Tristan: Reencuentros sombríos.
A pesar de que llegué cansado a este maldito lugar, no puedo conciliar el sueño en lo más mínimo. No sé si atribuirlo al hecho de mi creciente preocupación por Estrella, al hecho de haber liberado a mis sombras y causen algún problema con Luna, o porque Luna habrá encontrado de alguna forma introducirse a mi mente y ahora no puedo dormir. Salgo de la cama y me visto, no puedo dormir y por más que lo intente crecerá mi frustración. Salgo de mi habitación sin hacer ruido para no despertar a Aitana. Afuera de la habitación se encuentran mis guardias y los guardias de mi hermana. No me extraña que estén aquí después de verme liberar a casi todas mi sombras, Nila es la única que no libero, y tampoco ella quiere irse. Camino fuera de la habitación con los pasos de los einars resonando contra el piso. Doy un recorrido por todo el castillo a ver si me canso, pero no ayuda tener los guardias de Luna pisándome los talones, me rindo y me voy al jardín donde encuentro una banca en la cual me siento.
—En serio, ¿pueden dejar de seguirme? —les cuestiono a los guardias un poco enojado.
—¿Tristan? —me volteo y veo a Lina parada con un abrigo lo bastante grande que la cubre por completo—. ¿Qué sucede?
—¿Qué haces despierta? —cuestiono con el ceño fruncido.
—Yo pregunté primero —ella se acerca y se sienta a mí lado, los guardias aún no me dejan solo.
—No puedo dormir y ellos no ayudan para nada —los miro despectivo.
—Te entiendo —ella me mira atenta—. Es complejo dormir en un lugar que es tan ajeno a ti.
—Creo que puede ser una posibilidad —me recuesto en la banca.
—¿Cuál podría ser sino fuese esa? —ella me pregunta con un tono de voz suave, pero firme. Su voz es melodiosa al escucharla, proyectando el más puro de los sentimientos.
—Que mi hermana se haya metido en mi cabeza y me estuviese manipulando —le contesto y aunque lo diga en voz alta sigue sin dejar de ser descabellado.
—¿No crees que es un poco exagerado? —ella me mira alzando una ceja.
—Con todo lo que me ha hecho, no. No estoy exagerando —le respondo sin emoción.
—Supongo que no se han reconciliado —ella se lamenta.
—Luna puede ser todo lo que quieras, pero jamás se retracta y mucho menos perdona. Ustedes de seguro lo deben de saber bastante bien —señalo a los guardias.
—Déjalos, no te están haciendo nada —Lina me baja la mano.
—Detesto que me sigan —hablo enojado.
—Ignorarlos, también ignora a tu hermana. Si ella no quiere perdonarte, al menos no le des el poder de fastidiarte —ella busca que la mire y no a los guardias.
—Es fácil para ti decirlo —le reprocho.
—Y también de hacerlo, solo tienes que tener la suficiente voluntad para lograrlo —ella se levanta y me tiende la mano—. Vamos, acompáñame.
—¿A dónde? —le pregunto desconfiado.
—¿Te quieres librar de los guardias de tu hermana si o no? —ella me interroga, de inmediato me levanto y la sigo. Los guardias nos siguen, pero Lina no le da importancia, ella me lleva al ala oeste o mejor dicho las habitaciones de los dioses. Pasamos por varias puertas custodiadas por los guardias de mi señora Laila, los guardias de mis padres y los guardias de mis abuelos. Lina se detiene en unas puertas y un guardia central las abre por ella, ella pasa y yo me quedo parado en el umbral.
—¿Qué sucede? Entra de una vez —ella me mira cruzada de brazos.
—No creo que sea correcto que entre en tu habitación, eres un dama y no sería correcto —la miro suplicante.
—Y seguiré siendo una dama con o sin ti en mi habitación —ella sentencia—. Mi honor es cosa mía, no tuya y yo veré como la cuido, no te lo vuelvo a repetir. Entra ya en la maldita habitación Tristan Godness.
