Laila: Un Hijo Desahuciado
Mi primera impresión al ver lo que quedaba del único hijo de Cosmo es tal que cuando llegamos los tres a mi palacio, le ordené a Aryana que le diera por lo mínimo tres baños y que le untara todos los perfumes del reino para quitarle ese fétido hedor. La verdad no sé qué pretende Aryana que haga con su hijo. Desde que a Luna, la hija de Cosmos, la atacó esa sombra todo ha decaído desde entonces. Cosmo haciéndole la guerra a muerte a todas las sombras en el lado Este del lado oscuro, eso ha provocado una situación incómoda con el rey Robert Stonewell del lado Oeste. Sus delegados me piden que le ponga un alto a mi sobrino porque si no habrá una guerra pronto y esta vez sí saldrán caros los daños familiares como materiales.
—¿Cómo está Tristan? —pregunta Seth sentado en su gran sillón de cuero bebiendo una copa de vino.
—Parece un mendigo, todo maloliente, sucio y con una mente destrozada —me siento en sus piernas—. La verdad no sé qué pretende Aryana que haga con su hijo.
—Está desesperada, lo único en lo que piensa es en Tristan —él me entrega su copa y me bebo todo el líquido que había en ella—. ¿En serio pasó todo un año en el calabozo? —asiento—. Vaya, creo que a Cosmo se le está pasando la mano con todo esto.
Me levanto y busco en el gran escritorio de madera la carta que me envió el gobernador del lado Oeste. Se la entrego a mi esposo y este lee en voz alta.
—Mi adorada señora, le escribo con un gran pesar de mi parte. Espero que me perdone que me entrometa en sus asuntos familiares; pero me veo en la obligación de defender a mi pueblo del injusto trato que están recibiendo por parte de las equivocas leyes impuestas por su sobrino el Dios Cosmo Godness, dios de la verdad y la justicia. Nosotros, las sombras no tenemos la culpa del desafortunado ataque a la princesa Luna Godness. Ya el atroz criminal ya fue ejecutado por su sobrino, ya la justicia se ha encargado de eso, pero no podemos seguir comprendiendo y tolerar más los crímenes a mi pueblo. Por favor se le pide a su gracia que haga recapacitar a su sobrino porque nosotros nos veremos en la dura posición de tomar acciones en un reino donde reina la paz que nuestro señor Seth y usted nos han brindado —Seth lee la carta con una creciente ira cosa que no es bueno para nadie—. Firma: por siempre leales los súbditos del pueblo de las sombras. Rey Robert Stonewell.
—¿Y bien, qué opinas? —le pregunto a mi esposo por el largo silencio que se generó cuando terminó de leer.
—No podemos cargarnos con otra guerra y lo sabes, Cosmo debe saberlo —arruga la carta, convirtiéndola en polvo.
—Hablaré con Cosmo para…
—No hablarás con él —él mira pensativo por la ventana—. Necesitamos darle al pueblo de las sombras algo para que se queden tranquilos. Cosmo no me preocupa, lo que si me preocupa es que las sombras son de armas tomar, Laila. No se quedarán sentados viendo como sufren su gente y en ese sentido los comprendo. Pero…
—No estamos para otra guerra —termino la frase.
—Exactamente —me da la cara.
—Pero ¿qué le damos a esa gente para que no se levanten en armas? —cuestiono ocultando un poco mi temor.
—Un heredero.
Seth me cuenta su plan, el cual es un poco descorazonado, pero necesario por el bien de la familia. Sé que Cosmo no le gustará esto, pero él causó esta situación tan delicada con las sombras que pensándolo mejor, resuelvo dos problemas en uno. Ahora toca hacer que una madre entregue a su hijo sin protestar, cosa que a Seth se ha vuelto experto en eso a los largos de los siglos como dios de la muerte. Yo me encargaré de Cosmo, pero antes debemos cerciorarnos que Tristan no esté tan jodido como aparenta.
Llegamos a la antigua habitación de Cosmo cuando era apenas un niño y pensar que eso fue hace ya tantos años. Los soldados abren las puertas y nos introducimos en la habitación donde Aryana le acomoda el traje a Tristan, este está inmóvil, sin sonreír, con la mirada perdida en algún lugar que pronto averiguaré.
—Me alegro que ya Tristan esté presentable y perfumado —los interrumpo, Aryana se voltea posándose al lado de su hijo. Intento ver alguna diferencia entre los dos, pero lo único que veo es a un Cosmo de quince años.
—Muchas gracias a los dos por ayudarme con mi hijo —habla Aryana de manera cordial.
—No hay de que —le responde mi esposo—. Necesitamos hablar con tu hijo, claro te puedes quedar, pero sin opinar.
