Marte: Solo Quiero Que Se Termine
En cuanto salgo del centro de Venus, me dirijo hacia el capitolio para organizarme junto a mi señora mis asuntos por la repentina muerte de Aryana. Nunca me imaginé este golpe tan fuerte para mi hermano, la tristeza de haber perdido a la persona que más amaba, la mujer que lo había transformado en un ser menos irritante. Todo para que muriera de esta forma.
Ya entrada la noche aunque para un oscuro, apenas sería las tres de la tarde. Regreso al centro de Venus para buscarla y acompañarla a su casa. Al llegar a las puertas me informan que Venus se había ido ya a su casa.
—¿En serio creen que me voy a creer eso? —me cruzo de brazos al frente de las guardias de Venus.
—Usted es libre de creer lo que quiera, pero nuestra señora se fue antes del atardecer a su casa —contesta la capitana—. Puede, claro si le apetece, buscar en todas las instalaciones.
Refunfuño y me voy a la casa de Venus, y si no está, vendré con un ejército y las arrestaré. Al llegar a la pequeña mansión de la familia de Venus, me encamino hasta la puerta principal donde me recibe la mujer encargada de la casa. Ella me indica que Venus está en sus aposentos con su madre.
Ya pisando el primer escalón, el padre de Venus me frena.
—Su majestad —hace una pequeña reverencia—. Sería tan amable de acompañarme a mi estudio.
Asiento resignado.
Sigo al padre hasta su estudio donde me pide que tome asiento en los muebles de piel.
—Tengo entendido que emprenderán un viaje usted y mi hija ¿cierto?
—Sí, fue un improvisto este viaje.
—Desde la última vez que lo vi, no pude hablar con usted sobre mi futuro nieto.
—Comprendo su inquietud —me enderezo—. Le garantizo que a mi hijo no le faltará nada, y estaré allí cuando él me necesite.
—¿Y mi hija?—pregunta temeroso.
—Mis intenciones con su hija no han cambiado; quiero formar una familia con ella, pero antes quiero desposarla —declaro serio—. Claro, si usted me da permiso para hacerlo.
—Tiene mi consentimiento, no quiero que mi nieto crezca en la deshonra que vendría para mi hija.
—No se preocupe, que eso es lo menos que quiero.
—Me alegro que podamos llegar a un acuerdo —me estrecha la mano.
—Debe entender que en estos momentos no estoy en buenos términos con su hija y gracias a eso se retrasará los preparativos de la boda.
—Lo tengo presente y le doy mi palabra que hablaré con Venus al respecto.
—Muchas gracias, señor De Herraida —me levanto—. Le quiero pedir un favor.
—Usted dirá.
Le cuento los planes que tiene Venus de marcharse a otro lugar lejos con mi hijo; le entrego el boleto del barco con el que planeaba irse la otra semana. Le comento que dejaré guardias estrictamente afuera de la casa para vigilarla y asegurarme que no vaya a ninguna parte. Salimos de su estudio y nos detenemos en la escalera de la casa. En ese momento Venus junto a su madre se posan al frente de los escalones, listas para descender.
—¿Qué haces aquí? —pregunta enojada mi amor.
—Vino a hablar conmigo —replica su padre—. Marte me contó que viajarían juntos y vino a buscarte.
—Le dije a su majestad —contesta Venus disimulando su furia— que lo alcanzaría justo en el momento que partiéramos.
—A una hora muy temprano que implicaría que tendrías que salir a una hora más temprano, poniéndote en peligro a ti y a nuestro hijo.
—Sí, pero…
—Te irás en estos momentos con Marte a su palacio y esperarás allí hasta que partan —sentencia Alonzo molesto.
Venus iba a protestar, pero su madre la halo hacia ella y se fueron a su habitación.
Alonzo y yo esperamos a las dos mujeres en la sala por un breve tiempo. Venus no disimula su palpable enojo, nos despedimos de sus padres. Un mozo del carruaje recoge las pertenencias de Venus y las coloca en la parte de atrás. Ella sube sin ayuda de nadie al carruaje, detrás de ella me subo yo y cierran las puertas del mismo.
—Discúlpame si vine sin avisar, pero no podía permitir que te expongas de esa manera.
Ella no dice nada, no emite ningún sonido, está callada viendo por la ventanilla sin mirarme. Al llegar al palacio le indico que su antigua habitación está disponible y así como llegó, se fue dejándome solo en el corredor. Me dirijo a mi habitación abatido sin ganas de nada, a veces me siento como si estuviera en una especie de pesadilla donde solo quiero despertar y ser alguien más. A veces me pregunto cómo sería mi vida sino fuera un dios, un rey y todos los suntuosos títulos que he recogido a lo largo de mi existencia. Tener una vida tranquila, que la mayor preocupación que tuviera sería alimentar a mi familia y ya. No tener nada que ver con nadie solo con mi esposa e hijos. Me recuesto en la cama cansado de la vida que he tenido.
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