Entro nervioso y el guardia cierra la puerta quedándose atrás los guardias, Lina se quita el abrigo y deja a la vista un camisón traslúcido que deja ver su exquisita silueta. Pero no solo veo su silueta, ella se quita el camisón y veo todo su cuerpo, rápidamente desvío la mirada.
—¿Qué te sucede? —ella cuestiona confundida.
—¿Podrías taparte? —miro hacia la puerta.
—No quiero taparme —ella se acerca a mí y me hace que la mire fijamente—. ¿Nunca has visto a una mujer desnuda?
—No, y eres mi prima. No debería verte desnuda —ella se ríe.
—Que lindo de tu parte —ella se sienta al lado de mí y hace que la mire—. Usualmente una sirena no tiene que taparse, es normal la desnudez en las profundidades del océano. La ropa es muy pesada para nadar.
—¿Eres una sirena? —le pregunto mirándola a los ojos, sin verle todo lo demás.
—A voluntad, si. Por herencia no. —ella contesta tranquila—. ¿Por qué crees que las sirenas siempre son buscadas y deseadas? Porque a ellas les encanta que las deseen, que las amen y por supuesto tener sexo. Yo no he tenido relaciones por obvias razones —señala a su cabeza haciendo alusión a una corona—. ¿En serio no me puedes ver desnuda?
—Te respeto Lina —ella tuerce los ojos.
—Puedes respetarme aún así —señala su desnudo cuerpo—. Porque esté desnuda no significa que no merezca respeto. Las cosas cambiarían si tú intentaras propasarte conmigo estando en este estado. Todos estamos desnudos siempre, solo que usamos kilos y kilos de ropa para cubrir un perfecto cuerpo.
—¿Qué opinan nuestros abuelos de esto? —la señalo.
—Nuestros abuelos respetan las tradiciones de su gente y saben que si quiero tener la corona marina, tengo que ser uno de ellos.
—¿Y tus padres? —le pregunto nervioso.
—Ellos saben lo que quieren saber —ella se levanta y se dirige a la chimenea, donde con ayuda de un pañuelo saca una pequeña tetera donde sirve un líquido espumante con un olor agradable. Ella se regresa con una taza y me la entrega—. Cuidado, está caliente.
—¿Qué es esto? —le pregunto un poco preocupado.
—Un té de hierbas, te ayudará con tus problemas de conciliar el sueño —lo huelo y huele a mar.
—Pero antes necesito que te levantes y me sigas a la cama —ella señala la cama al otro extremo de la habitación.
—No, me tomo esto y me voy —sentenció y me bebo todo el brebaje que sabe a arena y a algas.
—¿Qué hiciste tonto? —ella me arrebata la taza de mis manos y me sostiene el rostro—. El té tiene rápido efecto, te dormirás en segundos.
—¿Por qué no me dijiste eso antes? —le reclamo cansado, la miro borroso—. ¿Qué tenía esa cosa?
Me tambaleo y ella me sostiene, protesto. Sin embargo es inútil porque lentamente todo se vuelve oscuro y me sumerjo en un lindo sueño con sirenas, arena y playa.
La suavidad de la cama, la sensación tan fina de la seda y la piel de las sábanas me abrigan dándome una sensación de pertenencia y comodidad. Siento una suave caricia en el rostro que me hace sonreír, sin embargo esa suave caricia se convierte en una fuerte bofetada que me hace despertar y mirar a todos lados.
—Fue ella la de la bofetada —habla rápido Lina señalando a Aitana.
—¡¿Qué te pasa?! —le reclamo enojado, ella me mira con ganas de asesinarme.
—¡¿Qué me pasa?! —exclama rabiosa—. Que liberaste a los malditos espectros ¿Qué mierda te sucede?
—El rey Robert dejó claro que no domara a las sombras —me paso la mano por la mejilla—, no dijo nada de espectros. Además ¿Cómo sabes que liberé a mis espectros?
—Un guardia de tu hermana vino a buscarte y no estabas, así que tu guardiana se fue a controlar lo que hiciste y yo salí a buscarte —habla un poco más calmada.
