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Tristan: Un Camino

¿Cómo odias a una persona que tendrías que odiar, pero solo con el simple hecho de poseer la misma sangre que tú no puedas hacerlo? No me sorprendieron las palabras de Luna, sin embargo eso no quita que duelan. La quise tanto cuando era un niño, no me importaba sus comentarios malintencionados porque sabía que si tuviera una pesadilla o si pasara por un mal momento ella estaría ahí para mí y yo también lo haría por ella. Lástima que ya nadie aquí es un niño y mucho menos inocentes de nada.

    La señora Laila guía el camino que seguimos mis padres y yo. No quiero decir nada, no debo decir nada hasta que me lo ordenen. Salimos del castillo de Luna y desaparecemos en la nieve hasta un calabozo un poco familiar.

—Creo que ahora podemos hablar sin ser escuchados —la señora Laila se asoma por fuera de la celda cerciorándose de que no haya nadie.

—¿Estoy en problemas, verdad? —pregunto nervioso.

—Debería ejecutarte y entregar tu cabeza al rey Robert —la señora Laila me mira gélida—. Sin embargo, muerto no me eres útil.

—¿Que castigo me impondrán? —pregunto firme.

—No tienes ninguna sombra ya a tu control —la señora Laila habla tranquila, aunque nada es tranquilo cuando se trata de ella—. Cuidado con tus pensamientos.

—Lo siento —la miro apenado.

—Como decía —continúa hablando—. Vaciaste todas las sombras y la mayor parte de sombras han muerto, más que las mismas personas del pueblo; en el proceso destruiste una gran parte del pueblo —ella habla mordaz—. Antes te costaba cumplir con mis órdenes, ahora tu vida dependerá de eso. Harás todo de lo que te ordene, no quiero quejas y mucho menos clases de moralidad.

—Comprendo —asiento.

—En cuánto sea mañana, te irás con tu amiguita de cama de vuelta al lado Oeste dónde el rey Robert te dará a gobernar tu primera provincia la cual desconozco, sin embargo me contarás cada uno de los planes y secretos armamentistas de tu amado rey Robert. Quiero saber todo lo que tenga que ver con el lado Oeste de primera mano y más te vale que sea buena información. Porque sino le cuento al rey Robert tu desbordado e irresponsable acto de poder que acabó con la vida de cientos de sombras. ¿Me entendiste?

—¿Al menos me podré despedir de Estrella y Lina? —pregunto dolido.

—Si, claro —ella asiente con desdén—. Ya regresemos de vuelta con Luna.

    Todos volvemos al castillo de mi hermana, ya la celebración pasó hace un tiempo. Me despido de mis padres que tienen una mirada de dolor bastante disimulada aunque no lo suficiente como para no darme cuenta. Ellos se van a su habitación y yo me quedo solo en el pasillo pensando que hacer, qué acción tomar. La que sea que tome me lleva hacia ella, ella es lo único en lo que pienso y no puedo evitar pensar que pasará tiempo que no sepa o que se me resulte complejo verla. Llego a su habitación donde los guardias de mis abuelos están custodiando las puertas, ellos tocan la puerta. Y luego de un corto tiempo escucho su melodiosa voz a través de la puerta indicándome que puedo entrar. Los guardias abren las puertas y entro en la habitación de Lina, ella está sentada al frente de un fuego lo bastante acogedor. Lina me mira confusa, sin embargo eso no la detuvo en correr hacia a mí y besarme. Le devuelvo el beso y me aferro a su melena pelirroja.

—¿No estás en problemas? —ella pregunta después de besarme aunque sin soltarme.

—Lo estoy, solo vine a despedirme —confieso—. No quería irme sin verte antes.

—¿Te encerrarán? —pregunta temerosa.

—No, si cumplo todo lo que me ordenaron —le sostengo el dulce rostro, no quiero perderme de cada genuina facción de sus hermosos rasgos.

—¿Cuándo tienes que partir? —ella pregunta llevándome al sofá dónde estaba sentada.

