Operación Aguas termales
―Muy bien, Sugiura Ayano, respira y mantén la calma. No te muestres demasiado entusiasmada o ella podría alejarse de ti.
En su habitación, Ayano se golpeaba las mejillas para darse ánimos. Gracias a los boletos que ganó Akari en la competencia de cosplay, pudo viajar a una posada en las montañas junto con Kyoko. Lo mejor de todo eran las aguas termales, ideales para relajarse y pasar un rato agradable.
―Busca la oportunidad perfecta para confesarle tus sentimientos. No es como si estuvieses desesperada por tomar su mano, ni por abrazarla, ni por besarla...
Aquellos simples pensamientos bastaron para que su cabeza se convirtiera en una caldera, con todo lo que eso implicaba, llámense el enrojecimiento y el humo.
―Calma..., calma..., mucha calma. Tienes dos días para confesarte. De más que puedes hacerlo.
―¡Ayano!
Una alegre rubia entró al cuarto. Estaba vestida con una yukata típica de ese tipo de establecimientos. Ayano vestía ropas similares.
―¡TOSHINO KYOKO!
―¿Y bien? ¿Lista para divertirte?
En lo primero que pensó la pelimorada fue en qué ideas de diversión podría tener Kyoko. Sabía que ella era bastante atípica y loca; cualquier cosa era posible cuando estaba involucrada.
―¿Qué planes tienes, Toshino Kyoko? ―preguntó tratando de sonar seca en vano.
La ojiazul emitió una pequeña risita.
―Pues... ¡este!
De las mangas de su yukata, sacó un par de paletas de ping-pong.
―¿Ping-pong?
―Sí, tengo ganas de jugar contigo.
―No estarás pensando en alguna variante rara ¿o sí?
―¿Crees que soy una loca o algo así? Todas las cosas que se me ocurren son muy ingeniosas.
Ayano suspiró. No quería responder lo obvio, aunque sí pensó una respuesta.
―Claro que eres una loca..., pero me enamoré de ti sabiendo eso.
Un ligero sonrojo tiñó sus mejillas, aunque Kyoko no lo notó.
―Bueno, vayamos a jugar ya ―dijo la rubia interrumpiendo los pensamientos de su compañera. Tras eso, la tomó del brazo y la arrastró al salón de juegos de la posada.
―¡Oye! ¡Ni siquiera he dicho que sí!
Los gritos de Ayano cayeron en oídos sordos, aunque en el fondo se lo esperaba.
(...)
―¡AHORA VERÁS EL TIRO ESPECIAL DE LA SÚPER SEXY COMANDO KYOKO!
Kyoko golpeó la pelota con toda la fuerza que pudo imprimirle a su saque: no logró traspasar la red y apenas rebotó un par de veces en su lado.
―¿Eh?
Ayano se sorprendió de que la rubia no pudiera hacer un buen saque.
―¡Algo raro debe haber pasado! ¡Yo soy una excelente jugadora de ping-pong! ―exclamó Kyoko, sin querer acordarse del juego que perdió contra Yui en su momento.
―Entonces..., es un punto para mí ―dijo Ayano tratando de retomar el encuentro.
―¡No! ¡Quiero otra oportunidad!
―Pero...
De nada sirvieron las protestas de Ayano, porque Kyoko nuevamente intentó sacar, pero esta vez con dos pelotas; la primera nuevamente no logró traspasar la red (ni siquiera le pudo golpear), pero la segunda salió con tanta fuerza que la pelimorada no pudo creerlo. Por puro instinto, esta la golpeó como pudo con su paleta, dándole violentamente y golpeando a Kyoko entre las cejas.
―¡TOSHINO KYOKO, ¿ESTÁS BIEN?! ―exclamó Ayano, preocupada.
La rubia no habló; se mantuvo en pie unos segundos antes de caer al suelo como un saco de papas.
―¡TOSHINO KYOKO!
Ayano corrió hacia Kyoko para ver cómo estaba. En cuanto la rubia vio a su compañera, comenzó a hablar con dificultad:
―Ayano...
―¿Sí?
―Dile a Yui... que sí hice trampa... para ganarle la última partida... de Namori Smash Bros...
La rubia tosió.
―También... dile a... Chinatsu-chan... que me hubiese gustado... que me besara...
Ayano se puso azul de solo escuchar aquello. ¿En serio a Kyoko le gustaba su kouhai de pelo rosado?
―Y también... dile a Akari...
La rubia se desplomó antes de terminar.
―¡NO, TOSHINO KYOKO! ¡NO TE MUERAS! ¡TODAVÍA...! ¡TODAVÍA YO...!
Los ojos de Ayano comenzaron a humedecerse; Kyoko no reaccionaba a los estímulos.
