Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Gunilda: Una Realidad Inquietante

    Un sonido fuerte me despierta. Me siento en la cama deseando que todo haya sido un sueño, pero al ver la habitación me doy cuenta que no lo es. Mi hermana sigue dormida abrazando la almohada. Otra vez el ruido hace acto de presencia, pero no hay nadie a la vista; solo se encuentran los mismos extraños muebles y una mesita con cosas extrañas encima. Salgo de la cama sin hacer ruido, mi guardián sigue tirado en el suelo durmiendo, camino hacia una puerta diferente a la que había entrado.  Al entrar veo a una mujer con un conejo como guardián acomodando unos trajes parecidos a la de la bruja, me adentro en la pequeña habitación de trajes raros acercándome hacia a la mujer por detrás. Ella no se percata de mi presencia y la atraigo a mi cuerpo cubriéndole la boca.

—¿Cómo entraste, quién eres? —le susurro al oído.

 Ella me da palmaditas en la mano que tengo en su boca.

—Ni se te ocurra gritar —le ordeno. Ella asiente, le quito mi mano, pero no la libero.

—Soy su doncella —habla temerosa la chica—. Mi señora Luna me ordenó que buscara vestidos para su hermana, ya que, la habitación solo era para usted.

—¿Qué es una doncella? —le pregunto.

—En pocas palabras estoy para servirle, ayudarla a vestirse, prepararle su baño, traerle la cena…

 La libero y veo a una chica parecida en edad a la mía. Tiene el cabello blanco como la mayoría de los hombres de hielo; ojos pequeños y azules, labios delgados y pómulos altos.

—Me tienes que ayudar a escapar de este lugar —la miro suplicante.

—Lo siento, pero yo no estoy autorizada para eso. Además ¿por qué quisiera escapar? La señora Luna es bastante amable con sus invitados —me mira confundida.

—Si soy su invitada ¿por qué no puedo salir? —le cuestiono.

—Nadie le impide irse.

 Dicho eso salgo de la habitación en busca de mi hermana, aunque me encuentro con un soldado al lado de la cama donde descansa mi hermana.

—Apártese de ella —lo amenazo.

—No vengo a hacerles daño —responde Arem. Sin su forma de hombre de hielo es un poco más bajo y de aspecto débil, aunque sé que no es así—. Solo vine a ver por qué mi hermana se estaba tardando tanto.

 La chica que había retenido, aparece con dos vestidos. Supongo que el más grande es el mío y el otro más pequeño para Ada.

—Estoy bien —la chica deja los dos vestidos en la cama—. Solo hablábamos.

—Como sea, a mi señora las quiere vestidas e impecables para desayunar.

—Enseguida, ahora por favor danos un poco de privacidad para que ambas se cambien.

 Arem sale de la habitación dejándonos solas.

—Creo que es mejor que levante a su hermana mientras yo preparo el baño.

 La chica entra a otro cuarto a preparar lo que sea que se llame baño. Me aproximo hacia mi hermana a levantarla, ella protesta.

—Déjame dormir —chilla.

—No es momento para dormir —le quito las sabanas, ella me ve enojada—. No estamos en casa para que duermas.

 Ella se levanta asustada y recorre la habitación en busca de una salida, se dirige a la única ventana de la alcoba, pero esta no se abre por más fuerza que aplique. La hermana de Arem aparece de nuevo.

—Ya está listo el baño —anuncia. Mi hermana se espanta ante la presencia de la chica—. Vengan.

 Hace un movimiento con la mano y las dos la seguimos al cuarto donde tienen una tina en el suelo llena de agua con cosas extrañas flotando en ella.

—Desvístanse y entre en el agua para bañarlas —la miramos extrañadas—. ¿En su tribu no se bañaban?

—¿Qué es un baño? —preguntamos al mismo tiempo.

—Limpiarse el cuerpo del sucio —ella nos mira sorprendida—. Del viaje que tuvieron querrán bañarse. Por favor dense prisa que mi señora odia los retrasos.

 Las dos nos desvestimos incómodas, la chica nos indica por donde tenemos que entrar. Al sentir el frío del agua mi cuerpo empieza a relajarse. Las cosas extrañas que flotan se llaman flores, liberan varios olores agradables. La chica nos entrega unas rocas blandas de colores llamados jabones, nos indica cómo usarlos en nuestros cuerpos; afuera con un jabón en la mano se lo pasa por su cuerpo para que tengamos una idea de su uso. Finalizamos de bañarnos y nos metemos en el vestidor a vestirnos con esas cosas que la bruja ordenó que usáramos; primero es Ada a quien ayuda a vestirse. Le pone una bata blanca para la ropa interior, luego procede a ponerle un vestido de color verde, el cuello del vestido es de un color brillante como el interior de las llamas; las mangas son amplias en las manos, al levantar los brazos se lleva una enorme cantidad  de tela.