—A primera hora tengo que dejar este lugar —le contesto triste.

—Eso solo es dentro de cinco horas —ella se levanta y sirve un poco de té.

—¿Eso no me hará dormir como la otra vez? —pregunto preocupado.

—Relájate, no quiero que duermas —ella me entrega la caliente tasa—. Te quiero para mí.

—Todos quieren una parte de mí —le doy un sorbo a la bebida tranquilizadora.

—Yo solo quiero tu corazón —ella me mira triste.

—No sé si tenga uno para dártelo —le confieso.

—Sí lo tienes, solo hace falta llenarlo de amor para que sea tan grande como tú —ella me mira tímida.

—Me hubiera gustado haberme dado cuenta de tus sentimientos —la miro fijo—. Tal vez algún día sea digno de corresponderte.

—Nadie es digno de nada, solo se toma lo que se desea y ya —ella se bebe todo el té.

—No puedo tomarte —dejo la tasa en la mesilla.

—¿No puedes o no quieres? —ella se levanta y se acerca a mí.

—Eres mi prima —me recuesto para apartarme.

—Viniste aquí por una razón ¿Y ahora te arrepientes? —ella me mira enojada.

—Quisiera que… —no terminó la oración porque ella se quita su bata azul marino con brocado dorado y deja ver su sensual cuerpo. Ella se sienta en mis piernas y yo desvió la mirada en sus pechos.

—¿Te gustan? —ella me pregunta señalando sus tetas. Asiento—. Pueden ser tuyas, todo puede ser tuyo, solo tienes que tomarlo. ¿Quieres ser rey? Empieza actuar como tal y no como un…

     La callo plantando mis labios otra vez en sus labios, la cargo en mis brazos y la depósito en la cama. Ella me ayuda a deshacerme de mis prendas y entro en su cama.

—¿Crees que nuestros abuelos aprueben esto? —le pregunto encima de su cuerpo.

—Solo preocúpate por tus deseos —ella hace una maniobra que provoca que yo quede en la cama y ella encima de mí—. Solo quiero que pienses en mí, quiero que pienses que el paraíso solo lo conseguirás estando conmigo y solo conmigo.

—Supongo que eso es una táctica que aprendiste con las sirenas —ella sonríe.

—Aprendí muchas cosas y ahora tú serás mi acto de graduación —ella se acerca a mis labios sin besarlos, solo los muerde un poco y desciende por mi cuello. Mis manos se pasan por su pecosa espalda y ella toma mis manos, y las coloca en su cintura. Ella se sienta en mi verga y la introduce en su interior. Se siente grandioso y la experiencia mejora cuando ella se empieza a mover causando fuertes sacudidas en mi interior.

     Me concentro en sus lindos pechos que suben y bajan con cada embestida; estiro mi mano a sus tetas para manosearlas, y se las aprieto un poco, ella chilla. Aumenta la velocidad y yo me siento y la beso en sus candentes labios. La pego más a mí, la quiero más, quiero todo de ella. Ella me mira suplicante.

—Vamos, dame ese orgasmo —la volteo y quedo encima de ella jadeante a punto de llegar a ese maravilloso lugar que me he vuelto adicto—. Lo quiero Lina. Dámelo de una vez.

    Ella grita extasiada y yo caigo rendido en su hombro derecho.

—Eso… fue… mágico —ella respira con dificultad.

—No tienes ni idea —me acuesto a su lado.

—No sabía que se iba a sentir así —ella me observa cansada—. Ahora entiendo porque las sirenas les encantan el sexo.

—Te graduaste con honores —ella se ríe y yo también. Lina se acuesta en mi pecho.

—¿En serio te tienes que ir lejos? —ella pregunta triste.

—Si, aún tengo tu frasco y créeme que lo usaré constante —ella me da un pequeño golpe en el pecho—. ¿No quieres que lo use?

—Solo si me prometes que seré la única en tu cama y en tu corazón —ella me mira seria—. Si juegas conmigo, les diré a mi padre y hermanos lo que me hiciste.