―¡TOSHINO KYOKO...! ¡NO!... ¡REACCIONA, TE LO RUEGO!... ¡HARÉ LO QUE SEA! ¡TE DARÉ LO QUE QUIERAS!... ¡TE DARÉ RON CON PASAS!
―... ¿Ron con pasas?
Casi como si aquellas palabras fueran un hechizo de resurrección, la rubia abrió los ojos y se levantó de un tirón.
―Nunca se está demasiado muerto para un ron con pasas. ¡Vamos, Ayano, dámelo!
La pelimorada se secó las lágrimas rápidamente. Por un lado, estaba feliz de que su amada Kyoko se despertara, pero por el otro, le molestaba que fuera tan exagerada.
―Toshino Kyoko, no vuelvas a asustarme así ―pensó mirándola con los ojos entrecerrados.
(...)
―¿Estás bien? ¿No te duele?
―Claro que no. Se necesita más que eso para acabar con la Súper Sexy Comando Kyoko.
Un parche cubría la lesión de la ojiazul. Por lo demás, esta estaba de buen humor y comía su almuerzo con gusto.
―Después de esto me darás mi ron con pasas, ¿cierto?
―Sí, sí, lo prometí.
Ayano veía a Kyoko comer con gusto. Ella también degustaba su propio almuerzo. Con solo mirar a la rubia, el corazón de la pelimorada se aceleraba; aquel rostro inquieto e iluminado por la felicidad le provocaba el mismo sentimiento. Esa era la Kyoko que le gustaba más, la loca, traviesa e imaginativa; en verdad se preocupó cuando vio a esa versión seria de cuando se cayó por las escaleras tiempo atrás.
―¿Sabes, Ayano? De verdad me gusta pasar tiempo contigo. No es que me desagrade estar con las chicas, al contrario; pero contigo puedo hacer cosas que con ellas no ―dijo Kyoko en un inusual momento de seriedad. Aquello pilló a la vicepresidenta del consejo estudiantil con la guardia baja.
―¿De... de verdad? ―preguntó mientras se sonrojaba.
La ojiazul sonrió.
―Claro.
De ahí Kyoko pasó a comentar todo lo vivido entre ambas hasta ese momento. Mientras más escuchaba Ayano, más feliz se sentía. Discretamente, se llevó la mano al pecho y sonrió con timidez.
―Cualquier chica que estuviera contigo sería muy afortunada.
―Bueno... ―el sonrojo de la pelimorada era notorio―, no es como si a mí me encantara pasar tiempo contigo y que quisiera que saliéramos juntas con más frecuencia ―dijo tratando de sonar convincente.
El almuerzo entre ambas transcurrió sin mayores novedades, aunque ambas se comprometieron a que irían a las aguas termales durante la noche.
(...)
Al ponerse el sol, Ayano se preparó para el baño prometido. No podía evitar sentirse un poco nerviosa; aunque ya se había bañado con Kyoko anteriormente, el solo pensar que estarían desnudas en el agua hacía que su corazón latiera desbocado y que su temperatura corporal aumentara unos cuantos grados.
―¡Cálmate, Ayano! No será la primera vez... Ve esto como una oportunidad para confesarle tus sentimientos. No temas... No temas...
Tomó unas toallas y se dirigió a las aguas termales, sintiendo mariposas en el estómago.
(...)
―¿Sabías que tienes un cuerpo muy bonito, Ayano?
―¡¿QUÉ?!
La pelimorada se puso tan roja como un cangrejo cocido y se levantó de golpe. Eso sí, al mismo tiempo se sentía algo halagada.
―... Gracias. Tú tampoco estás mal ―dijo Ayano tratando de ocultar su vergüenza y volviéndose a sentar.
―Yo estoy perfecta.
―Sí, sí...
Ambas estaban una al lado de la otra, a centímetros de tocarse. En cuanto Ayano se percató de aquello, volvieron sus nervios; sus dedos casi rozaban los de Kyoko, pero temía la reacción que esta pudiera tener si tomaba su mano de frentón.
―Mejor miro hacia arriba ―pensó mientras se enfocaba en la luna en el cielo.
En eso, la rubia se acercó más a Ayano, quedando piel con piel.
―¡¿AH?! ¿Y esto Estonia?
En cuanto la ojimorada se volteó a ver a Kyoko, sintió cómo un chorro de agua caliente le golpeaba en la cara.
―¡TOSHINO KYOKO!
―Perdón, perdón. Solo quería hacerte una broma ―dijo la rubia mientras sacaba la lengua. En su mano sujetaba una pistola de agua.
―¡Eres una...!
Ayano tomó un puñado de agua y se lo lanzó a Kyoko.
―¿Ah, sí? No creas que dejaré pasar eso.