—¿Regresaron tan rápido? —pregunto para mí. Salgo de la cama tan rápido que no escucho los reclamos de Aitana o las preguntas de Lina. Corro a las afuera del castillo por el mismo sendero que recorrí con Luna ayer, las chicas me siguen bajo este espantoso frío de mierda. Llego al círculo donde Nila intenta conversar con los espectros que están encerrados en el círculo de nieve. Entro como si no me asustara el hecho de estar con unas criaturas que tienen el poder de destrozarte y matarte, pero ya estoy acostumbrado. Mis espectros entran y salen de mí para alimentarse y recobrar fuerzas.
—¿La encontraron? —hablo en su idioma.
—Sí, mi señor —habla una mujer de aspecto desagradable—. No estaba lejos, la vimos con un grupo de personas que se dirigen a esta ciudad. Un espectro se quedó a vigilarla, solo es cuestión de tiempo de que crucen el gigantesco muro para entrar a la ciudad.
—Buen trabajo —las absorbo a todas y recobro mi fuerza. Siento un poco de adrenalina por tenerlas adentro. Me arrodillo en la nieve para sentir al último espectro que está vigilando a Estrella. Me sorprende que Estrella venga para acá, pero no me siento cómodo el por qué de su llegada. Me levanto y borro el círculo junto a la magia sombría.
—¿Qué eran esas cosas? —pregunta Lina aterrada.
—Espectros —le contesto gélido—. No le dirás de esto a nadie ¿me entiendes?
—¿Luna sabe de esto? —pregunta recomponiéndose. Asiento.
—¿Qué harás ahora? —me pregunta Aitana, ella entendió mi conversación, ya que ella habla el mismo idioma que los espectros.
—Buscar un caballo e irme a buscar a mi hermana —paso a un lado de ellas y regresamos al castillo donde mi familia terminan de desayunar. Le digo a un guardia que le diga a Luna que me vea a la entrada del castillo. Lina y Aitana me acompañan sin importarles mis protestas.
—Me vale tu pacto con tu hermana —exclama Aitana—. Una cosa es que controles a las sombras, y ahora que te involucres en fuerzas que están más allá de tu control.
—Tú no sabes que puedo controlar o que no —le expreso furioso—. Es mi asunto, son mis poderes, y los controlo como me da la gana.
—Te consumirán o es que no lo entiendes —ella explota.
—Sé que pueden hacer los espectros, las sombras o cualquier criatura que pueda someter —la miro rabioso—. Y sé lo que te puedo hacer a ti si no tienes la maldita boca cerrada.
Ella me mira sorprendida y retrocede un poco apartándose de mí. Lina iba a decir algo, sin embargo llega mi hermana escoltada como siempre con sus guardias.
—Más te vale que hayas conseguido lo que quiero —ella baja las escaleras con una elegancia envidiable—. Detesto perder el tiempo y mucho más si se trata de ti.
—Créeme que lo menos que quiero es tenerte cerca —le aclaro—. Hubo resultado, ella se encuentra aquí en el Páramo, creo que ya debió haber cruzado el muro.
A ella se le ilumina el rostro.
—Perfecto, ya no te necesito —mira a uno de sus hombres.
—Me temo que si —hablo antes que ella—. Tus guardias no saben como es ella y yo sí. Tengo un espectro detrás de Estrella y puedo localizarla sin mucho esfuerzo.
—¿Estás consciente de que la magia espectral están prohibida? —se cruza de brazos—. Y encima pones a esa escoria detrás de nuestra hermana.
—Búscala tú, si tanto te molesta mis métodos —la miro sin emoción, eso se acabó.
—Recuerda que puedo causarte un gran dolor aquí mismo y créeme que nuestra madre no te salvará de mí —me amenaza.
—Tú o cualquiera de tus sirvientes me ponen un dedo encima y créeme que el ataque de esa sombra se quedará corta a lo que les haré a todos ustedes —ella me mira con un odio que van en ascenso.
—Oigan —Lina nos interrumpe—. Cálmense, son hermanos. No hay necesidad de amenazar a nadie ¿si? Escuché que quieren encontrar a Estrella, Tristan y yo podemos ir a buscarla tranquilos y Luna se puede quedar tranquila —Lina nos mira a los dos—. Son hermanos, y en el fondo de todo ese odio, se quieren y se aman.