 La chica que se llama Ingrid, le peina la melena color negra que poco a poco se convierte en una trenza adecuada para el vestido que trae puesto. Ingrid le coloca algunas flores en la trenza, Ada está irreconocible, si mi padre la viera de inmediato la echaría de la tribu por parecerse a una extranjera. Ingrid empieza conmigo, repetir el mismo proceso que hizo con Ada; me viste, peina mi cabello y coloca flores en mi cabello. El vestido es del mismo modelo que lleva puesto Ada, pero el mío es azul cielo. Ingrid nos obliga a ponernos un calzado extraño e incómodos; son altos y adornados con piedras raras.

—Con el tiempo se acostumbraran.

 Ella se dirige a la puerta donde Arem nos espera con otros soldados.

—Muévanse, que ya se tomaron demasiado tiempo —gruñe Arem. Salimos de la habitación y tropezando por culpa de los zapatos. Bajamos por las mismas escaleras por donde llegamos; Arem nos guía por el lugar hasta una sala enorme donde en el medio se encuentra una mesa larguísima donde la bruja está sentada en la punta hablando con unas personas.

—Por fin se dignaron a bajar nuestras invitadas —exclama la bruja un poco irritada. Ingrid me empuja para que me acerque con mi hermana.

 Unos soldados retiran la silla que está al lado de la bruja donde me veo obligada a sentarme al lado de ella y mi hermana después de mí. Tengo al frente a un hombre mayor con rasgos parecidos a los de Arem y una mujer mayor parecida a Ingrid.

—Olaf, Astrid. Les presento a las hijas del jefe Fergus de la tribu de los ancestros —la bruja nos mira con extremo detalle.

—Es un placer tenerlas en el palacio de las nieves —habla el señor Olaf serio.

—Gunilda, Ada. Le presento al jefe de la tribu de los Einars y su señora esposa Astrid.

 Las dos no decimos nada.

—Lo más probable se preguntaran ¿Por qué están aquí? Bueno, en teoría solo necesitábamos a Gunilda —la bruja me señala—, pero nos viene de maravilla que Ada te acompañara. Teniendo a las dos hijas del jefe en mi techo, eso nos ayudará a obtener la ansiada paz que buscamos desde un inicio.

—¿Paz? —pregunta Ada confundida.

—Sí, querida. La paz entre todas las tribus; unificar el Páramo bajo un solo reino que pues claro yo gobernaré.

—Dudo mucho que lo logre —rio a mis adentros.

—Déjame ver si comprendo algo —ella coloca sus brazos en la mesa—. Tu padre se quedó sin ejército, ya que los que tenían están postrados bajo el duro invierno en todo el centro de tu aldea, y pues claro bajo mi control; con solo mover mis dedos ellos masacrarán a toda su aldea hasta que no quede rastro de su efímera existencia —ella me observa de forma despiadada—. Y como no llegaste a tu unión con el jefe de los sigurd, ellos se negarán en ayudar a tu padre gracias a que su hija nunca llegó. Adiós ejército y adiós tribu.

—No puede hacer eso —la observo enojada.

—Ya lo hice —ella toma su copa y le da un sorbo—. Se quedaran aquí hasta reunir a todas las tribus y que firmen la paz —ella se levanta junto con los jefes de la tribu de los Einars—. Como llegaron tarde, les tocará desayunar solas, al terminar de comer Ingrid las llevará a la biblioteca donde una sacerdotisa les brindará la educación que un par de salvajes princesas como ustedes deben tener.

 Los tres salen del comedor guiados por la bruja. Unas personas colocan la comida en platos dejándolos al frente de nosotras.

—Tengo miedo —susurra Ada. Ingrid nos enseña cómo debemos comer en este tipo de mesas. Obedecemos a lo indicado con fatiga. Terminamos de comer, con un claro desempeño en el arte de comer como la bruja. Ella nos guía por todo el castillo hasta llegar a ese extraño cuarto con las cosas que estaban en la mesa del cuarto.

 Una mujer albina y calva con runas negras en su cabeza y manos. Ella nos recibe con una sonrisa en el rostro, ajena a nuestro sufrimiento.