—Si las cosas son así, entonces serás la única que domine mis pensamientos y mi alcoba —le tomo un mechón de su pelo y lo enredó en mi dedo—. También debes prometer que seré el único en tu cama, no quiero ver que estás con piratas y ese tipo de gente.

—Yo no me acostaría con un pirata —ella me mira enojada.

—Era un chiste —la atraigo a mi pecho—. Descansa ¿Si?

    Ella me obedece y me abraza para poder quedarse dormida. Sin embargo, yo no puedo dormir, la idea de la aldea me carcome. Destruí una aldea por el mal manejo de mis poderes, y ahora más que nunca le debo mi alma a la señora Laila, que no le importará ponerme en peligro si eso le garantiza tener el dominio del lado Oeste.

     Intento quedarme dormido, y lo logro después de un rato hasta que escucho que abren las puertas de su habitación y entra mi abuela Eva asustada por la escena.

—¿Qué ocurre aquí? —ella pregunta enojada. Le doy palmaditas a Lina y ella se levanta como si nada hasta que ve a nuestra abuela hecha una furia.

—Abuela —Lina se cubre con las sábanas.

—Tristan, vístete y escóndete en un lugar que no te vea por lo menos mil años —mi abuela habla con ira en la voz. Salgo de la cama tapándome con una almohada buscando mi ropa y vistiéndome a una velocidad record. Me despido de Lina y salgo corriendo fuera de la habitación.

     Ya afuera me percato que ya empiezan a despertar a los miembros de mi familia y salgo corriendo para que no me vean y así conseguir tiempo antes que mi abuela les cuente a mi familia que me consiguió desnudo en la cama de Lina. Llego al lado este donde me consigo a Estrella despierta y alerta.

—¿Qué te ocurre Tristán? —ella me mira asustada.

—¿Dónde ponemos hablar a solas? —la miro aterrado.

—Vamos —ella me introduce a una habitación donde sus compañeros duermen, algunos en sillones, otros en algunas camas y otros en el suelo. Ella me mete al armario, que es bastante amplio—. ¿Qué ocurre? ¿Ya te impartieron un castigo por lo de la aldea?

—Créeme que lo de la aldea se queda corto —me derrumbo en el suelo.

—Tristan me estás asustando —ella mira intranquila.

—Tuve sexo con Lina —confieso, ella se transforma y me empieza a golpear suave.

—¡¿Qué carajos te pasa?! —ella me mira iracunda—. ¿A caso quieres morir? ¿Sabes lo delicados que son los padres de Lina para que hayas hecho tal cagada?

—Lo sé, necesito que me ayudes —la miro suplicante—. La señora Laila me dijo que me tengo que ir ahora, así que necesito que me ayudes a partir y despedirme.

—De acuerdo —asiente resignada—. No quiero que te vayas de esta forma.

—Créeme, no tengo elección —ella me saca del armario y un amigo de Estrella nos observa.

—¿A dónde van? —pregunta un chico de pelo oscuro.

—A resolver un problema. Luke, si alguien más se levanta, que no salgan de la habitación ¿Si? —el chico asiente y salimos de la habitación. Llego a la mía y le ordeno a mis guardias que preparen el carruaje con algunas provisiones para el viaje. Y que recojan las cosas de Aitana y mías.

    Entro a mi habitación con Estrella y le ordeno a los sirvientes que recojan todas las pertenencias de Aitana y mías para que los guardias se las lleven. Me dirijo hacia la habitación de Aitana.

—Hey, despierta —la sacudo un poco—. Estrella, encárgate de que recojan todo.

    Ella asiente. Aitana abre los ojos y me miran enojados.

—¿Se puede saber dónde estabas? —ella me enfrenta enojada—. Y encima no me defiendes de tu familia.

—No tengo tiempo para tus berrinches —me levanto de la cama—. Arréglate, que nos vamos de este detestable castillo. Te quiero lista dentro de diez minutos, sino estás lista, te dejo aquí con mi familia.