Comenzó una guerra de agua caliente entre las dos. No pasó mucho para que las risas inundaran el ambiente. Era obvio que las chicas lo estaban pasando bien y disfrutaban del rato juntas. Al final, cansadas de tanto jugueteo, volvieron a sentarse y a mirar el cielo.
―Eso estuvo divertido, ¿no? ―preguntó Kyoko.
―Sí, no estuvo tan mal Maldivas ―respondió Ayano.
―¿Que no estuvo mal? ¡Estuvo fantástico!
La pelimorada no respondió, pero sí sonrió.
―Lo mejor es que fue con alguien que me agrada. Siempre es bueno pasar el tiempo con amigas.
―Alguien... que te agrada... ―susurró.
Esa era la señal que Ayano necesitaba para lo que tanto quería hacer. Reunió todo su valor, a pesar de que seguía algo temerosa, y decidió hablar:
―Oye, Toshino Kyoko...
―¿Mmm?
―¿Tienes... a alguien... que te...?
―¿Que me qué?
―¿Que te gus...?
A Ayano no le salían las palabras de la boca.
―¿Te gus...?
El sonido de unas burbujas la interrumpió; Kyoko se había hundido. El motivo de ello no estaba muy claro, pero la chica se estaba cocinando como una langosta en ese momento.
―¡TOSHINO KYOKO!
La confesión tendría que esperar. Ahora lo importante era ayudar a la rubia.
(...)
Al día siguiente, Ayano se vio obligada a cuidar a Kyoko, quien se había afiebrado un poco por la inmersión. De tanto en tanto tenía que cambiarle los paños fríos que le puso en la frente, esperando que así la fiebre bajara.
―Demonios, Toshino Kyoko, si no fuera por esto, ahora podríamos estar disfrutando el día.
La rubia rio para sí.
―Aún podemos.
Se veía un brillo malicioso en aquellos ojos azules que miraban fijamente a la única otra persona en la habitación.
―¿Eh? ¿No me digas que...? ¡No, todavía no estoy lista! ―pensó Ayano haciéndose ideas raras.
―Quiero ron con pasas.
―¿Eh?
―Quiero ron con pasas ―repitió Kyoko. Al parecer, la rubia quería aprovecharse de la situación para que Ayano la mimara un poco―. ¿Me puedes traer uno? ―Comenzó a frotarse contra el hombro de su amiga, quien enrojecía cada vez más.
―Eh... Eh... Eh... ¡ESTA BIEN, LO TRAERÉ!
―¡Gracias!
El abrazo que Kyoko le dio hizo que Ayano lanzara tanto humo como una fábrica victoriana. No tardó mucho en salir y volver con un helado.
―Aquí tienes, Toshino Kyoko.
―Gracias, Ayano. ¡A comer!
La ojiazul comenzó a degustar su helado mientras la pelimorada la miraba.
―Ayano...
―¿Sí?
Ayano no pudo evitar que Kyoko le metiera la cuchara en la boca con un poco de helado en ella, y tuvieron que pasar unos cuantos segundos para que se diera cuenta de lo que acababa de ocurrir.
―¡Eso fue... un beso indirecto!
―¿Quieres más? ―preguntó Kyoko.
―¡NO! ―exclamó Ayano sin pensarlo mucho y con el rostro como tomate.
―Mejor, más para mí.
Por suerte para la pelimorada, su compañera de curso se recuperó rápido. Lamentablemente, otra vez perdió la chance de confesarse.
(...)
De regreso en Takaoka:
―... Y eso fue lo que pasó.
―Vaya... Menos mal las cosas no pasaron a mayores. En serio, Ayano tiene una paciencia infinita para lidiar contigo.
―Es que nadie puede resistirse a mis encantos.
Mientras Kyoko y Yui conversaban sobre lo ocurrido en las montañas, Ayano llegó al salón.
―Buenos días.
―Buenos días, Ayano.
―¡Ayano!
La aludida clavó los ojos en Kyoko.
―Ayano, gracias por viajar conmigo y por cuidarme en la posada. Ya quiero que vayamos otra vez ―dijo la rubia levantando el pulgar.
Se produjo un breve silencio.
―Sí..., yo también.
El corazón de la pelimorada empezó a latir un poco más rápido. Quizás su confesión no pudo darse, pero sentía que la vida todavía le estaba dando oportunidades para lograr su objetivo.
―Ya se lo diré la próxima vez ―pensó.
Juegos de palabras usados en este capítulo:
Estonia: País de Europa oriental, vecino de Letonia y Rusia.
Maldivas: País insular de Asia, cercano a la India. Una de las naciones más amenazadas por el cambio climático.
Después de todos los eventos ocurridos, por lo menos Ayano puede sentirse afortunada de que todavía tiene chances con Kyoko. Ahora tengo que pensar en alguna idea para el siguiente capítulo, aunque estoy abierto a las sugerencias.
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