—Ella va a ser su maestra por todo el tiempo que permanezcan aquí —expresa Ingrid—. Yo me iré a cumplir con mis labores. Están en buenas manos.

 Ingrid se retira dejándonos con la sacerdotisa calva y blanca.

—Me llamo Cristina, les enseñaré todo lo que necesitan saber acerca del universo y como funciona tanto en política y científica —ella nos observa alegre—. Por favor tomen asiento.

 Nos sentamos en una mesa más pequeña que la del comedor. Cristina nos enseña por tres meses a leer y a escribir; Ada se le hace más fácil memorizar las palabras que la maestra nos enseña. Ella nos deja ir en la tarde, ya que no nos dejan merodear sin la presencia de Arem. Él se fue ganando la amistad de Ada gracias a unos dulces que él le daba en nuestros paseos.

 No poseemos de ningún tipo de información de nuestros padres o nuestra aldea. Lo único que nos dicen de una manera desalentadora que seguían con vida. Me preocupa que sin mí, el trato con los sigurd se rompía; en parte me alegro que estoy encerrada en este lugar y no con ese infeliz, pero sé que cuando regrese mi padre me obligará a casarme con otro hombre que no amaré y me maltratará. Arem siempre es amable con nosotras como su hermana Ingrid que a través de los días nos hicimos amigas, ella me enseña cómo debo hablarle a la señora Luna.

 Poco veo a la señora Luna, en el desayuno y no todos los días la encontraba, ya que viaja fuera de la seguridad de los muros de su reino de hielo. Aunque le diga señora, ella sigue teniendo veinte años; para tener esa edad, las estrategias que planea son dignas de una persona de la edad de mi padre.

 Arem me acompaña por los jardines del castillo, Ada corretea por los arbustos persiguiendo a su hurón guardián.

—¿Al menos puedo conocer a tu tribu? —le propongo. Mis intentos de escapatoria se fueron extinguiéndose conforme pasaban las semanas.

—Primero debes tener el permiso de mi señora, y segundo —hace una gran exhalación—, tienes que ser aceptada por mi padre para unirte a la tribu.

—Ya tengo a mi tribu, no quiero pertenecer a otra —miro triste a los arbustos color verde opaco—. Estoy aburrida de estar aquí. Quiero cazar, explorar cada lugar, conocer personas, y no leer sus hazañas en los libros de la sala esa con nombre raro como tu señora.

—¿Te refieres a la biblioteca? —pregunta divertido.

—Sí, ese lugar —afirmo entusiasta.

—Quisiera ayudarte con eso, pero…

 Él se detiene en seco.

—¿Dónde está Ada? —pregunta nervioso.

 Observo a mí alrededor y no veo por ningún lado a Ada.

—¡Ada! —grito.

—¡Por aquí! —grita. Arem y yo corremos siguiendo su voz. Llegamos a un estanque donde Ada está en todo el medio del estanque, mi consuelo es que está congelado; pero la cara de Arem es de auténtico terror.

—No te muevas —le ordena Arem.

—¿Qué ocurre? —le susurro nerviosa.

—En este periodo del año el hielo empieza a descongelarse y se torna frágil. Donde se encuentra tu hermana no aguantará y caerá al fondo del estanque.

—Ella sabe nadar —contesto para tranquilizarnos los dos aunque sé que eso no funciona.

—No entiendes, ese estanque no tiene fondo —él mira preocupado a Ada—. La tragará y no importará cuanto sepa nadar.

 Él mira a su alrededor.

—Escúchame bien —me sostiene por el brazo—. Quédate aquí, yo me encargo de Ada.
 Él se acerca a la orilla del estanque.

—¿Me escuchas, Ada? —la llama y ella asiente temerosa—. Bien, vas a hacer lo que te ordene —vuelve a asentir—. Vas a caminar lentamente hasta a mí ¿sí?

 Ella asiente, empieza a caminar lento, pero se detiene al escuchar el crujido del hielo a punto de quebrarse.

—No temas, vas bien —Arem la alienta. Ada se acerca a Arem, él la toma del brazo cargándola como un bebé. Ellos se acercan hasta mí y Ada sale de los brazos de Arem para quedarse en los míos.

—No vuelvas a alejarte de mí así ¿me entiende? Me asustaste —levanto la mirada hacia Arem—. En serio, muchas gracias.

 Él asiente y nos escolta de vuelta a nuestra habitación. Acuesto a Ada en la cama y yo acompaño a Arem hasta la salida y antes de que pueda cerrar la puerta él me da un beso en la mejilla, le sonrío y cierro la puerta para poder descansar en paz con mi hermana.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro