su tono de voz.- Prometisteis devolverme a la vida algún día ¿Verdad, mi señor?-

Pero el Nigromante tampoco se molestó en contestarla a ella y en medio de aquella locura, me hizo tanta gracia la esperanzada sonrisilla de la muerta viviente que me reí a carcajadas.

-Ahora eres tú la crédula…-

-¡¿Puede decirme alguien que está pasando aquí?!- explotó Henry que nos miraba a unos y a otros muy confuso. Señaló con el dedo al encapuchado.- ¡Tú! ¿Eres realmente el Nigromante?- La capucha realizó un movimiento afirmativo y observé cómo se tensaban todos los músculos del cuerpo de Henry.- Tú mataste a mi padre…-

-Así es. Necesitaba que vinieras al bosque y pensé que cuando te enteraras tu odio te traería hasta mí. Pero no fue así… No eres el tipo de hombre que se deja dominar por el odio. ¡Ahora me doy cuenta! Por eso está Bree con nosotros esta noche. Tengo en mi poder aquello que amas, así que podemos empezar a hablar.-

-¡No!- exclamó Henry.- Ya estoy aquí y hablaré contigo, así que deja que Bree se vaya.-

-No pienso irme a ningún lado- dije muy convencida.

-¡Pues claro que no!- El Nigromante dio una palmada atrayendo nuestras miradas.- Es demasiado pronto para que nadie abandone la fiesta.-

Los puños de Henry estaban tan apretados que se habían vuelto blancos.

-¿Qué es lo que quiere?- arrastró cada palabra apretando también los dientes.

-Quiero proponerte un trato. Uno muy sencillo y que sé que tú aceptarás, pues aunque ahora me mires con desprecio, puedo ver la nobleza que habita en tu interior.- El corazón me iba a mil por hora. A cada palabra que oía se me estaba formando un nudo odioso en la garganta que no era capaz de tragar. El Nigromante dio un paso y la luz incidió aún más sobre él.- Será un simple intercambio: tu vida por la de ella.-

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