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Lina: ¿Te encuentras bien?

¿Cómo una persona puede ser tan insoportable? Tenía años que no veía a Tristan, solo recordaba su sedoso cabello gris, no su mala actitud. Doy un par de pasos y me voy a mi habitación. Sé que fue duramente castigado por su padre por el ataque de Luna. Me acuerdo perfectamente la discusión que se formó ese día cuando mi madre partió hacia el castillo de mi tío Cosmo.

—No puedo creer que Tristan haya causado algo así —exclama Sol sorprendido—. ¿Por qué no tuvo más cuidado?

—No lo sé hijo —lamenta mi padre.

—No creo que lo haya ocasionado a propósito, Sol casi nos ha quemado a Lina y a mí y no por eso es culpable de intento de asesinato —cuestiona Taurus.

—La diferencia es que Sol no ha lastimado ni a Lina, ni a ti. En cambio con las acciones de Tristan, Luna ha sufrido un atroz crimen y eso es merecedor de un castigo —sentencia mi padre. Sol concuerda con él, sin embargo, Taurus no lo hace. Él piensa que Tristan no es culpable.

—No comprendo lo que quieres decir —miro confundida a mi hermano mayor.

—Te lo voy a poner de esta manera —Taurus deja de acariciar a su dragón y me mira—. Sol puede manipular a su antojo el fuego y si no tiene cuidado puede causar bastante daño y eso no significa que sea malo o las personas que dominen el fuego lo sean. Con esto quiero decir, es que está mal que nuestro tío se ensañe con Tristan y todas las sombras solo porque una haya cometido un crimen.

—Pero ¿por qué nuestro tío está molesto con Tristan? ¿Qué hizo Tristan para que pagara tal castigo?

—Porque cuando sucede una injusticia a alguien que nos importa, se nos nubla la mente y lo que empieza con justicia termina como venganza. Por eso siempre cuando vayas a impartir justicia, no involucres a tu corazón sino la razón.

    Extraño mis conversaciones con Taurus. Él me comprende igual como lo hace mi guardián, en cambio, Sol está tan involucrado con su coronación que si se acuerda que tiene una hermana sería un milagro. Yo me fui al océano con mi abuelo Kenan cuando tenía doce años, para prepararme como reina de los mares.

    Cuando cumplí quince años me enteré que Taurus se había enlistado al ejército de mi padre. Sé que hay algo extraño allí; él no le gusta la milicia. Tuvo que haber ocurrido algo para que tomara esa decisión. Extraño a mi hermano. Mi madre no dice mucho al respecto, lo único que comenta es lo orgullosa que está por sus tres hijos.

    Mis damas entran a mi habitación para ayudarme a desvestirme; al finalizar me quedo con la bata de seda que cubre una parte de mi cuerpo y con eso me acuesto a dormir. Creo que he pasado tanto tiempo en el océano que cualquier cama me parece una roca y estática. No comprendo este viaje que mi madre y yo emprendimos desde el palacio de coral, ella y mi abuelo concuerdan que tengo que fortalecer las relaciones de mi futuro reino con los otros dos reinos tanto de la luz como los oscuros.

    La verdad no puedo dormir así, salgo de la cama y me dirijo al cuarto de baño. Abro el grifo y espero paciente a que se llene la tina por completo. Me quito la bata y me introduzco en la helada tina. El agua es como una parte de mí, no puedo vivir sin ella; ella es mágica, es hermosa, es vida. Me hundo en la tina y me quedo dormida en profunda tranquilidad. Extraño nadar todas las mañanas con mi guardián, las personas le temen; es irónico que adoren a los dragones, pero ellos pueden ser más destructivos que un tiburón, Oscar se tuvo que quedar en el castillo de coral mientras que estoy de viaje con mi madre. A pesar de estar en una bañera, siento que estoy flotando en el medio del océano, las criaturas marinas nadan serenas en el basto océano, ellas son amables conmigo y me muestran sus distintos hogares. Es todo tan real, aunque siento unos golpecitos en la cabeza. Abro mis ojos y veo a mi doncella preocupada.

—¿Qué hora es? —pregunto pasando mis manos por mi rojizo cabello.

—Las seis de la mañana, mi señora —responde la chica.

—Pon lo que vayas a colocar en el agua y déjame sola —le ordeno un poco irritada.

    La doncella coloca varias flores y fragancias al agua, ella se retira dejándome sola. No me gusta que saturen el agua con tantas cosas relajantes. Es nefasto cambiar algo que ya es perfecto.

    Termino de arreglarme. Me colocan un vestido violeta oscuro, muy propio del lugar donde me encuentro. La doncella me peina el cabello mojado, decido dejarlo suelto y libre para que se seque más rápido; me colocan una diadema de perlas. A veces pienso que en el momento de mi coronación quiero un vestido completamente de perlas, sé que será pesado, pero eso es lo que quiero.

    Salgo de la habitación para merodear, ya que todavía tengo tiempo antes de partir. Me salta a la vista ver a Tristan al final del pasillo, decido seguirlo a través del castillo. Baja la escalera principal, espero que desaparezca por el pasillo izquierdo para seguirlo. Es un camino diferente que no lleva al comedor. Bajo las escaleras sigilosa y me introduzco en el mismo pasillo, sin embargo, no veo nada.

¡Maldita oscuridad!

    Estiro los brazos para tocar los muros para guiarme, en ese momento toco un pecho. Me toman de las manos y mi espalda choca contra el muro.

—¿No sabe que seguir a las personas es de mala educación? —cuestiona Tristan bastante cerca de mi rostro.

—No lo seguía —replico enojada, tengo las manos inmovilizadas—. Si estuviéramos en el castillo de mi padre haría que lo flagelaran por faltarme el respeto.

—Gracias a mi señora que no estamos en el castillo de su padre —susurra malicioso.

—Libéreme de inmediato —le exijo, él se cruza de brazos—. Hazlo si no quieres problemas. En tu posición no es buena tambalear tu estadía en el castillo del Norte.

    La sonrisa maliciosa que tenía se esfuma por completo y vuelve su semblante serio otra vez. Mueve su mano y un manto oscuro regresa a él.

—No te me acerques —me amenaza.

    Él desaparece por el corredor; quiero seguirlo, ver sus poderes. Sin embargo, no quiero hacerlo enojar y perder los estribos. Retomo mi caminata por la escalinata principal, recorro el primer piso viendo la austeridad, pero elegancia del castillo. La señora Laila se encargó de decorar este palacio en ausencia de su esposo; cada cuadro, cada florero, las sutiles estatuas dan un aire familiar a este tenebroso castillo.

    Miro por una ventana el elegante jardín de flores negras. Todo lo contrario al castillo de mi abuelo Kenan, él tiene flores de todos los colores y tamaños.

—Es un lindo jardín —comenta la señora Laila detrás de mí. De inmediato me volteo y hago una reverencia—. Todavía es temprano para merodear.

    Ella se coloca a mi lado en la ventana.

—Discúlpeme, pero todavía me cuesta distinguir el tiempo en este lado del universo —respondo tímida.

—Estar tanto tiempo en la luz, se nos olvida estar en tinieblas…

—Por eso nos mantenemos neutrales —termino el lema de mi abuelo.

—Sí quieres gobernar aguas oscuras, tendrás que entregarte a ellas —ella me mira fijamente—. ¿Qué ocurre mi niña?

—No me ocurre nada —miro nerviosa mis manos.

—Querida, tu mente está más abierta que las puertas del castillo central. Es increíble que Kenan no te haya cerrado tu mente. Ya tienes quince, con todo lo que has visto, cualquiera puede aprovecharse de eso.

—Le diré a mi abuelo su preocupación en cuanto lo vea —hablo apresurada.

—Todavía no me haz contado qué te ocurre —vuelve al ataque.

—Estoy preocupada por Tristan —confieso.

—¿Te ha lastimado? —pregunta con un toque de preocupación.

—¡No! —alzo la voz—. Perdone, pero no comprendo por qué tiene que arriesgar su vida por una corona, para se el heredero de alguien más cuando sus padres…

—Querida, comprendo tu preocupación. Pero te pido que no te entrometas en asuntos que no entiendes.

—No es justo —frunzo el ceño.

—Todavía vives en la burbuja de cristal fabricada por Kenan para evitar ver la dura realidad. Tú también heredarás una corona que no te pertenece; pero lo harás, no por tus maravillosas habilidades, sino por tu apellido. Solo por eso tendrás el control de los mares y demás. Hay personas que tienen más experiencia, incluso más poderosos que tú, sin embargo, se quedarán relegados a las órdenes de una chiquilla como tú.

—Usted es cruel —me tiembla el labio.

—Sí de verdad fuera cruel, estarías suplicando por tu vida —ella se voltea para mirarme—. Es mejor que despiertes de ese lindo sueño que Kenan te ha sumergido. Cuando seas reina te darás cuenta que el universo es salvaje y para nada justo.

    Ella me examina.

—Vamos a desayunar, lo más probable tu madre se angustie porque desapareciste de tus aposentos.

    Ella me toma del brazo y caminamos en silencio. Esa misma mañana mi madre y yo partimos a la ciudad escarlata.

—¿Te encuentras bien? —pregunto mi madre preocupada—. Apenas hablaste esta mañana.

—Sí, madre estoy bien —la miro serena, aunque me carcome por dentro las palabras de la señora Laila.

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