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III Parte. Estrella: El Páramo.

8 años después.

No puedo permitir que escape, no puedo dejarlo vivir. Corro por los techos de los edificios persiguiendo a un maldito bastardo. La adrenalina que siento, combinada con mis ganas de justicia hacen de mí una desquiciada. Las personas se apartan en cuanto nos ven, esquivo a los animales, los puestos ambulantes, a todo lo que me impide llegar al hombre en fuga. Nos introducimos en lo que se puede apreciar que es un almacén vacío. Saco mi látigo de metal y lo envuelvo en su cuello, halo el látigo y el hombre cae fuerte al suelo. En ese momento entra mis compañeros a arrestar al fugitivo. Ellos me ayudan a inmovilizar al idiota que huía torpemente de mí.

—¿Atraparon a los demás? —le coloco al criminal una capucha negra para evitar su visibilidad de su nuevo hogar.

—Están siendo custodiados por los demás —responde Vidal halando las cadenas del prisionero.

    Caminamos hasta la carreta donde están los demás cinco prisioneros solicitados por nuestros superiores. Haim se encarga de subir al último y encadenarlo, Phillip sube con él para custodiarlos. Vidal se monta en el caballo igual que Luke. Emura y Trixie manejan la carreta y yo tomo a mi guardián custodiando los costados previniendo un posible intento de fuga.

    Solo somos siete que pudimos finalizar con éxito nuestro entrenamiento. Los otros fueron escogidos para otras labores fuera del recinto; no los volví a ver desde entonces. Cuando cumplí veinte años, a nuestro grupo nos empezaron a dar misiones pequeñas y después pasaron otros cinco años para recibir órdenes mayores. Cada uno de nosotros cambió a su manera. Vidal ya no es ese chico tímido y gentil que conocí, ahora es más decidido y un gran guerrero, creo que su manera sanguinaria de sacar información se debe a su amistad con Phillip. Phillip se volvió más analítico en sus acciones, aunque a veces sea un imbécil. Haim más protector de nosotras tres; Luke dejó atrás sus tendencias pacifistas ante la acción del combate. Trixie más abierta en sus pensamientos y endureció el carácter que tanto necesitaba. Emura se volvió más estricta con cualquier cosa, se toma muy en serio cualquier procedimiento que se comete en las misiones, siempre apegándose al plan. Yo cambié, ya no soy la princesa que creí que era. Supongo que todos guardamos un poco de nuestra esencia muy en el fondo de nuestras almas. He visto tantas cosas y también he hecho cosas que no sé si todavía tenga alma.

    Llegamos al muelle donde tenemos que entregar a los prisioneros a la guardia de su majestad. Me hago cargo de hablar con el capitán mientras que los chicos suben a los prisioneros al barco. El capitán me entrega la bolsa de oro correspondiente de nuestros servicios, el cual tengo que entregar a mi maestro. Subido el último prisionero, nosotros partimos a nuestro nuevo recinto. Todavía no nos adaptarnos a convivir con más miembros de la legión. La parte positiva es que nosotros a pesar de nuestras diferencias nos mantenemos unidos en todo momento.

    Nuestra llegada es como la de cualquier escuadrón. Dejamos la carreta por los lados de los establos y también a los caballos para descansar. Subimos todos a la oficina del maestro del recinto a informarle de nuestra misión y entregarle el oro. Esperamos en el pasillo con otros tres  escuadrones delante de nosotros. Vidal y Trixie conversan de manera íntima y confidencial, es evidente el amor que ellos dos se tienen. Emura y Haim conversan tranquilos, Phillip afila su daga y Luke y yo nos mantenemos en silencio repasando nuestra declaración. Pasa un largo rato para que el maestro Larkin atienda a los tres escuadrones, nos llama a nosotros. El maestro se encuentra sentado y custodiado por otros hermanos de legión negra. Coloco la bolsa del oro en la mesa y este procede a contar cada moneda procurando que el pago esté completo.

Solo un imbécil se le ocurriría robarle.

    La peor traición para un maestro es el robo y darle la espalda a la hermandad. Después que sellas el pacto de sangre, tu vida pasa a ser para la legión negra hasta el último respiro de tu condenada vida.

—Buen trabajo —el maestro aparta treinta y cinco monedas como pago de nosotros—. Han estado en la legión estos últimos años y por eso les concederé por un mes que visiten a sus familias a partir de mañana, así que recojan sus cosas porque no los quiero ver aquí ¿entendido?