—Por supuesto que no —Luna la corta.
—Estoy cansado de su miseria y de quererme culpar por eso —le aclaro a Lina—. Ya te dije lo de Estrella, dame un caballo y la buscaré.
—Te daré un caballo, pero uno de mis guardias te acompañará a buscarla y no quiero verte sin mi hermana a tu lado —me mira hostil, ella le da la orden a sus guardias y uno sale a buscar unos caballos y otro se acerca a mí. Luna se va e igual Aitana tomando otro rumbo. Lina me mira apenada.
—Supongo que ustedes dos nunca resolverán sus problemas —ella murmura.
—Yo no tengo nada de que disculparme —la miro cortante—. Si ella quiere vivir amargada el resto de su vida, es su problema.
Lina se queda conmigo hasta que llegan los caballos, monto al caballo negro y el guardia de mi hermana monta al caballo marrón oscuro. Ambos descendemos despacio por la montaña, el caballo se doma así mismo; no intento discutírselo, ya que quiero bajar con vida de este lugar. La montaña la custodian demasiados guardias, creo que más desde que llegué. Tardamos un poco en descender hasta llegar a una gran reja de hielo donde varios guardias abren la gruesa puerta la cual pasamos y cabalgamos rápido por la ciudad en busca de la sombra y de mi hermana. Siento su energía y eso es lo que seguimos. Me detengo en una plaza y me bajo del caballo.
—¿Ya la encontró, señor? —pregunta el guardia.
—Algo así —observo todo el lugar, camino por la plaza hasta que la presencia del espectro se intensifica. Salgo de la plaza caminando entre la multitud que me miran extraño, veo a lo lejos un caballo negro que se desvía y una mujer que sigue su camino. No lo sé, pero tengo que seguir a esa mujer, ella cruza en un callejón. Entro en el lugar, pero no hay nada… siento un golpe fuerte en la espalda que me hace perder el equilibrio. Me volteo para ver que sucede, pero vuelve a atacarme. Intento pelear con ella, aunque esquiva mis movimientos y me da buenos golpes, saco mi daga y utilizo mis poderes para pegarla contra el muro, con mi daga en el cuello.
—¿Tristan? —pregunta incrédula.
—¿Estrella? —pregunto confundido, ella asiente esperanzada.
—¿Me puedes soltar? —pregunta señalando la daga.
—Sí, claro —me aparto de ella nervioso—. Lo siento, no quería hacerte daño solo que me empezaste a atacarme, así que…
—No te preocupes —ella se recompone y mira al otro lado—. Ven, no hay nada de que preocuparse.
Su caballo guardián aparece más tranquilo.
—Elio, es bueno verte —lo saludo amistoso.
—Lo mismo digo —Elio se acerca a Estrella.
—No quiero ser un idiota, me alegro que estés aquí —la miro, ella está bastante cambiada. Con una figura envidiable, un rostro que me hace recordar a mi madre más joven—, pero qué pasó con la legión ¿por qué estás aquí?
—No eres un idiota —ella sale del callejón, yo me quedo—. Vamos.
Me agacho e invoco al último espectro, el cual sale disparado intentando irse, sin embargo lo atraigo y lo destruyo.
—¿Qué fue eso? —Estrella se acerca asustada.
—Ninguna sombra puede dejar a su amo —la miro tranquilo—. Y si lo hacen, pagan las consecuencias.
—¿La mataste? —me mira frunciendo el ceño.
—Sí quiero la obediencia de las demás, tengo que dar el ejemplo —hablo tranquilo—. Vámonos, tenemos que irnos.
La tomo del brazo y descendemos hasta la plaza donde se encuentra el guardia con los caballos.
—Vámonos, ya la tengo —sorprendo al guardia y este hecha una mirada rápida a Estrella, y vuelve al caballo. Yo monto al mío y Estrella Elio. El camino de regreso al castillo es silencioso hasta que escuchamos el rugido de unos dragones, todos miramos al cielo y vemos a varios dragones sobrevolando la ciudad.
—¿Qué son esas cosas? —pregunta el guardia atemorizado.
—Dragones —respondo—. Nuestra familia por el lado de luz ya han llegado. Vamos, tenemos que seguir.
Cabalgamos rápido hasta llegar a las puertas que dan a la entrada del castillo. Se tardan en dejarnos entrar porque no sabían que Estrella es la hermana de la reina. Nos apartan a una pequeña caseta donde un guardia está detrás de una mesa y las cosas de mi hermana encima de la mesa.
—Tiene que dejar todas sus armas, mi reina prohíbe el uso de armas en el castillo —habla un guardia que ya me hace perder la paciencia.
—Dejaré mis armas si me prometen que en cuanto me vaya me las devolverán —Estrella amenaza tranquila.
—Sí, señora —el guardia procede en revisar las pertenencias de mi hermana. Mi hermana saca sus escasas prendas de combate y ninguna es lo suficientemente fina como a la que tenía en el castillo de nuestro padre. Después de sacar la ropa, vienen las dagas, una ballesta con sus respectivas municiones y una espada.
—Por favor tenga mucho cuidado con todo —le súplica mi hermana al guardia.
—Sí, señora —asiente. Ambos salimos de la caseta y volvemos a los caballos.
—Lo más probable Luna tenga vestidos para ti —me monto al caballo.
—Sí, la verdad no he tenido tiempo de comprar lindos vestidos —comenta sarcástica.
—¿Algo te molesta? —le pregunto mientras que subimos la montaña.
—No, nada —ella mira al frente—. Me preguntaste ¿por qué estaba aquí? Mi maestro nos dijo a mi escuadrón y a mí que teníamos un mes para visitar a nuestros familiares, así que estoy aquí.
—¿Por un mes? —le pregunto un poco enojado.
—En realidad tres semanas —ella se encoje de hombros—. Tengo una semana viajando, así que…
—Te largarás por otros nueve años y así sucesivamente —comento un poco irritado.
—Tristan, sé que he estado ausente la mayor parte, pero créeme que siempre…
—Ahórrate los sermones motivacionales —la callo—. Ya tengo suficiente con todo.
—Somos hermanos Tristan. Créeme que si he querido verte, a todos ustedes —ella suspira—. Todos hemos tenido nuestros problemas y podemos superarlo juntos.
—Porque somos una familia unida y amorosa —río a carcajadas.
—Tristan por favor —ella se enoja—. Supongo que las cosas con Luna no han mejorado…
—Tenemos la mejor relación, somos íntimos. Incluso nos enviamos cartas todos los días —exclamo sarcástico.
—¡Deja de ser un idiota! —exclama enojada—. Solo quiero ayudarte.
—No necesito tu ayuda, nunca la necesité y estoy bien así —la miro enojado—. No comprendo a qué viniste si te vas a ir dentro de un rato.
—Porque quiero ver a mi familia, porque tengo todo el maldito derecho de estar con las personas a las que amo —ella me mira enojada—. Créeme que lo siento por no haberte ayudado cuando más lo necesitabas, pero yo también tenías mis problemas y no te culpo por ellos.
—Has lo que quieras —finalizo la conversación, ella maldice y llegamos a la cima donde Luna y Lina están paradas mirando al cielo. Llego y me bajo del caballo sin decir el más mínimo de las preguntas o quejas de los presentes. Me introduzco al castillo y llego a mi habitación que comparto con Aitana. Me siento en mi cama.
—¿Encontraste a tu hermana? —me pregunta en el marco de la puerta.
—Sí —la miro apenado—. Por favor perdóname, no debí haberte hablado de esa manera. Fui un imbécil.
—Sí eres un imbécil —ella entra y se sienta a mi lado—. Y acepto tus disculpas. Sabes —ella me hace que la mire—. Pensé que te perdería al venir aquí, pero me doy cuenta que no perteneces a ellos, sino a nosotros, a las sombras.
Ella me besa apasionada, yo le respondo y me voy a su cuello. Ella me ayuda a quitarme todas mis prendas y yo le quito las suyas. Nos vamos desnudos a la cama. Ella me deja tocarla, mientras que nos hacemos uno.
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