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15

29 de Febrero. La Noche de la Gran Función.

Y entonces todas las luces se apagaron.

Me vi arrollada por los que corrían para bajar del escenario, como si no hubiese tiempo de sobra antes del siguiente acto.

Pandilla de histéricos.

Durante la Función del Día del Nigromante todo el mundo estaba como loco; corriendo de un lado para el otro, llevando y trayendo cosas, hablando siempre a gritos, excepto cuando subían el telón. En ese instante se hacía el silencio, pues solo los que estaban en el escenario podían ser escuchados.

Estaba nerviosa y no sabía por qué. Faltaba poco para mi muerte fingida y ya llevaba el vestido que ocultaba bajo la capa las supuestas manchas de sangre resultantes de que el Nigromante me devorara. Desde donde estaba colocada veía el hueco por el que Matthew, encarnando al mago oscuro, aparecería y me mataría. Me resultó exageradamente terrorífico.

Mi nerviosismo sin sentido podía deberse quizás a las pesadillas que había sufrido durante toda la noche. No había descansado nada porque cuando no soñaba era porque me despertaba de golpe asustada. Hacía mucho que no tenía una racha de pesadillas como aquellas.

En todas aparecían el Bosque Oscuro y el Nigromante. A veces me veía sola caminando por uno de los senderos del bosque, como si buscara a alguien (puede que a mi madre) y me topaba con un claro lleno de flores oscuras de cuyo tallo resbalaban gotas de sangre y empapaban el suelo. Entonces, aparecía el Nigromante y me atacaba y por mucho que yo corría, él siempre estaba justo detrás de mí. Intentaba gritar y no podía. Era de lo más escalofriante. Aunque las había tenido peores. En otras, eran mi padre y Aidan los que transitaban por el bosque y caían a merced del mago.

Sin embargo, las más inquietantes habían sido aquellas en las que Henry aparecía. También estaba en el bosque con él, y cuando se acercaba a mí y la luz de la luna iluminaba su rostro, este se había transformado en el del Nigromante e intentaba atraparme. ¿Por qué había soñado algo tan horrible? Oh sí lo sabía; por culpa de las tonterías que Aidan me había dicho sobre él y la muerte de su padre.

Y ahora estaba nerviosa. Aunque puede que solo estuviera teniendo la sensación normal que tiene alguien que está a punto de morir…

Unos pasos acelerados me sacaron de mis reflexiones. Aidan se me acercaba caminando con decisión y un más que apreciable mal humor. Iba tan rápido que estuvo a punto de pasar de largo sin mirarme si quiera, pero se paró en el último momento. Me escrutó de arriba abajo con guasa, pero él también iba ya disfrazado, así que pude responderle con la misma mirada.

-¿A dónde vas?- le pregunté.

-No te hace falta saberlo- contestó.- Porque si alguien te pregunta, tú no me has visto.-

<<Mira que es ridículo…>>

-Oye, las cosas ya están bastante tensas ahí fuera para que tú…- Pero salió disparado sin dejarme terminar de hablar.

Bueno, al menos alguien lo llevaba peor que yo.

Le perdí de vista entre el gentío alborotado que buscaba el resto de su disfraz, pero el señor Murphy emergió  por el lado opuesto y en dos zancadas se plantó ante mí. Estaba colorado y despeinado, cuando se alteraba de verdad le daba por azuzarse tanto el pelo que parecía querer arrancárselo.

-¡Señorita Thomas! Me alegra ver que ya esta lista, pero ¡¿Sabría decirme dónde se ha metido el impresentable de su hermano?!-

Le señalé la dirección por la que Aidan se había escabullido.

-Se fue por allí- le indiqué.- Señor Murphy ¿Sabe si Henry ha decidido venir?-

-Sí, sí, sí… le he visto por ahí- me respondió a toda prisa.- Le deseo mucha suerte, señorita Thomas. Confío en usted.-

-Gracias-

Murphy salió corriendo y todo el que le veía ir en su dirección se apartaba para evitar una colisión. Aidan iba meterse en un buen lío… Sonreí satisfecha y me alejé de allí en busca de Henry.