—Sí, señor —respondemos confundimos. Recojo las monedas y las guardo en una bolsa de tela.

    Salimos de allí y les decimos a los demás que nos acompañen a la biblioteca a planear qué carajos vamos a hacer.

—¿Se supone que tengamos que ir a nuestras casas ahora? —exclama incrédulo Phillip—. ¿Hay alguien aquí que no esté enemistado con su familia?

—Enemistado no sería la palabra —le corrige Vidal.

—¿Quién tiene problemas con sus familiares? —pregunta Emura—. Haim y yo veremos a nuestra madre.

—Yo volveré a las costas del Sur del lado oscuro, allí está mi familia y me llevaré a Trixie conmigo —sentencia Vidal. Trixie lo mira confundida.

—Volveré a mi pueblo, mis padres me recibirán desconfiados, pero tendré un techo en el cual cobijarme —confiesa Luke.

—¿Significa que tengo que volver a los come flores de mi familia? —exclama Phillip aterrado.

—No desesperes —lo tranquiliza Vidal—. Te irá bien en Celda.

—No me hables, estoy enojado contigo —sale de las garras de Vidal—. Prefieres a tu mujer, que a tu mejor amigo.

    Me acerco a Phillip y le entrego mi daga.

—¿Por qué me entregas esto? —cuestiona levantando la daga.

—Para que me cortes el drama —contesto. No tardan las risas de mis compañeros—. Comprendo tu miedo Phillip, yo también tengo miedo, pero no podemos quedarnos.

—¿Y a dónde irás tú? —cuestiona Philip—. Jamás has hablado de tu familia.

—Odio admitirlo, pero Phillip tiene razón —apunta Luke.

    Observo a mi escuadrón, sé que no he contado nada de mi pasado y que ellos se abrieron unos con otros y no es justo que les siga ocultando la verdad. Me acerco a la puerta de uno de los pequeños cuartos de la biblioteca utilizados por los miembros de la legión para planear misiones o tener conversaciones como estas. Saco del bolsillo de mi abrigo de cuero la piedra que me dio mi familia para poder mostrar mi divinidad a las personas que la observen.

—Quiero que miren esta piedra y sabrán la respuesta —me volteo con la gema. La gema hace su cometido y mis compañeros se quedan atontados por el hechizo que posee, mostrándoles la verdad. Guardo la gema y ellos vuelven a su estado normal.

—¿Qué carajos fue eso? —exclama Luke recostándose  en la mesa mareado.

—Mi emblema familiar —contesto—. Mi nombre completo es Estrella Godness Lightweight. Soy la segunda hija del dios Cosmo Godness, dios de la verdad y la justicia y Ariana Lightweight diosa de los malditos…

—Mientes —exclama Phillip molesto.

—No lo hace —me defiende Haim—. Emura y yo trabajábamos en el palacio de sus padres y allí fue donde conocimos a Estrella.

    Luke y Phillip lo miran enojados y traicionados. Vidal me mira confundido.

—¿Por qué nunca lo mencionaste? —pregunta serio Vidal.

—Mis padres me pidieron que mantuviera en secreto mi procedencia —los miro suplicante—. Nunca quise hacerles daño, jamás fue mi intención.

—¿Cómo una princesa acaba en este lugar? —escupe Phillip enojado.

—Mis padres me enviaron a la legión para mejorar mi entrenamiento —le contesto preocupada a Phillip, sé que esa no es la historia completa, pero no puedo revelar más.

—Chicos, cálmense —interviene Trixie—. Solo piensen en que si Estrella dijera quién es en este lugar. ¿O a caso no se acuerdan que nos robaron nuestro oro en la primera semana de haber llegado a este lugar? Comprendo su enojo, pero vean el lado positivo.

—¿Tú lo sabías? —le recrimina Luke a Trixie.

—Ella me lo dijo cuando yo le conté mi pasado —ella admite triste.

—Luke, Phillip, Vidal ustedes son las personas más importantes para mí, no quiero que me odien por haberles ocultado mi pasado —los miro a los tres. Vidal se le suaviza el rostro, Luke se sienta en el mueble desgastado de la biblioteca y Phillip no quita su enojo de su rostro.

—¿Te irás a tu castillito de cristal? —pregunta Phillip pegado a un muro.

—Me iré a los Páramos Helados, allí va a estar mi familia —le digo a todos—. Será bueno que nos mantengamos conectados y localizados para que Trixie nos pueda llevar a todos a salvo —ella asiente—. Será mejor que empaquemos para ahorrar tiempo.