Esta asiente. Le indico a Tristan que se siente en la mesita que Cosmo utilizaba para comer. Me siento al frente de él y Seth está detrás de mí, Aryana se pone detrás de su hijo.
—¿Sabes por qué estás aquí? —le pregunto.
—Mi madre me dijo que usted me ayudaría a mejorar mi vida —responde sin ánimos.
—Correcto, yo te ayudaré, pero antes necesito que me cuentes la verdad. Que me digas qué ocurrió ese día que tu hermana fue atacada.
—Soy culpable —suelta de manera brusca. Aryana iba a hablar, pero mi esposo le hace gestos para que se calle.
—¿Por qué eres culpable Tristan? —pregunto mirándolo fijamente.
—Por mi culpa a Luna la atacaron, mi padre solo cumplió con lo que tenía que hacer —él mira sus manos.
—Tu madre me dijo que eras inocente, por eso me pidió mi ayuda para liberarte —le tomo de las manos las cuales las tiene todas magulladas y cortadas—. Quieres morir ¿cierto? Por eso te declaras culpable para que te ejecuten y así estar con tu madre sin ningún tipo de impedimento.
—Sería lo mejor para todos —responde afligido.
—Difiero por completo —sentencio—. Quiero la verdad, Tristan y ni tú ni yo nos vamos a ir de aquí hasta que lo consiga.
—A nadie le importa, les estoy dando lo que Luna y el rey quieren, me estoy culpando…
—Ni Luna está aquí y tampoco tu padre —le suelto de las manos—. Solo estamos tu madre, mi esposo, y yo y los tres queremos que digas la jodida verdad ¿o caso no quieres que te ayude? Es más cómo puedo ayudarte si tú mismo ya te diste por vencido.
Él levanta la mirada y sus penetrantes ojos grises miran a mi esposo y luego a mí.
—Entrenaban con las únicas sombras que toda la vida he entrenado, nunca han causado problemas. Todas sabían cuáles eran su papel; al terminar de entrenar, ellas se fueron. Yo las vi irse igual que el guardia que registró su salida. Me fui de allí para descansar, cuando pasé por el cuarto de Luna, sentí una presencia extraña a través de la puerta. No había guardias por el pasillo, así que me introduje en su habitación y vi a la sombra intentando entrar en el cuerpo de Luna. Ella no podía moverse, ya que cuando termina de entrenar con mi padre su cuerpo cae inmóvil, por eso ella no pudo defenderse. Con mis poderes saqué a la sombra de su cuerpo y la retuve hasta que mi padre llegó con unos soldados y una sacerdotisa que aprisionó a la sombra y yo me fui.
—¿Por qué tu padre pensó que habías introducido a esa sombra? —cuestiono.
—Yo soy el único que introduce sombras al castillo, tal vez supuso que por error introduje a una demás, que las cinco sombras que entrenaban conmigo lo introdujo. Todo apuntaba que había introducido por error a esa sombra y por mi equivocación Luna pagó por mi equivocación.
—Comprendo —me volteo a mi esposo—. Necesito que me entregues tu cuchillo —él me mira confundido, pero me entrega lo que le solicito. Coloco el cuchillo en la mesa y mi anillo de poder que recibí cuando me casé con Seth—. Tienes dos opciones, la que elijas marcará tu futuro para bien o para mal. Si quieres morir tendrás que clavarte este puñal en el corazón y mi esposo te llevará al inframundo solo con lo que traes puesto, ya que allá no vas a tener derechos de ningún tipo porque solo eres otro joven más, y no porque tu madre sea diosa tanto aquí como allá ella te dará una vida digna porque los gobernantes del inframundo lo rechazaran. Incluso yo siendo la esposa de Seth no tengo ni siquiera un dedo de tierra allá. Pero también tienes otra opción, la opción de vivir, de ser algo mejor que lo que tengo al frente. No pretendo ser cruel, pero a todos nos ha tocado nuestra porción de mierda en esta vida y de la buena, y aun así nos levantamos todos los días y seguimos adelante no porque le debamos algo a alguien sino por nosotros mismos, porque somos los únicos responsables de nuestra felicidad, y solo es cuestión de soltar lo que nos duele, y estirar el brazo para tocar nuestra tranquilidad —respiro profundo—. Solo está en tus manos si quieres pasar toda la vida sufriendo por alguien más o tener la fortaleza de abrazar tu futuro y pelear por él y por tu felicidad hasta el último respiro.
Él mira los dos objetos y afortunadamente escoge el anillo.
—Bien, tenemos mucho en que ponernos de acuerdo.
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