     Ella protesta, pero no la escucho porque dejo la habitación un poco frenético. Estrella está en mi habitación supervisando que los sirvientes empaquen mis cosas.

—¿Por qué usas tanta ropa negra, sabes que existen otros colores? —ella pregunta sin dejar de perder la vista de los sirvientes.

—Porque amo el negro y es cómodo —la miro nervioso.

—Tranquilízate, pareciera que hubieses asesinado a alguien —ella de inmediato se arrepiente de sus palabras porque la miro mal—. Está bien, mala elección de palabras.

    Ella se levanta de la cama y me abraza.

—Te voy a extrañar —ella me mira triste—. ¿A dónde irás? A ver si puedo aunque sea verte.

—Me regreso al castillo del lado Oeste, de allí a la espera de las órdenes del rey Robert.

—Está bien, me escribes cuándo te instales en cualquier sitio donde el rey Robert te mande —asiento, sé que será difícil hablarle, ya que, primero no puedo enviar cartas a ningún miembro de mi familia y no sé dónde ella esté para enviarle una carta. Segundo, no tengo a mis sombras, todas fueron liberadas y destruidas. Y tercero, conseguir sombras nuevas a las que tendré que someter, será complicado.

     Aitana está lista y arreglada. Sus sirvientes salen de su habitación con maletas y baúles llenos de sus pertenencias.

—Tengo hambre —ella me mira seria.

—Comerás en el carruaje, ahora vamos —obligo a mi hermana y a Aitana salir de la habitación—. Aitana, ve al carruaje, me tengo que despedir de mis padres.

—¡¿Es un chiste?! —ella exclama enojada.

—Obedece —le hablo firme.

    Ella se va hecha una furia. Estrella y yo caminamos con rumbo a la habitación de mis padres para despedirme. Son las únicas personas que diré adiós, no tengo tiempo para los demás porque no sé si ya mi abuela le dijo a todo el clan Godness que tuve sexo con Lina. En plena mitad de camino me encuentro a mis padres agitados.

—Escuché que ya te ibas —mi madre comenta melancólica.

—Si, iba a despedirme —le contesto abatido. Ella me abraza solloza—. Yo tampoco quiero irme —le confieso.

—Yo sé que no —ella me sostiene el rostro con sus frías manos—. ¿Sabes que siempre voy a estar para ti y tus hermanas? —asiento—. Eres un gran hombre Tristan.

—Gracias madre —ella me acaricia el cabello, acomodándolo un poco.

—¿No puedes esperar aunque sea a desayunar? —cuestiona mi padre un poco enojado.

—No, me tengo que ir ahora —le contesto intentando ocultar mi verdadera razón, y rogando que no aparezca mi abuela con Lina y el clan Godness por mi cabeza.

—Como sea, vamos —ella me toma de la mano—, nosotros te acompañamos hasta la salida.

    Todos empezamos a caminar. Estrella le da el brazo a mi padre.

—Supongo que nuestra señora sabe que ya te vas —mi padre comenta intrigado.

—Eh, si esta es su idea en primer lugar —contesto nervioso.

—A pesar que no te puedo leer la mente, sé que nos estás ocultando algo —mi padre me detiene—. ¿Qué hiciste Tristan?

—Nada, yo no he hecho nada malo —lo enfrento, sin embargo mi miedo aumenta cuando llega Lina con mi abuela.

—Que bueno que te veo antes de partir —Lina me abrasa afectiva.

—Yo también digo lo mismo —la abrazo fuerte—. Hola abuela.

—Es mejor que ni hables —ella me fulmina.

—¿Qué ocurre? —pregunta mi madre confundida.

—Que Tristán es un hijo de su padre —mi abuela comenta con desdén.

—¿Disculpa? —mi padre la mira ofendido—. ¿A qué te refieres?

—Que vi a Tristán y a Lina dormir desnudos, y encima tuvieron sexo —mi abuela comenta en voz baja aunque iracunda—. ¿Sabes lo que eso significa?