    Phillip sale de primero, luego le sigue Luke y Vidal. Haim y Emura se acercan a mí.

—No te preocupes, ellos lo asimilaran —Haim me da una palmada en el hombro y se va con su hermana.

—¿Crees que puedas hablar con Vidal? —le pregunto a Trixie saliendo de la biblioteca.

—Claro que sí, él es un buen amigo —ella mira perpleja las paredes.

—¿Qué ocurre? —la detengo en pleno pasillo.

—Tengo miedo de conocer a los padres de Vidal. No sé si sea buena idea.

—Le vas agradar, eres una buena mujer y Vidal te ama—ella asiente. Las dos nos vamos a los dormitorios de las mujeres, nuestro cuarto lo compartimos las tres. Nos encontramos a Emura empacando sus cosas, Trixie hace su maleta y yo la mía. Ver a mi familia no estaba en mis planes, no los veo desde que tenía quince años. Mis padres no saben nada de mí y yo no sé nada de ellos. Nos prohibieron ponernos en contacto con nuestras familias y este viaje se me hace extraño, tal vez mi señora habrá intervenido aunque lo dudo. Me enteré hace un mes que a mi hermana Luna la coronarán reina del Páramo y sé que allí encontraré a toda mi familia, ya que sería una perdida de tiempo ir primero al castillo del Este. Les entrego las cinco monedas correspondientes a Emura y a Trixie de su trabajo. Nos llevamos absolutamente todo de aquí, ya que es cierto lo que dijo Trixie, aquí te pueden robar hasta la ropa que cargas puesta. Nuestras pertenencias no son muchas, un petate lleno de pantalones de lana y cuero, chaquetas y abrigos, camisas de hombre adaptadas a nuestros delgados cuerpos femeninos. Nosotras compartimos nuestras prendas, nuestras vidas y cicatrices. Nos hemos vuelto muy unidas, apoyándonos en cada misión y en esta desconfiada fortaleza. Caminamos seguras y alertas, las demás mujeres de la legión nos observan, pero no nos dicen nada. No conozco a ninguna y tampoco quiero hacerlo, ya conozco a las personas que les confiaría mi vida y con eso me basta.

    Salimos fuera de la fortaleza de piedra al aire libre. Los chicos están afuera hablando un poco enojados.

—Ya era hora —exclama Phillip.

—Sabemos que no puedes vivir sin nosotras —comenta Emura con superioridad.

—Cómo sea, lo importante es llegar a los portales celestiales a tiempo antes de que cierren —habla Luke—. Trixie, Vidal y Estrella se irán juntos, ya que es la misma vía, Phillip y yo estamos casi cerca, y Emura y Haim no sé a dónde carajos irán.

—Me alegro que pienses en todo —comento seria.

—Como sea —él desvía la mirada—. Busquemos a nuestros guardianes y larguémonos.

    Nos dirigimos a los establos para buscar a nuestros guardianes. Yo busco a mi caballo guardián, Trixie busca a su iguana César, Vidal busca a su coneja Lana, Luke busca a su yegua Felicia, Phillip busca a su zorra Patsy, Emura busca su águila Dian, y Haim a su gata Julieta. Todos salimos con nuestros guardianes a los portales celestiales. Cada reino tiene sus propios portales para poder transitar más rápido entre los reinos del lado oscuro. Sin embargo hay que saber bien en qué barco tomar porque no todos saben dominar el gran agujero negro y no siempre sales donde quisieras. Llegamos al puerto donde tenemos que buscar los barcos que van a nuestros destinos.

—Ya les di lo que le tocaba a Trixie y a Emura —les digo a los demás. Hacemos un pequeño círculo donde Trixie y Emura vigilan de que no nos roben. Les entrego cinco coronas a Luke, Vidal, Phillip y a Haim.

—Generalmente un boleto cuesta diez coronas —maldice Luke.

—Hasta más —se queja Vidal.

    Vidal, Trixie y yo nos vamos a las taquillas para los barcos del lado Sur del lado oscuro. Phillip y Luke hacen la fila para el lado norte y Haim y Emura hacen la fila para el lado Este. Su madre se mudó antes de que ellos dos se unieran a la legión porque su padre los estaba buscando. Nunca hablan de él, ya que eso les costaría la propia muerte; lo que sé es que su padre es un líder mafioso que maltrataba a la madre de Haim y Emura. Mi padre le ofreció protección a la señora Elizabeth a cambio de que confesara todo lo que sabe de su esposo.