Como no estaba segura de que fuera a venir a la función no había pensado bien lo que le diría, pero necesitaba hablar con él.

A pesar de las pesadillas y el cansancio había pensado mucho en lo que había pasado en la herrería, en sus palabras, sus gestos, sus miradas, todo el rato intentando adivinar lo que él sentía por mí en estos momentos. Me había esforzado en no sacar conclusiones precipitadas, es decir, las conclusiones que yo quería. No quería emocionarme tontamente porque debía considerar todas las posibilidades y no solo las que a mí me gustaban. Pero ya me había cansado de esperar.

Dejé atrás el escenario y fui hacia las grandes tiendas de tela que habían levantado para guardar el vestuario y los objetos de la obra. Había antorchas colgadas por todas partes y que brillaban débilmente en la oscuridad de la noche como luciérnagas atrapadas.

Henry no estaba por ningún sitio, pero sí que vi a Elizabeth, perfectamente caracterizada ya como Lucy, pasar por allí a toda prisa. No lo bastante rápido porque, por desgracia, ella también me vio a mí y se me acercó.

-¡Hola Bree! ¡Qué poco queda para que nos toque salir ¿Eh?!-

-Sí, muy poco. Oye ¿Has visto a Henry?-

-No, no lo he visto ¿Quieres que te lo busque?-

-¡No!- exclamé sin poder evitarlo.- O sea que no hace falta… si lo ves por casualidad le dices que le estoy buscando.-

-Vale- accedió Elizabeth con una gran sonrisa. Se alejó correteando tal y como había aparecido.

Que si quería que me lo buscara… No, tranquila. Yo era capaz de encontrarle sin su ayuda.

Miré un poco más por los alrededores y después asomé la cabeza en una de las tiendas, pero estaba vacía.

-Bree…-

Oí mi nombre a la espalda, así que me giré. Henry estaba parado frente a mí, a unos cuantos metros y con su hacha de cartón en la mano.

Me acerqué a él a toda prisa pero me paré cuando aún nos separaban unos pasos, no sé por qué. Quizás fuera por su mirada, que no me sugirió nada claro en un principio.

<<Tranquilízate, Bree. No te precipites de nuevo>>

-No sabía si vendrías… ¿Cómo estás?- Pareció buscar una respuesta sin éxito, así que se encogió de hombros.- Te estaba buscando.-

-Yo a ti también- me dijo él. Sus ojos iban y venían sin poder concentrarse en nada.- Verás… sobre lo que pasó ayer… en la herrería…- Temía y deseaba saber cuánto antes lo que pensaba, pero le vi agachar la cabeza y levantarla varias veces. No sabía si por nervios o por la angustia de tener que decirme que había cometido un error.

Oh no… era eso lo que iba a decirme. “Lo siento, Bree, pero prefiero a Elizabeth” ¿Qué si no? Por eso dudaba todo el tiempo… pero ¿Por qué no lo soltaba de una vez?

-Henry, para- me adelanté.- Me lo imagino y no hace falta que digas nada.- Me miró en silencio. La verdad es que prefería decirlo yo antes que oírselo decir a él.- Lo entiendo ¿De acuerdo? Ayer estabas muy triste y yo estaba allí y a lo mejor por eso tú…-

-No- me interrumpió. Negó con la cabeza mientras se acercaba más a mí.- No fue nada de eso. No he podido dejar de pensar en ti desde ayer.-

Ahora sí que me permití emocionarme.

-¿En serio?- pregunté sonriente. Henry asintió, también con una pequeña sonrisa algo avergonzada. Sentí el impulso de saltar sobre él y abrazarle, pero había demasiada gente ahí fuera.- Ven conmigo- Le cogí de la mano y tiré de él hacia la tienda donde nadie pudiera vernos.

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