—Disculpa, pero el sexo no le quita el valor a nadie —Lina la confronta—. Además fue consensuado.

—En esta familia hay normas y…

—Que solo se le aplican a nosotras —Lina la mira enojada—. ¿O a caso no me niegas que antes que mi padre o el padre de Tristan conocieran a mi madre y mi tía Aryana, ya no se habían cogido medio universo? Y sin ofender —Lina mira a mis padres enojados.

—Eso es distinto —mi abuela se tranquiliza un poco.

—Tuvimos sexo, no matamos a nadie —Lina me mira asustada.

—Señora, comprendo su enojo —me pongo al lado de Lina—. Y créame que en ningún momento quise perjudicar a nadie con mis acciones.

—Señora Eva, por qué no mejor dejamos que Tristan se vaya y luego hablamos más calmados y en un lugar más privado que este —mi madre interviene en mi defensa.

—De acuerdo, pero esto no se quedará así —mi abuela se va caminando por los pasillos enojada.

—Por el amor que te tengo Tristan Godness ¡¿Qué carajos te sucede?! —mi madre me mira iracunda—. ¿No tienes respeto alguno por tu familia? —señala el castillo—. Puedo defenderte de muchas cosas, pero no de la ira de Marte.

—Mamá, escucha. Sé… —intento hablar, pero ella coloca un dedo en mis labios.

—Ni lo intentes —ella me mira asesina—. Es mejor que no digas ni una sola palabra de esto a nadie por el bien de tu cabeza ¿Me entendiste? —asiento—. Tu padre y yo iremos a tranquilizar a tu abuela, por el bien de ambos —señala a Lina también—, es mejor que muestren aunque sea un poco de arrepentimiento y algo de amor para justificar sus acciones.

—De acuerdo madre —asiento resignado.

—Vamos a la entrada para que puedas partir sin problemas —mi madre vuelve a tomarme del brazo, pero ahora un poco distante.

     Llegamos a la entrada donde Aitana espera en la escalinata.

—Mas te vale que haya comida en el viaje —ella me recrimina.

—Yo también espero lo mismo —me suelto de mi madre y le doy un abrazo—. Te quiero.

—Yo también —ella me abraza fuerte—. Sabes, te estás convirtiendo en tu padre y tengo miedo.

—Puedo escucharlos ¿Sabían? —él nos mira serio.

—Toma buenas decisiones, no siempre voy a estar allí para defenderte —mi madre me mira triste.

—Escríbele a nuestros padres de mí, tal vez esté cerca de ellos —Estrella me abraza—. No hagas tonterías, te lo pido por favor.

—Ya entendí ¿Si? —las miro cansado.

—Eso es un progreso. A tu padre le tomo más de mil años para hacerlo —mi madre comenta divertida.

—Bueno ya basta —mi padre exclama enojado—. En serio escríbenos, al menos para saludar.

—Lo haré ¿sí? —le estrecho la mano y él me hala hacia sí mismo y me abraza.

—Te quiero ¿Lo sabes? —él me suelta.

—Eso creo —me aparto de él y miro a Lina—. Espero volver a verte.

—Yo también lo espero —ella me abraza—. Sabes como hacer que suceda —susurra en mi oído. Ella me suelta y se aparta. Asiento y me despido.

    Aitana sube al carruaje y yo le sigo. Ya adentro el carruaje empieza a moverse para salir del castillo de Luna. Lo veo alejarse en la vista y empieza el camino de descenso por la montaña para poder tomar el camino devuelta al lado Oeste del lado oscuro. Solo mi abuelo sabe lo que me espera, y presiento que no va a ser para nada bueno. Tengo todo un camino de distancia para poner mis ideas en orden y así conseguir una estrategia que me ayude a lograr las órdenes de mi señora Laila. Quisiera ya tener la corona para dejar de mentir y arriesgar mi vida, aunque siendo rey lo voy a seguir haciendo con la diferencia de que puedo eliminar mis enemigos de una forma más eficiente.

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