    Nosotros esperamos acalorados y apretujados en la decadente taquilla de boletos. Al fin llegamos a la vitrina donde se encuentra una mujer un poco obesa y desarreglada.

—¿A dónde van? —habla sin ganas.

—Un boleto a los Páramos helados y dos a las costas del sur con frontera al lado central del universo —hablo seria.

—Diez coronas por boleto al Páramo y cincuenta por boleto a las costas del sur —abro los ojos del asombro—. Esa es la tarifa, sino váyase a caballo.

    Miro a Vidal que saca una bolsa de tela y se acerca al mostrador donde cuenta cien coronas por los dos boletos, yo saco diez coronas y la señora me entrega mi boleto y a Vidal le entrega los de Trixie y el suyo. Caminamos fuera de la fila buscando el barco donde zarparemos a nuestros destinos.

—Nunca me había sentido tan robado como ahora —exclama furioso Vidal.

—Ni que lo digas —comento disgustada.

    Buscamos a los demás para despedirnos. Los encontramos cerca de los barcos que parten al norte.

—Buen viaje a todos —les desea Vidal a Phillip mientras que le da un abrazo.

—Igual a ti, hermano —Phillip le devuelve el abrazo—. Prométeme que me traerás una buena cerveza.

—Dalo por hecho —Vidal asiente sonriente.

    Me acerco a Luke que me ignora y se despide de Trixie y Emura. Phillip se despide de los demás e igual que Luke me ignora.

—Chicos —Trixie nos llama—. Tengan —nos entrega unas esferas a cada uno—. Estas esferas solamente las usarán si están en problemas, yo escucharé su señal de auxilio y los reuniré porque también tienen un localizador para poder abrir un portal.

—Me parece un buen plan —apunta Luke—. Recuerden que tenemos un mes, así que una semana antes de que se cumpla el mes debemos emprender el camino de regreso al recinto.

    Todos asentimos. Phillip y Luke se alejan para subir al barco que los llevarán al lado Norte del lado oscuro. Emura y Haim los dejamos en el barco para el lado Este. Trixie, Vidal y yo nos vamos al ajetreo de embarcar. Subimos apresurados porque ya están empezando a zarpar. Llegamos a nuestros asientos con la tripulación del barco. El capitán da un breve repaso de las instrucciones que debemos seguir si queremos sobrevivir al agujero negro que nos tragará para transportarnos al lado sur del lado oscuro del universo. Todos estamos aferrados en nuestros asientos rezando por sobrevivir a este viaje. Son pocos los que viajan en barco entre los reinos por lo peligroso que es el viaje, pero no tenemos tiempo para llegar a nuestros destinos. El barco se mueve a una inmensa velocidad por el océano hasta salir al frío y desolado universo. El recinto se encuentra en las fronteras del reino del Oeste y el reino del Sur. Nos acercamos al agujero y Trixie me aprieta de la mano, yo también se la aprieto.

—Saldremos con vida —le digo para tranquilizarla. Ella asiente.

    Sentimos la atracción y la magnitud de la fuerza de la materia oscura que nos transporta por los confines del universo. El viaje en el portal dura dos días hasta llegar a la proximidad del Páramo.

—Yo me quedo aquí —les digo a los dos—. Vidal por favor no me odies por haberte ocultado mi procedencia.

—Nunca te odiaría —él me mira gentil—. Dale tiempo a los chicos, ellos se sienten traicionados, pero conociéndolos no les durará mucho.

—Confiaré en tus palabras —me levanto del asiento y tomo mi petate. Solo somos tres personas que se quedan en el frío Páramo. Subimos las escaleras de la embarcación para salir a la claridad del lado Sur. Caminamos por la cubierta hasta bajar por otras escaleras. Camino por la zona de carga para bajar a mi guardián, Elio se acerca a mí y caminamos hasta el control migratorio donde me hacen una par de preguntas y me sellan mi pasaporte. Salgo del muelle para dirigirme a un pequeño mercado para comprar provisiones para el largo camino que me espera para llegar al corazón del Páramo donde se encuentra el castillo de mi hermana. Ruego que ella me reconozca, que mi familia me acepte de regreso aunque sea un mes.

    Cabalgo con Elio y un pequeño grupo de personas que me guían a la tribu de los einars. Ellos me explican que el Páramo está dividido en tres grandes tribus; la tribu de los einars, la tribu de los ancestros y la tribu de los Sigurd. El hombre que me explica la historia del Páramo, el hombre se llama Jorgen me cuenta que habían más tribus, pero desde que empezó la guerra de la bruja esas tribus se fueron anexando a las tribus que les brindaran protección. Jorgen me cuenta que la nueva reina le da mucha desconfianza, sin embargo ha traído un poco de orden al Páramo, ya que no se ha vuelto haber un levantamiento desde hace más de cinco años.

—Sí, porque prácticamente había una guerra todos los días, todos teníamos armas en nuestras casas por si un imbécil nos robaba o algo así. Pero ya no la usamos casi, solo cuando venimos al puerto a buscar comida para el invierno —habla Jorgen en su osa polar.

—Eso es bastante bueno —le comento. El camino es tranquilo, el paisaje blanquecino del Páramo es hermoso. Los árboles están llenos de vida y se mueven conforme al viento. Las personas que emprendo el viaje son bastante amables y me cuentan sus historias del Páramo y como es en el invierno.

—Prácticamente tienes que tener un buen techo si quieres sobrevivir —habla una mujer albina—. La reina abre el castillo en el invierno para los que no tienen casas.

—Sí, pero tienes que trabajar como una bestia —apunta un hombre moreno.

—¿Y qué pretendes, que vas a vivir de gratis por seis meses? —le recrimina la mujer.

—Pensaba que el invierno duraba tres meses —les cuestiono intrigada.

—Aquí el invierno es todo el tiempo, más bien es raro que no nos caiga una tormenta de nieve —responde la mujer albina.

—Calla mujer, tú y tus malos deseos —le ordena el hombre moreno.

—Es la verdad —le replica.

    Me río un poco.

—¿Y qué le trae por estos lares señorita? —me pregunta la mujer albina de nombre Úrsula.

—Vengo a visitar a unos familiares —les contesto.

—Usted no parece del Páramo —me observa el hombre moreno.

—No lo soy, pero tengo entendido que mi familia se encuentra en el Páramo —les respondo.

    Ellos se quedan tranquilos y cabalgamos por tres días en el frío camino. Llegamos a una gran muralla que debe medir más de cien metros de altura, su anchura se pierde a lo lejos ambos lados. El camino se aglomera de personas que van a los campos,  como de personas que van a la ciudad, incluyéndome. Paso por una gran entrada por debajo del muro que está lejos de las casas y los edificios recién construidos. Me despido del grupo de personas que me guiaron hasta la ciudad. Me bajo de Elio y caminamos en busca del castillo de Luna que a lo lejos se ve que está en la cima de una imponente montaña.

—¿Tenemos que subir eso? —se queja Elio.
—Al parecer —lo miro cansada.

    El bullicio de las personas mezclado con el de los guardias civiles me hacen querer buscar un lugar tranquilo para poder sentarme en una pequeña plaza a relajarme un rato.

—Tengo hambre —Elio se acerca a mí.

—No tengo comida —lo miro apenada—. Y lo que tengo no lo quiero gastar.

—Entonces hay que irnos —sentencia Elio.

—Tienes razón —gruño. Me levanto y le tomo de la correa y empezamos a subir la colina para poder llegar al castillo de mi hermana.

—¿Y cómo entraremos? —pregunta Elio—. ¿Decimos que somos familiares de la futura reina y así?

—La verdad esa era mi idea —me encojo de hombros.

—Esa es una estúpida idea —expresa sin preocuparse en herir mis sentimientos—. Es en serio Estrella. Si nos costaba entrar al palacio de tu padre por nuestra apariencia, imagínate ahora que ni siquiera nos han visto desde que teníamos quince años.

—Lo sé, pero que hacemos —miro alrededor—. Alguien nos está siguiendo.

—¿A qué te refieres? —me mira nervioso—. ¿La misma estrategia del callejón?

    Asiento. Él se mete en un callejón para la otra calle y yo sigo caminando en la misma, saco una daga y la escondo en una manga. Llego a otro callejón y me escondo a la espera de ver a la persona que me sigue. El hombre entra al callejón y lo ataco, él forcejea y esquiva mis movimientos. Saco la daga, pero él se vuelve traslúcido y me empuja contra el muro colocando una daga elaborada en mi cuello. Tengo su rostro cerca del mío y de inmediato reconozco esa mirada.

—¿Tristan? —pregunto incrédula.

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